martes, 30 de noviembre de 2021

¿MEMORIA HISTÓRICA? AHÍ VA ESTA: “El Ku Kux Klan de los años 20, un fascismo de izquierdas a la americana” – John Zerzan

Hace unos años traduje este artículo que me llamó poderosamente la atención sobre una organización que nunca me había interesado particularmente: el Ku Kux Klan. He pensado muchas veces en este artículo y aprovecho la ocasión para formular la pregunta que me parece más interesante sobre una organización estereotipada: ¿Estarías dispuestos a cambiar tus puntos de vista sobre algo si te demostraran que son erróneos? Antes de contestar, mejor que leáis el artículo. Fue publicado por primera vez en el número 37 (verano de 1993) de Anarchy : A Journal of Desire Armed. El autor –un anarquista de primer plano en los EEUU– muestra que el Klan de los años 20 era una fuerza radical en la política americana y que no eludía aliarse con los socialistas, los sindicalistas, las feministas y los movimientos de extrema–izquierda. Una historia fascinante de un proto–tercerismo a la americana.

 

En este artículo se presentan algunos aspectos sorprendentes del Ku Klux Klan de los años 20, el único período en el que fue un movimiento de masas. De ninguna manera debe considerarse este trabajo como una aprobación de algunos aspectos de la ideología o de la acción del Klan en este período. Sin embargo, la naturaleza freak del Klan contemporáneo no debe hacernos olvidar lo que ocurrió hace 70 años, a menudo incluso contra la voluntad y la ideología del mismo Klan.

En los EEUU, el racismo es ciertamente uno de los fenómenos más extendidos. El Ku Klux Klan de los años 20 fue uno de los dos o tres movimientos sociales más importantes del siglo XX y, seguramente, el más ignorado. Estos dos puntos son el indispensable prefacio del trabajo que sigue.

A principios de 1924, Stanley Frost describía el Klan en el apogeo de su potencia con estas palabras: “El Ku Klux Klan se ha convertido en la estructura más importante, la más vigorosa y la más activa de las existentes fuera del mundo de las empresas” (1). Según las fuentes, los efectivos del KKK oscilaban entre dos y ocho millones de afiliados (2).

Y, sin embargo, la naturaleza de este movimiento ha sido ampliamente inexplorado o incomprendido. En la literatura más bien escasa sobre el tema, el fenómeno KKK es habitualmnete descrito simplemente como una forma de “nativismo”. En el léxico de los historiadores ortodoxos, el término hace referencia a un racismo irracional y arcaico endémico entre las clases pobres y poco ilustradas que reaparecen periódicamente y con violencia. El libro de Emerson Loucks The Ku Klux Klan in Pennssylvania : A Study of Nativism, es un ejemplo típico de esta visión de las cosas. Su prefacio empieza así: “La renovación del KKK y su historia agitada no son más que capítulos del nativismo americano”, el primer capítulo lleva por título “Los inicios del nativismo” y en la conclusión de la obra nos enteramos de que “El nativismo ha desmostrado que era eterno” (3).


Kenneth Jackson, en su libro The Ku Klux Klan in the City, ha sido uno de los raros comentaristas que superan la tesis del nativismo y a cuestionar los estereotipos habituales relativos al Klan. Afirma así que “El Imperio Invisible de los años 20 no era mayoritariamente sudista, ni rural, ni compuesto por supremacistas blancos, ni siquiera violento” (4). Carl Degler corrobora el no–sudismo: “De manera significativa, la única ley de la que se está seguro que fue votada bajo la presión del Klan es la ley escolar de Oregón. El Estado más influenciado por el Klan era el de Indiana y el que contaba con mayor número de miembros del KKK era el de Ohio. Por otra parte, en algunos Estados del sur como Missisipi, Virginia o Carolina del Sur, el Klan apenas estaba presente” (5). Las estadísticas de Jackson muestran claramente que el Klan tuvo su base social en el norte de los EEUU y no en el sur, ya que solamente un Estado del Sur, Texas, estaba presente entre los ocho Estados que contaban con mayor número de afiliados (6). Igualmente, todo su libro demuestra que el Klan es un fenómeno urbano y que las diez principales zonas urbanas con mayor presencia del Klam es un fenómeno urbano y que las diez principales zonas urbanas con mayor presencia klanista eran mayoritariamente industriales y son todas, salvo una, en el norte. Se trata, en orden decreciente de Chicago, Indianápolis, Filadelfia–Camden, Detroit, Denver, Portland, Atlanta, Los Angeles–Long Beach, Youngstown–Warren y Pittsburgh–Carnegie (7).

La idea del KKK como una organización esencialmente racista es de la misma manera cuestionada por Jakson, al igual que por Robert Moats Miller: “En numerosas zonas donde el Klan era poderoso, la población negra era insignificante y es probable que incluso si ningún negro hubiera vivido en los EEUU, una estructura como el Klan, sin embargo, habría aparecido” (8). Y Robert Duffus, en el número de junio de 1923 de World’s Week, concedía que “Si la situación racial contribuye a un estado de espíritu favorable al klanismo, curiosamente no es determinante en su desarrollo” (9). El Klan, de hecho, intentaba organizar la “división de colores” en Indiana y en otros Estados para sorpresa de la historiadora Kathleen Blee (10). Degler, que considera erróneamente que el “vigilantismo” constituyó el corazón de la acción del Klan admite que sus violencias –cuando tuvieron lugar– “eran más a menudo dirigidos contra los protestantes blancos y los anglosajones que contra los miembros de las minorías étnicas” (11).

Esto nos lleva al cuarto y último punto de la tesis de Jackson, es decir que el Klan no era fundamentalmente violento. De nuevo sus conclusiones parecen válidas a pesar de las imágenes habituales de un Klan acepto del terror y los linchamientos. Los disturbios raciales de 1919 en Saint Louis, Chicago y Washington tuvieron lugar antes de que el Klan fuera implantado en estas ciudades (12) y en 1920, cuando el Klan alcanzó el máximo de su poder, el número de linchamientos en los EEUU había caído a la mitad de la media anual de la pre–guerra (13) y a una fracción aún más débil de la media que tuvo lugar en la inmediata posguerra. Preston Slosson pudo escribir: “Por una curiosa anomalía, mientras que el Ku Klux Klan renacía, la vieja costumbre americana del linchamiento desaparecía casi completamente” (14).

Una lectura de los diarios conservadores Literary Digest y del liberal The Nation en los años 1922–1923 permite revelar diversos procesos en los cuales el Klan fue acusado de violencias que no había cometido y fue privado de sus derechos de manera inconstitucional (15). Sus adversarios comprendían frecuentemente los establishments de los Condados o de los Estados y están lejos de ser víctimas impotentes y mansas.

Si el Ku Klux Klan, entonces no es ni sudista ni rural, ni racista, ni violento, ¿cuál es pues la verdadera naturaleza de esta extraña fuerza que adquirió tan rápida y tan espontáneamente tanto poder a principios de los años 20 y que declinó tan pronto a partir de 1925? La respuesta “nativista” ortodoxa avanza que se trata de un ejemplo de los esfuerzos fútiles, sin continuación, periódicos, irreflexivos y reaccionarios de las clases sociales inferiores para oponerse al progreso. Un “neo–nativismo”, teniendo en cuenta los trabajos de Jackson admiten incluso que el racismo y la violencia no son determinantes aun manteniendo el punto de vista recurrente sobre la voluntad de restaurar una versión derechista del pasado.


Pero un estudio serio y en profundidad del Klan hace dudar de la veracidad de estas tesis pues el militantismo y las actividades progresistas han precedido a menudo, coincidido o seguido a las campañas importante del KKK y han incluido a los mismos participantes. Oklahoma, por ejemplo, conoció durante diez años el ascenso con fuerza y luego la decadencia de las secciones más importantes del Partido Socialista y la creación de uno de los Klanes más poderosos (16). En el Condado de Williamson, en Illinois, durante una huelga en una mina de carbón, una masa de agitadores racialmente mezclados, mataron a veinte no huelguistas. Las autoridades locales apoyaban a los mineros y rechazaron perseguir a ninguno de los participantes en lo que se llamó la “Masacre de Herrin” que aterrorizó a los EEUU. En los dos años que siguieron, Herrin y el resto del Condado de Williamson se convirtieron en una plaza fuerte del Klan (17). En 1929, las huelgas violentamente reprimidas de los obreros textiles de las estribaciones sur de los Apalaches, una de las luchas obreras más duras del siglo XX, tuvieron lugar en las ciudades donde el KKK tenía una fuerza extremadamente importante (18). Los obreros de la empresa neumática de Akron que fueron los primeros en utilizar de forma masiva, a principios de los años 30, la técnica reivindicativa del sit–down eran en su mayor parte miembros de la importante sección del Klan de esta ciudad (19), o venían de los Apalabres donde el Klan era igualmente fuerte. En 1934, el Southern Tenant Farmer Union, un sindicato multirracial y muy militante fue constituido y sufrió la violencia de las milicias de los grandes propietarios y la indiferencia de los obreros de las ciudades donde los más activos de sus miembros eran antiguos “hombres del klan” (20). Igualmente, se ha observado que los más militantes de los miembros de la United Auto Workers eran miembros del KKK (21).

La clave de todos estos ejemplos de una lealtad aparentemente disparatada es una. Como voy a demostrar, no solamente algunos klansmen tenían ya ideas sociales avanzadas cuando se unieron al “Imperio Invisible”, pero además utilizaron a esta organización como un vehículo para los cambios sociales radicales.

El ascenso del Klan se inicia con la importante depresión económica del otoño de 1920. En el sur, granjeros desesperados organizados bajo la bandera del KKK intentaron hacer subir el precio del algodón restringiendo los stocks puestos en venta. “Del otoño de 1920 al invierno de 1922, bandas de encapuchados recorrieron los campos exigiendo almacenes y sociedades del tratamiento del algodón que cerrasen los precios al alza y prendieron fuego a las empresas que se negaron” (22). Estas fueron las acciones que lanzaron al Klan al nivel nacional.

La dirección del KKK “desaprobó y en apariencia desaprueba” (24) este activismo económico agresivo y es interesante señalar que hubo tensiones y oposiciones entre los dirigentes y los simples afiliados. En 1933, en una Casa de los Sindicatos en el Sur, Sherwood Anderson cuestionó a un periodista local sobre la utilización del Klan en luchas económicas: “Esta Casa de los Sindicatos era utilizada en ocasiones por el Ku Klux Klan y yo pregunto al periodista: – ¿Cuántos trabajadores del textil pertenecen al KKK?, – Un buen número, me respondió. Pensaba que el Klan había sido un arma para los trabajadores cuando los EEUU eran tan prósperos” (25). Los dirigentes del Klan no pusieron nunca el énfasis en la vertiente socialmente contestataria, pero fue este el que atraía más a sus miembros, incluso por encima del patriotismo, la religión o la fraternidad (26).

Esto no quiere decir que no hubiera una multiplicidad de razones para el ascenso del Klan. Existía en aquella época un sentimiento ampliamente extendido de que la “Gloriosa Cruzada” de la Primera Guerra Mundial hacía sido una estafa. La monotonía y el aburrimiento que regulaban la vida de los trabajadores también jugaron también su papel. Y muchos miembros del Klan mostraron a menudo más interés en combatir lo que consideraban como las causas de la inmoralidad que sus manifestaciones mismas.

Hiram Evans, uno de los dirigentes del Klan, admitió en 1923, en uno de las raras entrevistas concedidas a la prensa explica que “hay un sentimiento ampliamente extendido entre los miembros del Klan que consideran que las acciones del gobierno federal de los últimos años han demostrado una debilidad que indica la necesidad de una reforma fundamental” (34). En 1923, la carta de un lector publicada par The New Republic precisaba esta necesidad de cambios profundos. Escrita por un opositor al Klan llevaba como título “¿Por qué el Klan?” e indicaba: “En primer lugar, en todas las clases existe un escepticismo creciente respecto a la democracia, especialmente en su versión americana. Numerosos americanos ya no creen en la justicia de los tribunales, estiman que un pobre tiene pocas posibilidades frente a un rico, que numerosos jueces compran su cargo o son desplazados por lobbies. La joven generación sale de escuelas dispuesta a jugar su papel de ciudadano, pero con la convicción de que no puede nada contra el sistema y que éste se encuentra completamente corrupto. Otro tanto ocurre en las fábricas en donde los trabajadores constatan como los mineros en Virginia Occidental, que el Estado está siempre de parte de los patronos” (35).


En los libros publicados sobre el Klan, prevalece en no tratar su base social o definirla como pequeño–burguesa. Esto permitió a John Mecklin cuya obra Ku Klux Klan : A Study of the American Mind (1924) está considerada como un clásico, escribir que “El klanismo de base tiene más simpatías por el capital que por los trabajadores” (36). Haciendo este análisis prosigue basando su estudio sobre los dirigentes y no sobre la base militante. William Simmons, D.C. Stephenson e Hiram Evans que dirigieron el KKK en los años veinte eran un pastor, un comerciante de carbón y un dentista, pero los simples miembros de base distaban mucho de ser “pequeños burgueses”.

Kenneth Jakson admite parcialmente el error definiendo al Klan como un “movimiento de los estratos inferiores de la pequeña burguesía” (37) una afirmación vaga que corrige rápidamente escribiendo: “El principal apoyo del Klan venía de los obreros no sindicados de las grandes empresas y de las grandes fábricas” (38).

Para volver sobre el tema de las aptitudes socio–políticas de los miembros del Klan, hay pruebas evidentes confirman mi tesis de un estado de espíritu radical. En la primavera de 1924, la revista The Outlook organizó un sondeo sobre las preferencias políticas de sus lectores. 1.139 se declararon a favor del KKK, entre estos 490 eran de origen republicano, 97 demócratas y 552 independientes. 243 de los sondeados que habían respondido a favor del Klan eran mujeres y otros 700 habían indicado su profesión, 290 eran obreros especializados y 115 aprendices, los otros eran empleados de ferrocarriles, campesinos y comerciantes. Y estos sondeados tomaban ampliamente partido –en un porcentaje que iba del 80 à 90 %– por medidas radicales como la nacionalización de los transportes, las ayudas del Estado a los agricultores, un apoyo del precio del trigo por el Estado, igualdad de derechos para las mujeres, el fin del trabajo para los niños, una ley anti–linchamiento, la creación de una oficina federal de ayuda a los parados, ayudas a la educación, nacionalización de las minas, etc.

The Outlook, evidentemente no quedó satisfecho con los resultados del sondeo y caracterizó a los miembros del Klan como individuos “queriendo ir por delante, adeptos del radicalismo y del progresismo”. El Klan declinó rápidamente en los años que siguieron al sondeo y esto dio la razón al editor de The Outlook que precisaba que este sondeo era el único relaizado que daba una idea de la opinión real de los miembros del KKK (42).

Esto permite comprender, por ejemplo, como fue posible para el Klan y el Partido Socialista formar una alianza electoral en 1924 en Milwaukee para hacer elegir a John Kleist, un socialista y un klansman en la Corte Suprema de Wisconsin (43). Robert O. Nesbitt percibió, en el Wisconsin “una tendencia de los socialistas de origen germánico, cuyos rezos se oponían al clero católico, a unirse al Klan” (44). El populista Walter Pierce fue elegido gobernador de Oregón en 1922, por agricultores protestatarios apoyados por el Klam y el Partido Socialista. Los candidatos del Klan prometían reducir los impuestos a la mitad, reducir el coste de las comunicaciones telefónicas y ayudar a los agricultores en peligro (45). Un estudio reciente sobre el Klan de La Grange en Orégon muestra que “jugó un papel importante en el apoyo a los huelguistas” durante la huelga nacional del personal de ferrocarriles en 1922 (46).


De hecho, a pesar de la idea que se tiene actualmente de un KKK contrario a los trabajadores, el Klan era frecuentado por los militantes obreros. Un artículo de agosto de 1923 del World’s Work describió la importante simpatía de los trabajadores de Kansas hacia el Klan durante la huelga nacional de ferroviarios en 1922: “Se precipitan en gran número en las filas del Klan” (47).

Charles Alexander quien escribió la reputada obra The Ku Klux Klan in the Southwest, aunque suscribe la tesis del KKK como estructura anti–obrera confiesa su incapacidad para aportar elementos a favor de esta y admite que no descubrió más que dos casos de enfrentamiento entre el Klan y los sindicalistas (48). Escribiendo sobre Oklahoma, Carter Blue Clark admite que las “violencias contra los Industrial Workers of the World o los grupos de radicales urbanos o rurales eran raros” (49) y si bien censa 68 incidentes violentos en los cuales el Klan toma parte, solamente dos oponen al KKK con sindicalistas o progresistas.

El estudio de Goldberg sobre el Klan en Colorado muestra que “a pesar de que en las huelgas de minero de 1921, 1922 y 1927, el papel de los mineros de origen extranjero fue importante, pero nunca el Klan invocó el peligro rojo”. Durante la huelga dirigida por los Industrial Workers of the World en 1927, el Klan de Canon City formó incluso una alianza con el IWW contra su enemigo común, la élite dirigente (51).

Virgina Durr, que fue uno de los dirigentes del Progressive Party d’Henry Wallace en 1948 se acordaban del Klan de los años veinte en la región de Birmingham: “Los sindicatos estaban hundidos… Así el Ku Klux Klan fue constituido entonces como una especie de sindicato clandestino. Esto puede parecer imposible a los que no lo han vivido y que prefieren decir ‘el Klan está contra los sindicatos’. Pues bien, no, es falso, el Klan los sostenía” (52).

Gerald Dunne descubrió que “el 90% de los sindicados de Birmingham eran además miembros del KKK” (53) y que el Klan en aquel Estado atacaba violentamente a la Alabama Power Company y a la influencia de los bancos, aun haciendo campaña por el control por parte de los ciudadanos de los proyectos del Estado y para el seguro médico gratuito (54).

En los años veinte, la dirección de la United Mine Workers, corrupta e inerte, estaba presidida por el autocrático John L. Lewis. Los miembros del Klan afiliados al sindicato –posteriormente la doble militancia fue prohibida por el sindicato en 1921– formaron una coalición con elementos de izquierda en el congreso de 1924 a fin de luchar por la democracia en el sindicato: “Así los radicales, con la ayuda de los miembros de la Orden de la capucha, intentaron expulsar a Lewis del poder para nombrar responsables locales” (55). Aunque este intento fracasó, “sus partidarios dirigidos por Alexander Howat y apoyados por los miembros del Ku Klux Klan que ejercían un lobbying eficaz sobre la convención, consiguieron llevar en un primer momento a votación sobre la cuestión de Lewis quedando éste en minoría” (56). Aunque los dirigentes de los sindicatos hayan prohibido la adhesión a este, numerosas fuentes muestran que numerosos sindicados eran también miembros del Klan. McDonald y Lynch, por ejemplo, estiman que en 1924, el 80% de los adheridos del Distrito 11 de la UNM (Indiana) eran también miembros del KKK. Un estudio de los votos emitidos en el congreso de 1924 de la UNM va en el mismo sentido. Las zonas donde el KKK era poderoso como Indiana, Illinois y Pensylvania fueron los que dieron más votos opuestos a Lewis (58).


El relato oral de Aaron Barkham, un minero de Virginia Occidental, es una ilustración perfecta del Klan como vehículo de la guerra de clase y de la razón de su denuncia por los dirigentes de la UNM. En razón de su importancia, merece ser citado entero:

Hacia 1929, en el condado de Logan, en Virginia Occidental, los rompehuelgas llegaron con armas de fuego y atacaron las reuniones sindicales. La UNM se hundió rápidamente y se disolvió. No volvió a existir más que en 1949. Algunos mineros se asociaron y formaron un grupo local del Ku Klux Klan.

El Ku Klux Klan era el verdadero dueño de la ciudad. Mantuvo su pleno poder hasta 1932. Mi padre fue uno de los dirigentes hasta su muerte. La empresa fue obligada a llamar al ejército para intentar, en vano, romper al KKK El sindicato y el KKK eran entonces lo mismo.

El superintendente de la mina tuvo la idea de endurecer la disciplina. Fue encerrado con otros diez cuadros superiores en un vagón frigorífico. No los mataron, pero jamás regresaron. En otra ocasión, los klanistas azotaron a un capataz y lo expulsaron del Condado. Le dieron doce horas para abandonarlo con su familia.

La UMW tenía un delegado sindical para la mina, era un jurista. Lo acusaron de traicionar los intereses de los trabajadores y lo cubrieron de pelo y pluma.

El Ku Klux Klan estaba formado para defender a los que querían vivir decentemente, tanto negros como blancos. La mitad del personal de la mira era de raza negra. Los negros ejercían las mismas responsabilidades que los blancos y recibían la misma paga. El pastor de nuestra comunidad era también miembro del Klan. El Klan era la única protección de la que disponían los trabajadores” (59).

¿Por qué los raros estudios de los que se dispone sobre el Klan dan una visión tan diferente de éste? Principalmente porque se han negado a estudiar la base y considerarla como un fenómeno histórico. Naturalmente, no se puede escribir que el Klan de los años veinte estaba exento de intolerancia o de injusticia. Hay algo de realidad en la descripción del Klan como un momento del populismo agrio, de desilusiones fermentadas. Pero es también exacto que cuando numerosos individuos del Sur y del Norte se unieron al KKK, no lo hicieron por salvajismo racista.

El retorno a una relativa prosperidad y las disensiones internas entrañaron el declive del KKK después de 1925. Donald Crownover en su estudio sobre el Klan en el Condado de Lancaster en Pensylvania muestra los vanos esfuerzos realizados para crear estructuras que se opusieran a la prevaricación reinante en la dirección del Imperio Invisible y que entrañó su desaparición y su reducción a una estructura política paródica y caricaturesca (60).

John Zerzan


Notas :

1 – Stanley Frost, The Challenge of the Klan (Nueva York, 1969), pág. 1.

2 – Entre cinco y seis millones es probablemente la estimación más acertada. Morrison y Commager hablan de seis millones en The Growth of the American Republic (New York, 1950), vol. II, pág. 556. Jonathan Daniels piensa que el Klan tuvo 100.000 adheridos en 1921 y 5.000.000 en 1924, en The Time Between the Wars (Garden City, New York, 1966), pág. 108.

3 – Emerson Loucks, The Ku Klux Klan in Pennsylvania : A Study of Nativism (New York, 1936), págs. vi, 1, 198.

4 – Kenneth Jackson, The Ku Klux Klan in the City, 1915–1930 (New York, 1967), pág. xi.

5 – Carl Degler, A Century of the Klans : A Review Article, Journal of Southern History (Noviembre 1965), págs. 442–443.

6 – Jackson,op. cit., pág. 237.

7 – Ibid., pág. 239.

8 – Robert Moats Miller, The Ku Klux Klan, en The Twenties : Change and Continuity, John Braeman, Robert H. Bremner et David brody, ed. (Columbus, 1968), pág. 218.

9 – Robert L. Duffus, How the Ku Klux Klan Sells Hate, World’s Week (June, 1923), pág. 179.

10 – Kathleen M. Blee, Women of the Klan (Berkeley, 1991), pág. 169.

11 – Degler, op. cit., pág. 437.

12 – William Simmons, dirigían el Klan en 1921, testimonia, sin ser desmentido, que los disturbios raciales posteriores a la guerra en Washington, East St Louis y Chicago tuvieron lugar antes que hubiera un solo miembros del Klan en estas ciudades. Véase Hearings Before the Committee on Rules : House of Representatives, Sixty–Seventh Congress (Washington, 1921), pág. 75.

13 – Daniel Snowman, USA : the Twenties to Viet Nam (London, 1968), pág. 37.

14 – Preston W. Slosson, The Great Crusade and After (New York, 1930), pág. 258.

15 – Ver Literary Digest : Quaint Customs and Methods of the KKK (August 5, 1922); A Defense of the Ku Klux Klan (January 20, 1923), especialmente las páginas 18–19; The Klan as the Victim of Mob Violence (September 8, 1923), pág. 12; The Nation : Even the Klan has Rights (December 13, 1922), pág. 654.

16 – Ver de Garin Burbank, Agrarian Radicals and their Opágs.onents : Political Conflicts en Southern Oklahoma, 1910–1924, en Journal of American History (Junio 1971).

17 – Ver Paul M. Angle, Bloody Williamson (New York, 1952), especialmente las páginas 4, 21, 28–29, 137–138.

18 – Ver de Irving Bernstein, The Lean Years : A History of the American Worker, 1920–1933 (Baltimore, 1966), págs. 1–43.

19 – Jackson, op. cit., pág. 239. Akron llegaba en octava posición en las ciudades de los EEUU por el número de adhesiones del KKK.

20 – Ver de Thomas R. Brooks, Toil and Trouble (New York, 1971), pág. 368 y de Jerold S. Auerbach, Labor and Liberty : The LaFolette Committee and the New Deal (Indianapolis, 1966), pág. 38.

21 – Irving Howe y B.J. Widick, The UAW and Walter Reuther (New York, 1949), pág. 9.

22 – John Higham, Strangers in the Land (New York, 1968), págs. 289–290.

23 – Donald A. Crownover, The Ku Klux Klan in Lancaster County, 1923–1924, Journal of the Lancaster County Historical Society (1964, n° 2), pág. 64.

24 – Higham, op. cit., pág. 290.

25 – Sherwood Anderson, Puzzled America (New York, 1935), pág. 114.

26 – Neil Herring, militante progresista de los años 20 en carta al autor, Marzo 25, 1975.

27 – Miller, op. cit., pág. 224.

28 – Frost, op. cit., pág. 270.

29 – Arthur M. Schlesinger, Jr., The Politics of Upheaval (Boston, 1960), pág. 45.

30 – Stanley Frost, Night–Riding Reformers, The Outlook (November 14, 1923); Behind the White Hoods : the Regeneration of Oklahoma, The Outlook (November 21, 1923).


31 – Robert K. Goldberg, Hooded Empire : The Ku Klux Klan in Colorado (Urbana, 1981), pág. 23.

32 – Margaret Sanger, An Autobiography (New York, 1938), págs. 366–367.

33 – Frost, op. cit., pág. 86.

34 – Idem.

35 – Marry H. Herring, The Why of the Klan, The New Republic (February 23, 1923), pág. 289.

36 – John Moffat Mecklin, The Ku Klux Klan : A Study of the American Mind (New York, 1924), pág. 98.

37 – Jackson, op. cit., pág. 240.

38 – Ibid., pág. 241.

39 – Pink Ballots for the Ku Klux Klan, The Outlook (Junio, 25, 1924), págs. 306–307.

40 – Ibid., pág. 306–307.

41 – Ibid., pág. 306.

42 – Ibid., pág. 308.

43 – Jackson, op. cit., pág. 162.

44 – Robert O. Nesbitt, Wisconsin : A History (Madison, 1973), pág. 467.

45 – Georges S. Turnbull, An Oregon Crusader (Portland, 1955), pág. 150. Promises and Lies, Capital Journal (Salem, 31 octubre, 1922).

46 – David H. Horowitz, The Ku Klux Klan in La Grange, Oregon, en The Invisible Empire in the West, ed. Shawn Lay (Urbana, 1992), pág. 195.

47 – Robert L. Duffus, The Ku Klux Klan in the Middle West, World’s Work (August, 1923), pág. 365.

48 – Charles Alexander, The Ku Klux Klan in the Southwest (Louisville, 1965), pág. 25.

49 – Carter Blue Clark, A History of the Ku Klux Klan in Oklahoma. Ph.D. Dissertation (University of Oklahoma, 1976), pág. 115.

50 – Ibid., pág. 147

51 – Goldberg, op. cit., págs. 122, 146.

52 – Virginia Durr, Entrevista con Susan Trasher y Jacques Hall, 13–15 mayo 1975, University of North Carolina Oral History Project.

53 – Gerald T. Dunne, Hogo Black and the Judicial Revolution (New York, 1977), pág. 114.

54 – Ibid., págs. 116, 118, 121.

55 – Cecil Carnes, John L. Lewis (New York, 1936), pág. 116.

56 – Ibid., pág. 114.

57 – David J. McDonald y Edward A. Lynch, Coal and Unionism (Silver Spring, Md, 1939), pág. 161.

58 – United Mine Workers of America, Proceedings of the Twenty–Ninth Consecutive and Sixth Buennal Convention (Indianapolis, 1924), pág. 686.

59 – Studs Terkel, Hard Times (New York, 1970), págs. 229–230.

60 – Crownover, op. cit., págs. 69–70.