miércoles, 26 de julio de 2023

ABANDONAD TODA ESPERANZA: NUEVAS ELECCIONES EN OTOÑO

Si hubiera sido otro el resultado de las urnas, lo único que habría cambiado -y no era poco- era el mascarón de proa. A Sánchez se lo hubieran merendado sus barones y toda la cuestión sería si habría ministros de Vox (no lo creo, francamente) o si el papel de Vox se reduciría a un apoyo crítico exterior a la gestión de Feijóo. Pero, como decíamos en nuestro primer análisis post-electoral, las urnas dieron el peor resultado posible. Nos reafirmamos en lo que decíamos en aquel momento, pero queremos matizar una cosa: la única posibilidad para el país es la celebración de nuevas elecciones en otoño. Cualquier otra cosa supone calentarse la cabeza y hacer cábalas innecesarias. Estas reflexiones completan las que realizábamos “en caliente”, pocas horas después de conocer los resultados y van en la misma dirección

NUEVAS ELECCIONES COMO ÚNICA SALIDA

Incluso en el supuesto de que Sánchez lograra atar el voto de la no-España (la galaxia Sumar, Podemos, Bildu, ERC, BNG y quizás algún independentista moderado más), lo que saldría sería un Frankenstein II ingobernable en una situación de crisis generalizada, huida de capitales, falta de inversiones y con la UE preparando a sus “hombres de negro” para fiscalizar la gestión de un gobierno imposible. ¿Cuánto tardaría la cosa en romperse en mil pedazos? Su fecha de caducidad sería hasta el debate sobre los próximos presupuestos que, normalmente, tiene lugar en noviembre y diciembre. Imposible satisfacer las ambiciones de todas las partes.

Y, a pesar de que parece muy poco probable que Feijóo lograse convencer al PNV de que le apoyara y que el recuento electoral supusiera algún diputado adicional, lo cierto es que, más vale no hacerse ilusiones: el PNV está traumatizado por el “sorpaso” de que ha sido objeto por parte de Bildu y no va a tomar ninguna iniciativa antes de las próximas elecciones vascas que tendrán lugar en noviembre o diciembre. Así que olvidémonos de un apoyo de la “derecha nacionalista vasca”.

En nuestro análisis post-electoral, ya explicamos que una de las posibilidades era forzar una ruptura en el interior del PSOE, que implicara el abandono de cinco diputados (sin duda, extremeños, castellano-manchegos y/o aragoneses) y, ante la posibilidad de un nuevo pacto de Sánchez con la no-España, y, especialmente, ante el hecho de que varios de ellos son conscientes de que su carrera política termina en esta legislatura y que Sánchez no les perdonará nunca el no haberle apoyado públicamente tras elecciones autonómicas pasadas, decidieran “pensar en el futuro” (especialmente en el suyo) y reeditar el “tamayazo” (eso sí, con más diplomacia y savoir faire…).

El propio Abascal ha reconocido esta posibilidad y expresado que, en esas circunstancias, facilitaría la investidura de Feijóo. Y, hasta aquí, nos parece una actitud razonable, el problema es que en el PSOE faltan esos cinco “nombres de hombres” con valor suficiente para actuar contra Perro Sánchez. Sánchez es uno de esos psicópatas de manual contra los que nadie se atreve a actuar, hasta que él mismo ha caído víctima de sus propios errores. Y esto, de momento, todavía no ha ocurrido.

Así pues, no queda más remedio que una convocatoria de nuevas elecciones.

LA DERECHA ANTE NUEVAS ELECCIONES

Ante esa eventualidad, la derecha tendrá que pactar o candidaturas unitarias en algunas provincias concretas, o, simplemente, arriesgarse a que Sánchez no esté en condiciones de repetir la maniobra de inhibición del voto por el calor veraniego, o por la gestión de correos, o incluso que “los nuevos españoles” (inmigrantes naturalizados o bien el voto de nietos de republicanos exiliados o incluso de sefarditas expulsados hace 500 años), tengan menos peso.

A esto se une el que, cada día que pasa, empieza a correr por todo el país el rumor de que se ha producido fraude electoral. Nadie es capaz todavía de decir ni cómo ni cuándo, ni cuánto, pero el resultado imprevisto por TODAS las encuestas, es impropio.

No hay, de todas formas, que aferrarse a esta explicación unilateral -y, en el momento actual, “conspiranoica”- para explicar lo que ha pasado. De hecho, estas elecciones podrían titularse “Perro Sánchez (a) El Sucio, contra Núñez Feijóo (a) El Gris”. Y en el ránking de quién cometió más errores, la derecha figura en primer lugar: desde las infaustas declaraciones de María Guardiola que, casi podían situarse en la esfera de Sumar, hasta pensar que estaba todo ganado -las encuestas lo decían- en un momento de calor extremo y renunciar a seguir en campaña tras la victoria de Feijóo en el debate a dos.

Pero el gran error del PP y de Vox ha sido no pactar candidaturas unitarias en provincias en las que los restos de ambas por separado les hubieran dado un diputado… y, de paso, restar uno al grupo del PSOE. Nadie se hubiera engañado: era el reconocimiento a la sintonía entre ambos partidos, demostrada a partir de los pactos autonómicos que han permitido al PP gobernar en Extremadura, Aragón, Murcia, Baleares y en cientos de ayuntamientos. Si se ha pactado hasta aquí, se puede ir más allá.

YA NO HAY CENTRO-DERECHA O CENTRO-IZQUIERDA, HAY BLOQUES

¿Cuál era el problema? El gran problema es que Feijóo no se ha enterado que estamos en la era de la “política de bloques”. La etapa del “centrismo” ha concluido. El PP ya no es “centro-derecha”, de la misma forma que el PSOE no es, ni de lejos, “centro-izquierda”. En primer, porque el voto de centro ha desaparecido: siempre, el “centro” es flor de un día y por distintas razones.

Durante la transición el “centro” se alumbró para operar como almohadilla entre la derecha sociológica franquista y la oposición democrática. Encarrilada la transición, el centro político se esfumó. Solamente Suárez creyó en la posibilidad de mantenerlo con aquel engendro que se llamó “Centro Democrático y Social” (que tuvo un leve repunte con su promesa estrella de “la mili de 90 días” en 1986.

Luego, las tensiones independentistas en Cataluña, la poca credibilidad del PP catalán tras el “Pujol enano, habla en castellano” y enterarnos de que Aznar hablaba catalán “en familia” y la poca fiabilidad y menor combatividad del PSC en la materia, La Caixa, impulsó la creación de Ciudadanos, inicialmente con función únicamente anti-Procés. Tuvo éxito y en 2017 llegó a ser la primera fuerza política en Cataluña, para vergüenza, mofa y escarnio de nacionalistas e independentistas. Buenos resultados en elecciones anteriores habían generado el que La Caixa decidió trasladar el “invento” a toda España. Y ahí terminaría por producirse la debacle: Albert Ribera era bueno contra el independentismo catalán, pero se movía como un pulpo en un garaje en política española. Mal aconsejado, optó por mantener la etiqueta “centrista”, añadiendo una ligera connotación de “centro-izquierda”. Cuando la opción independentista cedió terreno, ¿para qué seguir apoyando a Ciudadanos? Poco a poco el partido y su centrismo fueron remitiendo y, de aquello, solo quedan rescoldos.

Un progresismo muy acusado y un conservadurismo reactivo. Tales son hoy las dos únicas opciones posibles en España. Está claro que los independentistas siempre existirán, pero menguados, cada vez más menguados, especialmente en Cataluña

LA DIMENSIÓN REAL DEL DESMORONAMIENTO INDEPENDENTISTA

De hecho, las cifras netas de votos obtenidas por las tres formaciones independentistas catalanas, indican su grado de desmoronamiento de la idea indepe: ERC ha perdido casi el 50% de los votos que había obtenido en 2019, pasando de 834.00 a 462.000 votos, que no han sido recuperados por JxCat, formación que ha experimentado también pérdidas notables: de 530.000 votos en 2019 a 275.000 el domingo pasado. La CUP, prácticamente, ha dejado de existir: de 346.000 votos en 2019, se ha quedado con 89.794. En conjunto, estas cifras nos dicen que, en apenas cuatro años, los independentistas catalanes han perdido casi ¡el 50% de los votos que habían obtenido en 2019!

Cómo puede interpretarse esta merma. Por varios aspectos:

1) El procés fue un autoengaño independentista que se creyó lo suficientemente fuerte como para lograr la independencia de la “república catalana” y, lo que es peor, de creer después de unos meses de fracasado el referéndum, con Puigdemont en fuga y sus amigos en prisión ¡que habían vencido! Hasta que la frase de un mosso d’esquadra se hizo célebre: “La república catalana no existe, idiota”. Ese “idiota” resonó como un pistoletazo en la sien del independentismo e inicio el camino de retorno a la realidad.

2) Desde el fracaso del procés, el independentismo ha ido mermando en intención de voto. El menos de 1.000.000 de votos que tiene actualmente, en una Cataluña con casi 8.000.000 de habitantes. En una situación “normal”, hoy el independentismo emperrado como un niño en arrancar del Estado el referéndum (para jugar y perder…) se hubiera convertido en una secta minúscula formada por unos pocos cientos de fanáticos, de no ser por el control que ejerce la gencat sobre los medios de comunicación catalanes. De hecho, va en esa dirección.

3) Las tres formaciones independentistas juegan a ver quién es la “más independentista”, el “nacionalismo moderado” ha desaparecido por completo. El resultado es que, ninguna de las tres se beneficia de la pérdida de votos de las otras dos. Es paradójico que haya sido ERC la que haya puesto como condiciones para apoyar a Sánchez en varios momentos, el indulto de los presos indepes, la condonación de sus multas, y el ampliar los espacios en catalán en TVE… El resultado ha sido que, una parte del electorado independentista, lejos de agradecer a ERC sus desvelos “por Cataluña” o a JxCat el “valor y heroísmo” de Puigdemont, hayan terminado por desertar y reconocer que el PSC-PSOE hace más por el ideal nacionalista que los propios partidos nacionalistas, pues, a fin de cuentas, ha sido Perro Sánchez quien ha firmado indultos, connotaciones, incluso en el País Vasco el que ha acercado a los presos.

OTRO DRAMA ESPAÑOL: LA ESPAÑA VACIA

Otro elemento destacable -y muy triste- en estas elecciones ha sido el fracaso de las candidaturas uniprovinciales y de la “España Vacía”: Unión del Pueblo Leonés, Aragón Existe, Soria Ya, Jaén Merece Mas, Por Ávila, Bloque Extremeño, Partido Aragonesista, España Vaciada, Asturias Existe, Por Huelva, Vamos Palencia, Zamora Si, Vía Burgalesa, Por mi región, Ahora Canarias, etc, etc, etc, no han obtenido ni un solo diputado, ni siquiera un número de votos relevante. Es más, han perdido lo poco que tenían en 2019 (el diputado de Aragón Existe).

La mera existencia de estas candidaturas indica un elemento que generalmente se escapa a los analistas: demuestra que, determinadas regiones, que nunca habían exigido un Estatuto de Autonomía y que se lo encontraron gracias al “café para todos” de la extinta UCD, siguen sin encontrar su pulso y su lugar en la “España autonómica”. No se han visto beneficiadas en ningún sentido por los regímenes autonómicos impuestos artificialmente y ante el desinterés general de los ciudadanos de esas comunidades. Y ahora reaccionan en forma de candidaturas uniprovinciales denunciando la dramática situación de sus provincias.

Su presencia es, sobre todo, un grito de protesta contra la universalización de las autonomías y contra el centralismo localista de cada una de ellas, contra la creciente despoblación, contra el olvido por parte del aparato central del Estado. Y si esto es así -y no nos cabe la menor duda de que lo es- ¿para qué diablos sirven autonomías sin tradición, sin arraigo, sin capacidad ni interés para acometer proyectos viables de transformación regional y convertidas en meras agencias de colocación de los amigos, familiares y correligionarios de quienes las gobiernan?

¿Para qué sirve una Junta de Extremadura o de Castilla-León o la de Aragón y así sucesivamente? ¿No sería mucho más razonable invertir sus abultados presupuestos en creación de infraestructuras, en mejora de los servicios públicos regionales y que fuera un Estado dirigido por técnicos y expertos el que acometiera en un ministerio creado a propósito planes de desarrollo regional? Dicho de otra manera: ¿cuánto dinero se ha dilapidado -y se seguirá dilapidando- en estructuras autonómicas que constituyen verdaderos macrochiringuitos para lucro y entretenimiento de la clase política?

Las dos docenas de candidaturas de la “España Vacía”, más que cualquier otro dato, indican el fracaso de la vertebración autonómica del Estado. Son el principal agujero negro de un país que no puede permitirse dilapidar inversiones y ayudas de la UE en macroestructuras burocráticas inoperantes.

Ahora bien, el gran problema de la “España Vacía”, ese grito de las entrañas del país, es que tampoco ha entendido que estamos en la era de la “política de bloques”: o están con uno de los actores o con el otro, pero no pueden inhibirse, de manera oportunista, situándose entre los dos campos y esperando que gane quién gane, algo sacarán… Sin olvidar, naturalmente, que algunas de estas candidaturas, aun respondiendo a las necesidades reales de las distintas provincias en las que han nacido, están dirigidas por personajes ambiciosos, con pocos escrúpulos, susceptibles de atraer muy pocas simpatías populares.

¿ESPAÑA EN MANOS DE PUIGDEMONT?

Seamos claros: Puigdemont es un fantasma, último residuo de una experiencia deplorable, ridícula y grotesca. El cobarde que quedó con los de ERC para el día siguiente, cuando ya había decidido abandonar el país en el maletero de un coche; sus compañeros de partido y de ERC se quedaban en la cárcel para ser juzgados… En Cataluña nadie recuerda a Puigdemont salvo los adictos a TV3. De hecho, Cataluña está muy tranquila con Puigdemont en Waterloo.

Para la mayoría de catalanes, es un tipo irrelevante, sin oficio ni beneficio, que heredó y creyó en un proyecto político que ni siquiera era suya, construido por otros, sin visos de poderse llevar a la práctica, y decidió encabezarlo para pasar a la historia. Probablemente, Puigdemont es de lo más irrelevante que ha ocurrido en Cataluña, tanto o más como los que le sucedieron luego en la misma poltrona: Aragonés o el también olvidado y olvidable Quim Torra. Cero más cero mas cero, siempre igual a cero.

 Y ahora, por las simetrías parlamentarias, Puigdemont y su JxCat, es para Perro Sánchez el último recurso para que pudiera seguir siendo presidente del gobierno. Sánchez no solamente ha indultado a los promotores del “procés”, sino que ahora depende del más tonto de todos ellos. Y lo que es peor: el gobierno de España depende de uno de los políticos de más bajo nivel de los que ha engendrado la autonomía catalana, proclive a estar dirigida por mediocridades (Montilla, Mas), tipos estrafalarios (Maragall) o simples corruptos (clan Pujol).

Poco importa, aunque, Puigdemont logre volver a España (lo que pasa por “convocar un referéndum consultivo” que perdería, por supuesto, o bien por renunciar al referéndum… lo que contribuiría a hundirle más a él y a su sigla (que, no lo olvidemos, ha pasado de 530.000 en 2019 a tener 392.000), las cuentas tampoco terminan de salir: haría falta hilar muy fino para poner de acuerdo a demasiados partidos nacionalistas e independentistas como para que un acuerdo así pudiera durar muchos meses. Nadie, por otra parte, ni la UE, ni los inversores, ni buena parte del electorado socialista y sus barones resistirían el impacto negativo de entregarse a un cadáver político como Puigdemont.

Éste, por supuesto, negociará al alza. Incluso hasta más allá de donde Sánchez pueda ceder. Será un pequeño teatrito: Puigdemont tratará de mostrarse “fuerte” (¡él, “hombre fuerte”!) y las negociaciones le servirán a Sánchez para hacerse el “duro” ante la opinión pública y poder decir en la próxima campaña electoral: “no cedí ni ante las exigencias de Puigdemont, ni ante el bloque de la derecha y del fascismo”.

PÉRDIDAS Y GANANCIAS DE CADA BLOQUE

Por otra parte: la derecha está maltrecha. No ha logrado su objetivo. Ahora están claras las razones: en una serie de provincias, los restos de la Ley d’Hondt han hecho perder a la derecha una decena de diputados. O actúa en consecuencia o el resultado se volverá a repetir. En cuanto a la izquierda, está asustada: momentáneamente ha frenado la victoria de la derecha, pero ha crecido poco. El PSOE ha ganado 968.000 votos, pero sus “aliados” han perdido mucho más: Sumar hoy ha perdido casi 800.000 votos en relación a Podemos y a las formaciones que ahora han presentado a Yolanda Díaz como mascarón de proa: Compromis, Mais Pais, En Comu, etc. A los partidos independentistas las cosas les han ido todavía peor: en cuatro años han perdido, indepes catalanes y vascos, la friolera de 2.500.000 votos.

En otras palabras, el bloque de la izquierda se ha debilitado. El PSOE se ha reforzado con votos procedentes su izquierda y en Cataluña de algún voto indepe arrepentido. Pero, en conjunto el bloque “izquierda + indepes” ha perdido 2.332.000 votos. La pérdida es todavía mayor si se tiene en cuenta que el PSOE compró al peso a nuevos electores mediante naturalizaciones aceleradas de inmigrantes, mediante otorgar pasaporte español a nietos de exiliados republicanos y a sefarditas expulsados hace 500 años. El bloque de la derecha, PP + Vox, en cambio ha crecido 2.400.000. Está clara cuál es la tendencia, una leve derechización del electorado.

ELECCIONES EN OTOÑO O AGONÍA PERMANENTE

Perro Sánchez necesita elecciones si quiere un gobierno estable. El Frankenstein II sería “pan para hoy y hambre para mañana”. Y todo esto en medio de una situación económica que se irá deteriorando, con un parón en seco de las inversiones, un repunte del paro y un descontento social cada vez mayor.

Todo lo que haga Sánchez durante el verano será de cara a la galería: como “patriota”, como “hombre que no negocia con etarras”, “que exige a Puigdemont que se cumpla la ley”, “que se niega a desguazar España”… Todo esto le permitirá ir restando votos y temas de propaganda de la derecha. Pero si las nuevas elecciones se retrasan durante mucho tiempo, las cifras macroeconómicas operarán su magia contra el pedrosanchismo: revelarán que la situación de incomodidad, inseguridad, inflación, penurias y presión fiscal que sufrimos buena parte de los españoles son absolutamente ciertas y que lo único ilusorio son las “cifras macroeconómicas” convenientemente maquilladas. Así pues, la lógica de la situación determina la celebración de nuevas elecciones y lo antes posible.

¿Seguirá esta tendencia a la derechización del electorado? Todo va a depender de que la derecha sepa optimizar sus candidaturas y presentarse como “bloque”. A la izquierda, esto le va a ser mucho más complicado. No podemos olvidar que Sumar salió de la fusión de casi una decena de grupos que, en buena medida, ni siquiera eran homogéneos interiormente, sino que muchos eran, a su vez, coaliciones o federaciones. Negociar candidaturas unitarias en un bloque tan heteróclito como esa izquierda es, literalmente, imposible.

No podemos terminar este comentario sin expresar nuestro pesimismo. Cada hora que pasa la situación del país es peor: sin valores, sin objetivos, sufriendo todo tipo de inseguridades, afrontando la posibilidad de que se genere una “tormenta perfecta” a nivel mundial, en plena ofensiva comercial china, con una OTAN empeñada en proseguir en Ucrania una guerra que solo sirve para mayor gloria del complejo militar-industrial norteamericano… solo falta que España ni siquiera fuera capaz de elegir quienes van a estar en el timón en los próximos cuatro años.

Hay hoyos de los que difícilmente se sale, especialmente cuando se tiene tendencia a cavar todavía más en profundidad. En esos casos, siempre, las luces que se ven al final del túnel, son, más bien, el brillo de la luna cuando pasa sobre el pozo… Nosotros estamos ya hoy en esa situación.