lunes, 22 de noviembre de 2021

Campos Hobbit 1977-1981 - Signo de los tiempos ¿Renovación o estación término? (2 de 4) - La psicología de la militancia joven del MSI - Campos Hobbit, intento de definición - 1. ¿Por qué el nombre de Hobbit?

 

La psicología de la militancia joven del MSI

Si tal era el análisis que este sector del MSI realizaba del “movimiento del 77” y los instrumentos que estaban a su disposición (una constelación de nuevas publicaciones y un interés, aparentemente inédito hasta ese momento, por las problemáticas que en ese momento ocupaban el centro del debate social) falta ahora conocer el estado de ánimo de aquel grupo juvenil.

En una República fundada sobre el anti-fascismo, la existencia de un partido como el MSI no podía ser sino marginal, un punto y aparte en la política italiana, con imposibilidad de insertarse completamente en el marco constitucional y destinado a ocupar el papel del “malo de la película” que une al resto de actores protagonistas en su contra. A diferencia del Partido Comunista Italiano que era, a fin de cuentas, uno de los puntales de un régimen nacido y legitimado en buena medida en la Resistencia, de la que fue sin duda componente principal, el MSI había nacido desde fuera de la República (de la mano de los supervivientes del Partido Fascista Republicano) y contra la República (desde las bombas de los grupos neofascistas del os primeros tiempos hasta la solución golpista inconfesada pero real de principios de los 70, la tendencia a destruir la institución era mayoritaria entre la militancia del MSI). Si el MSI consiguió hacerse con un lugar dentro de la política italiana fue por su anticomunismo, necesario contrapeso al papel del PCI en la política italiana.

Pero a partir de la eclosión de la nueva izquierda y del movimiento estudiantil de los 60, el antifascismo se fue haciendo cada vez más y más agresivo. Finalmente, en algunas zonas de Italia ampliamente dominadas por la izquierda, se hizo peligroso incluso ser un simple afiliado de base del MSI o de su organización. El rosario de asesinatos, atentados y agresiones que sufrieron, los militantes del área neo-fascista en aquella época, solamente se explica por la tendencia general de la sociedad italiana a considerar que “el fascista es siempre culpable”. El clima creado por las “masacres” a las que la opinión pública, condicionada por los medios de comunicación y estos por los centros de poder que emitían informaciones canalizadas a través suyo, atribuyeron a los grupos neo-fascistas la responsabilidad en estos hechos y redundaron en una imagen absolutamente negativa de todo ese sector político que, para colmo, también tenía culpas propias. En la espiral de agresiones y episodios violentos que se iniciaron en Italia a mediados de los años 60, pronto fue imposible establecer quién era inocente y quien era culpable. Sin olvidar la existencia de unos servicios de inteligencia y de seguridad que frecuentemente realizaban tareas de pura provocación para favorecer nuevos equilibrios políticos o restablecer situaciones que habían llegado a ser insostenibles.

La militancia neofascista italiana en los años 70 se dividió en segmentos horizontales y verticales: primero por regiones, en el Sur el neofascismo podía actuar con relativa tranquilidad siendo observado por las instituciones que no dudaban en aplicar la normativa antifascista, pero sin sufrir una excesiva presión por parte de la izquierda; en el norte de Italia, sin embargo, la extrema-izquierda activista era ampliamente mayoritaria y había generado un clima de terror que obligaba a los neofascistas a actuar prácticamente en clandestinidad con imposibilidad de realizar tareas habituales de agitación y propaganda. Un simple reparto de panfletos se convertía en esas zonas en una movilización “militar”. En Roma existía un equilibrio de fuerzas con oscilaciones según los barrios.

A esto había que añadir los segmentos verticales: en efecto, además el MSI existían grupos extraparlamentarios que nunca dejaron de existir. A finales de los años 60 y principios de los 70, estos grupos se contaban a docenas: Avanguardia Nazionale, sin duda, era el más importante y orgánicamente el más fuerte, seguido por el Movimento Politico Ordine Nuovo y luego por la Organizazione Lotta di Popolo, pero luego existía una miríada de grupos locales, círculos culturales, librerías, incluso grupos con presencia en determinadas facultades y, por supuesto, las estructuras del MSI que distaban mucho de ser unitarias. Giorgio Almirante se vio, por ejemplo, obligado a fusionar a principios de 1971, Giovane Italia y e Reaggruppamento Giovanile de Studenti e Lavoratori, a los que se sumaron al año siguiente los jóvenes procedentes del Partito Democrático Italiano d’Unione Monarchica y el Comitato Tricolore.

Pero esto no era todo, incluso dentro de todo este laberinto de siglas existían divisiones transversales generalmente causadas por distintas apreciaciones estratégicas. El sector mayoritario y oficialista se limitaba a seguir las instrucciones emanadas de la Secretaría General del MSI, amparadas en las resoluciones adoptadas en sus congresos. Pero estos distaban mucho de ser “democráticos”: abundaban los “delegados de pleno derecho” que no eran elegidos por las bases; la burocracia del partido había desarrollado con el paso de los años (y como ocurría y ocurre en cualquier partido de tipo democrático) una increíble habilidad para movilizar votos en períodos congresuales y falsear desde su posición las correlaciones reales de fuerzas que se daban en la base del partido. Esta práctica había generado hartazgo en las bases juveniles del MSI que cada vez toleraban peor una política casi exclusivamente anticomunista, persistente en un momento de cambios acelerados en la sociedad italiana y mucho más cuando sectores juveniles –como los “indios metropolitanos”- empezaban a realizar un anticomunismo mucho más atractivo y agresivo (véase la ya mencionada expulsión de Luciano Lama de la Universidad de Roma). Era evidente para estos sectores que incluso en el terreno anticomunista había que innovar el discurso.

Luego estaban los sectores activistas divididos inicialmente en dos grandes sectores: los extraparlamentarios y los situados dentro de la disciplina del MSI. Los primeros, reducidos a unos pocos miles en todo el territorio nacional diferían de los otros en la dureza de su anticomunismo. Tenían la costumbre de devolver golpe por golpe y después de la destrucción de la “vía golpista” carecían de proyecto político y su estrategia era, cada vez más, la de mera supervivencia. Pero en el interior del grupo juvenil misino existían distintas afinidades: desde siempre había existido una tendencia “culturalista” que cristalizó en la formación de círculos de estudios locales y provinciales y que aspiraban a recuperar las esencias culturales de los fascismos europeos. Cuando desde Francia llegaron las primeras publicaciones de la Nouvelle Droite (hacia 1970) creció el interés por la “lucha cultural” que algunos utilizaron como excusa para “desengancharse” progresivamente de la “lucha política”. El terreno cultural permitía un campo de actividad más “tranquilo” que el activismo callejero. Pero ni siquiera en este terreno había unidad, sino que más bien, a lo largo de los 70 se produjo una decantación entre los seguidores de la “tradición evoliana” (mayoritaria entre la dirección de los grupos extraparlamentarios y en un sector juvenil del MSI) y la “tradición gentiliana” (racionalista, propia del fascismo mussoliniano y que sintonizaba perfectamente con los análisis de la Nouvelle Droite).  Tras el fallecimiento de Julius Evola en 1973, fue frecuente ver como muchos seguidores de sus orientaciones (que habían constituido el basamento esencial del pensamiento de la derecha neo-fascista italiana hasta finales de los años 60) se retiraban de la lucha política, formaban círculos esotéricos (el grupo de los Dióscuros, por ejemplo) y se desinteresaban por completo por la lucha política amparándose en las tesis expuestas por su maestro en Cabalgar el Tigre, su última obra doctrinal.

Hacia 1975, la penetración de la Nouvelle Droite francesa entre los medios neofascistas ya era suficiente como para que pudieran presentar batalla a los “evolianos”: empezaron a aludir a los “mitos incapacitantes” (la doctrina de las “cuatro eras” según la cual nos encontraríamos ahora en la “edad oscura” en la que solamente quedaba esperar la fatal disolución del ciclo y nada podía hacerse para remontar la pendiente de la decadencia), manifestaron su desconfianza por la vertiente esotérica y, como alternativa, proponían un conocimiento de las filosofías y conocimientos (el nominalismo, la genética, la biología, determinadas corrientes sociológicas, la ecología naciente) con las que juzgaban que se podía dar una respuesta científica al marxismo. A eso le llamaron “retorno a la realidad”. En este sector, el aspecto “romántico” y “tradicional” inherente a la obra de Evola, era sustituido por la “fantasía heroica” mucho menos comprometedora: las obras de Tolkien por un lado, el ciclo de la Guerra de las Galaxias (que recibió comentarios calurosos en las columnas de Linea, la revista de Rauti) e incluso las novelas y poemas escritos veinte años antes por los exponentes de la beat-generation norteamericana: Kerouac, Ginsberg, Ferlingueti, Miller, etc… que por los demás, interesaban también a los “indios metropolitanos”.

Explicar cómo se formó esta corriente es difícil en la medida en la que tiene mucho de personal. Vamos a intentar reconstruirla. A principios de los años 70, el responsable de Giovane Italia de Florencia, Marco Tarchi, publicaba un pequeño boletín ciclostilado modestamente y titulado La Terra dei Avi (La tierra de los abuelos) que fue el modelo para otros muchos boletines similares realizados con periodicidad irregular por los círculos neofascistas próximos al MSI. Se trataba de una publicación ortodoxa en el sentido de que se atenía a los valores y a la línea del partido, pero manifestando un interés creciente por la vertiente cultural. No tenía inconveniente en distribuir el Orientamenti di Evola (opúsculo publicado en los años 50 y que era asumido como paradigma doctrinal neofascista tanto dentro del MSI como fuera y en publicar artículos sobre Drieu La Rochelle o Robert Brasillach. Interesado por la vida de los movimientos neofascistas fuera de Italia, Tarchi contactó con círculos muy diferentes de toda Europa, especialmente parisinos. Fue así como estableció contactos con el sector de Ordre Nouveau (paralelo al MSI) y concretamente con Jack Marchal, situado en el sector de prensa y propaganda del partido y que publicaba lo que constituyó sin duda l primer fanzine neo-fascista: Alternative, vinculado a los jóvenes de Ordre Nouvau y del Grup d’Union et Défense, de carácter estudiantil. Marchal participó en Italia en el congreso de Montesilvano que dio origen al Fronte della Giuventù en 1972, junto a una delegación de Ordre Nouveau.

Pero, Tarchi también conectó con Alain de Benoist y con su círculo (que tenían poco que ver  en lo doctrinal con Marchal ni con Ordre Nouveau, a pesar de que fuera éste quien los conectara). Fue así como, utilizando los mismos grafismos que Alternative, algunos de los cómics publicados por esta revista y el icono de la publicación francesa (la rata negra), Marco Tarchi transformó La Terra dei Avi en La voce della fogna (la voz de las alcantarillas) cuyo primer número apareció en diciembre de 1974. El título era una respuesta a una consigna habitual en la extrema-izquierda de la época, Fascisti carogne tórnate nelle fogne, al igual que el icono de la rata negra: se trataba de transformar el veneno en remedio, transformar lo que inicialmente era un insulto en un signo de identidad y en un desafío.

Se trataba de una revista muy sumaria, estilo fanzine, esto es, revista juvenil, que se autotitulada “giornale diferente” y afirmaba nacer como revista desacralizadora y sarcástica, reinvidicando “nuestro derecho al undergound”. Los artículos, breves y esquemáticos, estaban escritos en un todo deliberadamente burlón, a menudo grosero e irrespetuoso y frecuentemente irónicos hacia los medios evolianos (que respondieron agrediendo físicamente a Tarchi). Particularmente interesante era la rúbrica de cultura titulada “Cuando oigo hablar de Kultur…”, parafraseando la frase tantas veces atribuida a Göring y en realidad extraída de una obra de teatro, “Cuando oigo hablar de cultura, hecho mano a mi revólver”) en la que aparecieron artículos sobre la fantasía heroica y se mencionó por primera vez en un medio neo-fascista italiano a la obra de J. R. R. Tolkien. Se aludía también a los viajes bajo el rótulo On de road (en el camino), titulo de una novela de Jac Kerouac. La revista nunca tuvo más de 16 páginas impresas a offset, en cada una de las cuales era evidente el carácter iconoclasta de sus impulsores. En total se publicaron treinta y un números. La redacción estaba formada por Marco Tarchi, Susana Tre Re, Alfio Krancic, Fabrizio Zani, Jack Marchal, Enrico Tomaselli,

La revista se publicó hasta 1983 con una tirada inicial de 2.000 ejemplares que llegó hasta los 4.500 en los momentos más álgidos. A medida que sus redactores fueron dejando atrás la etapa juvenil se hizo evidente la necesidad de disponer de un órgano más “serio”, especialmente cuando la experiencia de los Campos Hobbit había quedado ya atrás y el propio Tarchi fue expulsado del MSI en 1981. Así nació Diorama Letterario, presentado inicialmente como una revista mensual de información bibliográfica, suplemento de La Voce della Fogna, de menor formato y cuyo logotipo era una caricatura de Nietzsche. Diorama Letterario sobrevivió a la revista matriz y en el momento de escribir estas líneas va ha publicado el número 316.

Vale la pena recalcar la presencia y la importancia de Jack Marchal en todo este proyecto: antiguo militante del Movimiento Occidente, del GUD y de Ordre Nouveau, Marchal alternaba su tarea de diseñador gráfico a la de músico rock; personaje exuberante mas interesado por las manifestaciones culturales de vanguardia que por la política de las organizaciones a las que perteneció (en 1984 ingresó en el Front National, cuando sus afinidades personales seguían orientándose hacia el rock identitario), interesado también por la literatura y el cine, las largas jornadas que pasó junto a Tarchi y a Susana Tre Re en París consiguieron estimular en estos el interés por las actividades alternativas y por la fantasía heroica. Es curioso constatar como la “influencia francesa” penetró en los medios juveniles del MSI a través de la Nouvelle Droite, pero también y sobre todo a través de Jack Marchal.

La facilidad con la que se produjo esta penetración se debía a la predisposición mental de los jóvenes neo-fascistas italianos. La hegemonía cultural de la izquierda le había demostrado que solamente armados con el pensamiento evoliano no estaban en condiciones de afrontar a un enemigo que se especializaba en multitud de frentes. Las páginas que Evola dedicaba a cada una de las ramas del saber y de las sociedad en Cabalgar el tigre no les parecieron suficientes como para contrapesar a todo el arsenal cultural de la izquierda. Y esto les generó un complejo de inferioridad que estuvo presente también en otras formas de neo-fascismo en distinta naciones europeas. Entonces iniciaron un proceso de “imitación” o de seguidismo hacia la izquierda, intentando dar respuestas propias en aquellos terrenos en los que tenían algo que decir de la misma forma que hacía la izquierda. La aparición del “movimiento del 77” aceleró todavía más este proceso.

Pero, al igual que el “movimiento del 77”, este nuevo neo-fascismo juvenil, tenía distintos sectores: si bien es cierto que una parte importante estaba orientada hacia las vertientes culturales y artísticas siendo el equivalente a los “indios metropolitanos”, otra, en cambio, lo estaba hacia el activismo y la lucha armada, como los sectores de la “autonomía obrera” y sus grupos armados (Primalinea, Brigate Rose, etc). Las equivalencias son sorprendentes hasta dar la impresión de que todo lo que aparece en el neo-fascismo es un reflejo especular de lo que ya había aparecido en la extrema-izquierda: los Nuclei d’Azione Rivoluzionaria (NAR) serán el reflejo de las organizaciones terroristas marxistas, La Voce della Fogne querrá ser el referente neo-fascista de Re Nudo, Terza Posizione (nacido al margen del Fronte della Giuventù con antiguos miembros de esta organización, del FUAN universitario, y de grupos extraparlamentarios) tratará de ser lo más parecido a la Autonomia Obrera  y, finalmente los Campos Hobbit intentarán serlo de los Festivali Giovanili Proletari de Parco Lambro. Fotocopias reducidas, pero fotocopias al fin y al cabo.

La intención era insertarse en el debate social, tomar partido por los problemas nuevos de la época, participar en la corriente general cultural que se estaba difundiendo entre la juventud y, en cierta medida, seguir la fórmula “cabalgar el tigre”, es decir, montarse en el lomo de los movimientos más característicos de la época, “el tigre”, para evitar ser devorados por él. En 1975-77, los jóvenes neo-fascistas creían que tenían mucho que decir sobre feminismo, ecología, música, literatura, alternativas, vida comunitaria, etc, y estaban convencidos de que eran las estructuras extremadamente burocratizadas y conservadoras del MSI, por un lado, y los “mitos incapacitantes” por otro, lo que les impedía insertarse en el debate social. Aspiraban a dejar de ser marginados políticos y a homologarse con el resto de tendencias juveniles. Se negaban a ser los eternos parias de la política italiana, señalados con el dedo como delfines de los antiguos combatientes de la República Social, envejecidos y convertidos en eternos golpistas y anticomunistas viscerales. Querían ir mucho más allá de todo esto.

En 1977, en medio de todo este cúmulo de circunstancias que se daban en la sociedad italiana, en el interior del sector juvenil “rautiano” del MSI y respondiendo a las necesidades psicológicas de sus integrantes, todo esto cristalizó en los Campos Hobbit.

Aquellos que habían sido definidos por Marco Tarchi como “exiliados en su propia patria”, querían insertarse en el marco que consideraban propio de la juventud de su tiempo. Había muchas ilusiones y esperanzas en el proyecto y una cierta ignorancia del volumen, nivel y alcance de sus propias posibilidades.


Campos Hobbit, intento de definición

A casi cuarenta años de distancia de la celebración del primer Campo Hobbit resulta difícil explicar cuáles fueron las dimensiones reales de la iniciativa, qué comprendieron, cuál fue su repercusión y cómo influyeron en la evolución del neo-fascismo italiano. Incluso resulta difícil establecer cuántos de estos eventos se realizaron. Por nuestra parte, vamos a aceptar que los Campos Hobbit supusieron una etapa provisional de tránsito de jóvenes del sector “rautiano” del MSI, militantes del partido, a lo que se llamó la Nuova Destra. Orgánicamente es fácil demostrar este proceso. Desde este punto de vista los Campos Hobbit fueron tres:

- 1977 en Montesarchio (Benevento)

- 1978 en Fonte Romana (L’Aquila) y

- 1980 en Castelcamponeschi (L’Aquila)

Hubo otros, e incluso, periódicamente, como veremos, es frecuente ver cómo se convocan nuevos eventos que intentan establecer una continuidad con la iniciativa. Más adelante aludiremos a estas iniciativas. Pero si aceptamos solamente estos tres Campos Hobbit como “los auténticos” es por las aportaciones que se realizaron en cada uno de ellos. De hecho, los tres fueron muy diferentes entre sí.

Ocupémonos, en primer lugar, por el nombre de la convocatoria. Pasaremos luego a los impulsores del proyecto. Finalmente, veremos lo que se pretendía con las convocatorias.

1. ¿Por qué el nombre de Hobbit?

La elección del personaje tolkieniano del Hobbit como icono del “alternativismo” neofascista puede suscitar cierta perplejidad. Los rasgos de la raza de los hobbits, tal como los describe su creador, no son precisamente los que corresponden ni a la estética, ni a la concepción de la vida, que habitualmente se forjaba el neo-fascismo. Bajos, con pies grandes y peludos, amantes del hogar, de fumar en pipa delante del fuego y de contar historias amables rodeados de sus familiares y amigos, la imagen parece sintonizar más con el honesto burgués medio que con jóvenes airados que habían bebido a partes iguales de Nietzsche, del credo resistencialista de la República Social y de las concepciones guerreras transmitidas por Julius Evola. Acaso, lo que atrajo la atención de los neo-fascistas rautianos hacia la figura de los hobbits sea ese fatalismo que les obliga a actuar forzados por el destino, renunciar a su vida cómoda para asumir una misión (la destrucción del anillo del poder) y persistir en ella hasta su cumplimiento. 

Por lo demás, en la saga de El Señor de los Anillos existen otras “razas” y otros personajes que, en buena lógica, deberían ser mucho más atractivos para los jóvenes neofascistas que los extraños, pacíficos y hogareños hobbits: la raza de los elfos, la misma raza de los hombres y Aragorn el rey legítimo, la figura de Gandalf, los caballeros de Rohan, y, desde luego, para las militantes femeninas Arwen y Eowyn, la princesa guerrera (con cuyo nombre estos medios titularon una revista realizada exclusivamente por afiliadas al Fronte della Giuventù).

El conocimiento de la obra de Tolkien llegó al grupo redactor de La Voce della Fogna por diversos caminos. Elémire Zola fue uno de ellos. Zola, escritor, filósofo, medievalista, intelectual tradicionalista en una línea próxima a Evola, era conocido en los ambientes juveniles del MSI. En 1970 escribió una introducción a la primera edición italiana de El Señor de los Anillos que fue muy controvertida por su visible intento de “recuperar” la temática de la novela e incorporarlo a un discurso contra la modernidad. Negaba que fuera solo mero divertimento y la comparaba con las mejores epopeyas clásicas. Decía: “Las fábulas, nos enseña Tolkien, tienen tres rostros, el místico que se refiere a lo sobrenatural, el mágico dirigido a la naturaleza y, finalmente el espejo de vergüenza y piedad que ofrecen al hombre”. La introducción generó una agria polémica en una sociedad como la italiana bajo la hegemonía cultural de la izquierda que  no pasó desapercibida para unos pocos militantes neo-fascistas.

Aquella edición, publicada por Rusconi en 1970 generó un par de artículos laudatorios de dos intelectuales vinculados a la derecha tradicionalista evoliana, Gianfranco de Turris en la revista L’Italiano, en la órbita del MSI y otro escrito por el medievalista Franco Cardini, procedente del mismo sector en uno de los primeros números de la revista Intervento, publicada por Ciarrapico Editor, especializada en libros sobre la historia del fascismo, muchos de ellos escritos originariamente en francés. Ambos artículos suponen una “presentación” de Tolkien en el ambiente juvenil neo-fascista y, al mismo tiempo, un consejo para su lectura.

No fueron muchos –Umberto Croppi, uno de los impulsores de los Campos Hobbit alude apenas a “unos cientos”- pero les renovó su arsenal de lectura: Tolkien tenía la ventaja de ser un autor desconocido en Italia, no podía ser criticado por su pasado, ni por su vinculación a movimientos históricos proscritos por la intelectualidad progresista; así mismo, las ideas que acompañaban sus floridas narraciones se referían a un mundo y a unos valores “tradicionales” muy parecidos a los que exponía Evola en sus obras, pero sin su densidad, ni seriedad, sino revestido por unos episodios novelados que facilitaban su lectura y comprensión. 

Esos cientos de jóvenes abominaban de su presente y de la realidad italiana de la época y se refugiaron en el mundo de la fantasía y la imaginación. Pero los artículos de Cardini y de Turris no llegaron hasta la militancia de base y apenas fueron comentados por unos pocos militantes que consideraron la lectura de Tolkien como una “experiencia individual” carente por completo de un significado político o metapolítico. Fue solamente cuando Marco Tarchi publicó una recensión de la trilogía del Anillo en La Voce della Fogna cuando la obra de Tolkien llegó a la militancia juvenil y se produjo un interés masivo por la temática.

Tal como Umberto Croppi recuerda: “Por primera vez se descubría y “adoptaba” un autor que no tenía nada que ver con los textos sagrados del fascismo, que no escribía ensayos políticos, que no proponía revisiones historiográficas, sino que era un narrador puro. Aquel descubrimiento nos permitió por primera vez sentirnos a todos los efectos como parte de la contemporaneidad, salir de la  diversidad en la que habíamos sido relegados por nuestra pertenencia política. Ya no nos sentíamos diferentes. Cuando Tolkien escribía “Las raíces profundas no se hielan”, para nosotros el sentido de la frase era evidente: redescubríamos la posibilidad de pensar en un universo existencial alternativo fuera de las mitologías del pasado habituales en nuestra área política. Esta toma de conciencia colectiva empezó a producir efectos de manera espontánea cuando cada uno de nosotros empezó a aproximarse a los escenarios tolkienianos: nacieron grupos musicales –como La Compagnia dell’Abello en Padua- asociaciones, círculos culturales –como nuestra Taverna di Brea en Palestrina. En los locales juveniles empezaron a circular posters de Hildebrandt en los que se veía a Gandalf en lugar de los carteles sobre las revueltas anticomunistas. Y de aquí derivó el inicio de la aventura de los Campos Hobbit”.

Dado que comenzar la lectura de Tolkien por la voluminosa trilogía del Anillo era algo excesivo, aquellas individualidades juveniles del Fronte della Giuventù comenzaron con el más discreto Bilbo, el Hobbit y de aquí deriva su interés por esa raza de la Tierra Media.

Campos Hobbit 1977-1981 - Signo de los tiempos ¿Renovación o estación término? (1 de 4)

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