martes, 14 de marzo de 2017

Diario de un pobre Diablo (39)

LOS NACIONALISTAS - LOS REFERENDUMS – LAS REALIDADES

Se conoce la actitud de los nacionalistas: exigir referéndums una y mil veces hasta que salga lo que ellos quiere y, a partir de entonces, negarse a realizar más referéndums. En Canadá –país en el que la separación entre anglófonos y francófonos, estaría más que justificada porque se trata de dos grupos completamente diferentes, con historias de enfrentamientos hasta el siglo XIX- los nacionalistas han forzado distintos referéndums. Ahora son los escoceses los que quieren ir por el mismo camino. Y lo quieren ya: para 1918, cuando apenas hace cuatro años que tuvieron el suyo… del que salieron, por cierto, derrotados.

¿La excusa? Es lo de menos; ahora es el Brexit, pero si no hubiera existido, hubiera sido cualquier otro. Y eso en un momento en el que los sondeos de opinión indican que ambas posiciones, a favor y en contra de la independencia, están equilibradas (entre quienes les interesa el tema que, por cierto, no son muchos tal como se puede ver en las calles de Edimburgo, Glasgow, Aberdeen o Inverness. Lo que el presidente del Partido Nacionalista Escocés ha dicho es que “Escocia ha sido sacada de la UE contra su voluntad”… y, por tanto, hace falta plantear de nuevo el tema de la independencia. Forma, muy ingenua, por otra parte, de recabar apoyo de la UE que ya nada pinta en la política interior del Reino Unido.

Detrás de todo esto quizás lo más cuestionable sea que con un 0’5% a favor del sí a la independencia (lo que no deja de ser una instantánea de un estado de ánimo localizado en un momento concreto del tiempo) sea suficiente como para crear una nación… cuando para modificar un simple párrafo de una constitución es preciso llegar a consensos de dos terceras partes de los votos. Theresa May ha sido clara: no habrá segundo referéndum.

Todo esto viene a cuento de la situación en Cataluña. Después de la sentencia de “baja cota” contra Mas y contra el resto de los procesados en el que los procesados han sido condenado a ligerísimas “inhabilitación”  (como si a Más el electorado no le hubiera “inhabilitado” ya de por vida y como si los procesos en curso por simples casos de corrupción no hubieran hecho otro tanto con la CDC), lo cierto es que los independentistas han perdido una excusa para reforzar su cohesión (justo en el momento en el que Millet y Montull “cantan” con luz y taquígrafos sobre el verdadero y único rostro de exCDC). Y lo que es peor: ERC juzga que ya está en condiciones de llevar las cosas tal como hubiera deseado desde el principio y que si tarda más tiempo, entrará en reflujo, no sólo su sigla, sino también la causa nacionalista.

ERC empieza a entender que a Puigdemont el independentismo le interesa menos que mantenerse en el machito. El ex miembro de CDC es perfectamente consciente de que no tiene absolutamente ninguna posibilidad de que el PDECat btenga resultados remotamente parcidos a los de CiU y se ha convencido de que el “sorpasso” de ERC ya se ha producido y solamente falta que las urnas lo sentencien. De ahí que se niegue a lo que parecería, desde todos los puntos de vista, lo más recomendable: convocar elecciones anticipadas en Cataluña. Pero una medida de este tipo solamente la adoptan opciones que saben que van a salir ganando, en absoluto quienes tienen conciencia de que ya han perdido el ritmo y no lo van a poder recuperar fácilmente. El nacionalismo moderado ha perdido la partida: le quedan dos opciones, o reconvertirse en “regionalismo” a lo Cambó o bien ir a morir en ERC o, esperar a que este partido entre en alguna de sus habituales convulsiones cíclicas… Ninguna de las tres opciones parece muy halagüeña, así que lo único razonable es seguir en el machito por todo el tiempo en el que puedan mantenerse. La cuestión es si la presión entre ERC y CUP no hará caer irremisiblemente al gobierno Puigdemont al primer soplo. Las bases de ERC están por esta opción, pero su dirección sabe perfectamente que si esto ocurre el frente independentista estará roto para siempre y nunca contará con una mayoría, ni siquiera parlamentaria, para desencadenar un proceso secesionista con fuerza social suficiente como para ser creíble. La tensión entre la base y la cúspide, entre el posibilismo y el realismo, han sido siempre el signo que ha precedido a todas sus crisis anteriores. Claro que ninguna se había producido en una posición de preponderancia política.


Y todo esto se produce mientras las banderas independentistas se siguen destiñendo en los cada vez menos balcones que las mantienen y cuando la cuestión cada vez es menos eco de interés y seguimiento en Cataluña y ante la que, como decía el poeta, “es de gran elegancia el bostezar”.