La estrella ascendente
de las pasadas elecciones no fue ni UPyD, ni Ciudadanos, ni siquiera las
formaciones de la izquierda que llevaban años trabajando y que se creía que
podían tener un despegue final. En efecto, IUA ha crecido pero levemente y Equo
no ha logrado cuajar. El éxito se lo ha llevado Podemos. Vale
la pena, pues, preguntarse qué es Podemos, a qué se debe su éxito, cuál puede ser su evolución futura y qué
actitud se puede adoptar ante esta formación. Tal es la intención de este
dossier.
Introducción: más allá
de las descalificaciones
Decir que Podemos
está compuesto por “perroflautas”, que son “los rojos de siempre”, que
están “pagados por Maduro”, que Iglesias es un “impresentable”, que es un
“trotskista”, un “tapado de ETA”, etc, etc, etc, calificativos todos ellos que
se prodigan en redes sociales, no es realizar una interpretación objetiva sobre
esta formación y, lo que es peor, supone no entender ni lo que representa, ni a
qué se debe su éxito, ni lo que implica su irrupción.
Hace falta ir más allá de las descalificaciones
–muchas de ellas gratuitas, otras interesadas, otras completamente erróneas,
algunas viscerales en filias o en fobias– y tratar de sistematizar en la medida
de lo posible una aproximación a su verdadero rostro e intenciones. No hay que
olvidar que con sus 1.245.948 votos, 7’97% de los votantes y 10% de los escaños
(5 sobre 54), se han convertido en un verdadero fenómeno que debe conocerse más
allá de los adjetivos rápidos que se le puedan prodigar.
En la elaboración de este dossier han
participado varios amigos con los que hemos tenido ocasión de cambiar
impresiones en la semana siguiente a las elecciones europeas. No es, por tanto,
una opinión personal, sino el resultado de un debate en el interior de grupos
situados en las antípodas de Podemos. Es,
pues, en cierto sentido, un dossier “coral”.
El vídeo electoral de Podemos
Hay que ver completo el vídeo electoral de Podemos para entender porqué su campaña
ha sido un éxito. Son 53 segundos, miradlo, porque si se elude ver el vídeo, no
se va a entender nada de lo que sigue (VIDEO ELECTORAL DE PODEMOS: http://podemos.info/elecciones–europeas/).
Después de haber visto el vídeo es posible que
muchos lectores de este dossier, haciendo abstracción de cualquier otro dato
sobre este partido, lamenten no haber votado a Podemos… Contra lo que algunos podrían suponer, en el vídeo no se
recurre a los tópicos tontorrones de la “izquierda alternativa”: no veréis en
él ni peticiones para la legalización del porro, ni exhortaciones a favor del
mundo gay o del feminismo radical, ni de los ocupas, ni llamamientos al
“papeles para todos”, ni los sentimentaloides llamamientos propios de ONG a la
“paz mundial”, la “memoria histórica” y
la defensa de los derechos humanos en las Galápagos o en Botswana… El
vídeo está completamente desprovisto de todos estos aditamentos que hacen las
delicias de la izquierda, incluido el PSOE.
Tampoco busquéis en el vídeo banderas
republicanas tricolores, hoces y martillos, llamamientos a la “revolución
proletaria” y a la constitución de “consejos obreros y campesinos”, no hay
llamamientos a la “construcción del socialismo”, ni rostros históricos propios
de la izquierda más rancia, ni consignas de otros tiempos. Ni siquiera el
“internacionalismo proletario”, reformulado como “altermundialismo” por cierta
izquierda, está presente.
En cambio, os sorprenderá ver a un campeón de
España de lanzamiento de jabalina, con la camiseta olímpica de España, abrir el
vídeo (que es como abrirlo con una imagen que sugiere salud, energía, deporte,
fuerza, vigor… incluso Patria, pues, no en vano, la elección de la camiseta de
España no está desprovista de mensaje). Luego siguen rostros de gente como los
que nos cruzamos cada día: todos ellos denuncian sus problemas –que son suyos,
los tuyos y los míos– y animan a superarlos mediante la participación electoral
(“¿Cuándo fue la última vez que votaste
con ilusión?”, respuesta íntima de la mayoría de ciudadanos: “Ni me
acuerdo”). Aparece el atleta enérgico, la trabajadora en precario, la
estudiante, el científico minusválido, el profesional jubilado, verdadera
muestra de la sociedad española. Y todo ello sin estridencias, tratando de
suscitar la esperanza entre las sombras del paro, el exilio económico, la deuda
impagable, la corrupción generalizada y la falta de perspectivas laborales y
sociales.
El vídeo ha sido definido por un amigo como un
“ejercicio de autonomía histórica” realizado desde la izquierda. En efecto, la doctrina
de la “autonomía histórica” consiste en considerar que un movimiento del siglo
XXI no tiene necesariamente porqué basarse en modelos históricos de otro
tiempo, sino que él mismo marca su línea, define sus objetivos y se reserva el
derecho de establecer sus principios independientemente de cualquier otro
movimiento que le haya precedido en la historia. Eso es lo que ha hecho Podemos.
Hemos visto otros vídeos electorales y ni uno
solo logra superar los 53 segundos de este vídeo sencillo, bien montado, en el
que todos los “damnificados por la globalización” se reconocen. Si lo
comparamos con el vídeo de Equo (con
errores garrafales desde el principio: una voz masculina que se superpone a
rostros de hombres, mujeres, jóvenes y viejos y en el que la sencillez cae
directamente en la cutrez, véase http://www.youtube.com/watch?v=WVIcu8olZdM)
y el de IU (http://www.youtube.com/watch?v=oEnq6AqP9qA
que repite, de manera increíble, los mismos errores que Equo en cuestión de voces y rostros) que, más que atraer voto de no
convencidos, simplemente lo repelen, el vídeo de Podemos es paradigmático y apela directamente a los problemas
reales de la sociedad española que ésta percibe como tales.
Insistimos, sin ver el vídeo electoral de Podemos no puede entenderse su éxito, ni
su línea política, ni entender el porqué ha tenido 5 diputados y un 10% del
electorado.
Por qué el tirón de
Podemos
Consideramos que el éxito de podemos se debe a
cuatro factores que han interactuado y sin la presencia de alguno de ellos, el
resultado no habría sido tan brillante. Estos cuatro factores son:
1) Existencia previa del movimiento del 15–M
que ha aportado “base social”.
El movimiento del 15–M nacido hace tres años,
especialmente en sus primeros días, supuso una radical innovación en el
panorama político español. Aquello que se llamó inicialmente “el movimiento de los indignados” supuso
una salida a la calle de los “damnificados
por la globalización”, sin distinción de ideologías y colores políticos.
Está claro que, luego, en una segunda fase, el movimiento fue remitiendo a
medida que se comprobaba que eran los restos de la extrema–izquierda quienes
imponían la línea (se llegó a votar si podía haber “indignados de derecha” y,
por algún motivo, se concluyó por votación que no…). A medida que el movimiento
de “los indignados” dejó de ser un movimiento amplio y transversal para
convertirse en un corralito de los tópicos de la izquierda alternativa, aquello
se deshinchó y terminó agrupando a grupos marginados y no competitivos. Pero
algunos personajes que aparecieron en este entorno percibieron que ahí había un
“nicho electoral” que nadie estaba en condiciones de ocupar. Y fueron ellos
quienes lo hicieron. De esas bases sociales nació Podemos.
Sin una mínima base social no existe ningún
movimiento político de importancia: el de Podemos
surgió de todos estos sectores damnificados por la globalización: de los
jóvenes que deben elegir entre la precariedad o el exilio económico, de las
clases medias que ven sus salarios menguados y sufren una presión fiscal
creciente para pagar una deuda que ellos no han generado, de profesionales que
perciben horrorizados el destino de nuestro país como “nación de servicios” y
“periferia de la UE”, de los clases medias, en definitiva, que afrontan
procesos de empobrecimiento. Han sido de estos sectores, muy reales, por lo
demás, de los que ha nacido el electorado de podemos, mucho más que del eco
despertado por participación en operaciones anti–desahucio o por el activismo
de los “perroflautas”. El fenómeno es mucho más interesante y no permite
simplificaciones tan abusivas y toscas.
En nuestra obra Indignarse con los indignados, ya preveíamos que la decepción del
electorado de izquierdas en relación especialmente al PSOE y el desmoronamiento
progresivo de este partido, abriría un espacio transversal a la izquierda que
incluía desde “damnificados por la globalización”, hasta ese electorado que
empezaba a estar harto de que las promesas del PSOE tuvieran poco que ver con
su acción de gobierno. Podemos se ha visto engordado, en buena medida, con
votos procedentes del PSOE, no lo olvidemos.
2) Utilización de “códigos de comunicación” y
redes utilizadas por esa misma base social.
Mientras el PP y el PSOE, incluso IU, han
realizado una campaña electoral clásica, comprando espacios de publicidad en
periódicos cada vez con menos lectores y en paneles en los que nadie se fija, Podemos, compuesto y dirigido por gentes
más jóvenes y menos condicionadas por campañas previas, han sido conscientes de
que si querían “llegar a su electorado” (compuesto especialmente por jóvenes),
necesitaban utilizar otros recursos completamente diferentes que fueran los que
manejan habitualmente esos jóvenes: redes sociales.
Esta campaña electoral ha registrado un cambio
similar al que se produjo hace 15 años en los medios de comunicación. Entonces
lo normal era que los periódicos convencionales tuvieran una web, más que nada,
porque empezaba a “estar de moda”, pero nadie creía que, poco después, estas
webs terminaran teniendo más seguimiento que el propio diario de papel. En el
plano político, análogamente, los partidos tradicionales han estado presentes en
redes sociales pero priorizando todavía la campaña convencional (entre otras
cosas por que devenga muchas más comisiones para sus gestores) sobre los nuevos
modelos de comunicación que, poco a poco, van perdiendo audiencia,
especialmente entre los jóvenes.
Podemos ha tenido la habilidad para
expresar sus consignas en los 140 caracteres de Tuíter de manera lo suficientemente clara como para que no se
precisaran explicaciones muy complejas, sino que se entendieran por sí mismos. En
realidad, hace tiempo que los jóvenes no se fijan en los anuncios electorales
de los diarios, hace mucho más tiempo que nadie tiene la más mínima esperanza
en que los debates entre candidatos de los partidos más votados tengan
audiencias significativas. Hace mucho que los “damnificados por la
globalización” han perdido el interés por todo lo que va firmado por las siglas
de los partidos tradicionales y ya solamente siguen lo escrito en redes
sociales. Podemos ha comprendido todo
esto y ha actuado en consecuencia: su campaña ha sido la mejor relación
inversión–resultados de estas elecciones y, a pesar de que se haya dicho que ha
recibido cheques de Venezuela y de quién sabe que otro “poder maldito”, lo
cierto es que han realizado una campaña de bajo perfil, pero de muy afinada
respecto a los medios seleccionados para llegar a los grupos sociales que
constituyen su “target”.
En la época de las redes sociales, si quieres
llegar a los jóvenes –porque estos son tus votantes– estás obligado a utilizar
las redes sociales. Tal es el acierto extremadamente simple de Podemos en cuanto a la elección de
medios.
3) Utilización de un “discurso propio” que
rompía el esquema plano de los partidos tradicionales.
El fondo de la cuestión para Podemos es la situación creada por la
globalización. Y en esto dan en la diana, porque la actual crisis económica es
la primera crisis de la globalización y nada puede entenderse de los desajustes
de nuestro tiempo sin reconocer que derivan directamente de los desajustes
generados por la globalización. El programa de Podemos puede leerse en el siguiente link: http://podemos.info/wordpress/wp–content/uploads/2014/05/Programa–Podemos.pdf
Si se lee atentamente la orientación del programa se percibe que, con errores
de percepción y talones de Aquiles a los que luego aludiremos, puede decirse
que Podemos ha realizado un
aterrizaje perfecto… pero se ha equivocado de aeropuerto (como veremos). Sin
embargo, lo importante es que, por primera vez, se difunde en España un
programa antiglobalizador que responde a un hecho real –el reconocimiento de
que la globalización es el gran problema de nuestro tiempo y que ante él,
cualquier otro palidece–.
Este reconocimiento contrasta con el discurso
plano de los dos partidos mayoritarios resignados a aceptar como hecho
consumado la globalización, peleándose ambos sólo por convertirse en los
gestores de la misma en España. Así mismo, en otras formaciones de izquierda,
la globalización aparece también, pero sumergida en una marejada de tópicos
propios de la izquierda humanista–universalista y en el discurso propio de la
izquierda alternativa que busca integrar las aspiraciones de los distintos
“movimientos sociales” que en muchos casos no tienen nada que ver con la
globalización (aspiraciones de feministas, gays, movimientos antipatriarcales).
Tomar partido nítidamente contra la
globalización es el hecho esencial. Ahora bien, luego veremos que Podemos hace una lectura muy limitada de
lo que es la globalización y entra en contradicciones. No ha analizado, por
tanto, correctamente los procesos de globalización, y a pesar de su esfuerzo
por superar los límites dogmáticos de la izquierda (de la que han salido muchos
de sus dirigentes), permanece dentro de los límites del progresismo en general.
4) Condiciones objetivas extremadamente
favorables.
Se entiende por “condiciones objetivas”
aquellas que dependen de una coyuntura dada y sobre las que un movimiento
político no puede operar: son o no son, pero las que “son”, son inamovibles en
cada época. Pueden beneficiar el crecimiento de un movimiento político o
perjudicarle y bloquearlo para siempre. Las “condiciones objetivas” de la
sociedad española actual son:
– Extendido deseo de cambio.
– Descrédito de los portavoces del régimen.
– Extendida insolidaridad de las masas con la
clase política.
– Existencia de una crisis económica y social profunda
e insuperable.
– Incapacidad de los partidos tradicionales
para superar la crisis.
– Imposibilidad superar la crisis moral de la
sociedad.
Aquel partido que logra entender estas
condiciones objetivas, asimilarlas, asumirlas y centrarse en elaborar una
alternativa, tiene a su alcance la clave del éxito. De ahí el interés de Podemos en no aludir ni a la “memoria
histórica” (que solamente interesa a pequeños grupos revanchistas que IU
considera como su caladero natural de votos), ni a las minorías activistas de
carácter social, ecologista o sexual que, a fin de cuentas son exiguas en
relación al total de la población, hecho que explica el fracaso de Equo.
Podemos ha centrado solamente el mensaje en
la respuesta a la angustia y al estado de ánimo de los grupos que constituían
su base social. Ha afinado extraordinariamente el mensaje y lo ha vehiculizado,
especialmente, a través de las redes sociales. El resultado ha sido no perder
el tiempo con consignas poco rentables o que iban dirigidas a grupos
minoritarios (feministas, gays, ocupas, etc).
El mosaico de la
izquierda radical
Podemos ha obtenido en todo el territorio
nacional una media del 8% de los votos, un resultado excepcionalmente brillante.
Los resultados han sido muy buenos en Asturias (donde ha superado el 13%), en
Madrid (con algo más del 11%) y algo más pobres en Extremadura y Cataluña (con
poco más del 4%) y en Ceuta y Melilla con menos aún. Es significativo que en
Valencia haya obtenido más votos que Compromís
y que en Galicia haya superado al BNG, lo que indica que estas candidaturas,
más o menos nacionalistas, hasta ahora integraban un voto de protesta que se ha
decantado, finalmente, hacia Podemos.
En general, puede decirse que votos hasta ese
momento históricamente decantados por la abstención, fueron movilizados por Podemos y reconvertidos en votos de
protesta. No olvidemos que en estas elecciones el abstencionismo ha sido de derechas, mientras que, tanto
nacionalistas como votantes de izquierdas han acudido masivamente a las urnas.
En gran medida, además, se produjo un desplazamiento del voto del PSOE a esta
candidatura y, por otra parte, el voto joven que por primera vez acudía a las
urnas, la apoyó también mayoritariamente. En las zonas donde más desempleo hay
se apreció una mayor tendencia a decantarse por Podemos. Tal es el comportamiento electoral de la candidatura.
Por el momento, su estructura interior da la
impresión de ser débil. Está organizado en “círculos” de trabajo, tanto sectoriales
como locales, que funcionan de manera asamblearia. Fundado oficialmente en
marzo de 2014 y elaborado el manifiesto fundacional en enero, su crecimiento no
fue augurado por la mayoría de las encuestas y solamente la del CIS le otorgó
entre 1 y 2 diputados, en lo que constituye un nuevo patinazo de las empresas
de sondeos públicas y privadas.
Se acepta generalmente que su orientación es
“de izquierdas” para unos y de “extrema–izquierda” para otros. Sería mucho más
correcto definirlo como “de izquierda alternativa”. No puede compararse con el
histrionismo de Beppe Grillo y su Movimento
5 Stelle, ni tampoco con su populismo demagógico y arrebatado. Más se
parece por su fisonomía a la del Syriza
griego, sin ser exactamente lo mismo.
Ahora bien, Podemos
es solamente una de las tres fuerzas situadas a la izquierda del PSOE y que se
preparan para dar dentelladas sobre el cuerpo agónico del hasta ahora
mayoritario partido del centro–izquierda español. La Izquierda Plural, enésimo avatar del primigenio Partido Comunista
de España, sigla ya olvidada completamente por el electorado, y los
ecosocialistas de Equo, son las otras
dos opciones presentes a la izquierda del PSOE.
Demos unas pinceladas sobre la Izquierda Plural. Tal como su nombre
indica, se trata de un mosaico de siglas encabezado por Willy Meyer y que
agrupa a Izquierda Unida, Iniciativa per
Catalunya Verdes, Esquerra Unida y Alternativa (también catalana), varios
grupos nacionalistas y ecologistas gallegos (Anova–Irmandade Nacionalista, Espazo Ecosocialista Galego), Batzarre, y una constelación de grupos
ecologistas (Confederación de los Verdes,
Opció Verda, etc, etc). Este entramado inestable y complejo en el que la
mayoría de las partes ni siquiera tienen conciencia de pertenecer a una
candidatura europea, supone, de hecho, el reconocimiento del fracaso, no
solamente del proyecto de IU–PCE, sino la imposibilidad de construir un “partido
ecologista” en España. De hecho, da la
sensación de que la única fuerza coherente que actúa en su interior es
precisamente IU y es posible incluso que haya sido esta falta de cohesión
interior –y lo gris y obsesivo de la mayoría de sus componentes: unos atrapados
por el culto a la “memoria histórica”, otros con el ecologismo como principio y
como fin– lo que haya determinado el escaso crecimiento de la coalición en
relación a las europeas de hace cinco años.
Otra de las candidaturas de izquierda es
Primavera Europea, compuesta por otro mosaico heteróclito de siglas que
incluyen a grupos de izquierda alternativista y a nacionalistas de izquierda: Coalició Compromís, Equo, Chunta Aragonesista, Democracia
Participativa, Por Un Mundo Más Justo, Partido Castellano, Socialistas
Independientes de Extremadura, Coalición Caballas, Socialistas por Tenerife,
Partido Castellano, Los Verdes de Villena, Electores de Alhaurín, Junts per
Agres, Agrupación Barruelana Independiente, etc, etc, etc, cuya cabeza visible es Jordi Sebastià de
Compromís y Florent Marcellesi de Equo.
Hasta la formación de Podemos,
Equo era, sin duda, la opción de la izquierda alternativa. Al formarse este
grupo y demostrarse como más mediático gracias a la presencia constante de su
cabeza visible en muchos medios de comunicación, Equo, dirigido por antiguos izquierdistas de los años setenta y
ochenta, con una fuerte carga dogmática y menos adaptados a las herramientas interactivas
proporcionadas por la Web 2.0. Como puede intuirse, el programa de Primavera
Europea es una mezcla de ecologismo, nacionalismo regionalista y socialismo de
distintas tonalidades. Los 300.000 votos obtenidos le han dado un diputado y un
1,9% de porcentaje.
El mensaje de Primavera
Europea se ha intentado vehiculizar también a través de redes sociales,
pero la extrema fragmentación de los grupos algunos de ellos con una implantación
casi ridícula) que lo componen ha hecho imposible trasladar a todas las partes
el mismo entusiasmo. Respecto al mensaje, presentado en forma de hashtags de Tuíter, no deja de ser
particularmente ingenuo y simplificado no muy diferente al de Podemos, con más interés por los
problemas de las “regiones”. Si los resultados de esta coalición han sido
cuatro veces inferiores a los de Podemos,
se ha debido, sin duda, a su menor impacto mediático, al mayor dogmatismo de Equo, a su carácter de coalición–mosaico
y, finalmente, al regionalismo de varias de sus partes que les desinteresaba
completamente de la idea europea.
Frente a estas opciones, no es raro, que Podemos (1.250.000 votos) haya destacado
con rostro propio y por encima de Primavera
Europea (300.000 votos) y a escasa distancia de Izquierda Plural (1.562.000 votos). Pasado el recuento, el fenómeno
podemos ha eclipsado completamente a las otras dos formaciones. En total, el
tríptico situado a la izquierda del PSOE ha superado los 3.000.000 de votos, un
buen resultado.
Un cambio de
percepción en la sociedad
¿A qué responde el éxito de Podemos? ¿Por qué tres fuerzas situadas
a la izquierda del SOE han obtenido más de 3.000.000 de votos?
El éxito de Podemos
responde al actual cambio de percepción que está experimentando la sociedad
española. Hasta ahora solamente era “admisible” y “correcto” votar a cualquiera
de los partidos de la “banda de los cuatro”. Tal era la exigencia del
bipartidismo imperfecto edificado a partir de 1978. Pero eso ya ha quedado
lejos. En las últimas elecciones europeas (y en las anteriores elecciones
autonómicas catalanas) empezó a quedar claro que el electorado está
experimentando un cambio de perspectiva inducido por cuatro fenómenos:
– El agotamiento del modelo político nacido en
1978 y basado en la sinergia entre la “banda de los cuatro” y
especialmente en las dos grandes columnas sobre las que se ha mantenido el
sistema (la de centro–izquierda y la de centro–derecha). Como se ha repetido
muchas veces estas dos últimas semanas: “El bipartidismo ha entrado en crisis”.
Es hora del multipartidismo y de las coaliciones de gobierno, porque está claro
que muy difícilmente el PP volverá a obtener una mayoría absoluta y el PSOE,
con el hundimiento de su “pata catalana”, jamás volverá a disponer de nada
parecido. Vamos hacia un modelo multipartidista difícilmente encajable con un
diseño del sistema electoral que prima el bipartidismo.
– La crisis económica parece haber
levantado a los españoles de su sueño. El modelo económico de Aznar que generó
un crecimiento asentado sobre bases falsas (salarios bajos, inmigración masiva,
construcción y acceso fácil al crédito) generó unas burbujas que estallaron
dejando atrás un paro estructural absolutamente insalvable y una deuda de la
que, desde hace tres años, solamente estamos pagando los intereses pero que no
se reduce en términos absolutos. Con 6.000.000 de parados y un 25% de la
población próxima al umbral de la pobreza, la palabra de la clase política ha
dejado de ser intocable, los portavoces del régimen han perdido toda
credibilidad y buena parte de la población ha visto a la “casta” como a los
únicos beneficiarios del régimen nacido en 1978.
– Los elevados niveles de corrupción
que se están danto a todos los niveles del Estado, desde el Caso Urdangarín en
la cúspide, hasta cualquier ayuntamiento de tercera fila. Probablemente, la
población sería más condescendiente con estas corruptelas de no ser por que
cada vez se encuentra en situación más precaria y por que la “esperanza” (que
suscitó primero Zapatero y luego Rajoy) en que superaríamos la crisis y se
abriría un nuevo período de progreso y bienestar económico, se ha diluido casi
completamente. Pero la crisis persiste: y mientras la población se siente
presionada fiscalmente para pagar una deuda que no ha generado, el Estado y sus
escalones burocrático–administrativos siguen haciendo gala de un gigantismo y
de una dilapidación de recursos que ofende a quienes están, desde hace años,
experimentando graves problemas. Es la corrupción generalizada (y negada por
los medios y los tertulianos, de la misma forma que durante el período de la
Restauración se negaba que el caciquismo fuera el rasgo más acusado de aquella
coyuntura) la que ha generado una brecha insalvable entre la “España oficial” y
la “España real”.
De no haber sido por estos tres elementos (y
por las “condiciones objetivas” que antes hemos aludido), Podemos jamás habría logrado hacerse con un espacio, ni siquiera
mínimo en el panorama político español. Hay que recordar que tanto las
“condiciones objetivas”, como el cambio de perspectiva del electorado, no
solamente eran favorables para Podemos
sino para cualquier otra fuerza política emergente estuviera atenta.
Una demostración palpable de que la crisis
económica ha mutado en crisis política, tras la persistencia de la crisis
social, ha sido la abdicación de Juan Carlos I. Quienes la han precipitado eran
conscientes de que el período del bipartidismo imperfecto se acababa y que en
un futuro parlamento en el que PP y PSOE estuvieran capidisminuidos sería
difícil aprobar una Ley Orgánica que aceptara la abdicación de Juan Carlos y la
aceptación de Felipe como sucesor a título de rey. Desde los “poderes fácticos”
se reconoce con esta abdicación que se ha cerrado un ciclo y que otro está a
punto de comenzar.
Hace unos meses podía pensarse que Ciudadanos o
UPyD eran fuerzas ascendentes que despegarían y conseguirían hacer temblar los
fundamentos mismos del bipartidismo… luego, ha resultado que el verdadero
vencedor y el partido que mejor se ha situado en la recta de salida contra el
bipartidismo es, precisamente, Podemos.
Ellos han interpretado mejor que nadie la necesidad de “condenas radicales” y
“propuestas rotundas”. Si los otros dos partidos se han quedado estancados y
apenas han progresado, ha sido precisamente porque, en tanto que auto–considerándose
“partidos de centro–izquierda” su mensaje iba dirigido a un electorado
moderado: quizás en las elecciones de 2008 tal mensaje hubiera sido mejor
acogido, pero después de seis años de crisis es evidente que hacía falta un
mensaje de mayor rotundidad, vehiculizado sobre bases sociales más amplias.
Porque, del cambio de percepción, se
beneficiarán solamente aquellos partidos que den muestras de contundencia en las propuestas y suavidad en
las formas. Ciudadanos y UPyD han
fracasado por su moderación en las propuestas y lo insípido de sus formas,
ligadas a personajes light (Rosa Díez
y Alberto Rivera). En tiempos de crisis las propuestas radicales capaces de
suscitar esperanza rinden beneficios electorales.
El punto débil de
podemos
El programa de Podemos está compuesto por 36
folios titulados: “Documento final del
programa colaborativo”. Está dividido en seis apartados dedicados a la economía, la libertad, la igualdad, la fraternidad,
la soberanía, y la tierra. En estos apartados se resumen los análisis y las
propuestas de la formación. Vale la pena leerlo en http://podemos.info/wordpress/wp–content/uploads/2014/05/Programa–Podemos.pdf
Lo primero que viene a la cabeza es que difícilmente
podría gestionarse en mundo del siglo XXI con un lema como “libertad, igualdad
y fraternidad” que remite a finales del siglo XVIII. El trilema está precedido
por un capítulo dedicado a la “economía” (lo que más interesa) y seguido de un
último dedicado a la “tierra” (añadido dedicado a la ecología).
La primera parte (dedicada a “economía”) está
orientada a presentar un programa para atenuar el impacto del capitalismo en
nuestra sociedad. Y, en general, lo puede suscribir cualquier decidido
adversario del neo–liberalismo. Las 7 primeras páginas van destinadas a
proponer una serie de medidas correctivas del capitalismo.
La segunda parte es más discutible. Titulada
“Conquistar la libertad, construir la democracia” es una mezcla de ideas
asumibles y de tópicos propios de la izquierda que incluye la letanía habitual
a los derechos de los gays, las lesbianas, los bisexuales y los intersexuales.
Cinco páginas más en las que lo mejor (medidas destinadas a limitar el poder y
el peso de los partidos) se confunde con lo más banal.
Lo mismo puede decirse de las nueve páginas que
componen tercera parte “Conquistar la igualdad, construir la democracia”. La
insistencia en la “igualdad” es uno de esos remanentes de otros tiempos que
acompaña a cualquier programa de izquierdas. Tiende a confundir la necesaria
“igualdad” ante la ley extendiéndola a cualquier otra actividad humana, cuando
en la naturaleza lo que gobierna es precisamente la ley de al desigualdad. El
mundo de la igualdad lleva a la consideración de la “cantidad” como factor
esencial: formado por piezas exactamente iguales en derechos, capacidades y
deberes, la mayoría y la minoría quedarán definidas por los simples recuentos
de opiniones particulares. Mayoría gobierna sobre minoría. Lamentablemente la
crítica a la democracia del número fue realizada desde finales del XIX por
Ibsen en su obra de teatro El enemigo del
Pueblo y todavía no ha sido superada por ninguna forma de “democracia”.
Porque en las relaciones humanas hay otro factor mucho más importante que la
“cantidad”: la cualificación de cada persona. Ante una elección sobre política
internacional, no vale lo mismo la opinión de un especialista con años de conocimiento
e interés sobre la materia que la de un lego completamente desinteresado del
tema; no es lo mismo la opinión de un toxicómano que la de alguien interesado
por el mundo de la cultura; es una indignidad que el voto de un psicópata
violador y asesino, valga lo mismo que el de una persona honesta. Así pues, la
“democracia” cuantitativa hay que limitarla, introduciendo en la ecuación, de
alguna manera, el factor cualitativo. En el programa de Podemos esta consideración no se tiene en cuenta, limitándose a
repetir los puntos comunes con cualquier otra formulación de la izquierda
histórica, unas asumibles (vivienda digna, inviolabilidad de las
comunicaciones, investigación científica independiente, derecho a la salud,
calidad en los servicios públicos, etc), otras no (eutanasia, las reformas en
materia educativa son increíblemente limitadas y, casi diría que están en el
espíritu de las reformas introducidas en estos últimos 30 años por el PSOE que
han hundido literalmente la educación en España, “despatologización” del
transexualismo).
Pero es en la cuarta parte –“Recuperar la
fraternidad, construir la democracia”– en la que se percibe a las claras que
alguien en Podemos no realizado un
análisis correcto de la globalización y que la presión psicológica de los viejos
esquemas de la izquierda marxista y de la socialdemocracia humanista–universalista
se han impuesto sobre la racionalidad y la objetividad. En efecto, uno de los
parágrafos más largos del documento se titula: “4.3 – Derecho a tener derechos. Reconocimiento del derecho de los y las
emigrantes”, su lectura implica un desconocimiento total de uno de los
INSTRUMENTOS MÁS PODEROSOS DE LA GLOBALIZACIÓN: EL TRANSVASE DE POBLACIONES DE
UN LUGAR A OTRO DEL PLANETA. Esto es, la inmigración masiva.
Podemos se niega a reconocer, en la
tradición marxista, que el ciudadano nazca con una identidad y que esa
identidad sea determinante para su vida futura. Y, sin embargo, todos nacemos
sobre una tierra. Nacer en una tierra implica adquirir una cultura, unos
valores, unas constantes culturales propias, esto es, tener una identidad bien
definida. Nacer en otra significar tener otra identidad. Desaparecidas las
identidades nacionales, locales, personales, lo que emerge es un totum revolutum indiferenciado y sin
barreras ni diques de contención ante la globalización. Pero hay más. Si
algunos opinamos que es preciso restablecer la dignidad y la potencia de los
Estados es, precisamente porque estas estructuras implican barreras a la
globalización.
El sistema mundial globalizado es una autopista de doble dirección cuyas
direcciones tienden a optimizar los beneficios del capital. Una de estas
direcciones tiende a deslocalizar las
empresas desde el Primer Mundo a determinadas zonas del Tercer Mundo: China,
Vietnam, especialmente. Allí la producción es más barata al carecerse
prácticamente de coberturas sociales y el salario mínimo ser, entre un tercio y
una secta parte que en Europa. Hay deslocalización, pues, para rentabilizar el
capital y ganar “competitividad”. Y en sentido inverso, la otra dirección de
la globalización es promover las migraciones masivas de población de Este
a Oeste y de Sur a Norte para conseguir que la inyección artificial de mano de
obra excedentaria, obligue a reducciones salariales según la ley de la oferta y
la demanda. Siendo la “fuerza de trabajo” un valor de mercado, estará sometido
a las leyes de la oferta y la demanda: cuando más trabajadores aspiren a un
mismo puesto de trabajo, más bajo será el salario que acepten como remuneración.
Solamente un ciego puede negar esto. Podemos
lo hace porque se niega a aceptar el derecho a la identidad de los pueblos
(acaso el primer derecho colectivo que exista), se niega a aceptar el derecho
de prioridad de los nacidos en una misma tierra sobre el derecho de los nacidos
en otras latitudes, se niega aceptar que el primer derecho de todo ser humano
es poder vivir en la tierra en la que ha nacido, se niega a aceptar, en
definitiva, la lógica del mercado y algo tan evidente como que la inmigración
tenga algo que ver con los estancamientos salariales, la precariedad laboral y
la pérdida continua de derechos sociales que corresponden inevitablemente
–siempre según la “economía de mercado”– a un país con 6.000.000 de parados y
un 25% bajo el umbral de la pobreza.
Podemos no ha entendido, pues, lo que es la
globalización. Sus comentarios sobre la inmigración caen dentro de los tópicos
de cualquier otro partido de izquierda y de centro–izquierda. Su análisis del
fenómeno globalizador es pues incompleto, peligroso y engañador. No estamos
discutiendo la dignidad de los inmigrantes, sino la obligatoriedad de aceptar a
todos los que se quieran establecer en Europa. Si así fuera, 400 millones de
africanos, probablemente más de 800 millones de asiáticos e incluso algún que
otro pigmeo, ya se habrían instalado entre nosotros.
Podemos no ha entendido que precisamente los
jóvenes, las clases trabajadoras y las clases medias son los más afectados por
una inmigración en grandísima medida subsidiada: es el Estado el que paga la factura de una inmigración que solamente
beneficia a las patronales en tanto que tira hacia debajo de los salarios. Se
beneficia el sector privado, pagamos todos los contribuyentes.
La izquierda acepta tan fácilmente la
inmigración masiva porque se ha creído sus propias fantasías sobre “igualdad
universal”, “una sola tierra, una sola raza, una sola humanidad” y demás
ensoñaciones. Ve en la inmigración a un “nuevo proletariado” que responda a las
necesidades e su esquematismo arqueomarxista. Los mismos votantes de Podemos no advierten ni por asomo que la
inmigración es responsable en buena medida de su miseria y de sus bajas
expectativas para conseguir un puesto de trabajo digno. Porque los votantes de Podemos, en gran medida, coinciden con
los “damnificados por la globalización” que deberían de estar más atentos a los
procesos que les han convertido en “nazarenos” (aguantando su cruz sin
esperanzas) de la globalización.
Cuando en el programa de podemos se propone: “Libre circulación y elección de país residencia
y regularización y garantía de plenos derechos para todas las personas
residentes en suelo europeo, sin distinción de nacionalidad, etnia o religión,
con o “sin papeles”. Adecuación de la sanción por falta de documentación y
visado en regla a su categoría de falta administrativa. Eliminación de las
cartas de expulsión emitidas a las personas sin visado en regla o pasaporte
tramitadas de manera automática en las comisarías. Garantizar a las personas
indocumentadas los permisos temporales de residencia necesarios, hasta resolver
administrativamente su estatus jurídico”… no es raro que los primeros en
aplaudir incluso con las orejas tales declaraciones de intención ¡sean las
patronales y los señores del dinero!, a la vista de que cuanto más inmigrantes
haya en Europa mas “competitividad” ganará el viejo continente, esto es, más se
rebajarán los salarios… sin contar, por supuesto, con las consecuencias
deletéreas que están teniendo estas migraciones masivas en las identidad de los
pueblos. Digámoslo ya: cada vez que se difumina una seña de identidad de un
pueblo, la globalización avanza.
Las cuatro páginas siguientes del parágrafo
titulado “Conquistar la soberanía,
construir la democracia”, retornan a la alternancia de medidas saludables e
innecesarias, urgentes y tópicas, para rectificar el rumbo emprendido por la
UE. En general, lo que están diciendo –y es perfectamente asumible– es que hay
que reformar las instituciones europeas y modificar especialmente tratados
internacionales, algo que podemos compartir.
La parte final, dedicada a la “tierra”, es de otras cinco páginas y se
pueden compartir casi sin reservas o con reservas derivadas de los grupos
animalistas presentes en Podemos
siempre dispuestos a introducir sus obsesiones en cualquier programa. Es
significativo, en este caso, que la concesión a estos grupos animalistas sea el
último párrafo de cierre del documento., indicando su lugar absolutamente
secundario, colocado como “pegote”, sin duda, por el activismo obsesivo de
estos grupos.
Es significativo, en cambio, que no se perciban
apenas referencias a los temas sobre el decrecimiento, quizás porque situarían
la polémica en un terreno mucho más radical: no se trata de combatir las formas
de distribución de la riqueza dentro del capitalismo, sino de reconocer que el
capitalismo es inviable e incompatible para la continuidad de la especie. En el
único párrafo en que se habla de decrecimiento se alude exclusivamente a “energías
fósiles”, como si la doctrina del decrecimiento no fuera aplicable a algo tan
esencial como los alimentos.
En general, se trata de un programa cargado de
buenas intenciones, situado a la izquierda de la izquierda, pero en absoluto
estridente, ni radical. El hecho de que se haya elaborado por parte de
comisiones, con aportaciones por parte de “miles de personas” (tal como se dice
en la introducción) indica distintas tendencias, la existencia de varios
modelos interpretativos, y un intento de contemporizar con todas las posiciones
de la vieja y de la nueva izquierda, con ecologistas, animalistas, feministas y
demás colectivos “sociales”) pero que carece de una columna vertebral unánimemente
aceptada y reconocida como pauta: esta solamente puede ser la lucha contra la
globalización, en tanto que la globalización es el hecho más importante de
nuestro tiempo y cualquier otro palidece ante él. Podemos habla de la
globalización, pero no entiende lo que significa en última instancia un mundo
globalizado: un mundo privado de identidad, “homogeneizado”, “igualado”, “normalizado”,
muerto, en definitiva, sin diferencias, sin matices, sin variedad. No han
entendido, o bien solamente se ha entendido parcialmente, lo que es la
globalización.
De todas las contradicciones inherentes en el
programa, las dos que más saltan a la vista es, por una parte, la incomprensión
de los procesos de la globalización y la negativa a asumir que la inmigración
masiva no es un hecho espontáneo que deriva de la voluntad de las personas,
sino una iniciativa generada por los patronos de la globalización que, para
colmo, tiene efectos deletéreos sobre las comunidades (tanto la emisora de
inmigrantes que pierde fuerza de trabajo, como a la receptora que ve como su
masa laboral autóctona sale perjudicada), sobre las identidades de los pueblos
(cada régimen de identidad es una barricada contra la globalización) y sobre el
desarrollo de su cotidianeidad que se percibe especialmente como “molesta” para
las clases más modestas (aumento de la delincuencia, fricciones entre
comunidades con distintos niveles de educación, socialización, valores,
tradiciones, etc, aparición de tribus urbanas, racismo de doble dirección,
aumento de la violencia sobre la mujer, fanatismo religioso, etc, etc).
Y por otra parte, la incomprensión de los
procesos de la globalización se percibe cuando en su discurso queda implícita
la desvalorización del Estado. A Podemos
les decimos: es cierto que los Estados modernos están siendo neutralizados por
la globalización, pero también es cierto que solamente a través del
reforzamiento de los aparatos del Estado se conseguirá levantar barreras y
barricadas a la globalización. Combatir a la globalización no pasa por disolver
los Estados–Nación, sino por reforzarlos, regenerarlo y devolverles una
dignidad de la que hoy carecen al haber sido usurpados por una “casta” que come
de la mano de los “señores del dinero”.
¿Es “enemigo” Podemos?
Podemos es, sobre todo, enemigo de los
partidos mayoritarios y concurrente con otras formaciones de izquierda
alternativa a las que superará netamente y, por supuesto, con el PSOE. Podemos, si hay que creer en las
declaraciones de sus dirigentes y en la letra de sus documentos es un partido
que aspira a una regeneración del panorama político español y a desplazar a la
“banda de los cuatro” que ha gestionado el régimen de 1978.
En política existen
dos tipos de “enemigos”: el “enemigo principal” y el “enemigo secundario”. “Enemigo principal” es aquel contra
el que hay que combatir en primer lugar. En el panorama político español, desde
nuestro punto de vista, está compuesto por los dos partidos mayoritarios (PP y
PSOE) y por los dos auxiliares nacionalistas (CiU y PNV). Estas siglas son las únicas responsables de que hayamos llegado al
lugar en el que nos encontramos en estos momentos. Las aguas de la
transición trajeron estos lodos y ninguna posibilidad de regeneración nacional
puede realizarse mientras estas siglas mantengan su hegemonía. Para conseguir
la más mínima rectificación de la vida pública es preciso que estas siglas
pierdan su situación de preponderancia. Por eso son el “enemigo principal”.
Pero luego existe un “enemigo secundario” con
el que existen coincidencias parciales (la percepción de que la globalización
es el enemigo, la percepción de que es preciso abatir a los partidos y a la
casta que han gestionado el régimen en los últimos 32 años, la percepción de
que la corrupción es una lacra generada por el sistema, la percepción de que es
preciso detener la desintegración del Estado del Bienestar y descargar a las
clases medias de la inmensa presión fiscal que soportan, la percepción de que
el neoliberalismo no es la solución sino el problema, etc, etc) y unos mismos
enemigos principales (la “banda de los cuatro”). Es evidente que existen altas
dosis de desacuerdo (en lo relativo a los valores, en los relativo a la
concepción del poder, en el análisis de la globalización y en la salida al
proceso globalizador, en relación al fenómeno nacionalista y en la valoración
del terrorismo, y así sucesivamente) y que, por tanto, una vez derribado el
“enemigo principal”, se tendería a una nueva reconsideración de quién es el
“enemigo” y quien el “adversario”. Pero lo esencial, hoy, es en buena medida
derribar a la “banda de los cuatro” y concentrar fuego contra quienes han sido
dueños absolutos del poder y han protagonizado las mayores infamias que ha
sufrido nuestro pueblo. En la medida en que Podemos
apunta también contra ese enemigo, hoy por hoy dista mucho de ser nuestro “enemigo
principal”.
A la globalización se le puede atacar desde
muchos ángulos. El error de unos y de otros consiste en pensar que solamente
existe un análisis antiglobalizador. Nosotros creemos que la lucha
antiglobalizadora debe emprenderse desde el principio de la identidad nacional
y que es preciso afirmar tal principio para levantar barreras a la globalización
y defender a la comunidad. Podemos (o
más bien, algunos sectores de Podemos)
cree, más bien, que “otra globalización es posible” y a eso le llaman
“altermundialismo”. Ambos análisis son antagónicos pero apuntan contra el
corazón del concepto de globalización neo–liberal. Ese es el verdadero “enemigo
principal”.
Podemos es una opción heteróclita en cuyo
interior se encuentran gentes de distintos orígenes, motivadas por distintos
argumentos y resortes emotivos. Muchos de ellos proceden de la antigua
izquierda marxista incapaz ya de cristalizar en una formación que asuma
oficialmente ese dogma, hay antiglobalizadores en estado puro, otros son
libertarios, los hay, simplemente resentidos con otras formaciones de izquierda
(especialmente con IU) habitualmente por haber quedado fuera de los repartos de
poder en ese partido, los hay que tienen una nebulosa mental y se mueven
solamente por sugestiones muy generales y la sensación de que la vía emprendida
por Podemos tiene futuro, existen
antiguos trotskistas aún vinculados a los restos del Secretariado Internacional
de la IV Internacional que están ahí, en
Podemos, practicando el “entrismo”, como en otro tiempo estuvieron en IU.
El riesgo de todo esto es que, algunos de estos sectores confundan entre cuál
es su “enemigo principal” y cuál su “enemigo secundario”, que retorne la
intolerancia obtusa de la antigua ortodoxia marxista y decidan realizar “antifascismo” (identificando el
“fascismo” en cualquier forma de expresión que asuma la identidad nacional como
base de la lucha antiglobalización), generando,
como ha ocurrido en otros momentos de la historia reciente de Europa a partir
de 1968, la apariencia de una “lucha entre extremismos opuestos” que sólo
beneficia al sistema.
Podemos no es nuestro enemigo principal, ni
en los ayuntamientos, ni en las calles, y sería absurdo caer una vez más en el
error de combatirlos con saña en la medida en que, a fin de cuentas, ellos
también son conscientes de que este sistema está agotado, asumen que la
globalización es el enemigo y buscan algún tipo de regeneración de las estructuras
de poder. “Lo nuestro” es de naturaleza diferente a “lo suyo” y, por tanto,
estamos en campos adversarios. Pero el enemigo principal de unos y otros es el
mismo. Es absurdo, pues, desgastarse en polémicas y descalificaciones mutuas
que solamente beneficiarían a los partidos mayoritarios.
¿Tiene futuro Podemos?
En Podemos
participan gentes de muy diverso origen, provistos de muy distintos grados de
sinceridad y compromiso. Algunos son reliquias que no han encontrado acomodo en
el PSOE ni en IU, ni han obtenido lo que creían merecer y apoyan a este grupo
que les ofrece en estos momentos más satisfacción a sus perspectivas personales.
Algunos, como Jiménez Villarejo, son cultivadores empedernidos de la “memoria
histórica”, tanto como pueden serlo los últimos maquis que quedan en el PCE. Otros,
como Jaime Pastor, son trotskistas en funciones de entrismo como antes hicieron
lo mismo en IU. El tema bolivariano les va más o menos a todos, pero esto no
les distingue de otras opciones de izquierda (e incluso de algunas derechas
radicales antiamericanas). En cuando a Pablo Iglesias, con mucho el personaje
más interesante del conjunto, se ha aludido mucho a su pasado político, de
indudable trayectoria de izquierdas, e incluso a que su compañera es diputada
autonómica de IU, pero parece ir bastante más lejos que estas formaciones que
constituyen, más o menos, sus antecedentes políticos.
Otro puñado de miembros procede de Espacio
Alternativo (antiguos trotskos de la LCR que no consiguieron entenderse con
antiguos maoístas del Movimiento Comunista dentro de la Izquierda Alternativa y
terminaron en IU como “ecosocialistas”). Tampoco hay que hacerse excesivas
ilusiones sobre su “autonomía histórica”: en muchas reuniones han demostrado
que tal concepto solamente ha estado presente en el vídeo electoral, pero que,
al rascar un poco, se percibe su republicanismo, la reivindicación de la
“memoria histórica hemipléjica” y tics más propios de la antigua Izquierda
Unida que del 11–M.
En buena parte de España surge la duda de si
los antiguos miembros de IU que han llegado a Podemos comparten los ideales antiglobalizadores del núcleo
inicial, o bien están ahí al haber quedado al margen de los repartos de poder
en la coalición ecosocialista. Y mucho nos tememos que queden muchos más rasgos de la “vieja
izquierda” en esta formación de “nueva izquierda”. El “caso Verstrynge” es
significativo: como se sabe, Jorge Verstrynge, antiguo secretario general de
Alianza Popular, participó en el acto de fundación del nuevo partido, ante la
oposición de sectores de Podemos que
achacaban a Verstrynge su denuncia al popel de la inmigración en el proceso
globalizador. Verstrynge no volvió a participar en la campaña de Podemos. Hay gente que teme todo
aquello que no procede de su propio espacio político y que responde a otras
tradiciones políticas. El “caso Verstrynge” indica, por su mismo, que Podemos –o
al menos una parte sustancial de la formación– todavía está presa de viejos
esquematismos dogmáticos y que existe una cerrazón mental propia de la izquierda
más rancia y hemipléjica.
Balance y perspectivas
Si alguien cree que Podemos supone la eclosión de una “nueva izquierda alternativa” hay
que decir que su talón de Aquiles son precisamente los valores que defiende que
no son muy distintos a los de “libertad, igualdad, fraternidad”, valores que se
vienen repitiendo desde finales del siglo XVIII y que han sido patrimonio ya de
la revolución francesa, de las revoluciones burguesas del XIX, de la revolución
rusa de 1917, de la nueva izquierda de mayo de 1968, y de cualquier otra
formulación progresista y de izquierdas. No hay que olvidar que este lema está
presente en los distintos capítulos del programa electoral de Podemos. No parece muy lógico que se
intente ordenar el mundo del siglo XXI con valores llegados del XVIII.
Así pues, en su conjunto doctrinal no hay
grandes innovaciones en esta formación política. Su análisis mismo de la
globalización y de la marcha del capitalismo en las últimas décadas es
incompleto, parcial y amputado de objetividad. Si fuera un análisis objetivo
situaría los derechos de los pueblos a permanecer en su tierra natal y no
emprender el exilio económico, por encima del “papeles para todos”, ese tópico
de la izquierda humanista que constituye el acompañamiento ritual de cualquiera
de sus formas.
Ya hemos expresado que si no se entiende el
papel de la importación de inmigración masiva dentro de la globalización, no se
entiende tampoco uno de los resortes para abolir las identidades de los
pueblos, ganar “competitividad” y, por tanto, no se entiende siquiera lo que es
la globalización. El análisis que todos los sectores de la izquierda han
realizado del fenómeno es altamente incompleto.
Nunca la izquierda ha realizado una verdadera
crítica a la globalización porque, en el fondo, sentían el fenómeno como un eco
remoto de su internacionalismo proletario, ya impresentable y rancio. Por eso
hablan eufemísticamente de “altermundialismo” u “otra forma de globalización”.
Pero no hay una “tercera vía”. La disyuntiva hoy no es entre globalización y “altermundialización”,
sino entre GLOBALIZACIÓN Y MUNDIALISMO de un lado, E IDENTIDAD de otro. En un
mundo globalizado no hay identidades posibles, todo queda apisonado y homogeneizado:
pueblos, etnias, culturas, naciones.
Dentro de su análisis, Podemos no considera que las naciones actuales sean barricadas
contra la globalización. Al mostrarse libertaria, tiende a desvalorizar el
papel de los Estados hoy existentes que, con sus deficiencias y sus conflictos
son hoy estructuras dotadas de aparatos legislativos, de barreras, soberanía,
fronteras, fuerzas de seguridad, que pueden constituir, según quien gestione el
poder, barricadas contra la globalización. Abolir el Estado, desvalorizar la
idea de soberanía nacional, suponen hacer el trabajo de la globalización y
destruir todo lo que impide una homogeneización rápida de la humanidad en
detrimento de las identidades nacionales.
Podemos, cabe decir, que prosperará en los
años venideros si se dan varias circunstancias: si el PSOE queda reducido a la
mínima expresión –como parece que ocurrirá– y termina desintegrándose, dejando
vacío un espacio sociológico de centro–izquierda que puede ser ocupado por un
partido como Podemos en la medida en que insista en su “autonomía histórica”.
En el momento en el que este partido caiga en el error de IU de hacer
explícitos sus contenidos de “izquierda rancia”, formación de postguerra
anclada en la “memoria histórica”, se haga solidaria con las expresiones tópicas
de la izquierda progresista, está perdida. Volverá a ser, entonces, un dejà vû, una reedición de las distintas
formas de la izquierda del siglo XX, una izquierda que se va extinguiendo poco
a poco.
Hará falta ver si el “entrismo” realizado por
antiguos trotskistas les da algún fruto (históricamente jamás ha hecho otra
cosa que convertir a ultraizquierdistas en mansos ultraliberales como ocurrió
con los trotskistas norteamericanos reconvertidos en neo–cons), hará falta ver si las distintas tendencias no tienden
que bullen en el interior de Podemos,
empiezan a hacer, especialmente tras las elecciones municipales, la guerra por
su cuenta y adoptan posiciones contradictorias y si cuando sus representantes
–además de Pablo Iglesias– tengan que tomar la palabra y sean conocidos, logran
articular un discurso diferente y original o apenas pueden reeditar de nuevo el
discurso de los ecosocialistas, reconocible tanto en Equo como en IU e incluso en la Izquierda Socialista, corriente
interior del PSOE.
No está muy claro el futuro de Podemos. Lo que sí parece claro es que ésta es una de las fuerzas que están
contribuyendo, aquí y ahora, a que el sistema de bipartidismo imperfecto, se
derrumbe. Podemos será otro de
los partidos con los que habrá que contar en el futuro para hacer coaliciones
de gobierno en ayuntamientos y comunidades autónomas. No será el único, sino
uno más. Y esto es lo que nos parece más interesante: que a partir de ahora, un
sistema político ideado para el bipartidismo imperfecto, va a tener que
convivir con un multipartidismo en el que entre 10 y 12 siglas van a convivir y
en el que solamente podrá gobernarse por coalición y de manera inestable.
© Ernesto Milá – infokrisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com
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