¿Qué hacer cuando el discurso de
Rajoy ni “engancha” ni emociona, y cuando el de la oposición es puro delirio
progre? ¿Votarle? ¿Y si no se le vota? ¿Terceras elecciones? Así son las crisis
de Estado que tienen mala salida. Si nos atenemos a los discursos de ayer, el
de Rajoy tuvo la virtud del realismo. Auguramos que el de la izquierda de hoy, será
puro pataleo ante lo que empieza a percibir como inevitable. Pero Rajoy, suscitó
cualquier cosa menos entusiasmo. Las acusaciones contra Sánchez fueron lanzadas
a efectos de generar dinámicas internas destructivas en el PSOE: de terminar
convocándose unas terceras elecciones, el electorado verá en Sánchez al
responsable y nada de lo que pueda decir será atendido salvo por electorado
cerril de este partido que se verá todavía más disminuido. La estrategia de
Rajoy de apenas mencionar, e incluso minuslavorar a Ciudadanos tiene como
efecto que éste partido tampoco se recupere electoralmente y se convierta en
una especie de auxiliar como Coalición Canaria, al que hay que arrojarle al comedero
unos huesos para que los vaya royendo e incluso los agradezca. ¿Podemos? Sin encontrarse
a sí mismo, perdido en su mundo y sin haber aprendido las lecciones de las
últimas elecciones. ¿La promesas de
Rajoy sobre revisión del sistema de pensiones y convocatoria del Pacto de
Toledo? Peligrosas en grado sumo: siempre que se menciona este tema, el elector
cree que se van a garantizar las pensiones, pero lo que termina siendo es una
modificación de las reglas del juego en detrimento de los trabajadores. Mal
asunto, el anuncio como “promesa de gobierno”: por su ambigüedad y por los
antecedentes.
Hay una certidumbre inevitable:
Rajoy será el próximo presidente del gobierno. Poco importa si lo es ahora o lo
será en diciembre. Es inevitable a la vista de cómo están las fuerzas políticas
parlamentarias. Y lo será, por mucho que tanto Podemos (con primeros síntomas
de corrupción, amiguismo y nepotismo en sus ayuntamientos), como el PSOE (que
rivaliza con el PP en vanguardia de la corrupción), recuerden las miserias de
Rajoy y de sus compañeros de partido.
Ayer decíamos que la crisis
económica llevó a la crisis social y la persistencia de aquella ha conducido
directamente a la crisis política. De ahí la parálisis del sistema político
español que había sido diseñado para otra realidad. ¿Y la población? ¿Qué
piensa de todo esto? Piensa que las vacaciones se han acabado, que tiene por
delante el día a día de septiembre y el consabido 30% de depresión
postvacacional. Piensa que no sabe para que van sus hijos a escuela con un
sistema educativo quebrado, que no sabe para que cotiza a la seguridad social
si el gobierno de turno se permite modificar permanentemente las reglas del
juego y poner cada vez más lejos (y más bajo) la meta de la jubilación; piensa
que frases como esa tan repetida por Rajoy de “España es el país que más está
creciendo en Europa” suena a un dejà vû
de esos que repitió Aznar y González antes que el… y que es la mentira estadística que precede a
hundimientos económicos sin precedentes como ya ha ocurrido; piensa que es
injusto que cada día unos tengan que levantarse a primera hora para sobrevivir
y una clase política y una oligarquía económica se lleven la parte del león, a
pesar de su pereza, insuficiencia y incompetencia. Los españoles piensan en
términos de supervivencia, de día a día, nada más.
Rajoy habla de “los españoles”…
nosotros también. Es el reconocimiento a un hecho consumado: no existe ni “el
pueblo español” (tan solo una masa a la que, caritativamente, podemos llamar “los
españoles”), ni siquiera “España” (fuera del texto constitucional y solamente
porque alguien inspirado colocó aquella memez de que “la soberanía reside en el
pueblo español”). Digámoslo ya: la crisis política de la que es muestra el
nivel del debate parlamentario que se inició ayer, encubre algo mucho más
profundo, la existencia de una CRISIS NACIONAL. Ni existe “proyecto nacional”,
ni existe “modelo económico”, ni existen “objetivos sociales”, ni existe idea
de “destino nacional”… Nada, absolutamente nada: las costuras de este país se
mantienen gracias a una constitución que fue elaborada por fuerzas políticas,
económicas y mediáticas que hoy ya no existen o que están en crisis y que fue
diseñada para salir del franquismo y entrar en democracia sin otro
derramamiento de sangre. Pasado ese riesgo, hubiera sido cuestión de elaborar
una ley suprema de verdad y no esa suma de ambigüedades y eclecticismos que es
el texto del 78. Pero, dado que aquella constitución permitía a sus mentores el
beneficiarse y tener una total impunidad en materia de corrupción, ¿para qué
iban a modificarla? Finalmente, aquellas aguas trajeron estos lodos.
La constitución y la inercia es
lo que mantienen unido todavía a este país. Pero no nos engañemos: si en
Cataluña los soberanistas convocan un sexto 11-S independentista y seguramente
encuentran a unos miles de ingenuos que se lo crean y que convocará a muchos
más individuos que la concentración españolista del 12-O es, simplemente, porque
en la unidad de España creen muchos menos y muchos menos aún están dispuestos a
hacer algo por mantener esa unidad. En realidad, otro de los motivos por los
que este país no se rompe es que ni los independentistas están dispuestos a
hacer otra cosa que vociferar por la independencia un par de veces al año y
mostrar banderas de a tres euros en los balcones compradas a los secuaces de
Gao-Ping, ni tampoco existen españoles que estén dispuestos a hacer otra cosa
por la unidad del Estado más que darse golpes en el pecho por la constitución.
Siguen existiendo dos Españas, pero ninguna de ellas tiene la fuerza, la
tensión ideal y la decisión de echarse al monte en defensa de lo suyo.
¿Esto es bueno? Lo único que
demuestra es que en “los españoles” ya no creen en nada, ni tienen interés por
nada, salvo por el día a día y por aquello de “que hay de lo mío”. ¿Alguien
podría reprochárselo? Dígame usted que España me propone y yo le diré si vale
la pena o no luchar por ella. Y este es el problema: que los “defensores de
España” (ayer PP y Cs) lo único que nos propusieron es… tener fe en la
constitución. Y ante eso, como decía el poeta, “es de gran elegancia el
bostezar”.
© Ernesto Milà – info|krisis – http://info-krisis.blogspot.com – ernesto.mila.rodri@gmail.com –
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