lunes, 16 de mayo de 2011

España pierde en Libia

Libia es, de momento, el mayor país africano suministrador de petróleo a la comunidad internacional. Y es, uno de los mayores suministradores de crudo a nuestro país. Libia no figura, desde luego, como uno de nuestros mayores socios comerciales, sin embargo, sí es uno de nuestros mayores proveedores de crudo. El 12,7% del crudo procesado en las refinerías españolas se extrae de las arenas libias constituyendo el 95% de todo lo que se importa de aquel país. La factura petrolera de Libia con España está próxima a los 30.000 millones de euros anuales que se canalizan a través de Repsol, que con 34.777 barriles de crudo extraídos y el 3’8% de la cuota petrolera, ocupa el segundo lugar con más intereses tras la  italiana ENI. Libia representa para Repsol el 5% de su volumen de negocio. Los 20.709 kilómetros cuadrados que constituyen la “parcela petrolera” de Repsol en Libia no son, desde luego, las mayores que posee la compañía española en el mundo. Otros países como Brasil, Argentina o Venezuela aportan más crudo a los epósitos de Repsol, sin embargo, Libia era hasta ahora la base más próxima al territorio peninsular y el país de más fácil acceso, por tanto, uno de los más atractivos suministradores de petróleo a España.


Como para tomársela en serio en estos momentos de crisis energética, cuando según todos los indicios se ha superado el “pico de Hubert” y es cuestión de tiempo que el petróleo escasee. A Liba, en cambio, España exporta poco: apenas 2.441 millones en manufacturas y vehículos. Contrariamente a lo que se había dicho años anteriores, las constructoras españolas que habían intentado asentarse en Libia tras el estallido de la burbuja inmobiliaria en España, apenas habían logrado penetrar muy superficialmente y solamente Sacyr mantenía algunos proyectos en aquel país que, obviamente, se han ido al traste con el estallido del conflicto.



Sin embargo, Repsol ha vivido una situación “económicamente esquizofrénica” con el conflicto libio: si bien, por una parte, el escenario bélico y los bombardeos afectan negativamente a su producción petrolera, al mismo tiempo, el hecho de que el alza del precio del petróleo que se deriva del desencadenamiento de las hostilidades ha hecho que se amplíe su margen de beneficio.


Sacyr irrumpió en Libia desde 2007 a través de una sociedad mixta participada por la compañía paraestatal Lybian Company for Development and Investment. Fue así como en 2008 recibió tres contratos para urbanizar zonas de El Beida y Bengasi por valor de unos 600 millones de euros… El proyecto quedó paralizado desde el inicio de los bombardeos. Así mismo, un proyecto aún menor adjudicado a la constructora española Bruesa en el complejo universitario en Anoakat Alkhams, quedó también en suspenso.


Os petrodólares libios estaban fluyendo a España en distintos sectores económicos, especialmente en la banca (el capital libio controla Aresbank), pero también tienen participada a la red de gasolineras Tamoil. También se ha aludido frecuentemente a las propiedades de veinticinco miembros de la familia Gadafi en La Resinera y en otras zonas de Málaga. Todos estos bienes se encuentran hoy intervenidos por decisión de la UE para impedir que la maquinaria de guerra libia se nutra con los beneficios obtenidos con estas empresas. Incluso Aresbank –noticia que ha pasado desapercibida en los medios- se encuentra intervenido por el Banco de España.


La primera sensación que se tiene al valorar estos datos económicos es que España puede salir perjudicada, especialmente en materia energética por los sucesos que puedan tener lugar en Libia y especialmente por la previsible destrucción de los pozos de petróleo en cado de que el conflicto vaya a más o en la posibilidad de que Gadafi, encontrándose en situación desesperada imite a Saddam Hussein cuando se vio desbordado por la intervención norteamericana en Kuwait: incendiar los pozos y las instalaciones petroleras de aquel país.


El papel de Zapatero en la crisis de Libia, una vez más, quedó completamente desdibujado. Su presencia en Túnez sólo unas semanas antes –recordando las presuntas bondades de la “transición española para alumbrar el futuro de aquel país- que parecían indicar un interés de España por aproximarse al Magreb en esta nueva fase de su historia, bruscamente quedaron interrumpidas. Zapatero y sus ministros han encontrado dificultades en silenciar que hasta hace solamente unos meses las relaciones entre España y Libia eran “privilegiadas” y que Gadafi era considerado como uno de los “amigos del alma” del presidente español a quien parecía haber deslumbrado con su visita a España en diciembre de 2007, cuando instaló la famosa jaima en el palacio de El Pardo. Allí acudió la flor y nada del empresariado español y allí Gadafi firmó contratos de compra de armamento español por valor de 11.500 millones de euros, mucho en tiempos de crisis. Para colmo, Gallardón le entregó ceremoniosa y edulcoradamente las “llaves de Madrid”, Aznar lo elogio y Zapatero se entrevistó con el que hasta ese momento era el “líder libio”.


España mantuvo escrupulosamente las sanciones decretadas por la ONU sobre Libia hasta que, finalmente, fueron levantadas en 2003. Justo en ese momento, cuando desde Washington se había decretado un “nuevo curso” en la consideración que merecía Gadafi –había cumplido las exigencias de la ONU en relación al atentado de Lockerbie, Aznar visitó Libia recibiendo como regalo a El rayo del líder, un caballo de pura sangre árabe y sacrificando un cordero para la cena.


Acabada la transición, después de que los medios alardearan de “conexiones estrechas” entre el gobierno libio y la extremada-derecha española (conexiones completamente falsas) en un momento en el que el régimen de Gadafi pasaba por ser considerado como “exportador de terrorismo internacional”, Felipe González se encontró con él en diciembre de 1984 en Palma de Mallorca.


La visita de Gadafi a España en 2007 tuvo su contrapartida al año siguiente cuando fue el rey quien visitó Trípoli. La recepción tuvo lugar frente al palacio de Bab el Ezeia en enero de 2009, que el gobierno libio mantenía en ruinas como recuerdo del ataque aéreo ordenado por el presidente Reagan en 1986. 


Incluso en una fecha reciente como junio de 2010, nueve meses antes de los bombardeos a Libia en los que participaron aviones militares españoles, Zapatero viajó a Trípoli junto a su entonces ministro de exteriores, Moratinos. Se sabe poco de aquel encuentro del que solamente se apuntó que se habían tratado “temas internacionales” y del que, como dato anecdótico, se comentó que había tenido lugar en pleno desierto, rodeados de camellos.


Así pues, el giro del gobierno español fue de 180º: en apenas nueve meses, el amigo del alma, había pasado a ser un “régimen terrorista” del que la comunidad internacional debía protegerse. No es raro que la ministra Chacón, a la que le tocó dar la cara al anunciarse la participación española en el ataque a Libia, tuviera dificultades para hacerse entender y para ser creída. Cuando al cabo de mes y medio, se percibió que el gobierno de Gadafi resistía los ataques y que los “rebeldes” era apenas un pequeño grupo que apenas representaba a nadie salvo a sí mismo, el fantasma que se abría al gobierno español era lo que ocurriría en caso de que consiguiera mantenerse en el poder: represalias económicas, envío de terroristas, corte de relaciones diplomáticas, interrupción de los suministros petroleros… Una vez más, el gobierno Zapatero había actuado de manera irresponsable y a remolque de terceros introduciendo a nuestro país en una dinámica intervencionista de la que no podía extraer –ni siquiera en el mejor de los casos- nada bueno.


© Ernest Milà – Infokrisis – http://infokrisis.blogia.comhttp://info-krisis.blogspot.comInfokrisis@yahoo.es - Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.