Infokrisis.- Una reciente encuesta del CIS ha establecido que los
problemas que más preocupan en estos momentos a los españoles son el paro, la
crisis económica, la corrupción de la clase política y la deuda pública. Si
tenemos en cuenta que la población opina en función de la información que
recibe de los medios de comunicación (y esta es siempre sesgada) tendremos que
concluir que los sondeos del CIS lo que reflejan es el nivel de absorción con
que se reciben las noticias de los medios de comunicación y no otra cosa.
Es cierto, además, que nuestro
pueblo ha sido sometido desde hace treinta años a dos procesos diabólicos: de
un lado la disolución de la “sociedad civil” y de otro la aculturización
operada por un sistema educativo que “almacena” a los alumnos pero que no está
interesado, ni mínimamente, en formarlos (y mucho menos en despertar su espíritu
crítico), lo que, unido a la omnipresente telebasura, hace que el nivel
cultural medio del país esté a la altura del polvo del camino.
Todo esto viene a cuento de que resulta
increíble que la encuesta del CIS no dé cuenta de la preocupación de la
población por la inmigración ilegal y masiva y que, éste tema, que en otro tiempo
estuvo en la cabeza de las preocupaciones de todo un pueblo, ahora quede
relegado al olvido. Y todavía más si tenemos en cuenta que problemas como el
del gasto público están íntimamente ligados a la inmigración y al desembolso
diario que supone tener una masa inerte de 7.000.000 de inmigrantes, de los que
trabaja apenas 1.000.000 y siempre de manera estacional, en las franjas
salariales más bajas, cotizando lo mínimo y realizando un gasto social máximo.
Si tenemos en cuenta que el paro
está también íntimamente ligado a la inmigración, es evidente que resulta una
inconsecuencia el que, según el CIS, la población esté preocupada por este
problema… pero no por la inmigración. No resulta demagógico decir que en España
hay 6.000.000 de parados y 7.000.000 de inmigrantes y que ambas cifras son
excesivas. De hecho, lo que ha ocurrido desde 1997, gracias a la “genialidad”
de Aznar (para el que todavía hoy la cosa parece que no vaya con él) fue que
nuestro mercado de trabajo se vio alterado por una riada masiva de inmigrantes
que tiraban a la baja de los salarios (y, según la doctrina neoliberal en boga,
beneficiaba a nuestra “competitividad”… especialmente en el ladrillo y en
hostelería). Ahora tenemos 7.000.000 de inmigrantes de los que sobran, como
mínimo entre 4.000.000 y 5.000.000.
En estos momentos, es cierto que
existe una tendencia al “retorno” a sus países de origen… pero no por todos.
Los polacos y búlgaros ya han regresado a sus países de origen, quedan pocos
rusos (en comparación con los que vienen como turistas) y en los últimos meses
se asiste a un retorno de grupos andinos, especialmente de ecuatorianos. Pero
hay que hacer una salvedad: la mayoría no se van porque están esperando que les
den la nacionalidad española, lo que les permitirá ir y volver. Es difícil
establecer en qué porcentaje y cuantificar esa tendencia, pero si tenemos en
cuenta que Ecuador está creciendo en estos momentos a un 7% anual (no, desde
luego gracias a las soluciones neoliberales que solamente hoy se ponen en
práctica en los países europeos en crisis y que ya decepcionaron ampliamente en
Iberoamérica), lo sorprendente es que haya ecuatorianos todavía en España: si
quedan se debe a que están a la espera de la naturalización como españoles y a
que muchos de ellos viven con la paga de 426 euros (852 en pareja) a lo que hay
que sumar las dádivas del Banco de Alimentos, Cáritas, Cruz Roja, las becas de
comedor y la sanidad y educación gratis que, comparadas con la del país de
origen, pueden ser calificadas de excepcionales. Si a eso añadimos alguna “chapuzilla”,
al habitual “trabajo negro” o los consabidos “trapicheos”, entenderemos porque
no se van a la velocidad que sería de esperar. Otro tanto cabe decir de los
colombianos, bolivianos y peruanos. De hecho, los que siguen en activo de estos
grupos apenas son las mujeres que trabajan como asistentas en el hogar o
cuidando a ancianos.
Y, siguen llegando africanos. ¿Menos
quizás que en otras épocas? No está claro, porque aquí las estadísticas de los
medios oficiales son completamente opacas. Sabemos que han descendido el número
de ilegales que entran en pateras… pero sabemos también que esa forma de
entrada en España, a pesar de ser dramática, no es la más habitual: siguen
entrando africanos, que ya no buscan trabajo (¿quién en su sano juicio puede
creer que en España hay trabajo?) sino 426 euros y asistencia sanitaria
gratuita (lo que no es poco si tenemos en cuenta de que un 14% de africanos
tiene SIDA y que un porcentaje mayor está aquejado de todo tipo de enfermedades
tropicales o que hasta hace poco estaban desterradas en España). Con poder enviar
100 euros al país de origen, esa cifra ya da un cierto “standing” social a la
familia del inmigrante (de hecho, las zonas más abandonadas de África se
encuentran en zonas que han dado abundante inmigración: si desde Europa envían
lo suficiente para vivir ¿para qué trabajar la tierra?).
Resumiendo: siguen llegando
africanos, se van a ritmo lento andinos, se están naturalizando inmigrantes de
manera opaca y sin que el ministerio del interior dé datos al respecto, se va
la inmigración que no ha creado problemas (europeos del Este). Sigue habiendo
acumulación de rumanos (y especialmente de “romanís”) en algunas zonas del
centro y del Mediterráneo. En definitiva, entre los que se van, los que llegan
y los nacionalizados, en estos momentos seguimos en torno a los 7.000.000 de
inmigrantes. Demasiados e inasumibles para nuestro mercado laboral y para
nuestra sociedad.
¿Qué hacer? Primero de todo,
cambiar de clase política. Hasta en Andorra tienen una legislación de
inmigración mucho más inteligente que la implantada por el PPSOE: el permiso de
residencia se supedita al contrato laboral, no tienes trabajo, no puedes
residir en el país. Nadie ha acusado a Andorra de vulnerar los derechos humanos…
En segundo lugar, dar prioridad a
los españoles en la concesión de ayudas y subvenciones. Hacer lo contrario es
mantener el “efecto llamada” latente. De lo que se trata no es de animar a que
vengan más inmigrantes, sino de convencer a los que están de que regresen
voluntariamente a sus países de origen.
En tercer lugar, expulsar a los
ilegales a medida que vayan llegando y denegar el permiso de trabajo y de
residencia a quienes hayan cometido algún delito en España (incluidos delitos
de tráfico: no olvidemos que el alcoholismo causa estragos entre las
poblaciones andinas y que si los accidentes aumentaron a partir de 1998 fue
precisamente porque aumento la población procedente de países en los que se da
el carné de conducir como en una tómbola.
Finalmente, de lo que se trata es
de recordar a la población que si hoy tenemos una deuda pública que supera el
billón de pesetas es porque llegaron excesivos inmigrantes a los que hoy, en
lugar de repatriar, el gobierno se obstina en subsidiarlos. La pregunta es ¿por
qué? la respuesta es simple: porque si hoy retornaran a su país 5.000.000 de
inmigrantes, el PIB descendería bruscamente entre el 8 y el 12% (al irse un 10%
de la población hoy residente en España, el volumen de intercambio económico
disminuiría también).
Pero, finalmente, de lo que se
trata es de pedir cuentas a los que han programado esta tragedia: nuestros
hijos, los mejor preparados, los que tienen más ganas de trabajar y labrarse un
futuro, se están yendo de España y en España todavía siguen llegando legiones
de menesterosos, sin preparación y, muy frecuentemente, atraídos por la sopa
boba. Y aquí –como en todo el resto de destrozos que se han producido en España
en las últimas décadas- hay responsables: Aznar creó un modelo económico que
precisaba de inmigración para aplicarse y entreabrió las puertas; Zapatero, con
su estupidez ideológica y su dogmatismo de ONG y de Correo de la UNESCO, las
abrió de par en par; Rajoy, cree que mirando a otro sitio hará que la población
no advierta el fondo de la cuestión. Hay que hacer tabla rasa con esta clase
política que nos ha llevado al abismo. Solucionar el problema de la inmigración
pasa por dar una patada en el trasero a políticos ciegos, estúpidos, tan rapaces
como incapaces. No lo olvidemos.
© Ernesto Milà – infokrisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com