martes, 4 de agosto de 2020

JUAN CARLOS Y EL CLAN PUJOL: DOS FORMAS DE CORRUPCION


El juicio histórico -que es lo que cuenta, al fin y al cabo- que los que tenemos más de 65 años podemos emitir sobre Juan Carlos I es bastante breve: no se puede jurar las Leyes Fundamentales del Movimiento Nacional y diez años después, con la misma facilidad, jurar de nuevo la Constitución. Es así de simple. Ahora bien, uno de los pactos de la transición era mantener la monarquía (como único gesto hacia los antiguos franquistas), a cambio de que estos aceptaran todas las demás reformas.

La “transición” fue la historia de un pacto obligado porque la “oposición democrática” carecía de fuerza social suficiente para lograr la “ruptura” que auspiciaba y porque los vientos que soplaban de Europa eran contrarios al mantenimiento de las posiciones del franquismo. Y a eso se reduce ese momento histórico. No fue, desde luego, el mejor de los pactos porque contribuyó a trasladar a España las peores lacras de la partidocracia en un país sin tradición democrática, al que, además, se unían las exigencia de nacionalistas catalanes y vascos (cuya papel en la instauración de la democracia fue minúsculo en relación al PCE, por cierto), que, para satisfacerlos se les dio una importancia que no tenían en la gobernabilidad del Estado y que, para colmo, extendieron la sífilis autonómica a todo el país.

Han pasado 45 años desde la muerte de Franco y, para quien tenga memoria y le quede aún un mínimo de capacidad crítica, sabrá que esto no ha sido ni jauja, ni el mejor de los sistemas de gobierno… si bien, claro está, es cierto que siempre habría podido ir a peor y que, de no producirse los pactos de la transición, o hubiera habido una larga guerra civil o bien España sería ahora una “excepción europea”, completamente fuera de juego y de trayectoria muy problemática.

Todo esto viene a cuento de la noticia emitida ayer por TVE: “Juan Carlos I huye de España”. Parece como si la noticia la hubiera redactado el becario de Podemos (el mismo que ayer en el Canal 24 hora redactaba otra noticia así: “Se cumplen 30 años de la invasión de Kuwait por Irán que dio paso a la primera guerra del Golfo”, error doble, porque no fue Irán sino Irak y porque aquella no fue la “primera” sino la segunda guerra del Golfo). Podemos intentaba reafirmar su perfil “antimonárquico” (claro, no existía en tiempos de la transición y el PCE, que aceptó la monarquía en 1977 y hoy languidece olvidado en Podemos es un triste residuo de otra época) y “republicano”. Y lo hacía recordando las corruptelas del “juancarlismo”. Y es aquí donde vale la pena hacer una precisión.


El último escándalo de Juan Carlos se ha basado en unas comisiones generadas por el AVE a La Meca que gestionó el “rey emérito”. Es inmoral, era innecesario y era una operación ilegal: Juan Carlos ha acumulado un patrimonio personal desde principios de los años 70 que garantiza su supervivencia económica, un altísimo nivel de vida y, para colmo, se ha beneficiado hasta ahora de la asignación como “rey emérito”. 

Bien, pero vale la pena recordar que, si un consorcio de empresas españolas construyó el AVE a La Meca con un presupuesto total de 6.736 millones de euros, de los que Juan Carlos I cobró 100 de Arabia Saudí, fue gracias a la gestión del "rey emérito". De no haber mediado tal gestión, sin duda, el monarca saudí Salman bin Abdelaziz no hubiera podido inaugurar la línea entre La Meca y Medina el 30 de septiembre de 208, ni, por supuesto, el faraónico encargo habría supuesto un impulso para una empresa española. No olvidemos tampoco, que este proyecto del AVE supuso un emblema de la “marca España” y fue el buque insignia de la ingeniería española en el extranjero. Participaron en el proyecto doce empresas españolas y se crearon miles de puestos de trabajo.

Insisto: el cobro de una comisión de 100 millones (o de 3.000 euros) para alguien que vive de los presupuestos generales del Estado y que, además, no se declara a la Hacienda española, es, sobre todo, inmoral, mucho más que ilegal. Pero reconociendo esto, al mismo tiempo, no hay que perder de vista que la gestión -de la que se supo por la tal Corina Larsen en conversación con el comisario Villarejo- supuso un gran logro para empresas españoles de primer nivel. 



Ahora bien, comparemos esta corrupción con la que ha realizado durante casi 40 años el “clan Pujol” en Cataluña. Pujol, incluso cobraba comisiones de 100 euros a sus amigos a los que recomendaba ir a ver a una vidente andorrana. Además de inmoral, es zafio, supersticioso, ignorante y enfermizo. Uno de los miembros de la familia fue procesado por intentar crear una ITV de chimeneas para quedarse con la concesión. Y, sobre todo, con la excusa de financiar a CiU, se saquearon los fondos de las consellerías, se desviaron recursos masivamente de programas de formación de parados, se atribuyeron ayudas públicas a instituciones que luego se perdían en las cuentas del clan y, en segundo lugar, en la financiación de CiU… Y esto durante 40 años

Es muy distinto generar puestos de trabajo en una industria estratégica de alto valor añadido -AVE Medina-La Meca- que esquilmar el presupuesto público y, de paso, chantajear al Estado -como hizo Pujol con Felipe González y Aznar- y, finalmente, cuando las corruptelas -conocidas desde el primer tercio de los años 80- ya no podían mantenerse más en secreto, optan simplemente por la traición y declararse “independentistas”…

No, lo lamento, pero son dos tipos de corrupción completamente diferentes: el clan Pujol ha operado un racket sobre un larguísimo ciclo en la historia de Cataluña y ha sido el pueblo catalán el que ha visto como el dinero de sus impuestos llegaba a la opacidad andorrana en bolsas de basura y a las cuentas del clan mafioso. Lo otro, lo del AVE, ha sido una inmoralidad que se ha conocido a causa de una concubina resentida y que quería más (Peñafiel decía el otro día que “los reyes deben follar con señoras y no con putas, porque las putas lo largan todo”).

Decir que no hay que juzgar a la monarquía con sus representantes temporales no parece lo más satisfactorio, ni siquiera consolador. En realidad, resulta mucho más tranquilizador el pensar que el “código ético” que estableció Felipe VI al llegar al trono puede resultar mucho más eficiente: reducir la familia real a unos pocos miembros, prohibir que participen en negocios privados, no aceptar regalos, auditoría externa para las cuentas de la Casa Real, fin de la opacidad, etc. La retirada del título de Duquesa de Palma a la infanta Cristina a raíz del caso Noos y la petición el rey emérito de que abandonara La Zarzuela, indican que no se trataba de medidas cosméticas.

Lo cierto es que, por el momento, nadie puede decir que Felipe VI esté resultando ser un “mal rey”. Muchos catalanes todavía le estamos agradecidos de que fuera él y no otro el que pusiera los puntos sobre las íes en plena crisis independentista y ante el silencio y el pasotismo del gobierno Rajoy.



Y ya que estamos en Cataluña. Solamente los espectadores de TV3 ignoran que los independentistas se están asestando puñaladas entre ellos: con una CUP desecha y dolorida por los fracasos de sus movilizaciones, con un Puigdemont cuya supervivencia depende de que asuma el liderazgo independentista y con un Junqueras y una ERC que no se va a dejar tomar el pelo nuevamente por Puigdemont, este último partido que, hasta ahora, había mantenido un prudencial silencio ante las corruptelas del “clan Pujol” (Junqueras mismo había dicho que, “primero la independencia y luego ya veremos lo de la corrupción”), ha variado su posición. Ante el intento de Puigdemont de asumir el liderazgo del PDCat+Junts, ERC ha empezado a recordar la “corrupción institucional” de las décadas de Convergencia (ahora PDCat). Esto en un momento en el que según el CIS catalán el apoyo activo al independentismo se sitúa apenas por encima del 40% (su límite lógico está en torno al 30-35%, cifra que define el número máximo de catalanoparlantes como lengua única, así que empieza a estar redimensionado). Torra, por supuesto, ha aprovechado la “fuga” del rey emérito para tronar contra él en un intento doble de hacer olvidar el saqueo del presupuesto catalán por el clan Pujol y las puñaladas entre indepes.

Pero la peor parte del episodio final del juancarlismo va a afectar gravemente al gobierno de coalición: “alguien” ha recordado a los socialistas los pactos de la transición y el comunicado del PSOE de apoyo a la monarquía ha sido muy explícito y… contradictorio con el emitido por los mutantes de “Unidas Podemos”, seguramente en el peor momento de su historia y que ha supuesto una reafirmación de republicanismo.

El PSOE, hoy, es perfectamente consciente de que el “gobierno de coalición” es insostenible a corto plazo:
1) Por las exigencias europeas para aportar los famosos 140.000 euros al Estado Español y

2) Porque PSOE y UP están en desacuerdo, no en una minucia ¡sino en la misma forma del Estado!
Todo esto precipitará una necesaria remodelación del gobierno: nadie da algo -la UE- a cambio de nada, y la exigencia de la UE es liquidar a Podemos (banda de impresentables obsesionados por ideologías de género y racimo de porreros ambiciosos con hambre atrasada y ganas de pagar las hipotecas de los casoplones) del gobierno. Podemos se está “oliendo” el divorcio con el PSOE y ve el vacío bajo sus pies. Llanto y crujir de dientes. Dinero iraní y venezolano que ya no vendrá y subsidios del Estado que se cortarán. El destino de Iglesias será volver a pontificar en tertulias y el de su compañera regresar a cajera del super. El espíritu del 15-M difuminado entre olor a sobaquina, a porro y a ambiciones insatisfechas.
Podemos tiene razón en desconfiar de las reuniones “secretas” entre el PSOE y Cs (partido desahuciado en las próximas elecciones y en el que sus miembros han emprendido una enloquecida carrera para salvar los muebles). Con más de 500 focos de infección del Covid-19 a día de hoy, sin cifras de Cataluña -que demuestran por sí mismas el caos de la sanidad catalana y el desinterés de Torra por todo lo que no sea la independencia y las próximas elecciones-, cualquier excusa será buena en septiembre para apartar a los fumetas y mutantes del gobierno. Lo que empezó en tiendas de campaña, es mejor que abandone un terreno que nunca ha sido el suyo, el de gobierno.

Volviendo a la “huida de Juan Carlos”. El juancarlismo ha concluido definitivamente. Posiblemente, a partir de ahora, los análisis sobre la transición puedan hacerse con más rigor. No creo que la república trajera nada bueno, sino que extendería la lucha de partidos a la cúspide de la nación. 

Y, hoy, no hay que olvidar: el gran problema de este país, no es la monarquía o la república, sino más bien los partidos políticos, las autonomías y la ausencia de clase política dirigente digna de tal nombre, la inadecuación de la estructura económica con seis millones de parados nuevamente y diez millones de inmigrantes de más. ¿El resto? Problemas menores, como el fin del juancarlismo y la lentitud para sentar en el banquillo al clan Pujol (lo que se hará cuando sus delitos estés prescritos), considerado ya como “organización criminal”. ¿Monarquía o república? ¡Vamos, hombre, no me aburras!