sábado, 26 de enero de 2013

Referendo catalán ¿Honorable u orinable?



Info-krisis.- Recientemente el Parlament de Cataluña se ha superado a sí mismo, y una institución cuya actividad exclusiva ha sido emanar leyes como una churrera que han pasado casi completamente desapercibidas para la población, pero que apenas han servido para justificar los emolumentos de los diputados. Una historia personal: en 1983 denuncié a la Comisión de Derechos Humanos del Parlament de Catalunya el haber sido objeto de malos tratos por parte de los miembros del grupo IV de la Brigada Regional de Información de Barcelona. A fin de cuentas, la citada comisión debía de servir para algo. La única noticia que tuve es que me pedían que nombrara un abogado… Luego nada. Júzguese a partir de ahí la “alta estima” en la que tengo a la institución.

El parlament de Cataluña decidió un buen día que Cataluña era una nación. Apoyaron la iniciativa casi todos, socialistas incluidos. Era evidente que el paso siguiente era la petición de soberanía: si Cataluña es una nación le correspondía, obviamente, la independencia como tal. ¿Y qué mejor para oficializarse como nación que un referéndum en el que pregunte si se quiere o no ser independiente? Provisto de esa lógica de hierro, el parlament ha cometido la semana pasada este último disparate.


El evento ha sido promovido por ERC (tiene prisa en que se convoquen nuevas elecciones intuyendo que su posición mejorará, a pesar de contar con la dirección de menor perfil y entidad que ha tenido esta sigla en toda la democracia), y se ha sumado una siempre despistada Iniciativa per Catalunya Verds, verdadera máquina de perder votos y una CiU resignada a ir donde Oriol Junqueras le quiera le llevar si con eso logra mantenerse ¿año? ¿año y medio? en el poder.

El episodio parlamentario no ha llegado en el mejor momento: lo ha hecho cuando el debate político en toda España –y Cataluña es España hasta en esto– está centrado en la corrupción de la clase política. De hecho, Cataluña es “más” España porque allí la corrupción tiene la misma envergadura que en Andalucía. La diferencia estriba en que mientras en Cataluña es protagonizada por la élite económico-social (las 200 familias que controlan Cataluña desde principios de la era industrial, entonces dedicadas a los telares y hoy volcadas a la especulación sin fronteras) y en Andalucía tiene como protagonistas a socialistas procedentes de las clases medias que quieren asimilarse a la jet-set y demostrar a las generaciones venideras que el paso por el poder les engordó mucho y bien, sacándoles de su mediocridad económica. Por lo demás, se diría que Cataluña y Andalucía son equivalentes en todo y que ambas son las zonas del Estado más parecidas entre sí: tanto en tasa de paro, como en paro juvenil, como en inmigración, y, por supuesto, en corrupción. Quizás la única diferencia sea que la bandera catalana es la tradicional de siempre y la andaluza se la inventó un tipo que pasaba por poeta, se convirtió al islamismo y ahí están las franjas verdes para recordarlo. Una broma, vaya.

En Cataluña se ha contemporizado demasiado con el nacionalismo. Se ha dicho que todo nacionalismo tiene un poso “identitario”. Claro que lo tiene, pero es que el nacionalismo catalán y su consiguiente identidad fue forjada por la alta burguesía catalana del siglo XIX que cuando se sintió lo suficientemente fuerte quiso reivindicar el poder político para sí. Luego, vinieron las recreaciones culturales: que si los castellers (propios de una zona de Cataluña, no de toda Cataluña), que si la sardana (el baile sardo traído a Cataluña por marinos y recuperado por un compositor murciano, Pepe Ventura) y poca cosa más. Se le puso barretina (gorro de los marineros de todo el mediterráneo) y en paz. Así se crea una identidad “nacional”.  

Decir que, todo esto forma una nación” es poco menos que un mal chiste. Y el chiste ha pasado a ser una broma pesada cuando, de ser patrimonio de pequeños grupos nacionalistas y minúsculos grupos independentistas, a ser, por mor de algunas votaciones, “lo oficial” en Cataluña: que si es una nación, que si debe convocar un referéndum para la independencia.

Vayamos a lo esencial: hemos visto como algunos amigos nos decían: “no hay que tener miedo a los referendos, hay que votar… y votar no”. Bien, pero el problema no es ese. Los problemas sobre los que hay que tomar posición son muy anteriores, por este orden:

- ¿Cataluña es una nación? Respuesta: no. Nunca lo ha sido, en la historia Cataluña nunca ha sido independiente.

- ¿Hay una sola identidad en Cataluña? Respuesta: no. En Cataluña hay dos identidades, la identidad catalana y la identidad española. No sólo hay muchos catalanes que nos sentimos españoles, sino que hay muchos nacidos fuera de Cataluña que viven y han construido Cataluña. El nacionalismo catalán ha cometido el mayor pecado histórico: negando que existiera una identidad española en Cataluña, al mismo tiempo ha traído a Cataluña la identidad islámica. Y de esto él y sólo él es el responsable.

- ¿Los catalanes tienen derecho a decidir? Respuesta: no. Cataluña es algo más que los catalanes de una generación en un momento concreto del siglo XXI y dentro de una crisis particularmente grave. Cataluña son todas las generaciones de catalanes que se han sucedido a lo largo de la historia, que han sido y que serán. Y eso no es numéricamente cuantificable. Las naciones nunca se crean por una votación, sino que aparecen por voluntad histórica. Por eso son inapelables y por eso Cataluña nunca ha sido independiente sino que ha sido una parte más de Hispania. Tenemos derecho a decidir sobre lo que afecta a nuestro tiempo, no sobre lo que está por encima de nosotros.

- ¿Es aceptable votar no en el referendo? Respuesta: no. En primer lugar falta saber si el referendo se celebrará (lo cual es altamente improbable y todo induce a pensar que toda la escenificación actual servirá solamente como excusa para acentuar el victimismo nacionalista). En segundo lugar este referéndum es ilegal (según el actual marco constitucional en donde el ámbito de decisión es el “pueblo español” sin existir vía a otras abstracciones) e ilegítimo (por lo ya dicho de que una generación en un momento concreto no tiene derecho a decidir por las que han sido y las que serán). Por tanto, votar no es una pobre opción: de lo que se trata, simplemente, se de denunciar el referéndum como lo que es: un intento de vía de escape del “partido de los ladrones” de Cataluña para aliviar la situación procesal de muchos de los suyos y evitar los procesos que vendrán.

No se trata pues tanto de votar NO como de:

1) denunciar la inconsecuencia del nacionalismo catalán. Cataluña no es una nación.
2) denunciar la ilegalidad e ilegitimidad del referéndum.
3) denunciar a los promotores del referéndum como el “partido de los ladrones” (CiU en concreto y ERC su cómplice) en torno al cual hay que tejer una malla protectora.

Cabría añadir que en una región en la que los medios de comunicación comen de la mano de la generalidad desde hace décadas y en donde la prensa libre es un lujo y, desde luego, una excepción, la información veraz y sin tamiz no llega al ciudadano. En esas condiciones ¿puede pensarse en un reférendum justo? (aún a pesar de que lo más probable sería que el resultado diera la razón a los “españolistas” por alambicada, retorcida y confusa que fuera la pregunta). Sin olvidar que el sistema educativo catalán es, sin duda, uno de los que cosecha peores resultados de toda España y en un ambiente de ignorancia extendida entre la juventud, pedir que voten los menores de 18 años es casi un chiste. Sin olvidar, finalmente, que también se ha hablado de que los inmigrantes tendrán derecho a decidir sobre la independencia o no de Cataluña… siendo que ni son catalanes, ni españoles. Según la Generalitat tiene “derecho a decidir” el futuro de Cataluña aquel que pasaba casualmente por allá… La Generalitat cree que se puede operar con las Comunidades Islámicas de Cataluña como operó con la comunidad andaluza comprando simplemente al peso a justo Molinero…

La sangre no llegará al río y todo quedará en una tormenta en un vaso de agua. Pero las grandes cuestiones que plantea este tema del referéndum exceden con mucho el votar si o no. Y vale la pena plantearlas porque la experiencia demuestra que en las últimas elecciones solamente han experimentado un ascenso notable dos formaciones: ERC y C’s, las que planteaban un discurso más claro: POR CATALUÑA INDEPENDIENTE O POR ESPAÑA UNIDAD. Y aquí no hay lugar ni para “terceras vías”, ni para la ambigüedad, ni para la de cal ni la de arena, ni siquiera para un dribling que ni siquiera estaría al alcance de la pierna de Mesi.

La historia terminará olvidando el nombre del tonto que puso en marcha todo este artificio del referéndum y de la independencia y terminará maldiciendo a los parlamentarios que suscribieron la declaración soberanista como se maldice a lo más desaprensivo y oportunista. Porque cuando Cataluña quiebra por la corrupción, la crisis económica, el casi millón de parados, el millón y medio de inmigrantes y la desertización industrial, el “honorable” Artur Mas se perdía en maximalismos que él es el primero en saber que jamás se concretarán. A todo esto, ¿qué adjetivo le cabe a Mas a la vista de todo esto, el de “muy honorable” o el de muy orinable”? Porque, díganme si todo esto no es para mear, literalmente…

© Ernesto Milà – Infokrisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com