En diciembre de 2024, EMInves reeditó el libro de Constantino Photiades, Vidas de Cagliostro. Ya en la introducción de aquella obra anunciamos la publicación de otras dos para completar una visión del poliédrico y controvertido “Conde de Cagliostro”. Habíamos renovado el interés por este personaje tras la edición de diversos artículos de Arturo Reghini que traducimos por primera vez al castellano y que publicamos con el nombre -también en EMInves- de Escritos sobre masonería, hermetismo y simbolismo. Nos sorprendió que, Reghini, en varios textos, insistiera en la personalidad de Cagliostro (que, para nosotros, hasta aquel momento, era un simple charlatán, sino algo peor). La credibilidad que dábamos a los trabajos de Reghini, nos obligaba a rectificar nuestra primera impresión y tratar de reevaluar la personalidad del “Conde de Cagliostro”.
Nos propusimos publicar tres obras, una, la última -y que aparecerá el breve en esta misma colección- compuesta por escritos del propio Cagliostro para que el lector pudiera hacerse una idea de su doctrina y la juzgara por sí mismo. Las otras dos serían sendas biografías del personaje: una de ellas, escrita con objetividad y provista de una buena construcción interior (las Vidas de Cagliostro de Photiadès) y otra, más en la línea de Reghini, la que el lector tiene en sus manos, El Maestro Desconocido, Cagliostro de Marc Haven.
Cabe decir que esta obra es
favorable -muy favorable- al “Conde de Cagliostro”… Pero se diferencia de otras
en la personalidad de su autor. Marc Haven tenía una buena formación científica
(era doctor en medicina) y no era, en absoluto, un “creyente”, fanático,
iluminado y, en cualquier caso, acrítico.
Las dos obras, la de Haven y
la posterior de Photiadès, son complementarias. Una no anula a la otra:
simplemente muestran las dos caras con que la historia ha tratado al personaje.
Hemos excluido la traducción y edición de obras que, a favor o en contra,
reproducen los aspectos ya conocidos del personaje, críticas poco fundamentadas
o elogios demasiado gratuitos como para ser creíbles. No es que la verdad esté
siempre a medio camino: es que las posiciones extremas, tanto a favor como en
contra -en un tema como éste- ya no son propias de nuestra época.
El libro de Haven tiene como
principal mérito, identificar el origen de la maledicencia que persiguió al
“Conde de Cagliostro” desde su estancia en Londres. Como se sabe, allí tuvo
frecuentes encontronazos con la justicia británica y, de estos problemas,
surgió la versión del Cagliostro (o más bien, Giuseppe Balsamo) marrullero y
estafador. El período londinense de Cagliostro es tratado por Haven con
singular detalle y fue, leyendo esas páginas, cuando nos dimos cuenta de que
esta biografía merecía ser reeditada. En efecto, hace unos años, rescatamos,
tradujimos y prorrogamos una obra publicada en los años 30, sobre La
masonería y la revolución intelectual del siglo XVIII (EMInves,
Barcelona, 2019) de Bernard Faÿ. En esta obra, compuesta por un historiador muy
alejado de las ideas y de los círculos de admiradores de Cagliostro, se
describía a la sociedad británica del XVIII y, especialmente, el nivel de
corrupción de la magistratura y de la sociedad británica de la época. Cuando
hemos leído las vicisitudes de Cagliostro en Londres, hemos recordado
inmediatamente aquellos datos cuidadosamente reunidos por Faÿ. De hecho, el
tránsito de Cagliostro por Londres es la confirmación de que sufrió los
estragos de una sociedad que había perdido cualquier norma moral y en la que la
corrupción había impregnado a todos los sectores de la misma, incluidos los
funcionarios judiciales y policiales. Esto nos confirmó en la “legitimidad” de
la obra de Haven. De no haber conocido, previamente el trabajo de Faÿ, quizás
nos hubieran parecido exageradas las anotaciones de Haven sobre los problemas
que encontró Cagliostro en Londres. Pero, quien, previamente se ha aproximado a
la sociedad inglesa de la época, el testimonio del propio Cagliostro sobre su
estancia allí, parece de una sinceridad sólida e inconmovible. Era un
extranjero, sorprendido, por la falta de honor de las instituciones y de
elementos de distintas clases sociales, de jueces y sherifs, de la
propia justicia británica y de sus funcionarios.
La obra de Faÿ no era
conocida por Photiadès y, por tanto, tenía que aceptar que aquel lugar en el
que se había desarrollado la Primera Revolución Industrial, era un paraíso de
justifica, moral y civilización. Era, en realidad, todo lo contrario.
Claro está que no todo en la
obra que el lector tiene entre sus manos es de la misma claridad y certidumbre.
Su autor evita los viajes de Cagliostro durante su juventud, el período en el
que insiste Photiadès. Tampoco resuelve de manera inapelable, su idea de que el
“Conde de Cagliostro” y “Giuseppe Balsamo” eran dos personalidades diferentes y
que solamente el odio del Rey de Francia y las malas artes del Papa,
consiguieron fusionar. Haven, pasa por alto episodios y datos significativos.
Defiende a la “Condesa de Cagliostro”, a pesar de que Photiadès demuestra que
fue ella la que estuvo en el origen de su detención en Roma, de su juicio y de
su condena final. Por el contrario, Haven se extiende en la extrañeidad del
biografiado en el “asunto del Collar”, aporta muchos más datos que Photiadès en
el tema de los “pupilos” y “palomas” y sobre el sistema iniciático de
Cagliostro, sobre el ritual de la Masonería Egipcia.
Es comprensible, Marc Haven,
muy desengañado, tanto por la masonería como por el ocultismo de su tiempo,
apreció el intento de reforma de Cagliostro con su Rito Egipcio. Otro tanto le
ocurrió a Reghini, unas décadas después. Para ellos, lo que legitima a
Cagliostro, es, sobre todo, su percepción de que los distintos ritos masónicos
e iluministas que habían aparecido en el siglo XVIII, especialmente en el
ámbito alemán, se habían pervertido, cayendo en el terreno de las
supersticiones y en la búsqueda de “fenómenos”. Habían olvidado -y Reghini se
encargó de recordarlo en los pocos meses que sobrevivió a la Segunda Guerra
Mundial- que el fin de la masonería no es el “perfeccionamiento de la
humanidad”, sino, como se había establecido en las “old charges”, el
“perfeccionamiento del ser humano”. Cagliostro, fue, seguramente, el primero
que se dio cuenta de que la masonería se había desviado hacia un camino erróneo
(lo que no implica, por cierto, que el suyo propio fuera el “camino correcto”).
Quiso imprimir un nuevo curso a las logias. Y fracasó de manera inapelable,
como han fracasado todos los que, posteriormente, lo han intentado (desde
Arturo Reghini, a los “masones guenonianos” y a sus logias, en la estela de su
inspirador, René Guénon). Julius Evola, en esta cuestión de la masonería fue
mucho más realista: cuando una organización iniciática se ha pervertido, ya
nada puede rescatarla del reino de la confusión.
Marc Haven -como nosotros
mismos y cualquiera que se haya acercado a la vida de Cagliostro con apertura
de miras- sitúa el énfasis de su exposición biográfica en el procedimiento
adivinatorio con “pupilos” y “palomas”, en sus innegables cualidades como médico
y en los remedios por él ideados, que no eran simples “placebos”, en sus
fondos, en algunos momentos casi ilimitados, en sus experimentos alquímicos en
el laboratorio y, finalmente, en sus “previsiones” o, si se prefiere,
“profecías”. Hay en la vida de Cagliostro elementos que no son reductibles a
simples bufonadas, charlatanerías o engaños para ganarse a los crédulos. Destacarlos
es la tarea que se plantea Haven, además, de liberar al personaje de todas las
cargas de desprestigio, sino de odio, que le rodearon hasta su muerte, a veces
procedentes de gentes que no lo comprendieron, otras originadas por envidias,
algunas por resentimientos personales y, por supuesto, por los enemigos
habituales de la masonería, especialmente por el papado y también por la
monarquía francesa que le atribuyó un protagonismo mucho mayor del que tuvo en
el “asunto del collar”. Haven trata de demostrar en todos estos casos que la
carga de odio y resentimiento contra Cagliostro se asentaba sobre un terreno
muy débil y que las fuentes de toda esa literatura -especialmente en el caso de
la revista editada por Morante en Londres, el Courrier de l’Europe-
estaba pagada por la monarquía francesa.
Haven apenas apunta una idea
que resultó muy perjudicial, para Cagliostro. Tanto en el último tercio del
siglo XVIII como en nuestros días, está muy extendida la idea de que cuando
aludimos a “la masonería”, nos referimos a una organización unitario, homogénea
y jerarquizada extendida por todo el mundo y que obedece a un solo centro
mundial. Idea errónea donde las haya. Nada tan florido e, incluso, divergente,
como las distintas corrientes masónicas. La masonería alemana, por ejemplo, en
el siglo XVIII, era un caladero en el que querían pescar todas las corrientes
ocultistas. La francesa, era un producto de la Ilustración y las “luces”. La
inglesa, una reacción conservadora contra el desorden anterior. Para colmo, en
la época en la que Cagliostro apareció como co-protagonista -completamente
involuntario- del “asunto del collar”, no hacía mucho, había estallado, al otro
lado del Rhin, la “conspiración de los Iluminados" de Adam Weishaupt y las
monarquías (y el papado) se sentían amenazadas por la masonería… Pero Weishaupt
y los suyos, trataban de reclutar miembros entre la masonería, y si se les
puede calificar de alguna manera es de “masones heterodoxos”, cuyo vínculo con
la masonería regular era bastante tenue.
A Cagliostro le pesó
extraordinariamente su afiliación a la masonería. Todas las culpas que se le
atribuían en la época a las logias, recayeron también sobre él. Pero, si hemos
de ser sinceros, lo que no fue nunca, fue un “líder masónico mundial”, ese
“maestro desconocido de la masonería”. Le recibieron en las logias de toda
Europa y parecía conocer bien la temática masónica, pero pretendía algo muy
diferente a la masonería convencional. En aquellos momentos de floración
lujuriosa de “ritos” y “obediencias”, Cagliostro no aspiraba a sumar el suyo al
resto de los existentes. En realidad, su Rito Egipcio rompía verdaderamente con
el resto de los existentes en la época.
La Iglesia no lo supo
entender así, ni el Rey de Francia. Veían a la “masonería” como un todo, sin
percibir matices y, lo que es más importante, sin darse cuenta de que en el
interior de las logias cabía de todo: católicos, ateos, deístas,
indiferentistas, liberales, conservadores, nobles y resentidos sociales… En
este contexto, la idea de Cagliostro de crear una estructura iniciática para el
“perfeccionamiento del ser humano” era algo que quedaba ya muy lejos de las
intenciones del masón medio que se afiliaba a las logias con la esperanza de
mejorar su posición, o bien, entre los más concienciados, con la idea de
sustituir el “antiguo régimen” por otro inspirado en el lema masónico
“libertad, igualdad, fraternidad”. Cagliostro quiso aprovechar su filiación a
la masonería para impulsar su proyecto mágico-hermético, pero sus desgracias
procedieron de su identificación “Cagliostro = masón”. Y con mejor o peor
intención, sus enemigos realizaron un razonamiento lógico perverso: “si
Cagliostro es masón y la masonería es demoníaca, Cagliostro es un agente del
diablo contra la cristiandad”. Otros, paradójicamente, afirmaban que Cagliostro
era “agente de los jesuitas” que intentaban infiltrarse en la masonería para
perderla… Y, sin embargo, hoy, para todo aquel que examine con calma los datos
aportados en esta obra o en la de Photiadès, parece claro que cuando el Papa y
Luis XVI se referían a la masonería, aquel ente al que aludían tenía muy poco
que ver con el Rito Egipcio de Cagliostro.
El libro de Haven es una
defensa apasionada de Cagliostro. Haven cree en los poderes de Cagliostro.
Haven cree que llegó para rectificar los caminos de la masonería. Haven no cree
en la identidad entre Balsamo y Cagliostro (y éste es, seguramente, el punto
más débil de su trabajo). Pero, si vale la pena leer la obra de Haven es para
darse cuenta de que los sujetos excepcionales -y Cagliostro lo era- no son cosa
de un pasado remoto. Han estado presentes hasta el anteayer histórico. Hoy,
cuando sabemos a dónde pueden llegar los medios de comunicación a la hora de
desprestigiar a un personaje, podemos pensar que estas técnicas también
estuvieron presentes en tiempo de Cagliostro. Era, ciertamente, un personaje
incómodo y entra dentro de lo probable que masones regulares de un lado,
católicos devotos de otro, le tuvieran miedo: atentaba contra los principios de
ambos. Y juraron destruirlo. Lo consiguieron. Luego, escritores como Goethe,
los Dumas, más tarde películas (como la protagonizada por Orson Welles en la
que asumía el papel de Balsamo) y finalmente dibujos animados llegados de
Oriente (El castillo de Cagliostro), mantuvieron la confusión sobre el
personaje. Con la traducción al castellano de esta obra queremos servir al
proceso de clarificación que precisa el personaje.
* * *
Cabe decir, ahora, algo
sobre el autor y su entorno.
No existe mucha información
en Internet sobre “Marc Haven”, ni siquiera en francés. Hemos reunido los pocos
datos que constan sobre él. La mayor fuente de informaciones sobre Haven es el
libro de Víctor Émile Michelet, Les compagnons de la hiérophanie, una
especie de catálogo del ocultismo francés del siglo XIX. Muchos de los citados
habían sido amigos del autor en uno u otro momento de su vida y todo ellos
figuraban en las filas de eruditos del ocultismo. Gracias al historiador
romántico y republicano, sabemos que el verdadero nombre de “Marc Haven” era Emmanuel
Marc Henry Lalande. “Marc Haven” sería, pues, su “nombre iniciático”. “Marc” como
el resto del “hombre viejo”, lo que le recordaba su origen; en cuanto a “Haven”
era el concepto que había encontrado en la obra de Apolonio de Tiana, el Nuctemeron,
con el que éste designaba al “espíritu de la dignidad”.
Es fácil intuir como Marc
Haven pasó de la lectura de Apolonio de Tiana a interesarse por la figura de
Cagliostro: en efecto, ambos eran “nobles viajeros”. “La Tierra entera es mía,
me ha sido dada para viajar”, había escrito Apolonio, y también: “La mejor
forma de liberarse de las riquezas es usarlas para servir a la felicidad y a la
virtud de los hombres”, o esta otra: “No le es posible al hombre no cometer
errores: sólo un carácter noble reconoce haberlos cometido”. Seguramente, Haven
había leído la biografía de Apolonio escrita por Filostrato y, en el momento en
el que empezó a interesarse por Cagliostro se dio cuenta de los paralelismos
entre ambas trayectorias. El propio Cagliostro a la inquisitiva pregunta del
tribunal que lo juzgó: “¿Quién sois vos?”, había contestado “Soy un noble
viajero”.
Tampoco se le escapó a Haven
esos enriquecimientos súbitos de Cagliostro y su prodigalidad, tanto a la hora
de curar enfermedades sin remuneración alguna y de realizar obras de caridad. Y
esto contrastaba con la imagen que la Historia nos ha transmitido del personaje:
estafador, charlatán, vividor, falsario… No hay ninguna biografía de Cagliostro
-al menos, ninguna que contenga visos de credibilidad- en la que no aparezca
como médico eficiente, que no se resalte su generosidad y en la que no se aluda
a sus obras de caridad. A la vista de todo esto, Haven debió preguntarse con
cuál de los dos personajes era el “verdadero”:
o bien el descarado, zafio, pendenciero y vividor, “Giuseppe Balsamo”, o
bien el aristocrático, desprendido y caritativo “Conde de Cagliostro”.
La conclusión a la que llega
Haven es que se trataba de dos personajes distintos y que solamente las
necesidades de la Inquisición para justificar su proceso, los resentimientos
que el justo siempre deja detrás de sí entre quienes son conscientes de su
superioridad moral y consideran una afrenta el que se les recuerde su bajeza e
iniquidad, la situación de la época (marcada por la Revolución Francesa y por
las sospechas que generaba la acción masónica entre bastidores), todo ello
contribuyó a que Cagliostro pasara a la historia con la peor de las imágenes.
La obra de Haven, tiende, pues, a restituir el verdadero perfil del personaje.
No hay que olvidar, tampoco,
que Haven, desde muy joven, se había interesado por el hermetismo y la
tradición alquímica. No le cabía la menor duda de que Cagliostro había
ejercitado el “noble arte de la alquimia” en el laboratorio. Menciona varias
transmutaciones de mercurio en plata a los que asistieron personajes de relieve
y a los que no era fácil engañar. Así pues, Cagliostro debía pertenecer a un
“círculo de hermetistas” de no se sabe dónde. Porque, a fin de cuentas, en
todos los “nobles viajeros” existe esa aura de misterio: nunca se sabe, ni su
origen, ni su nombra verdadero, ni su edad. Sólo se sabe que, allí por donde
pasan, tratan de hacer el bien. Era inevitable, para Haven, incluir entre los
“nobles viajeros” a lo Rosacruces y ver en Cagliostro a uno de los “maestros
ocultos” de esa hermandad.
A partir de todo esto,
¿puede extrañar que dedicara dos de sus mejores obras a la figura de
Cagliostro? La biografía que prologamos ahora cubre todo el período desde en el
momento en el que Cagliostro aparece como tal en la historia, hasta su muerte
en la fortaleza de San Leo. La segunda obra, fue la recopilación de documentos
y escritos (que tenemos intención de traducir y publicar en los próximos meses)
entre los cuales destaca L'Évangile de Cagliostro.
Haven-Lalande había nacido
en Nancy el 24 de diciembre de 1868. Era un tipo austero, físicamente delgado,
con barba, atraído por la ciencia, pero también por lo fantástico,
extremadamente intuitivo, erudito, deportista (practicaba el alpinismo y se
sentía en las montañas -en especial en los Alpes- como en su propia casa).
Durante su infancia y juventud viajó por toda Francia, allí donde los distintos
destinos de su padre, llevaban a toda la familia. Ya instalado en París, fue un
buen alumno de Medicina y alternó sus horas dedicadas al estudio con su
participación en animadas tertulias.
En 1891, junto con un amigo,
llegó a la Librairie du Merveilleux, de Lucien Chamuel quien, en torno suyo
había creado un círculo de estudiosos del hermetismo. Haven se introdujo en él.
Allí conoció al doctor Gérard d’Encausse, alias Papus, cuya obra estudió. Éste
le presentó a Stanislas de Guaita, fundador de la Orden Cabalística de la Rosa
Cruz. A diferencia de los grupos “ocultistas” posteriores, estas organizaciones
y grupos, si bien estaban abiertos a todos los “buscadores”, prestaban especial
atención a aquellos que estaban dotados de determinadas características
“espirituales”: una intuición superior a la normal, una alta capacidad
intelectual, un fino espíritu para discriminar realidad y posibilidad, de
fantasía y alucinación, y, sobre todo, haber iniciado una “búsqueda
espiritual”, tanto mediante en estudio como a través de la práctica.
Estas características se
mantendrían en las décadas siguientes en este tipo de hermandades y, que nos
conste, el Grupo de Ur, fue el último “círculo de estudios” que las practicó y
exigió a sus miembros. Este dato es importante porque nos lleva de Cagliostro a
Marc Haven y de Marc Haven a Arturo Reghini. Como se sabe, Reghini fue, junto
con Julius Evola y Guido de Giorgio, el fundador del Grupo de Ur. En este
círculo, fundado en la segunda mitad de los años 20 del siglo pasado, teoría y
práctica, marchaban junto. Lamentablemente, los miembros del grupo que
aspiraban a mantener con vida la francmasonería prohibida por el régimen
fascista, se enfrentaron a los demás miembros poco o nada favorables a la
masonería. El resultado fue la ruptura del grupo. Reghini encabezó a la
fracción masónica y sus trabajos para rescatar la figura de Cagliostro fueron
notorios tanto antes como después de la experiencia de “Ur”. Fue, precisamente,
la lectura de la obra de Haven, la que inspiró a Reghini su búsqueda
particular. En tanto que masón, y consciente de que el Gran Oriente italiano
había caído a lo largo de su historia, en sucesivas desviaciones, vio en el proyecto
regenerador de la masonería elaborado por Cagliostro con su Rito Egipcio, la
posibilidad de rectificar los rumbos erróneos.
Al acabar la carrera en
1886, Haven realizó su doctorado sobre Arnaldo da Vilanova, en tanto que médico
y alquimista. No ejerció la carrera durante varios años, ocupado por otros
proyectos y, sobre todo por su “construcción interior” mediante la meditación y
el estudio. Ya, por entonces, en el cerebro de Haven había nacido el interés
por Cagliostro y, especialmente, por su Rito Egipcio. El propio Haven se había
afiliado a la masonería y al Rito de Misraim, junto con otros ocultistas de su
tiempo. Por entonces ya había adquirido un conocimiento profundo de la ora de Jacob
Boheme, la cábala y la mística medieval, pero había alcanzado también un
conocimiento profundo de otras tradiciones más remotas: de la India védica al
Egipto de los faraones, de la filosofía presocrática a la escuela de Alejandría
y de la gnosis cristiana de los primeros siglos, al rosacrucianismo y al
neoplatonismo renacentista.
Orgánicamente, Haven y el
pequeño grupo de amigos que lo rodeaban, habían evitado pertenecer a los grupos
ocultistas de moda en aquellos tiempos. Eran espíritus libres, sin embargo, en
el curso de sus búsquedas, se habían aproximado al martinismo, aun reconociendo
que se trataba de una organización muy débil y poco implantada. Así que, si
querían disponer de una organización ya estructurada que fuera capaz de
constituir una caja de resonancia para sus experiencias, se vieron obligados a
pensar en la masonería, tal como había hecho Cagliostro un siglo antes. Y
dentro de la masonería, optaron por el Orden Oriental de Misraim que se
presenta como la depositaria de la “alta iniciación” En París existía una Gran
Logia Misrainita, fundada por la fusión de tres logios del rito que habían
caído en la decadencia y debieron unirse para evitar su desaparición. El
proyecto era muy similar al del Rito Egipcio: regenerar a la masonería y, con
ella, a sus miembros, para lo cual era necesario introducir una estricta
práctica personal, junto al simbolismo originario y a un desinterés por los
asuntos mundanos (que tanto preocupaban a la masonería francesa durante ese
período.
Casi siguiendo el periplo de
Cagliostro, Haven residió durante un tiempo en Lyon, la capital francesa del
ocultismo, en donde conoció al “Maître Philippe” que se convertiría en su guía
espiritual y, de paso, en su suegro. En efecto, el 2 de septiembre de 1897,
Marc Haven se casó con la hija del Maître Philippe y ejerció la medicina. Para
éste, Cagliostro era una inspiración. Siete años después, su esposa murió y al
poco tiempo, también se extinguió la vida de su suegro. Por entonces -eran
1905- ya había cortado cualquier vínculo con estructuras ocultistas
organizadas. Tras la muerte del Maître Philippe, se había convertido en un
buscador solitario. Y fue en este período en el que aparecieron sus obras sobre
Cagliostro. En 1912 publicó el libro que ahora el lector tiene entre sus manos:
Le Maître Inconnu: Cagliostro. Étude historique et critique sur la
Haute Magie (París, Dorbon, 1912, gran in-8° con 330 págs).
Se volvió a casar, ahora con
Marie Olga Chestakoff que se convertiría en compañera intelectual y emocional
hasta su muerte. Se trasladó a Niza en donde abrió una clínica radiológica,
hasta que, en 1924, con la salud ya muy quebrantada, ya jubilado, se instaló en
la banlieu parisina. Allí lo visitó Chamuel, su amigo de juventud, de quien
proceden los últimos testimonios sobre Haven.
Murió el 31 de agosto de
1926 en París. Su compañera Marie Lalande hizo trasladar sus restos al
cementerio de Lyon, donde reposaban los cuerpos de Maître Philippe y de su
primera esposa Victoire.
Barcelona, 18 de febrero de
2025
INDICE DE LA OBRA
Introducción del editor
Cagliostro y Marc Haven, vidas paralelas
INTRODUCCIÓN Cagliostro y
la Alta Magia
PREFACIO
CAPÍTULO I Primeros
viajes — El aventurero
CAPÍTULO II Retrato — El
impostor
CAPÍTULO III Londres,
primera estancia — El estafador
CAPÍTULO IV Rusia — El
hechicero
Mitau - San Petersburgo - Varsovia
CAPÍTULO V Estrasburgo —
El empirista
CAPÍTULO VI Lyon — El
charlatán
Masonería egipcia
CAPÍTULO VII París — El
falso profeta
CAPÍTULO VIII Londres,
segunda estancia — El explotador de la credulidad
CAPÍTULO IX Suiza y Roma
— El profanador del único culto verdadero
Suiza — Basilea y Biel
Rovereto – Trento - Roma
CAPÍTULO X Observaciones
sobre la vida y la muerte de Cagliostro.
El espíritu de las tinieblas
CAPÍTULO XI Giuseppe
Balsamo y el Conde de Cagliostro
Epílogo: El maestro
desconocido
CARACTERÍSTICAS
Tamaño 15 x 23
Páginas: 386
Impreso en papel blanco
de 80 grs.
Cubierta en cuatricomía
Previo de Venta al público:
32,24 €
Compra en Amazon: EL
MAESTRO DESCONOCIDO
Pedidos EMInves:
eminves@gmail.com
