lunes, 28 de septiembre de 2020

"NUEVO REY - NUEVA LEY". ANTE LA SITUACIÓN CRÍTICA FELIPE VI DEBE TOMAR LA INICIATIVA

La actual situación de España está caracterizada por siete contradicciones insuperables que han aparecido en el panorama y que no dejan lugar a dudas sobre la gravedad del momento que estamos viviendo y, lo que es peor, sobre la falta de perspectivas que tenemos por delante. El viejo refrán castellano dice “Nuevo Rey; nueva Ley”. Si Felipe VI quiere desvincularse de la herencia que ha recibido de su padre y de la genética de la rama española de los Borbones (que tocaron fondo con Fernando VII e Isabel II) debe de asumir este refrán como leit-motiv de su reinado. Vayamos primero a las siete contradicciones.

LAS SIETE CONTRADICCIONES PRESENTES
EN UNA SITUACIÓN ENDIABLADA

1) Contradicción entre la monarquía constitucional y el gobierno (lastrado por los republicanos de Podemos, pero que depende de su apoyo).

2) Contradicción entre el Estado Español y las comunidades autónomas que se definen como “naciones” y que aspiran a un Estado propio (Cataluña y en mucha menor medida el País Vasco).

3) Contradicción entre los partidos de centro-derecha y los de centro-izquierda que tiende a mantener la división histórica entre las “dos Españas”.

4) Contradicciones entre el poder central (gobernado por un partido) y los gobiernos autonómicos (gobernados por otros partidos que no son los del gobierno del Estado).

5) Contradicción entre los intereses del “eje franco-alemán” de la Unión Europa y los intereses de la “periferia europea” (en la que se encuentra España).

6) Contradicción entre la “España que trabaja y paga impuestos” y el binomio “España subsidiada por el gobierno parásito”.

7) Contradicción entre los “beneficiarios” de la globalización y del mundialismo y los “damnificados” por estos movimientos económico-culturales.

Las cuatro primeras contradicciones nos parecen demasiado evidentes para explicarlas.

La quinta deriva de la firma de los acuerdos del felipismo con la UE que, por sí mismos, liquidaron nuestra industria pesada y nos reservaron el puesto de geriátrico de Europa, zona de ocio con turismo y hostelería y desarrollo de la construcción: es decir, los sectores con menos “valor añadido”. A esto se unió el que, a los gobiernos posteriores, desde Aznar a Sánchez, se les ha ido tapando la boca con la caridad europea que ha bastado incluso para que, ni siquiera el sector agrícola haya salido beneficiado: se importan cítricos de Israel y del Magreb, mientras el “suelo” de la huerta valenciana está cubierto de naranjas que nadie recoge.

La sexta alude al paso de la “sociedad de los tres tercios” que hemos vivido desde los ochenta hasta la crisis de 2009-2011 (la formada por tres tercios parecidos en número: un tercio que vivía bien, trabajaba, cotizaba a la seguridad social; un segundo tercio que vivía a salto de mata, con períodos prolongados de paro, trabajos eventuales; y un tercer tercio que vivía en la indigencia, de las subvenciones y de la caridad pública), ha ido desapareciendo y hoy se vive lo que podríamos llamar “la sociedad piramidal de tres escalones”: un vértice pequeño formado por el gobierno, sus altos funcionarios, las élites económicas y las grandes fortunas que apenas pagan impuestos; una segunda franja más amplia en la que están todos los que tienen un nómina, mayor o menor, y viven de su trabajo; y una base, cada vez más amplia, de ni-nis, inmigrantes subsidiados, okupas, grupos que aspiran a vivir del salario social y cuyas necesidades se reducen a móvil-internet-fastos-porrito. La contradicción procede de que el grupo intermedio “financia” a todos los demás gracias a que su nómina permite detraer automáticamente impuestos.

En la séptima contradicción incluidos a todos aquellos que viven de la globalización (desde técnicos, propietarios y accionistas de empresas deslocalizadas, financieras, inversores de capital-riesgo, etc.), pero también a los que se alimentan del “mundialismo”, mediante ese régimen de subvenciones milmillonarias que se vierten sobre asociaciones que defienden ideologías de género, asociaciones que promueven los valores de la misma mundialización, la multiculturalidad y el mestizaje: están promoviendo una sociedad “ultra progresista”, que aspira a derribar cualquier resto de sociedad “tradicional”.

Ninguna de estas contradicciones son superables mientras siga la actual ordenación del Estado. Vale más que nos vayamos acostumbrando a que mientras se mantenga la misma situación, nada cambiará.

El problema es que las situaciones de crisis nunca posibilitan enderezamientos, ni “acuerdos nacionales” para planificar y establecer políticas más allá de las promesas electorales. Cuanto más profunda es una crisis y más contradicciones aparecen en el interior de un régimen, más se amplían LAS LÍNEAS DE FRACTURA. El hundimiento, a medio o largo plazo, resulta inevitable.

LA CRISIS DEL COVID-19 COMO
FACTOR DE EXTERIORIZACIÓN DE TODOS LOS PROBLEMAS

A partir de las últimas elecciones coincidieron varios elementos para dar lugar a una “tormenta perfecta”:

- Un vencedor electoral -Sánchez- con rasgos del psicópata de manual, con un ego sobredimensionado y patológico, más que cualquier otro presidente, sin prestigio, autoridad, ni siquiera mayoría parlamentaria, para gobernar.

- Un “Unidas Podemos”, en crisis, con pérdida de votos, con un electorado desmovilizado y con pérdida de impulso interior, consciente de que no tendrá una segunda oportunidad y que si no aportaba los votos parlamentarios que le faltaban a Sánchez para formar gobierno, difícilmente podrían pagar deudas, casoplones, asistentas y tren de vida al que se habían habituado los propietarios de la marca.

- Un centro-derecha fragmentado, con un Ciudadanos en crisis, un PP en pérdida de identidad que dudaba en jugar un papel de centro-derecha o de derecha-derecha, y un Vox que entonces todavía aspiraba a ser un PP(auténtico) y cuyos votos procedían sobre todo de este sector.

- Un nacionalismo catalán que seguía teniendo buenos resultados electorales y una presencia en Madrid superior a sus posibilidades reales en Cataluña y que seguía victimizándose, continuaba sin renunciar a la fantasía independentista y condicionaba su apoyo a Sánchez a cambio de unos euracos de nada y un indulto a los líderes indepes presos y un nuevo referéndum.

- Un nacionalismo vasco, más consciente tras el fracaso indepe catalán, de que no soplan vientos favorables en Europa para nuevas nacioncillas de calderilla y que era mejor preocuparse sólo por seguir manteniendo y mejorando el régimen autonómico actual, pero con una izquierda abertzale crecida por la necesidad que Sánchez tiene de sus votos.

El resultado fue el gobierno PSOE-Podemos… que nacía con la ambición de distraer al personal con reivindicaciones y leyes sobre temas de “palpitante actualidad”, a saber: legislar el “no, es no” y las relaciones de alcoba, dar un paso adelante con la eutanasia, otro más para rectificar la “memoria histórica”, disminuir la presión sobre las drogas, acelerar la llegada de Menas e inmigrantes y dejar que pasaran las semanas y los meses con la “mesa de negociación” paritaria Estado-indepes.cat. Y entonces llegó el Covid-19…

LOS RESULTADOS DE LA NEFASTA ACTUACIÓN
DEL GOBIERNO ANTE LA PANDEMIA

La sanidad estaba en manos de Illa, alguien SIN REMOTA IDEA de cuestiones sanitarias. Hubiera bastado que se aplicase la ley 33/2011, Ley General de Salud Pública. Y, claro está, que, desde el principio, se formara un grupo de expertos que realizaran recomendaciones y estudios previos. En lugar de eso, a partir de enero de 2020, en tertulias de mediodía de TVE1, diversos tertulianos indocumentados sembraban el pánico en la población. El gobierno, no hacía nada: quería que las feminitudas pudieran vociferar el 8 de marzo y que el éxito se rematara en el Día del Orgullo Gay siguiente. Pero una semana después, teníamos el virus encastrado en el país y circulando de norte a sur a velocidad de vértigo.

Y hoy vamos por los 31.000 muertos (o, más bien, entre 50 y 54.000 reales, lo que nos hace el primer país del mundo en número de muertos por 100.000 habitantes), con una segunda ola encima, la economía paralizada y sin perspectivas, y un gobierno:

- que se niega a una auditoría independiente sobre su gestión durante el Covid-19.

- que está aislado de la UE a causa de la presencia de Podemos.

- que desde enero anda perdido, sin hoja de ruta, sin recurrir a expertos.

- que está más preocupado por su permanencia en el poder que por la salud pública.

- que trata de aprovechar en beneficio propio la crisis sanitaria, mucho más que de resolverla.

- que no volverá a recibir subsidios europeos sin la llegada de los “hombres de negro”.

- que no confía más que en la difusión de una vacuna para normalizar la situación.

- que carece por completo de prestigio y autoridad para ser creído o seguido en sus consejos.

- y cuya gestión en todas, absolutamente en todas las fases de la crisis, ha sido caótica, amateur y nefasta.

LO QUE TENEMOS ANTE LA VISTA:
CRISIS ECONÓMICA -> CRISIS SOCIAL -> CRISIS POLÍTICA

Si alguien duda de que tenemos por delante el caos a seis meses vista, mejor que vaya a graduarse la vista. Es mucho más razonable pensar que, con o sin vacuna, esta crisis no se va a resolver en breve. Es más, se va a reproducir el mismo esquema que era fácilmente previsible en 2008:

- primero crisis económica

- después crisis social

- finalmente, crisis política.

En breve volveremos a tener a:

- Seis millones de parados en el horizonte (calculando buena parte de los acogidos a los ERTE que no volverán a recuperar jamás su puesto de trabajo), un 25-30% del pequeño comercio que cerrará para siempre.

- Caos económico motivado, sí, por el Covid-19, pero también y sobre todo, agravado por la particular estructura económica de España como “país de servicios”, con sectores de poco valor añadido como pivotes de la economía, especialmente, el monocultivo turístico. Sin olvidar que, a pesar de la previsión de la banca a la hora de conceder hipotecas, el parón general, ocasionará también convulsiones bancarias (de ahí las fusiones de estos días) y retirada de capitales procedentes de los fondos de inversión (que habían invertido en compra de pisos turísticos).

- Caos social con un sector creciente de la población viviendo de subsidios, con un gobierno que sigue manteniendo -por principio, por convicción y por interés- la puerta abierta a la inmigración, a pesar de saber que son los impuestos de las clases medias, los que van a pagar su estancia en España, con licenciados que escapen hacia otros horizontes más benévolos, con aumento de las patologías por uso y consumo de drogas y tranquilizantes, y, para colmo con una “izquierda marciana” aumentando tensiones con leyes estúpidas, intemperantes, fuera de lugar o, simplemente, inútiles.

- Caos político que se traducirá en un aumento de los votos de Vox y en una mayor polarización del electorado: de un lado las “fuerzas constitucionales” (desde Podemos al PP) y de otros las “fuerzas populistas”, en una situación parecida a la que se ha dado en Francia (a un lado los “republicanos demócratas” y al otro lado Marina Le Pen). Porque, el fracaso de la experiencia de Podemos taponará durante muchas décadas, el que pueda salir otra repuesta “de extrema-izquierda” a la crisis. Podemos ha sido la vacuna.

LA MONARQUÍA,
O PROMUEVE LA “NUEVA LEY” O DESAPARECE

Espero que todo lo anterior haya servido para lanzar una visión bastante realista y poco esperanzadora ante la situación. Nos estamos jugando, no ya el “futuro de España”, sino más bien la existencia misma de España. Y no lo digo porque los independentistas catalanes tengan la más mínima posibilidad de éxito (que no la tienen), sino porque una España encarrilada hacia el precipicio solamente tiene como futuro:

- el ser gobernada por los “hombres de negro” enviados por la UE (la caída de España precipitaría la de toda la zona Euro y el fin de la moneda única, dadas las dimensiones de nuestra economía), y

- el resignarnos a ser un país irrelevante en el que votar solo sirve para elegir los rostros que aparecerán en los telediarios, pero que no tendrán ni peso ni responsabilidad en el gobierno efectivo de la nación.

¿Es posible difundir un programa político alternativo y que, de paso, sea realista ¿en qué sectores podría apoyarse un programa de este tipo? Vamos a intentar responder a esta cuestión.

1. El “poder” es importante. La “Autoridad” lo es más.- Hace falta un gobierno que sea respetado por la población, por TODA la población, no solamente por los que creen que se van a beneficiar de él. Sánchez hoy carece por completo de prestigio y autoridad por mucho que salga en televisión. Si la gente lleva mascarilla por la calle, no se debe a que lo haya prescrito el gobierno, ni siquiera a la eficacia de esta defensa (o, más bien, falta de ella), sino a causa de las multas. Tener “autoridad” quiere decir difundir una consigna y que esta sea seguida por la población; tener, sólo, “poder”, quiere decir que una consigna se sigue por miedo a la coerción. Por tanto, hace falta un GOBIERNO QUE EJERZA EL PODER CON AUTORIDAD.

2.- Un gobierno de salvación nacional.- no una simple coalición para lograr una cómoda mayoría parlamentaria, algo que ya hemos visto demasiadas veces y en lo que Sánchez insiste una y otra vez (con el Frankenstein político formado por indepes.cat, batasunos, podemitas con coleta, moño o gafas, o bien lanzando cables hacia Cs). El horno, ahora sí que no está para bollos, ni para un parche más: nuestra sociedad, nuestra nación, están agonizando y basta salir a la calle para advertirlo. Afrontamos una situación de “máximo riesgo”, como individuos, como sociedad y como nación. Hace falta un gobierno como el que no hemos tenido en décadas y lo llamamos un “gobierno de salvación nacional”, no un simple gobierno de gestión.

LAS TAREAS DE UN GOBIERNO DE SALVACIÓN NACIONAL

Un gobierno de salvación nacional, fundamentalmente, debería abordar cuatro tareas:

1.- Afrontar la lucha contra la pandemia, revisando la gestión del gobierno Sánchez mediante un “comité independiente de investigación”, formado por técnicos y expertos en sanidad, nacionales y extranjeros.

2.- Afrontar una reforma decidida de la economía, planificando y estimulando, el desarrollo de sectores de mayor valor añadido e iniciando el desenganche de la economía de servicios (dependiente de la hostelería y construcción)

3.- Renegociación de los acuerdos con la Unión Europea y denuncia de los firmados por Felipe González en enero de 1986, asumiendo la defensa y promoción de nuestra agricultura y de nuestra ganadería.

4.- Cierre de fronteras con tolerancia cero a la inmigración ilegal, repatriación de todos los Menas que se encuentren en el Estado Español para reunirlos con sus familias en los países de origen, repatriación de inmigrantes que hayan delinquido en nuestro territorio (con pérdida de la ciudadanía española si la han recibido) y de inmigrantes que, desde su llegada en España, no hayan cotizado unos mínimos a la seguridad social.

5.- Reforma de la administración pública estableciendo las titulaciones y las competencias que deben tener todos aquellos que ocupen un cargo público, incluido el de presidente de gobierno y ministros, para evitar que por conveniencias políticas, amiguismo o nepotismo, se nombren altos cargos que lo ignoran todo sobre el sector que les ha sido encomendado. Disminución de los gastos de personal de la administración del Estado, de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos.

6.- Devolución de las competencias de sanidad y educación de las comunidades autónomas a la administración del Estado.

7.- Juicios sumarísimos y castigos ejemplares por responsabilidades en casos de corrupción, malversaciones, mala gestión, de anteriores gobiernos desde el inicio de la democracia, empezando por los errores criminales cometidos en el tratamiento de la pandemia.

LAS VIAS PARA LLEGAR A
UN GOBIERNO DE SALVACIÓN NACIONAL

Es evidente que este no es un “programa electoral”, ni siquiera un programa que para cumplirlo baste el tiempo que dura una legislatura. Es un programa para sanar una enfermedad que se ha vuelto endémica y resolver lo que ya hoy es una CRISIS NACIONAL. Hay solamente dos vías para poner en práctica un programa necesario como éste:

a) La vía “constitucional”, es decir que surgiera del parlamento actualmente elegido, un acuerdo entre todos los partidos que se confundiera con un “gobierno de unidad y salvación nacional”. Pero, dada la fragmentación actual del parlamento, a la vista de las rivalidades, rencillas, desconfianzas y antecedentes de todos los partidos políticos e, incluso, a causa del bajísimo nivel cultural y profesional del actual parlamento, no se nos oculta que una opción así, por adecuada que sea, resulta también inviable.

b) La segunda opción es la “postconstitucional”, es decir, la formación de un gobierno de técnicos y expertos, con participación corporativa de sectores profesionales (jurídicos, sanitarios, defensa, universidades, colegios profesionales) y apoyada, desde la calle, por la sociedad civil, capaz de recuperar el prestigio de la tarea de gobierno, la Autoridad necesaria para el ejercicio del gobierno, lograr nuevos consensos y adoptar medidas mínimas para enderezar la situación y preparar la base de una nueva constitución.

Se podrá achacar a Felipe VI falta de iniciativa, los límites de su reinado son los impuestos por una constitución en la que se mantuvo la figura del Rey simplemente, como elemento decorativo. Con Juan Carlos I, los gobiernos se habituaron a que el Rey firmara y callara. Ahora, todo eso ha terminado: la monarquía juancarlista ha estado ligada íntimamente a la constitución del 78. Nuevo Rey, nueva Ley. El miedo de algunos monárquicos es que la discusión por una nueva constitución, desembocara en un referéndum entre monarquía y república. Y tienen razón: por eso el Rey Felipe VI tiene que entrar en liza y ya no puede quedar como un simple actor pasivo: TIENE QUE TOMAR LA INICIATIVA, a la vista de que los partidos nos han conducido a un callejón sin salida. Felipe VI debe asumir lo que se espera de un Rey:

- que sea el unificador de la Nación, ante partidos e indepes, ante las brechas sociales abiertas o que se abrirán.

- que sea la máxima Autoridad de la Nación, la persona que encarna los valores y la historia de la Nación, en lugar de ser una figura decorativa y un actor pasivo, el ejemplo para la Nación.

- que sea el defensor de la sociedad ante la rapacidad e incapacidad de los partidos políticos, que no opte por la “neutralidad” ante los errores de los partidos, sino que estire de las orejas públicamente a políticos incapaces e inútiles, evidenciados en el fracaso de la gestión pública, y no tenga miedo en dar la patada a los que lo merezcan.

- que tenga asegurado el nivel de vida para él y para sus descendientes, a cambio de ser ejemplo de valores cívicos para la nación,

y velen siempre por el respeto a la ley, la eficiencia en la tarea de gobierno como un centinela custodia una fortaleza.

No creo que un “presidente de la República” se viera libre de las luchas entre partidos, ni mucho menos que haya sido educado desde su infancia para el ejercicio de la más alta institución o que pueda encarnar los valores de la nación durante cinco años. No creo, por tanto, ni siquiera en la “república presidencialista”. Creo que, de la actual crisis solamente puede salirse, aprovechando la ocasión para plantear una reforma constitucional en profundidad que debe ser capitaneada y dirigida desde el Palacio de la Zarzuela (o que puede terminar dirigida contra la monarquía si, como resultado de la crisis política en la que desembocará la crisis social generada por el hundimiento económico, Podemos encuentra un caballo de batalla en la lucha por la República)

Si hoy existe una consigna con fuerza suficiente para enviar al gobierno del petimetre atildado con aspecto de figurín de rebajas y del impresentable con aspecto de porrero que cada mañana tarda más tiempo en arreglarse el moño y elegir pendiente en la oreja que en la higiene diaria, y para evitar que impresentables como estos vuelvan al poder es:

¡VIVA EL REY Y MUERA EL MAL GOBIERNO!