Info|Krisis.- No son frecuentes las películas que llegan de Croacia
y, desde luego, las pocas que llegan, necesariamente, deben tener algunas
calidades notables. Esta las tiene; sin ser una película excepcional es, al
menos, agradable de ver, entretenida y correctamente realizada. La película no
es solamente el relato de una pequeña historia ocurrida en una isla de la Costa
Dálmata, sino un fresco de la Croacia independiente desde hace veinte años.
Merece algunos comentarios y una invitación para que nuestros lectores la vean.
Los niños del cura, título de la
película, hace referencia… a los hijos nacidos gracias a la acción del cura,
además de la sorpresa final que afecta también al otro sacerdote protagonista
de la trama. El catolicismo es el puntal central de la identidad croata, como
el cristianismo ortodoxo lo es de la identidad serbia y el islam lo es de la
albanesa. Parece increíble que estos países en los que, en otro tiempo, el
comunismo intentó abolir las religiones se haya producido justamente el
fenómeno inverso: un renacer de la fe.
De hecho, la independencia croata
tuvo dos fautores: de un lado el interés alemán por disponer de un país aliado
con salida al Mediterráneo y de otro del Vaticano que con Juan Pablo II quería
convertir a este país y a Polonia como puntales de un renacimiento del
catolicismo en Europa. Sin embargo, estas esperanzas se han visto decepcionadas
en ambos casos. Polonia sigue su curso y el catolicismo allí tiene un papel
cada vez menos relevante y en cuanto a Croacia esta misma película es muestra
de que el catolicismo allí ha dejado de ser indiscutible y se está viviendo una
situación parecida a la de España en los años 70.
No es una película anticatólica, sino
más bien una cinta que muestra el alcance de la influencia católica en la
sociedad croata. Por católicos que sean, los croatas –y seguramente, los
católicos de todo el mundo, salvo en África y en las zonas andinas-
contravienen la moral sexual de la Iglesia utilizando preservativos, esto es
negando el libre curso al bíblico “crecer y multiplicaros”. Esto hace que la
natalidad en Croacia sea una de las más bajas del mundo, sin tener la
contrapartida, como en España, de que grupos étnicos magrebíes, andinos y
africanos, la eleven artificialmente. La tasa de natalidad en
Croacia (número
de nacimientos por cada mil habitantes en un año) fue en 2013 del 9,40‰ y el índice de Fecundidad (número
medio de hijos por mujer) de 1,51. El hecho de
que Croacia tenga un índice de fecundidad inferior a 2,1 por mujer (fecundidad
de reemplazo), supone que no se garantiza una pirámide de población estable.
La trama parte de este hecho sociológico
y poco atractivo para la cinematografía. Precisamente, la habilidad del
guionista estriba en convertir este dato sociológico en el centro de la trama.
La católica Croacia no respeta la moral sexual propuesta por el Vaticano y utiliza
masivamente (como, por lo demás, en todo el Este europeo) el preservativo. Así
que el cura en santa alianza con el muy católico vendedor del kiosco del pueblo
y con el no menos católico, a la par que enloquecido, boticario, deciden
pinchar los preservativos el primero y repartir vitaminas como píldoras anticonceptivas
el segundo. El resultado es una oleada de nacimientos con los efectos
secundarios imprevistos y que hacen que lo que, inicialmente, parecía ser una
comedia, pase a ser más bien una tragedia sin paliativos. Vale la pena advertir
que, fuera de las carcajadas y sonrisas iniciales, la película deja un
trasfondo amargo y agridulce.
Además de entretenernos, ciertamente,
la película sirve para pintar a brochazos la realidad croata. El boticario, sin
ir más lejos, personaje axial en cada pueblo junto al jefe de policía, al
maestro y al alcalde, nos remite a las consecuencias de la guerra contra Yugoslavia
y de las violencias a raíz de Bosnia-Herzegovina. La abundancia de armas
almacenadas en algunos hogares recuerda aquel conflicto. No todos los hombres
hoy maduros que en aquellos períodos turbulentos fueron jóvenes estuvieron
dispuestos a luchar y morir por su patria. Algunos se hicieron pasar por locos.
Otros enloquecieron durante el conflicto. Después entraron minorías albanesas
en Croacia, constituyendo hoy la única bolsa de inmigración perceptible. Se
luchó por la Croacia católica y bajo la bandera ajedrezada que aparece
constantemente en la película. Al final uno acepta el que si en las películas
norteamericanas aparece constantemente la bandera de las barras y estrellas, ¿por
qué Vinko Bresan, director de la película, no iba a poder aparecer la bandera
rojo-blanco-azul con su escudo nacional en las principales escenas?
Y, a todo esto, ¿qué ha hecho Vinko
Bresan en la industria del cine? Se trata del director más famoso de su país,
similar a Almodóvar en España, que llamó la atención a partir de 1994 cuando
obtuvo sus primeros premios en el cine de su país. Llamó la atención por su
primer largometraje (¿Cómo comenzó
la guerra en mi isla?) de línea humorística sobre la parodia de guerra en
las islas del Adriático. Recibió el premio a la mejor película y al mejor
director en el equivalente croata a los Goya carpetovetónicos. La película se
exportó y fue proyectada en 32 festivales de cine de todo el mundo.
Crítico con el antiguo régimen
yugoslavo, Bresan alcanzó su confirmación internacional con una comedia negra
sobre el mariscal Tito y la reacción temerosa de los nuevos capitalistas ante
la reaparición del espectro fantasmal del viejo dirigente yugoslavo. También
aquí la trama se desarrolla en una pequeña isla de la Costa Dálmata (y van
tres). Da la sensación de que la isla es
el entorno claustrofóbico en el que Bresan se siente más cómodo, el microcosmos
en el que mejor puede reflejar y aislar las características de los distintos
tipos de la sociedad croata post-titoísta. Por el momento ha filmado cinco
películas, todas del mismo género tragicómico, que recuerda extraordinariamente
la producción del Berlanga de los años 50 y 60.
La película sorprende
especialmente por la actitud ante la moral sexual católica. Hubiera sido
impensable en los momentos de la independencia y al obispo de Zagreb no le
hubiera costado mucho, simplemente, negarle el nihil obstat y arrojar a su artífice al limbo de los directores malditos.
No es una película anticatólica, es, simplemente, una película que no puede
gustar a los católicos y especialmente a la jerarquía católica. Cuestiona la
moral sexual predicada por el Vaticano.
Hay que reconocer que durante el
Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica intentó por todos los medios “aggionarse” (ponerse al día) e intento
hacerlo, con mejor o peor fortuna, en muchos terrenos… salvo en uno, el de la
moral sexual. No hace mucho asistí a una boca católica en la que un sacerdote,
no particularmente malintencionado, recomendó en la homilía a los cónyuges a
practicar la “castidad marital” y, que yo sepa, todavía la Iglesia considera
que el coito sin intención de procrear supone pecado de lujuria. El matrimonio
que se casó en aquella ocasión no mantuvo durante mucho tiempo ni la “castidad
marital”, ni siquiera el juramento de permanecer unidos hasta que la muerte los
separase. Los separó la reforma de la Ley del Divorcio realizada por Zapatero
en 2005. En cuanto a la Iglesia, todos los “aggiornamentos” realizados fueron
inútiles porque el que era más necesario, en el de la sexualidad, se quedó
exactamente igual que en Trento. En efecto, mientras que los prelados
conciliares deliberaban en la primera mitad de los sesenta, en la sociedad
irrumpía la minifalda, la píldora anticonceptiva, las ideas de “liberación
sexual”, etc.
Hay, pues, en la película una
crítica a esta moral sexual, imposible de mantener y, además, pésimamente
transmitida (hubiera bastado con que la Iglesia afirmara que el mayor pecado es
no controlarse a sí mismo, no ser dueño de sí mismo, verse arrastrado por no
importa qué impulso, a ejercer de tronchamozas o de zampabollos sin límite ni
medida, pero nunca negar que la búsqueda del placer es una dimensión que
acompaña a la sexualidad y que esta excede con mucho en la naturaleza humana el
sentido de supervivencia de la especie mediante la reproducción).
Pero también puede percibirse en
la temática de la cinta uno de los dramas actuales de Europa: la caída en
picado de la natalidad. Europa, de Narvik a Cabo Ajo, de Garrucha a Sebastopol,
muere por falta de nacimientos. Se debe a tres fenómenos: en primer lugar a que
los ritmos de vida y de consumo reducen la capacidad reproductiva de los
europeos, hombres con espermatozoides “vagos” o difuntos y mujeres estériles,
acompañan a cierto hedonismo que impide entregarse a los hijos en tanto que supone
una renuncia a su propia autonomía e independencia. Sin olvidar que la pérdida
de valor adquisitiva de los salarios, la inestabilidad en el empleo y la falta
de interés de los empresarios por contratar a madres fértiles, la ausencia de
incentivos fiscales y de ayuda a la formación de nuevas familias y a la
paternidad, hacen el resto. Europa –y la católica Croacia con ella- muere por
falta de nacimientos y el injertar sangre ajena a Europa no resolverá el
problema, sino, antes bien, lo agravará.
Este tema es uno de los que
invita a reflexionar esta cinta interpretada brillantemente por una serie de
actores completamente desconocidos, pero extremadamente expresivos de los que
sería absurdo repetir sus nombres impronunciables en lengua castellana. No hay
fallos en el casting, ni en la fotografía. Las vistas de la isla evocan
inmediatamente esa serenidad propia del Adriático y la belleza de las islas de
la Costa Dálmata que a algunos espectadores les recordará extrañamente el
escenario de la película Calabuig,
filmada por el mejor Berlanga.
¿La podemos recomendar? Sí, sin
reservas. Estrenada a finales de julio en los grandes cines, ya puede ser
comprada en DVD o bien bajada a través de cualquier peer-to-peer. Es una película simpática, pero no se agota solamente
en esto: os dirá mucho sobre la Croacia moderna e incluso sobre la crisis de la
Iglesia Católica. Por cierto, una parte importante de la trama tiene que ver
con la pedofilia. Y resulta difícil tratar un tema tan desagradable con la
sutileza de la que hace gala Bresan. Algo de agradecer.
© Ernesto Milá – info|krisis – infokrisis@yahoo.es – Prohibida la
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