Hace pocos meses publicamos un artículo dedicado a la revista Europe Action, la obra favorita de Dominique Venner, en la Revista de Historia del Fascismo. lo reproducimos a continuación como testimonio de la admiración personal que le profesábamos a uno de los que considerábamos como nuestro maestro de pensamiento y que nos influyó extraordinariamente en los años 70, especialmente por su folleto Por una crítica positiva, que publicamos traducido al castellano también en la Revista de Historia del Fascismo, publicación en la que también estábamos ofreciendo por capítulos su obra Baltikum dedicada a los cuerpos francos alemanes que combatieron a los bolcheviques en Curlandia, Silesia y en las calles de las ciudades alemanas y sin los cuales es imposible entender la aventura del nacionalsocialismo.
Europe Action, una revista
que dejó huella
En 1963, el nacionalismo
francés acababa de salir de la resistencia armada con la OAS y había dejado
atrás el intento de Jeune Nation, primera manifestación del neofascismo en
Francia. Las experiencias acumuladas en los 5 años anteriores habían servido para
que un reducido grupo de cuadros pusiera en marcha una iniciativa inédita hasta
entonces: la publicación de una revista, Europe–Action,
en torno a la cual formar a un equipo de agitadores. Era una reedición de la
trayectoria de Lenin con La Chispa,
de Mussolini con Il Popolo d’Italia o
de Hitler con Bolkïscher Beobachter:
el equipo revolucionario sale de la redacción de una revista. Es, seguramente,
una de las experiencias más creativas e innovadoras que haya generado el
neofascismo francés.
En Europe–Action –revista que apareció
entre enero de 1963 y febrero de 1967 con un total de 48 números publicados y
una tirada media de 10.000 ejemplares–, participaron todos los militantes que
en las décadas posteriores dieron origen movimientos extremadamente renovadores:
desde el Groupe de Recherches et Études pour la Civilisation Européenne (con
Alain de Benoist alias “Fabrice Laroche”, Pierre Vial, Jean Mabire, Georges
Pinault alias “Goulven Pennoad”, Jean Claude Valla), hasta los que dieron luego
origen a Occident y Ordre Nouveau (François Duprat), unidos a escritores de
prestigio (Henry Coston, Ploncard d’Assac, Maurice Sicard alias “Saint–Paulien”,
Marc Augier alias “Saint Loup”, Lucien Rebatet), a antiguos miembros de la OAS
(como su tesorero Maurice Ginbembre) y, por supuesto, los supervivientes de
Jeune Nation y los militantes de la Fédération des Étudiants Nationalistes
(como Dominique Venner), así como jóvenes militantes que luego harían
brillantes carreras como periodistas (“François d’Orcival”, de verdadero nombre
Amaury de Chaunac–Lanzac, y el propio Venner).
Aun siendo una
revista que destilaba juventud y dinamismo en cada página, siempre alcanzó un
buen nivel redaccional y, en cualquier caso, supuso una ruptura con todo lo
hecho con anterioridad. Ruptura, no renuncia. En efecto, después de Europe–Action existió una ruptura nítida
entre la “vieja derecha” y la “nueva derecha” que se fue ampliando a lo largo
de los años 60. Por otra parte, el nivel teórico de la revista era bueno y se
vio apoyado por un documento básico: las reflexiones de Dominique Venner
realizadas durante su encarcelamiento y publicadas más adelante como cuaderno
con el título Por una crítica positiva.
A diferencia de
anteriores experiencias nacionalistas que siempre manifestaban un catolicismo
militante, Europa–Action rompió con
esta tendencia, se declaro celtista y en sus ediciones no se percibió ninguna
simpatía hacia la Iglesia Católica francesa. Así mismo, existió un cordón
umbilical con el grupo belga de Jean Thiriart (ver artículo sobre Jean Thiriart
y la revista La Nation Européenne en
la RHF–II) y se planteó un tema nuevo: la necesidad de una cooperación entre
los nacionalistas de todo el continente. De ahí que el mismo nombre de la
revista fuera significativo: Europe–Action.
Nunca antes en Francia se habían planteado las cosas a nivel europeo.
Por todo esto,
la revista mensual Europe–Action
merece un lugar en las páginas de la RHF. Así mismo en breve, dentro
publicaremos la traducción (por primera vez en lengua castellana) del documento
Por una crítica positiva, junto a otros documentos emanados por el neofascismo
de los años 60.
Una
aventura editorial y doctrinal
Venner había
permanecido diecisiete meses en la cárcel acusado de haber contribuido a la
organización de la OAS. Durante este período había reflexionado sobre lo que
implicaba la pérdida de Argelia, la imposibilidad de realizar una lucha armada
contra el Estado en condiciones de vencer a la “guerra sucia” desencadenada por
el Estado –los “barbouzes”–, pero también había reflexionado sobre las
carencias del período anterior en el que había ocupado un puesto de
responsabilidad en la organización Jeune Nation (véase RHF–V). Cuando Venner
sale de prisión muchas cosas habían cambiado en Europa y buena parte de los
argumentos utilizados por Jeune Nation en los años 50 (que, por lo demás, no
eran sino una readaptación de los viejos ideales nacionalistas teorizados por
Charles Maurras a principios de siglo) ya no respondían a una situación nueva y
cambiante.
Por un lado
aparecían los primeros síntomas de la revuelta juvenil, de otro, la
descolonización era un fenómeno imparable, además la convocatoria del concilio
Vaticano II hacía estaba generando profundos cambios de orientación en el
interior de la Iglesia y Europa había dejado atrás el período de la
reconstrucción posterior a la II Guerra Mundial: podía hablarse por primera vez
de una “sociedad del consumo”. Venner percibió todos estos cambios, los unió a
la autocrítica de las experiencias anteriormente vividas por el nacionalismo y
realizó una propuesta coherente y global para adoptar una nueva orientación.
Pertenece a Venner, pero también a sus colaboradores más íntimos, el mérito de
haber impreso un “nuevo curso” al neofascismo francés que repercutiría en toda
Europa y que influiría particularmente en Francia en los siguientes 20 años.
El documento Por una crítica positiva publicado en
julio de 1962 cuando Venner estaba todavía en la cárcel (salió dos meses
después) tenía cierto grado de provocación contra el nacionalismo clásico y
maurrasiano. Se ha repetido hasta la saciedad que Venner había intentado emular
a Lenin en su famosa obra ¿Qué hacer?
Fue Duprat el primero en reparar en la analogía de la obra que después todos
han repetido. La obra de Lenin, publicada en 1902 insiste en la necesidad de
una preparación teórica y de una concepción organizativa del partido
revolucionario. De la misma forma que la obra de Lenin contribuyó a la división
del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, Venner insiste en la primera parte de
la obra en la diferencia entre “nacionales” y “nacionalistas”. Esta diferencia
es hoy más difícil de entender pero en la Francia de principios de los años 60
era mucho más nítida: los “nacionales” serían los moderados más próximos del
nacionalismo chauvinista que del nacionalismo revolucionario al que Venner se
adhería, serían aquellos que despreciaban el militantismo, la acción en la
calle y se limitaban a aplaudir a las fuerzas de seguridad y al ejército,
confiando en ellos. Más que equipos de militantes abnegados, los “nacionales”
tendían a ser personalidades (“notables” en francés) que utilizaban un
“prestigio” obtenido anteriormente como reclamo político. Sin militantes detrás,
los “nacionales” optaban por proponer “frentes electores”, coaliciones, de las
que Venner dice: “cero + cero, da siempre
cero”. Eran también quienes antes se habían retirado de la batalla argelina
y quienes profesaban una admiración reverencial hacia determinados militares.
Se mostraban incapaces de percibir los nuevos fenómenos que iban apareciendo
con el paso de los tiempos: los mejores mantenían las mismas concepciones que
antes de la experiencia de la OAS, los peores se remontaban al maurrasianismo y
al Caso Dreyfus a principios del siglo XX o a finales del XIX.
Venner propone
una ruptura nítida con los “nacionales”. En su visión organizativa Venner se
muestra a favor de un movimiento revolucionario de vanguardia, formado por una
“minoría selecta” en torno a una ideología central fuertemente asumida y vivida
por sus miembros. El “notable” de los “nacionales” es sustituido por el “equipo
de militantes puros y duros”. Ese equipo debe ser coherente: su vida debe ser
un espejo de su doctrina (“unir la teoría
y la práctica” como había dicho Lenin) y debe de ponerse al frente de las
justas luchas populares allí en donde esté presente (“unir la vanguardia a las masas”, en la concepción leninista)
enseñando a las masas que sus problemas no se resolverán con luchas parciales
sino con una revuelta generalizada contra el sistema (“unir lo particular con lo global” tal como preconizó Lenin). El
equipo revolucionario debería estar dispuesto a todos los sacrificios, presente
en todas las clases y tener en cada grupo social “correas de transmisión”.
Venner había
analizado las causas del desastre de la OAS y de la pérdida de Argelia y
extraído algunas conclusiones. Responsabiliza a los “nacionales” y a su
servilismo hacia las Fuerzas Armadas. Sabe que un golpe de Estado y una acción
revolucionaria no son sólo “problemas militares”, sino “político–militares” que
precisan el concurso, no solamente de las armas y de los escalafones militares,
sino sobre todo de una lúcida dirección política. Y difícilmente coincide la
lucidez política con la jefatura militar.
Al mismo tiempo,
Venner rechaza el activismo por el activismo. La militancia solamente es
concebible y aceptable cuando existe un plan general de conquista del Estado y
sólo es asumible dentro de una organización política revolucionaria implacable
y dotada de la inquebrantable voluntad de derribar un orden político para
construir otro. Para Venner, el activismo sin el respaldo de un proyecto
político es una forma de neurosis militante de la que hay que huir.
Finalmente, no
se trata de huir de planteamientos intelectuales (el anti–intelectualismo era
–y es– muy habitual en la extrema–derecha) sino de basar las actitudes
personales en una sólida construcción intelectual que no deje ningún aspecto al
azar sino que tenga –como en aquel momento tenía el marxismo– una respuesta
ante cualquier problema. Duprat escribe sobre Europe–Action: “Se interesa
con extrema atención sobre los problemas del mundo moderno. Su crítica a la
sociedad mercantil es tan viva como la del marxismo. Europa–Action se preocupa tanto por la calidad de la
vida, como por la elaboración de una ética colectiva. Su empirismo le conduce,
como en otro tiempo a Renan o a Maurras, a un agnosticismo político que será
muy criticado en la derecha”.
En efecto, donde
las innovaciones impuestas en Por una
crítica positiva son más interesantes es desde el punto de vista doctrinal.
El nacionalismo maurrasiano queda ampliamente superado y se alcanza un nivel de
teorización muy superior al de cualquier otra formulación del neofascismo de
posguerra que tendrá su continuación en la formación del Groupe de Recherches
et Études pour la Civilisation Européenne (GRECE) a partir de 1968. No en vano
en Europa–Action se encuentran
algunos de los que posteriormente fundarán con Alain de Benoist la “nouvelle
droite”. Aunque Venner no insistirá
mucho en este aspecto, pero a medida que vayan apareciendo los números de la
revista se irá imponiendo la idea del “realismo biológico” como antídoto y
contrapartida al “materialismo dialéctico” marxista. Esta nueva doctrina se
apoyo en la genética clásica y en la genética molecular (de Mendel a Monod) y
posteriormente en la doctrina del arraigo (elaborada a partir de la etología y
de los trabajos de Konrad Lorenz). En este aspecto también Europa–Action se muestra partidario de cierto darwinismo social.
En todo lo
relativo a Europa, Venner ha aceptado las tesis que en esos mismos momentos
está enunciando Jean Thiriart para aportar un basamento ideológico a su
organización Jeune Europe. Es evidente que existe un transvase de ideas entre
Thiriart y Venner y que ambos, tras haber realizado un análisis de las
carencias de la extrema–derecha, se han inspirado en las mismas fuentes (la
doctrina leninista de la organización) para enunciar una alternativa. Venner,
en su folleto escrito en prisión, se muestra decidido partidario de la idea
Europea superando el pequeño nacionalismo. Sin embargo, desde el punto de vista
orgánico, Europa–Action no mantendrá
vínculos orgánicos con la organización belga de Thiriart. Más tarde, cuando
éste rectifique algunos aspectos enunciados en su obra Europe: un empire de 400 millions d’hommes (traducido en España
como ¡Arriba Europa! y publicado por
editorial Mateu, aspirará a lanzar una revista concurrente con Europa–Action, La Nation Europénne
(véase artículo en el número III de la RHF). Como veremos, a mediados de los
años 60, las conversaciones entre el grupo belga de Thiriart y el francés de
Venner no surtirán ningún efecto, a pesar de las innegables afinidades entre
ambas tendencias, a pesar de que ambos justifiquen en la historia su proyecto
de unificación europea.
Incluso, en el
hecho mismo de considerar que la defensa de Europa no se circunscribe en
territorio europeo, ambas corrientes estarán de acuerdo: mientras Thiriart
había escrito que Europa se defiende en Argel, Venner y Jean Mabire afirman lo
mismo: Europa se defiende tanto en Rodhesia como en Canadá, en Bucarest y en
Sydney. A la redacción de Europe Action
se deberán los primeros textos del neofascismo sobre la inmigración –esto es
“contra” la inmigración–. Es evidente que Venner no había incluido en Por una crisis política, referencias que
luego asumirá la revista: a favor de la diferenciación racial en los EEUU,
oposición al mestizaje y contra la inmigración procedente de África.
A la hora de
examinar las firmas con que terminan los artículos que realizan estas fugas se
percibe una presencia mayoritaria de miembros que posteriormente darán vida al
GRECE: Benoist, Mabire, Vial, Valla… De hecho, cuando la “nueva derecha” vaya
construyendo sus características, una de ellas y muy importante, será el
europeísmo frente al pequeño nacionalismo chauvinista. Desde Maurrás hasta De
Gaulle, pasando por La Cagoule (ver este mismo número de la RHF), la “vieja
derecha” era antigermana y antieuropeista,
por lo tanto, en reacción, la “nueva derecha” verá en la cultura alemana
(Nietzsche, Spengler, Ghelen, Jünger, etc, etc) una tierra de promisión y en la
idea europea una antítesis al nacionalismo, jacobino o tradicional.
Uno de los
aspectos más problemáticos de la revista es sin duda su visión del “racismo”,
reformulado bajo distintas coberturas: etnicismo, racialismo, diferencialismo,
etc, ideas que hasta entonces no habían estado presentes en Jeune Nation y en
el sector mayoritario del nacionalismo, ni siquiera en experiencias similares
habidas en otros países (Thiriart). En el número de marzo de 1964 de Europe–Action, los negros eran
presentados como antropófagos y en el de octubre de ese año bajo la caricatura
de un árabe se podía leer: “Se busca a
Mohamed Ben Zobi, nacido en Argelia, residente en Francia. Se trata de un
hombre peligrosos susceptible de ¡matar, violar, robar, saquear, etc! Para
encontrarlo no hay que ir muy lejos: en torno vuestro hay 700.000 como el”…).
Particularmente
interesante es el juicio que para Europe–Action
merece el nacionalsocialismo alemán. Éste es tratado como algo diferente,
casi como si se tratase de un precedente que no había alcanzado el rango
“científico”. En el número 5 de la revista (mayo 1963) se incluyen algunos
vocablos que deberán constituir el “diccionario del militante”, al tratar el
término “nacional–socialista” se dice: “Al
lado de intuiciones geniales, sus errores han entrañado su perdición:
hipertrofia de la noción de jefe; racismo romántico (no científico) destinado
únicamente a reforzar un nacionalismo estrecho, revanchista y agresivo;
política europea reaccionaria que no solamente acarrea su derrota, sino la
hostilidad generalizada de los pueblos europeos. Estos errores se deben en gran
parte a una ausencia de fundamentos doctrinales establecidos”.
El nacionalismo
de Europe–Action –a diferencia del
nacionalismo maurrasiano defendido por Jeune Nation y por Pierre Sidos– no
estaba fundado sobre un territorio o un Estado precisos sino sobre los “pueblos europeos y blancos”: para
ellos, la nación tendía a confundirse con la raza. En el citado Diccionario del Militante el término
racismo es definido así: “Doctrina que
expresa en términos políticos la filosofía y las necesidades vitales de los
pueblos blancos. Doctrina de energía, doctrina de Europa, doctrina de lo real,
doctrina del porvenir”. Por todo ello, los artículos relativos a la
situación de los blancos en Rodhesia o Sudáfrica, son habituales en la revista
y el propio escritor Marc Augier formará un Comité Francia–Rodhesia declarando
a la revista: “Personalmente estoy por
reclutar una legión de combatientes defensores de la raza blanca que lucharía
junto a nuestros hermanos de Pretoria”. Benoist–Laroche, tras un viaje a
EEUU, escribirá en el número de octubre de 1965 un artículo favorable a la segregación
racial. En otros artículos se considera el mestizaje como un “suicidio genérico” (número de junio de
1964, pág. 19). Existía cierta alarma ya por lo que suponía la inmigración
masiva desde el punto de vista étnico: “¿Piensan
que la palabra “Francia” podría definir legítimamente a la vez a la Francia de
hoy y un hexágono sobre el cual camparían veinte millones de magrebíes y veinte
millones de negro–africanos” (número de junio de 1964, pág. 17–18).
Así mismo,
Venner en su documento no menciona ni en una sola ocasión la religión, el
cristianismo o la fe. Estas ausencias son todavía más notables en la medida en
que aparecen en un documento publicado por un grupo neofascista francés,
ambiente que hasta ese momento se había alineado tradicionalmente con el
catolicismo (incluso aun cuando Maurras era agnóstico y Action Française
hubiera sido excomulgados). Duprat reconoce que las críticas al catolicismo
serán mal acogidas por otros sectores de la extrema–derecha francesa. También
aquí se percibe la presencia de una constante que será luego recuperada por la
“nouvelle droite”. Si la “vieja derecha” era católica y confesional, la “nueva
derecha” será agnóstica, neopagana y anticristiana, aspectos estos ausentes del
documento de Venner, pero presentes –y muy presentes– en los artículos
aparecidos en Europe–Action. Ni
siquiera las innovaciones teológicas habidas durante el Vaticano II serán bien
recibidas y especialmente quienes recibirán críticas demoledoras serán los
teólogos progresistas. Contrapondrán la antropología mística de Teilhard de
Chardin al realismo biológico de Rostand y al análisis historicista del
cristianismo realizado por Louis Rougier.
La temática
anticristiana se une en la revista a una reformulación del antisemitismo
tradicional. Es algo que Venner tampoco había previsto en su folleto, pero que
subyace de manera muy evidente en los artículos de la revista. En aquellos años
apareció la obra de Paul Rassinier, La
mentira de Ulises, uno de los primeros libros negacionistas, que mereció
elogios por parte de Europa–Action.
Así mismo, Maurice Bardéche, autor pre–negacionista (como podría ser calificada
su obra Nuremberg o la tierra prometida),
publicó también algunos textos en la revista con toda la carga simbólica que
implicaba abrir las puertas al cuñado de Robert Brasillach, fusilado durante la
depuración. También en esto la actitud de Europe–Action
es paralela a la de Jean Thiriart y La
Nation Européenne: en ambos casos, en efecto, el viejo antisemitismo
enunciado por Paul de Lagarde (ver artículo sobre Israel capital Tananarive en RHF–VI) que veía en los judíos a un
cuerpo ajeno a la nación, es superado y reconvertido en anti–sionismo por una
parte y en “religión reduccionista” por otra. El catolicismo es atacado como
una traslación del reduccionismo monoteísta surgido de “el Libro” (el Antiguo
Testamento) y se tiende a situar al cristianismo como una secuela del judaísmo,
una especie de disidencia que desvió a Europa de la cultura clásica y se
insertó como un “cuerpo ajeno” a la concepción europea de la vida y del mundo.
Pero en estos
aspectos, las nuevas orientaciones de Europe–Action
aparecen más allá del manifiesto que polariza inicialmente la actividad del
grupo: el documento de Venner. A 45 años de su redacción se percibe con
claridad que Por una crítica positiva
está fuertemente influido por la experiencia de la OAS. En 1963, algunos
militantes consideraban que era posible continuar la actividad de esta
organización y sino derribar, si al menos erosionar al gaullismo mediante el
terrorismo y, en cualquier caso, ajustar cuentas con él. Venner se opone a la
consecución de esta batalla perdida. Reconoce que todos los movimientos
revolucionarios del siglo XX tuvieron momentos de fracaso: el nacionalsocialismo
en 1923, el bolchevismo en 1905, el maoísmo en 1927 y en 1931; en cada uno de
estos desastres aprovecharon para rectificar la línea que habían impreso hasta
ese momento y encontrar nuevas estrategias. Esto era lo que proponía Venner.
La lectura
actual del documento corre el riesgo de inducir a errores. Cuando Venner habla
de “Occidente” en 1963, la noción era diferente a la actual: en aquel momento,
“Occidente” se identificaba con “Europa”, hoy en cambio el mismo vocablo alude
al bloque euronorteamericano. No cabe la menor duda de que Venner aspira a
imprimir un giro anti–imperialista al proyecto: considera que el final de la II
Guerra Mundial implicó la “derrota de Europa” y la ocupación del continente por
parte de los EEUU en el Oeste y de la URSS en el Este. Llama –como Thiriart en
Bélgica– a una “lucha de liberación nacional”, no en el Tercer Mundo como era
habitual en aquellos años, sino en el centro de la civilización.
El documento no
enuncia un programa político, pero si las orientaciones básicas para
construirlo. Una de ellas es el antiimperialismo y la idea de “liberación”,
pero a esto se añade también una crítica al liberalismo y al marxismo. Se
concluye en este terreno con un ataque feroz al consumismo y a la democracia
definida como el “nuevo opio de los
pueblos”. También se alude a los “valores” y se propone un modelo de
comportamiento definido como “humanismo
viril” (la “ética del honor” frente a la moral materialista propia del
liberalismo y del marxismo). Se propone un modelo de Estado y de economía
orgánico; al primero se le define como “un
orden viviente”; se insiste en que una de las tareas más importantes del
Estado es la educación de las nuevas generaciones y la transmisión de los
valores definidos con anterioridad, y en este terreno se afirma que la función
del Estado es crear, formar y preservar una “élite”. Venner termina diciendo
que el “poder de los propietarios del
dinero será sustituido por el poder de los creyentes y de los combatientes”.
En las fórmulas económicas se alude a la “empresa comunitaria” en una parte del discurso que parece enlazar
con las concepciones nacionalsindicalistas que en ese mismo momento se estaban
reelaborando en España y se asume la cogestión como forma de arrancar la
empresa al poder financiero. La idea de “economía orgánica” (Thiriart hablaba
de “economía comunitaria”) se plantea la destrucción del poder financiera, es
pues, una economía anticapitalista que reconoce el valor de la propiedad
privada y que previene ante el control tecnocrático de los procesos de
producción.
Tales son los
principios y las orientaciones doctrinales con las que Venner aspiraba a basar
el trabajo de Europe–Action y aportar
fundamentos científicos y filosóficos a la lucha política, tal como había
intentado Lenin sesenta años antes. Ni siquiera militantes que procedían de la
izquierda marxista y que en la postguerra pasaron a las filas del neofascismo
francés (René Binet, por ejemplo, ex militante trotskista) se habían planteado
extraer consecuencias de la lectura de un clásico de la ciencia política
revolucionaria como era el ¿Qué hacer?
de Lenin.
La
FEN y Europe Action
Cuando se
restablece la normalidad tras el interregno argelino y tras la lucha armada de
la OAS, el panorama de la extrema–derecha neofascista francesa es desolador.
Jeune Nation ha desaparecido. Del populismo poujadista no queda prácticamente
nada. Las formaciones “nacionales” que apoyaron incondicionalmente el golpe de
Estado de Argel, están disueltas, reducidas a la mínima expresión o bien son
–como eran antes– Estados Mayores de “notables” (“cero más cero…”). Para colmo
aun quedan unos cuantos cientos de activistas encarcelados, varios miles de
“pieds noires” en el exilio (habitualmente en el Levante español) y se ha
perdido Argelia en donde se encontraban las secciones más activas y numerosas
del movimiento. Pero no todo ha sido negativo: por un lado, los “pieds noires”
que han podido establecerse en Francia, lo han hecho en las regiones
mediterráneas del Sur que, a partir de ese momento (e incluso en la actualidad)
serán las más proclives al nacionalismo. Por otra parte, el shock de la derrota
ha limpiado las filas militantes y ha hecho que se destacase una minoría
excepcionalmente activa y que percibía la necesidad de actuar sobre bases
nuevas, coincidiendo con las opiniones de Venner.
Para los
supervivientes de Jeune Nation era evidente que en la nueva coyuntura ya no
habría ni un nuevo Diem–Bien–Phu, ni se perdería ninguna otra colonia con la
gravedad de lo que había ocurrido en Argelia. La resolución del conflicto
argelino había hecho que la V República se asentara sobre bases
extraordinariamente sólidas. El estilo activista de Jeune Nation que siempre se
negó a participar en procesos electorales, ya no tenía mucho sentido: había que
prepararse para una acción a largo plazo en el que la lucha sería sobre todo
democrática hasta el instante en el que se percibiera la posibilidad de
desbordar a las estructuras del Estado. Ese era el primer problema, porque los
últimos mohicanos de la OAS aspiraban a que el trabajo militante que se
realizara a partir de ese momento se encaminara a construir un Ejército
Nacional Secreto a partir de Jeune Nation y de la OAS Metropolitana. Esta
discusión estaba presente incluso en el interior de la Federation des Étudiants
Nationalistes, la única organización que había sobrevivido al marasmo de los
años precedentes. Tal como se dice en la obra Les Rats Maudits (sobre la extrema–derecha universitaria francesa):
“El vagón FEN se suma a la locomotora
Europe–Action”. Por que, verdaderamente se trató de una locomotora.
En agosto de
1962 –un mes antes de que Venner saliera de prisión– tuvo lugar el I Campamento
Escuela de la FEN en donde se discutieron las propuestas del opúsculo Por una crítica positiva, publicado un
mes antes, en julio. En ese Campamento se decidió la aparición de una revista
de combate. Inicialmente el nombre propuesto era “Rossel” en homenaje al coronel Louis Rossel ejecutado el 29 de
noviembre de 1871 en Satory, uno de los principales dirigentes de la Comuna de
París y el único oficial del ejercito que se unió a ella. Finalmente, se
impondrá un nombre más “accesible” y que exponga con más claridad los ideales
del grupo: Europe–Action. En enero de
1963 saldrá el primer número con una tirada de 10.000 ejemplares. Jacques de
Larocque–Latour, alias “Coral”, figuraba como director de la publicación y con
su seudónimo firmaba las caricaturas que habitualmente se publicaba en cada
número.
Por su parte, la revista de la FEN que había logrado
sobrevivir a las desgracias de “los años de plomo”, Les Cahiers Universitaires (de carácter trimestral y que aparecían
desde finales de 1961) se convirtieron en una especie de órgano teórico del
grupo mientras que Europa–Action era
el órgano de difusión. Además de Les Cahiers Universitaires (que aparecieron
de marzo de 1961 a mayo de 1966) y de La Voix de l'Occident (de 1961 a
1963), la FEN dispuso de decenas de boletines: France université, Flamme (Basses et Hautes Pyrénées), L'Alcazar
(Burdeos), Fer de Lance (Toulouse), Combat nationaliste
(Toulouse), Brest–nationaliste, Rennes–nationaliste, Nantes–nationaliste,
Lyon–nationaliste, FEN–université (Marseille–Aix), Dijon–université,
Le pied–noir étudiant, Positions nationalistes (IEP de Paris), Sorbonne–nationaliste,
Médecine–Dentaire–Pharmacie–nationaliste, Paris médecine, Paris–droit
nationaliste, Perspectives des grandes écoles, Sang nationaliste
(estudiantes de liceos de Lyon), Révolution nationaliste (estudiantes de
liceos de Aix–en–Provence), Cités–Forum, Définition 80, etc.
Es en Les Cahiers Universitaires, donde Benoist–Laroche publica
sus primeros artículos sobre filosofía. El director de la publicación era
Georges Schmelz y el secretario de redacción el propio Benoist. Posteriormente
aparecería una hoja semanal redactada por Alain de Benoist (con el seudónimo de
“Fabrice Laroche”), Europe–Action hebdomedaire, cyclostilada,
habitualmente de ocho páginas. En 1966 esa hoja se transformará en L’Observateur Européen (que sobrevivirá
a la desaparición de la revista y prolongará su existencia hasta 1968 enlazando
prácticamente con la aparición del primer número de Nouvele Ecole en junio de ese mismo año), dirigida por Jean–Claude
Valla y con “Fabrice Laroche” como redactor jefe.
Mientras
apareció la revista, una colección paralela de libros –la Collection Action–
fue llegando a las librerías. El primero de ellos, escrito por François
d’Orcival y “Fabrice Laroche”, Leur courage
est son patrie (El valor es su patria) glosaba distintos episodios de la
resistencia armada por la Argelia Francesa. Así mismo se publicaron textos que
glosaban temas militares de la II Guerra Mundial, otros sobre cuerpos de élite
e incluso sobre la División Azul y la Guerra Civil Española.
Toda esta
portentosa actividad editorial pudo desarrollarse gracias a la existencia de
algunas fuentes financieras. Por una parte, algunos simpatizantes aportaron
fondos propios para el lanzamiento de la revista y de las Éditions Saint–Just
(empresa responsable de la revista y de las demás publicaciones), pero también
gracias a las donaciones de Henri Prieur [Maurice Gingembre],
uno de los tesoreros de la OAS. La Collection Action pronto se mostrará
rentable. Publicará y traducirá Combat
pour Berlin de Joseph Goebels, en donde el jefe de la propaganda del III
Reich explica cómo logró ganar la capital alemana para el nacionalsocialismo. Finalmente,
la Librairie de L’Amitié abrirá sus puertas centralizando en sus dependencias
la parte de edición, venta y distribución de las publicaciones de Éditions Sant–Just.
Si Por una crítica positiva será el
manifiesto del grupo, poco después aparecerá ¿Qué es el nacionalismo? Redactado por Benoist–Laroche al frente de
un equipo de trabajo doctrinal que hará honor a su título. Esto dos documentos
más el Manifiesto de la generación de los
60 (publicado con anterioridad y que era la carta fundacional de la FEN)
serán los tres documentos que inspirarán la actividad del neofascismo francés
en los años 60, entre el final de la aventura de la OAS y la revolución de mayo
de 1968.
Sin embargo, no
todos participaron en esta empresa con entusiasmo. Desde el principio, Pierre
Sidos, que había sido el alma inspiradora y el fundador de Jeune Nation
(encarcelado en julio de 1962 y que permanecerá en la cárcel hasta febrero del
año siguiente), no comparte la necesidad de una renovación teórica, estratégica
y doctrinal. Sidos permanece afecto al nacionalismo francés de siempre y tolera
difícilmente lo que considera como las primeras desviaciones neopaganas de
parte del equipo dirigente. Tampoco se siente europeísta y en realidad ocupará
siempre un espacio intermedio entre el maurrasianismo y las nuevas
formulaciones a que han dado lugar los tres documentos de base de Europe–Action y de la FEN. La crisis se
irá agudizando a partir del inicio del curso 1963–64 cuando se produzca la
ruptura y se funde el Mouvement Occident.
Sidos había ido
realizado un trabajo de desgaste sobre la cúpula dirigente de Europe–Action. En realidad, algunos de
los intelectuales que están elaborando documentos y revistas, apenas aparecen
en las actividades militantes y esto entraña críticas por parte de las bases,
críticas que Sidos se encarga de amplificar. Además, muchos se preguntan –y los
cuerpos de Seguridad del Estado los primeros– por la procedencia de los fondos
con los que se ha puesto en marcha el proyecto. Realmente no hay ningún misterio,
ni nada inconfesable, pero siempre es posible estimular las sospechas, algo que
no dudan en realizar los disidentes. Sin embargo, dado que algunos responsables
cobraban por su trabajo, Sidos consigue implantar el rumor de que se trata de “mercenarios pagados por el capitalismo”
(tal como explica Duprat que perteneció a Europe–Action).
Otros dos
problemas se unen y facilitan el aumento de la conflictividad interior. De un
lado, la FEN (que en realidad es el sostén militante de Europe–Action) es un grupo universitario, por tanto, sus miembros
están sometidos a un tránsito continuo: los estudiantes de los últimos cursos
universitarios quedan en pocos años fuera de las aulas y –como luego le ocurrirá
al GUD– aunque no se produzcan escisiones ni crisis, existe cierta
inestabilidad cuando los elementos más activos abandonan los estudios. Además,
si bien la FEN es fuerte en el sur de Francia y en Burdeos y ha logrado
implantarse en el Mediodía francés e incluso en las provincias vascas, en París
tiene una menor presencia universitaria (precisamente por el problema al que
acabamos de aludir). Los dirigentes de la FEN han logrado poner en pie el grupo
Militant (nombre del boletín que utilizarán como enlace) difundidos entre
estudiantes de bachillerato y en los liceos previos a la entrada en la
universidad. A finales de 1963 se producirá el “error fatal” (es Duprat quien lo califica) de lanzar una campaña
antimilitarista bajo la consigna: “Ni un
soldado para el Régimen”. Esta campaña se producía poco después de los fusilamientos
de Degueldre y de Bastien–Thiry, militares de carrera que colaboraron con la
OAS y reflejaba los ajustes de cuentas pendientes del equipo dirigente de la
FEN–Europe–Action con el gaullismo.
La revista consideraba que era el ejército gaullista el que había “vendido” la
Argelia Francesa. Tras las consiguientes colocaciones de carteles y
distribución de panfletos, la FEN convocó una manifestación en el Barrio Latino.
La campaña hizo cristalizar todo el malestar interior, las rencillas entre los
dirigentes de la antigua Jeune Nation que habían quedado al margen de la línea
editorial de Europe–Action e incluso
la necesidad de ir más lejos en el proceso de renovación que sostenían los
partidarios de Jean Thiriart que practicaban entrismo en la FEN. Poco después
de la manifestación antimilitarista se produce la expulsión de François Duprat
y de Jacquard, el último de los cuales es el representante de Thiriart en
Francia (luego, en 1966, fundará la Fédération Général des Étudiants Européens
que fracasará y finalmente entrará también en disidencia con Thiriart y
contactará con los disidentes belgas de éste y después de indecibles
peripecias, rupturas, reconciliaciones y rectificaciones de rumbo habituales en
dinámicas escisionistas, terminará alumbrando la tendencia “socialista europea”
con las revistas Argend, Floreal y Socialisme Européen que convergerán,
pasado mayo de 1968, en la revista Pour
une Jeune Europe, que a pesar del nombre ya nada tiene que ver con Jean
Thiriart).
Esta primera
crisis demuestra que Europe–Action
controla la FEN y que no está dispuesta a ceder ni a compartir ese control. Las
expulsiones dejan un regusto amargo en la sección parisina de la FEN, compuesta
en ese momento, esencialmente, por militantes muy jóvenes, que se escinden poco
después y pasarán a constituir en abril de 1964 el Mouvement Occident (véase
artículo sobre el tema en RHF–IV) tras haber confluido con el Cercle de Défense
de la Culture Française de Sidos. La debilidad en la que queda sumido el grupo
–y su reducción en París a la mínima expresión– hace que Venner cometa algunos
errores de conducción política.
Si bien, el
documento fundacional había insistido en la distinción entre “nacionales” y
“nacionalistas”, en la práctica, para ampliar su radio de acción, Venner se ve
obligado a “abrirse” hacia los “notables” a los que tanto había criticado
convocando un mitin conjunto con Pierre Poujade, antiguos militares de la OAS y
pequeños grupos nacionalistas que habían decidido colaborar con la revista. Sin
embargo, esta iniciativa no estimula una aproximación de todos estos sectores a
las tesis de Venner y aunque la revista logra vender cada vez varios miles de
ejemplares (eleva su tirada entre 15 y 20.000 ejemplares) y los libros de las
Éditions Saint Just y especialmente la Collection Action se venden en tiradas
que hoy serían impensables, no parece que el principio de “unir la teoría a la
práctica” esté dando resultados.
No puede
extrañar que la FEN (y, por tanto Europa–Action)
participen en la campaña para la elección presidencial en 1965 apoyando al
candidato Jean Louis Tixier–Vignancourt, el abogado del general Raoul Salan en
el proceso en el que se depuraron sus responsabilidades por el golpe de Argel.
Tixier era, a la postre, un “nacional” y un “notable”…
Tixier y la aventura del REL
Cuando Tixier
anunció su candidatura, en febrero de 1964, François d’Orcival publicó un
artículo en Europe–Action, en forma
de carta abierta dirigida a Tixier, cuyo título era suficientemente elocuente: “¿Quién os ha designado candidato?”. Sin
embargo, a pesar de no haber empezado bien las relaciones entre Tixier–Vignancourt
y el equipo de Europe–Action, pronto
Venner consiguió reconstruir la relación con el candidato de la “oposición
nacional”. Venner especialmente aspiraba a utilizar las elecciones
presidenciales de 1965 como instrumento para relanzar políticamente a este
sector político.
La opción-Tixier
no era la única existente, varias candidaturas más o menos ligadas a la
“oposición nacional” pugnaban desde 1963 por presentarse a las elecciones
presidenciales: de un lado, el coronel Trinquier intentaba aprovechar a los
grupos activistas nacionalistas como fuerza de choque para impulsar su
candidatura. El prestigio de Trinquier ante la “oposición nacional”,
especialmente ante los “nacionales” derivaba de su cargo como adjunto del
general Massu, comandante de la 10ª División de Paracaidistas durante la
“batalla de Argel”. Sobre sus espaldas recayeron las operaciones más arriesgadas
de la guerra contra el FLN argelino. Posteriormente dirigió las operaciones
contra el líder independentista de izquierdas, Patricio Lumumba en Katanga y
más tarde creó la Union Nationale des Parachutistes, organización en la que la
extrema–derecha siempre ha estado muy representada. De cara a las elecciones
presidenciales de 1965, Trinquier había constituido una Association d’Études
pour la Réforme des Structures de l’État que pronto transformó en Parti du
Peuple.
Otra candidatura
que intentaba atraer a la “oposición nacional” (y especialmente a lo que
parecía ser su motor, Europe–Action)
era la del general Pierre Boyer de la Tour, antiguo comandante en jefe de las
tropas francesas en Indochina y que trabajaba también con la asociación de
veteranos paracaidistas. La última opción que aspiraba a hacerse un hueco como
candidato presidencial era Pierre Poujade, antiguo líder de los pequeños
comerciantes cuya hora había pasado con los años 50 pero que no se resignaba a
estar ausente del escenario de la Vª República. Por aquellas fechas, Poujade
todavía no había desarrollado su sexto sentido para apoyar siempre al candidato
vencedor sin importar si era de izquierdas, de centro o de derechas (apoyó a De
Gaulle, a Pompidou, a Giscard d’Estaing, a Mitterand y a Chirac; solamente se
equivocó en 2002 cuando apoyó a Jean–Pierre Chevènement justo en las elecciones
en que pasó a la segunda vuelta de manera espectacular el que había sido el
diputado poujadista más joven, Jean Marie Le Pen en 1954). Le Pen, precisamente
en aquellas elecciones de 1965, propuso la creación de un Parti National que
unificase a los distintos grupúsculos existentes en ese momento, año y medio
antes, había puesto en marcha un Comité d’Initiative pour une Candidature
Nationale para encontrar un candidato alternativo a Tixier. Pero al no conseguirlo
terminó apoyándolo y otro tanto hicieron los disidentes de Europe–Action, el recientemente constituido Mouvement Occident. El
primer mitin de Tixier en la Mutualité de Paris agrupó a 4.000 personas y al
concluir una manifestación encuadrada por Occident generó graves
enfrentamientos con la policía. Sin embargo, la propuesta unitaria de Le Pen,
aunque abierta a todos los grupos, no iba dirigida tanto a la FEN y a Europe–Action como a Occident y a Sidos
con quien se sentía mucho más identificado y con quien intentaría lanzar el
Parti National.
Pero tras un
mitin de lanzamiento de esta nueva sigla que apenas agrupó a 400 personas, Le
Pen enfrió sus relaciones con Sidos. Éste, por su parte creó un Comité Jeunes
Tixier, que experimentó un gran desarrollo. Mientras, Le Pen aprovechó para
mejorar sus relaciones con Europe–Action,
algo que Sidos no le perdonó retirando a los militantes de Occident de los
Comités Jeunes Tixier. No todos se fueron y pronto el vacío dejado fue
rellenado por los militantes de Europe–Action
que, entre tanto, se habían organizado en grupos de Volontaires d’Europe–Action.
No fue una
campaña tranquila. Desde el primer momento, a la vista de la disparidad de
fuerzas que apoyaban a Tixier, aparecieron fricciones que, habitualmente
tuvieron como protagonistas a los militantes de Europe–Action. En el interior de los Comités Tixier apareció una
tendencia “nacional-liberal” que aspiraba a conquistar el voto centrista. El
propio Tixier creyó que obtendría más votos si se distanciaba de los
nacionalistas y adoptaba posiciones centristas, multiplicando sus elogios a la
Resistencia francesa y a su primer jefe Jean Moulin. Pero en el momento en que
apareció con fuerza la candidatura centrista de Jean Lecaunet, la estrategia de
Tixier estaba condenada al fracaso.
En aquella
campaña llamó extraordinariamente la atención la gira realizada por Tixier en
las playas del sur de Francia. Cada día durante un mes se convocaron en las
playas francesas durante el mes de agosto de 1965 mítines cuya asistencia en la
última fase de la campaña superó con frecuencia los 3000 asistentes, según los
organizadores de la campaña asistieron en total 125.000 personas, aunque cifras
de Europe–Action las reducen a la más
realista de 45.000 asistentes. Este aspecto de la campaña llamó poderosamente
la atención de los medios. Paris Match
y otros medios de prensa dedicaron amplios reportajes a la iniciativa que hasta
entonces no tenía precedentes. La mayoría de público procedía de los pieds–noires y, a medida que los medios
aludieron a estas reuniones (especialmente a partir de la tercera semana)
afluyó una masa de curiosos poco concienciados políticamente que hicieron que
el impacto real de esta iniciativa fuera mucho más reducido que el que se
imaginaban sus impulsores. En estos mítines Tixier repetía hasta la saciedad y
de manera imprudente que en la primera vuelta quedaría en segundo lugar con un
18–22% de los votos y obtendría la mayoría en la segunda vuelta. Cuando la
campaña terminó y Tixier apenas obtuvo el 5% de los votos, una derrota
inapelable que atribuyó a la actividad de Le Pen (que había sido su jefe de
campaña…) y a los “extremistas de derecha” y, puestos a cometer un nuevo error,
llamó a sus electores a votar por el candidato de la izquierda.
En enero de
1966, purgó a Le Pen y dio forma orgánica a sus comités (prácticamente vacíos a
causa de una derrota tan flagrante) creando la Alliance Républicaine pour les
Libertés et le Progrés, formación de centro–derecha que jamás alcanzará
excesiva implantación y que terminará apoyando en 1979 la candidatura del Parti
des Forces Nouvelles en las primeras elecciones europeas. Tixier ocupará la
primera plaza de la candidatura obteniendo unos resultados ridículos e incluso
inferiores al Front National de Jean Marie Le Pen en esos mismos comicios.
Inmediatamente
se percibió el desastre de los Comités Tixier, los militantes de Europe–Action intentaron hacerse con el
control del ala más radical de la organización lanzando el Mouvement
Nationaliste du Progrès (MNP) el 24 de enero de 1966 justo cuando se cumplían
seis años de la jornada insurreccional de Argel que inició el período del
radicalismo armado con la OAS y las intentonas golpistas. Un llamamiento
firmado por un centenar de responsables y dirigentes de los Comités Tixier
anunció la creación del nuevo partido que recogía sin excepción los temas que
durante los tres años anteriores habían sido los propios de Europe–Action. Fondos no faltaban: eran
las aportaciones acumuladas durante años por los beneficios de las Editions
Saint–Just y por contribuciones particulares. Para Venner se trataba de
aprovechar el tirón que había tenido la FEN durante la campaña electoral de Tixier
y reforzar los vínculos con la Fédération des Étudiants Réfugiés (FER)
convertida en la organización única de los estudiantes repatriados de Argelia.
La FER era fuerte en el Sur de Francia con cerca de 4.000 adheridos, mientras
el resto de la FEN apenas tenía 500. Partiendo del renacimiento de la FEN
durante la campaña electoral, era posible asegurar la columna vertebral del
MNP.
Cuando tiene
lugar la formación del MNP aparece por primera vez en Francia un nuevo tema de
agitación y propaganda: la lucha contra la inmigración masiva. La consigna de “Alto a la invasión argelina en Francia”
ya había sido tocada ocasionalmente en la revista Europe–Action con cierta habilidad y también el semanario Minute (que en los años posteriores a la
guerra de Argelia alcanzará su mayor tirada, siendo el semanario
sensacionalista más popular en el vecino país) insistirá en el mismo tema. Esto
implica que el fenómeno de la inmigración ya era acusado en la Francia de 1965.
Pero, aun así, el equipo militante de la FEN en París era excepcionalmente
débil y el activismo frenético de Occident no les dejaba espacio para operar.
Venner intentó una reaproximación a Occident justo cuando Sidos abandonó esta
organización, luego volvió a intentarlo proponiendo la fusión de las dos ramas
estudiantiles bajo el nombre de Occident. Se ofreció también incluir a varios
miembros de la dirección de este grupo en el buró político del MNP, junto a los
delegados de la FEN y los Volontiers d’Europe–Action, pero las conversaciones
se interrumpieron antes del Congreso Constituyente del MNP (1 de mayo de 1966).
Si bien el congreso mostró la seriedad y solidez del movimiento, pocos meses
después, en noviembre desaparecía la revista Europe–Action a causa de problemas financieros y cerraban las
Éditions Saint–Just. La trayectoria de la revista termina aquí, sin embargo, en
los meses siguientes, como a los cadáveres a los que les sigue creciendo el
pelo y las uñas, el equipo dirigente del grupo participó por primera vez en el
nacionalismo francés de postguerra y en solitario en una campaña electoral.
A pesar del
fracaso de la candidatura de Tixier, a pesar de la escisión que había
debilitado a la FEN en París y a pesar de la aparición de Occidente, para el
equipo dirigente que formaba en torno a Venner, sin embargo, el balance de Europe–Action era positivo: finalmente
existía una línea política y un equipo de cuadros lo suficientemente amplio
como para poder presentarse a las elecciones legislativas de 1967 con garantías
de no pasar desapercibido. A pesar de los avisos en contra que alertaban sobre
las pocas posibilidades de obtener resultados electorales apreciables, el MNP
organizó una cobertura electoral, el Rassemblement Européen de la Liberté en marzo
de 1967. El objetivo era presentar 75 candidatos para poder tener acceso a los
medios de comunicación públicos (“no
pretendemos obtener un diputado sino hacernos conocer e imponer nuestra
existencia” había escrito Venner en el semanario Rivarol). Pero hacía falta presentar 10.000 francos por candidato
(el franco se cotizaba entonces a 14 pesetas) y, finalmente, solamente pudieron
presentar 27.
La campaña
consiguió llamar la atención gracias a iniciativas espectaculares o que fueron
observadas con curiosidad por los medios de comunicación. En la circunscripción
de Metz, el REL presentó como candidato a Valentín González, alias El
Campesino, el famoso general republicano español, miembro inicialmente del
Partido Comunista de España y que luego desertó de la URSS. En Sète presentaron
al candidato más joven de Francia. Otras listas mostraban fidelidad hacia la
causa de la Argelia Francesa (figuraban varios exponentes de aquellos años de
luchas), pero se introdujeron temas nuevos y se insistió en materia social. El
programa compuesto por quince puntos evidencia una ruptura hacia todo lo
conocido hasta ese momento en el nacionalismo francés. Se pedía la supresión de
la ayuda a los países subdesarrollados, el aumento de las pensiones a los
jubilados, la defensión de la emigración argelina, la unidad europea que
respetase las tradiciones nacionales y adoptase una estructura federal, la
lucha contra la omnipotencia de la banca ocupaba un lugar esencial exigiéndose
la supresión de los intereses usureros, etc. Este aspecto bifronte de temas
tanto “tradicionales” como “modernos” había sido puesta ya de manifiesto en el
congreso de lanzamiento del MNP cuando se depositó una corona en el Muro de los
Federados de la Comuna de París y, al mismo tiempo, los trabajadores nacionalistas
de la Renault depositaron otra corona ante la tumba del Bastien–Thiry el héroe
de la resistencia al abandono de Argelia: tradición y revolución, tal era la
idea que se pretendía vender.
Los resultados
fueron modestos, pero era, a fin de cuentas lo que se esperaba así que no
sorprendieron a nadie: se obtuvo una media del 2’58% (Le Pen, desde entonces
hasta 1983, apenas logró nunca superar la barrera del 1%) con unos “picos” del
4,40%, mejorando incluso los resultados de Tixier dos años antes. Sin embargo,
planeaba la sensación de fracaso al haber podido presentar solamente a un
número limitado de candidatos y no haber tenido acceso a los medios de
comunicación. Además, algunos candidatos no tenían la más mínima experiencia
electoral y una cosa era escribir artículos sobre ética, celtismo, realismo
biológico y valores en Europe–Action y
otra muy diferente empatizar con el electorado. Duprat anota: “La desaparición de Europe–Action había
dejado un vacío que nada había sido capaz de llenar”. Buena parte de los
dirigentes estaban cansados de los últimos 10 años de trabajo político y
empezaban a dejar atrás su juventud: Venner manifestó su intención de retirarse
mientras que D’Orcival pensaba transformar el MNP–REL en un “club político”. Para
colmo, desde el exterior, tanto Occident como Sidos, multiplicaban sus ataques
generando una suplementaria sensación de aislamiento y desánimo (Sidos y
también Ploncard d’Assac, difundían la idea de que los dirigentes de Europe–Action eran “anticristianos, apátridas, materialistas y heréticos”, mientras
que Occident les achacaba el prurito de “intelectualismo”
y “pasividad”).
Así pues, 1967
será el año del final de la iniciativa que había partido con la publicación de Por una crítica positiva: una parte de
los militantes mantendrán su independencia en los años siguientes formando el
grupo Militant (cuyo boletín del mismo título aparecería hasta principios de
los años 80), mientras que los restos de la FEN parisina se integrarán en
Occident en el inicio del curso 1967–68… un curso decisivo para Francia y para
la contestación. El curso del “mayo francés” en el que le corresponderá a
Occidente el papel de detonante (ver artículo sobre el tema en la RHF–V). La
aventura creativa habrá terminado.
¿La
constatación de un fracaso?
Con el final de
la experiencia de Europe–Action y de
la FEN termina el segundo intento de constituir en Francia un gran partido “de
la oposición nacional”. Infinitamente más interesante que el primer intento
–Jeune Nation (véase artículo sobre el tema en la RHF–VI)– esta nueva
experiencia contó con más medios, con un equipo mayor de cuadros y con mayores
ambiciones doctrinales. Por primera vez
se atrevió a plantear el combate en términos electorales y basar su acción en
un estudio preestablecido tanto a nivel doctrinal como estratégico. De hecho,
la experiencia de Europe–Action fue
enriquecedora en todos los sentidos y se prolongó durante bastante tiempo. De
ahí surgió el GRECE y a imitación suya veinte años después surgiría en España
la revista Disidencias intentando
también un esfuerzo de clarificación en la misma dirección, los grupos
italianos Ordine Nuovo y Avanguardia Nazionale e incluso el Fronte della
Giuventú de los años 70 fueron en cierta medida tributarios de esta revista que
eligió como símbolo el casco espartano que luego recuperaría la revista hermane
Nation Europa en Alemania. La mayoría
de dirigentes de Europe–Action
tuvieron una parte importante en los desarrollos posteriores de iniciativas
político–culturales y, desde el punto de vista personal, se convirtieron en
personalidades reconocidas en el mundo del periodismo y de la cultura: Benoist,
D’Orcival, Venner, Vial, Valla, etc.
En el curso de
las iniciativas posteriores simplemente se limitaron a perfeccionar y pulir los
puntos de vista que habían sostenido en su juventud. De aquella época y de las
columnas de Europe–Action surgió el “etno–diferencialismo”
que sostiene todavía hoy el grupo que figura en torno a Alain de Benoist
(ciertamente, esta fórmula estaba enunciada con tosquedad en los años 60). El
intento que se había realizado en la revista de integrar a gentes que hasta ese
momento nada tenían que ver con el nacionalismo, fue utilizado hasta la
saciedad en la primera época del GRECE e incluso en iniciativas políticas
posteriores como el Parti des Forces Nouvelles.
Ciertamente muy
pocos de los puntos puestos de relieve por Venner en el acta de nacimiento de Europa–Action (Por una crítica positiva) pudieron ser puestos en práctica. Puede
decirse que Venner identificó perfectamente las causas que habían motivado la
esterilidad de Jeune Nation y la derrota de los partidarios de la Argelia
Francesa, pero no estuvo en condiciones de sobreponerse a las inercias que
habían adquirido los nacionalistas. Las regresiones, especialmente en el período
de los Comités Tixier Vignancourt y en el REL fueron evidentes: se recurrió a
los “notables” y a los “nacionales” estigmatizados por el propio Venner. El
nivel intelectual del equipo dirigente fue muy alto, acaso demasiado para una
lucha política. Las críticas que les depararon sus adversarios, a pesar de
estar realizadas con evidente mala fe, respondían en buena medida a la
realidad: había demasiado intelectualismo en Europa–Action, y ciertamente la dirección estaba formada por
neopaganos, agnósticos y materialistas que no encajaban demasiado bien en el
panorama del nacionalismo francés.
Oficialmente, la
FEN se disuelve en 1967. Cerrada una etapa, empieza otra. La primera reunión
del GRECE tuvo lugar el 4 y el 5 de mayo de 1968, cuando estallaban los primeros
incidentes en el Barrio Latino y la asociación fue legalizada en Alpes–Marítimos
el 17 de enero de 1968. El primer número de Nouvelle
École aparecería en febrero–marzo de 1968, cyclostilado con una tirada de
500 ejemplares.
Europe–Action fue una etapa
necesaria en la que un grupo de jóvenes señaló la naturaleza de los problemas
del ambiente nacionalista, elaboró el basamento intelectual para alumbrar una
nueva estructura política, pero cuando ésta se completó (hacia principios de
los años 80), ya habían dejado atrás la fuerza de la juventud y con el mismo
ahínco con que habían elaborado una doctrina coherente, encontraron
justificaciones para no arrojarse de nuevo al ruedo político. La llegada de Le
Pen y sus éxitos hicieron que algunos de aquellos jóvenes de los años 60, que
luego habían participado en el GRECE, vieran reverdecer su voluntad de combate
y se alistaran bajo las banderas del Front National. Cuando se produjo la
escisión en 1998, la mayoría de ellos, se fueron con Bruno Mégret: la política
no era para ellos. La política era –es– demasiado sucia, demasiado
maquiavélica, demasiado desaprensiva para alguien que ha ido a la lucha
política preconizando valores éticos. En los años siguientes, la mayoría de
ellos, o volvieron al redil lepenista o abandonaron completamente la lucha
política o dieron vida a iniciativas identitarias. Habían pasado cuatro décadas
desde que en los mejores años de su vida alumbraron una revista única en
calidad redaccional y que hasta ese momento no había tenido precedentes en el
neofascismo.
(c) Ernesto Milá - infokrisis - Revista de Historia del Fascismo - eminves@gmail.com