Esta semana todo el país se ha enterado que Yolanda Díaz aspiraba
a ser “presidenta del gobierno”. El listón del cargo, como se ve, sigue rebajándose
en cada legislatura. La buena noticia es que Yolanda Díaz carece por completo
de posibilidades de convertirse en presidenta del gobierno, pero ha comprado
todos los números en la rifa de nuevos carnés del PSOE.
Yolanda Díaz es la carta que le queda al pedrosanchismo para poder
formar un gobierno de izquierdas después de las próximas elecciones. Su
candidatura no ha sido impulsada por el Partido Comunista, como generalmente se
tiene tendencia a pensar. Sánchez -capaz de aceptar cualquier orientación
política con tal de que sirve a sus propósitos y de rechazar todo aquello que
pueda o crea que le va a perjudicar- es el ánima nera de esta
candidatura. Tezanos, le ha informado de que cualquier ley sacada de la
churrera de Podemos, se convierte en una riada de votos que van a parar al “no
sabe / no contesta”. Y no son pocas: la ley del “si es si”, la “ley de
mascotas”, la “ley trans” … El horror de Sánchez estriba en que todos los votos
perdidos por Podemos -votos de izquierda. al fin y al cabo- terminen en la
cuneta del desencanto, los yermos campos de la abstención o los páramos del
voto en blanco. Así que Sánchez necesitaba un “recogedor” para esos votos. Y es
ahí en donde entra Yolanda Díaz dispuesta a ejercer tal honroso menester.
UN PROYECTO QUE HA IDO MUTANDO CON EL PASO DE LOS MESES
El proyecto de Yolanda Díaz se ha ido transformando a lo largo de
los meses. Inicialmente era un trío de mujeres presentadas como “de pelo en
pecho” capaces de rivalizar con cualquier estrella del wrestling catch
norteamericano: además de Yolanda, estaba la inefable alcaldesa de Barcelona Ada
Colau y luego, Mónica Oltra por Compromís. El perfil era: feminismo de estricta
observancia, vegetarianismo y progresismo a lo Agenda 2030, honestidad (ante
todo honestidad) y compromiso con los trabajadores, y sensibilidad social a
flor de piel.
La cosa se malogró. Primero porque la Colau estaba en franca pérdida
de votos en su feudo barcelonés, criticada por sus políticas erráticas y por
las encuestas que demuestran un amplio rechazo a todas sus políticas, y en el
exterior de España por haber convertido a Barcelona en la “ciudad turística
que más decepciona a los visitantes”, según las encuestas; eso, sin con
suerte, uno de las decenas de miles de delincuentes que han llegado desde todo
el globo, subvencionado y que vive de okupa, no te roba el bolso, te da una
paliza y te denuncia por “xenofobia y racismo” al haberte resistido al expolio.
Así que, a medida que pasan los días, lo que puede aportar la Colau es cada vez
menos.
Peor ha sido lo de Compromís y el papelito jugado por su rostro
más conocido, Mónica Oltra. Después de sulfurarse y encerrarse en la “habitación
del pánico” porque José Luis Roberto (E2000) cometió la humorada de ponerle el “Que
viva España” de Manolo Escobar y ella y sus hijos quedaron aterrorizados,
el bueno de José Luis tuvo a bien darle una serie de revolcones judiciales que,
finalmente, entrañaron su desaparición de la escena pública: la feminista radical,
la protectora de los pobres y de los menesterosos, simplemente había ocultado
las denuncias contra su ex marido por parte de una chica tutelada que lo
acusaba de abusos. Esta infamia arrastró a la Oltra al basurero de la historia
valenciana.
Así que Yolanda Díaz se dio cuenta de que, con tales alianzas, era
mejor plantear las cosas de otra manera.
UN PERSONAJE DEL TODO IRRELEVANTE
A Yolanda la llaman hoy “la fashionaria”. No estamos
seguros de que sea un piropo. “La pasionaria” histórica, Dolores Ibarruri
-bastante siniestra por lo demás-, es una de esas figuras sobredimensionadas en
la historia de la España del siglo XX, a pesar de que, cuando no fue a remolque
de Stalin, lo fue de Santiago Carrillo. Ni siquiera era una doctrinaria teórica
comunista a lo Rosa Luxemburgo, y en cuanto a lo de “buena oradora”, tampoco
había que exagerar. Discretita en el mejor de los casos. Calvo Sotelo, al que
amenazó de muerte unos días antes de ser asesinado, era mucho mejor y no
digamos José Antonio Primo de Rivera que, además, tenía el estilo aristocrático
que, por sí mismo, imponía respeto por encima de su juventud y conectaba mejor
con los de su generación. En cuanto a esta “fashionaria” hay que ser muy
benévolo para apreciar en ella algún tipo de cualidad política.
Si hay algo que la caracteriza es “lo cursi” en las dos acepciones
que registra nuestro Diccionario de la Real Academia: Cursi, aquel que pretende
ser fino, elegante y distinguido, pero suele resultar ridículo, de mal gusto o
pretencioso; y aquel que pretende mostrar un refinamiento expresivo o un
sentimiento apasionado, pero resulta ridículo y excesivamente delicado”. Podría
decirse que Yolanda es la alternativa cursi a las machorras de Podemos. Lo
menos cursi que tiene el personaje es su carné del PCE -si es que hoy el PCE es
algo y si representa algo más allá de un residuo histórico-, todos los gestos
impostados, los modelitos, la sonrisa, el movimiento de cabeza, las opiniones
incluso de las que hace gala Yolanda Díaz entran en el terreno de lo cursi, de
la misma forma que en Sánchez son rasgos del psicópata. Su discurso social es
de catecismo. Le faltan recursos intelectuales y es, como la mayor parte de los
culos sentados en el parlamento, abogadilla de pocos pleitos. No destaca
absolutamente en nada. ¿Ideas? ¿Cuáles?
LOS ÚLTIMOS 44 AÑOS EN LA HISTORIA DEL PCE
Entonces ¿qué hace en el ruedo político? Hay que tener en cuenta
lo que ha sido la historia del PCE en los últimos cuarenta años. Hagamos un
viaje en el tiempo: Santiago Carrillo lanza en 1970 el “Pacto por la Libertad”
que cristalizará en los años siguientes en la “Junta Democrática de España” y
en el “eurocomunismo” (una socialdemocracia con un poco más de “nervio” y
energía). Y hasta ahí todo fue bien. Pero los resultados electorales en 1977 y
1979 decepcionaron las expectativas que se habían forjado y pronto fue evidente
que en España “la izquierda” estaría orbitando en torno a la sigla PSOE. Era
duro para las hormiguitas laboriosos del PCE en el interior, que durante los
años del franquismo habían puesto en marcha sindicatos clandestinos,
organizaciones estudiantiles, movimientos vecinales y, ahora, unos oportunistas
pagados con dinero de la socialdemocracia alemana, les robaban la victoria. Lo
peor no fue eso, sino que, desde 1979 el salto del PCE al PSOE se convirtió en
la ruta habitual para la mayor parte de comunistas.
Ese salto se dio en sucesivas etapas y en distintas oleadas: siempre
que el PSOE necesitaba un refuerzo, le bastaba con ofrecer la puerta de entrada
a este o a aquel “comunista”, que había logrado un mínimo de popularidad, tenderle
el “puente de plata”, hacerlo ministro, en la seguridad de que, con él,
desembarcarían unos cuantos cientos de militantes. Hace más de 20 años,
hablando con un antiguo miembro del PSUC, me reconocía que su drama personal es
que nunca había visto el momento para saltar al PSOE en condiciones de
rentabilidad.
Los nombres de Rosa Aguilar, Cristina Almeida, Diego López-Garrido,
Solé-Turá, Enrique Curiel, Rafael Ribó, y antes Tamames o Semprún o el propio
Santiago Carrillo (que murió con carné del PSOE), son algunos nombres de esta
tendencia irreprimible del PCE al transfuguismo.
Así pues, la “tradición” comunista en las décadas de la democracia
marca una pauta: “el comunista de hoy es el que mañana dará el salto al PSOE”,
con su correspondiente corolario: “el militante que queda en el PCE es aquel
que todavía no ha encontrado el mejor momento para pasar al PSOE”. Le ha
ocurrido a tantas y tantos comunistas desde 1979 -Ramón Tamames entre ellos,
por cierto- que cuando hoy se ve lo que queda en el PCE, puede apostarse que
mañana pagarán cuota al PSOE. Los dos que en estos momentos se preparan para
dar el salto son bien conocidos: Yolanda Díaz y Alberto Garzón. Tal para cual.
LO HEMOS VISTO TANTAS VECES, QUE NO MERECE NUESTRA ATENCIÓN
El PSOE, hoy, los necesita y les facilitará el puente de plata hacia
su pesebre. El pedrosanchismo precisa un “recogedor” de los votos dejados en la
cuneta por esa máquina de perder votos en lo que se convirtió Podemos desde el
día 1 de su llegada al poder. No estamos muy seguros de que se trate de una
estrategia correcta, sino más bien de un paso más en el proceso de atomización
de la izquierda exterior al PSOE.
Hay que recordar que, hoy, cada sigla (desde “Podemos”, hasta “Izquierda
Unida”, desde “Compromís” hasta “En Comú”) no constituye un “partido” en sí mismo,
ni siquiera una coalición: es una miríada de grupúsculos locales y dentro de
cada localidad, de “círculos de afinidad”, que tienen muy poco que ver unos con
otros. Es, por decirlo claramente, un magma inestable en donde bullen infinidad
de ambiciones travestidas y justificadas como “sensibilidades políticas”
(cuando no son más que pequeñas y tristes ambiciones personales).
Es un ambiente que estaba muerto y enterrado en 2008, la forma central
que tenía entonces, “Izquierda Unida”, pero que se reavivó en el “movimiento de
los indignados”, monopolizado por los segundas filas de esta Izquierda Unida,
hartos de seguir en el banquillo, durante la crisis económico-social de
2008-2011. Suscitó esperanzas y luego, cuando se vio que había caído en manos
de ambiciosos sin escrúpulos, demagogos con coleta y mujeres a la sombra de
machitos alfa, sin talla ni nivel, alardeando de temáticas “sociales”, de
fantasiosas “inclusiones” o contaminadas por la locura de los “estudios de
género”, pero con prácticas de vida convencionales entre la clase política,
surgió de nuevo el “desencanto”.
A partir de ese desencanto Podemos se empezó a fragmentar cada vez
más. Al final, allí han quedado solamente unas pocas chicas separadas
completamente de la realidad, hablando entre ellas (¿puede haber alguien que
las soporte fuera de su círculo? ¿habéis visto sus rostros permanentemente crispados?
¿Y su obra? Esas leyes mal concebidas, inútiles, que lejos de resolver los
problemas capitales de las áreas que aspiraban a regir, al ser el producto de
diagnósticos erróneos, han generado más trastornos de los que han resuelto…).
Hoy, Podemos es un cadáver. Yolanda aspira a ser la enterradora:
quien no esté con ella, no será ministra en un próximo gobierno socialista.
Este es el gran reclamo que ofrece a lo que queda en Podemos. Lo que no dice, es
cuando dejará de ser “militante comunista” para pagar por banco la cuota al
PSOE. Pero podéis estar seguros de que será así. Y mucho me atrevería a afirmar
que, salga bien o mal el proyecto de “Sumar”, va a costar mucho que Sánchez repita
en la Moncloa. Así que todo el problema que tiene “lady fashionaria” es
quién sustituirá a Sánchez, por que será con él con quien deberá entenderse.
Desde luego, está demostrando más inteligencia que en el otro lado
ha evidenciado Macarena Olona. La Olona no advirtió que no hay posibilidades de
“hacer política” fuera de las grandes siglas. O se está en el PSOE o se está en
el PP. Al menos en este primer tercio de la tercera década del milenio. Si te
vas de Vox solamente puede ser para volver al PP. Tal es la lógica política del
bipartidismo. Yolanda, en cambio, sabe que necesita entrar en el PSOE con algo
en las alforjas. A ese “algo” le llama “Sumar” (aunque en realidad “reste”,
pero, ya se sabe que, a partir de Orwell y de 1984, la alquimia de las
palabras sugiere justo lo contrario de lo que expresan. En su novela, el “Ministerio
de la Paz” era el que preparaba las guerras).
A pesar de que Jiménez Losantos no es de mi devoción, reconozco
que tiene cierta gracia los motes que ha reunido sobre Yolanda: “Yoli
tenacillas” (por los cambios de look, especialmente en el peinado, “la
Fashionaria”, “Doña Rogelia teñida”, “Sor sonrisa” (por su
relación con Bergoglio), “Yoli trompetilla” (cuando dijo aquello de que
había iniciado “un proceso de escucha”), “Yolanda Suma Cero” (porque
tampoco es que sume excesivos activos), “Barbie Emociones”, “Yoli de
Palma” (por esa napia que dios le ha dado)… y nos dejamos algunos excesivamente
crueles. Y es que el personaje es un chiste.
¿Queréis un consejo? Cuando habléis de ella a vuestros amigos, no
la tratéis de “comunista”, decid que es la próxima equilibrista que está
preparando el salto mortal hacia el PSOE (en el que será acompañada, por
supuesto, por los “Garzón Brothers”).