jueves, 20 de marzo de 2025

UCRANIA, GROENLANDIA Y LAS "TIERRAS RARAS" (III de IV) [revisado]

#TIERRARARAS #UCRANIAYTIERRASRARAS #GROENLANDIA #GEOECONOMIA #CONFLICTOS

Un conflicto es el resultado de varios factores que se superponen en el tiempo y que, unidos, generan el potencial explosivo suficiente para desencadenarlo. Por supuesto, el principal factor que hizo que hablaran las armas en Ucrania fue el deseo de los “halcones” del complejo militar-industrial de situar mísiles a 15 minutos de Moscú, en la frontera ucraniana. Pero, la entrada de este país en la órbita occidental, contra el deseo de buena parte de su población rusófona y situada en el Este y en el Sureste del país, no fueron los únicos elementos que precipitaron la muerte de miles de personas desde 2014. Y eso es lo que vamos a demostrar.

EEUU: DOS DIRECCIONES PARA RECUPERAR EL TIEMPO PERDIDO

Los EEUU perdieron la carrera de las “tierras raras” en la década de los 90, durante la presidencia de Bill Clinton, poco o nada interesado en cuestiones científicas. Después, en los períodos de gobierno de George W. Bush y de Barak Obama, tampoco la Casa Blanca mostró el más mínimo interés en esta cuestión y se centró, en el campo energético, en promover la obtención de petróleo mediante la técnica del “fracking”. Fue solo en 2020, cuando Trump firmó una orden ejecutiva para reducir la dependencia de China. Desde entonces, Australia y EEUU han formado alianzas para desarrollar cadenas de suministro alternativas. Hoy, para EEUU, esta cuestión ha adquirido una dimensión estratégica y su política exterior está orientada a garantizar el suministro de “tierras raras” y reducir su dependencia de China. La solución B es convertir estos minerales en innecesarios, apostando por elementos alternativos.

Las universidades norteamericanas (y, sorprendentemente, algunas españolas) están investigando imanes basados en materiales más frecuentes y de más fácil extracción, como el hierro y el níquel, que podrían reemplazar los imanes de neodimio en motores eléctricos y turbinas eólicas. Una empresa británica y el laboratorio de la Universidad de Sheffield han creado un imán carente de “tierras raras”, gracias a una plataforma de Inteligencia Artificial diseñada por la empresa. Este imán sustituirá ventajosamente al neodimio y al disprosio (60Dy). Así mismo, se están explorando semiconductores alternativos a partir de materiales como el grafeno y las perovskitas (trióxido de titanio y calcio [CaTiO3] que ya se utiliza en la fabricación de células solares. En la actualidad se está estudiando reemplazar componentes basados en tierras raras en pantallas y baterías por estos dos materiales, mucho más fáciles de extraer y procesar.

Existe, incluso, una solución C para compensar la dependencia norteamericana de China en este terreno: el “reciclado” y la “economía circular”. En la actualidad, menos de un 5% de “tierras raras” se reciclan, pero se está trabajando en mejorar la técnica y llegar hasta un 75%, lo que reduciría significativamente la asimetría con China.

Todos estos programas de sustitución de “tierras raras”, en cualquier caso, están en estos momentos en sus inicios y no podrán implementarse hasta dentro de una década, como mínimo. Esto lleva a pensar que, hasta 2050, estos minerales seguirán siendo clave en las nuevas tecnologías. Esos 25 años pueden ser suficientes para que los EEUU pierdan la carrera tecnológica y, consiguiente, la hegemonía mundial.

Así pues, se entiende perfectamente que la nueva administración norteamericana tome iniciativas para controlar el mayor número de estos yacimientos. Australia, por su parte, ha optado por aliarse con los EEUU en este terreno. Y es importante, porque, en la actualidad, produce el 5% del total mundial, pero se calcula que sus reservas son mucho más importantes.

Pero, como hemos apuntado, existen problemas para explotar estas minas. El primero de todos es medioambiental: tanto las poblaciones de Narsaq como los grupos ecologistas, han mostrado su oposición alegando que se generarían residuos radioactivos debido a la presencia de uranio y torio. Se trata, además, de minas que se situarían muy cerca del mar, lo que presagia que producirían alteraciones en la industria pesquera (la actividad que más concentra los puestos de trabajo en la isla). El propio gobierno autónomo, en 2021, prohibió la minería de uranio. Desde entonces el “Proyecto Kvanefjeld”, quedó parado y solamente la polémica organizada en torno a las declaraciones Donald Trump sobre Groenlandia y las recientes elecciones celebradas en la isla (en marzo de 2025), ha hecho que se volviera hablar del tema.

Desde 2021, Greenland Minerals ha realizado modificaciones a su proyecto, eliminando el interés por el uranio y concentrándose en las “tierras raras”, sin conseguir que el gobierno autónomo modificase su posición. El principal argumento de la empresa es el enorme potencial económico que compensa con creces las preocupaciones ambientales y políticas.

Dos direcciones para recuperar el tiempo perdido

Los EEUU perdieron la carrera de las “tierras raras” en la década de los 90, durante la presidencia de Bill Clinton, poco o nada interesado en cuestiones científicas. En los períodos de gobierno de George W. Bush y de Barak Obama, tampoco la Casa Blanca mostró el más mínimo interés en esta cuestión y se centró, en el campo energético, en promover la obtención de petróleo mediante la técnica del “fracking”. Fue solo en 2020, cuando Trump firmó una orden ejecutiva para reducir la dependencia de China. Desde entonces, Australia y EEUU han formado alianzas para desarrollar cadenas de suministro alternativas. Hoy, para EEUU, esta cuestión ha adquirido una dimensión estratégica y su política exterior está orientada a garantizar el suministro de “tierras raras” y reducir su dependencia de China. La solución B es convertir estos minerales en innecesarios, apostando por elementos alternativos.

Las universidades norteamericanas (y, sorprendentemente, algunas españolas) están investigando imanes basados en materiales más frecuentes y de más fácil extracción, como el hierro y el níquel, que podrían reemplazar los imanes de neodimio en motores eléctricos y turbinas eólicas. Una empresa británica y el laboratorio de la Universidad de Sheffield han creado un imán carente de “tierras raras”, gracias a una plataforma de Inteligencia Artificial creada por la empresa. Este imán sustituirá al neodimio y al disprosio (60Dy) ventajosamente. Así mismo, se están explorando semiconductores alternativos a partir de materiales como el grafeno y las perovskitas (trióxido de titanio y calcio (CaTiO3) que ya se utiliza en la fabricación de células solares. En la actualidad se está estudiando reemplazar componentes basados en tierras raras en pantallas y baterías por estos dos materiales, mucho más fáciles de extraer y procesar.

Existe, incluso, una solución C para compensar la dependencia norteamericana de China en este terreno: el “reciclado” y la “economía circular”. En la actualidad, menos de un 5% de “tierras raras” se reciclan, pero se está trabajando en mejorar la técnica y llegar hasta un 75%, lo que reduciría significativamente la asimetría con China.

Todos estos programas de sustitución de “tierras raras”, en cualquier caso, están en estos momentos en sus inicios y no podrán implementarse hasta dentro de una década, como mínimo. Esto lleva a pensar que, hasta 2050, estos minerales seguirán siendo clave en las nuevas tecnologías. Esos 25 años pueden ser suficientes para que los EEUU pierdan la carrera tecnológica y, consiguiente, la hegemonía mundial.

Así pues, se entiende perfectamente que la nueva administración norteamericana tome iniciativas para controlar el mayor número de estos yacimientos. Australia, por su parte, ha optado por aliarse con los EEUU en este terreno. Y es importante, porque, en la actualidad, produce el 5% del total mundial, pero se calcula que sus reservas son mucho más importantes.

RUSIA Y EL RESTO DE “ACTORES” INTERNACIONALES
Y LAS “TIERRAS RARAS”

Si hasta ahora hemos hablado casi en exclusiva de EEUU y China, queda hablar de la tercera gran potencia mundial, Rusia. Este país, tras el gobierno de Gorvachov y, muy especialmente, durante el período de gobierno de Boris Eltsin, quedó muy atrasado en la explotación, manipulación y refinado de “tierras raras”. Solamente durante la “era Putin” ha conseguido desarrollar una industria de refinado propia. Se calcula que el territorio ruso alberga un 10% de las reservas mundiales de estos minerales.

Desde la óptica rusa, el que China controle el mercado mundial de las “tierras raras” no es algo deseable; Putin es consciente de que debe aumentar su producción y refinado si no quiere ser un satélite de China. La alternativa es doble: centrarse en inversiones para explotar los recursos propios, multiplicar las calicatas y despegar una industria propia de refinado, por una parte, y por otra, asegurarse el suministro en India y parte de África, en donde los rusos tienen una experiencia político-comercial que se remonta a los años 60. China, en la última década ha ido aumentando su presencia en África para hacerse con el control de estos recursos.

¿Y Europa? La inadecuación de la torpe burocracia de la UE hace que todo el continente dependa ¡en un 98%! de China para el suministro de tierras raras. Esta cifra basta por sí misma para reflejar el fracaso de la UE y explicar por qué Europa ha dejado de pesar en política internacional y su importancia económica desciende de forma imparable. La alianza entre socialdemocracia, extrema-izquierda y ecologismo, ha favorecido el que las reservas encontradas tiendan a no explotarse “por razones medioambientales” y las dos “locomotoras” de la UE, hayan apostado por el reciclado de “tierras raras”. Pero, así como en EEUU, esta es una de las tres soluciones alternativas adoptadas, en la UE es la única que puede aplicarse mientras los intereses electorales estén por delante de los nacionales.

Esto nos lleva directamente al “conflicto ucraniano”.


EL CONFLICTO UCRANIANO Y LAS “TIERRAS RARAS”

Hoy, el acceso a tierras raras define el poder tecnológico y militar de las grandes potencias y la carrera dista mucho de estar decidida completamente. Groenlandia y Ucrania, puede ser los factores que reduzcan la dependencia de China. De ahí la importancia de todo lo que está ocurriendo allí.

Ucrania está entre los cinco primeros países del mundo en reservas de grafito (esencial para la fabricación de baterías de vehículos eléctricos), y figura entre las diez primeras naciones del mundo en reservas de elementos químicos como carbono, manganeso, hierro, titanio y uranio.

Ucrania es rica en recursos minerales, incluyendo algunos de los llamados "tierras raras". Algunos de estos minerales se encuentran en Ucrania, especialmente en las regiones orientales y sur del país, que son de gran importancia estratégica. Si nos fijamos en los objetivos rusos durante el conflicto ucraniano (ver La nueva geopolítica mundial (II) ¿qué es lo que está cambiando o el Cuaderno para Entender Nuestro Tiempo nº 3) comprobaremos que, desde las primeras semanas de combates, han logrado hacerse con el control de estas regiones: el oriente ucraniano y el sur del país. Zonas que, por otra parte, son de mayoría rusófona y siempre se han considerado parte de Rusia. Inicialmente aceptaron pertenecer jurídicamente a Ucrania, mientras este país se alineaba con Rusia, pero no cuando la acción de la CIA y de las fundaciones de Georges Soros, en combinación con la oligarquía local, se han empeñado en aplicar políticas anti-rusas a todo el país, especialmente después del “euromaidan” de 2013.

El Itrio (39Y) es uno de los minerales más abundantes en Ucrania. Aleado con otros metales adquiere propiedades magnéticas, se utiliza en pantallas de rayos X, mejora la velocidad de recarga de las baterías, está presente en pantallas de televisión y monitores de ordenador, en los nuevos motores a reacción se le utiliza para que las turbinas soporten las altas temperaturas; estabiliza la zirconia para dar lugar a una cerámica que se utiliza como recubrimiento térmico en turbinas de gas y refrigerante en motores de aviones y en un sinfín de aplicaciones complementarias en el desarrollo de nuevas tecnologías. El Itrio se encuentra principalmente en el suroeste del país, en la región de Zaporiyia y áreas cercanas (zonas en las que se han producido los más violentos combates del conflicto ucraniano), hoy controlada en casi su totalidad por las tropas rusas.

Ucrania, tiene también en concentraciones menores, el neodimio, utilizado en imanes para motores eléctricos y generalidades. El lantano (57La) está también presente en el territorio ucraniano en las regiones próximas a Dnipró: su obtención es esencial para la producción de catalizadores y otros componentes electrónicos. Ucrania posee depósitos significativos, especialmente en las regiones cercanas a Dnipró, en la zona, hoy controlada por Zelensky. El cerio (58Ce), se emplea también en catalizadores y en la fabricación del vidrio y está diseminado en cantidades significativas en distintas zonas del país. El país, tanto en la zona controlada por Zelensky, como en la que Rusia ha incorporado a su territorio, contiene reservas de otros elementos (terbio [65Tb], disprosio [66Dy] y europio [63Eu]), utilizados en aplicaciones electrónicas y energéticas de alta tecnología.

La EU estima que Ucrania tiene unas reservas minerales globales que pueden ascender a 10 billones de dólares. La revista Forbes, por su parte, ha estimado el valor de las reservas minerales ucranianas en 14,8 billones de dólares. Solo las reservas de las minas de litio se estiman en 500.000 toneladas y las reservas de titanio suponen el 7% del total mundial. El país, además, es el quinto productor mundial de galio (31Ga) (necesario en la fabricación de semiconductores y Leds), abundan los yacimientos de berilio (4Be) (presente en la industria nuclear, en acústica, electrónica, en la industria aeroespacial.

No faltan minerales clásicos:  hierro y manganeso, necesario para producir acero (la UE compraba antes de 2021 un 43% del empleado a Ucrania)… El neón altamente purificado ucraniano significa el 90% del suministro de Estados Unidos para la producción de chips de alta tecnología necesarios para el desarrollo de la Inteligencia Artificial. Se habla mucho del precio del gas y del petróleo, pero lo cierto es que, desde el inicio del conflicto el valor del neón se ha multiplicado por nueve.


Todo esto explica que el apoyo “occidental” a Ucrania no se ha basado en razones humanitarias, sino en motivaciones exclusivamente económicas. Y estas motivaciones siguen vigentes hoy en día: de ahí el interés de Starmer y de Macron en enviar “tropas de paz” a Ucrania, para evitar que el “pastel minero ucraniano” se reparta al alimón entre EEUU y Rusia. En el momento de escribir estas líneas, la presión norteamericana sobre Zelensky es máxima y podemos estar seguros de que, si cede a las pretensiones de los países europeos, apenas podrá mantenerse unas semanas más en el poder. La UE no ha entendido todavía que el conflicto ucraniano está perdido para Zelensky y para la propia UE y que las condiciones actuales en 2025, son muy diferentes a las que se daban en 2021 y no digamos en 2014, cuando se inició. Prolongar la guerra significa solamente extender unos meses más las destrucciones y sumar muertos. La reacción del tándem Macron-Starmer (dos políticos desahuciados por su electorado) al abandono de la “protección” norteamericana, puede calificarse de ingenua, sino de infantil (creer que Putin aceptará la presencia de tropas de los países de la OTAN en Ucrania como “fuerza de paz”, olvidando que fue la OTAN la que llevó al inicio del conflicto…).

Hasta ahora, el apoyo norteamericano había sido esencial para garantizar la resistencia ucraniana. Pero los nuevos planteamientos geopolíticos han variado en las últimas semanas: esa ayuda se ha terminado radicalmente, ahora le toca a Ucrania pagar por ella y liquidar el conflicto, lo que pasa inequívocamente por un acuerdo de reparto de las riquezas mineras de Ucrania entre Washington y Moscú. Eso es todo.

Sea como fuere, lo cierto es que el 70% de esta riqueza se concentra en tres zonas: las Repúblicas incorporadas a Rusia del Donetsk y de Lugansk, Zaporiyia y la región de Dnipro. De estas regiones, dos han dejado de ser ucranianas (Zaporiyia y el Donbás) y la tercera se encuentra en disputa (el Dnipró), pendiente del acuerdo al que se llegue en las conversaciones de paz.

Hemos visto como el conflicto ucraniano fue desencadenado por las maniobras de la administración Biden, en combinación con la Unión Europea y la OTAN, para integrar a este país en ambas organizaciones. Sin embargo, lo que EEUU ambicionaba en 2014 cuando se inició el conflicto armado real (y no con la ofensiva rusa en 2021) era simplemente alimentar al complejo militar-industrial. En los diez años siguientes, mientras el conflicto en el Donbás iba goteando muertos y ataques terroristas contra los independentistas pro-rusos, el escenario geoeconómico ha ido cambiando. Al iniciarse la presidencia de Donald Trump, ya estaba claro que el interés de Ucrania no era, tanto, su integración en la OTAN o en la UE, como su riqueza en “tierras raras”, para lo cual se precisaba un acuerdo con Rusia: aceptar el hecho de que el Este y el Sur de Ucrania, hasta Crimea, siempre se han sentido rusos y hablan esta lengua, y por tanto, admitir el retorno de estas regiones a Rusia, a cambio de un control norteamericano sobre las explotaciones de “tierras raras” en lo que quede de Ucrania, como pago por los 500.000 millones de dólares en armamento durante los tres años de guerra.

En la práctica, quienes desataron la “guerra del Donbás” en 2014 como los que promovieron el “euromaidán” el año anterior, no se percataron de que, en los últimos diez años, las “tierras raras” estaban cobrando cada vez más importancia para mantener las capacidades tecnológicas de lo países. La “paz en Ucrania”, desde este punto de vista, no es más que un acuerdo entre Rusia y EEUU para repartirse la riqueza mineral ucraniana. 


 


 


 







martes, 18 de marzo de 2025

LAS “TIERRAS RARAS” Y SU IMPORTANCIA EN LA CUARTA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL (II de IV) [revisado]

#tierrasraras #geopolitica #GroenlandiaTierrasRaras #UcraniaTierrasRaras #CuartaRevolucionIndustrial

SEGUNDA PARTE:
LAS “TIERRAS RARAS” Y SU IMPORTANCIA
EN LA CUARTA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

Toda Revolución Industrial ha tenido un mineral estratégico susceptible de transformarse en energía destinada a impulsar los nuevos adelantos técnicos: el carbón que accionaba el vapor, el hierro y el carbón que genera el acero, el acero y la energía nuclear, en las tres primeras revoluciones industriales y la energía nuclear y las “tierras raras” en la actual. Aquel país pobre en tierras raras y que no tenga la iniciativa suficiente para hacerse con ellas, no tendrá un lugar relevante en la Cuarta Revolución Industrial. Además, la historia de las revoluciones industriales indica que la demanda de energía es siempre creciente. De ahí que si, por las razones que fuere, ese país renuncia a la energía nuclear, es seguro que inevitablemente perderá el tren de la modernidad y en cien años se parezca más a un “Estado frustrado” que a un espacio propio del siglo XXI. Tal es el destino de la UE tal como está configurada en la actualidad.

El tema se ha convertido en actualidad gracias a la reivindicación del actual gobierno de los EEUU sobre Groenlandia. Se habló algo de la cuestión, a principios del conflicto ucraniano, pero era un tema envuelto en la censura que la administración Biden ejercía sobre los medios de comunicación. Hasta no hace mucho, costaba encontrar información sobre las “tierras raras” y su utilización. Entre la clase política, nadie conocía exactamente la dependencia creciente de las naciones de estos 17 elementos. Incluso, los estudiantes de químicas, hasta hace apenas una decena de años, apenas prestaban atención a las “familias” de los lantánidos y de los actínidos -tales son las “tierras raras”- situados en la Tabla Periódica de los Elementos con los números 57 y 89, formadas cada una por 14 elementos. Del total de 28, 17 se utilizan en avances vinculados a la Cuarta Revolución Industrial. 


Las 17 de las 28 "tierras raras" de las familias de los Lantánidos y de los Actínidos
que se utilizan en las nuevas tecnologías

En realidad, a pesar de su nombre, no son “raros” o escasos, incluso algunos son relativamente abundantes, pero -y de ahí el nombre- no se encuentran en estado puro. Hoy, sus aplicaciones se han convertido en esenciales, tanto para la producción de energías “limpias”, como en medicina, o en baterías de vehículos eléctricos, telefonía móvil y computación cuántica.


“Tierras raras” e Inteligencia Artificial

Una de sus aplicaciones más novedosas e importantes es la Inteligencia Artificial. Ésta precisa estabilizar los qubits (bits cuánticos, utilizados como unidades de información cuántica), iones de iterbio (70Yb) y de disprosio (66Dy) que aportan estabilidad y resistencia a estas unidades “espaciales” de “memoria” y mejora el rendimiento de los ordenadores cuánticos. El iterbio, así mismo, es esencial en la creación de comunicación cuántica y convierte en seguras las transmisiones de información (lo que resuelve el problema de la ciberseguridad).

En el mismo campo de la Inteligencia Artificial, los algoritmos requieren un hardware con una altísima capacidad de procesamiento (lo que, por otra parte, hace imprescindible que la producción de energía, crezca así mismo, lo que liquida a las “energías verdes” para competir en el futuro y remite de nuevo a la energía nuclear -de fisión, como la utilizada actualmente- o de fusión -aún en fase experimental- para satisfacer la demanda futura.

Así como lo chips utilizados actualmente están fabricados con uno de los elementos más habituales en la naturaleza, el silicio, los chips cuánticos precisan de neodimio (60ND) y de disprosio. Finalmente, tanto las memorias RAM como los discos de almacenamiento precisan también de “tierras raras” para su optimización.

A estas alturas no puede dudarse de que en los próximos 4-10 años, la IA se implementará en todos los órdenes y, especialmente, en procesos de gestión industrial, en defensa, en medicina y, por supuesto, en la conquista del espacio, en el retorno a la Luna y en la llegada a Marte, parte de cuyo interés reside, precisamente, en la esperanza de obtener nuevos minerales.

Los análisis de rocas lunares indican la existencia de “tierras raras” en la Luna y otro tanto en Marte. Al parecer, existen en una cantidad menor que en la Tierra, pero la opinión de la NASA es que su extracción es rentable en la actualidad y lo será mientras se prolongue la dependencia de estos minerales. El Europio (63Eu) y en Tantalio (73Ta), están presentes -y esto es importante- en la superficie lunar y podrían ser recogidos por robots. Las naves que llegaran a la Luna o a Marte, tampoco serían posibles sin otra “tierra rara”, el Prometio (61Pm), necesario para la fabricación de baterías “betavoltaicas” utilizadas en vehículos espaciales.

No debemos olvidar que las tecnologías propias de la Cuarta Revolución Industrial son “convergentes”: no hay retorno al espacio, ni conquista de Marte o establecimiento de una base lunar, sin el desarrollo de la Inteligencia Artificial y no hay IA posible, sin los minerales que acabamos de mencionar. Pero la obtención de estos minerales no sería posible sin el desarrollo de “robots mineros”, que precisarán de IA. Y, todo el conjunto, por supuesto, tendría en su base sistemas de computación cuántica…

Ahora podemos comprender mejor el sentido de la reciente alianza entre el conservadurismo norteamericano (representado por Donald Trump) y los propietarios de las nuevas tecnologías (representados por Elon Musk). Y así, a la vista de lo expuesto en los párrafos anteriores, se entiende porqué J.D. Vance, en su reciente discurso en la Conferencia Europea de Seguridad de Múnich, y el presidente Trump en su discurso de nombramiento, aludieron especialmente a estas cuestiones: Inteligencia Artificial, retorno a la Luna, conquista de Marte…

No se trataba, ni de bagatelas, ni de anuncios propagandísticos, o de locuras imprudentes, sino de firmes decisiones de un gobierno que mira al futuro y que conoce cómo va a estar construido ese futuro. Casi estaríamos tentados de decir, de un “gobierno arqueofuturista” en el sentido que le dio Guillaume Faye al neologismo. 

Energías “blandas” y “tierras raras”

La inmensa mayoría de gobiernos actuales han perdido el recuerdo de lo que es “gobernar”. No se trata solamente de gestionar el presente, sino de prepararse para el futuro. En el siglo XVIII ya se cuidaban en Francia los robles que debían de utilizarse en las quillas de los buques de guerra medio siglo después. Alguien ha comparado el arte de gobierno (e, incluso, la vida misma), con la utilización del “arco” y de la “maza”. La última obra importante de Julius Evola, precisamente lleva este título que alude a alcanzar con el arco objetivos lejanos y con la maza llegar a objetivos próximos. Y si lo que hemos expuesto antes sobre la IA, la conquista del espacio, la minería lunar y la robótica, todavía nos parecen muy remotos, también vale la pena recordar que las “tierras raras” son esenciales hoy para la producción de energías alternativas. Los generadores eólicos, por ejemplo, contienen imanes compuesto por una aleación cuyo elemento más abundante es el Neodimio (60Nd) y distintas cantidades de Disprosio (66Dy), Terbio (65Tb), además de minerales convencionales, Hierro y Boro.

Sin Neodimio no existirían turbinas eólicas. Por extensión cualquier motor eléctrico de nueva generación, precisa hoy imanes de neodimio, uno de los elementos sin los que no sería posible la quimérica sustitución de vehículos movidos por combustibles fósiles a vehículos eléctricos en 2035. Sorprende, por tanto, que, incluso los que más proclaman la necesidad de implantar “energías blandas”, apenas se preocupen por las “tierras raras”… Y aquellos que lo hacen, terminan llegando a la conclusión de que los procesos para obtener el elemento químico puro generan residuos contaminantes.

Así pues, antes o después veremos estallar la contradicción, dentro de la “izquierda marciana”, entre los “ecologistas puros” (que, por principio deberían rechazar la contaminación medioambiental que producen el procesado de las “tierras raras”) y los partidarios de la “transición energética” (con la abolición completa de la energía nuclear, la implantación de turbinas eólicas y paneles solares, los vehículos a motor eléctrico, etc.). Discusiones de un sector político que tiene mucho más pasado que futuro.

A pesar de que los hayamos integrado ya en nuestra vida cotidiana y apenas les demos importancia, las “tierras raras” están presentes -¡y de qué manera!- en nuestra vida cotidiana. Los leds, que han sustituido a las bombillas de vacío, pero también se utilizan en los nuevos monitores de ordenador y de televisión, están compuestos de un 88% de vidrio, estando el resto, en gran medida, formado por Indio, Galio y “tierras raras”. Las baterías con las que se alimentan patinetes y bicicletas eléctricas, también contienen “tierras raras”. En las baterías de los teléfonos móviles está presente Cerio (58CE), Lantano (57La), Praseodimio (59Pr) y Neodimio (60Nd). El Lantano y el Cerio forman parte también de los convertidores catalíticos para motores convencionales de explosión.

Cuando China domina el mercado mundial de las “tierras raras”

Quien piense que las “tierras raras” no pueden ser tan importantes en la política internacional, debe pensar que el control chino sobre el sector, no solamente es abrumador, sino que no dudará en utilizarlo como arma política. Las “tierras raras” son, en la práctica, “minerales estratégicos”, básicos para el desarrollo de las nuevas tecnologías, para la industria militar y para la “transición energética”. De hecho, China ya ha empleado las “tierras raras” como arma de chantaje político.

En 2010, China bloqueó la exportación de “tierras raras” a Japón tras una disputa territorial. El pasado 21 de diciembre de 2024, el Gobierno chino decidió ejercer su supremacía en este ámbito restringiendo la exportación de algunas de sus tecnologías de procesado de las tierras raras, dando forma a una clara maniobra que persigue defender sus intereses estratégicos en plena confrontación con EEUU.

Si bien es cierto que China controla del 60 al 70% de la producción mundial de “tierras raras”, entre el 85% y el 95% del procesamiento global de estos minerales se realiza en su territorio. Esto significa que, mientras persistan las actuales asimetrías, países que incluso tienen reservas localizadas y explotan yacimientos de “tierras raras”, dependen de China para su refinado...




Asimetría en el mapa de distribución de “tierra raras”

De la misma forma que Inglaterra no habría sido la potencia hegemónica en la Primera Revolución Industrial, de no poseer minas de carbón y Alemania no la hubiera adelantado en la Segunda gracias a sus minas de hierro y carbón y a la tecnología Martin-Siemens para producir acero, o la tecnología del silicio para producir chips unido a la desintegración atómica, en manos norteamericanas, en la Tercera,  ahora, en la Cuarta Revolución Industrial el dominio y el control sobre las “tierras raras” es lo que garantizará la hegemonía mundial a quienes la posean.

En el año 2023 la producción china de “tierras raras” supuso el 70% sobre el total mundial, mientras que EEUU apenas producía el 12,17%, Myanmar el 10,76%, Australia el 5%, Tailandia el 2,01 y la india el 0’82%... A partir de todo esto, se entiende perfectamente el interés de Donald Trump por Groenlandia y el trasfondo real del conflicto ucraniano. Se calcula que esta isla contiene el 25% de reservas mundiales de “tierras raras”, lo que disminuiría la “asimetría”, unido al potencial inexplotado de lo que quedara de Ucrania tras la desgraciada aventura bélica de Volodimir Zelensky que ha llegado a su fin. Ahora le toca pagar el medio billón de euros en ayudas para su aventura bélica, recibida de la administración Biden durante los tres años del conflicto; la única garantía del pago son precisamente las “tierras raras” que esperan bajo la superficie de aquel país.

Distribución de las "tierras raras" en Ucrania. Mapa elaborado en el momento en el que
la región de Zaporiyia estaba en manos de Zelensky.

También en la Península Ibérica

En la Península Ibérica también existe una cantidad todavía indeterminada de estos minerales. En el Alentejo portugués, según MiningWatch, se encuentran cuatro minas de “tierras raras”, actualmente en explotación, ubicadas en Monforte-Tinoca, Assumar, Crato-Arronches y Penedo Gordo. No solamente se obtienen “tierras raras”, sino otros minerales importantes (oro, plata, plomo, zinc, tungsteno/wolframio o estaño en Monforte y circonio, hafnio [72Hf], titanio, niobio [41Nb], tantalio [73Ta], itrio [39Y] y escandio, en Penedo Gordo). Esta zona minera podría extenderse también a la parte española de Extremadura, concretamente en Los Ibores, Campo Arañuelo, Alía, Burguillos del Cerro y Almendralejo.

La habitual desidia de los gobiernos autonómicos españoles en materia minera, han hecho que apenas se hayan autorizado calicatas, pero los especialistas en geología de “tierras raras” sostienen que en esa región y hasta la zona de Campo de Montiel en Ciudad Real, hay la certidumbre de que se encontrarán abundantes yacimientos de minerales estratégicos.

En 2020, por ejemplo, la empresa Quantum Minería (100% capital español) presentó un proyecto para extraer cerio, itrio y neodimio en 9.000 hectáreas de la comarca del Campo de Montiel. El proyecto fue echado atrás por la Junta de Castilla-La Mancha, por los “perjuicios medioambientales” que acarrearía. Sin embargo, la empresa modificó el proyecto y volvió a presentarlo a la Junta en enero 2025. Y en esta zona, las calicatas ya han dado resultados positivos. Pero la población de Campo de Montiel permanece hostil al proyecto y la Consejería de Desarrollo Sostenible del gobierno de García Paje les da la razón. Por su parte, Ecologistas en Acción han alegado que el proyecto afectaría negativamente a la fauna (allí viven cuatro parejas de águilas imperiales y se acaban de introducir linces ibéricos y un gran número de aves esteparias), además de la existencia de un oppidum de la Edad del Hierro…


 


 


 







GROENLANDIA, EL REARME ARANCELARIO Y LA ECONOMÍA DE LA CUARTA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL (I de IV) [revisado]

#Groenlandia #desglobalización #Trumppoliticaexterior #tierrasraras #guerraarancelaria #autarquia

Desde que Donald Trump asumió la presidencia de los EEUU, todos los informativos de los distintos medios de comunicación, en España, incluida la “cadena de los obispos” (COPE y Trece), repiten el mismo esquema: “las decisiones de Trump las toma a la ligera”, “conduce a una recesión económica mundial”, “ha abandonado a Europa a su suerte”, y, la mejor de todas, “su visión económica es hitleriana”. Para “confirmar” los dos primeros juicios de menciona la “guerra arancelaria”, para el tercero su proyecto de paz en Ucrania, finalmente, el último, se justifica con su intención de comprar Groenlandia. Dado que todos estos temas no están muy distanciados, vamos a abordarlos en este estudio, insistiendo particularmente en uno de los aspectos más novedosos de la nueva geopolítica: la importancia creciente del Círculo Polar Ártico.

PRIMERA PARTE:
DE LA GLOBALIZACIÓN A LA DESGLOBALIZACIÓN

GLOBALIZACIÓN SIN ARANCELES,
POSGLOBALIZACIÓN CON ARANCELES

Desde 1989, con la caída del Muro de Berlín y, posteriormente, con la victoria de EEUU en Kuwait, el mundo ha vivido la época de la globalización. No ha sido un período tranquilo: más bien, a lo largo de estos 36 últimos años, se han sucedido, con infernal cadencia, una situación de cambios forzados e inestabilidad continua. No es cierto que “todos” nos hayamos beneficiado con la globalización. De hecho, era el sistema más absurdo que pudiera diseñarse.

Con un ejemplo se entenderá mejor su inconsistencia: acabo de comprar en el mercado jengibre. Es un tubérculo cuyo cultivo no registra absolutamente ningún problema: incluso puede intercalarse en hileras de tomateras para impedir que los parásitos las invadan. Solo precisa sol y ningún cuidado especial. Es algo caro (100 gr. 1,5 euros, 1 kilo 15 euros…), por tanto, muy rentable para la agricultura. En uno de los supermercados a los que me he dirigido, el etiquetado indicaba que venía de Perú, en otro, de China… ¿Cómo es posible que se trasladen contenedores enteros de jengibre desde ambos países -en ambos casos, a más de 10.000 kilómetros en línea recta- teniendo en cuenta la “emergencia climática” y las “emisiones de CO2” generadas por los gigantescos barcos mercantes que los transportan,  “fatales para la atmósfera”, sobre todo, teniendo en cuenta que cualquiera, en un tiesto, puede cultivar este tubérculo o que en España hay miles de hectáreas abandonadas? ¿Hace falta buscar un producto tan sencillo de obtener como éste, en las antípodas? Mucho menos razonable parece traer un tubérculo de fácil cultivo, para favorecer, no tanto a campesinos chinos o peruanos, como para aumentar la cuenta de beneficios de los que lo comercializan. Los ejemplos de este sinsentido se han generalizado. No es lógico encargar a Ali-Baba o a Temu, un sencillo motor eléctrico que podría fabricarse, con mayor calidad, en Europa. ¿Es preciso traer de China el micrófono que acabo de adquirir para el ordenador? ¿Y el papel de lija? Se trata de elementos cuya producción no entraña ningún problema de “alta tecnología”. Baratos, incluso producidos en nuestro país… ¿Qué implica “externalizar” la producción de todo esto y de otras decenas de miles de productos similares?

LA PATÉTICA HISTORIA DE LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL DEL COMERCIO

Tras la caída del Muro de Berlín, en el año 1993, 103 países firmaron el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, General Agreetment on Tarifs and Trade). Hasta llegar a ese punto, el recorrido había sido largo: desde 1947, periódicamente, se convocaban “rondas” de conversaciones para reducir aranceles. El GATT se prolongó hasta la “Ronda Uruguay” de la que surgiría la Organización Mundial del Comercio establecida el 1º de enero de 1995. A pesar de su nombre, la OMC no forma parte del “sistema” de Naciones Unidas, ni está vinculada al Banco Mundial o al Fondo Monetario Internacional. Se trata de una organización nacida con un criterio ultraliberal que propone la desaparición de las regulaciones arancelarias. De hecho, ha nacido para eso. Agrupa a 164 miembros (entre ellos, la UE, y cada uno de sus países miembros) y 20 naciones como “observadores”. Su gestión corre a cargo de 650 funcionarios en la secretaria, con un presupuesto de 197 millones de francos suizos.

Desde su nacimiento no han faltado las polémicas. Se alude a negociaciones trucadas, a la marginación de las economías más débiles y a un protagonismo excesivo de los “países más fuertes” a los que se califica como “oligarquía de países ricos”, que llegan a acuerdos que luego se presentan a los países más débiles. Esta acusación viene generalmente acompañada por la de falta de transparencia: nunca está claro en función de qué datos o principios se toman los acuerdos negociados (en “rondas” que se prolongan hasta ¡15 años!). Para colmo, los acuerdos adoptados -que deben ser refrendados por los parlamentos nacionales- no siempre son respetados. Los países en vías de desarrollo se quejan de que son “convidados de piedra”, que se generan situaciones de dumping (cuando el precio de un producto se vende en un país importador, a precio inferior a como se vende el mismo producto en el país exportador). Y así sucesivamente… nunca llueve a gusto de todos, por supuesto, pero es que hay una serie de “realidades” que la OMC nunca ha tenido en cuenta, desde sus mismos orígenes.

Como su nombre indica, la OMC está compuesta por “Estados” sino por “comerciantes” y es obvio que los “comerciantes” no serán interesados en producir productos o bienes, sino en comerciar con ellos. Para ellos no existen políticas sociales, ni niveles de paro, ni endeudamiento, ni, por supuesto, problemas ecológicos. Sólo les importa la cuenta de beneficios obtenida por la compra a bajo precio y la venta al precio más elevado posible. Por otra parte, por mucho que los doctrinarios ultraliberales se empeñen, resulta imposible desregularizar todos los sectores económicos. Y, en última instancia, el comercio está sometido a elementos que se sitúan por encima de él: la seguridad nacional, por ejemplo, o bien el empleo que genera o destruye el comercio mundial… elementos que no se interesan en absoluto a los “comerciantes”.

En efecto, imaginemos un país que renuncia a tener producción agrícola propia, simplemente porque resulta más barato importar carnes y vegetales de otro país. En teoría, este comercio facilitaría el que los precios de las carnes y de los vegetales importados disminuyeran el precio, a pesar de que quedara desamparada la industria agroalimentaria del importador. Pero, la OMC vive de espaldas a cualquier cosa que no sean los intereses “comerciales” de sus promotores. ¿Son admisibles acuerdos comerciales que arrojen a miles de personas al paro en un país y se basen en salarios bajos y déficit de coberturas sociales en otro? O, peor todavía: un país que depende en materia alimentaria de las exportaciones llegadas de otros ¿puede considerarse verdaderamente “independiente, libre y soberano”? Difícilmente: está en manos del país exportador que, el día que decida cortar el flujo alimentario, verá cómo se le imponen condiciones draconianas si quiere sobrevivir. Y otro tanto puede decir de la dependencia del acero, de las manufacturas o de las nuevas tecnologías. La independencia, la soberanía, la seguridad y la estabilidad social están reñidas con la idea del “comercio mundial”.

UN SISTEMA QUE NUNCA HA FUNCIONADO BIEN

Es evidente que un Estado moderno precisa del “comercio mundial”: de importaciones y exportaciones, de comprar unos productos y vender otros en países extranjeros. Siempre, desde la más remota antigüedad, ha existido importación y exportación. Ahora bien: todo esto hay que supeditarlo a dos factores: la “razón de Estado” y la “estabilidad social”.

Lo cierto es que, si el sistema globalizado de “comercio mundial” funcionara razonablemente bien, resultaría difícil criticarlo. Si absorbiera bolsas de paro, si tendiera al abaratamiento de los productos, si el sistema económico mundial fuera estable, si se tratara de un sistema equilibrado en el que los países se especializaran en la producción de determinados productos y en su intercambio por otros cuya manufactura carece de posibilidades de realizarse en el propio territorio por falta de recursos económicos, de industria o de materia prima, y así sucesivamente, todo esto lo haría inatacable: pero no, el problema es que el sistema económico mundial no funciona correctamente y ha generado en algo más de tres décadas, asimetrías, desequilibrios y múltiples disfunciones.

La primera experiencia neoliberales, en Chile, a mediados de los años 70, promovidos por los “Chicago boy’s”, concluyó en un fracaso absoluto: la empresa nacional de fósforos debió de cerrar, porque las cerillas importadas de Canadá eran más baratas y vistosas (la base estaba hecha de madera, mientras que en las chilenas eran de cartón o papel encerado). El resultado fue que la Fosforera Nacional chilena cerró sus puertas. Pero eso ocurrió también en otros sectores de la economía y, si bien es cierto, que el precio de los fósforos no se disparó, también fue cierto que generó un problema nuevo de naturaleza social: cientos de trabajadores chilenos resultaron despedidos. El balance final dio como resultado un período de recesión y crisis social, destrucción de empleo y cifras macroeconómicas engañosas. Los beneficios del “comercio” quedaban anulados para la comunidad por los costes sociales generados directamente por ese mismo “comercio”. Ganaba el “comerciante”, perdía la comunidad nacional y el Estado que la encarnaba.

A partir de ahí, las fórmulas económicas que, tras la Segunda Guerra Mundial se habían adoptado (y que contemplaban en gran medida, subvenciones y ayudas), saltaron por los aires. Margaret Tatcher, liquidó buena parte de la minería británica, inspirada por las teorías de la “escuela austríaca” (Von Misses y Friedrich Hayek); la victoria en la Guerra de las Malvinas, hizo olvidar el fracaso de su concepción económica que, luego, al triunfar en EEUU con el inicio de la “era Reagan”, tras el colapso de la URSS, generó un mundo globalizado.

La idea -tal como se nos presentó- era que cada país se especializara en algún producto que pudiera exportar al resto a un precio razonable. Así participaría de un mercado único global en el que el resto de países harían otro tanto: cada uno compensaría a otro con aquello que no podía producir y, a su vez, se vería compensado en lo que no producía por lo producido por otros… Un mundo feliz, en definitiva, que partía de un presupuesto completamente falso y que, a nadie, con una capacidad mínima de razonamiento se le podía escapar: las condiciones de producción, no de un solo producto, sino del total de la producción, eran muy diferentes en cada país.

No existía, pues, el primer requisito para una competencia leal y efectiva: unos países tenían salarios altos, en otros eran bajos, unos países eran pequeño o con población limitada, otros grandes y otros, incluso, gigantescos, en unos países existían sindicatos, en otros, el Estado dictaba las reglas laborales sin apelación posible. Desde el momento en que se fueron levantando las barreras comerciales, era evidente que allí donde la producción era más cara (por salarios y por coberturas sociales, por fiscalidad y por alejamiento de las fuentes de materias primas) allí migrarían las empresas para cumplir la ley de oro del capitalismo (producir más al coste más bajo posible). Con este aliciente se inició el fenómeno de la deslocalización industrial: las plantas de producción migraron de Norte a Sur y de Occidente a Oriente.

Como era evidente que “Occidente” perdía competitividad, se articuló un fenómeno, que inicialmente, debía ser el contrapeso: paralelamente a la deslocalización industrial se inició el fenómeno migratorio cuyo objetivo no era otro que una ganancia de “competitividad” para las economías occidentales. En efecto, importando trabajadores se conseguía que el precio de la mano de obra bajara. Y fue por eso, inicialmente, en base a lo que se justificó la inmigración masiva hacia los países de Europa Occidental y EEUU.

Así pues, la globalización fue, en la práctica una ruta de dos direcciones: Deslocalización e inmigración masiva. El problema fue que, a medida que aumentaba el volumen de las deslocalizaciones, aumentaba también el flujo de inmigración, sin que se crearan nuevos puestos de trabajo capaces de absorber a las legiones de menesterosos procedentes del Tercer Mundo que, por otra parte, tenían una formación profesional muy limitada. A esto se unió el que los recién llegados -especialmente los procedentes del mundo islámico y del continente africano- se adaptaban muy mal a la cultura y a los ritmos europeos y atribuían su escaso poder adquisitivo al racismo y a la xenofobia… pero no a su mínima preparación profesional. En otras palabras: la inmigración no resolvía el problema de la competitividad y generaba más conflictos que resolvía situaciones. Hoy, en todos los países europeos, la inmigración se ha convertido en una bomba aspiradora de fondos públicos, un verdadero lastre presupuestario y una fuente creciente de conflictividad.

CHINA, EL GRAN BENEFICIARIO DE LA GLOBALIZACIÓN

Hacia finales del milenio, parecía muy claro que había que cortar esta autopista infernal de doble dirección. Ya se había puesto en claro que China se había convertido en la “factoría mundial” y que este país podía abastecer a todo el mundo de cualquier manufactura producida a un coste muy inferior a los países occidentales. Así que los puestos de trabajo que se crearon en Occidente para sustituir a los puestos de trabajo industrial perdidos, se concentraron en el “sector servicios”, en general, inestables y de mala calidad, salvo los que requieren determinadas capacidades profesionales.

Los Estados occidentales, gobernados por aventureros sin escrúpulos y admiradores de los experimentos económicos surgidos del Foro de Davos y de círculos similares, parecían haber olvidado que China no era un país como cualquier otro: el eslogan “un país, dos sistemas”, propuesto por Deng Xiaoping, creado inicialmente para facilitar la integración en la República Popular China de Hong Kong y Macao, se extendió, posteriormente a todo el país. Inicialmente, esta doctrina planteaba que “de forma transitoria” existirían en todo el territorio zonas con sistemas económicos diferentes (las antiguas colonias en las que se practicaba el capitalismo) que coexistirían con el sistema socialista. El concepto iba también dirigido a intentar la integración de Taiwán e, incluso, se interesó por él, el Dalai Lama. El éxito del eslogan hizo que se ampliara a todo el territorio chino. El país asiático se convirtió en una gigantesca colmena humana dirigida con mano de hierro por el Partido Comunista, pero cuya economía aplicaba patrones capitalistas. China entendió perfectamente que podía aplicar los principios de la globalización para reforzarse, consolidarse y aspirar a la hegemonía económica mundial… que precede a la hegemonía política.

A partir de ese momento, se produjo un extraordinario superávit de la economía china que le permitió recuperar el tiempo perdido y constituirse como una de las grandes economías mundiales desde la segunda mitad de los años 90.

La política exterior china se basó durante ese período en tratar de ofrecer mano tendida a los EEUU y por eso, las bolsas norteamericanas -siempre necesitadas de yuanes, petrodólares, euros y yenes, para asegurar su consumo interior- se vieron beneficiadas por el dinero chino. La tesis era que los intercambios comerciales y las inversiones supondrían una política de “apaciguamiento”… mientras China no estuviera en condiciones militares y económicas de imponerse en la lucha por la hegemonía mundial.

Pero esta política tuvo un “bache” cuando se desencadenó la crisis económica de 2007-2011, especialmente en su primera fase. Al estallar en EEUU la burbuja inmobiliaria, el gobierno chino estuvo a punto de perder ¡medio billón de dólares! en las inversiones realizadas en las empresas que conceden y garantizan las hipotecas hechas en EEUU, Fannie Mae y Freddie Mac. Puesto en claro que ambas empresas estaban en quiebra y que el gobierno de George W. Bush no tenía intención de salvarlas, bastó una llamada del presidente chino Hu Jintao al despacho oval, para que el gobierno norteamericano cubriera la deuda de ambas financieras hipotecarias. Eso o China cesaba sus inversiones en EEUU… Con el paso de los años y desde entonces, el gobierno chino ha ido disminuyendo poco a poco sus inversiones en EEUU, a medida que iba aumentando su poder económico y su fuerza militar.

Mientras China se fortalecía con la globalización, Occidente se debilitaba inexorablemente con la pérdida de industria pesada y estratégica. En el sector primario ocurrió otro tanto. Especialmente en Europa, desde el momento en el que la UE empezó a trenzar “acuerdos preferenciales”, otorgando rangos de “países más favorecidos” a Estados no europeos con una alta producción agrícola y con regulaciones mucho más laxas, la cuestión era cómo liquidar la agricultura europea que, para la UE resultaba “odiosa” a causa de las “misiones de CO2”. El territorio de la UE, cada vez más, tiende a convertirse en el paraíso del “sector terciario” (servicios), mientras que la desertización industrial (“sector secundario”) y la inexplicable preferencia por las agriculturas no europeas (“sector primario”) están liquidando ambos sectores a marchas forzadas en el propio territorio de la Unión.

LAS PREGUNTAS CLAVE DE LA GLOBALIZACIÓN

Llegados aquí, se plantean varias cuestiones a las que respondemos sintéticamente:

1) ¿Quién estuvo interesado en desencadenar el proceso “globalizador”?

- En primer lugar, el capital financiero, que trataba de invertir en aquellos lugares más atractivos sin que existieran restricciones, especialmente por el aumento de su capital tras el proceso de “privatizaciones” promovido por el FMI y el Banco Mundial.

- En segundo lugar, las empresas multinacionales que, por su mismo concepto, necesitaban ampliar al máximo sus volúmenes de negocio y rebajar los costes de producción

- En tercer lugar, las empresas vinculadas a la logística mundial y al comercio internacional, especialmente navieras.

- En cuarto lugar, los países beneficiados con la deslocalización.

En general, los beneficiarios de la globalización ha sido el “dinero viejo”, las grandes acumulaciones de capitales surgidos al calor de la Segunda y Tercera Revolución Industrial, por un lado, y el Estado chino por otro.

2) ¿Cuál ha sido su balance?

- Un desequilibrio y una asimetría absoluta del comercio mundial.

- La desertización industrial que ha arrasado países, unido a la terciarización de la economía.

- El aumento del poder de las grandes concentraciones de capital, paralelo al debilitamiento de los Estados.

- Un proceso creciente de privatizaciones que termina afectando a la calidad de los servicios públicos, especialmente en los países occidentales.

- Una inestabilidad económica continua: la facilidad para la entrada y salida de capitales, hace que tan pronto estén interesados en un país, como pasen a estarlo en otro: esto genera una migración continua de capitales en busca de los horizontes más lucrativos. Países en lo que el crecimiento era continuo hasta el “día D”, el “día D+1” se han visto arruinados.

- En la globalización, las crisis económicas son “globales”, nacidas en algún país concreto, tienden a repercutir en todo el conjunto. Un país está más afectado por estas crisis en la medida en que su economía está más globalizada.

3) ¿Cuáles han sido las enseñanzas de la crisis mundial de 2007-2011?

- El capitalismo siempre ha sufrido crisis cíclicas (“burbujas”). La crisis de 2007-2011 fue mundial. Se redujo la liquidez y se contrajo el crédito.

- Los Estados impulsaron la emisión de deuda para “tapar” las consecuencias de la crisis. La emisión de deuda se convirtió, desde entonces, en una práctica habitual que aumenta sin observar el más mínimo criterio de prudencia.

- Con esa deuda de salvó a la banca, en primer lugar, y se aumentaron las subvenciones a los grupos más desfavorecidos (que, en Europa, eran siempre inmigrantes). Se creía que así se compraba la “paz social”, pero en realidad, se estaba comprando la “paz étnica” e invitando a más inmigrantes a llegar a Europa.

- A pesar de que era evidente que los capitales retirados del mercado habían ido a parar a “paraísos fiscales” y a reunirse allí con dinero procedente del narcotráfico y de la corrupción política, no se ha hecho nada para borrar de la faz del planeta esas áreas.

- Se hizo evidente que la globalización había beneficiado extraordinariamente a China y perjudicado a los países occidentales. Gracias a los réditos de la deslocalización, pudo acelerar su despegue económico, financiar su modernización, e invertir cantidades extraordinarios en bolsas y empresas occidentales.

4) ¿Cuál es el futuro de la globalización?

- A partir de la crisis de 2007-2011 era evidente que una economía mundial globalizada era completamente inestable y hubiera sido el momento de regular los flujos de capitales y el comercio mundial. Pero la solución elegida no fue “radical” (es decir, no tendía a resolver la raíz del problema), sino que se limitó a rebajar los tipos de interés y emitir deuda.

- Cuando se inició el conflicto ucraniano, los EEUU y sus vasallos impusieron a Rusia sanciones económicas y censura informativa. El proceso globalizador entró en crisis: la “sanciones” se habían impuesto olvidando la existencia de “países BRICS” (que, por supuesto, no las respetaron, ni las aplicaron).

- La llegada de un empresario, Donald Trump, al gobierno de los EEUU, y la alianza del conservadurismo con el “dinero nuevo” (procedente de las empresas tecnológicas norteamericanas y del capital-riesgo), sentenció el destino de la globalización. Los medios anuncian una “guerra de aranceles” que, en realidad, es más propio llamar “desglobalización”, esto es una disminución de la interdependencia de las economías nacionales.

Y es así como llegamos a la situación actual que puede caracterizarse por cuatro factores:

1) Una reimplantación progresiva de aranceles, para conseguir relocalizar en EEUU las plantas de producción y desincentivar la producción en países con salarios más bajos y menores coberturas sociales.

2) Esa reimplantación tendería a reindustrializar a los países occidentales (o, al menos, a los que la pusieran en práctica) y a reducir la dependencia del comercio exterior y de los suministros alimentarios llegados del exterior.

3) Esto implicaría el descenso progresivo de algunos índices macroeconómicos (en especial el volumen mundial de intercambios comerciales), pero, tendría como contrapartida la creación de puestos de trabajo “de calidad”, una disminución del paro, con aumento paralelo de la capacidad adquisitiva de las familias y reducción de impuestos (unido a una buena administración de recursos y a un achicamiento del volumen de los Estados).

4) Los Estados y las empresas deberán de dejar de mirar continuamente al exterior, para concentrarse en los mercados interiores. Las empresas deberán vender más baratos sus productos en los mercados interiores al no poderlos exportarlos con tanta facilidad. Si el aceite de oliva o el jamón no se puede vender en EEUU, esto debería repercutir en una bajada de precios en España que debería compensar la subida de precios en otros productos.

4) Si bien, todavía no está claro, como afectaría una deslocalización (la consabida “guerra arancelaria”), está mucho más claro que disminuiría el comercio internacional y se debilitaría la demanda global. Algunos países quedarían más afectados que otros. La medida, sobre todo, afectaría a China que vería reducida drásticamente su producción. 


LA LÓGICA IMPLACABLE DE LA POLÍTICA ARANCELARIA DE DONALD TRUMP

Y este último punto, explica las medidas proteccionistas de la administración Trump. Como ya hemos analizado, con la nueva administración norteamericana se ha producido un vuelco geopolítico. Trump considera a China como “el enemigo”, mientras que Rusia ha pasado a ser “el adversario”: al enemigo se le destruye, al adversario se le debilita. Para EEUU, la administración Trump es la única posibilidad de no ser superada, económica y políticamente por China. Para las anteriores administraciones demócratas, el orden era inverso: un orden heredado de la guerra fría en el que Rusia seguía siendo considerada el “enemigo” y China solamente un adversario económico. Pero el crecimiento de China, la presencia de su flota en todos los mares y la alianza entre el Partido Comunista y las empresas tecnológicas, ha generado un nuevo escenario para el conservadurismo norteamericano que no se resigna a ser la segunda potencia mundial. Ser el segundo no es una opción para la Casa Blanca: implica considerarse derrotado.

En realidad, Trump, en su primera legislatura, se conformaba con reconstruir infraestructuras, liquidar la herencia de guerras iniciadas en períodos anteriores y mejorar la vida del americano medio. La aparición del “coronavirus” y la irrupción de la tecnología 5G dio al traste con estos propósitos. Aquel primer mandato se dispersó en medidas erráticas. Hay que tener en cuenta que, en 2017, cuando fue elegido frente a Hillary Clinton, ella era la representante del stablishment, mientras que Trump era un outsider, un empresario metido en política. No solamente se vio desbordado por unos engranajes que no conocía suficientemente, sino por una inclusión de neoconservadores -no compartían sus puntos de visto- al frente de los departamentos. El “segundo Trump”, sin embargo, tiene la piel más dura, conoce la administración pública, se ha rodeado de colaboradores más “radicales” y quiere implementar políticas más claras: sabe que China aspira a la hegemonía mundial y que el “segundo puesto” empobrecería más a los EEUU. De ahí la imposición de aranceles a los productos chinos.

¿Es esa imposición razonable? ¿conduce a una “guerra de aranceles”?

Uno de los elementos que más ha favorecido la reelección de Donal Trump es que se trató del primer presidente que no inició una guerra desde finales del siglo XIX. Esto equivale a otorgarle el adjetivo de “pacifista”, mientras que, desde el inicio del conflicto ucraniano, tanto Biden como sus socios europeos, aparecían visiblemente como “belicistas”. Nadie, está dispuesto, a morir por Zelensky… ni siquiera los que comparten los puntos de vista del gobierno de Kiev. Nadie. De ahí que el agit-prop mediático haya querido liquidar este aspecto “positivo” de Trump “el pacifista”, uniéndolo a una “guerra”: la de aranceles. Sin embargo, no se trata de una guerra. Como máximo cabría hablar de “rearme arancelario”. Y un rearme, puede, perfectamente, ser una decisión defensiva. Como lo es en este caso.

Las empresas norteamericanas que deseen vender sus productos en EEUU deberán relocalizarse o bien pagar aranceles… que desincentivarán su interés por producir en China o en cualquier otro país. El resultado previsible a corto plazo (por eso Trump ha iniciado su legislatura con esta medida desde el día 1 de su mandato) será un relanzamiento de la economía norteamericana, una absorción del paro, mientras que se generan en “el enemigo” problemas de muy difícil solución.

¿Alguien podría reprocharle a Trump esta escalada arancelaria? Los beneficiarios de la globalización, por supuesto. Pero, en realidad, tiende a llevar a la práctica el “American First”. Todos los Estados, en todas las épocas, han practicado el “egoísmo nacional”: sus ciudadanos y sus intereses y el de sus gentes han ido por delante; detrás, el de todos los demás países. Trump no hace sino aplicar esta ley de hierro que hoy el pudor de la corrección política impide asumir en voz alta. No es un belicista: es un conservador con amplia experiencia empresarial. Sabe cómo se negocia y cómo se gestiona una empresa: reducción de gastos, plan estratégico de viabilidad de la empresa a medio y largo plazo, no ceder ante otras empresas competidoras, no regalarles ventajas, no pensar en otros ciudadanos más que en los de su propia nación, negociar a partir de maximalismos, asegurarse los suministros básicos para su “empresa”: su “empresa” son los EEUU.

Resulta difícil reprochar una política de este tipo, especialmente en un país como España, cuyo gobierno (por un 50% de debilidad y otro 50% de traición tácita) se ha propuesto, por todos los medios, aupar al “enemigo del Sur”, considerar “amigo” al “enemigo” secular y tenderle mano hasta la humillación final, enviando fondos prácticamente continuos e ilimitados, abriendo las puertas de par en par a su inmigración y a sus mezquitas, a sus imagen, a su Corán e, incluso a la enseñanza en las escuelas de la religión islámica (pero no de la católica que no tiene nada parecido al “yihadismo” como uno de sus pilares), restringiendo el presupuesto de Defensa, aun cuando es evidente que Marruecos se está armando de forma masiva.

Si el stablishment mundial ha impuesto en los medios la palabra “guerra comercial”, también suele denunciar la nueva política comercial norteamericana como “autarquía”, lo que remite a los “odiados fascismos”. En realidad, las economías autárquicas eran pre-fascistas y se basaban en una lógica aplastante: cada país debe procurar vivir de su propia producción, intercambiando los eventuales excedentes de esta producción por otros productos igualmente excedentarios en otros países. “Autarquía”, técnicamente, no ha significado nunca cierra de puertas y ventanas al comercio exterior (España, en sentido estricto no fue “autárquica” en los años 40, sino que la “autarquía franquista” fue la respuesta al aislamiento internacional decretado por Naciones Unidas), sino diversificación industrial, exportación de excedentes e importación de “faltantes”.

Seguramente la principal contradicción en la caen las Greta Thumberg y los defensores del “cambio climático” sea no oponerse, precisamente a la globalización que hace posible que un tubérculo de jengibre tenga que recorrer 10.000 de distancia para ser comprado en un supermercado español. Porque si hay algo que consume combustibles fósiles y emite CO2, es precisamente el comercio mundial

EN DEFENSA DE LAS ECONOMÍAS DE PROXIMIDAD

Por otra parte, la estabilidad de una sociedad y su sensación de seguridad, se basan en la confianza del consumidor en los productos servidos por el productor, en su calidad y en su “trazabilidad” (en el caso de productos alimentarios). Un cultivador que vende sus productos en el mercado del pueblo, debe procurar que estos sean de calidad aceptable, si quiere mantener su clientela. ¿Ocurre eso mismo con un productor situado en las antípodas? ¿Qué le importa a un productor marroquí regar sus hortalizas con aguas fecales contaminadas con hepatitis B? Cuándo un campesino colombiano rocía a sus mangos con sobredosis de vermicidas para afrontar una plaga tardía de gusanos, ¿piensa que los metabolitos generados por el producto afectarán negativamente a la salud de consumidores situados a 10.000 km de distancia? Hay, por tanto, un “interés sanitario” que, por sí mismo, justifica las economías de proximidad. Pero otro factor no es menos importante…

Un país cuya economía se basa en la importación es un país que no es dueño de su propio destino. Un país que no produce lo necesario para alimentar a su población, está, en realidad, a merced del que le vende provisiones. Tendrá su bandera y sus instituciones, sus fronteras trazadas sobre el papel y se creerá dueño de su propia soberanía: pero no lo será. Ésta podrá ser cuestionada en cualquier momento por sus proveedores en sectores básicos (alimentación, acero, energía). 

Trump ha entendido perfectamente esta lección y sus esfuerzos desde el día 1 de su segundo mandato van orientados a dos fines: el “American Firts” y a considerar a China como “enemigo”. A partir de ahí se entiende toda su política que, es, en definitiva, el resultado de la alianza del “conservadurismo” norteamericano con los grandes consorcios tecnológicos (ver el Cuaderno Para Entender Nuestro Tiempo nº 1), esto es, con el “dinero nuevo”.

Los medios de comunicación occidentales -desde la Sexta hasta la Trece- son hostiles a este planteamiento. Dependen de la publicidad del “dinero viejo” y del Estado (o de la Iglesia en el caso de COPE y del canal Trece), pero, sobre todo, dependen de conceptos y escalas heredados de tiempos que ya se han volatilizado: “globalización mejor que proteccionismo”, “todos los gobiernos buscan la paz y la armonía mundial”, “globalización bueno, autarquía malo”, “neoconservadurismo mejor que conservadurismo aliado con tecnológicas”, “Rusia es el enemigo que nos invadirá de un momento a otro”… y así sucesivamente. Tópicos de otra era, que ya no están vigentes, algo que los medios de comunicación españoles, incluidos los digitales, deberán reconocer antes o después. Acaso por eso son inatendibles y aquellos que tienen inquietudes optan por buscar ellos mismos -a costa de equivocarse a veces- en lugar de recurrir a información sesgada en defensa de la globalización.

El “rearme arancelario” supone retornar el sentido común a los intercambios comerciales, eliminar la irracionalidad del fantasmal “comercio mundial”: hacer, en definitiva, que un tubérculo de jengibre no tenga que viajar 10.000 km de distancia, sino que se cultive en el campo situado en las inmediaciones de las grandes ciudades. Que el agricultor, vecino mío, pueda vender sus productos en el mercado de la ciudad, con los menos intermediarios posibles: que venda su producto a un precio razonable y que no se dilapiden millones de litros de combustible fósil trasladándolo desde los lejanos campos chinos o desde la altiplanicie peruana. ¿Hay algo reprochable en esta lógica? ¿Algo que ofenda al sentido común? ¿Algo que sea injusto?

Por otra parte, la estabilidad de una sociedad y su sensación de seguridad, se basan en la confianza del consumidor en los productos servidos por el productor, en su calidad y en su “trazabilidad” (en el caso de productos alimentarios). Un cultivador que vende sus productos en el mercado del pueblo, debe procurar que estos sean de calidad aceptable, si quiere mantener su clientela. ¿Ocurre eso mismo con un productor situado en las antípodas? ¿Qué le importa a un productor marroquí regar sus hortalizas con aguas fecales contaminadas con hepatitis B? Cuándo un campesino colombiano rocía a sus mangos con sobredosis de vermicidas para afrontar una plaga tardía de gusanos, ¿piensa que los metabolitos generados por el producto afectarán negativamente a la salud de consumidores situados a 10.000 km de distancia? Hay, por tanto, un “interés sanitario” que, por sí mismo, justifica las economías de proximidad. Pero otro factor no es menos importante…

Un país cuya economía se basa en la importación es un país que no es dueño de su propio destino. Un país que no produce lo necesario para alimentar a su población, está, en realidad, a merced del que le vende provisiones. Tendrá su bandera y sus instituciones, sus fronteras trazadas sobre el papel y se creerá dueño de su propia soberanía: pero no lo será. Ésta podrá ser cuestionada en cualquier momento por sus proveedores en sectores básicos (alimentación, acero, energía). 

Trump ha entendido perfectamente esta lección y sus esfuerzos desde el día 1 de su segundo mandato van orientados a dos fines: el “American Firts” y a considerar a China como “enemigo”. A partir de ahí se entiende toda su política que, es, en definitiva, el resultado de la alianza del “conservadurismo” norteamericano con los grandes consorcios tecnológicos (ver el Cuaderno Para Entender Nuestro Tiempo nº 1), esto es, con el “dinero nuevo”.

Los medios de comunicación occidentales -desde la Sexta hasta la Trece- son hostiles a este planteamiento. Dependen de la publicidad del “dinero viejo” y del Estado (o de la Iglesia en el caso de COPE y del canal Trece), pero, sobre todo, dependen de conceptos y escalas heredados de tiempos que ya se han volatilizado: “globalización mejor que proteccionismo”, “todos los gobiernos buscan la paz y la armonía mundial”, “globalización bueno, autarquía malo”, “neoconservadurismo mejor que conservadurismo aliado con tecnológicas”, “Rusia es el enemigo que nos invadirá de un momento a otro”… y así sucesivamente. Tópicos de otra era, que ya no están vigentes, algo que los medios de comunicación españoles, incluidos los digitales, deberán reconocer antes o después. Acaso por eso son inatendibles y aquellos que tienen inquietudes optan por buscar ellos mismos -a costa de equivocarse a veces- en lugar de recurrir a información sesgada en defensa de la globalización.

El “rearme arancelario” supone retornar el sentido común a los intercambios comerciales, eliminar la irracionalidad del fantasmal “comercio mundial”: hacer, en definitiva, que un tubérculo de jengibre no tenga que viajar 10.000 km de distancia, sino que se cultive en el campo situado en las inmediaciones de las grandes ciudades. Que el agricultor, vecino mío, pueda vender sus productos en el mercado de la ciudad, con los menos intermediarios posibles: que venda su producto a un precio razonable y que no se dilapiden millones de litros de combustible fósil trasladándolo desde los lejanos campos chinos o desde la altiplanicie peruana. ¿Hay algo reprochable en esta lógica? ¿Algo que ofenda al sentido común? ¿Algo que sea injusto?

Pero, si la economía es lo que mueve el mundo, mucho más importante para el futuro que el “rearme arancelario” es la cuestión de las “tierras raras” -esenciales para el desarrollo de las tecnologías de la Cuarta Revolución Industrial en curso. Y ahí es donde entran Groenlandia y Ucrania, dos territorios de los que viene hablándose mucho desde principios de 2025.