El próximo día 19 se estrenará la película Civil War
de Alex Garland. La cinta nos presenta unos EEUU sumidos en un conflicto
interior desgarrador sobre cuyo origen la película no apunta absolutamente
nada. Se limita a mostrar una situación de hecho en la que un grupo de fieles a
la Union atraviesa, un territorio hostil desde California y Texas hasta llegar a
Washington, cuando las fuerzas rebeldes están a punto de asaltar la Casa Blanca
y arrebatar el control del país al presidente. Que nadie se engañe: es una
película de acción, en la que los motivos por los que los norteamericanos se
están matando, importa muy poco. Después de ver esta película, la pregunta que
subyace es: ¿es posible una perspectiva de guerra civil en los EEUU? La
respuesta no puede ser más que positiva: cada vez es una hipótesis que gana
puntos. Explicaremos el por qué en estas notas.
El mapa en el que habrían quedado divididos los EEUU en el inicio de su guerra civil en la película de Alex Garland: en blanco los leales a la Casa Blanca, en gris la "Alianza de Florida" en el Sur y las "Fuerzas del Este" en el Nordeste. En azul la "República de California" y la "República de Texas"... Una distopía no tan alejada de la realidad
* * *
Ahora, cuando los gobiernos de Europa Occidental y EEUU agitan
vientos de guerra espoleados por las necesidades de la industria armamentista, resulta
ridículo pensar que la OTAN puede defender a algo más que a estos intereses. Si
el resultado de las próximas elecciones norteamericanos, es el que auguran las
encuestas y Trump logra llegar hasta el mes de noviembre, ya ha declarado con
claridad: “Si Europa quiere defensa, que se la pague”. Pero la pregunta
correcta no es si EEUU “quiere” defender a Europa de una improbable agresión
rusa, sino si EEUU “puede” hacerlo. Una mirada a la sociedad norteamericana
y a la situación de este país en el contexto internacional, indica a las claras
que, aunque EEUU quisiera asumir la defensa de Europa, simplemente, no
podría. ¿Por qué? Respuesta: porque la sociedad norteamericana se ha vuelto
inviable por varios motivos. Vamos a enunciarlos brevemente:
1) Diferencias entre Estados miembros de la Unión:
Unos muy desarrollados y “progresistas” (California) y otros Estados
poco desarrollados y “conservadores” (Oregón, Colorado Nuevo México, etc.) o,
incluso, “muy desarrollados pero conservadores” (Minnesota, Maine, Virginia). Existen
“Estados rojos” y “Estados azules”, según voten regularmente por el Partido
Republicano o por el Demócrata (según el actual código de colores empleado en las
elecciones). Los “Estados rojos” se encuentran en las Grandes Llanuras y en los
Estados montañosos, mientras que los “azules” ocupan zonas costeras del Este y
del Oeste y zonas industriales. Illinois es el Estado “más demócrata”, Texas,
Alaska y Utah los “más conservadores”. El Distrito de Columbia (Washington DC),
California y Massachussets son los “más progresistas”. Los llamados “Estados
púrpura” (Iowa, Ohio, Florida), en los que a veces se imponen los republicanos
y en otras los demócratas, se van extinguiendo en beneficio de los primeros.
"Púrpura" cambiantes (con tendencia a "republicanizarse") y
Contrariamente a lo que podría pensarse, una federación que cumplirá
los 250 años en 2026, sus miembros, lejos de homogeneizarse, tienden a
polarizarse más y más. No solamente existe aún una diferencia sustancial entre el
mundo “yanki” industrial y el “Viejo Sur” algodonero, sino que, en la
actualidad, el país está cada vez más “balcanizado” en torno a centros de poder
económico (California), cultural (Nueva York), mientras que la deslocalización ha
generado una disminución creciente de la producción industrial y una
financiarización de la economía, con un empobrecimiento de la actividades
agropecuarias localizadas en las grandes planicies del centro del país. Esto
genera una creciente polarización política que, en sí misma, sería habitual en
cualquier otro país, pero que, en EEUU, es mucho más explosiva por el resto de
diferencias y peculiaridades.
2) Diferencias de sensibilidad política:
En EEUU, el “progresista” es “excesivamente progresista” y acepta siempre
cualquier nueva tendencia social desde el momento en el que irrumpe
mediáticamente, mientras que el “conservador” es siempre “excesivamente conservador”
y se muestra renuente a modificar todos aquellos aspectos que visiblemente no
funcionan, alegando que se apartan de los “padres fundadores de la nación”. La
reacción de unos contra otros es cada vez más intensa y sin posibilidades de
que existan puntos de encuentro. Los espacios “centristas” entre ambos partidos
tienden a reducirse y la polarización es cada vez mayor en la medida en que los
conservadores se han vuelto hacia sus orígenes religioso-evangélicos por un
lado y católicos por otro, mientras que el progresismo acepta sin reservas los “estudios
de género”, el “wokismo”, la “corrección política”, el aborto y las
perspectivas transhumanistas. En estas condiciones no hay diálogo ni
entendimiento posible, ni siquiera puntos de encuentro.
3) Diferencias étnicas y raciales insuperables:
Mientras los negros estaban en sus guetos, nadie se preocupaba por ellos y en cuanto a los blancos procedentes de Europa se adaptaban bien; pero desde los años 80, EEUU ha visto como el país se convertía en un “crisol” de pueblos y de razas, cada una de las cuales lleva una vida aparte de las demás: hispanos, chinos, vietnamitas, árabes, etc. Algunas “minorías” exigen medidas que les favorezcan para compensar sus desventajas históricas en relación a los WASP (blancos – anglosajones – protestantes).
En algunas zonas de Florida, California, Texas o Nuevo México, la población hispana llega al 80%, siendo la población de origen “hispano” (en realidad, Iberoamericanos) el 14,5% del total (43.500.000 habitantes), pero es la que crece a mayor velocidad, mientras que la población negra está formada por 50.087.750 personas (censo de 2022), un 15% del total, concentrada principalmente en los Estados del Sur y en torno al río Misisipi y en la costa Oeste con fuertes concentraciones en Nueva York, Rode Island y Virginia y en la costa oeste en zonas de California y en el Estado de Washington.
EEUU tiene todavía una mayoría anglosajona, pero se
trata del grupo étnico que disminuye y envejece a mayor velocidad. Los
blancos-no-hispanos, son hoy el 56% del total, pero se calcula que en el 2060
habrán descendido al 43,65%. Los asiáticos en esa fecha, con un aumento del
128% en relación a su número actual (5,46%), representarán el 9,35%. La
población negra, en el mejor de los casos estará estabilizada con una débil
tendencia al alza (pasando del 13,2 en 2015 al 14,32%), mientras que los
hispanos, de ser el 17,66% en 2015, se convertirán en el 28,56% en el 2060.
En otras palabras: los WASP (junto con los católicos blancos) serán cada vez
más viejos y con menos hijos, mientras que el número de estadounidenses nacidos
en el extranjero aumentará hasta exceder a la población originaria de allí. Más
claro aún: en 2060, el futuro de los EEUU está en manos de población nacida
fuera de sus fronteras.
En la actualidad, en los EEUU existen más de 2.000.000 de personas
encerradas en cárceles por todo tipo de delitos. Es la población carcelaria más
grande del mundo con una proporción de 639 recursos por cada 100.000 habitantes.
La comunidad afroamericana (el 12% del país en 2023) aporta el 40% de los
presos y a pesar de que se ha negado que existan más presos negros que
estudiantes negros en las universidades, lo que si se ha comprobado es que los
estudiantes negros abandonan prematuramente sus estudios en una proporción mayor
que la media. Todo esto se ha atribuido a “la pobreza” y “al racismo”, pero lo
cierto es que no siempre estas explicaciones resultan válidas y están
justificadas: otros grupos étnicos en zonas con índices de pobreza elevados, no
responden de la misma manera, ni atribuyen su situación al racismo practicado
por otros.
Milicias negras armadas del NFAC desfilando por Lafayette (Kentucky) en 2024:
los "panteras negras" sesenteros redivivos
De la misma forma que el movimiento de “milicias blancas” está
teñido por un fuerte sentimiento religioso evangélico-fundamentalista, en la
actualidad existen milicias negras, especialmente en Luisiana, en torno a
líderes seudo-religiosos. Tal es el caso del Not Fucking Around Coalition
(NFAC), fundados por John Fitzgerald Johnson, cuyos miembros no han dudado en
desfilar armados por Louisville y Lafayette (Kentucky), Stone Mountain y
Brunswick (Georgia), tomando como excusa la muerte a manos de la policía de algún
miembro de la comunidad negra. Se trata de una especie de actualización de los Panteras
Negras sesenteros (los miembros NFAC no duda en levantar el puño y gritar “poder
negro” como hacía aquel movimiento). Su uniforme: botas, pantalones, camisa,
pantalones y mascarilla negra, armados con armas automáticas o escopetas. Recientemente,
miembros del NFAC han buscado enfrentamientos con las milicias blancas de
Georgia en Stone Mountain. En varias ocasiones se ha llegado a situaciones
límite. Lo cierto es que en EEUU no existen posibilidades de controlar estos
grupos armados: cada Estado y cada ciudad tiene sus propias normas. Para los
militantes negros se trata de “detener la brutalidad policial”. Para los
supremacistas blancos (agrupados en milicias de autodefensa que frecuentemente
defienden la causa confederada), por el contrario, de lo que se trata es de
defender a la comunidad blanca de los actos de salvajismo, pillaje y
violaciones que protagonizan los negros norteamericanos. El militantismo
afroamericano, en este momento, está mucho más cerca de las posiciones
históricas defendidas por Malcolm X que de la resistencia pasiva de Martín
Luther King.
4) Eliminación de los factores de cohesión nacional:
Los elementos citados hasta aquí alterarán profundamente el “estilo
de vida americano” y las concepciones antropológicas y culturales sobre las que
se ha construido el país. EEUU ha sido fuerte por tener una lengua única (el
inglés), una moral (calvinista: Dios marca a los “justos” con la riqueza) y un
principio social (el individualismo). Como los negros pronto perdieron su
lengua y la mayoría de elementos culturales (salvo en algunas formas musicales),
nunca fueron un problema para la estabilidad del país, arrojados a guetos,
destacaron en algunos deportes, pero permanecieron fuera de la dinámica
dirigente del país a pesar de las medidas de discriminación positiva
habilitadas desde principios de los años 60.
Sin embargo, con la comunidad hispana las cosas son
completamente diferentes. Los hispanos llegados a EEUU disponen de 1) una
lengua propia, 2) su moral religiosa es la del Cristo que hace causa común con
los pobres, 3) son anti-individualistas y 4) tienen a la familia como “base de
la sociedad”. Existe, por tanto, una incomprensión de base entre los
valores sobre los que se han construido los EEUU y los valores que llevan los
hispanos en sus maletas. Desde el momento en el que los hispanos han constituido
comunidad nutridas y densas, ya ni siquiera precisan hablan bien inglés:
constituyen una sociedad autónoma dentro de la sociedad norteamericana. En
problemas como la asistencia médica la diferencia entre las concepciones anglosajonas
(quien quiera sanidad que se la pague) y las hispanas (la sanidad debe ser
gratuita para todos) tiene muy difícil encaje. Y las grietas irán ensanchándose
a medida que los hispanos crezcan y los anglosajones disminuyan. Algo que
ocurrirá, entre 2050 y 2060.
5) Diferencias sociales:
Existe excesiva proximidad entre miseria y riqueza extremas. Esto,
que ocurre en casi todos los países, en los EEUU tiene todavía más importancia
al tratarse de una sociedad consumista por excelencia. Los escaparates del
consumo, a los que cada vez tienen menos acceso, los desfavorecidos, excita los
odios sociales. A esto se unen las rivalidades étnicas y los diferentes
conceptos de autoridad entre Estados (se tiende a despenalizar robos de menos
de 400 dólares en supers en California y Nueva York, pero en otros Estados es
delito de robo penado con cárcel). En San Francisco (California), el 82% de los
trabajadores de entre 25 y 45 años tienen empleo, en Detroit (Michigan) solo el
68%. La pobreza en San Francisco es del 12’5%; en Detroit justo el doble;
incluso la esperanza de vida en San Francisco es siete años superior a la de
Detroit. En Nueva Orleans (Luisiana) la pobreza es de un 26%, la esperanza de
vida 76 años y el ingreso medio familiar 37.500 dólares, pero en el Condado de
Orange (la parte más rica de California) el ingreso medio familiar es de 78.150
dólares, con una esperanza de vida de 82 años y una pobreza del 8%. El sureste
de EEUU tiene zonas con los índices de pobreza más altos del país: en Jackson
(Mississippi) se eleva al 25% y en algunas zonas se eleva hasta el 40%.
6) Una sociedad desecha por la droga:
Desde los años 50 la heroína estuvo presente entre intelectuales beatniks y
marginados; en los 60 los hippys extendieron la marihuana; a principios
de los 80, el crack entró en los guetos negros, a lo largo de la década y en
los 90, la cocaína se extendió entre las élites económicas; y con el milenio el
fentanilo ha golpeado a toda la sociedad, pero especialmente a la clase media
blanca. Hoy es una plaga que debilita aún más a la sociedad. Solamente entre
1999 y 2019 murieron a causa de los opioides 500.000 estadounidenses. El Estado
más afectado es Virginia Occidental, pero también Luisiana, Nuevo México,
Maine, Tenesee, Ohio, Pensilvania, han sufrido mermas en sus clases medias
blancas. La “crisis de los opioides” dista mucho de haber terminado y tendió a
acentuarse durante la pandemia.
Por otra parte, a pesar de que el resto de drogas parecen haberse relegado
a segundo plano ante el fentanilo, lo cierto es que no ha disminuido, sino que,
incluso tiende a aumentar: en 2021, el 0,4% del total de la población mayor de
12 años, consumía heroína y 9.173 murieron por sobredosis en 2021. Cuando se
pensaba que la lucha contra la heroína había dado sus frutos (en 2007),
bruscamente, en apenas cinco años, repunto un 80% pasando los heroinómanos de
373.000 a 669.000 en 2012 y las muertes se incrementaron un 55%. El consumo de fentanilo
y el de heroína están íntimamente relacionados: los que se convirtieron en
adictos al fentanilo (la mayoría de los casos “por prescripción facultativa”),
cuando las aseguradoras dejaron de subvencionarlo, muchos consumidores de este
fármaco se pasaron a la heroína, entonces más barata. Por lo demás, el
fentanilo tiene un menor nivel de tolerancia, con lo que el adicto precisa una
dosis cada vez mayor. Esto facilitó el que la clase media blanca, con una
capacidad adquisitiva limitada cambiara a la heroína.
Mapa de distribución de muertes por sobredosis de drogas en 2020
En cuanto al consumo de cocaína, en el año 2022, el 1’2% de la
población lo consumía (un total de 5.275.000 de ciudadanos) con una tendencia al
aumento. A pesar de la reñida competencia europea, los EEUU siguen siendo el
principal mercado mundial de cocaína, representando en la actualidad el 41% del
mercado internacional (mientras que Europa llega al 29%). El consumo de cocaína
y el de metanfetamina parecen vasos comunicantes. En 2021 el 1% de ciudadanos
de aquel país había consumido algún tipo de metanfetamina y 1.600.000 sufrían
trastornos por el consumo de esta droga solamente ese año en el que, además,
murieron 32.537 personas por sobredosis.
Finalmente, casi 50.000.000 de norteamericanos, el 19% de la
población consumieron marihuana en 2019. A pesar
de la supuesta banalidad de esta droga (legal en algunos EEUU y que, incluso el
presidente Trump llegó estimular su cultivo legal para superar la crisis de la
agricultura norteamericana), solamente en 2019, 3 de cada 10 consumidores
sufrían trastornos por su consumo. Esto implica que un número creciente de
norteamericanos, habituales del cannabis, tienen problemas de memoria,
aprendizaje, atención, toma de decisiones, coordinación, emociones y tiempo de
reacción, además de sufrir una incidencia muy superior al resto de la población
en aparición de sicosis y esquizofrenia.
Si bien la epidemia de crack se extendió entre 1984 y 1990 (afectó
solamente a los guetos negros del noreste y sur del país), no ha desaparecido
del todo dado que su precio es accesible para estratos más pobres. Se ignora el
número de muertes totales que ha causado porque, estadísticamente su consumo se
contabiliza con la cocaína (del que es un subproducto). El porcentaje mayor
de muertes por sobredosis -salvo en el caso del fentanilo- pertenece a la
comunidad afroamericana. Lo que vale la pena destacar es que entre 32 y 50.000.000
de personas eran adictos a las drogas en EEUU en 2022, sin contar el número de
alcohólicos crónicos que aportaron 13.384 muertes solamente por conducción
bajo sus efectos (el 31% de los accidentes de tráfico).
En efecto, el porcentaje de población que consume alcohol en cantidades
“excesivas o peligrosas” es también alto. Si bien la cifra total de
consumidores de alcohol no indica nada (a causa de los distintos niveles de
tolerancia y de consumo en las distintas edades), lo cierto es que durante
la pandemia el consumo diario de alcohol aumentó del 6,3% al 9,6%, mientras que
las cifras de muertes aumentaron un 29% entre 2017 y 2020 y solo en 2020-2021
se elevó en todo el país a 488 muertes por día. Lo más significativo es el
aumento del alcoholismo entre mujeres (entre 2016 y 2021, la cifra de mujeres
muertas por consumo de alcohol pasó de 15.136 a 58.701) y el descenso en la
edad de los consumidores (que se inician en el consumo ahora a partir de los 12
años).
Las conclusiones que pueden extraerse de todo ello es que: 1)
una sociedad sana es una sociedad con poca incidencia en el número de
adicciones, 2) y, en consecuencia, las sociedades más débiles y frágiles son
aquellas que tienen el mayor número de adictos a alguna droga, 3) como conclusión
a este razonamiento puede inferirse que la sociedad norteamericana se va
debilitando a medida que aumenta la toxicomanía en todos sus grupos sociales
(incluidas las élites económicas).
7) Concepciones religiosas
extremistas:
EEUU, desde su fundación, ha sido el “paraíso de las sectas
religiosas”. Hoy sigue siéndolo. Proliferan cada vez más cultos exóticos,
formados en torno a perturbados o a estafadores, que fanatizan a sectores cada
vez más amplios de la población. La fe en “nuevos cultos religiosos” puede
compararse a la adicción a alguna droga: ocupa un lugar en el cerebro y en el
corazón del adicto que nada es capaz de cubrir. Los EEUU, desde su fundación,
han sufrido “tres grandes
despertares espirituales”: en cada una de ellas ha aumentado el número de cultos
exóticos. La primera tuvo lugar en los años previos a la independencia y
durante el proceso de formación de los EEUU, sus rasgos fueron: énfasis en
la predicación, ausencia casi completa de clero, liturgia reducida a la mínima
expresión, aumento del valor de la experiencia individual y reducción de la
religión a moralidad aplicada a lo cotidiano. Aparecieron los primeros “pastores
itinerantes” que dieron a las colonias la sensación de tener un “destino común”.
El “segundo despertar” tuvo lugar en las inmediaciones de la
Guerra de Secesión. Se caracterizó por grandes asambleas de fieles en el
curso de las cuales algunos predicadores exaltaban a las masas hasta llevarlas
a la crisis extática. Fue así como surgieron los cuáqueros, los Adventistas
del Séptimo Día, los mormones (que reivindicaban un cristianismo norteamericano
en los EEUU tan antiguo como el europeo y situaban el “nacimiento de América”
en la crisis de la Torre de Babel…), prosperó también el espiritismo (hijo
directo del mesmerismo), el pragmatismo del “hágaselo usted mismo” que tuvo su
particular traducción seudo-religiosa en la “autoayuda” originaria y en la “ciencia
cristiana” de Mary Baker Eddy o de Ralph Waldo Emerson o en las experiencias comunitarias
que llevaron a EEUU a muchos fourieristas y demás variedades del “socialismo
utópico” europeo. En ese contexto aparecieron los “cristianos renacidos” que
basan su visión religiosa en una experiencia individual de contacto con “dios”.
Estos último seguirían existiendo a lo largo del siglo XX, alcanzando un papel
determinante durante la elección de George W. Bush en 1999.
En ese momento, desde los años 60 ya se había producido el “tercera
gran despertar espiritual” que incluyó inicialmente “nuevas religiones” (o,
mejor, sectas) desde la Cientología hasta sectas ufológicas en un período
que abarca, sucesivamente, desde la contracultura de los 70, la new age de los
80-90 y el transhumanismo del siglo XXI. La peligrosidad de estas sectas se ha
demostrado tanto en la “masacre de Guyana” en 1978 (923 muertos), como en la
Wacco en 1993 (82 muertos), o de la secta Heaven’s Gate en 1997 (38 muertos), de
la Familia Internacional, antes llamada “Los Niños de Dios”, que incitaba a sus
miembros a suicidios individuales…
Los grupos sectarios, como preveía Oswald Spengler hace ahora un
siglo, son muestra de que cuando una religión tradicional cae en el descrédito
o deja de tener la iniciativa en una sociedad, su lugar no es ocupado por un
período de racionalidad sino por supersticiones, sectas y cultos extraños y exóticos.
A esto se le llama hoy “nuevas religiones” y evidencian un empobrecimiento
cultural, una pérdida de identidad y la falta de capacidad crítica de una
sociedad.
En los EEUU, el 50% de la población reconoce que “la religión”
ocupa un papel muy importante en sus vidas: el 63% del total de la población
pertenece a iglesias de origen cristiano, siendo el 34% protestantes, el 23%
católicos y un 11% otras confesiones de origen cristiano. Del total de la
población, un 63% dicen ir a algún tipo de culto todas las semanas, mientras
que un 21% se reconocen como ateos o agnósticos. Se cifra en 1.500 grupos
religiosos los existentes en EEUU, muchos de ellos considerados como “sectas
destructivas” en otros países. A esto hay que añadir que el “transhumanismo”
es vivido por muchos de sus partidarios como una religión (en Sillicon Valley
se suele decir que las dos religiones con más seguidores son el ateísmo y el
transhumanismo). En los últimos 50 años ha aumentado en número de personas “sin
filiación religiosa” de un 5 a un 30% del censo. Pero lo cierto es que hasta
hace 30 años el número de cristianos norteamericanos ascendía al 90% y ahora
son el 60%.
Si consideramos que el calvinismo especialmente era el que marcó
con su estilo y sus valores a la sociedad norteamericana, nos daremos cuenta de
la importancia que ha tenido hasta ahora la religión en la vida de aquel país:
la gran brecha entre ricos y pobres se mantenía precisamente gracias al
calvinismo que dada una explicación providencialista al fenómeno de la riqueza
(el “justo” es “rico”, precisamente porque es “justo”; el pobre, lo es por sus
muchos pecados). Eso contribuía a generar estabilidad social, todas las partes
aceptaban los hechos consumados sobre su situación personal como un resultado
de sus comportamientos cotidianas. Esa moral resultó más efectiva que cualquier
imposición dictatorial. Si esa forma de ver la vida pierde su preeminencia
social, el país corre el riesgo de iniciar una lucha de clases (que será, a la
vez, étnica e, incluso religiosa).
Por otra parte, no hay que olvidar que existe una forma fanática y
extremista de percibir la cuestión religiosa y que esto se da en un país en el que
es fácil conseguir armas legales e ilegales, incluso de guerra. A pesar de que
el Islam es muy minoritario en los EEUU ha prosperado especialmente entre las
poblaciones negras. En 2017, la secta de la Nación del Islam (también
conocida como los Musulmanes Negros) tenía un total de 50.000 seguidores (otras
fuentes han elevado esta cifra hasta 250.000) del total de 3.450.000 musulmanes
residentes en EEUU. Esta secta, practica un nacionalismo mesiánico negro, que
en los años 60 llegó a enfrentamientos mortales con los Panteras Negras.
Si tenemos en cuenta que los “supremacistas blancos” se han agrupado
en milicias armadas de autodefensa, alimentadas por concepciones religiosas
fundamentalistas (parte del neo-nazismo norteamericano posterior a Lincoln Rockwell,
a su American Nazi Party y a las escisiones que sufrió, se orientó hacia el
fundamentalismo cristiano), o el nivel de convicción irracional en sus
creencias por parte de unos y de otros, se percibe con claridad que, no
solamente los movimientos religiosos habituales desde la fundación de los EEUU
han perdido fuerza, sino que las confesiones extremistas por un lado, las
sectas (o “nuevos movimientos religiosos”) y los agnósticos transhumanistas, se
han hecho con amplias parcelas del “supermercado espiritual” norteamericano,
perdiendo el país cohesión en los valores calvinistas que hasta ahora habían
mantenido unida a la sociedad norteamericana. Y, algunos de estos grupos
están fuertemente armados en un país en el que tener armas es casi una
banalidad.
8) Una mentalidad norteamericana que no se adapta a los nuevos
tiempos:
En EEUU la ideología dominante sigue creyendo que es el “país
designado por Dios como nuevo Imperio Romano” que dará una “pax universal”.
Pero la realidad dice otra cosa: el mundo camina de una “sociedad unipolar”
dominada por EEUU a una “sociedad multipolar” con un nuevo orden mundial
apoyado en muchos más actores: China, Rusia, India, etc, países que crecen a
mayor velocidad y poder que EEUU.
El norteamericano medio, siempre tuvo la mentalidad de un granjero
dispuesto solamente a defender su propiedad, su bandera y sus convicciones,
pero elusivo ante la participación en conflictos internacionales. Sus
gobiernos, desde el primer tercio del siglo XIX, se las ingeniaron para crear
condiciones para cambiar puntualmente esa opinión: habitualmente mediante
operaciones de lo que hoy se conoce como “false flag” (la guerra de
conquista contra México, galvanizada por la caída de El Alamo, la guerra
hispano-norteamericana a partir de la voladura del acorazado Maine en la
rada de Cuba, el caso del Lusitania, mercante armado cuyo hundimiento
precipitó la participación de los EEUU en la Primera Guerra Mundial, el ataque
a Pearl Harbour conocido de antemano por la inteligencia norteamericana que
justificó la participación del país en el segundo conflicto mundial, el “incidente
de Tonkín” (que jamás existió) excusa para iniciar la escalada en Vietnam y, el
extraño atentado del 11-S con el que se justificó las intervenciones
catastróficas en Afganistán e Irak… La “operación bandera falsa” (con la
consiguiente ayuda mediática) ha sido una constante en la historia
norteamericana.
Pero los tiempos han cambiado. Los fracasos en Irak y Afganistán,
junto con la reconstrucción de Rusia como “gran potencia”, liquidó los años de “pax
americana” posteriores a la Segunda Guerra del Golfo (Guerra de Kuwait, 1990). Aquellos
años, entre la caída del Muro de Berlín y la invasión de Irak, fueron los años
del “unilateralismo” norteamericana, que siguieron a los años de la Guerra Fría
(lucha “bilateral” entre EEUU y la URSS). La crisis económica de 2007
mostró al mundo las miserias del capitalismo, unido al ascenso de otros actores
internacionales, especialmente la República Popular China.
Hoy se da la contradicción de que una parte de la administración
norteamericana quiere seguir con su visión mesiánica de unos EEUU que aspiran a
llevar la “libertad, la democracia, el libremercado y el progreso” a todo el mundo,
imponiéndolo si es preciso y un mundo en el que solamente la Unión Europea,
confía en los EEUU, pero en el que los nuevos actores -entre los que no se
encuentra ya Europa- aspiran a un orden “multipolar”.
En estas circunstancias la figura de Donald Trump aparece
proponiendo un repliegue de los EEUU hacia el interior de sus fronteras,
abandonar su actitud mesiánica redentora del mundo y centrarse en la
reconstrucción de infraestructuras, en una reindustrialización del país y en una
estabilización de la sociedad, frente a las políticas intervencionistas internacionales
de la actual administración demócrata en la que el complejo
militar-petrolero-industrial es hegemónico y el verdadero poder. La lucha
tradicional en la política norteamericana entre “aislacionismo” e “intervencionismo”
está empezando a dejar de tener sentido: Trump lo ha entendido, pero amplios
sectores del stablishment siguen pensando en unos términos que ya no se
corresponden con las posibilidades reales que ofrece el siglo XXI que pasan,
necesariamente, por la multipolaridad. Esta incomprensión es otro de los
factores de ruptura interior del país.
9) Una situación económica endiablada:
EEUU ha vivido en los últimos 50 años del dinero que se ha
inyectado en las bolsas norteamericanas procedente de Europa, Japón, China,
etc. Ha permitido deslocalizaciones industriales que han roto el tejido
productivo norteamericano. Hoy la economía de EEUU es, sobre todo, “especulativa”,
mucho más que “productiva”. Y eso ha generado una deuda de 30 Billones de
euros. EEUU depende del valor del dólar como principal moneda de cambio global.
Su moneda está sobreevaluada.
Ninguno de estos rasgos puede prologarse mucho tiempo más. Tanto
Rusia como China quieren un mundo en el que el dólar no sea la gran moneda de
intercambio mundial, ni el elemento vital del sistema monetario y financiero
mundial. Estos países han extraído enseñanzas de las crisis cíclicas del
capitalismo y de sus causas: saben, perfectamente, que el gran riesgo es que
el poder en EEUU está en manos de corporaciones. Si hasta la crisis de
2007, el gobierno chino consideraba que una forma de evitar una guerra frontal
para la que no estaban preparados, consistía en invertir en bolsas de los EEUU,
a partir de ese momento, cuando China estuvo a punto de perder medio billón de dólares
invertidos en Fannie Mae y Freddie Mac (bancos hipotecarios que
fueron nacionalizadas en 2008 para asegurar que el Estado garantizaba el
cumplimiento de compromisos exteriores…), empezó a reducir sus inversiones en
bolsas norteamericanas.
Pero, desde los años 70, estas bolsas han ido absorbiendo capitales
mundiales, primero a razón de 1.000 millones al día. Gracias a esas inversiones,
en EEUU se ha podido asegurar el consumo interior y para compensar su falta de
ahorro interno. En realidad, el dólar sigue sobreevaluado gracias a la
presencia militar de los EEUU en todo el mundo. Un informe del FMI publicado en
2018 aceptaba el que el dólar estaba sobreevaluado entre un 8 y un 16% y a
mediados de 2023 los analistas económicos hablaban de entre un 5 y un 10%. Pero
otros elevan esta sobreevaluación a un 30, incluso a un 40%. Entre las causas
por las que EEUU decidió abordar la aventura de la guerra de Irak fue por la
decisión de Saddam Hussein de cobrar el petróleo vendido en euros. EEUU no se
podía permitir un rival como moneda de cambio. Entonces, necesitaba mantener su
moneda casi como un monopolio mundial y se lo podía permitir; pero en la
actualidad, la situación internacional ha cambiado extraordinariamente y los
nuevos actores nacionales no están dispuestos a ceder en este terreno.
Cuando la bandera cumple funciones como edredón...
Los países BRICS siguen estudiando el lanzamiento de una nueva moneda. China y Brasil han empezado a comercial utilizando sus propias monedas, prescindiendo del dólar. Incluso Arabia Saudí, tradicional aliado de los EEUU, Turquía o Egipto miran con buenos ojos las iniciativas BRICS. El riesgo para los EEUU es la desdolarización del sistema financiero global.¿Qué puede ocurrir en esa situación? Sería la confirmación del fin
del ciclo hegemónico norteamericano en la economía mundial. Y este final, puede
tardar en llegar, pero es inevitable: los actores emergentes intentan
reducir su dependencia del dólar mediante procesos de desdolarización. Todos,
salvo la UE, por supuesto. Hoy, los países emergentes intentan diversificar
sus reservas monetarias y consideran alternativas a la hegemonía del dólar. Esta
tendencia ha aumentado después de la batería de sanciones impuestas por EEUU a los
países que comercien con Rusia tras el inicio del conflicto ucraniano. Lo ciertos
es que la divisa hegemónica mundial durante 80 años, ha pasado de
representar el 80% de las reservas globales de divisas de los bancos centrales
en la década de los 70, al 60% actual.
Los países que tienden a aminorar su dependencia del dólar,
quieren evitar las fluctuaciones de esta moneda (y, en especial, que antes o
después, el dólar sobreevaluado vuelva a una cotización de mercado) y los
procesos inflacionistas que periódicamente experimenta (dando lugar a oleadas
de subidas de tipos de interés en todo el mundo). La tendencia de los países
BRICS (empezando por Rusia) es a deshacerse de sus divisas en dólares, de sus
carteras de bonos de EEUU, comprando oro: quieren su propia moneda y la
tendrán antes o después.
Cada vez más, aparecen por todas partes, intentos de potencias
regionales de independizarse del dólar: Arabia Saudí e India, por una parte,
conversan para pagar en rupias materias primas no petrolíferas. Durante 2023,
Arabia Saudí mejoró sus relaciones con Irán, país que durante décadas ha
propuesto la desdolarización de todo Oriente Medio. Ítem más: los países de la
ASEAN (Brunei, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Filipinas, Singapur,
Tailandia y Vietnam) han propuesto pagar sus transacciones comerciales en una
moneda digital local y abandonar el sistema de pagos extranjeros utilizados por
Visa y Mastercard.
La tendencia mundial es 1) marchar hacia la sustitución del dólar
como principal divisa de intercambio, 2) impulsar divisas que se apoyen sobre
activos reales como el oro, para evitar la volatilidad económica y la desconfianza
creciente ante al sistema monetario actual.
La pregunta es, si en este nuevo contacto, los EEUU tienen posibilidades de subsistir y de cubrir su extraordinaria deuda pública. Un gobierno prudente respondería que, para ello, haría falta reducir gastos, especialmente militares, lo que implicaría la desaparición de los EEUU de muchos países en los que actualmente está presente. Pero eso se traduciría en una debilidad mayor por parte del dólar (que ya no contaría con el principal respaldo con el que cuenta ahora: la capacidad ofensiva del Pentágono para tomar riquezas allí donde estén).
Resumiendo:
- EEUU tiene una sociedad carcomida por problemas étnicos,
económicos, sociales y sanitarios.
- EEUU tiene hoy en su interior concepciones irreconciliables que
generan tensiones que irán en aumento.
- EEUU ya no es la “primera potencia mundial” y no quiere
reconocer que es “una más”.
- EEUU vive interiormente un proceso de polarización política y
cultural.
- EEUU la distribución de la riqueza es, interiormente, cada vez
menos homogénea y justa.
- EEUU tiene una economía y una moneda cada vez más inviable.
Cartel de la película Civil War
Conclusión:
Todos estos problemas terminarán estallando a corto plazo y EEUU corre el riesgo de verse abocado a un conflicto interior con rasgos de guerra civil étnica, social, religiosa y cultural, paralelo a un desplome financiero y al hundimiento de su moneda. Las perspectivas de evolución de todos estos elementos en los próximos años no tienden a mejorar, sino más bien a empeorar. La sensación que dan en estos momentos los EEUU es la de un país que no realizó reformas interiores cuando pudo (en los años del “unilateralismo”). Entonces no se consideraban necesarias porque el país parecía fuerte. Pero, en la actualidad (cuando, una parte del pueblo norteamericano que está de nuevo dispuesto a apoyar la candidatura de Donald Trump y a afrontar reformas), el tiempo de la “reforma necesaria” ya ha quedado atrás y cualquier reforma, por pequeña que sea, puede afectar a la estabilidad de todo el conjunto, aumentando los riesgos de conflicto interior.