lunes, 24 de agosto de 2020

CUANDO LOS COMUNISTAS SE PASABAN EN MASA EL FASCISMO (7 DE 10) - LA DERIVA DE DORIOT HACIA EL FASCISMO

 

La deriva hacia el fascismo

Hay que decir que, al margen de los calificativos que pudieran lanzar los comunistas contra el PPF y a pesar de lo que algunos de sus intelectuales quisieran ver en el partido, e incluso de los contactos internacionales que hubieran podido tener en Italia, Doriot no se había definido nunca como fascista. En 1936, L’Emancipation había publicado un artículo de Robert Loustau: “Estamos lejos de ser fascistas (…) Al contrario, somos demócratas y es por esto que rechazamos la forma actual de la democracia que oculta bajo la mentira de las palabras la tiranía hipócrita de un puñado de aprovechados, políticos y capitalistas”. Ramón Fernández, por su parte, escribía en la misma línea: “Fascistas, ¿por qué? ¿Por qué somos herederos de la más gloriosa unificación nacional, iríamos a copiar en una noción cuya independencia  y grandeza respetamos, pero cuyo destino es diferente al nuestro, dirección que podemos obtener con nuestras propias manos? ¿Por qué iríamos a copiar una disciplina de unificación nacional, cuando nosotros ya estamos unificados? ¿Por qué?”. Argumentos similares pueden encontrarse en Falange Española y más concretamente en Ramiro Ledesma. Sin embargo, queda algo por precisas en el caso del PPF.

A diferencia del “fascismo español”, el PPF partió con algo más de un tercio de su militancia procedente del Partido Comunista. Era imposible que, en esas circunstancias, el partido se declarase “fascista” con el riesgo de perder a parte de esa base que hasta pocos meses antes había sostenido posiciones “anti-fascistas”. En 1934, hay que recordarlo, el cimiento que unificó a los disidentes del PCF que formaron en torno suyo era la “unidad revolucionaria y el antifascismo” e incluso en el himno de los comunistas de Saint-Denis que la “célula mayoritaria” había seguido utilizando con posterioridad a la escisión la primera estrofa decía: “Ante el fascismo que nos amenaza | en nuestras filas se encuentra vuestro lugar | adelante Saint-Denis, adelante”…

Era imposible que el partido, una vez constituido, se declarara, pues, antifascista. Doriot rechazó esta actitud como también rechazó la posibilidad de ser un partido que se situara fuera del marco legal y parlamentario, que apostara por el partido único y la preparación de un golpe de Estado que llevara a un estado totalitario. Era perfectamente consciente de que su actuación se desarrollaba en una de las más viejas democracias europeas, bien arraigada que constituía una tradición que le sería difícil romper. Procedente de una tradición marxista, Doriot no podía evitar el realizar un “análisis de clase” y reconocer que buena parte de las clases medias (a diferencia de lo que había ocurrido en Alemania y en menor medida en Italia) estaban en contra de soluciones fascistas. Consideraba, como conclusión, que Francia no estaba “madura” para aceptar una forma de fascismo y que sería un suicidio proponerlo.

La cuestión era: en ese momento, hacia 1936-37, Doriot ¿era o no era fascista? Una vez más, es Victor Barthélemy, en esos años, interlocutor privilegiado del “jefe”, quien aporta el testimonio que le comunicó el propio Doriot: “No sé si soy fascista. El fascismo no se copia (…). No quiero copiar ni a Mussolini ni a Hitler. Quiero hace del PPF un partido de nuevo estilo, un partido como ningún otro en Francia. Un partido por encima de las clases. Durante mucho tiempo he creído en la lucha de clases como factor esencial de la revolución. Ahora ya no creo en esto”… Estas confidencias datan de octubre de 1936, una época en la que Hitler y Mussolini distaban todavía mucho de estar de acuerdo; el segundo, había constituido el “frente de Stresa” con Francia y Gran Bretaña. No sería sino unas semanas después cuando mejorarían sus relaciones y se crearía el “Eje Roma-Berlín”. No fue sino hasta principios de 1937 cuando puede decirse que el fascismo adquirió una “dimensión europea”. Hace falta recordar también que Eugenio Coselschi, dirigentes de los Comités de Acción por la Universalidad de Roma, la “internacional fascista”, seleccionaba a sus secciones nacionales en esa época en función de su fidelidad al fascismo… y de su hostilidad al Tercer Reich. Los Dinasos flamencos de Joris Van Severen eran extremadamente hostiles al NSDAP y en cuando a Bertrand de Jouvenel, cuya madre era judía, manifestaban la misma hostilidad.

Las cosas en 1936-1937 no estaban tan claras como pueden estarlo hoy. Doriot, en realidad, eludía la cuestión formulada por Barthélemy: sabía perfectamente que no era necesario “copiar” ni al régimen italiano, ni al alemán para “ser fascista”. Análogos razonamientos y reflexiones se habían realizado unos años antes en España y Portugal por parte de Ramiro Ledesma, José Antonio y Rolão Preto… Y al igual que el nacional-sindicalismo español, Doriot siempre quiso superar al PCF en “ímpetu revolucionario”. Y como los nacional-sindicalistas españoles se atribuyó rasgos comunes al fascismo “Un partido como el nuestro no es un partido como los demás; es un estado de espíritu, un alma, una doctrina, una mística”. A pesar de contar con aportaciones sociales y políticas muy distintas, parte de las reflexiones de Doriot y de los nacional-sindicalistas españoles eran muy similares. Y ambas se dirigían hacia el fascismo, no como fenómeno italiano en sentido estricto, sino en su acepción genérica. En su primer congreso, en noviembre de 1936, el PPF mostró todavía una ambigüedad en relación al fascismo, pero en él aparecen algunas fórmulas que ya dejan presagiar cierta influencia. La fórmula de juramento, por ejemplo: “En el nombre del pueblo y de la patria, juro fidelidad y entrega al PPF, a su ideal y a su jefe. Juro consagrar todas mis fuerzas  a la lucha contra el comunismo y al egoísmo social. Juro seguir hasta el sacrificio supremo la causa de la revolución nacional y popular de donde saldrá una Francia nueva, libre e independiente”. En cuanto al saludo no era más que un remedo del saludo fascista que nunca pudo establecerse del todo. Sabiani fue el primero en adoptar el saludo fascista brazo extendido en alto.

Es cierto que, por su origen, el PPF realizó una simbiosis de temas procedentes de la extrema-derecha y de la extrema-izquierda. Esto se evidencia de manera extraordinariamente gráfica en las celebraciones del partido: por una parte a Juana de Arco y por otra a la Comuna de París. La bandera del PPF era la que había lucido en la Fiesta de la Federación de 1790 (como decía L’Emancipation “evocaba un momento de nuestra historia que vuelve a ser actualidad ya que una vez más la Patria está en peligro”. Sin embargo, dentro de esa bandera, el emblema del partido, una francista estilizada, recordaba a la cruz céltica y/o a la esvástica.

El nuevo himno del PPF, estrenado en el I Congreso, France, libére-toi, cuya partitura había sido escrita por un obrero metalúrgico y la música compuesta por un empleado de banca, decía:

Libérate, Francia, libérate
Sacude el yugo de luchas fratricidas
Que el extranjero lleva a tu suelo
Bajo la apariencia de promesas pérfidas.
Que el francés sea dueño de sus leyes.
Fuera del país los provocadores de conflictos
Un admitimos vuestra tutela
Libérate, Francia, libérate

El resto de estrofas apunta contra la dictadura roja, nos habla de sangre, sufrimientos y enemigos y termina recordando la figura d Doriot: “Escucha a Doriot que te llama, hijo de Francia, hacia el más noble fin”. Hay algo en esta letra que remite a La Marsellesa. En cuanto a la antigua En avant Saint-Denis, cambió s estribillo por En avant Jacques Doriot. La consigna más habitualmente repetida era “PPF vencerá” (que en 1969 fue recuperada por Ordre Nouveau).

La mística de la muerte y del sacrificio era común a Falange Española. En el verano de 1936, en Argelia, fue asesinado un militante del PPF, Manuel Manchón y al año siguiente cayó en Marsella, el portaestandarte de la sección, Louis Revergat; en 1938, también en Marsella, moriría Nöel Arnaud. Doriot dedicó a estas tres víctimas su obra Refaire la France (Reconstruir Francia) que incluía el texto del largo discurso que pronunció en el II Congreso del partido. A partir de ese momento, en las ceremonias y actos del partido, se mencionaban los nombres de los afiliados asesinados, respondiendo la masa con un “¡presente!”.

El PPF, como hemos dicho, nunca extendió la uniformidad a toda la militancia, sin embargo, en los mítines del partido, el servicio de orden lucía camisa azul con distintivo del partido en el brazalete, pantalón azul marino y boina. En los grandes mítines del partido, el servicio de orden formaba en un lugar destacado ante la tribuna.

Con todos estos detalles sobre la uniformidad, la jerarquía interior, el sentido de la disciplina y la mística del jefe y de los camaradas muertos, los símbolos y el saludo, pretendemos demostrar que el PPF fue un partido genéricamente fascista en lo exterior, mucho antes que lo fuera en el programa o que se reconociera como tal. Así mismo, en sus publicaciones constan innumerables artículos aludiendo a la exaltación del instinto, a las "fuerzas espontáneas de la vida”, al “primado de la acción”, todas ellas características de una “concepción del mundo” próxima al fascismo, sino netamente fascista.

En cuanto a la violencia, el PPF mantuvo un servicio de orden, ciertamente eficaz, no tanto por su postura agresiva sino más bien para prevenir ataques procedentes del PCF que no podía tolerar competencia en zonas obreras de sus antiguos disidentes. Más que un partido “violento”, el PPF fue “contra-violento”. El “servicio de orden” que se constituía para proteger acto estaba compuesto mayoritariamente por parados de origen norte-africano. Existía también una “brigada especial” compuesta por un centenar de “hombre completamente seguros” que protegían los domicilios de los dirigentes, los acompañaban en sus desplazamientos y estaban con ellos en las manifestaciones. Pero no formaron nunca grupos paramilitares al estilo de otras formaciones de la época.

En la Costa Mediterránea, los dirigentes locales de Niza constituyeron un “servicio de orden” particularmente eficiente en la lucha callejera contra los comunistas, cuyo organizador fue Joseph Darnand que, tras un período de militancia en La Cagoule (la empresa que dirigía era utilizada para introducir armas procedentes de Italia), ingresó en el PPF. En Marsella, Sabiani, puso también en marcha un “terrible servicio de orden”, cuando ya se consideraba públicamente fascista.

En realidad, la “fascistización” del PPF se realizó poco a poco. Primero se evidenció en los gestos y en buena parte del aspecto exterior, luego en las consignas. Finalmente, afectó a la ideología y al programa. Uno de los temas a los que Doriot nunca renunció –a pesar de cobrar subsidios de distintas patronales- fue al “anticapitalismo”. Aludió en muchas ocasiones a la lucha “contra las 200 familias” que controlaban el capitalismo francés. En el programa de 1936 acusaba a los viejos partidos de haber arrasado el país y haber implantado un sistema incoherente de producción. Contantemente atacó al liberalismo al que consideraba superado y que tenía como responsable de la crisis de 1929.

En el II Congreso del partido insistió en la necesidad de alcanzar una “justicia social” (“Nuestra mística es la de la justicia y de la paz sociales (…). La paz social es el único terreno sobre el que se puede reconstruir Francia”. En los escritos de especialistas en economía del PPF como Loustau se perciben los ataques al “capitalismo financiero”, a la concepción del trabajo como mercancía y se pide una limitación a los beneficios del capital. Uno de los jóvenes que habían prestado su apoyo a la Unión de la Juventud Francesa, Maurice Duverger, que luego destacaría como politólogo, era precisamente ese aspecto anticapitalista: “Si tantos camaradas han dado la espalda a la patria, es porque no han visto en ella más que la máscara que el capitalismo ha puesto sobre su rostro y que la desfigura (…) Nosotros no suprimiremos el capital, sino que suprimiremos el capitalismo, es decir, la dominación del capital”. La propuesta de Doriot en este tema era que, a partir de cierto nivel de concentración de capital o de beneficios empresariales, el excedente fuera a parar directamente a un fondo social. A pesar de que el PPF no tuvo nunca escisiones por cuestiones socio-económicos, es cierto que en algunas delegaciones la sensibilidad social era más acusada. Sabiani, por ejemplo, reclamaba una reforma del derecho de propiedad y lo limitaba a la competencia y a la moralidad. Jean Paul Brunet en su historia del PPF y de Doriot, advierte con razón: “Sabiani no era el Gregor Strasser del PPF”. Existía un acuerdo unánime en condenar e liberalismo económico y la utilización del capital con fines egoístas.

Hacia 1938, el PPF asumió que su proyecto era “corporativo” y fundado sobre la solidaridad entre los miembros de la empresa. Se trata de un corporativismo clásico que no tiene elementos propios ni originales sino que remite al viejo corporativismo francés teorizado por René de La Tour du Pin y aplicado por el régimen mussoliniano. En general, el programa económico del PPF se adapta perfectamente a la imagen que tenemos del fascismo, algo que ya parece implícito desde el “primer encuentro de Saint-Denis” previo a la fundación del partido y en donde este se definió como “social y revolucionario”. 

Otro tanto cabe decir sobre el modelo de Estado. En marzo de 1938, Doriot declaraba que “Somos republicanos”, para añadir posteriormente que una discusión sobre este tema es “precipitada” y que “todavía no está madura por el momento”. Pero en el II Congreso del Partido ya aludirá al “Estado Popular Francés” que está diseñado casi como el Estado Corporativo italiano. En cuanto la religión, Doriot y el programa del PPF se muestran partidarios de dejar las cuestiones confesionales a la conciencia de las personas.

Lo que Doriot ha descubierto desde su marcha del PCF es la idea de “patria”: “Nuestro credo es la patria y nada más que la patria” había dicho en su discurso del II Congreso del PPF: “El PPF no quiere conocer otra doctrina más que el nacionalismo, yo diría incluso un nacionalismo intransigente”.

El antisemitismo no está presente en su planteamiento. En el I Congreso del PPF ya había apuntado claramente: “Nuestro partido no es antisemita. Es un gran partido nacional, que tiene cosas mejores que hacer que luchar contra los judíos. No tenemos intención de defender a los judíos ni de atacarlos (…) Pero rechazamos a los que se declaran judíos antes que franceses. No aceptamos que una categoría de ciudadanos haga pasar sus intereses raciales antes que el interés nacional”. Y al año siguiente amplió esta idea ante los estudiantes del partido: “personalmente no soy ni judío ni franc-masón y rechazaría ocuparte de estas tonterías cuando Francia corre el peligro de ser entregada al comunismo”. En realidad, la cuestión es mucho más compleja…

Doriot había obtenido cuantiosos fondos de tres bancos cuyos administradores eran judíos: la banca Rothschild, la banca Lazard y la banca Worms. En el Buró Político del PPF, así mismo, se encontraba un judío, Alexandre Abremski. El mismo Bertrand de Jouvenel, como ya hemos dicho, era hijo de madre judía. Pero también hay que mencionar que algunos miembros de la dirección –Paul Marion, Abel Bonnard o Drieu La Rochelle- eran notorios antisemitas. Bruscamente, algunos de estos problemas se solucionaron antes de que alcanzaran el nivel previo al estallido: Jouvenel abandonó el partido en enero de 1939 y un año antes, Abremski murió en accidente. En su elogio fúnebre, Doriot no mencionó el detalle de que era hijo de una familia judía de provincias. A partir de estas dos desapariciones, el antisemitismo creció dentro del partido, especialmente entre la sección argelina. La prensa del partido publicó un artículo firmado por G. Roux en el que se aludía a “la doble dominación de los judíos que desprecia  Francia y de los comunistas que la temen, pero ambos la odian”. En esos meses un proyecto legislativo promovido por el gobierno para penare l antisemitismo, desencadenó una corriente extremista y popular entre los europeos de Argelia que veían en la emancipación de los judíos un paso previo para la concesión de la ciudadanía francesa los musulmanes. Víctor Arrighi, en el curso del II Congreso de la sección norteafricana del PPF pronunció un alegato violento contra los judíos: “África del Norte debe ser totalmente liberada de la empresa judía. El PPF expulsará a los judíos de África del Norte”. Era una opinión que compartía la poderosa sección del partido en las colonias (la más fuerte después de la federación de París y de la del Mediterráneo).

Todos estos elementos demuestran que si el PPF no era en el período 1936-1937 un partido “fascista”, iba camino de serlo. A pesar de que en esa época parecía estar más cerca de los no-conformistas que del fascismo y compartía sin fisuras la posición definida por Robert Aron y Arnaud Dandieu en La revolución necesaria (“No somos de derechas ni de izquierdas, pero si es absolutamente preciso situarnos en términos parlamentarios, repetimos que estamos a medio camino entre la extrema-derecha y la extrema-izquierda, por detrás del presidente y dando la espalda a la asamblea”). Esta posición era la única que podían aceptar los 30 ó 40.000 comunistas que siguieron a Doriot y que no habrían aceptado pasar directamente del PCF a una formación “fascista”. No era un tránsito infrecuente: apenas cinco años antes, el gobierno autónomo de Prusia había disuelto las cámaras ante la censura presentada por el NSDAP y el KDP. Y en 1932 el secretario de este último partido, Thaelmann vio como 1.200.000 votos comunistas fueron a parar al NSDAP… En 1938, el PPF era, pues, un partido en proceso de fascistización.