domingo, 16 de enero de 2011

Incalificable discurso en Elche de Jesús Caldera


Infokrisis.- Zapatero tras jubilar a Jesús Caldera como ministro de trabajo e inmigración lo situó –por aquello de que dime de lo que alardeas y de diré de lo que careces- al frente de la Fundación “Ideas”, especie de fundación de fundaciones del PSOE. Hay que recordar quién es Jesús Caldera: el ministro y más próximo colaborador de Zapatero durante su etapa de ascenso al poder, un hombre de mirada fija y alucinada que redactó la actual Ley de Extranjería e inspiró la regularización masiva de febrero-mayo de 2005, denostada en toda Europa y que fomentó hasta lo indecible el efecto llamada. El desastre de aquella regularización fue de tal envergadura que Zapatero no pudo hacer otra cosa que prescindir de él y negar toda la política de inmigración que había abordado desde que se presentó candidato a la secretaría general del PSOE en 2000. Gracias a esta jubilación los telediarios dejaron de castigarnos con las frases y los razonamientos estúpidos y enfermizos de Caldera. Ahora sin embargo, a la vista de que el PSOE en la Comunidad Valenciana bastante hará si logra salvar los muebles, ha reaparecido de nuevo en Elche dándonos a todos una lección de cómo un cretino puede llegar a superarse a sí mismo.
 
Caldera en Elche asistía al foro “Políticas de Inmigración” y, como “entendido” (mejor “enterao”…) en la materia que es no dudó en verter su verbo ralentizado sobre los cofrades socialistas dispuestos a aplaudir a rabiar a quien todavía se considera como amigo personal del presidente Zapatero. Junto a Caldera, asistieron al acto, Jorge Alarte, el futuro cadáver de la Federación Socialista Valenciana, candidato derrotado por anticipado en las próximas elecciones municipales y Ramón Jáuregui, ministro de la presidencia que aspira tan sólo a alcanzar los dos años en el puesto que le darían pensión vitalicia. Una asamblea, como puede verse, de derrotados por anticipado y de ilustres mediocridades del socialismo español que como tales han repetido ideas muy viejas que tienen ya más de 15 años y que han supuesto la muletilla del PSOE este su atribulado período de gobierno.

Empezó Caldera animando a los inmigrantes a que voten en las próximas elecciones municipales del 22 de mayo para que sean “influyentes”, siguió considerando “prioritario” que los inmigrantes “contribuyan a la construcción de las ciudades y los territorios” y recordó que el derecho al voto de los inmigrantes es un “derecho” por el que muchos “han luchado en el pasado”. Puestos a analizar el fenómeno de la inmigración, Caldera destacó que “continuará en el futuro en los países desarrollados” (a pesar de la crisis) y que es “general y perdurable”.

Si estas afirmaciones ya son de por sí pura retórica del más bajo nivel, el discurso de Caldera se convirtió en esperpéntico cuando sostuvo con una seriedad pasmosa que en este momento “prácticamente” no hay inmigrantes irregulares… Vamos a recordarle algunos datos a Caldera: en primer lugar siguen existiendo inmigrantes irregulares, fuentes policiales calculan que puede haber en torno a 800.000 y quizás más. Nadie se ha preocupado de hacer el censo aunque ese censo sería necesario para establecer las necesidades en materia de educación, sanidad o consumo energético, pero ya se sabe que el socialismo prefiere eludir la existencia del problema y no aportar en absoluto datos sobre la inmigración irregular. Pero hay algo todavía más grave.

La reforma de la ley de inmigración propuesta por Caldera en 2004 convulsionó a la sociedad española. Es cierto que, entre otras lindezas, Aznar había dejado a 800.000 ilegales al concluir su mandato y que esa herencia se la encontró el zapaterismo una vez sentado en la Moncloa. La loable intención de Caldera consistió en regularizar a estos 800.000 ilegales y para ello estableció un plazo extraordinario (febrero-mayo de 2005). Dado que la regularización se anunció con ¡medio año de anticipación!, en el momento en que se cerró el plazo de regularización ¡ya habían entrado de nuevo otros 800.000 ilegales!, con lo que la regularización no sirvió absolutamente para nada salvo para mantener constante el número de ilegales que ha permanecido prácticamente sin variación alguna desde entonces. 

Pero Caldero hizo algo todavía peor: creó la figura de la “regularización por arraigo” que premiaba con los “papeles” a quienes habían infringido la legalidad vigente durante tres años entrando ilegalmente en España. La Ley de Extranjería preveía que los ciudadanos que aspirasen a migrar legalmente a España debían de solicitarlo al consulado del país de origen. Dado que los consulados contestaban con el silencio administrativo o simplemente con la espera, cientos de miles de inmigrantes, ya desde mediados de los años 90 decidieron entrar ilegalmente en España simulando ser turistas y beneficiándose de visados de tres acabados los cuales deberían abandonar el territorio nacional. No lo abandonaban, se quedaban entre nosotros y, gracias a Caldera, tres años después de entrar ilegalmente, se beneficiaban de la “regularización por arraigo”. Sin embargo, aquellos otros inmigrantes respetuosos con la ley que habían cumplido lo estipulado en la legislación española de extranjería, seguían esperando en sus países de origen.

En el momento de escribir estas líneas, el gobierno está procediendo a la redacción del Reglamento para desarrollar la Ley de Extranjería, reglamento que, en realidad, la modifica. En efecto, si hasta ahora eran 3 años los que se precisaba para aspirar a la regularización por arraigo desde el mundo en el que se entraba en territorio nacional, a partir de ahora serán solamente dos años los requeridos para llegar a la regularización.

A nadie se le escapa que esta figura de la “regularización por arraigo” constituye una verdadera “regularización continua y masiva”. Y lo sorprendente es que, contrariamente a lo que dice Caldera, el número de ilegales no decrece, ni siquiera es “prácticamente cero”. Sigue siendo de 800.000 ilgales. Caldera debería de saber que los gitanos rumanos expulsados de Francia e Italia en 2010 y 2008, están reapareciendo sistemáticamente por Cataluña generando miles de problemas y complicaciones, robos de cables, molestias a los ciudadanos, mendicidad masiva, saqueo de las ayudas sociales y de la asistencia, etcétera. Caldera quiere convencernos de que el problema de los ilegales él lo afrontó y lo solventó, cuando en realidad lo único que hizo fue acelerar la entrada de ilegales, generando un mecanismo de regularización continua.

También Caldera insiste en la letanía de los beneficios económicos de la inmigración. Dijo por ejemplo en Elche: “más de la mitad del crecimiento económico se debe a los inmigrantes”… añadiendo “quienes han contribuido a elevar la renta per cápita de los españoles”. La frase es deliberadamente confusa e inequívocamente engañosa. Una cosa es el PIB que mide el crecimiento económico y otro la renta per cápita. El PIB, efectivamente, ha crecido gracias a la inmigración y lo único que refleja ese dato es que la llegada de 7.000.000 de inmigrantes desde 1996 (hoy 1.000.000 naturalizado español, 5.200.000 regularizados y 800.000 ilegales) han contribuido a… aumentar el consumo. Es evidente que así iba a ser: un inmigrante cuando llega precisa comer, dormir, trasladarse y eso genera un aumento en el volumen de dinero que cambia de manos. Y eso, a pesar de ser un fetiche macroeconómico, ni es bueno ni es malo, es simplemente un dato –entre otros muchos- para medir la salud económica de un país. Es cierto que el PIB se ha fetichizado y se le ha atribuido excesiva importancia pero también es cierto que actualmente España está estancada… a pesar de que siguen llegando inmigrantes (ilegales y acogidos a la figura de la “reagrupación familiar”). El dato que da Caldera hoy ya ni siquiera es válido. 

En cuanto a la renta per cápita, la realidad es justamente la contraria de la que sostiene Caldera: esta ha bajado si atendemos a las distintas franjas sociales: los trabajadores especialmente han pedido poder adquisitivo en la medida en que la inmigración no es otra cosa que mano de obra barata y sin cualificar. Los salarios de construcción, campo y hostelería –los únicos en donde la inmigración está presente a la vista de su escasa capacitación profesional- están estancados o suben por debajo de la inflación desde 1999, gracias a la incorporación masiva de mano de otra inmigrantes a estos sectores.

Caldera, prosiguió su delirante discurso negando que los inmigrantes “arrebaten el trabajo a los ciudadanos del país”… y siguió con la jaculatoria repetida por los progres desde tiempo inmemorial sosteniendo ¡todavía en 2011!, que los inmigrantes “desempeñan el trabajo que los nacionales no hacen”… Negó también, por supuesto que los inmigrantes usen más los servicios públicos que los españoles.
Estas afirmaciones de Caldera quedan desmentidas por la realidad cotidiana: basta ir a un consultorio médico para ver que, efectivamente la proporción de inmigrantes es excesiva. Y no digamos si se trata d una maternidad en donde la proporción es de 4 a 1 a favor de la inmigración. En un país que hasta hace poco requería especialmente mano de obra no cualificada, lo normal era que ese sector fuera cubierto por los jóvenes ni-nis que carecían de formación y experiencia pero podían cubrir puestos de escaso valor añadido. Ahora no: esos puestos son cubiertos por inmigración que, además tiene un atractivo: acepta trabajar por salarios de miseria. Hasta hace poco, los jóvenes estudiantes solían trabajar en los veranos al acabar su curso escolar. Era bueno para ellos (ganaban un dinero) y para sus para su vida (adquirían experiencia). Eso se ha acabado: hoy esos puestos están cubiertos por inmigrantes. Hace unos años, mujeres maduras que quedaban fuera del mercado laboral tenían siempre la posibilidad de trabajar como señoras de compañía para ancianos… hoy ese sector está dominado íntegramente por inmigrantes iberoamericanas. Solo un ciego –de paso sordo y tonto- puede seguir admitiendo en 2011 que los inmigrantes trabajan donde los españoles no quieren. Seamos más claros: muchos miles de inmigrantes ni siquiera trabajan, simplemente aspiran a vivir de subsidios y subvenciones.

Hasta aquí las declaraciones de Calderilla que demuestran hasta qué punto la socialdemocracia está en crisis por culpa de las propias direcciones socialdemócratas, por su bajada de calidad, por la estulticia, pedantería y estupidez de sus pro-hombres y por lo limitado de su discurso político. Caldera es, claro está, un cadáver político, un residuo progre del peor momento del zapaterismo previo a la crisis económica… pero Caldera es, también, un referente político para la socialdemocracia española. No en vano sigue al frente de la Fundación Ideas.

Con discursos así un partido como el PSOE se sitúa solo y sin ayuda de nadie, no solamente fuera de la historia sino contra la historia y lo que es peor, contra su propio pueblo. Si a esto unimos la crisis económica, la quiebra de las aspiraciones a realizar una tarea de ingeniería social inyectando en la sociedad española las orientaciones de la UNESCO (El Correo de la UNESCO es, sin duda, el gran “texto ideológico” del zapaterismo), entenderemos que el problema que tiene el PSOE es muy superior a una simple sustitución de Zapatero por alguien con dos dedos de frente: lo que afronta la socialdemocracia europea y particularmente el PSOE español es su desaparición. Un partido puede desaparecer cuando sus propuestas políticas van dirigidas a otra sociedad que ya no existe en ese momento. Tal fue lo que le pasó al PCE y a FE-JONS: hablan un lenguaje de otros tiempos, dirigido a situaciones de otras épocas. Su tiempo ya ha pasado y no han sido capaces de adecuarse al tiempo nuevo. El final es lo que les aguarda.

La pobreza doctrinal del PSOE es el reflejo de la pobreza doctrinal de cada uno de sus dirigentes y el hecho de que un individuo de encefalograma plano, ignorante que se esfuerza por poner cara de “enterao” como Caldera, esté al frente de una fundación que lleva el nombre de Ideas es el dato más significativo de lo mal que está el socialismo español y el progresismo socialdemócrata. Aun no han sido capaces de interpretar fuera de su esquematismo progre lo que ha supuesto para nuestro país el fenómeno de la inmigración. Eso ya es culpa suficiente como para otorgarles confianza posterior alguna. Caldera defendiendo tales ideas se califica a sí mismo y a su partido: lo peor no es que hayan sido co-responsables de la desastrosa política inmigración que empezó con Aznar, lo peor es cuando el fracaso de esas política ya es evidente para todos, ellos siguen en sus trece repitiendo tópicos y letanías. 

© Ernest Milà – Infokrisis – http://infokrisis.blogia.comhttp://info-krisis.blogspot.comInfokrisis@yahoo.es – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.