viernes, 24 de septiembre de 2021

CRÓNICAS DESDE MI RETRETE: PUIGDEMONT EL DESESTABILIZADOR LLAMA DE NUEVO A LA PUERTA...

Se dice que Puigdemont se ha hecho detener voluntariamente para que conseguir desestabilizar la “mesa de negociación” y, así, recuperar un papel axial dentro del independentismo catalán. No lo creo. Puigdemont es de esas personas a las que un día en la cárcel les parece algo insuperable y precisa los terciopelos del Palau de la gencat o los sofás de cuero de Waterlooo. De todas formas, la detención en Cerdeña, tiene el valor simbólico que el independentismo, sin duda, le atribuirá.

Para el imaginario colectivo indepe, Cerdeña es una muestra del poder de Cataluña (en realidad, sería de la Corona de Aragón, si vamos a eso) pues, no en vano, allí es el lugar más alejado en el que todavía se habla catalán, en la ciudad de Alguer. Los indepes eluden decir que no se habla en ningún lugar de la isla, salvo en una ciudad portuaria de 45.000 habitantes y, todavía, evitan reconocer que lo utiliza regularmente “menos del 15%” de la población (el dato es de Wikipedia), teniendo por delante al italiano hablado por el 80% y el sardo que sería la tercera lengua de la ciudad.

También la gencat elude recordar que los primeros habitantes de Cerdeña fueron los “sardanos”. Y sí, el nombre de este pueblo, coincide con el de la “sardana”, desde el XIX, identificado como “un” baile tradicional catalán y que hoy se considera “el” baile tradicional catalán. De hecho, el baile tradicional de Cerdeña es muy parecido a la sardana: punteado con los pies, bailado en grupo (solo que en línea recta en lugar de formando un círculo). Lo problemática es que, si aceptamos esto -que parece ser lo que nos indica la historia- lo que hoy aún bailaría en Cataluña sería un baile importado de Cerdeña y que no se baila sólo en Alger, sino en toda la isla.

Dejando a parte la cuestión de Alguer, lo cierto es que la detención de Puigdemont va a generar un movimiento sísmico y a “aumentar el estrés” dentro del mundillo indepe. Existía unanimidad en ERC en olvidarse de Carles Puigdemont.

Pere Aragonés, a diferencia de Quim Torra, su olvidable precedente, no se consideraba como “presidente interino” hasta que Puigdemont, “el nostre president” volviera para recuperar su poltrona. Aragonés se tiene por el presidente de la gencat y, tanto él, como ERC, consideraban, hasta ayer, a Puigdemont como una especie de misionero del independentismo en el exterior pagado con cargo a los presupuestos públicos. La exclusión de los “consellers” de JxCat de la “mesa de negociaciones” fue suficientemente significativo de algo que ya se sabía desde hace cuatro años: que existía una pugna entre ambas formaciones y que ERC se consideraba traicionada por Puigdemont y JxCat sostenía la vía del radicalismo indepe, sin negociación y predispuesta a la “declaración unilateral de independencia”.

Pero lo cierto es que, en estos últimos cuatro años, el independentismo ha ido retrocediendo, cada vez más, en impacto sobre la sociedad catalana. Hoy se situaría muy por debajo del 50% y, especialmente entre los jóvenes, el retroceso ha sido memorable. El pasado 11 de septiembre, esta crisis pudo cuantificar: no más de 80.000 independentistas, llegados de toda Cataluña, se desfogaron, mientras que Barcelona se veía “engalanada” con no más de un 0’25% de banderas indepes en los balcones, llegando en algunos barrios al 0’50%. Ya hablamos de eso en su momento: la inmensa mayoría de manifestantes eran mayores de 60 años.

El Plan B, tanto del PSOE como de ERC era sentarse en una “mesa de diálogo”. Lo lograron. Se sentaron y, cada parte dio su versión: el PSOE de que se había abierto una “vía de negociación y diálogo”, ERC que plantearía la cuestión del “referéndum y de la amnistía”… El hecho de que no se fijara una nueva fecha de reunión, ni que se explicitara una mecánica para las conversaciones, es suficiente indicativo de que las dos partes realizaron sus valoraciones de cara a la galería. Y no hay un Plan C. En cualquier caso, la “mesa de diálogo” sirve para satisfacer algunas pequeñas ambiciones propias de la mezquindad indepe (la negociación “paritaria” de Gobierno a “govern”, hacer que el presidente del Gobierno tomara el Falcon para Cataluña y escenificar la retirada de la bandera catalana o el desnucado de Sánchez al inclinarse ante la catalana). Todo terminará en negociar el apoyo de ERC a los presupuestos generales y al gobierno de Sánchez a cambio de unos millones de euracos.

A los periodistas les consta que en España gobierna una “coalición dual” (PSOE + Podemos), pero en realidad, gobierna lo que podríamos llamar una “coalición tripartita de tapadillo” (PSOE + Podemos + ERC). Y las tres partes quieren que esto siga así. El PSOE, porque mientras ERC esté contenta no planteará problemas, Podemos porque se siente arropado por la presencia de ERC y éste último partido porque tiene hoy las manos libres en Cataluña como las tuvo 30 años la extinta CiU. Todos contentos, salvo Puigdemont.

El acto al que acudió en Cerdeña era una de tantas reuniones irrelevantes (la recepción institucional del síndico de Alguer) a las que acude para lograr alguna reseña y evitar el olvido. La “euro orden” de 2017 surtió efecto y se produjo la detención. Hace unas semanas, se confirmó la pérdida de la inmunidad, a la que recurrió. Lo cierto es que, tras su detención en Alemania en 2018, nadie se ha interesado mucho por extraditar a Puigdemont. El personaje, poco a poco, se ha ido convirtiendo en algo marginal, un recuerdo lamentable del fracaso del “procés” y, solamente para los independentistas más fanáticos, sigue siendo alguien que vale la pena mencionar en los informativos salvo por sus peripecias judiciales. Todas las partes están desinteresadas en traer a Puigdemont a España:

- ERC porque teme que su figura pudiera relanzarse,

- el PSOE porque sabe que es un personaje acomplejado, inestable, dado al radicalismo y que podría reavivar un problema hoy deshinchado.

- Y el ciudadano medio, por su parte, intuye que todo lo que se refiera a detenciones, extradiciones, procesos y demás, generará inevitables movilizaciones de radicales indepes, cortes de carreteras, barricadas, incendios, sirenas, disturbios, esto es, todo lo que el ciudadano medio -esa famosa “mayoría silenciosa”- aborrece en la Barcelona post-Covid.

La estrategia de la “mesa de negociaciones”, emprendida por ERC y el PSOE, puede saltar por los aires. Incluso el mismo “govern”. No se olvide que Puigdemont se tiene como “el president legal y legítimo” y Aragonés, pretende el mismo título. Pelea de mascotas en el gallinero indepe, en definitiva, pero que no podría sino debilitar aún más al independentismo y hacer que emprendiera la ruta “canadiense” en donde los independentistas del Quebec tras décadas de gobierno y tres referéndums, fueron abandonados por el electorado. Y el debilitamiento del independentismo, el recrudecimiento de la tensión en Cataluña, la ira y las frustraciones acumuladas por los indepes en los últimos años, su evidente reflujo, podría dar lugar a que un Puigdemont victimizado, sin acomodo en la política catalana actual, se echara definitivamente al monte, y jugara la carta de un radicalismo fronterizo con los restos de la CUP.

El tema de la detención de Puigdemont se prolongará, como máximo, entre una semana y diez días. Todo aquel que ha conocido al “hombre de Waterloo”, coincide en su irrelevancia internacional y en su falta de cualidades para dirigir algo más que una comunidad de vecinos. Incluso, algunos indepes, dudan sobre cómo se comportaría en España ante un tribunal. Lo cierto es que, el 24 de septiembre Barcelona celebra su fiesta de La Merced. En un día festivo como éste, apenas se han movilizado ante el consulado italiano en la Ciudad Condal 300-400 personas para pedir su libertad, siguiendo el llamamiento de la “Asamblea Nacional de Cataluña”. Sí, claro, habrá más movilizaciones, manifestaciones y protestas, especialmente de JxCat (que demostrará así su capacidad de movilización en solitario y con esas siglas, como la ANC, o la Asamblea de Municipios Independentistas, con pretensiones de “totalidad” en pérdida de efectivos y de recursos, en los últimos cuatro años). De momento, en esa primera manifestación ful ni siquiera han estado presente nadie relevante de ERC.

Y esto último da que pensar sobre si no será solamente la “mesa de negociaciones” la que quedará desestabilizada, sino también si el “asunto Puigdemont” repercutirá también en el “govern catalá” (en realidad, el “gobierno de la gencat”) del que forman parte cuatro miembros de JxCat, siete independientes (“independientes”, ni “independentistas”) y seis miembros de ERC.

Lo que parece increíble es que un absoluto don nadie, como Carles Puigdemont, sea capaz de alterar la vida política en Cataluña, la estrategia del PSOE y de ERC, el mismo “tripartido de tapadillo” y al propio “gobierno de la gencat”.

Todo esto demuestra que Cataluña no tiene solución con el independentismo. Cualquiera solución para Cataluña -si es que en Cataluña existe un problema diferente al resto del Estado- para por olvidarse de ese 35% de votantes del independentismo y dejar que las realidades del siglo XXI, los aplasten sin misericordia. Porque, no será una “salida política” lo que resuelva la cuestión independentista, sino el reconocimiento de que la historia va en dirección contraria a la fragmentación de los actuales Estados-Nación en calderillas nacionalistas. Lo ha entendido la Unión Europea, pero aquí en España, sigue existiendo el problema gracias a la constitución de 1979, lo suficientemente ambigua para que dentro quepa todo y lo suficientemente estúpida para que los nacionalistas de 1979 fueran decisivos en la balanza del poder. Ninguno de los “padres de la constitución” pensó que los “nacionalistas moderados” de ayer, se convertirían en los “independentistas radicales” de hoy. Y ahí está Puigdemont, heredero del “nacionalismo moderado” de Pujol, con flequillo, pero sin dos dedos de frente.