Una cosa son los
análisis de urgencia y otra el hacer un examen más reposado sobre los
resultados electorales. Lo primero ya está hecho, vamos ahora a examinar
algunos aspectos menos estridentes (pero, sin duda más importantes) de estos
comicios. Hoy (martes) tenemos ya la ventaja de que todos los partidos han
tenido ocasión de realizar una valoración de los resultados y conocemos su
opinión. Lo dicho aquí no es más que un añadido a las primeras valoraciones
realizadas en anteriores artículos publicados en la noche misma en la que se
conocieron los resultados.
El PP que no ha
entendido la advertencia del electorado
El problema es que el PP cree, sinceramente,
que solamente ha perdido algunos votos pero que ha “ganado” las elecciones
simplemente por el hecho de que ha obtenido más votos que su inmediato rival,
el PP. Por tanto, ni Rajoy considera necesario remodelar el gobierno, ni
siquiera rectificar algunas de las políticas que más han irritado al
electorado. Simplemente, siguen considerándose vencedores y están mucho más
tranquilos de lo que aconsejaría el sentido común.
A día de hoy, Rajoy ya no puede eludir algo que
ha conseguido esquivar durante dos años: afrontar de una vez por todas el
“problema catalán”, especialmente porque los resultados en aquella comunidad
indican que el PP retrocede y se convierte en una fuerza insignificante al lado
de una ERC sobredimensionada pero que, en cualquier caso, ha realizado el “surpaso” quedando por delante de CiU.
Hubiera sido mucho más lógico que Rajoy afrontara el problema una vez se
suscitó y lo hiciera radicalmente siendo claro ante las aspiraciones
independentistas. En lugar de eso, no dio su “enterado” al desafío soberanista
y este siguió creciendo confiando en que, a fin de cuentas, el referéndum
estaba al alcance de la mano y, a partir de ahí, el problema no hizo más que crecer.
El resultado del domingo demuestra que en Cataluña quienes han acudido a votar
han sido los nacionalistas y los independentistas… no los españolistas ni las
fuerzas de la derecha españolista que han optado por quedarse en casa a la
vista del escaso crédito que conceden al PP y a las dimensiones de C’s, todavía
minúsculas.
Aparte de esto, la dirección del PP no ha
entendido el aviso del electorado: así no se puede seguir gobernando, de
espaldas a la población poniéndonos la pistola en la nuca para vaciarnos la
cartera y entregar el efectivo obtenido en la rapiña a los carroñeros del Banco
Central Europeo y del Bundesbank. No se puede seguir gobernando ignorando que
para toda la población la corrupción, la crisis económica, el paro y la
inmigración masiva siguen siendo los principales problemas, junto a la merca
del Estado del Bienestar y de los derechos sociales. El PP no se ha enterado de
que el bipartidismo ha muerto (en realidad en otros países ha pasado algo
similar: ni la derecha liberal francesa, ni el socialismo, han comprendido
tampoco que ya no son hegemónicos, especialmente el PS que ha pasado a ser la
tercera fuerza política, a distancia de la primera, el Front National) y que
ellos ya no son la solución, ni nunca lo han sido, sino el problema (¡y qué
problema!).
El PSOE empieza a
tomar conciencia de las dimensiones de su crisis
Si Rubalcaba ha terminado dimitiendo tras
conocer los resultados electorales, se ha debido, no tanto a los resultados del
PSOE (malos) como a los del PSC (mucho peores). El PSC ha perdido más de la
mitad de sus votos, pago inevitable a su eclecticismo en materia de
vertebración del Estado. Y eso es muy importante para el PSOE porque las
posibilidades de obtener mayoría absoluta pasan por obtener buenos resultados
especialmente en Cataluña y Andalucía. Desintegrado el PSC, afronta por primera
vez la imposibilidad de gobernar en solitario y la posibilidad de que IU y
Podemos, le impongan condiciones y, desde luego, no estén dispuestos a tolerar
los altos índices de corrupción de este partido.
El PSOE no ha entendido también que el
bipartidismo ha muerto y que su crisis es aún mayor que la del PP. A fin de
cuentas, a la derecha del PP sigue sin aparecer ninguna fuerza política,
mientras que a la izquierda del PSOE proliferan como hongos. A la vista de la
imposibilidad de edificar una “gran coalición” (como la propuesta por Felipe
González en plena campaña electoral) con el PP, la única posibilidad que tiene
el PSOE es volver al gobierno es mediante una alianza con la izquierda radical.
Y esa posibilidad le enajena a buena parte de su propio electorado… Nadie
llorará al PSOE cuando haya muerto.
La realidad es que el postzapaterismo era lo
que cabía esperar y como habíamos anunciado desde 2007: desprovisto de
cualquier dirigente con prestigio social, contando con media docena de
mediocridades y pobres aprovechados que aspiran a sustituir a Rubalcaba, sin
que queden en su nómina dirigentes ni militantes de prestigio (Rubalcaba era
con mucho lo mejor que conservaba el PSOE), ahora se evidencia la vía muerta en
la que encarriló José Luis Rodríguez Zapatero a su partido desde principios del
milenio. Ciento cuarenta años de historia dilapidados por un indigente
ideológico. Tras abjurar del marxismo, luego del socialismo democrático, anclado
finalmente en una socialdemocracia hundida en todo el continente, compartiendo
valores que ni siquiera eran socialdemócratas, sino humanistas–universalistas, el
PSOE no ha sido capaz de recuperar, desde entonces, la iniciativa estratégica.
Se conformó con enviar a Strasburgo a una Helena Valenciano, sin prestigio
político, candidata de bajo perfil, útil solamente para muñir un consenso interior
provisional. El fracaso estaba cantado desde el momento en que el PSOE se
obstinó en hacer una campaña electoral reprochando a Arias Cañete el haber
utilizado una consideración “machista”…
Tras Rubalcaba lo que viene es un tropel de
pobres espabilados (los Patxi López, las
Chacón, los Madina, los Tomás López, las Susanas Díaz, etc y seguramente
saldrán más aspirantes) ninguno de los cuales posee ideas, programa, ni
magnetismo personal, todos ellos son mediocridades entre mediocres e individuos
grises que confunden su habilidad para escalar en las bambalinas del PSOE con
tener carisma y magnetismo personal. Después de Rubalcaba el diluvio…
Tampoco el PSOE, por lo demás, se ha hecho eco
del final del bipartidismo sancionado por el electorado, que el afecta a él en
primer lugar al a vista de que su “estructura federal” resiste mucho peor los
golpes y tiende más a la fragmentación. La dimisión de Rubalcaba, en otras
condiciones, hubiera sido benéfica para el partido (a pesar de ser el último
nombre “brillante” que quedaba en su nómina) e incluso lógica a la vista de los
resultados, pero en las circunstancias actuales puede contribuir a acelerar el
desplome del partido.
Izquierda frente a
derecha
El gran misterio de porqué la izquierda ha
subido tanto y ha obtenido tan buenos resultados se debe sin duda… a que la
derecha se ha quedado en casa. Nunca como hasta ahora ha sido tan claro que el
abstencionismo ha embargado sobre todo a la derecha, mientras que la izquierda
ha acudido puntual y disciplinadamente a votar. El resultado ha sido que sí,
que ha subido la izquierda, pero plurifraccionada, y si Podemos se ha convertido
en la estrella ascendente del firmamento político español, se ha debido
especialmente a que ha sabido manejar mucho mejor que cualquier otro partido
(por su misma estructura juvenil) las redes sociales y especialmente Tuíter.
Por el contrario, el resto de partidos se ha
conformado con realizar una campaña clásica utilizando medios de comunicación
que la población ya no consulta: especialmente páginas de publicidad pagada en
diarios que nadie lee y cuñas en radios que pocos escuchan y que apagan cuando
dan publicidad. Podemos, sin embargo, ha dado una gran lección de cómo se
aprovechan las herramientas de Internet 2.0, especialmente las redes sociales.
No es fácil condensar un eslogan electoral en 140 caracteres permitidos por Tuíter y, sin embargo, Podemos lo ha
logrado ¡y con qué resultado! Era normal que los 900.000 jóvenes que iban por
primera vez a votar en esta convocatorio apostaran mayoritariamente por Podemos
que respondía de manera extraordinariamente bien a sus rasgos generacionales.
Frente a Podemos, las otras dos formaciones de
la izquierda estatalista, IU y UPyD, han mejorado sus posiciones pero tras
ímprobos esfuerzos y sin dejar nunca bien atados a sus nuevos electores que
veremos si siguen apoyando a las mismas candidaturas en los próximos comicios.
La izquierda presentada por IU (que elección tras elección sigue sumando
pequeñas siglas al núcleo original del que ya nadie se acuerda, el viejo PCE,
en un nombre que hoy es kilométrico e incluso símbolo de la impotencia de la
coalición) y el centro–izquierda de Rosa Díaz, junto con Ciutadans (que, no lo
olvidemos, afirma con seriedad ser una partido de “centro–izquierda”, a pesar
de que sus apoyos dicen otra cosa muy diferente), han ido erosionando las bases
socialistas, mucho más que recuperando un electorado nuevo.
Pero estas elecciones no dicen nada sobre cómo
será el comportamiento en las próximas convocatorias electorales de la derecha
que se ha abstenido. No parece que le vaya a ser muy fácil al PP recuperar al mas
de un tercio de sus electores que ha decidido no movilizarse, acaso porque ya
han perdido la fe en que Mariano Rajoy pueda resolver los graves problemas de
la sociedad española, acaso por la desidia y esa inmensa capacidad del
presidente para aplazar la resolución de los problemas e incluso el encararlos
decididamente.
El fracaso de Vox
Reiteradamente hemos evitado incluir a Vox en
el pelotón de la extrema–derecha porque, en realidad, es otra cosa: una simple
fotocopia reducida del PP en la que la temática de derechas está un poco más
presente, mientras que la centrista ha desaparecido. Vox ha cometido, desde su
fundación, distintos errores políticos que, finalmente, le han pasado factura:
en primer lugar circulaba por caminos ya trillados (como nos encargamos de
denunciar en nuestro Dossier sobre la
Extrema–Derecha ante las elecciones europeas). El programa, la experiencia,
la intención de quienes ponían en marcha
Vox, ya había estado presente en los mismos términos hace 20 años en la
experiencia del PADE que, ya entonces demostró que la derecha estaba muy
contenta con las siglas PP. Ahora se ha reiterado el mismo intento con idéntico
fracaso.
El programa de Vox contenía errores de bulto:
el primero de todos pensar que sus temas eran “actuales” e interesaban a
sectores amplios del electorado. La disolución de las autonomías constituía una
propuesta tan “rotunda” que era, por sí misma, impracticable e imposible, una
especie de boutade destinada a llamar
la atención pero no a realizarse en la práctica. Y el electorado está ya harto
de “imposibles metafísicos”. En cuanto a la problemática anti–ETA, con todas
las heridas que ha dejado y la sensación amarga de injusticia y de victoria de
los asesinos, simplemente ha dejado de interesar a nuestro pueblo en la medida
en la que el acuerdo pactado para terminar con ETA, ha sido firmado y rubricado
tanto por el PSOE (que lo propuso) como por el PP (que, sin duda, fue
consultado cuando se encontraba en la oposición) y el resultado ha sido un cese
de la violencia… a cambio de una salida gradual de presos. Moralmente
censurable, políticamente innecesario, pero efectivo… En cuanto a su
insistencia en el tema del aborto, cuando la sociedad española ha vivido una
campaña proabortista contraria a la reforma de la ley operado por Gallardón, la
sensación de la derecha es que si la izquierda ha protestado sobre este tema,
es que la reforma debió ir en dirección de sus expectativas. Sobre la “lucha
contra la corrupción” era algo que todos los partidos, incluidos PP y PSOE
proponían.
Luego se han producido errores estratégicos
notorios: el hecho de que Vidal–Quadras encabezara la candidatura no quiere
decir que el origen catalán de éste fuera lo que aconsejara enfatizar la
campaña en Cataluña, toda vez que el interesado lleva casi 20 años ausente.
Cuando se convoquen las elecciones municipales,
veremos lo que queda en pie de Vox y veremos si ha sido capaz con estos
resultados de atraer a sectores descontentos del PP o bolsas de votos
significativas. También el PADE durante un par de elecciones consiguió mantener
algunos concejales antes de desaparecer por completo.
De momento, Vox no va a ser la fórmula de
derecha–derecha capaz de atraer a sectores significativos del PP y sacar de su
posición abstencionista a sectores de la derecha sociológica.
El por qué de estos
resultados
Los resultados generales son, en su mayor
parte, coherentes con lo que está ocurriendo en España en los últimos siete
años: una crisis económica que es capaz de prolongar extraordinariamente su
duración, generar 6.000.000 de parados, colocar al 25% de la población próximo
al umbral de la pobreza o por debajo de él, forzar a la emigración económica a
decenas de miles de jóvenes, aumentar la presión fiscal sobre las rentas
procedentes del trabajo para pagar una deuda contraída por otros, una crisis de
este tipo, decimos, solamente puede desembocar en una profunda crisis social. Y
ésta al prolongarse extraordinariamente en el tiempo solamente puede derivar en
una formidable crisis política en la que están incluidas todas las estructuras
del Estado: partidos tradicionales, monarquía, justicia, autonomías,
municipios, etc. Los mismos casos de corrupción son muestra de la incidencia de
la crisis política que es, a fin de cuentas, la crisis del régimen nacido en
1978.
Pero de todos los síntomas de la crisis
política hay una que es particularmente importante: el final del bipartidismo.
El misterio de la política española en los próximos años reside en saber cómo
se va a portar un régimen concebido e ideado para el bipartidismo imperfecto, cuando
las dos columnas en las que se sostenía (el centro–izquierda y el centro–derecha)
aparecen como tocados y hundidos y la “banda de los cuatro” (PP+PSOE+CiU+PNV)
ya no es, ni de lejos, la única protagonista de la vida política.
A partir de ahora, como hemos dicho, se ha
acabado la época de las mayorías absolutas, ha concluido el período de
alternancia de ambos partidos en el poder. Ahora, si quieren gestionar una
parte del poder tendrán que pactar con otros. Y el panorama político se
complicará extraordinariamente generando una inestabilidad que, a partir de
ahora, va a ser la imagen de marca del régimen hasta su disolución final.
Es cierto que las elecciones europeas son
relativamente poco importantes y que, tradicionalmente, en esos comicios
aumenta la abstención, pero también es cierto que indican una línea inevitable
e irremediable de tendencia. El bipartidismo será sustituido, pura y
simplemente, por la inestabilidad. Una vez más se ha cumplido lo previsto por
Thomas Molnar en su libro La Contrarrevolución:
hay un momento en el que un régimen puede aplicar (porque es todavía fuerte)
una reforma para salvarse; pero, habitualmente, dado que se siente fuerte, no
percibe la necesidad de introducir reformas ni de corregir las tendencias más
desagradables que han aparecido en su interior; por tanto, ese régimen sigue
degradándose. Llega un momento en el que la reforma se hace acuciante, pero el
régimen está tan absolutamente desgatado que ya es incapaz de operar cualquier
reforma y, simplemente, se produce el desplome interior. El sistema político
nacido en España en 1978, está hoy reproduciendo este esquema de manera
absolutamente maquinal. Sabemos, pues, lo que tiene ante la vista.
Addenda
¿Algo que añadir sobre
la extrema–derecha?
En ese magma en el que se mueven cinco
partidos, queda claro que uno de ellos es el representante indiscutible del
sector histórico, FE–JONS, y que todos aquellos que se reclamen y se reconozcan
en esa fisonomía terminarán convergiendo allí. Parece improbable que puedan
perpetuarse dos grupos que utilicen el mismo emblema del yugo y de las flechas,
por tanto, si la lógica tiene alguna repercusión en este ambiente, ambos grupos
deberían de converger y La Falange estaría ahora en una buena situación para abordar
la negociación que llevara a la unidad histórica de las falanges. Una
iniciativa de este tipo parece casi obligada.
Falange Española de las JONS, no lo olvidemos,
ha hecho una buena campaña con escasos medios. Ahora bien, es inútil pensar que
el techo de una formación de este tipo puede ir más allá de sumar los votos
cosechados por otros grupos similares. Por bien que actúe su dirección, lo
evidente es que su imagen remite a otros tiempos y a otros valores, ya lejanos
en el tiempo y que el “nacional–sindicalismo” dice muy poco a una sociedad que
considera como el único sindicalismo existente el que protagonizado por las
siglas UGT y CCOO, que han traicionado a la clase obrera.
Hemos dicho en muchas ocasiones si no sería
mejor que los falangistas pensaran en otro modelo organizativo y no en la forma
de “partido político”. La revista mensual Patria
Sindicalista demuestra que, quizás, tender hacia la formación de una
“escuela de pensamiento” sería mucho más productivo en términos de persistencia
del falangismo en la sociedad futuro. Preparando cuadros y dirigentes
políticos, como en otro tiempo hizo la Escuela de Propagandistas Católicos, se
conseguiría influir mucho más en la sociedad y no restringirse a los altos
muros de un partido político.
Hará falta ver si en los próximos meses ambos
grupos falangistas logran reabrir conversaciones para su unidad definitiva y
para la elección de una estrategia de futuro.
Los segundos en resultados en la extrema–derecha
ha sido la coalición Iniciativa Social, un nombre equívoco en la medida en que
a poco que el simpatizante se acercaba a su temática se percibía claramente
que, tras este rótulo, proseguía ese monotema obsesivo del aborto, destacando
con mucho sobre cualquier otra temática. Creemos que el intento está encarrilado
hacia una vía muerta y sin salida no ahora, sino desde el momento mismo de su
arranque. Si en esta ocasión IS (AES+CTC+FyV) ha perdido buena parte de los
votos que AES en solitario obtuvo hace cinco años, se ha debido, especialmente,
a la competencia de Vox. Lo que se abre a partir de ahora –nuevamente, si hemos
de pensar en términos lógico, lo que es del todo evidente que hagan los
protagonistas– es que ambas formaciones (IS–AES y Vox) se planteen un futuro
común. No hay, simplemente, no hay espacio para ambas. Y, de momento, a pesar
de sus resultados limitados, Vox arrincona a AES. Quizás sea la forma y el
momento de dar por concluida la experiencia neo–piñarista, social–cristiana, o
como prefieran llamarla.
No hay más posibilidades de convergencia, ni de
fusiones o desapariciones de siglas. DN y MSR prosiguen como hasta ahora. El
papel de DN pactando primero con LEM, luego ausentándose sin dejar señas para
reaparecer en Soluciona, para finalmente presentarse solo, ha sido una
peripecia sin precedentes, no por previsible, menos exótica. Tiene gracia que tanto
DN como MSR consideren que “han vencido” (e incluso lo expresen así) y que, a
partir de ahora, “la lucha continúa”, lo que implica tener, simplemente, más
moral que el Alcoyano. Hay que reconocer que en estas elecciones, ambas
formaciones se han preocupado por reinventarse a sí mismas: han ido agrupando a
expulsados de otros grupos, bolsas de militantes recuperadas aquí y allí,
nombres surgidos de los más variados ambientes, para componer sus listas. Ni
aun así han conseguido escapar a los magros resultados de otras veces, que en
ambos casos indican –por pura lógica– que no logran interesar salvo a muy pocos
(error técnico en los recuentos incluido). Ahora piensan que “en las
municipales será nuestra hora”… pero parten en situación de desventaja. Y, por
lo demás, el tiempo no pasa en vano: MSR tiene 14 años y DN está por cumplir
los 20.
De todos estos fragmentos –por mucho que parte
de sus fondos sean utilizados en viajes lowcost
a visitar a “partidos hermanos” del extranjero en la creencia de que
presentarse como “socios” les reportará algún interés por parte de los medios
de comunicación españoles– no podrá salir nunca nada parecido a los movimientos
que han dado un prodigioso salto adelante en Europa. Pero esta es otra
historia.