viernes, 23 de octubre de 2020

MOCIÓN DE CENSURA, TODOS GANAN, ESPAÑA PIERDE

Me quejo de que la clase política, como si se tratara de un “reality”, actúa por táctica, es decir, por conveniencias coyunturales, más que por sentido del Estado. Lo vimos esta semana durante la moción de censura presentada por Vox. Lo de menos, para todas las partes, era el contenido: de lo que se trataba era de ganar electores y de propinar algún porrazo al contrario. ¿Y dónde entraban los intereses de este pueblo que está sufriendo y al que le queda por sufrir muchísimo más? Dicen que se dirimirá en las próximas elecciones… como si las elecciones fueran algo más que una instantánea del estado de ánimo modelado por las circunstancias y por los resultados de la publicidad de las partes.

Creo que vale la pena plantearse varias cuestiones sobre la moción de censura. La primera de ellas es sobre quién la ha presentado.

Sabemos para lo que sirve el parlamento: para hablar. El parlamento español tiene la maldición, desde su origen, de que todas las partes se niegan a hablar claro y todas, durante más de 40 años, han aplicado políticas de paños calientes y “cortesía parlamentaria”. Nadie, en efecto, podía hablar más alto que el otro, porque todas las partes eran cómplices, beneficiarias y responsables del destino del país: todas actuaban por táctica y de cada a la galería y todas, en todo momento, aspiraban a asumir el papel en la representación teatral que habían elegido.

La llegada de Vox ha supuesto algo nuevo: por fin ha entrado “la extrema-derecha” en el parlamento con grupo propio. Si el nuevo partido quiere adquirir un perfil propio, debe de adoptar una línea diferente a la de cualquier otro partido. Parece que, finalmente, el equipo dirigente de Vox lo ha entendido y ahora ya no aspira a ser un PP-bis, sino una formación de carácter “populista”, con todo lo que ello implica.

Muchos de los que todavía forman parte de sus directivas regionales, todavía tienen la mentalidad propia del antiguo ultra de derechas, que se reconoció, primero en Fuerza Nueva, luego en el PP donde ocupó la tercera o cuarta fila, más tarde en el PADE donde fueron segundas filas, luego volvió al gallinero del PP, y ahora está en Vox. Pertenecen a otra época: en el fondo, los discursos de Blas Piñar, los debates de Intereconomía ayer y de la Trece hoy, son bastante parecidos. Pero ya no son lo que exige la situación.

España ha cambiado mucho, han aparecido problemas nuevos que no fueron contemplados por Blas ni por la extrema-derecha clásica. Blas todavía podía creer que el catolicismo español reaccionaría, pero no había previsto su declive irremediable; no contemplaba más sectas que el Opus Dei, cuando ahora, como producto de la crisis de la Iglesia, han aparecido media docena de rivales. Incluso, el país ha sido modelado por estatutos de autonomía que obligan a que las direcciones regionales de un partido tengan iniciativa y no esperen “órdenes” de Madrid.

Vox no puede ser lo que fue el PADE, ni mucho menos lo que fue Fuerza Nueva, ni siquiera parecerse a lo que fue y es el PP. Debe ser otra cosa y debe mirarse en el espejo de los partidos que son esa “otra cosa” en el tablero político europeo. Y en Europa Occidental, en concreto.

Desde este punto de vista, es meritorio que Vox haya presentado la moción de censura. Creo que hubiera podido insistir un poco más en las temáticas “populistas”, que podía haber hecho más sangre en materia de inmigración, en gasto social y en seguridad. Reconozco que, de todas las posturas populistas, la “euroescéptica” es la que más dudas me produce: más que negar la necesidad de una Europa unida, de lo que se trataba era de condenar a los que firmaron el acuerdo de ingreso en la UE y de reconocer que la unificación europea es necesario… aunque no tal y como se está haciendo.

Pero, en definitiva, creo que, con la moción de censura, Vox ha dado un paso al frente en la adquisición de un perfil propio y en hacer olvidar sus orígenes peperos.

Segunda cuestión: ¿era necesaria ahora una moción de censura?

El país está a las puertas de un nuevo confinamiento, de momento oculto bajo la forma de “toque de queda” (que no servirá para mucho) y empezamos a tener la convicción de que pasaremos las navidades recibiendo por mensajería los regalos, el árbol de Navidad y que no habrá Papa Noel ni cabalgatas de Reyes Magos para nuestros hijos o nietos. Y esta es solamente una parte del drama: porque, acabadas las fiestas, acabarán también cientos de miles de ERTES y las cifras del paro experimentarán en el primer semestre de 2021 un aumento brutal.

Las elecciones catalanas de febrero, darán la victoria a ERC, aunque es difícil que el “procés” se reinicie en estas circunstancias. Cuando Sánchez anuncie las subidas generalizadas de impuestos (y lo hará tras la navidad) será el llanto y el crujir de dientes. La economía está -ya hoy- destrozada, pero la que se avecina en 2021 va a ser inenarrable. Y, el “planillo” del gobierno, expuesto hace dos semanas, no afronta de manera realista una salida a la crisis, sino que está destinado a contentar a su electorado.

En estas circunstancias parece claro que alguien tenía que presentar la moción de censura. El PP no lo ha hecho por miedo a perderla. Y Vox ha tomado el relevo pensando que lo que podía ganar era mucho más de lo que le supondría una votación adversa que todos dábamos por previsible. El gobierno lo está haciendo mal, muy mal, pésimamente mal: si el parlamento sirve para algo es para recordárselo al gobierno. El PP no ha tenido el valor para hacerlo. Lo ha hecho Vox, así que bien por Vox.

Ahora bien, es más discutible que éste haya sido el momento más adecuado para hacerlo, especialmente desde el momento en que se confirmaban las peores previsiones sobre la “segunda ola” del Covid y, consiguientemente, sobre el hundimiento económico que nos acompañará en los próximos meses.

Probablemente, la moción de censura hubiera sido más efectiva a la vuelta de las navidades más tristes que ha tenido este país desde la guerra civil. En primer lugar, porque, dentro de 90 días, al gobierno le será mucho más difícil ofrecer algún dato que corrobore su “buena gestión” durante la crisis. En segundo lugar, porque habrán llegado entre 25.000 inmigrantes africanos más. En tercer lugar, porque la UE habrá estirado las orejas del gobierno por el plan económico presentado para justificar la limosna. Luego, porque, más de un 50% de quienes se hacían ilusiones de vivir con la “renta mínima vital”, ni siquiera la tendrán tramitada. Y, finalmente, porque las cifras del paro estarán rondando los 5.000.000.

Si ahora el país está anímicamente hundido, económicamente al borde del desplome y políticamente paralizado, dentro de noventa días, estará mucho peor y a Vox le hubiera sido mucho más fácil ahondar en la llaga y, sobre todo, cuidando las palabras, demostrar que quienes apoyan, activamente o con su silencio, a los que han hecho posible este caos, son culpables por acción (PSOE-moños) u omisión (PP-Cs).

Finalmente, debemos plantearnos quiénes han ganado y quién ha perdido con esta moción:

- Vox durante unas horas ha estado en todos los informativos. En la mayoría de los casos, ha sido atacado, incluso por los canales más conservadores. Solamente ha obtenido los votos de sus propios diputados. Eso es bueno: indica a dónde tiene que ir el voto del rechazo, un voto que en los próximos meses se va a ir ampliando, a medida que se agrave la crisis y el caos. Cuando esta crisis mute de económica a política (de momento, lo que inicialmente era una “crisis sanitaria”, ha pasado a ser crisis económica), el electorado recordará que todos dejaron solo a un partido que, a diferencia de todos los demás, hacía un ejercicio de realismo: las cosas no iban bien y era necesario cambiar. El mensaje puede ser asumido por electores que, hasta ahora votaban a la izquierda y a los que esa misma izquierda ha traicionado. Porque Vox debe dejar de pensar en captar votos peperos (que caerán por sí mismos) y orientarse hacia otros bancos de votos. Esa es la primera táctica del manual del perfecto partido populista.

- Al PP tampoco le ha ido mal la moción de censura. Es cierto que su NO a la moción le supondrá dificultades crecientes allí en donde gobierna gracias a Vox y que una parte de su electorado habrá oído las razones de Abascal y se identificará mas con sus críticas que con el discurso conciliador de Casado hacia el PSOE. El PP también ha ganado, al cambalachar su voto por algunos jueces conservadores en el órgano supremo de la magistratura y al obligar a Sánchez a detener su reforma del CGPJ. Y, finalmente, la opción “centrista” de Casado, facilitará el que los votos que pierda por su derecha hacia Vox, se engorden en su “izquierda” con papeletas procedentes de Cs.

- Al sanchismo le ha ido bien la moción porque puede alegar durante unos meses que España está “unida” y que solo disiente “la extrema-derecha”. Así que lo está haciendo de maravilla (hasta que las cifras macroeconómicas, el número de muertos por Covid y el descontento popular que seguirá a la subida de impuestos empiecen a disolver esta impresión). Por otra parte, Sánchez estaba muy preocupado porque los incidentes judiciales hayan puesto al moños (su vicepresidente) en el punto de mira mediático: precisaba de otro “malo” para que los medios pasaran a segundo plano las miserias de Podemos. En definitiva, Sánchez ha visto en la moción un balón de oxígeno que lo alimentará hasta enero. A partir de entonces, puede entrar en caída libre.

- Ciudadanos ha sido el gran perdedor de la moción. Cada día que pasa, el partido se va disolviendo como un azucarillo. Si hasta ahora estaba cómodo en su posición centrista, con un Casado a la derecha, a partir de ahora, se va a ir viendo arrinconado por el redescubierto centrismo del PP. De momento Vallas ha declarado que se reintegrará en la política francesa y, claro está, abandonará Cs a su suerte. De Rivera se sabe más por la prensa del corazón que por las noticias políticas, y las elecciones catalanas consolidarán el hundimiento de Cs. Las ambigüedades de Arrimadas apoyando a Sánchez en las prolongaciones del confinamiento, sus devaneos con el gobierno para tratar de sustituir al partido del moños como socio, el hecho de que gobierne en Andalucía y Madrid junto con el PP, son demasiadas contradicciones para un partido que, como siempre le ocurre al centrismo en España, es flor de un día y alimento para carroñeros al siguiente.

- De Unidas Podemos no vale la pena ni hablar. No ha existido en esta moción. De los casi 200.000 afiliados que declaraba hace cuatro o cinco años, no quedan ni 19.000. Empantanado en procesos judiciales, no le queda ni la posibilidad de presentarse como “esperanza de los desesperados”. Es simplemente, un fracaso más de la política española.

La nueva situación creada tras la emoción, favorece a todas las partes (PSOE, PP, Vox), perjudica a otros (Cs) y no servirá para frenar la caída de UP.

Pero si ha servido, ha sido para una cosa: para demostrar dónde está el PP. Entre sus aliados de hoy (Vox en Madrid y en Andalucía) y sus presuntos enemigos de siempre (PSOE), ha optado por tomar partido por estos últimos. Claro está que lo ha hecho por “táctica”, como si se trata de un reality: pero el caso es que lo ha hecho. Ha pensado en sus intereses de parte antes de en los intereses de toda la sociedad española (que, no lo olvidemos, en estos momentos, es quitarse de encima a los que han hecho posible que España fuera “líder” mundial en número de muertos por Covid por cada 100.000 habitantes, líder en contagios en Europa y líder en que nuestra economía cayera más que ninguna otra de la UE y cuyo “plan de recuperación” es un simple engaño que encubre lo que nos espera: más impuestos, más paro, más muertos…). Casado ha tratado a Abascal -su aliado en algunas comunidades- como si fuera su enemigo. Se ha puesto de parte del peor gobierno de la democracia (no diré de los últimos 80 años, porque no los he conocido todos, pero sí de estos últimos 45 años). Ha contribuido a apuntalarlo durante 90 días. Esto, ni se olvida, ni se perdona.

Hace falta rectificar, pues, el punto de vista que sostiene que el “centro derecha perderá las elecciones si se presenta desunido”, como lo ha estado. Por de pronto, Cs es casi cosa del pasado, un partido tan finiquitado como puede estarlo UPyD. Y entre Vox y el PP se ha abierto un cisma irreconciliable: siguiendo perrunamente las consignas franco-alemanas, Casado ha tratado de aislar a los “populistas”, apoyando a los partidos “constitucionalistas”…

Esto puede clarificar las líneas de tanta hojarasca de siglas: a partir de ahora, podremos hablar de “constitucionalistas” y de “populistas”. Los primeros se intercambiarán apoyos. Los segundos serán los marginados, sin posibles alianzas políticas, pero con la conciencia tranquila de que ellos no son responsables del caos, sino su alternativa. No les quedará otra posibilidad que ir creciendo a costa del bloque “constitucionalista” y de 25% de votos de la abstención.

Cuando la crisis social que está creciendo en estos momentos a pasos agigantados (algo que el PP no advierte por su tradicional desinterés por los cambios en la sociedad española), se convierta en crisis institucional, el cuadro volverá a alterarse: independentistas, la galaxia del moños, el PSOE, se decantarán por la “República Federal”. El PP se manifestará a favor de la constitución de 1978, mientras que Vox, presumiblemente, lo hará a favor de una monarquía con más poderes de los que tiene en la actualidad y con una reforma constitucional impulsada desde la Casa Real.

Lo primero, supondrá la República 3.0, llamada al fracaso como las anteriores en tanto que republiqueta de la corrección política, las ideologías de género, los independentismos enmascarados en “repúblicas federadas” y la multiculturalidad caótica. Es decir, el caos.

Defender la constitución de 1978 supondrá defender lo muerto, aquello que agonizaba desde mediados de los 80 y que, se ha ido apagando poco a poco, manteniéndose vivo, no por su eficacia, sino por que los medios de comunicación y la retórica de los partidos, la ha mantenido en la UCI con respiración asistida.

Solo queda la tercera opción: tiene incógnitas y supone momentos de tensión, pero me gustaría que alguien me indicara qué otra opción realista le queda a este país. Tal posibilidad implicaría que Vox ha ido creciendo electoralmente hasta convertirse en el primer partido del país. ¿Es posible? Claro que sí. Más difícil era que en otros países, los partidos “populistas” crecieran hasta donde lo han hecho y ahí están como una verdadera marea. No hay ningún motivo para que en España sea diferente.  

Lo que está claro es que se avecina la época del “todos contra Vox”, anunciada durante la moción de censura por el tono tanto de Casado como de Sánchez.

En lo personal, me siento raro: odio los ciclos electorales, festivales de la mentira en los que individuos de poco calado se postulan para cobrar sueltos y comisiones muchimillonarias. Pero, nunca como ahora el cuerpo me dice que unas nuevas elecciones supondrían un electroschok para este pueblo que muere y agoniza por mucho que algunos vayan con mascarillas de fantasía…