Si los españoles tenían
una pobre impresión de los partidos políticos y de sus direcciones, a partir
del 26-J esta impresión está aumentando. Divisiones en el interior de los
partidos, silencio en otros, discurso autista en la mayoría, ausencia completa
de autocrítica en todos. Una vez más: no se salva ni uno. Esta es la situación
interior de la partidocracia española a 1 de julio.
PODEMOS: PINTAN
BASTOS
El 9 de julio está prevista la reunión del “Consejo
Ciudadano Estatal”, nombre de la dirección de Podemos. ¿Orden del día?
Evidente: discutir el estudio de Carolina Bescansa sobre los resultados
electorales y decidir la fecha del congreso extraordinario. Antes tendrá lugar
la reunión de Iglesias con Izquierda Unida. A puerta cerrada, por supuesto.
Iglesias será el encargado de informar al Consejo sobre la marcha del acuerdo
con IU. Echenique, por su parte, ha enviado una relación de preguntas a
responder: sobre todos los temas de actualidad que afectan al partido.
Especialmente porqué han perdido más de un millón de votos en tan poco tiempo
cuando la suma de votos de Iu les tenía que haber reportado millón y medio más.
Las posiciones están encontradas: el sector de Pablo
Iglesias sostiene que la campaña fue “poco agresiva” y acusan a Errejón de de
realizar un “discurso hueco”. Los asociados con Errejón, por su parte,
sostienen que la coalición con IU fue una mala opción. Tales son las posiciones,
difícilmente conciliables, especialmente en un momento de crisis interior y
desmovilización de la formación.
Podemos está sometió a tres contradicciones internas: 1) la
que emanan de los partidarios de una posición radical y los más moderados, “pablistas”
y “errejonistas”; 2) la que emana de las “cartagenización” del partido en donde
cada grupo autonómico tiende a buscar vías propias, políticas de alianza que
más le convengan; y 3) la que emana de sus relaciones con otros grupos de
izquierda: básicamente IU, pero también Equo, y ecologistas o fenómenos de las
izquierdas locales como el SAT. Si tenemos en cuenta que estos grupos son, a su
vez, coaliciones de grupos menores, la galaxia Podemos tiene que realizar la “proeza”
de coordinar a ante 70 y 90 siglas diferentes. Eso podía hacerse en momentos de
ascenso, cuando todo inducía a pensar que gobernarían las izquierdas, pero no
ahora en la que los rostros de Errejón, Bescansa, Iglesias y demás, aparecieron
como el fin de una ilusión.
A esto se unen las discusiones habitualmente ridículas
propias de los partidos de izquierda: que si hay que apoyar más a los “movimientos
sociales” (okupas, feministas, gays y lesbianas), que si hay que lograr que más
mujeres estén presentes en la dirección, que si hay que ser más “anticapitalista”,
que si hay que dar más presencia a la inmigración… Estas discusiones, que se
habían mantenido larvadas en el interior de Podemos, mientras ha durado el
sueño del sorpasso y del “frente de izquierdas”, ahora, con un liderazgo
debilitado, han estallado con toda su violencia, especialmente en Andalucía y
Madrid.
A fin de cuentas, lo que la experiencia de Podemos ha
demostrado es que todo es una lucha por el poder: el que está en la cúspide, si
fracasa, está hundido… pero se resiste a abandonar la plaza y culpa al resto de
su fracaso. De ahí que, ahora mismo Iglesias quiera retrasar el congreso para
ver si unas cuantas intervenciones en la Sexta
y en la Quatro le permiten recuperar
el prestigio perdido, mientras que los errejonistas quieren una congreso aprisa
y corriendo. El resultado inevitable de lo uno y de lo otro será un desgaste
progresivo de la organización. En cuanto al futuro del pacto con IU poco
importa: se ha demostrado que IU es algo marginal. Y difícilmente, los cuadros
de IU pueden entenderse con los que durante años han “chupado banquillo” en su
interior y, al ver que el aparato de IU no les daba “chance”, optaron por
fundar IU. El pacto, es agua pasada, como es agua pasada IU o las docenas de
profesores universitarios y periodistas que aún figuran en Equo.
PSOE: AFILANDO SABLES Y COMETIENDO ERRORES DE PRINCIPIANTE
El PSOE se la está jugando. Le podía haber ido peor en las
pasadas elecciones. El voto del miedo reorientó algunas bolsas de votos
perdidas por el PSOE de nuevo hacia la formación socialdemócrata, llegados de
Podemos, cuyos vasos comunicantes son obvios. El PSOE ha sobrevivido al
sorpasso, pero está magullado y resentido: tiene la pelota sobre su tejado. DE
ellos van a depender que Rajoy gobierne o que haya una tercera ronda electoral
en diciembre. Lo primer le supondría una pérdida de apoyos, lo segundo, llegar
todavía más debilitado.
No es raro que en el PSE hayan optado por la circunspección y
el hermetismo: en realidad, ni Pedro Sánchez ni los “barones” saben qué decir.
Cualquier declaración que hicieran suscitaría críticas desde el interior y dar
muestras de problemas internos –que todo el mundo sabe que existen, pero que el
PSOE siempre se cuida de enmascarar-. El próximo día 9 tendrá lugar el próximo Comité
Federal en el que se analizarán los resultados electorales.
En este momento la actitud que suena como la que adoptará el
PSOE será votar en blanco la investidura de Rajoy… lo que, según ellos, les
permitirá controlar, sin comprometerse, la política del gobierno. Así pues, ya
no habrá un “veto ineludible al PP”. Pero, esa postura correría el riesgo de
costarle el puesto a Sánchez: el PSOE seguiría alejado del poder y con el
riesgo de que Podemos se recuperara de su desplome moral interior y pasara a la
ofensiva. Sería entonces el momento en el que los “barones” pugnarían por el
cargo. Y Susana Díaz, en este momento, no figura en primera posición para aspirar
a sustituirlo a la vista de que dos terceras partes de los votos perdidos por
el PSOE lo fueron en Andalucía.
Fernánez Vara, el líder socialista extremeño, ha propuesto “consultar
a las bases” para ver hacía donde quieren ir… pero, tras una derrota, las bases
se contraen siempre y, por lo demás, el sentir de las “bases” suele ser muy diferentes
de las intenciones de la dirección. Vara ha propuesto también lo que ha llamado
“una abstención por la mínima” que implicaría, además de la abstención, la
ausencia voluntaria de algunos diputados del PSOE para permitir que Rajoy fuera
nominado. Esa actitud solamente sería válida si Rajoy no obtuviera ningún
resultado de sus negociaciones con CC, PNV y Cs.
Pero donde el PSOE está peor, indudablemente, es en
Cataluña. El PSC propondrá en su congreso de noviembre, celebrar un referéndum
en Cataluña “a la canadiense” a la vista de que la propuesta socialista de “reformar
la constitución” ha embarrancado por los resultados electores y España, al
menos durante los próximos años, difícilmente será un “Estado Federal”. Estas
declaraciones del responsable del PSC suponen el reconocimiento de que este
partido “va por libre” y se desmarca completamente de la línea política del
PSOE. Pero indican algo más: la indefinición de los socialistas catalanes ante
el problema independentista. Si tenemos en cuenta que el drama de este partido
en Cataluña ha consistido en ser un partido creado inicialmente por la
burguesía catalana para “catalanizar” los votos de los trabajadores llegados en
los años 50-70 a Cataluña, entenderemos su drama: desde mediados de los años
80, este partido puso su política al servicio del nacionalismo catalán,
aspirando a ser su “vertiente social”. Esto explica suficientemente el por qué
le ha costado tanto vencer en unas elecciones autonómicas y porque ha perdido
toda influencia en el “cinturón industrial de Barcelona”.
Pero como rectificar es de sabios y en el PSC han optado por
tropezar siempre en la misma piedra, “profundizan” en su línea de “referéndum
soberanista para llegar al Estado Federal”, con el resultado que cabrá esperar:
la irrelevancia.
CIUDADANOS O TARDAR EN ADVERTIR LO INEVITABLE
Parece difícil que Ciudadanos pueda obtener muchas ventajas
de la actual situación. Con dos campañas electorales muy deslucidas y en las
que, públicamente, se pudo percibir la inexperiencia y bisoñez de su líder y la
falta de propuestas concretas del partido, sumido en un “centrismo” ecléctico,
snob y cargante especialmente para los que ya conocieron a UCD y al CDS, habiendo
perdido votos, diputados e influencia, la última carta de Rivera es reafirmarse
en su voluntad de constituir un gobierno
“tripartito”, PSOE+Cs+PP… a la vista de que la opción que se barajó en
diciembre de un gobierno PSOE+Cs es hoy inviable.
La cuestión es si, Rivera soportará las tensiones internas
que van a generar los próximos quince días de conversaciones y si habrá
entendido que la modestia y la autocrítica nunca están de más, especialmente
cuando queda el recuerdo de los meses anteriores a la convocatoria de las
últimas elecciones en las que había asumido el rol de “gran estadista”. Hoy la
situación es muy diferente. Ciertamente, Cs no tiene la misma estructura
organizativa interior que el PSOE y sus organizaciones regionales están
compuestas por gentes que han llegaron a Cs con la vocación de tener la
franquicia en su autonomía y poder hacer con ella lo que quieran. La falta de
liderazgo de Rivera, el programa económico infumable de Garicano y los
volte-faces constantes de Girauta, han arrasado la imagen de Cs. Siempre les
quedará Inés Arrimadas, que no se ha quemado mucho en esta campaña… pero que,
como en el caso de Rivera, solamente se mueve bien en el discurso antisoberanista
catalán.
Parece evidente que el margen de maniobra de este partido se
ha acortado extraordinariamente e incluso es posible que sus finanzas empiecen
a estar resentidas. La Caixa no suele
apoyar “malos negocios” y Cs, en este momento, lo es. ¿Qué ha fallado en Cs?
Creer que el centrismo, esto es, el eclecticismo en política, llevaba a algún
sitio y creerse las fábulas “oficialistas” sobre la transición española y sus
bondades. Es posible que a nuevos electores que no vivieron aquellas fechas –Rivera
entre ellos- aquello les pudiera sonar a música celestial, pero quienes lo
vivimos sabemos que centrismo es igual a indefinición y caos.
Por poco savoir faire
que tenga Rivera, su trabajo en las próximas semanas es escenificar cómo
ponerse de acuerdo con el PP. Rajoy no le ofrecerá mucho: además, Rivera es
plato de segunda ronda. Primero negociará con el PSOE e incluso con CC (1
diputado), antes que con él y lo hará cuando ya tenga el panorama
suficientemente desbrozado. El problema es que si Rivera no se estrena como “miembro
del gobierno”, puede dejar de aparecer en los medios de comunicación aumentando
todavía la sensación de irrelevancia de su formación.