miércoles, 27 de mayo de 2020

José Antonio y la monarquía. Una posición no tan diáfana… (7 de 10) – EL ENTORNO MONÁRQUICO EN LA FUNDACION DE FALANGE



Entre finales de 1930 y la primavera de 1931 José Antonio se va desvinculando progresivamente de la UMN. Renuncia a presentarse como candidato de este partido en las elecciones que se esperaba que el General Berenguer convocara ese año y que las circunstancias dificultaron cada vez más. El malestar de la izquierda y su falta de paciencia precipitaron el episodio de la sublevación de Jaca el 12 de diciembre de 1930. A pesar de que los capitanes insurgentes Fermín Galán y García Hernández, fueran fusilados y la sublevación fácilmente sofocada, dejó extremadamente tocada a la monarquía y al gobierno de Berenguer, precipitando la instauración de la República cuatro meses después. Desde la dimisión del General Primo de Rivera el 29 de enero de 1930, Berenguer, jefe de la Casa Militar del Rey se había hecho cargo del gobierno en esta última etapa de la dictadura y, a pesar de proclamar desde el principio que su objetivo era la pacificación del país, la normalidad constitucional y la convocatoria de elecciones generales, la izquierda quería mucho más. El Pacto de San Sebastián, suscrito el 17 de agosto de 1930 unió a todos los partidos republicanos contra la monarquía. En octubre se sumó el PSOE y la UGT. En el ambiente estaba la posibilidad de un golpe militar republicano que acelerase el final de la monarquía. Correspondió al capitán Fermín Galán iniciar la sublevación en Jaca (1). 

El fracaso de la intentona implicó el fusilamiento de los responsables. La non nata República tenía ya sus mártires. El General Berenguer convocó elecciones generales para marzo de 1931, pero la propuesta cayó en saco roto: los partidos republicanos llamaron a boicotearlas y parte de los monárquicos (Romanones) tampoco la apoyaron. Berenguer debió dimitir el 14 de febrero de 1931, negándose a ocupar el gobierno todos los amigos a los que Alfonso XIII recurrió (por este orden, el duque de Maura, el conde de Romanones y el marqués de Alhucemas). Tampoco Melquíades Álvarez aceptó y, finalmente Sánchez Guerra aceptó cuando el rey admitió que fueran integrados en el gobierno republicanos moderados y socialistas. Pero estos, al ser requeridos, rechazaron la oferta, entrañando el final de la intentona. Hubo que recurrir a un gobierno de concentración monárquica presidido por el almirante Aznar con Berenguer como ministro de la Guerra. El nuevo gobierno propuso un plan de retorno a la “legalidad constitucional”, cuyo primer paso sería la convocatoria de elecciones municipales para el 12 de abril, seguidas de las elecciones provinciales el 3 de mayo y las generales en junio, de las que deberían salir unas “Costes Constituyentes” que deberían redactar una nueva constitución que sustituyese a la de 1876. Pero en las primeras elecciones, las candidaturas republicanas se impusieron en las grandes ciudades y aunque el número de concejales electos pareció favorecer a los monárquicos, las masas se lanzaron a la calle el 14 de abril conduciendo a la proclamación de la Republica (2).

El ambiente político era muy enrarecido. José Antonio, en los meses que median desde el otoño de 1930 a la proclamación de la República colabora esporádicamente con algunos artículos en La Nación. No era un diario que careciera de connotaciones políticas muy definidas: su director, Delgado Barrero había sido próximo colaborador del General Primo de Rivera y había puesto el diario al servicio de su gobierno, siendo considerado como “órgano oficial”, y de la Unión Patriótica. Era el órgano de los monárquicos alfonsinos que apoyaron la dictadura de Primo de Rivera, en oposición al ABC, considerado –no sin razón– como portavoz de los monárquicos constitucionalistas. Los artículos que José Antonio publica en este medio empiezan a aparecer el 27 de mayo de 1929 y apareciendo el último el 18 de marzo de 1935 (siendo el resumen de un discurso pronunciado por José Antonio). Entre artículos escritos exprofeso para el diario y comentarios que éste hacía de mítines y actividades políticas y jurídicas relacionadas con José Antonio, 25 son anteriores a la proclamación de la República y 37 posteriores hasta el 18 de marzo de 1935. Sin olvidar que, en ese período, tanto Ramiro Ledesma como José Antonio escribieron en la revista monárquica Acción Española, dirigida por Ramiro de Maeztu (3).


Así pues, cuando Castro Villacañas dice: Él ya no era monárquico, pero tampoco era republicano, ni seguidor de los hombres y de los grupos que se afanaban por instalar en España esa forma de gobierno, aunque simpatizara con los intelectuales definidos a favor de ella. Tardaría tres años en sentirse llamado a luchar por una NUEVA REPÚBLICA renovadora y superadora de la que se veía llegar en los primeros meses de 1931” (4) hay que negar la mayor: seguía colaborando hasta el 18 de marzo de 1935 con el medio monárquico alfonsino más leído, La Nación, colaboró con Acción Española, pronunciando incluso palabras en actos convocados por la revista monárquica (5). No vemos las mismas colaboraciones en medios republicanos de la época. Decir que entonces José Antonio luchaba por una “nueva república” no parece muy fundado a tenor de los medios con los que colaboraba enviando artículos. No se declaraba monárquico alfonsino, pero colaboraba con medios monárquicos alfonsinos. Y tiene muchas dificultades quien pretenda sostener lo contrario: ni Acción Española. En noviembre de 1933, en efecto, Acción Española publica el texto íntegro del discurso del Teatro de la Comedia en el que arranca la trayectoria de Falange Española (6)

Como veremos más adelante, desde sus desplazamientos por España en el verano de 1930, todo induce a pensar que se convenció de la imposibilidad de restaurar la monarquía a corto plazo. La misma evolución siguió su amigo Rolao Petro, fundador del Movimiento Nacional Sindicalista Lusitano, quien vivió en casa de José Antonio durante su primer exilio español, monárquico maurrasiano e integralista, Petro siguió siéndolo hasta su muerte (7) … sólo que durante los años 30 consideró que el ideal monárquico y la restauración de la monarquía lusitana eran difíciles en aquellos momentos. El propio Maurras tenía el mismo punto de vista. Cualquier cosa antes que ver en el José Antonio que media entre su desaparición de la UMN y su fusilamiento a un impenitente buscador de la “nueva república”.

Pero aún hay más: Falange Española no nació de la nada. Nació con avales monárquicos alfonsinos. Todos los que se han aproximado a la historia de Falange Española sin prejuicios lo han podido comprobar. Resulta innegable que desde la fundación del partido (29 de octubre de 1933) hasta bien la primavera de 1935, el partido tiene en sus filas a un buen número de monárquicos alfonsinos. Por otra parte, la interrupción de las colaboraciones de José Antonio con La Nación data precisamente de esa época, lo que indica que “antes” de la primavera de 1935 tal influencia existía y solamente después, por causas que tendremos ocasión de analizar, se interrumpió en parte, sin desaparecer nunca los puentes tendidos entre ambos sectores. Se ha dicho que “Falange nació a la derecha” y que eso lastró sus primeros pasos (dejando aparte que buena parte de su breve historia se desarrolló durante los años de gobierno de la derecha, quedándole muy poco espacio de maniobra). Se ha añadido también que la historia de Falange y las vicisitudes personales de José Antonio fueron separarse de ese ambiente conservador que consideraba a su movimiento como una especie de fuerza de choque. Vamos a ver en lo que queda de dossier todos estos elementos.


El 11 de noviembre de 1931, José Antonio es detenido por su presunta implicación en un supuesto “complot monárquico”. El hecho coincidió con la muerte del pretendiente carlista don Jaime. José Antonio narra la peripecia con cierto humor en el artículo publicado al día siguiente en La Nación (8):
Oigo unos golpes entre sueños, y empiezo a despertar poco a poco. ¿Son los golpes soñados? Medio dormido y medio despierto empiezo a percibir que no; los dan en la puerta de mi cuarto, efectivamente.– Adelante– digo.Un servidor de casa murmura entre las sombras, con voz emocionada: –Vienen varios policías a registrar el hotel y a llevárselo.– ¿A llevarse el hotel?– No; a llevarse al señor.
Y sigue más adelante con el mismo tono jocoso:
Cinco agentes me esperan. Se les nota en las caras el insomnio. Con la más amable corrección me notifican el enojoso encargo que les trae. Desde la puerta nos contemplan el criado de antes y dos sirvientas casi acongojadas. Yo conservo mi admirable serenidad. ¡Qué hermoso espectáculo!–Estoy a sus órdenes, señores –sentencio–. Pueden registrar toda la casa.El registro no puede ser más cortés, pero tampoco más minucioso. Sin embargo, tengo la suerte de que no descubran cinco ametralladoras, que guardo en la cocina, y buen golpe de granadas de mano ocultas en los nidos del palomar. Respiro.
El relato de la peripecia se hace cada vez más abracadabrante. Sigue José Antonio:
“Las cinco de la tarde. Llevo aquí nueve horas incomunicado –así se me ha dicho–, y aún espero el primer interrogatorio. No llega. Estas horas de soledad son propicias al remordimiento. Quisiera aprovecharlas para arrepentirme de la culpa que debo haber cometido. Pero, ¿cuál será? No tengo más remedio que ponerla en claro para borrarla con mi contrición. Sin embargo, el examen de conciencia a que me someto sólo alumbra resultados exiguos. Acaso hace unos días, en cierto bar, hice pasar un duro sospechoso. Pero se lo advertí al barman, que no puso objeción en admitirlo. ¿Me habrá denunciado después, el muy traidor? No debe ser eso. Indudablemente estoy complicado en un grave crimen. Nueve horas de incomunicación prometen sensacionales descubrimientos. Debo ser un criminal extraordinario, de esos que inspiran con sus hazañas todo un romancero. Yo no recuerdo haber cometido ninguna enormidad medio interesante. Cuando me armé caballero de Santiago se me hizo jurar que nunca di muerte a clérigo alguno. Lo juré sin falsedad ni titubeo. Tampoco recuerdo haber suprimido seglares.
El relato sirve sobre todo para ver las cualidades literarias y narrativas de José Antonio. Mucho más austero es el comunicado que publicó La Nación el mismo día y al que ya hemos aludido. Volvió a ser detenido en relación a los sucesos del 10 de agosto de 1932, conocidos como “la sanjurjada”, permaneciendo varios días detenido en la Cárcel Modelo de Madrid. Vale la pena transcribir el fragmento referido al episodio e incluido en la biografía redactada por Ximénez de Sandoval porque permite extraer algunas conclusiones importantes:
“En la fracasada sublevación del 10 de agosto de 1932, José Antonio no tuvo arte ni parte. Aun cuando casi todos los comprometidos fueron íntimos amigos de su padre y suyos, ni con él ni con sus hermanos se había contado, quizá porque la mayor parte de ellos conocían ya el modo de pensar de los hijos del General Primo de Rivera en los graves problemas de régimen político y social que el triunfo del intento llevaría aparejados. José Antonio no creía llegado el momento de una restauración monárquica, ni mucho menos el de una reacción en la política social emprendida por la República. Sabía perfectamente, además, que el golpe de Estado del 13 de septiembre era inexorablemente el último pronunciamiento de tipo decimonónico, y que del callejón estrecho de la República de trabajadores no podía salirse más que al ancho terreno –todas las calles y campos de España– de una dura batalla para implantar el orden nuevo de una Revolución Nacional. Ya en sus conversaciones inmediatamente anteriores al 10 de agosto había manifestado –con evidente escándalo de algunos– estas opiniones. No se contó con él, ni él sabía nada más que la inmensa mayoría de los españoles lo que se tramaba» (9)
El texto confirma lo que venimos diciendo: que José Antonio no creía en las posibilidades de un golpe de Estado para restaurar la monarquía y que, por tanto, a pesar de que todos los implicados, o eran amigos suyos, o eran colaboradores estrechos de su padre, no se comprometió con la intentona y permaneció ajeno a ella. De hecho, en ese período hay pocos datos que indiquen cuáles fueron sus movimientos políticos en esos meses. Hay que esperar al 16 de marzo de 1933 para que su nombre reapareciera de la mano de la frustrada intentona de El Fascio (10).  Era evidente, tal como expusimos en su momento, que esa intentona aspiraba a reunir a las distintas tendencias y personalidades que desde el advenimiento de la República se habían mostrado públicamente favorables a la creación de un movimiento inspirado en el fascismo italiano. Pero sería un error olvidar que la iniciativa y el padre de la operación era Manuel Delgado Barreto, director de La Nación, el verdadero mecenas del proyecto.

En la primavera y el verano de 1933, José Antonio parece decidido a saltar de nuevo a la palestra política, pero no ya a través de una plataforma monárquica, sino de un movimiento más próximo a la corriente fascista. Es el intento del Movimiento Español Sindicalista (MES) en donde, además de José Antonio, aparecen las figuras de Alfonso García Valdecasas y Rafael Sánchez Mazas, cuyo manifiesto apareció el 27 de julio. El elocuente subtítulo del movimiento era “Fascismo español”. Ruiz de Alda, también se sumó a la iniciativa, así como el grupo de amigos de José Antonio (Sancho Dávila, Narciso Perales, y los hermanos Ansaldo). El Frente Español constituido previamente por García Valdecasas se partió y un sector fue a engrosar el nuevo MES. La unidad con los jonsistas, sin embargo, no pudo ser realizada al considerar estos que la formación era excesivamente reaccionaria y por eso mismo lastrada.

Algo de razón tenían Ledesma y los jonsistas quienes habían observado que en la dirección del MES se encontraban antiguos miembros de la Unión Patriótica y un elenco de aristócratas adinerados (el primero de los cuales era Francisco de Asís Moreno Herrera, marqués de la Eliseda), Agustín de Foxá Torroba conde de Foxá y Marqués de Armendáriz, Sancho Dávila Fernández de Celis conde de Villafuente Bermeja, Alfonso Merry del Val y Alzola marqués de Merry del Val, José Mora Figueroa marqués de Tamarón o Alfonso de Zayas marqués de Zayas, además del propio José Antonio Primo de Rivera marqués de Estella. Se adhirieron también los miembros de la tertulia de La Ballena Alegre (Sánchez Mazas, José María Alfaro, Samuel Ros, Eugenio Montes, Dionisio Ridruejo), todos ellos colaboradores de medios de prensa monárquicos. A pesar de haber evolucionado hacia el fascismo italiano, estaban todavía próximos al ideal de partida: el pensamiento reaccionario de Charles Maurras (11). El MES, como antes la experiencia de El Fascio, no fueron más que las etapas de maduración de la extrema–derecha desgajada de la UMN, de la Unión Patriótica, de sectores del propio Partido Nacionalista Español y de sectores juveniles e intelectuales a la búsqueda de un ideal que corriera en dirección al signo de los tiempos (el fascismo y sus equivalentes europeos) en lugar de limitarse a ser un movimiento nostálgico y puramente reaccionario.

Pero el problema no resuelto era el económico: la financiación del movimiento. Las JONS en esos mismos momentos estaban experimentando en su propia piel lo que suponía recibir muy escasas ayudas y haber partido a la lucha política sin resolver antes la cuestión de los fondos. Es cierto que todos los miembros de la dirección del MES pertenecían a familias de la aristocracia y, por tanto, no carecían de recursos económicos, pero no de los suficientes como para abordar una tarea de constituir un partido político con posibilidades de superar la etapa grupuscular.



Si José Antonio dudó durante algo más de un año en encabezar la iniciativa fue precisamente por las limitaciones económicas. En ese tiempo menudearon los contactos con el embajador Guariglia quien, a su vez, mantenía estrechas vinculaciones tanto con estos sectores del MES como con los monárquicos alfonsinos. Es muy probable que fuera el propio Guariglia quien convenció a ambos sectores para entrar en conversaciones. Unos –los alfonsinos– tenían lo que los otros –los miembros del MES–Fascismo Español– necesitaban, medio económicos y estos, a su vez, tenían aquello de lo que carecían los monárquicos: un futuro, una juventud.

Hoy ningún historiador serio, a la vista de los testimonios, duda de la realidad histórica de los Pactos de El Escorial que solamente son puestos en duda por algunos falangistas demasiado celosos de preservar su sigla de cualquier vinculación con los medios alfonsinos durante la República. La única duda estriba en la fecha en la que fueron firmados y la confusión viene, seguramente, porque fueron varios los contactos y en varios momentos entre 1933 y 1934. Los Pactos de El Escorial tuvieron sus prolegómenos en las reuniones mantenidas durante el verano de 1933 en San Juan de Luz entre Primo de Rivera, Ruiz de Alda, Ansaldo y el marqués de la Eliseda (12). El papel de este último era extremadamente destacado en el movimiento alfonsino: era, simplemente, su tesorero en el extranjero (13). A finales de agosto de 1933, el Pacto fue finalmente firmado por Pedro Sainz Rodríguez por parte alfonsina y por José Antonio Primo de Rivera por parte del MES (14). ¿Por qué la seguridad en esa fecha? Porque así lo indican los documentos envido por el embajador Guariglia a su gobierno (15). Así pues, existe una base documental irrefutable para sostener la existencia y veracidad de dichos pactos. Guariglia apunta que firmaron el pacto Sainz Rodríguez y Sangróniz por parte monárquica y Primo de Rivera “por el Fascio Español”.

El documento estaba compuesto por diez puntos en los que se explicitaban una serie de territorios comunes de carácter doctrinal (nacionalismo, corporativismo, unidad de la patria, catolicismo) y el reconocimiento de que en determinadas circunstancias la violencia “es lícita al servicio de la razón y de la justicia”. Hubo ayuda económica cuantificable en 10.000 pesetas al mes a cambio de que el partido no hiciera profesión de fe republicana. Si de algo cabe hablar es de “alianza táctica”. Pocos días después, en octubre de 1933, José Antonio viaja a Italia y se entrevista con Mussolini. Una vez más, es el embajador Guariglia la fuente más fiable sobre lo hablado en Italia (16): pensaba Mussolini que Azaña terminaría recurriendo a poderes dictatoriales para hacer frente a la situación y eso lo aproximaría al régimen fascista mucho más que a las democracias franco–británicas.

Es significativo que los pactos de El Escorial se firmaran a finales de agosto, el encuentro con Mussolini el 19 de octubre y 10 días después tuviera lugar el mitin del Teatro de la Comedia en el que, en la práctica, el MES se reconvertía en Falange Española. La relación causa–efecto parece clara: José Antonio no se lanzó definitivamente al ruego político mientras no tuvo clara de donde iba a proceder una parte importante de la financiación del partido. El Marqués de la Eliseda, no lo olvidemos, era un peso pesado de la causa alfonsina, por el que pasaban y canalizaban buena parte de los fondos reunidos por los simpatizantes monárquicos. Ansaldo era otro de los campeones del alfonsinismo (17). Ambos (junto a otros muchos) figuraron en la platea del Teatro de la Comedio en el mitin del 29 de octubre y figuraron entre las primeras afiliaciones al partido sin renunciar a su fe monárquica, innegable por lo demás, y sin que nadie les exigiera como condición para admitir su filiación el que lo hicieran.
 
Los fondos fueron entregados en Biarritz estando presentes en la reunión Ruiz de Alda y Primo de Rivera por la futura Falange Española y Ansaldo y Eliseda por los alfonsinos (18). El propio Ansaldo en un informe interior que envía a los monárquicos aporta algunos datos interesantes sobre esta financiación que permite intuir lo que tenían los monárquicos en la mente:
Se viene subvencionando a las JONS y a los fascistas (19). La entidad alienta más a los primeros que a los últimos. Algunos dirigentes para que tienen celos de los segundos. Se acordó dar dos mil pesetas a cada agrupación; luego me dijeron que dos a las JONS y cuatro a los del fascio (20), pero estos últimos nunca han recibido esa cantidad y a veces ni las dos mil. Este mes, Paco (21) y yo hemos atendido sus necesidades y en meses anteriores he tenido que entregarles hasta 3.000 pesetas por carecer de recursos que les eran urgentes. Desde luego no les tratan con el mismo interés que a los otros. Como digo antes percibo un deseo o un plan de producir rivalidad entre unos y otros y me pereque que lo están consiguiendo. Es una táctica perjudicial a mi juicio. Creo que no debe estimularse a ambos para no ponerlos frente a frente; deben, en cuanto se pueda, tenérselos en la mano como aliados, conservando cada cual su ideología. El jefe (22) quizás sea ajeno a esto, pero algunos adláteres no lo son desde luego. Para evitar ese mal si se creyese ahí que debe evitarse, quizás fuera un medio el decir al Jefe que el pago de esas subvenciones lo haría el comité de ahí directamente por persona que desde luego estaría en contacto con él para recibir sus instrucciones y orientaciones (23). Todo esto bajo el supuesto de que ambos grupos de acción nos son necesarios como lo creo lo tienen que ser quizás antes de lo que muchos creen pues no disponemos de otros. El fascismo es de mucho más porvenir que las JONS, pero por esa causa creemos que nos hace falta injertarnos en él pues como partido político puede ocurrir que al desarrollarse y tener vida propia prescinda de nosotros y nadie sabe a dónde puede ir si el éxito enardece un poco a sus caudillos. Hoy nos puede servir y nos servirá como grupo de acción pero hay que pensar en su evolución y crecimiento de tal suerte que no se pierda nuestra tutela y amparo” (24).
El texto de Ansaldo es un informe redactado con poco cuidado y un estilo apresurado, en ocasiones algo confuso, que permite extraer algunas conclusiones indubitables:
1) El entorno monárquico alfonsino que había convertido el Hotel Mont Thabor y Biarritz, prestaba cierta ayuda tanto al “fascio” (llamado así el entorno de José Antonio por su proximidad ideológica al fascismo mussoliniano) como a las JONS (diferenciada del anterior en la medida en que se consideran como un movimiento nacionalista español). Los primeros serían una imitación del fascismo italiano y los segundos una adaptación a España.2) Con estas ayudas, los monárquicos alfonsinos pretendían disponer de grupos de choque, de los que ellos carecían en ese momento, de cara a enfrentamientos con la izquierda y para encuadrar apoyos civiles en caso de nuevos movimientos golpistas que intentaran reiteradamente después de la “sanjurjada”.3) Algunos activistas monárquicos (Ansaldo, el marqués de la Eliseda y otros) ingresaron en Falange Española para garantizar que el partido seguiría bajo la órbita de los alfonsinos ante la posibilidad de que éxitos futuros les permitieran prescindir de la ayuda económica de los monárquicos.4) Algunos alfonsinos jugaban a estimular la rivalidad entre “fascistas” y “jonsistas”, algo que Ansaldo reprueba y a lo que José Antonio es ajeno.
5) Considera que tiene más futuro “el fascio” que las JONS, pero se muestra partidario de aproximar ambas organizaciones.

La conclusión que puede extraerse es que Falange no solamente nació a la derecha, sino que nació con el apoyo económico y militante de la derecha monárquica alfonsina.  El discurso de José Antonio en el Teatro de la Comedia se ha conocido gracias a la reproducción que realizó la revista doctrinal monárquica Acción Española, pero apenas se ha hablado de dónde procedían las 2.000 personas que se sentaron en la platea y en los palcos. El testimonio de David Jato es esclarecedor a este respeto:
El grupo que acaudillaba José Antonio Primo de Rivera intentó su primera salida un 7 de octubre, aniversario de la ocasión de Lepanto, en Burgos, cabeza de Castilla. Fracasado el primer propósito, se presenta en Madrid, en la Comedia, el día 29, en un acto anunciado como de «Afirmación nacional». Participaron tres oradores: un profesor universitario que había militado en la Agrupación de Intelectuales al Servicio de la República, Alfonso García Valdecasas, a quien García Lorca había dedicado el último poema de su Romancero gitano; un famoso aviador, Julio Ruiz de Alda, y el hijo del general Primo de Rivera. El teatro lo llenaron por mitades estudiantes y antiguos admiradores del dictador. No faltaron los jonsistas, con Ramiro; los del Frente Español y de la Agrupación Escolar Tradicionalista. Aquella mañana nació la Falange, incluso el nombre, debido a una sugerencia de Ruiz de Alda. (…) El acto fundacional hubiera tenido una marcada tendencia intelectual de haber participado, como se pensó en el proyecto de presentación en Burgos, Eugenio Montes, a quien José Antonio había conocido en el Ateneo de Madrid. La reproducción íntegra del discurso de José Antonio por el diario La Nación, órgano de la Unión Patriótica, y en Acción Española, revista teórica de los monárquicos, dio confusión a los propósitos de F. E.” (25).
Jato no menciona a alguno de los asistentes: “un grupo de requetés al mando de Aurelio González de Gregorio” quien estableció el servicio de orden y vigilancia exterior, mientras que “las incipientes escuadras del partido, organizadas por el coronel primorriverista Emilio Rodríguez Tarduchy, efectuaban su labor en el interior” (26). La presencia de carlistas garantizando la seguridad exterior es también significativa de que los organizadores del mitin mantenían perfectas relaciones con el Requeté, la tercera corriente monárquica, la más agresiva y la que en aquellos momentos movilizaba a una militancia más amplia. La figura de Rodríguez Tarduchy también digna de tenerse en cuenta. La menciona Ramiro Ledesma en ¿Fascismo en España? como uno de los primorriveristas más conspicuos de la organización:
Otro alto colaborador era el señor Tarduchy, también antiguo hombre de confianza del padre de José Antonio, y que, como Alvargonzález, se distinguía por su devoción al hijo del General. Tarduchy desempeñaba funciones de gran misterio, y escudado en las características delicadas del sector social que tenía a su cargo, mostraba una cautela tan exagerada al dar cuenta de sus trabajos, que, con razón, los dirigentes calibraban éstos como casi nulos. El señor Tarduchy, pequeñito y canoso, era en F.E. otro representante del pasadismo primorriverista, ortodoxamente fiel a la memoria de la Dictadura (27).
Parece difícil que Ledesma ignorara el porqué de los modales reservados y misteriosos de Tarduchy. No se trataba solamente de un militar retirado, sino del fundador más significativo de la Unión Militar Española y ex director de La Correspondencia Militar. Tras ingresar en Falange Española, dimitió siendo sustituido por el capitán Bartolomé Barba (famoso por haber acusado a Azaña de dar la orden de “tiros a la barriga” en la masacre de Casas Viejas). Barba contó para dirigir la asociación clandestina con el concurso del teniente coronel Ricardo Rada que también fue instructor de milicias de Falange Española. Nuevamente, por esa parte, vemos también el concurso de militantes monárquicos. Tarduchy había colaborado con José Antonio en todos los proyectos en los que participó, desde la Unión Monárquica hasta el MES–Fascismo Español. Era otro peso pesado del alfonsinismo en el medio militar.



NOTAS

(1) Tras haber sido amnistiado por su participación en la “Sanjuanada” (conspiración contra Primo de Rivera en 1926), llevó a Jaca en junio consiguiendo el apoyo de otros oficiales de la guarnición y extendiendo sus contacto con sindicalistas y anarquistas aragoneses y, a través de estos, con el “comité revolucionario” de Madrid cuya figura más representativa era Alejandro Lerroux. Los preparativos de la conspiración no pasaron desapercibidos a ojos del Director General de Seguridad, general Emilio Mola, quien intentó amistosamente disuadirlo del proyecto. Sin embargo, el “comité revolucionario” no parece estar nunca decidido para la acción y la fecha señalada para la sublevación, poco a poco, se ve retrasando, generando la impaciencia de Galán quien temía que la llegada del invierno inmovilizara a sus tropas de montaña. Finalmente, la fecha para la sublevación es fijada para el día 15 de diciembre y a las 5:00 de la mañana del día 12 se subleva con la guarnición. En el curso de un enfrentamiento matan tres miembros de la seguridad del Estado y a las 11:00 proclaman la república en el ayuntamiento en nombre del “gobierno provisional revolucionario”. Con escasos medios intentan marchar sobre Huesca, pero las tropas acuarteladas en Zaragoza impiden la entrada de la columna sublevada en Huesca. Se producirán varios tiroteos en el curso de los cuales resulta muerto el general Manuel Lasheras gobernador militar de Huesca. Apenas logran ocupar Ayerbe cuando son atacados a cañonazos por las tropas leales produciéndose una desbandada general y, según algunos testimonios, un estado de shock en el propio Fermín Galán que poco después se entrega a la Guardia Civil. De nada servirá la huelga general que estalla primero en Zaragoza y luego en toda España. El consejo de guerra durará 40 minutos y se cerrará con la condena a muerte de Galán y García Hernández, quienes resultarán fusilados inmediatamente a las 14:00 horas del domingo 14 de diciembre. Los miembros del “comité revolucionario” fueron todos detenidos en Madrid. Ese mismo día el general Queipo de Llano y el comandante Ramón Franco se harán con el control durante unas horas del aeródromo de Cuatro Vientos pero terminarán huyendo a Portugal en avión cuando perciben que la sublevación ha fracasado. Para una lectura pormenorizada sobre el “Pronunciamiento de Jaca” puede leerse Fermín Galán Rodríguez, el capitán que sublevó Jaca de Fernando Martínez de Baños Carrillo, Delsan Libros, Zaragoza 2005 y en la obra La masonería en la España del siglo XX, Volumen 2, Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española – Universidad de Castilla La Mancha, Zaragoza 1996, págs. 217-219, puede leerse el historial masónico de Fermín Galán, obra coordinada por Ferrer Benimelli.
(2) Para seguir con detalles estos episodios postreros de la monarquía pueden consultarse varias obras, la más accesible de las cuales es Alfonso XIII: un político en el trono, Javier Moreno Luzón, Marcial Pons, Ediciones de Historia, Madrid 2003, y el clásico varias veces reeditado Así cayó Alfonso XIII, Miguel Maura, Marcial Pons, Ediciones de Historia, Madrid 2007, especialmente, para el fin de la monarquía el Capítulo X, Las elecciones del 12 de abril, págs. 235-242.
(3) Cfr. La “derecha fascista española” (IIª Parte), El campo Monárquico durante la República, Revista de Historia del Fascismo, nº 3, febrero 2011, págs. 154-179, especialmente Acción Española, autor intelectual del alzamiento franquista, págs. 166 y sigs.
(4) Op. cit., pág. 4.
(5) En el homenaje a Eugenio Montes, celebrado en el Hotel Ritz y convocado por Acción Española el 19 de febrero de 1935 pronuncia un discurso del que queda constancia en La Época de 22 de febrero de 1935.
(6) Acción Española, Tomo VII, número 40, Madrid, noviembre de 1933, págs. 363-369. El texto es precedido por esta elocuente presentación: “Con piedra blanca ha señalado Acción Española este día 29 de octubre de 1933. Fue un día en que nos trajeron la voz de España –que parecía perdida entre las voces de los españoles– tres mozos de recia contextura. Alfonso García Valdecasas, cultura y corazón; Julio Ruiz de Alda, corazón e inteligencia al servicio de la acción; José Antonio Primo de Rivera, inteligencia y cultura, y corazón y brazo. ¡Dios nos conserve la ilusión que dejaron prendida al borde de nuestro camino, y que cordialmente queremos compartir con nuestros lectores! Hubiéramos querido ofrecerles los tres discursos íntegros, pero lo han impedido dificultades de orden material. Damos a continuación el texto taquigráfico del pronunciado por José Antonio Primo de Rivera, en el que –como en el magnífico también de Valdecasas, como en el sobrio y conciso de Ruiz de Alda– quedan claramente marcadas las características del movimiento que con simpatía vemos iniciarse.”
(7) Para una biografía de Rolao Petro y del nacional-sindicalismo portugués véase: Nacional-sindicalismo portugués (I de II), Brevedad e intensidad del fascismo lusitano, Revista de Historia del Fascismo nº XXIX, febrero de 2014, págs. 168-219 y Nacional-sindicalismo portugués (II de II), Brevedad e intensidad del fascismo lusitano, Revista de Historia del Fascismo nº XXX, págs. 6-60.
(8) Edición de La Nación del 12 de noviembre de 1931, incluido en las Obras Completas, edición on line, con el título de Mi primer drama policíaco.
(9) Cf. Op. cit., pág. 96.



(10) Los misterios no resueltos de El Fascio, Revista de Historia del Fascismo, nº XXII, junio de 2013, págs. 4-77.
(11) Contrarrevolucionrios, radicalización violenta de las derechas durante la Segunda República, Eduardo González Calleja, Alianza Editorial, Madrid 2011, págs. 166-167.
(12) Francisco de Asís Moreno Herrera nació en Jerez de la Frontera el 23 de enero de 1909, su abuelo materno era el Conde de la Mortara; su padre y su padre, Francisco Moreno Zuleta, Conde de los Andes y Marqués de la Mortara, dos veces Grande de España, e «importante propietario agrario de la región, con 3593 hectáreas». Estudió en Jerez, y a los catorce años fue enviado al Stonyhurst College, en Lancashire, Inglaterra. Cursó Derecho en Granada, y terminó sus estudios en Oxford donde se licenció en Ciencias Económicas y Políticas. Se familiarizó con el pensamiento conservador “guildista”. En 1929 conoció a Vegas Latapié, presidente de la Juventud Monárquica Independiente, siendo designado Jefe de Movilización de esa organización. El 19 de febrero de 1931 se casó con la marquesa de la Eliseda, transformándose en marqués consorte de la Eliseda, en el curso de una ceremonia que fue comentada por toda la prensa nacional. El 1 de enero de 1932, el Marqués de la Eliseda figura como quinto suscriptor de la revista Acción Española, siendo el año siguiente uno de los socios de Cultura Española, sociedad presidida por Ramiro de Maeztu, que se hizo cargo de la revista a partir del 1 de mayo de 1933. La Marquesa de la Eliseda, María Teresa de Arteaga Falguera practicaba el diseño gráfico, renovando en septiembre de 1933 la portada de la revista, coincidiendo con el número 36 y diseñando luego la portada de la primera edición de Defensa de la Hispanidad de Ramiro de Maeztu. El marqués de la Eliseda fue elegido diputado nacional por Cádiz el 19 de noviembre de 1933 al frente de una lista de derechas en la que participaban también José María Pemán, José Antonio Primo de Rivera, Ramón de Carranza, Carlos Núñez Martínez de Pinillos, García Atance y Juan Palomino Jiménez. Figuró como miembro de Falange Española hasta que al publicarse los 27 puntos del partido, abandonó el Consejo Nacional del que formaba parte, por discrepancias ante el planteamiento religioso del partido que consideraba herético y semejante al que terminó con la condena papal contra Action Française y a Charles Marras. Poco después publicó Fascismo, Catolicismo, Monarquía (Madrid 1935). Para una biografía y datos sobre el pensamiento de Francisco Moreno ver El pensamiento político de Francisco Moreno y Herrera, Marqués de la Eliseda, Cuadernos de Historia Contemporánea, nº 18, Universidad Complutense, Madrid 1996, págs. 83-114.
(13) Ídem, pág. 167.
(14) González Calleja en la nota 126 (op. cit., pág. 167) inventaría las fechas erróneas en las que se ha datado dicho pacto. Recuerda que Stanley Payne lo fijó en el verano de 1934, Ian Gibson en junio de 1934, Sainz Rodríguez, sin duda traicionado por su memoria, lo fijó a mediados de noviembre de 1933. Finalmente, Gil Pecharromán, en Sobre España inmortal, sólo Dios. José María Albiñana y el Partido Nacionalista Español) UNED Ediciones, Madrid 2014, pág. 140), alude también a los pactos pero evitar dar una fecha.
(15) Dichos documentos se conservan en el Archivo Histórico Diplomático del Ministerio de Asuntos Exteriores Italiano, 1931-1945, Spagna, Caja 4.
(16) Guariglia cuenta que Mussolini no se tomó muy en serio la visita del joven José Antonio al que ya conocía por haber viajado con su padre a Italia durante la Dictadura. La documentación sobre el encuentro está depositada en el archivo del ministerio de Asuntos Exteriores, ASMAR, Segretaria Generale-Gabinetto, leg. 150 y en el mensaje de Guariglia al Ministero degli Affari Esteri que recoge en Ricordi 1922-1946, Edizioni Scientifiche Italiane, Nápoles 1972, págs. 323-324.
(17) Biarritz se convirtió en el verano de 1932 en el centro del alfonsinismo en el exilio. Otros dirigentes monárquicos –con Calvo Sotelo a la cabeza- se habían exiliado después de la “sanjurjada” en París. El propio Calvo Sotelo celebraba una tertulia en sus habitaciones del Hotel Mont Thabor a la que asistía el marqués de la Eliseda, Juan Antonio Ansaldo, Vegas Latapié y algunos oficiales exiliados. Este círculo mantenía relaciones con Charles Maurras y con otros dirigentes de Action Française (Alphonse Daudet y Pierre Pujo) a quienes invitaba a comer con cierta frecuencia (Eduardo Aunós, Calvo Sotelo y la política de su tiempo, Ediciones Españolas, Madrid 1941, págs 125-129). Ansaldo quedó encargado de la recogida de los fondos y con autorización de Calvo Sotelo nombraron una comisión a tal fin formada por los miembros de la tertulia (Eliseda, Vigón Vegas) que pronto se amplió a Goicoechea, el Marqués de las Marismas, Sainz Rodríguez y otros. La comisión se entrevistó con Alfonso XIII que mantenía una postura ambigua: por una parte accedía a recibir a sus partidarios de “estricta observancia”, los alfonsinos, pero también mantenía relaciones con los “accidentalistas” de la Acción Popular. La comisión económica presidida por Ansaldo, Vegas y Eliseda, consiguió en poco tiempo reunir compromisos monetarios por valor de 20.000.000 de pesetas de la época. La presencia de Eliseda y Ansaldo es importante porque ambos figurarán 14 meses después en el primer equipo impulsor de Falange Española: no se trataba de monárquicos discretos o de segunda fila, sino de conspiradores monárquicos que figuraban en el centro mismo del alfonsinismo.
(18) Juan Antonio Ansaldo Bejarano, ¿Para qué…? (De Alfonso XII a Juan III), Editorial Vasca Ekin, Buenos Aires 1951, págs. 63-64.
(19)  “Los fascistas”, alusión al entorno de José Antonio Primo de Rivera.
(20) Ídem.
(21) Indudablemente “Paco” es Francisco Moreno Herrera, marqués de la Eliseda.
(22)  “El jefe”, alusión a José Antonio Primo de Rivera.
(23) Se ha dicho que esa persona era Pedro Sainz Rodríguez.
(24) Citado en R. González Calleja, op. cit., pág. 168-169.
(25) David Jato Miranda, La rebelión de los estudiantes, Madrid, 1975, edición digital, pág. 58. Capítulo III. Primer Curso 1933-1934, parágrafo: El insólito mitin de la Comedia. Jato añadió en su descripción del acto: “El acto no pasó desapercibido; sin embargo, en cierto modo, decepcionó a los asistentes. José María Carretero comentaría: «Yo tengo la impresión de haber asistido a una aimable causerie literaria.» No se vieron jóvenes uniformados, como los más deseaban por mimetismo fascista; por el contrario, Valdecasas había afirmado: «Se ha dicho que este acto es fascista, tendremos quizá en el porvenir un contacto con el ideal del fascismo, pero no debemos imitar nada extranjero. España debe extraer sus fórmulas políticas de su propio ser.» Por otra parte, el discurso de José Antonio Primo de Rivera, que se presentó en el escenario con impecable traje azul y cuello blanco almidonado, no tenía nada que ver con la oratoria insultante, con el tópico y el lugar común. Esta absoluta discrepancia con los modos al uso seria uno de los factores que llevarían, tras la bandera que se alzaba, a los estudiantes fascinados por el anuncio de «un movimiento poético que no se detendría ante la violencia». La radio dio amplitud al mitin. En el casino de Salamanca Unamuno escuchó el discurso de José Antonio y quedó sorprendido. «Este chico, este chico...», murmuró”.
(26) E. González Calleja, op. cit., pág. 169.
(27) Ramiro Ledesma, ¿Fascismo en España?,  Edición digital, Capítulo 4. Falange Española y sus primeros pasos, pág. 58.