miércoles, 31 de agosto de 2016

Discurso de Rajoy: ante él “es de gran elegancia el bostezar”


¿Qué hacer cuando el discurso de Rajoy ni “engancha” ni emociona, y cuando el de la oposición es puro delirio progre? ¿Votarle? ¿Y si no se le vota? ¿Terceras elecciones? Así son las crisis de Estado que tienen mala salida. Si nos atenemos a los discursos de ayer, el de Rajoy tuvo la virtud del realismo. Auguramos que el de la izquierda de hoy, será puro pataleo ante lo que empieza a percibir como inevitable. Pero Rajoy, suscitó cualquier cosa menos entusiasmo. Las acusaciones contra Sánchez fueron lanzadas a efectos de generar dinámicas internas destructivas en el PSOE: de terminar convocándose unas terceras elecciones, el electorado verá en Sánchez al responsable y nada de lo que pueda decir será atendido salvo por electorado cerril de este partido que se verá todavía más disminuido. La estrategia de Rajoy de apenas mencionar, e incluso minuslavorar a Ciudadanos tiene como efecto que éste partido tampoco se recupere electoralmente y se convierta en una especie de auxiliar como Coalición Canaria, al que hay que arrojarle al comedero unos huesos para que los vaya royendo e incluso los agradezca. ¿Podemos? Sin encontrarse a sí mismo, perdido en su mundo y sin haber aprendido las lecciones de las últimas elecciones.  ¿La promesas de Rajoy sobre revisión del sistema de pensiones y convocatoria del Pacto de Toledo? Peligrosas en grado sumo: siempre que se menciona este tema, el elector cree que se van a garantizar las pensiones, pero lo que termina siendo es una modificación de las reglas del juego en detrimento de los trabajadores. Mal asunto, el anuncio como “promesa de gobierno”: por su ambigüedad y por los antecedentes.


Hay una certidumbre inevitable: Rajoy será el próximo presidente del gobierno. Poco importa si lo es ahora o lo será en diciembre. Es inevitable a la vista de cómo están las fuerzas políticas parlamentarias. Y lo será, por mucho que tanto Podemos (con primeros síntomas de corrupción, amiguismo y nepotismo en sus ayuntamientos), como el PSOE (que rivaliza con el PP en vanguardia de la corrupción), recuerden las miserias de Rajoy y de sus compañeros de partido.

Ayer decíamos que la crisis económica llevó a la crisis social y la persistencia de aquella ha conducido directamente a la crisis política. De ahí la parálisis del sistema político español que había sido diseñado para otra realidad. ¿Y la población? ¿Qué piensa de todo esto? Piensa que las vacaciones se han acabado, que tiene por delante el día a día de septiembre y el consabido 30% de depresión postvacacional. Piensa que no sabe para que van sus hijos a escuela con un sistema educativo quebrado, que no sabe para que cotiza a la seguridad social si el gobierno de turno se permite modificar permanentemente las reglas del juego y poner cada vez más lejos (y más bajo) la meta de la jubilación; piensa que frases como esa tan repetida por Rajoy de “España es el país que más está creciendo en Europa” suena a un dejà vû de esos que repitió Aznar y González antes que el… y que  es la mentira estadística que precede a hundimientos económicos sin precedentes como ya ha ocurrido; piensa que es injusto que cada día unos tengan que levantarse a primera hora para sobrevivir y una clase política y una oligarquía económica se lleven la parte del león, a pesar de su pereza, insuficiencia y incompetencia. Los españoles piensan en términos de supervivencia, de día a día, nada más.

Rajoy habla de “los españoles”… nosotros también. Es el reconocimiento a un hecho consumado: no existe ni “el pueblo español” (tan solo una masa a la que, caritativamente, podemos llamar “los españoles”), ni siquiera “España” (fuera del texto constitucional y solamente porque alguien inspirado colocó aquella memez de que “la soberanía reside en el pueblo español”). Digámoslo ya: la crisis política de la que es muestra el nivel del debate parlamentario que se inició ayer, encubre algo mucho más profundo, la existencia de una CRISIS NACIONAL. Ni existe “proyecto nacional”, ni existe “modelo económico”, ni existen “objetivos sociales”, ni existe idea de “destino nacional”… Nada, absolutamente nada: las costuras de este país se mantienen gracias a una constitución que fue elaborada por fuerzas políticas, económicas y mediáticas que hoy ya no existen o que están en crisis y que fue diseñada para salir del franquismo y entrar en democracia sin otro derramamiento de sangre. Pasado ese riesgo, hubiera sido cuestión de elaborar una ley suprema de verdad y no esa suma de ambigüedades y eclecticismos que es el texto del 78. Pero, dado que aquella constitución permitía a sus mentores el beneficiarse y tener una total impunidad en materia de corrupción, ¿para qué iban a modificarla? Finalmente, aquellas aguas trajeron estos lodos.

La constitución y la inercia es lo que mantienen unido todavía a este país. Pero no nos engañemos: si en Cataluña los soberanistas convocan un sexto 11-S independentista y seguramente encuentran a unos miles de ingenuos que se lo crean y que convocará a muchos más individuos que la concentración españolista del 12-O es, simplemente, porque en la unidad de España creen muchos menos y muchos menos aún están dispuestos a hacer algo por mantener esa unidad. En realidad, otro de los motivos por los que este país no se rompe es que ni los independentistas están dispuestos a hacer otra cosa que vociferar por la independencia un par de veces al año y mostrar banderas de a tres euros en los balcones compradas a los secuaces de Gao-Ping, ni tampoco existen españoles que estén dispuestos a hacer otra cosa por la unidad del Estado más que darse golpes en el pecho por la constitución. Siguen existiendo dos Españas, pero ninguna de ellas tiene la fuerza, la tensión ideal y la decisión de echarse al monte en defensa de lo suyo.

¿Esto es bueno? Lo único que demuestra es que en “los españoles” ya no creen en nada, ni tienen interés por nada, salvo por el día a día y por aquello de “que hay de lo mío”. ¿Alguien podría reprochárselo? Dígame usted que España me propone y yo le diré si vale la pena o no luchar por ella. Y este es el problema: que los “defensores de España” (ayer PP y Cs) lo único que nos propusieron es… tener fe en la constitución. Y ante eso, como decía el poeta, “es de gran elegancia el bostezar”.

© Ernesto Milà – info|krisis – http://info-krisis.blogspot.comernesto.mila.rodri@gmail.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.