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miércoles, 18 de agosto de 2021

Georges Valois y el Faisceau. Primera exportación del fascismo italiano (4 DE 4) - LA FUNDACIÓN DE LE FAISCEAU

 

En el primer número de Le Nouveau Siècle (25 de febrero de 1925) se publicó de manera destacada una declaración firmada por 28 personalidades (entre las que figuraban Jacques Arthuys, Serge André, René Benjamin, André Rousseaux, Henri Ghéon, Georges Suarez, Jérôme et Jean Tharaud, Henri Massis y, por supuesto Valois) en el que se afirmaba que “la victoria había sido robada a los ex combatientes” y se pedía: “Un jefe nacional, la fraternidad francesa, una nación organizada en sus familias, sus oficios y sus provincias, la fe religiosa dueña de sí misma y de sus obras; la justicia de todos y por encima de todos”. Más adelante se añadía que: “Trabajaremos para formar o reformar las legiones de la victoria, legiones de combatientes, de padres de familias, de productores, de ciudadanos”. Inicialmente, el llamamiento no era muy diferente a los que hasta ese momento habían lanzado desde Action Française o desde las Jeunesses Patriotes, pero unos meses después, el 11 de noviembre de 1925 en el mitin que tuvo lugar en la Sala Wagram y a la que asistieron 6.000 personas, Valois anunció la fundación de un movimiento nuevo, Le Faisceau que estaría dividido en cuatro secciones, Faisceau de los combatientes, Faisceau de los productores, Faisceau cívico y Faisceau de los jóvenes. Y aquí, si que existen unas similitudes próximas al fascismo italiano.

En los meses que mediaron entre la aparición del primer número de Le Nouveau Siècle y el lanzamiento de Le Faisceau, Valois había aprovechado para elogiar a Mussolini en su revista del cual dijo: “Es el movimiento a través del cual la Europa contemporánea tiende a la creación de un Estado moderno” y recalcando que se trataba de “movimientos nacionales”: “El fascismo italiano ha salvado a Italia empleando métodos acordes con el genio italiano, el fascismo francés empleará métodos conformes al genio francés”.

Las relaciones con Action Française se fueron agriando a partir de ese momento. No se trataba ya sólo de que Maurras pensara que Valois le estaba intentando hurtar financiadores (como vimos), sino que las orientaciones políticas entre ambos empezaban a ser distintas. Durante esos meses de 1925, Valois había seguido enviando artículos al semanario de Maurras que eran regularmente publicados. Tras la publicación de uno de ellos, Maurras escribió a Valois una larga carta en la que le recordaba que su último artículo sobre “las finanzas, la moneda y la economía” había causado malestar en algunas personalidades de la sociedad situadas en la órbita de Action Française. Maurras restaba importancia al papel de la burguesía en la constitución del régimen parlamentario y atribuía la responsabilidad a “los elementos protestantes, los judíos, los masones, los extranjeros”… Luego Maurras ironizaba mucho más de lo que Valois estaba dispuesto a soportar (“En Provenza le diría que usted ha cambiado una sardina por un atún”…) y, por su no estaba claro, terminaba certificando la ruptura: “En conciencia, tengo el deber de decirle que usted se equivoca y que esta política es errónea. Y yo no puedo admitirla en Action Française”.

En realidad, lo que se estaba produciendo eran dos fenómenos completamente diversos: uno de orden doctrinal (Valois acentuaba su énfasis sobre la responsabilidad de la burguesía en la decadencia de Francia, mientras que Maurras proseguía responsabilizando particularmente a fuerzas exteriores a Francia) y otra de orden personal (ambos rivalizaban por las mismas fuentes de financiación y Maurras terminó temiendo que Valois le restara medios). Para Valois, la ruptura con Maurras tuvo como resultado el que su movimiento se encontró de partida con una difícil situación financiera y siempre adoleció de una dramática falta de fondos que terminó con el diario, hizo peligrar la revista y limitó su actividad política. Sin embargo, tuvo la contrapartida positiva de que la población percibió en Valois un intento nuevo de ir mucho más allá de donde se había atrevido a ir Maurras, lo que facilitó que en un primer momento se adhirieran a sus filas un cierto número de sindicalistas y personalidades de izquierdas que siempre habían desconfiado de Action Française. El trabajo realizado por Valois durante los años del Cércle Proudhon parecía haber dado, finalmente, algún resultado.

Desde el principio, Le Faisceau hizo algo más que seguir la “vía italiana” adaptándola a Francia, la imitó en sus formas exteriores. Las “camisas azules” sustituyeron a los “camisas negras” mussolinianas, las formaciones paramilitares fueron comunes a ambos grupos, como el liderismo y el corporativismo. Todo esto fue suficiente como para que los miembros de Action Française empezaran a percibir a Valois como un “traidor”.

En diciembre de 1925, con la ruptura aún fresca, los Camelots du Roi (servicio de orden de Maurras) asaltaron un mitin de Le Faisceau al que siguió la respuesta en forma de raid sobre la sede de Action Française. A esto siguió una campaña de calumnias lanzada contra Valois. En las columnas del semanario de Maurras se le trató como confidente de la policía, se dijo que había robado los ficheros de Action Française, de estar a sueldo de un gobierno extranjero, de haberse apropiado de la Librairie National, de recibir fondos secretos… Valois no reaccionó a tiempo ante todas estas calumnias –porque a fin de cuentas se trataban de calumnias que no tenían absolutamente ninguna base real– y cuando lo hizo un año después presentando una demanda judicial, fue capaz de aportar un volumen de 600 páginas que reunían todo el material difamatorio.

El proceso fue penoso para ambas partes y la prensa le prestó una atención preferencial. Hoy los historiadores tienden a dar la razón a Valois: Maurras fue quien realmente le calumnió y ni siquiera en el cambio de titularidad de La Librairie National la razón parecía acompañarle. En realidad, Valois la había dirigido durante años y había transformado en una pujante empresa editorial algo que cuando llegó apenas tenía importancia. Los tribunales le dieron la razón y la dirección de Action Française hubo de pagar fuertes multas. Pero, cuando llegó la sentencia, Le Faisceau había atravesado su breve período de gloria, para empezar a decaer, el diario ya no existía y había recuperado su aparición semanal, previa a su desaparición en 1928. La victoria judicial no pudo acompañarse por una victoria política. Muchas cosas fallaban en el movimiento de Valois: el militarismo no parecía satisfacer a la sociedad francesa, su imagen parecía una copia demasiado servil del modelo italiano y era visto como un producto de importación. Y, para colmo, algunas de sus nuevas tomas de posición eran rechazadas incluso por sus propios partidarios, incluso por los llegados de la izquierda. La renuncia al antisemitismo, por ejemplo.

¿Cuántos afiliados llegó a tener Le Faisceau? Existe cierto misterio en torno a las cifras, el propio Valois hablará de 25.000 afiliados cifra que los historiadores consideran “plausible”. Más exagerada parece la tirada de Le Nouveau Siècle que Valois evaluó en 300.000 ejemplares. La tercera parte parece mucho más verosímil.

Dificultades insuperables

El profesor Sternhell resaltó el hecho de que “en términos de ideología, el Faisceau es un verdadero prototipo del fascismo. Lo mismo se aplica prácticamente al nivel de la acción política, salvo quizás en un área importante: el Faisceau no busca la violencia. Esto no significa que tema la pelea. Su servicio de orden no será constituido por lo demás más que en el momento en que resulta claro que los ataques y las provocaciones de Action Française no cesarán. Los Camelots, más que los comunistas, constituyen su adversario”. 

Realmente, en la historia de Le Faisceau solamente se produjo un enfrentamiento directo y de magnitudes importantes con la extrema–izquierda al celebrarse el gran mitin de Reims, el 27 junio de 1927. Cuatro mil comunistas se manifestaron en la plaza de la catedral cerca de donde tenía lugar la asamblea. El choque fue brutal, la policía se vio obligada a intervenir y los disturbios se extendieron por toda la ciudad hasta altas horas de la noche. En aquel momento, Le Faisceau consiguió movilizar 10.000 personas entre sus propios efectivos y los de las Asociaciones nacionales de ex combatientes y de las Jeunesses Patriotes. Antes, el 21 de febrero de 1926 había tenido lugar la reunión de Verdún, primera manifestación de masas del partido. En Verdún –lugar emblemático para los ex combatientes– se desarrolló un nuevo estilo de hacer política nunca antes visto en Francia: paradas militares, uniformidad de la militancia, puesta en escena fastuosa… el estilo mussoliniano en estado puro. El uniforme del partido era la camisa azul oscura con corbata azul, sombrero de fieltro gris con cinta negra y bastón. “La insignia –explica Sternhell en Ne destra, ne sinistrade la organización debe ser siempre llevado a la vista, mientras el uniforme debe ser sólo utilizado en reuniones, asambleas y concentraciones”.

A pesar de esta deliberada similitud en relación al fascismo italiano todavía se discute hoy si existieron relaciones directas entre Mussolini y Valois. Si existieron, en enero de 1928 ya se habrían enfriado; en efecto, en esa fecha Valois acusaba al fascismo italiano de “haber abandonado su origen social y revolucionario y transformarse en reaccionario”. Sternhell reconoce que todos los esfuerzos de los Renseignements Généraux para confirmar las denuncias de colusión entre los dos fascismos, lanzados desde la izquierda, acabaron en vía muerta. En su exhaustiva investigación en los archivos policiales, menciona solamente una nota de servicio de la Prefectura de Policía de París, fechada el 21 de noviembre de 1925, en la que el duque de Camastra, vice–presidente del fascio italiano de París, se cita como uno de los subvencionadores de Nouveau Siècle. Sin embargo, esta información no era valorada como “segura” por los servicios del Ministerio del Interior que seguían opinando que no había evidencias de que el gobierno italiano hubiera apoyado la propaganda del movimiento francés. La abundancia de documentación encontrada por Sternhell en los archivos policiales franceses indica que desde el inicio de su actividad, Le Faisceau fue estrechamente vigilado por la policía: “Desde el principio, cualquier hecho mínimo y los gestos de sus activistas son seguidos, catalogados, y una importante red de informadores es puesta en marcha. Las precauciones tomadas son considerables. Hoy parecen desproporcionadas, teniendo en cuenta la importancia real del Faisceau. Sin embargo, parece que en aquel momento se pensara lo contrario. Así, a finales de noviembre de 1925, el ministro del Interior pedirá expresamente al gobernador militar de París triplicar los servicios de intervención telefónica en el departamento del Sena”.

Cuando se inicia 1926, Valois está pletórico de ideas y de proyectos ara potenciar su movimiento. Ha celebrado una tercera gran concentración en Meaux y de allí ha salido la idea de lanzar una revista doctrinal de propaganda que elaborara y difundiera las ideas del movimiento. Sin embargo, los escasos medios con los que cuenta Valois impiden desarrollar este y otros proyectos. A finales de ese año la llegada al poder de Poincaré asesta un duro golpe a Le Faisceau. Si el partido de Valois había nacido bajo un gobierno de izquierdas (1924–1926) encontró inicialmente una fácil financiación era porque se consideraba que podía movilizar masas obreras contra la izquierda. Sin embargo, cuando a finales de 1926 vuelve al poder Raymond Poincaré al frente de un “gobierno de unidad” y centrado en la política de austeridad financiera y devaluaciones que durará hasta 1929, el sistema ha resuelto su crisis sin necesidad de movilizar a Le Faisceau en la calle, así que… ¿para qué seguir apoyándolo? En 1928, Valois en su obra L’Homme contre l’argent, escribirá: “Con Poincaré en el poder, nos convertíamos en mucho más vulnerables. Perdimos este espeso colchón de simpatías que nos valía nuestra función de defensor del franco”.

Sternhell realiza un juicio de conjunto sobre la experiencia de Le Faisceau: Fue, pues, una razón ajena al movimiento –la mejora de la situación financiera en el país– la que precipitó la caída del Faisceau. De hecho, el Faisceau tuvo en contra suya haber querido asentarse en un momento en el que Francia estaba consiguiendo, con mucho esfuerzo ciertamente, salir de la crisis monetaria y financiera. Tenía en su contra el hecho de que, durante su existencia, la inflación y el desempleo, así como el temor a la revolución comunista –el otro elemento del dualismo que ha favorecido generalmente el nacimiento y el éxito de los demás partidos fascistas en Europa– no han alcanzado nunca en Francia apoyos favorables. Todos los movimientos fascistas franceses que le sigan conocerán la misma situación”.

En el Congreso de enero de 1927 en la rue d’Aguesseau, los contrarios a Valois organizaron la disidencia. Y eran muchos: a la derecha se encontraba Bucard (que luego fundaría el Partido Francista, seguramente la opción de extrema–derecha más similar al fascismo italiano) que le acusa de traicionar el espíritu de los combatientes. Frente a él y por la izquierda está Philipe Lamour que denuncia el proyecto de Valois como un intento de “constituir un cuerpo auxiliar para la defensa de los poderosos”.

A partir de ese momento, el dinero empieza a escasear, proliferan las escisiones y las fugas, desaparecen los apoyos económicos, se pierden viejos militantes y no aparecen reemplazos. Incluso el partido se va fragmentando; Sternhell hace un resumen de las salidas: “en diciembre abandona el delegado general de Humières, Lapérouse, el Dr. Thierry de Martel, presidente del gremio de los médicos, hijo del célebre escritor nacionalistas Gyp, y finalmente el joyero Brunet que, algún tiempo antes, había entregado grandes sumas al movimiento. En enero de 1927, es el turno de Barral y Pierre Dumas, vicepresidente de las corporaciones. En febrero, el estado mayor también comenzó a romperse: los millonarios de Franz Van den Broeck d’Obrenan y Serge André serán los primeros en salir. Para estos hombres, el movimiento está condenado, la operación de rescate del franco ha marcado su final. Durante este período ya no se ve a Philippe Lamour, que finalmente será expulsado en marzo de 1928. En agosto de 1927, Pierre Darras, el presidente de una de las corporaciones, que había intentado poner en marcha un sindicato “amarillo”, también renunciará. El Faisceau, a partir de entonces, habrá perdido la casi totalidad de sus efectivos”.

Valois es consciente de que la experiencia de La Faisceau ha concluido, a pesar de que las ideas que inspiraron al movimiento sigan siendo válidas, pero ya no pueden hacerse solidarias del movimiento fascista italiano. En 1928 iniciará su retorno a la izquierda convencional y cuando prácticamente Le Faisceau haya desaparecido, fundará el 0 de junio de 1928, el Partido Republicano Sindicalista,  en el que participarán algunos antiguos miembros de Le Faisceau y unas pocas nuevas captaciones: Charles Albert (antiguo anarquista), Jacques Arthuys, Hubert Bourgin, René Capitant (que tras la guerra pasará al gaullismo). Inicialmente se sumaron algunos “fascistas franceses” pero pronto percibieron que la orientación del partido era de izquierdas e incluso antifascista. No es raro que muchos de sus miembros pasaran a la resistencia tras la ocupación alemana.

El órgano del nuevo partido fueron los Cahiers Bleus que aparecieron entre el 15 de agosto de 1928 y el 23 de mayo de 1932, en total 119 números de una revista quincenal cuyo subtítulo era: “Por la república sindical: órgano de cultural general y de organización”. Tanto el movimiento como la revista intentaban desarrollar un nuevo modelo económico basado en el corporativismo y en el sindicalismo. Entre los colaboradores se encontraban gentes tan diversas como Edouard Berth, Marcel Déat, Bertrand de Jouvenel y Pierre Mendès France, el dirigente stalinista italiano Pietro Nenni y el mismísimo Pierre Drieu la Rochelle, Doriot y Paul Marion que será nombrado ministro del gobierno de Vichy por el mariscal Petain durante la ocupación..

El último núcleo específicamente fascista terminó también escindiéndose a principios de 1928 y formando el Partido Fascista Revolucionario, animado por el doctor Winter y que contó con el apoyo y la militancia de Philipe Lamour y del Fascio Universitario que presidía, Maurice de Barral y Edouard d’Eaubonne. Sin embargo, el impulso inicial hacía mucho tiempo que se había perdido y ni el partido ni su semanario La Révolution fasciste, tuvieron el más mínimo eco en la sociedad francesa.

Valois después de Le Faisceau

Hacia 1931, Valois había sido requerido por Albert Thomas para colaborar en la redacción de la Nueva Enciclopedia que debía revolucionar la cultura de los años 30. Thomas, desde muy joven militante sindicalista y cooperativista, había trabajado durante la guerra mundial en la organización de la producción bélica, tenía conocimientos de economía que aplicó brillantemente en la materia. Fue diputado socialista y ocupó distintos cargos de responsabilidad durante el conflicto. Realizó encargos del gobierno francés en Rusia durante el período revolucionario. Participó en la organización de varias conferencias internacionales sindicalistas y socialistas y fue uno de los fundadores de la Organización Internacional del Trabajo del que fue primer presidente. En 1931 aspiraba a elaborar una “enciclopedia” centrada en el movimiento obrero, cuestiones de economía y sindicalismo y temáticas sociales. Desgraciadamente para Valois, el proyecto no tendrá continuación tras la muerte prematura de Thomas el año siguiente.

En 1934 Valois participará en la creación de la revista Nouvel Âge que se convertirá en diario poco después. El diario había sido fundado en 1930 por Henry Poulaille un promotor anarco–sindicalista de cultura proletaria. Valois lo conocía desde que había publicado algunos de sus textos en La Librairie Nationale. Nouvel Âge se subtitulaba “revista de cultura y de organización para la edificación de una economía distributiva en un mundo sin guerra y sin clases por la Comuna y la libertad humana”… En 1934, Valois se incorporó a la dirección de la revista que seguiría apareciendo bajo su dirección hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial. En 1935 pide el ingreso en la SFIO apadrinado por Marceau Pivert que será rechazada.

Durante ese período no quedaba ya nada del “Valois miembro de Action Française”, ni siquiera del más reciente “Valois jefe de Le Faisceau”. Su evolución hacia la izquierda había sido prodigiosa y se operaba a velocidad acelerada hasta el punto de que puede decirse que de haber vivido la revolución de mayo del 68, lo más probable es que hubiera militado en alguna organización anarquista e incluso en la CNT francesa. Cuando estalló la guerra civil española, Valois hizo campaña contra la actitud ambigua del gobierno de Leon Blum y denunció en reiteradas ocasiones y en las columnas de su revista que la izquierda francesa permaneció de espaldas a la II República española.

En los años siguientes tomó partido ante distintos episodios internacionales siempre manteniendo dos posturas: pacifismo y antifascismo. Como pacifista se opuso en 1938 al consenso de Munich y como antifascista propuso un bloqueo económico contra Alemania e Italia.

Al estallar la guerra, Valois y su adjunto, Gustave Rodriguès se encuentran en Bayona y ahí permanecen en julio y agosto de 1940 cuando se produce la invasión alemana. Rodriguès al conocer la entrada de los alemanes en París se suicida y Valois pasa a Marruecos en donde crea un grupo clandestino. Será detenido a finales de octubre de 1940 y transferido a la prisión de Clermont en donde se encuentra un viejo conocido suyo, Pierre Mendès–France. Al no haber pruebas contra él y haber sido detenido solamente de manera preventiva, Valois es liberado el 27 de abril de 1941. Marcha a Vichy para encontrarse con su secretario, Roger Maria que, inicialmente, pensaba exiliarse en Londres y unirse a las fuerzas de De Gaulle, sin embargo, una vez allí deciden viajar a las inmediaciones de Lyon en donde antiguos miembros de Le Faisceau han montado un núcleo de resistentes. Pero él mismo asume que es demasiado conocido para poder realizar trabajo clandestino, así que lo único que puede hacer es hacerse visible y fácilmente vigilable para que la policía crea que realiza actividades profesionales y no políticas. Intenta abrir una librería, pero luego renuncia y compra un pequeño hotel en Val d’Ardières, donde residirá y, de paso, recibirá amigos.

Desde ahí realizará unos fascículos ciclostilados sobre la historia de las cooperativas en Francia, legislación sobre jardines obreros y facilita consejos de jardinería. Es una cobertura creíble a la vista del historial pasado de Valois, pero también inofensiva que no debería despertar suspicacias ni del ocupante alemán ni del gobierno de Vichy. Se suscriben 200 personas, pero sólo unas pocas reciben un suplemento con informaciones políticas de actualidad. En 1943, Valois publicará una nueva revista, Après, donde escribirá con el seudónimo de Adán. Entre otros estudios Valois–Adán publica un voluminoso número de la revista titulado “Francia traicionada por los trusts” que ha pasado a la historia como la obra más voluminosa publicada clandestinamente en Francia.

La historia terminará mal. En Lyon opera la Gestapo dirigida por el capitán Klaus Barbie que consigue mantener a raya y desarticular a los distintos núcleos de la resistencia. Su secretario fue duramente torturado, pero la Gestapo tras interrogar a Valois lo consideró como un idealista ingenuo, lo que no les evitó a ambos ser, sin embargo, condenados a muerte, pena que es conmutada por una estancia en un campo de concentración. Mientras su secretario, después de indecibles peripecias, sobrevivirá a la guerra, Valois, deportado a Neuengamme, en donde estaban internados los presos de mayor edad, se sabe que incluso en sus últimos días albergaba proyectos grandiosos para reconstruir la izquierda, reformar la economía mundial e impulsar un nuevo orden mundial. Allí murió de tifus el 18 de febrero de 1945, tres meses y veinte días antes de que el III Reich se rindiera.


GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (1 DE 4)

GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (2 DE 4)

GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (3 DE 4)

GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (4 DE 4)

GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (Anexo)

lunes, 16 de agosto de 2021

Georges Valois y el Faisceau. Primera exportación del fascismo italiano (3 DE 4) - GEORGES VALOIS, LOS PRIMEROS PASOS EN SOLITARIO

 

Los primeros pasos

Se trata sin duda de uno de los políticos más controvertidos del siglo XX y aún hoy se discute si se trató de una persona coherente con sus principios, o más bien de alguien que irresistiblemente tenía tendencia a nadar contra la corriente en cualquier dirección que fuera. No es raro, pues, oír en la actualidad que Valois fue un “hombre de izquierda” y de manera mucho más habitual “de extrema–izquierda”, o bien que se trató simplemente de un hombre de derecha que odiaba a Petain y al resto de componentes de la derecha, y, por supuesto los hay que dicen que se trató de un “fascista”, añadiendo la coletilla “de izquierda”. Los hay que lo tienen por un “nacional sindicalista” en el sentido pre–joseantoniano. Cuando Primo de Rivera funda Falange Española y Ramiro Ledesma aporta un mínimo perfil a la doctrina nacional–sindicalista, hace tiempo que Valois ya está ubicado en otro lugar político. Así pues, existe un “enigma Valois” que no puede desentrañarse y ante el cual lo único razonable que puede hacerse es señalar algunos jalones de su vida y procurar, tras esto, intentar explicar su portentosa aventura ideológica y personal que le llevó de ser el primer movimiento fascista nacido fuera de Italia a morir en un campo de concentración alemán tras haber participado en las actividades de la “resistencia”.

Su verdadero nombre era Alfred–Georges Gressent y había nacido el 7 de octubre de 1978, huérfano a la edad de cinco años fue educado por sus abuelos. Una vez en París, a los 13 años estudió formación profesional siendo expulsado dos años después por indisciplina, tras lo cual desempeñó distintos oficios (dependiente en una tienda de tejidos y en varios comercios más, aprendiz de periodista, etc.). A los 16 años fue detenido y al intentar clasificarlo le colgaron la etiqueta de anarquista, algo que él siempre negó ser a esa edad,  pero a los 19 años, en cambio, tras un largo viaje a Singapur, reconoce que abrazó esta doctrina justo cuando reemprendió los estudios. Su servicio militar le reporta bien poco salvo una tuberculosis a causa de la cual es licenciado prematuramente. Seguirá luego un período de estancia en Ginebra y otro en Moscú como preceptor de un noble. Cuando regresa a París en 1902 para trabajar en una librería ya es un consumado autor.

Desde 1905 utiliza el seudónimo de “Georges Valois” con las que firma sus dos primeras obras (1905 y 1906): El hombre que viene y La monarquía y la clase obrera. Por entonces ya se ha afiliado a Action Française, pero la marginalidad parece gustarle y es en esta organización en la que crea el Círculo Proudhon. En esa primera época de su actividad política podría ser definido como un monárquico anti–parlamentario de izquierdas. Lo que le ha llevado a la monarquía es la percepción de que el Rey tiene más autoridad que el Parlamento y que ésta siempre, inevitablemente, tiene una tendencia innata (la propia de la burguesía) a doblegarse ante el poder del dinero. 

Será en 1912, cuando pida la baja en la librería en la que trabajaba  desde 1902 para dirigir la Nouvelle Librairie Nationale. Por entonces es considerado como el número tres de Action Française, tras Maurras y Daudet con fama de ser “el economista de la extrema–derecha”. Le interesa la “economía social”, el sindicalismo y los gremios a los que considera como los únicos capaces de oponerse con garantías de éxito al poder del dinero y a la alta finanza a la cual no cesa de atacar y resaltar sus rasgos parasitarios.

Al iniciarse la guerra mundial es movilizado y combate en Verdún hasta 1916. A él se debe una obra extraña y anticipadora, Caballo de Troya o la invención del carro de asalto, que llamará la atención en el Estado Mayor y dará credibilidad a quienes proponían dar un impulso a este tipo de armas nuevas y desconocidas, las unidades blindadas, inexistentes hasta ese momento.

Al acabar la guerra se va distanciando progresivamente de Action Française y la ruptura hubiera sido más brutal de no haber mediado León Daudet, por quien Valois sentía una enorme simpatía y al que debió la vida en 1916. Pero la ruptura es inevitable y cristaliza en la fundación de Le Faisceau des Combattants et des Producteurs. Y, a partir de este momento la vida de Valois toma otro rumbo inesperado a partir del cual todo serán “giros copernicanos” para unos y “evolución lógica” para otros…

Cuando Valois encontró a Sorel y Sorel a Maurras…

Apenas ha cumplido los 20 años de edad cuando se cruza en su vida Georges Sorel del que, a partir de entonces, se convierte en un ferviente partidario. En esos años, antes de derivar hacia la izquierda, Valois, frecuentó distintos grupos liberales como L’Art social, de Charles–Louis Philippe, Les Temps nouveaux, de Jean Grave, y muy especialmente L’Humanité Nouvelle, de Charles Albert, en donde conocerá a Georges Sorel, que tiene un peso decisivo en su cambio de orientación política. Sorel tenía en aquel momento 50 años y gozaba de un prestigio intelectual extraordinario e infundía un respeto reverencial entre sus colaboradores.

Sorel escribía (y hablaba) sobre el sindicalismo, la lucha de clases, la revolución y el poder del capitalismo. Desconfiaba de la socialdemocracia y tenía a Marx por un dogmático y a su doctrina como un mero esquematismo mecánico que ignoraba todo lo relativo a las clases medias que jamás supo cómo encuadrarlas en su sistema. Sorel le imbuyó la idea de que era importante preservar la autonomía obrera y crear una aristocracia revolucionaria curtida en los combates sindicales. Tenía a la burguesía como un grupo social de mediocridad demostrada cuya antítesis era el ardor popular expresado a través del sindicalismo revolucionario. Y si esto era así, el parlamentarismo, en tanto que expresión política de la mediocridad burguesa, generaba su rechazo integral. El mito dorado de la burguesía era para Sorel el “progresismo” y lo que llamada “el mito del progreso”. Este encadenamiento de razonamientos había llevado a Sorel desde la izquierda a asumir los postulados de la izquierda más radical.

La influencia de Sorel se manifestó ya en la primera obra de Valois, L’Homme qui vient, subtitulado “filosofía de la autoridad” en donde el orden de ideas es muy similar al que dio lugar al fascismo de izquierdas mussoliniano de la primera hora: sindicalismo revolucionario contra corrupción democrática, régimen “fuerte” frente a liberalismo, lucha contra la plutocracia. Valois dio a leer su manuscrito a Paul Bourget, el cual se lo pasó a Maurras y tal fue el camino a través del cual ambos se pusieron en contacto. Valois escribió años después, tras la ruptura con el fundador de Action Française: “Nos enfrentamos inmediatamente en el problema económico y social. Luego, Maurras se abstuvo de reemprender esta disputa. Había tomado su decisión; comprendió que era preferible asociarme a su obra y utilizarme esforzándose en impedirme la producción de toda aquella parte de mi obra que no aceptaba”. El fragmento es algo forzado y motivado por el resentimiento mutuo que apareció entre ambos doctrinarios a partir de 1926: en los años en los que Valois entró en Action Française, Maurras insistía en sus tomas de posición anticapitalistas (así pues, no era tanta la distancia que lo separaba de Valois) y contraponía la estructura capitalista de la economía a la estructura corporativa que proponía. Defendía el sindicalismo y el gremialismo contra el jacobinismo y el autoritarismo republicano surgido de la burguesía.

El propio Sorel experimentó entre 1908–9 esta sensación de proximidad a Maurras (llegó a escribir en junio de 1909: “No sé si Maurras logrará traer al rey a Francia y tampoco me interesa. Lo que me interesa es que se dirige ante la burguesía reaccionaria, reprochándole el haber sido vencida e intentando darle una doctrina”. Al año siguiente, Sorel comentaría elogiosamente la Encuesta sobre la Monarquía escrita por Maurras. A ambos les unía su común desprecio por las instituciones republicanas, su rechazo a la mezquindad burguesa, al jacobinismo nivelador y a la plutocracia. Les separaba la posición de ambos ante lo que Maurras llamaba “los cuatro Estados confederados”, judíos, extranjeros, protestantes y masones, un tema que no interesaba nada a Sorel, pero es rigurosamente cierto que ambos no estuvieron tan separados como Valois pretendía cuando entró en conflicto con Maurras.

La Nouvelle Librairie Nationale y Le Nouveau Siécle

Creada en 1900 por Action Française se mantuvo abierta hasta 1930 siendo dirigida a partir de 1912 por Georges Valois. Estaba situado en el 11 de la rue Médicis de París e inicialmente se especializó en la publicación de libros de orientación nacionalista. A lo largo de su trayectoria publicó 300 libros casi todos ellos de carácter político en un sentido amplio: desde textos sobre el caso Dreyfus (anti–dreyfusars, por supuesto), nacionalistas barresianos, sobre temas patrióticos y militares, textos de Maurras y de otros escritores monárquicos y de Action Française, pero también textos boulangistas e incluso, gracias a la gestión de Valois, libros sobre economía elaborados desde el sindicalismo revolucionario.

A partir de la ruptura entre Valois y Maurras (1925), la Librairie Nationale pasó a la órbita de Le Faisceau y se especializó en los cinco años siguientes en publicar textos sobre corporativismo y estudios sobre el fascismo como fenómeno nuevo y revolucionario.

En sus treinta años de existencia, los textos publicados por la librería fueron organizados en cinco colecciones: Colección del Círculo Proudhon, Colección de los Escritores del Renacimiento Francés, Colección de los Escritores del Nouveau Siècle, Colección Las Ideas Claras y Colección Los Países de Francia dedicada a los escritores regionalistas.

Las polémicas entre Maurras y Valois comenzaron con la publicación por este último de una nueva revista, los Cahiers des États Géneraux. Aparecida en 1923 con carácter mensual fue la primera revista que, a poco de producirse la “Marcha sobre Roma” asumió las tesis de Mussolini en Francia. Estos Cahiers fueron publicados bajo el patronazgo de un “Comité de Acción para la Convocatoria de los Estados Generales” y fue publicado por Valois dentro de la órbita de Acción Francesa, pero ya con carácter independiente. En realidad, pretendía proseguir el camino iniciado por el Cércle Proudhon y por sus Cahiers. Durante los dos años que apareció la revista, las relaciones entre Maurras y Valois se enfriaron extraordinariamente y mucho más lo harían (hasta llegar a la ruptura tempestuosa) cuando la publicación se transformó en Le Nouveau Siècle, subtitulado “revista de la hermandad nacional”.

El primer número de Le Nouveau Siècle apareció el 26 de febrero de 1925 animado por Valois y Arthuys, otro veterano de Action Française y realizado por un equipo de colaboradores entre los que figuraban Hubert Bourgin, Louis Marcellis, Jacques Roujón y Philipe Barrès, hijo del famoso escritor de finales del siglo XIX. Hay que señalar que el nacimiento de la revista será anterior en nueve meses al lanzamiento de Le Faisceau del que se convertirá en portavoz. El dinero para la iniciativa había sido aportado por un comité de empresarios cuya cabeza era a Franz Van den Broeck d’Obrenan, uno de los accionistas de la imprenta en la que se elaboraba la revista L’Action Française. Otro de sus miembros era Eugène Mathon, presidente del Sindicato de Fabricantes de Tejidos de Roubaix–Tourcoing y como el resto, militantes o simpatizantes de Action Française (como el armador Valentín Smith o los millonarios Serge André y Antoine Cazeneuve). Este comité dio solidez a la iniciativa de la revista que, pensada inicialmente como semanario en noviembre de 1925 fue transformado en diario.

Zeev Sternhell da una relación de colaboradores en el momento en que se produce el tránsito de semanario a diario: Philippe Barrès, René Benjamin, Louis Beraud, Abel Bonnard, James de Coquet, Johannet René, Dominique Pierre, Jacques Maritain, Eugène Mathon, Henri Massis, André Maurois, Jorge Suárez, Jérôme y Jean Tharaud, Xavier Vallat y el famoso diseñador nacionalista Forain”. Ciertamente, no se trata de periodistas atraídos por la experiencia del sindicalismo nacional que había realizado Valois durante la época del Círculo Proudhon, en realidad, todos son periodistas de derechas. Pronto Maurras advierte que la publicación de Valois puede erosionar la tirada de su propio semanario (los colaboradores son prácticamente los mismos, pero Le Nouveau Siècle es diario…) y da un ultimátum a los colaboradores, la inmensa mayoría de los cuales –salvo Philipe Barrès, volverán al redil maurrasiano. El comité de redacción del diario queda extremadamente debilitado con Valois, Arthuys, Bourguin y Barrés. Con los colaboradores de Action Française se van también los apoyos financieros: el multimillonario y perfumista, François Coty, que, según Sternhell, había concedido una subvención de un millón de francos a Valois para publicar el diario, retira bruscamente la subvención para evitar enfrentarse a Maurras. Finalmente, se une otro problema que Valois hubiera podido evitar: para abrirse hacia una clientela “centrista” y no particularmente radical, las columnas del diario moderan extraordinariamente sus contenidos, algo que sorprende a la militancia de base (a cuyo cargo está buena parte de la distribución callejera de la revista). Esta militancia se había empezado a agrupar a partir del anuncio de la aparición de Le Nouveau Siècle y estaba formado por un sector mayoritario que procedía del sector más activista de Action Française y por los primeros admiradores de Mussolini en Francia, casi todos eran excombatientes. Valois les había llamado a “constituir una Legión” para salvar a Francia del parlamentarismo.

Abandono de los “protectores”, enfrentamiento con la fortaleza maurrasiana, defección de los colaboradores y decepción entre las bases militantes… diez días después de la aparición del primer número del diario, la iniciativa se convierte en un fracaso absoluto.

A partir de ese momento –hace cuatro meses que han sido aprobados los estatutos de Le Faisceau– la relación con Maurras se irá agriando hasta convertirse en el primer enemigo de la nueva formación. Era algo con lo que Valois no había contado y que a partir de ese momento limitó extraordinariamente su crecimiento y perjudicó a su propia credibilidad política.


GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (1 DE 4)

GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (2 DE 4)

GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (3 DE 4)

GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (4 DE 4)

GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (Anexo)

lunes, 9 de agosto de 2021

Georges Valois y el Faisceau. Primera exportación del fascismo italiano (1 DE 4) - El Círculo Proudhom

La andadura política de Georges Valois podrá parecer a algunos contradictoria e incluso excesiva e incoherente, sin embargo, a poco que se examine su origen y su desarrollo se descubre en ellos un sentido y una perspectiva que nos sitúan en el centro del drama de todas las “terceras vías”, es decir en los problemas que encuentran los “productos de síntesis”, problemas de adaptación, de comprensión y de orientación final. El Faisceaux constituido por Valois tempranamente, no fue solamente el primer partido que se declaró émulo del fascismo italiano sino el que más vivo mantuvo el recuerdo de los orígenes del fascismo originario. Más incluso que el propio Mussolini. Quien considera que el fascismo es la suma del nacionalismo y del socialismo verá en Valois la quintaesencia de este movimiento.

 

Contestar a la pregunta de “¿qué fue el fascismo?” equivale a encontrar su cuna. Desde el punto de vista doctrinal hay que dar la razón al profesor Zeev Sternhell cuando explica que el fascismo nace de la colusión entre “cierta extrema–derecha” y “cierta extrema–izquierda” y que el germen del fenómeno ya había aparecido en la Francia de finales del siglo XIX cuando el “nacionalismo” fue a confluir con el “socialismo” en el seno de círculos políticos, culturales y sindicales franceses particularmente reducidos. Ya a finales del siglo XIX tomó forma en Francia la idea de unir nacionalismo y socialismo, patriotismo y ansias de justicia social, lo que constituiría, finalmente, la “esencia del fascismo”. En el “movimiento amarillo”, en círculos neo–boulangeristas y en nacionalistas radicales estaba implícita esa tendencia.

Al mismo tiempo, el socialismo francés, a diferencia del alemán, tenía un nivel teórico relativamente bajo, no había conseguido pasar completamente de la etapa “utópica” a la etapa “científica” y los partidarios de Marx en aquel país tenían poca fuerza y un nivel teórico relativamente bajo. Así mismo, el poderoso movimiento antisemita francés de la época respondía no tanto al deseo de desvelar el supuesto papel de Israel en política y en economía, como de condenar los manejos de los financieros y de la banca considerada como “judía” que atentaban contra el bienestar y los intereses del trabajador francés. Podríamos hablar, en rigor, de un “antisemitismo de clase”, mucho más que de un antisemitismo religioso (como el originario) o de un antisemitismo “nacional” (como el que había aparecido en Alemania de la mano de Paul de Lagarde. Cfr. Israel capital Tananarive, RHF–VI, págs. 54–85).

Para Sternhell –aunque su tesis es discutida entre otros, como veremos, por Alain de Benoist– el precedente del fascismo como ideología nació en la belle époque y en un espacio que abarca desde 1870 hasta 1914 es posible detectar movimientos que pueden calificarse sin riesgo de error como “pre–fascistas”. Los viveros de esta tendencia son fundamentalmente dos: el sindicalismo y el boulangismo.

Se entiende por boulangismo al primer movimiento político francés formado en torno al general Boulanger que agrupaba a bonapartistas, monárquicos y nacionalistas de un lado y de otro a socialistas utópicos, blanquistas y radical–socialistas. La síntesis doctrinal formada por Boulanger implicaba cuatro elementos que estarán presentes como médula esencial del fascismo histórico:

- el papel del líder que se sitúa por encima de la historia y que crea la historia;

- el Estado fuerte que impone su voluntad sobre las fuerzas disgregadoras de la nación,

- el Nacionalismo que hace de la nación el sujeto histórico principal y

- las políticas sociales a favor de las clases trabajadoras.

Estos elementos, unidos a un proyecto de reforma de la sociedad y del Estado en base al corporativismo (cuyos máximos teóricos fueron de origen francés), están todos presentes en el fascismo mussoliniano de manera tan nítida que resulta imposible considerarla casual.

En lo que se refiere al sindicalismo aparecen hacia finales del XIX y principios del XX, siempre en Francia, una serie de corrientes disidentes del sindicalismo oficial que oscilan entre el nacionalismo y el socialismo. El nombre de “nacional–sindicalismo” es quizás el que más le conviene en la medida en que algunas terminan integrándose en Action Française (como el grupo de Terre Libre que se integraría en 1910, procedente del anarquismo y dirigido por Émile Janvion uniendo a su sindicalismo tres rasgos que también estarán presentes en los fascismos: antirepublicanismo, antisemitismo, antimarxismo y antimasonismo). Así mismo, la aparición del “movimiento sindical amarillo” entrará dentro de esta categoría, si bien el más centrado desde el punto de vista doctrinal será el Cercle Proudhom que aparece en 1911 de la mano de miembros de Action Française entre los que se cuenta a Georges Valois que luego sería fundador de Le Faisceau, la primera organización fascista que nació fuera de Italia, objeto de este estudio (1).

El fascismo francés nunca alcanzó el nivel de desarrollo que tuvo en otros países, pero sí demostró una inusitada riqueza doctrinal ausente en otras latitudes (como España en las que tuvo un papel histórico mucho mayor especialmente a partir del 18 de julio de 1936, pero su “calidad doctrinal” es mucho más baja). De ahí deriva su interés. El fascismo francés, a diferencia de otros fascismos, no se contaminó con el ejercicio del poder, fue un fascismo en estado puro en el que son fácilmente perceptibles sus distintas componentes. De ahí la importancia del movimiento de Georges Valois: no solamente fue el primero, sino que en su accionar se percibe un alto grado de dinamismo no condicionado tacticismos ni conveniencias que deformaron en buena medida otras experiencias fascistas (como la española, especialmente, pero también incluso la alemana o la italiana en las que los regímenes adaptaron sus principios a la realidad impuesta por las necesidades del gobierno).

El círculo Proudhon (I) La polémica

El profesor Sternhell (y no sólo él, sino también James Gregor en Young Mussolini and the Intellectual Origins of Italian Fascism, University of California, Berkeley 1979 y Robert Soucy en Le fascisme français, 1924–1933, PUF, Paris 1989) ha visto en el Círculo Proudhom un ejemplo de pre–fascismo que sería el eslabón de enlace entre la “derecha revolucionaria” francesa de finales del siglo XIX y el movimiento fascista propiamente dicho. El Círculo Proudhon está situado en uno de esos lugares privilegiados de la historia que permiten armar esta teoría de los eslabones intermedios. Para Sternhell, dicho círculo habría sido un laboratorio de ideas en el que fueron a confluir gentes procedentes de distintos horizontes: sindicalistas procedentes del anarquismo decepcionados por masas obreras volubles y sin suficiente conciencia de clase como para asumir que su destino era la destrucción del capitalismo, nacionalistas monárquicos procedentes de Action Française, socialistas influidos por corrientes utópicas pre–marxistas. La síntesis daría como resultado una forma de pre–fascismo que permitió posteriormente ya en los años 20–30 aludir a esta corriente histórica con la ecuación “Socialismo + Nacionalismo = Fascismo”, o, por utilizar palabras de Sternhell: la “síntesis socialista nacional”. 

Pero no todos están de acuerdo con este planteamiento que Sternhell analiza a lo largo de tres amplias obras de referencia. Uno de los opositores a esta tesis es Alain de Benoist quien en su ensayo Le Cercle Proudhon, entre Edouard Berth et Georges Valois (versión on line en http://www.alaindebenoist.com/pages/textes.php?cat=orientation&lang=fr) intenta desarbolarla, en nuestra opinión sin conseguirlo del todo, pero sembrando serias dudas sobre su solidez.

Empieza Benoist negando rigor al término “pre–fascismo”; para él la andadura del Círculo Proudhon es una anécdota, la experiencia personal de un grupo reducido de personas solamente una de las cuales pasará al fascismo, e incluso a un fascismo muy sui generis, Georges Valois. No se puede –para Benoist– elaborar a partir de una causa tan pequeña (la trayectoria de una sola persona), un eslabón extremadamente importante –como intentará Sternhell– que abarque tanto a Francia como a Italia y llegue hasta Mussolini.

Explica Benoist que los documentos del Círculo no influyeron decisivamente en ninguna de las corrientes del fascismo de la primera hora (véase a este respecto artículo en la Revista de Historia del Fascismo, nº III, titulado Orígenes del Fascismo, págs. 50–90). De estas corrientes, sólo una, la sindicalista revolucionaria, podía haber experimentado esta influencia, pero en lugar de formarse en función de elaboraciones intelectuales allende los Alpes, tuvo una concreción mucho más prosaica: el intervencionismo de los Filippo Corridoni, Amilcare De Ambris, Michele Bianchi, Angelo Oliviero Olivetti, Paolo Orano, Sergio Panunzio, Enrico Leone, Ottavio Dinale, Luigi Fontanelli, Tomaso Monicelli, etc. (Ver a este respecto artículo publicado en la RHF-III, titulado Fascismo uno y trino, págs. 47-99)

Benoist alude a la polisemia de términos como “socialismo” o “sindicalismo” y plantea la cuestión en relación a la “síntesis socialista nacional” de Sternhell: “Sería necesario saber lo que había en 1911 de “nacional” en Berth y Sorel y lo que había verdaderamente de “socialista” en Valois y sus amigos”. Y él mismo responde: “En ambos casos, la respuesta es poco”. El itinerario de Sorel y de Berth es el mismo (…) La experiencia de La Cité Française y del Círculo ha mostrando la gran apertura de espíritu de Georges Sorel, su independencia intelectual respecto a las nociones de derecha y de izquierda, cuya oposición le parecía no recubrir nada más que dicotomías secundarias o artificiales. Pero no basta ciertamente para hacer de él un hombre de derechas, un nacionalista y, aún menos, un “proto–fascista”. Más justa es la etiqueta de “revolucionario conservador” que le fue atribuida por Michael Freund”.

Las dos posiciones son claras: para Sternhell el Círculo Proudhon es “proto–fascista”, para Alain de Benoist está en la línea de los “revolucionarios conservadores” (cabría preguntar: ¿acaso los “revolucionarios conservadores” no eran otra forma de proto-fascismo?). Los puntos de referencia son distintos e, incluso, podíamos decir, parciales. Sternhell ha intentado explicar “todo” el fascismo a través de los movimientos de síntesis que aparecieron en Francia entre 1880 y 1914, algo que, en principio parece excesivo; pero Benoist hace otro tanto: buen conocedor de los movimientos político–culturales de los años 30 en el ámbito germano, lo que hace es atribuir al Círculo Proudhon una etiqueta cuya polisemia no es menos peligrosa: ¿qué es un “revolucionario conservador”? ¿Es Jünger? ¿Es Evola?, ambos muy diferentes entre sí pero que compartían idéntica etiqueta. Y, por otra parte, ¿la definición que hace, por ejemplo Armin Mohler de la “revolución conservadora” a quién se aplica? ¿al grupo de Jünger? ¿A los “nacionalistas revolucionarios”, a los “jóvenes conservadores”, a los “tradicionalistas revolucionarios” a lo Julius Evola? Y, para terminar, ¿acaso no es todo esto un sector político fronterizo pero anexo, en definitiva, a formas de fascismo que aparecieron en los años 20 y 30 que tenían como característica común una síntesis de patriotismo y nacionalismo con políticas sociales avanzadas y un extendido sentimiento antiburgués? Y si se admite esto último se admitirá también que las distintas interpretaciones sobre el origen del fascismo son meras trampas semánticas. Allí donde aparecen estos tres elementos (patriotismo, políticas sociales y espíritu antiburgués) allí aparecen formas más o menos definidas de fascismo que  serán fascismo propiamente dicho, pre–fascismo o neofascismo según el momento histórico en el que hayan aparecido: por pura convención, antes del Ventennio, en el Ventennio o después del Ventennio.

La tesis de Benoist tampoco parece excesivamente sólida cuando alude a Georges Sorel. En efecto, el teórico del sindicalismo revolucionario no fue un nacionalista en el sentido jacobino, es más, se opuso siempre a cualquier forma de jacobinismo, pero no así al patriotismo. Nuevamente la polisemia de los términos traiciona a los analistas: una cosa es el nacionalismo maurrasiano (basado en la tradición francesa), otra el nacionalismo jacobino (basado en el concepto del individuo como “enfant de la patrie”) y otra cosa el patriotismo (impulso natural basado en el instinto territorial modulado en forma de sentimiento de pertenencia a la tierra natal). Sorel estaba más cerca de este último y muy lejos del Internacionalismo marxista que fue uno de los motivos de su rechazo a esta ideología. Lo que separa a Sorel del fascismo es la importancia que éste atribuye al Estado (como recuerda Benoist)… pero es que si Sorel hubiera reverenciado al Estado no podría ser considerado como un precedente del fascismo, sino como un fascista pura y simplemente.

Por otra parte, los círculos de “síntesis” son proclives al mantenimiento de distintas posiciones y en absoluto se trata de organismo homogéneos. Edouard Berth, co–fundador del Círculo Proudhom no mantuvo las mismas posiciones que Valois y la prueba es que no tuvo arte ni parte en la fundación de Le Faisceau… pero, el propio Berth había escrito: “Fundando con Georges Valois el Círculo Proudhon, en el que proponíamos luchar contra la democracia desde el doble punto de vista nacional y sindical, había inventado casi un fascismo avant la lettre. Por otra parte, en Italia, el sindicalismo revolucionario soreliano sí participó en el nacimiento del fascismo (ver el artículo publicado en el nº III de la Revista de Historia del Fascismo).

El error tanto de Sternhell como de Benoist consiste en tomar al fascismo como un fenómeno monolítico, cuando en realidad sabemos que fue un fenómeno poliédrico en el que existió una “izquierda fascista”, una “derecha fascista” y un “centrismo fascista” en la medida en que al realizar una síntesis entre “lo nacional” y “lo social”, siempre existían componentes que priorizaran lo social, otras lo nacional y, finalmente, en algunas existiera un equilibrio entre las componentes. En este sentido, la política está viciada porque resulta evidente que en la constitución de la “izquierda fascista” (que fue una parte del fascismo, pero no la totalidad del mismo) el sindicalismo soreliano tuvo arte y parte y que una de sus expresiones en Francia fue precisamente el Círculo Proudhon, de lo que se deduce que en el interior de esta formación se ensayó, de manera confusa, por primera vez la síntesis entre “lo social” y “lo nacional”, el espíritu antiburgués estuvo presente y precisamente por todo esto puede ser considerado como uno de los primeros intentos de cristalizar una doctrina nueva              que si se reconoce en algún corpus ideológico a lo largo del siglo XX fue precisamente en la “izquierda fascista”.

El círculo Proudhon (II) ¿“Síntesis fascista”?

En 1913, Charles Maurrás escribía: “Los franceses que se han reunido para fundar el Círculo Proudhon son todos nacionalistas. El patrón que han elegido para su asamblea les ha hecho encontrar a otros franceses que no son nacionalistas, que no son realistas y que unen a ellos para participar en la vida del Círculo y en la redacción de los Cahiers. El grupo inicial comprende hombres de orígenes distintos, de condiciones diferentes, que no tienen en absoluto aspiraciones políticas comunes y que expondrán libremente sus puntos de vista en los Cahiers. Pero, republicanos federalistas, nacionalistas integrales y sindicalistas, habiendo resuelto el problema político o alejándolo de su pensamiento están todos igualmente apasionados por la organización de Ciudad francesa según principios tomados de la tradición francesa que reencuentran en la obra proudhoniana y en los movimientos sindicalistas contemporáneos…” (2). Con estas líneas el fundador de Action Française recuerda cinco elementos que deberemos retener:

1)   -Que el Cercle Proudhon nació en el entorno de Action Française.

2) -     Que una parte de sus miembros no eran monárquicos ni nacionalistas.

3)      Que esa parte procedía del sindicalismo y de círculos federalistas.

4)      Que existían entre todas las componentes un vínculo común: la tradición francesa tal como era recuperada por Proudhon.

5)      Que el Cercle Proudhon era un grupo de reflexión.

La fundación del círculo tuvo lugar el 17 de noviembre de 1911, cuando apenas hacía tres años que había aparecido el número y de la revista L’Action Française (21 de marzo de 1908) con la divisa de “Todo lo que es nacional es nuestro”. Los Camelots du Roi dominaban ampliamente el Barrio Latino de París y no tenían competidores en su terreno: la calle. Tampoco Maurras los tenía entre la intelectualidad francesa que en buena medida había asumido sus tesis o se situaba francamente en el entorno del movimiento. Si todo lo “nacional” era considerado como patrimonio de Action Française, también el sindicalismo revolucionario y el republicanismo federal podían ser considerados como tal. En aquella época, algunos incluso consideraban a Maurras y a su grupo como ajenos a la derecha e incluso las posiciones “sociales” que mantenían les valieron una desconfianza notoria por parte de ese sector político.

Es fácil entender por qué Maurras estaba interesado en promover un círculo de estas características y porqué consideraba que entraba dentro de la “tradición francesa”. En primer lugar, una de las instituciones de mayor arraigo en Francia, incluso en el siglo XX era el “compagnonnage”, hermandades obreras cuyo origen se remonta a la Edad Media y que desde entonces ya defendían los intereses “de clase” de sus afiliados. Organizados en gremios, se trata de organizaciones iniciáticas, verdaderos centros de formación profesional, pero también de perfeccionamiento moral de sus miembros (3). Se trataba –e incluso se trata hoy– de una de las instituciones más populares y con mayor arraigo de la Francia del siglo XIX. El “compagnonnage” había sido uno de los elementos que estuvieron presentes en la constitución del moderno sindicalismo francés, de ahí que Maurras viera en éste movimiento la quintaesencia de la “tradición francesa” y, por tanto, un sector con el que era posible entenderse.

Por otra parte, la alusión a los “republicanos federalistas” no es menos clara. La diferencia entre el nacionalismo maurrasiano y el nacionalismo jacobino residía precisamente en que para el primero Francia era la fusión de distintas regiones y, por tanto, la síntesis debía de aceptar la diversidad francesa y ser su reflejo, mientras que para el jacobinismo la unidad francesa equivalía a liquidar la autonomía de las partes constitutivas y, a fin de cuentas, no era más que el reflejo nivelador e igualitarista que consideraba a todos los ciudadanos como “hijos de la patria” y no como procedentes de las distintas regiones. Los “republicanos federalistas”, a diferencia de los “republicanos jacobinos”, salían en defensa de las características regionales y, por tanto, se situaban en el mismo campo que Action Française.

Así pues, para Maurras, el hecho de tender puentes hacia el sindicalismo y hacia el federalismo, no estaba desprovisto de sentido, sino que reflejaba las referencias doctrinales de Action Française. En su intento de ampliar su audiencia, el maurrasianismo y su “nacionalismo integral” se abría hacia aquellos sectores a los que se consideraban próximos.

El círculo Proudhon (III). Los rostros presentes

La decisión de constituir el círculo la había tomado unilateralmente Valois quien contactó con Maurras para pedir su autorización. Éste último se sentía mucho más próximo al corporativismo francés de René de La Tour du Pin (4) que a las ideas mucho más radicales de Valois y durante un tiempo le fue dando largas. Valois, por su parte, a la vista de las dilaciones intentó constituir un foro que agrupara a sindicalistas y nacionalistas en otros ambientes exteriores a Action Française. El propio Georges Sorel contactado por él, elaboró una declaración de principios para lo que debía ser La Cité Française (1910), una revista de síntesis nacionalista–sindicalista impulsada por Sorel que no llegó a ver la luz. Finalmente, Valois consiguió agrupar a los jóvenes atraídos por el contenido de Reflexiones sobre la Violencia que hasta ese momento militaban en Action Française y, junto con Henri Lagrange lograr que Maurras diera su brazo a torcer y autorizara la formación del Círculo Proudhon. En el primer número de la revista se incluyó una “declaración de intenciones” algunos e cuyos párrafos vale la pena reproducir:

Los fundadores –republicanos, federalistas, nacional integralistas y sindicalistas– han resuelto el problema político o lo han apartado de sus mentes, son todos entusiastas a favor de una organización de la sociedad Francesa de acuerdo a los principios tomados de la tradición francesa que se encuentran en los trabajos de Proudhon y en el movimiento contemporáneo sindicalista y están en completo acuerdo en los siguientes puntos: La democracia es el mayor error del pasado siglo. Si uno desea vida, si uno desea trabajo, si uno desea que en la vida social se pueda poseer la grandeza humana que garantiza la producción y la cultura, si uno desea preservar y aumentar la moral, intelectual y el capital de la civilización, es absolutamente necesario destruir todas las instituciones democráticas”. Podía decirse más alto pero no más claro…

La experiencia duraría hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial que trastocó todo el panorama intelectual de Francia. La mayoría de miembros de círculo fueron movilizados y el propio Valois sería herido en octubre de 1916 en el frente del Epinal (Lorena) tras haber sido ascendido a subteniente y demostrar un comportamiento heroico. Durante la convalecencia escribió sus meditaciones sobre la experiencia bélica: “El siglo pasado hizo de la revuelta una diosa: el legado que recibimos de los sacrificios, es la bondad de la obediencia, madre de la paz y de la justicia. Pero ya que se nos ha enseñado la revuelta, que esta enseñanza nos salve al menos de los falsos dioses. El dinero reina aún insolentemente en este país. Que nuestra revuelta libere al hombre de esta servidumbre, a fin de que el más hermoso reino que exista bajo los cielos pertenezca a las dos fuerzas que han salvado al mundo de la barbarie: el espíritu y la sangre. Tal es la tarea de nuestro siglo”. Son las palabras de alguien que desea que el traumatismo de la guerra haya servido para algo y que cree esperanzado que servirá para algo.

Junto a Valois figura otro nombre que siempre se cita parejo al suyo como coautor de la idea de constitución del Cercle Proudhon: Édouard Berth. Berth fue sin duda el más fiel y próximo discípulo francés de Georges Sorel, como antes lo había sido de Proudhon y era, ante todo, un sindicalista que consideraba que la clase obrera debería de ser el germen de la nueva sociedad por la que luchaba. La debilidad teórica del marxismo francés en aquella época había hecho que el antiguo “socialismo utópico” (Proudhom pertenecía a esta corriente, no lo olvidemos) no hubiera sido reemplazado por el “socialismo científico” sino por distintas corrientes que no siempre tenían los contornos nítidos (y que, por lo demás, permitieron a Sternhell elaborar su tesis). Una de ellas es el sindicalismo revolucionario al que se adscribía Berth.

Hasta 1909, Berth recorre los ambientes heterodoxos del socialismo francés: el grupo formado en torno a la revista Mouvement Socialiste, luego se unirá al reformismo de Alexandre Millerand (entonces recién expulsado de la SFIO) que terminó pareciéndole excesivamente moderado, para recalar finalmente en el entorno de Georges Sorel. A pesar de ser un hombre de izquierdas, solía insistir en los aspectos “éticos” y “heroicos” de los procesos revolucionarios e incluso era un gran admirador de la antigüedad clásica, lo que, unido a su rechazo absoluto a la democracia parlamentaria y a la burguesía, lo sitúa en una corriente muy próxima al futuro fascismo. Estos ideales terminó encontrándolos en el entorno de Action Française y eso le llevó a esa organización donde conoció a Valois. La andadura del Cercle Proudhon sería inconcebible sin él.

Tras el paréntesis bélico, experimentó una breve atracción por el bolchevismo que se disipó inmediatamente terminó la guerra civil y se pudo percibir el verdadero rostro de la URSS: burocratización, despotismo, incapacidad para salir del subdesarrollo, y lo que Berth llamaba “termitismo”, esto es, la despersonalización absoluta de las grandes masas y la subordinación de todo lo humano a los intereses de la producción y del Estado. En 1935, había completado el viaje de retorno al sindicalismo revolucionario que había abandonado en 1909; fallecería poco después en 1939 (5).

La idea que lleva a Berth al Cercle Proundhom es que Sorel y Maurras se complementan e incluso los compara a Apolo y Dionisos aprovechando la mitología griega puesta de actualidad por las obras de Nietzsche: “Action Française que, con Maurras, es una encarnación nueva del espíritu apolíneo, por su colusión con el sindicalismo que, con Sorel, representa el espíritu dionisíaco, va a poder alumbrar un nuevo gran siglo, uno de esos éxitos históricos que, tras ellos, dejan el mundo mucho tiempo tanto deslumbrado como fascinado” (6).

Valois aprendió pronto que los intentos de organizar estructuras fuera de Action Française eran prematuros y estaban abocados al fracaso, especialmente cuando lo que había detrás era una voluntad, una intención, pero en absoluto, medios ni banderín de enganche. Por lo demás, en esa época, Action Française estaba considerado como un movimiento de oposición, en absoluto como un movimiento ultra–conservador como lo sería más tarde y existía una tendencia “obrerista” con la que se podía tender la mano al sindicalismo nacido a la izquierda.

Junto a Valois y Berth aparece un tercer impulsor del proyecto: Henri Lagrange, militante de choque de Action Française que había sido detenido en numerosas ocasiones. En junio de 1911 intentó agredir y logró insultar al presidente de la República en Rouan lo que le costó seis meses de prisión. Dado que cumplió su estancia en la cárcel como preso común y no político, su suerte hizo que se recogieran declaraciones de intelectuales y artistas favorables a que se la aplicara un régimen más acorde con su delito. Cuando salió de su estancia en prisión era uno de los hombres más famosos de Francia y, desde luego, el ídolo de los estudiantes de Action Française cuya jefatura asumió. En 1913 será expulsado del partido a causa de su activismo desenfrenado. Morirá en octubre de 1915 en el frente del Marne. Aún hoy se discute quién atrajo a quién a su proyecto: si Valois a Lagrange o a la inversa. El primero reconoció que Lagrange intentaba crear desde hacía años un grupo de estudios económicos dentro de Action Française, él, Valois asumió esta idea y le dio un nombre vinculado a la figura de Proudhon.


GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (1 DE 4)

GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (2 DE 4)

GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (3 DE 4)

GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (4 DE 4)

GEORGES VALOIS Y EL FAISCEAU (Anexo)

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