lunes, 24 de julio de 2023

ESPAÑA SIN REMEDIO: ANÁLISIS DE LOS RESULTADOS Y LO QUE IMPLICA EL 23-J

Las encuestas, preveían una victoria del PP que gobernaría con apoyo de Vox. Solamente el CIS seguía insistiendo en una victoria socialista… Ni una sola encuesta dio en el blanco, porque no habían previsto el factor “Perro Sánchez”. Sánchez no es un tipo común y corriente, convocando elecciones en plena canícula, con temperaturas próximas (o superiores) a los 40º, sabía que los votantes menos convencidos de ir a las urnas, o estarían de vacaciones y no se preocuparían del engorroso voto por correo, o preferirían estar a la sombra o bajo un aire acondicionado antes que cruzas 200 o 300 metros para votar a una opción en la que no creían. A este grupo pertenecían mayoritariamente “los centristas” que habían votado en otra época a Ciudadanos y que ahora se inclinaban con poco convencimiento por el PP.

Entre eso, una retahíla de mentiras, de falsas promesas, a lo que hay que añadir una campaña poco agresiva, absolutamente ecléctica y un candidato del PP con el mismo carisma que un bloque de corchopán, el resultado ha sido el que ha sido y no el que hubiera podido ser. Pero así es el “juego democrático” y así hay que tomárselo: como uno de esos chistes largos malos-malísimos e interminables que, al concluir, ni siquiera hacen gracia.

Vamos a intentar explicar e interpretar lo que pasó ayer y cómo se llegó al peor resultado electoral que podía darse.

PP, VICTORIA PÍRRICA, ¿PENSAR EN EL POST-FEIJÓO?

Con una campaña gris, en la creencia de que el tirón obtenido en las elecciones municipales y autonómicas, convencidos de que era mejor “no moverse” (ausencia de Feijóo del “debate a tres” prelectoral), desmovilizados por la sensación de victoria, el PP no logró trasladar el entusiasmo a la opinión pública. Si bien en el “cara a cara” quedó por delante de Perro Sánchez, lo cierto es que la campaña pepera distó mucho de galvanizar a su propio electorado. Para colmo, la renuncia a los réditos de las elecciones municipales y autonómicas se inicio con las declaraciones de la Guardiola en Extremadura asumiendo las banderas LGBTIQ+, demostrando que la “derecha progresista” de Casado todavía tenía residuos en el PP. A partir de ahí, el crédito obtenido quedó dilapidado: supimos que había todavía “derecha progre” en el PP.

Las limitaciones y las ambigüedades del candidato eran evidentes desde el principio: una cosa es “gobernar en Galicia” (en Galicia, desde el período de Fraga Iribarne, el poder “se hereda”, no se conquista) y otro muy diferente, tener el carisma y la preparación suficientes como para hacerlo en todo el Estado. Además, algunas limitaciones del candidato popular habían quedado muy claras tiempo atrás (aquella sugerencia encolerizada durante la pandemia de que había que vacunar “obligatoriamente”, nos resulta inolvidable y definitoria, de la misma forma que el coquetear con el PP, incluso un mes antes de las elecciones que, era, sobre todo, un autoengaño). Reemplazar a Casado no tenía ningún mérito: si Feijóo es “el gris”, Casado era “azul, entre cerúleo y verdoso”. De lo único que podía alardear Feijóo era de tener una pinta de “señor serio” … y eso en España, en donde la seriedad es sinónimo de tristeza. No era el candidato más adecuado. Pero ¿quién podía serlo? No había mucho más donde elegir.

Estaba, naturalmente, la Ayuso; pero ésta era consciente de que le falta experiencia y rodaje. ¿Pensará lo mismo hoy? Los resultados de ayer permiten pensar que el “período Feijóo está caducado”. Incluso si se convocan nuevas elecciones, es lícito pensar que Díaz Ayuso podría competir con Feijóo en las primarias. O pensar en hacerlo. En cualquier caso, que nadie piense que Feijóo tiene su poltrona atada y bien atada.

El dilema en los próximos años va a ser para la derecha optar entre la que aspira a ser “la Meloni española” o “Feijóo el gris”. Y si la derecha-derecha es consciente de por qué en estas elecciones no ha conseguido llegar a la mayoría absoluta, deberá establecer sus prioridades y conclusiones: reconocer, por ejemplo, que estamos en la nueva época de la “política de bloques” y optimizar las posibilidades que le da la Ley d’Hont de presentarse unida en las próximas elecciones. Y, me temo que eso solamente lo conseguiría una nueva formación de derechas que surgiera de la convergencia entre Vox y un PP dirigido por Díaz Ayuso.


PSOE, DULCE DERROTA. SÁNCHEZ CUATRO AÑOS MÁS

Perro Sánchez, claro está, ha sido derrotado en las urnas: ha perdido escaños y votos. No le ha ido peor porque, como en aquel cuento de Calderón de la Barca (Cuentan de un sabio que un día, tan pobre y mísero estaba, que sólo se sustentaba de unas hierbas que cogía. ¿Habrá otro, entre sí decía, más pobre y triste que yo?; y cuando el rostro volvió halló la respuesta, viendo que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó), a otros les ha ido peor aún: a los indepes, por ejemplo, que en Cataluña se han convertido de ser “tigres de papel” en “peluches”. La victoria del PSOE debe mucho a Cataluña y, mucho más aún, al fracaso independentista y a los malos resultados de Sumar.

Entre eso y las trapacerías de Perro Sánchez, ha logrado paliar la derrota y conservar su hegemonía dentro del PSOE. Parece difícil que ninguno de los barones se la disputen a pesar de los resultados. Para los que habían dudado de él, ahora vuelve a ser el “muchacho maravillas”. Ha entendido, mejor que nadie, que basta con mentir con desparpajo, falsear datos, convocar elecciones en momentos climáticos adecuados y no importarle el que la abstención haya llegado al 30%.

El problema es que la “fascinación” de Sánchez va mermando. Todos, incluso dentro de su partido, son conscientes de que su electorado ha ido cambiando (hoy solo le queda al PSOE el voto cerril que toda la vida ha votado esa sigla y que, incluso, es posible que ignore la existencia de otras, unido a sus “nuevos electores”: inmigrantes recién naturalizados, profesionales universitarios progresistas, funcionarios de ONGs y de chiringuitos subsidiados y, finalmente, contratados a dedo y convertidos en funcionarios; eso es todo) y de que la situación del país no es buena: todos sabemos que el déficit no puede ir aumentando indefinidamente, ni que puede gravarse a la clase media cada vez con más impuestos; y si Sánchez quiere seguir gobernando al frente de un Frankenstein II, hay líneas rojas que no se le perdonarán jamás (especialmente, las concesiones hacia los independentistas agónicos).

Pero, el problema es que, dentro del PSOE y con estos resultados, no hay sustituto posible: nadie se atreverá a presentar batalla a Sánchez dentro del partido. Y ahí estará, al frente del PSOE durante cuatro años más. Conociendo la personalidad sicopática de Sánchez, ahora le toca la vendetta contra quienes dudaron de él tras las elecciones municipales y autonómicas. Hará todo lo posible por seguir siendo presidente del gobierno y no tendrá inconveniente en acceder a referendos independentistas en Cataluña, en el País Vasco y allí donde se lo pidan. Su razonamiento será muy simple: “¿Por qué negarse a conceder referendos que serán perdidos por los indepes…?” (y en esto tiene razón: los indepes están en estos momentos quieren sobre todo referendos, aunque sea para “votar y perder”. Gatopardismo en acción: mover algo para que no cambie nada y el poder siga en sus manos.

INDEPENDENTISTAS: HUNDIDOS, PERO CON MÁS POSIBILIDADES QUE NUNCA

Los independentistas catalanes, a fecha de hoy, no representan más del 30% del electorado que ha acudido a las urnas. Esto implica que, apenas suponen entre una quinta y una cuarta parte del electorado. Las expectativas puestas en el “procés”, galvanizaron el voto independentista. Pero el mal cálculo realizado por todos los partidos indepes, así como el desenlace final del “procés”, una tragicomedia, fueron desmovilizando la voluntad independentista, más y más, hasta llegar al redimensionamiento actual: en Cataluña, apenas el 35% de la población se expresa habitualmente en catalán, eso implicaba que ese era el “techo” electoral del independentismo en condiciones normales.  

A partir del final del “procés”, lo único que quedaba era asistir al baile intercambio de votos menguante entre formaciones indepes: las anteriores elecciones generales ya mostraron esa tendencia, ahora confirmada. El independentismo catalán muere. Pero las simetrías electorales hacen que siga presente -como nunca- en la política española.

Por otra parte, el voto independentista decepcionado ha ido a parar al PSC. Eso es lo que explica su éxito y no la actividad, muy mediocre, del propio PSC. Los votos del independentismo en putrefacción han nutrido la candidatura socialista.

En el País Vasco las cosas son parecidas. Los indepes vascos ya tuvieron su “Plan Ibarretxe” que dio que hablar durante años, para luego desaparecer tras una votación en el parlamento del Estado. Durante años, los indepes vascos han querido “cerrar las heridas de los años de plomo”… lo que equivalía a decir que todos los presos de ETA debían ser liberados y que no deberían de celebrarse más juicios por atentados terroristas pasados. Ahora bien, en la actualidad, estamos en un momento en el que esta temática empieza a ser residual (todos los “presos vascos” ya están en cárceles vascas, beneficiándose de terceros grados).

Lo cierto es que, en el País Vasco, la situación ha sido bastante parecida: los socialistas han quedado por delante del PNV y de Bildu, muy por delante del PP y de Sumar. Pero lo significativo es el “sorpaso” de Bildu al PNV gracias al escaño logrado por Navarra. ¿Hasta cuándo el PNV se va a negar a reconocer que es un simple partido de derechas?

Lo paradójico es que las concesiones de Sánchez a los independentistas catalanes (indultos) y vascos (libertad presos) no se han traducido en un avance de unos y de otros, sino en un reforzamiento del presidente. A cambio de estas concesiones, los independentistas han apoyado sistemáticamente a Sánchez durante cuatro años. Eso es lo que ha provocado dos fenómenos: desmovilización del voto independentista y trasvase de votos del independentismo al socialismo.

VOX, NO ERA SU HORA, NI QUIZÁS SU SIGLA

La dirección de Vox esperaba la merma de votos. Estaba claro que buena parte del electorado de la derecha iba a decidirse por el “voto útil”, esto es, por depositar la papeleta del PP. Pero el objetivo de Vox se ha cumplido: mantenerse como “tercera fuerza” parlamentaria. Bien, los resultados están en la lógica de la coyuntura actual, pero hay que reflexionar sobre lo objetivo y lo perdido: se han conservado los muebles, pero están hoy más alejados que ayer de tocar las mieles del poder.

¿Qué ha ocurrido en la derecha? Algo muy simple: la duplicidad de candidaturas especialmente en provincias pequeñas y la particular ley d’Hont del sistema español, hace que miles de votos se desperdicien y no tengan representación de ningún tipo. Otra cosa hubiera sido si en lugar de dos candidaturas hubiera existido una, una coalición, por ejemplo. En ese caso, ya no hubiera habido “restos” perdidos. De haber operado así, la derecha hubiera obtenido los escaños suficientes para llegar a la mayoría de gobierno.

El plan de Vox, hasta ayer, consistía en tratar de participar en un gobierno de coalición del bloque de las derechas, o, como mínimo, vender caro su apoyo a Feijóo, esperar cuatro años, ver como Feijóo se quemaba en la tarea de gobierno y esperar a las elecciones 2027 para igualar o superar al PP y forzar un gobierno de la derecha entre dos fuerzas prácticamente iguales. Pues bien, este proyecto, hoy, ya no es válido.

Vox solamente tiene dos posibilidades: o bien, torpedear al PP tratando de ganar cuota electoral a costa de este partido, o bien tender a candidaturas de coalición o a la creación de un nuevo partido que supondría una reconstitución de la unidad de la derecha similar a la que existió durante el período aznarista.

A diferencia de otras opciones populistas europeas, Vox tiene todavía problemas internos: en especial los “grupos de presión” (habitualmente sectas religiosas) que operan en su interior, luego tiene que elegir su electorado y sus temas estrella y procurar que estos refuercen su electorado (aumentando su “giro social” en dirección a convertirse en hegemónico entre lo que queda de “clase obrera blanca”, mostrándose como portaestandartes contra la Agenda 2030). Y, finalmente, tiene que procurar que sus rostros visibles estén a la altura, tanto en los ayuntamientos como en las comunidades, como en las autonomías (que no siempre lo están).

Vox ha salvado los muebles, pero nada más que los muebles. Sobrevivirá, pero muchas cosas deberán cambiar en los próximos cuatro años, para que pueda remontar. Y, sobre todo, su gran problema sería la convocatoria de nuevas elecciones sin llegar a acuerdos con el PP especialmente en provincias pequeñas. Y, obviamente, el PP estaría mucho más cómodo “sin enemigos a la derecha”, tal como predicaba Fraga en la línea con los conservadores de la restauración.

La buena noticia para Vox es que Macarena Olona no volverá a levantar cabeza en política con sus apenas 6.000 votos.

SUMAR, CUANDO BARBI RESTA

Sumar puede también darse con un canto en los dientes. Ha quedado disminuido, ha perdido escaños y votos. No ha “sumado”, sino todo lo contrario. Lo que Yolanda Díaz tiene detrás no es un partido, ni siquiera una coalición, sino, más bien una reconfederación de confederaciones, cada una de las cuales, en sí misma, es un mosaico que recuerda al “trencadís” de la arquitectura gaudiniana. Con esos mimbres, el resultado obtenido es casi milagroso…

Podemos no ha desaparecido del todo, ha obtenido 9 diputados, pero la merma de votos y de diputados, pesará como una losa en la coalición. Y, además, ahora quedará el problema de repartir los ingresos dados por el Estado por votos y escaños. El proyecto de Sumar ha tocado techo: no da más de sí, como Podemos es también cosa del pasado. Parece difícil que una “reconfederación” de este tipo pueda consolidarse, especialmente en el clima de derrota que la ha acompañado desde el inicio de la campaña electoral.

Parece probable que lo que ya preveíamos hace unos meses, la incorporación de Yolanda Díaz y de algunos de sus acompañantes al PSOE, se acelere. A fin de cuentas, desde la transición, el papel histórico de los militantes del PCE es terminar llamando a la puerta del PSOE.

Yolanda Díaz ha sido amamantada por Perro Sánchez. Ha sido propulsada por él. La ha alimentado. La ha convertido en vicepresidenta del gobierno. La ha apoyado en el famoso “debate a tres”. Nada de todo esto, ha servido para convertir a Sumar en una realidad electoral con futuro. El “voto útil” de la izquierda ha ido a parar al PSOE. Por otra parte, los programas de Sumar y del PSOE no eran muy diferentes.

Seamos claros: a la izquierda del PSOE lo que existe en un batiburrillo de grupitos que pueden pesar a nivel local, pero que son inarticulables, heterogéneos y sectarios a nivel nacional. Yolanda Díaz ha tratado de convertir este mundillo en una opción política a nivel nacional que sustituyera a Podemos. No lo ha conseguido. Fin de la historia.

LAS CINCO OPCIONES A PARTIR DE AHORA, DE MENOS A MAS

Tras este repaso, solamente queda tratar de intuir lo que va a ocurrir en las semanas sucesivas. No hay muchas posibilidades, pero las hemos ordenado de MENOS a MAS probables:

1) GOBIERNO DE LA DERECHA EN MINORÍA

Quienes decían que debería gobernar el “partido con más votos y diputados” (el PP), ahora les tocaría cumplir, dejando gobernar al PP en solitario. Parece muy improbable porque la “generosidad” no es la característica que adorne a los partidos políticos españoles.

2) GOBIERNO DE LA DERECHA MEDIANTE “TAMAYAZO”

Cabría la posibilidad de que, dada la proximidad del PP absoluta (junto a Vox), los diputados que le faltaran surgieran… de descontentos del PSOE. Bastaría con que apenas cinco diputados díscolos revalidaran la “maniobra Tamayo” en Madrid en 2003, para inclinar la balanza. Problema: Sánchez, previendo esta posibilidad, ha colocado a sus leales en los primeros puestos en las listas electorales.

3) GRAN COALICIÓN

Teniendo en cuenta que PP y PSOE tienen, sumados 258 diputados lo que, prácticamente supondría casi un 75% necesario para acometer reformas constitucionales necesarias e inaplazables. Una gran colación -bien vista por la UE- daría al país estabilidad necesaria y confianza del empresariado. Pero, en la práctica es una solución querida por Feijóo, pero rechazada de plano por Sánchez. Solamente un movimiento interno de sus barones -debilitados por los resultados de ayer- podría abundar en esa dirección.

4) GOBIERNO FRANKENSTEIN II

La suma de los propios diputados, de los de Sumar y de los independentistas catalanes y vascos, daría a Sánchez la posibilidad de seguir en el poder. Pero debería realizar excesivas concesiones, imposibles de cumplir por las limitaciones impuestas especialmente por la UE. Además, debería negociar con excesivas fuerzas políticas. Sánchez se ve capaz de engañarlas y/o satisfacerlas a todas, pero un gobierno de ese estilo podría romperse en cualquier momento. Sería sinónimo, de partida, de inestabilidad.

5) NUEVAS ELECCIONES EN OTOÑO

La solución más probable es que vayamos a nuevas elecciones en otoño. Constatada la imposibilidad de formar gobierno, las cámaras deberían de ser disueltas y convocadas nuevas elecciones.

Cualquiera de estas posibilidades, especialmente las últimas con mas posibilidades, supone un futuro incierto para nuestro país. Y esto implica, retracción de inversiones, desmoralización social, imposibilidad de aplicar reformas necesarias, posibilidades de proseguir la deletérea “ingeniería social” zapatero-perrosanchista, etc, etc, etc. Nada bueno para un país que precisa unidad, trabajo, identidad, prosperidad y buen gobierno.

LA PEOR DE TODOS LOS RESULTADOS POSIBLES

Políticos mediocres, sin redención posible, campañas electorales planas, repletas de errores. Nunca gana el mejor, sino el que ha metido menos la pata. No se vota “a favor de”, sino “en contra de”. No se contempla lo mejor para la comunidad, para el país, sino el conservar la paguita, ampliarla, universalista o cómo pagar menos impuestos. Cualquier cosa que escapa a estos anhelos, no pesa en el ánimo de la mayoría de los electores. Y, además, el voto es volátil. Bastan dos o cuatro grados más de temperatura para no acudir a las urnas. Nadie lee los programas políticos de los partidos porque nadie cree en los partidos, ni en sus promesas ni en sus programas. ¿Para qué? ¿A quién le interesan?

Vale lo mismo el voto de un lector diario de la prensa y que está al día de lo esencial, como el voto de un colgado analfabestia. Y, para colmo, los resultados están más aun adulterados por la Ley d’Hont (sin contrapesos, como atribuir diputados adicionales en función de la suma de restos que quedan en cada provincia). En fin, una crítica al sistema democrático-electoralista no es pertinente, pero es, sin embargo, la cuestión de fondo. Ganase quien hubiera ganado, lo hubiéramos simplemente recordado: el sistema no es justo, ni los resultados expresan la voluntad popular.

Mientras la derecha siga con ese conformismo bovino que le impulsa a ver la constitución del 78 como el mejor de los mundos y negarse a proponer una reforma en profundidad. Mientras no exprese claramente cómo contener el gasto público, mientras no se liquiden escalones enteros de la administración, o explique en función de qué y cómo reformar la educación, cómo avanzar a un estado social más justo o tenga el valor de defender nuestra agricultura y nuestra producción en la UE, muchos nos negaremos a votar a la derecha o lo haremos con la nariz tapada. Y algo parecido puede decirse de una izquierda obsesionada con los “pequeños relatos” feministas, gays, transex, los derechos de los ocupas o de los inmigrantes, o con el cumplimiento de los objetivos de la Agenda 2030 en la que solamente se cree en algunos países de la UE.

Lo decíamos en la jornada de reflexión: estas elecciones no iban a resolver nada. De hecho, si algo han hecho, ha sido complicarlo todo aún más de lo que estaba.