Info|Krisis.- Una reciente encuesta sobre intención de voto realizada
por El País en Cataluña parece dar a Podemos el segundo lugar entre las fuerzas
políticas de aquella autonomía. Para los que creen que el descalabro que
sufrieron el PP y el PSOE, así como el ascenso
otras fuerzas políticas, son simplemente fenómenos coyunturales, en
Cataluña, de momento, ya parece completamente consolidado el hundimiento de las
fuerzas tradicionales que han dominado la política española en los últimos 36
años. Un elemento que no hay que perder de vista.
El PSC parece
sorprendido de que ni el nombramiento de nuevo secretario general en la figura
de Miguel Iceta –más conocido en los medios gays que en el propio PSOE– ni
siquiera el estreno mediático de nuevo secretario general del PSOE, les haya
servido para mejorar ni un solo punto su imagen ante el electorado. Mientras el
“osito de peluche” (Iceta) y el “Pablo Iglesias mejorado” (Pedro Sánchez)
seguían dando ruedas de prensa en Cataluña en la que se les llenaba la boca con
la palabra “federalismo”, no se habían enterado de que según las encuestas, en
esa autonomía, son sólo una fuerza política marginal.
“Federalismo”, la bandera del fracaso
La “tercera vía” de
los socialistas según la encuesta de Metroscopia
solamente ha servido para que más y más votantes del PSOE reconsideren otras
posturas y se olviden de la eterna equidistancia del PSC entre “estatalismo”
del PP y “nacionalismo” de CiU. En realidad, ese tema nunca interesó
excesivamente al electorado y si en el período Maragall pudo disponer de algún
crédito no era sino en tanto que Maragall siguió teniendo “tirón electoral”
incluso después de que sus neuronas empezaran a apagarse. Hundidos en el aroma
del fracaso los dos períodos del tripartito catalán (el errático encabezado por
Maragall y luego el corrupto enfangado en la crisis, dirigido por Montilla),
con ellos se hundió también el “federalismo”.
¿Valdría la pena
reconsiderar la idea “federal”? El federalismo no está hecho para países como
España que disponen de una buena base histórica para justificar su condición de
“unidad”. El federalismo ha servido, históricamente, para crear Estados que
antes no existían y que, por distintas
necesidades, se han visto obligados a aproximarse. El caso de los EEUU es
paradigmático: una serie de colonias se emancipan de la metrópoli y deciden
“federarse” y aumentar más adelante el número de socios hasta llegar a las 51
estrellas de su bandera. De las partes, nace el todo.
Nunca la historia
ha conocido un proceso de que se
realizara a la inversa. Nunca un Estado unitario se ha dividido en partes que
luego se hayan re–aproximado para reconvertir en “unidad federal” lo que ayer
era “unitario”. Si del todo emanan las partes, es absurdo que esas partes,
luego, reconstruyan el todo bajo forma federal…
El PSC podía seguir
alardeando de su “tercera vía” mientras pudo mantener su iniciativa y mientras
el debate político catalán se circunscribía a CiU y PSC. Pero esa situación
terminó hace tiempo. Ahora, el PSC se ve arrastrado por el eslogan
“federalista” para encubrir su debilidad –de la que el “osito de peluche” es su
quintaesencia– y su falta de decisión a la hora de optar por las dos únicas
alternativas posibles en este momento: nacionalismo y estatalismo, es decir,
tendencia centrífuga o centrípeta en la concepción del Estado. Para defender el
punto de equilibrio que para el PSC era la “tercera vía” federalista, hace
falta tener una iniciativa y una fuerza que nunca volverá a tener. El hecho de
que El País apoye la “vía federal”,
implica ya muy poco en un momento en el que los diarios convencionales están en
rápida pérdida de audiencia, tirada e influencia social.
Las cosas no van mejor en CiU
La encuesta de Metroscopia atribuye a CiU apenas un 10%
de votos y el tercer puesto después de ERC (15%) y de Podemos (13%). Es algo más que una caída en picado, es el fracaso
de un proyecto y el rechazo a una gestión. No es la primera encuesta que augura
el “surpaso” en las elecciones
autonómicas de ERC sobre CiU. Pero de los problemas que se acumulan ante CiU,
éste no es el mayor.
El hecho de que
Oriol Pujol haya abandonado todos sus cargos en CDC indica que las acusaciones
que pesan contra él son difícilmente superables y que, políticamente, está
desahuciado y sin salvación posible. Los casos de corrupción se acumulan en
Cataluña repartidos mayoritariamente entre CiU y PSC, las dos columnas del
sistema autonómico catalán en los últimos 34 años. Para colmo, lo negativo de
las encuestas y el empantanamiento del proceso independentista, han aumentado
las grietas en el interior de la coalición.
Se suele olvidar
que “CiU” está formada por dos partidos, el nacionalismo centrista de
Convergencia Democrática de Cataluña y el partido democristiano Unión
Democrática de Cataluña. Ciertamente ninguna de estas dos fuerzas políticas ha
estado exentas de casos de corrupción, distribuyéndolos al alimón, presentados
siempre como formas de financiación ilícita de sus partidos. Pero ahora, en la
desgracia y ante la alarma suscitada en la patronal catalana por las dramáticas
consecuencias económicas que acarrearía el proceso independentista, UDC empieza
a considerar seriamente las voces de sirena que desde ese sector y desde la
derecha españolistas le vienen lanzando desde el principio de la transición
para constituir una especie de “Lliga
Regionalista”, la formación dirigida por Cambó y que proponía, resumiendo,
una España unida con la pretensión catalana de dirigirla. Tal revival de la Lliga estaría formada por UDC y por la
rama catalana del PP, abandonadas las esperanzas de que pudiera beneficiarse de
los efectos del proceso independentista.
El domingo 20 de
julio, Durán i Lleida hizo público que renunciaba al cargo de número 2 de la
coalición CiU, y en días anteriores se daba por cierto que estaba preparando la
ruptura con sus antiguos socios. El hombre que más veces ha sonado como
ministro en un gobierno español, parece haberse cansado del lugar secundario
que ha ocupado durante 30 años en CiU y aspira a ser “cabeza de ratón”, pues no
en vano, la iniciativa de reconstruir la “Lliga”
llega ya demasiado tarde y difícilmente podría ser considerada seriamente por
un electorado cada vez más harto de políticos oportunistas y demasiado
conocidos. Aunque la Sánchez Camacho y Durán i Lleida aparezcan juntos en algún
cartel electoral, será difícil que atraigan a franjas consistentes de un
electorado que, mayoritariamente, ya ha
dejado de creer en rostros que asocian a siglas de una época que va quedando
atrás.
La mutación del nacionalismo
Cada vez está más
claro que ERC va a ser el gran beneficiario del frenesí independentista
desencadenado hace dos años y medio por Artur Mas. A fin de cuentas todo
“nacionalismo” tiende al independentismo, pues no en vano, si alguien defiende
la existencia de una “nación catalana”, lo normal es que esa “nación” busque,
en última instancia, la independencia. Pero CiU ha sido incapaz hasta ahora de
dar el paso del “nacionalismo” al “independentismo”, ¿por qué?
La explicación es
bien sencilla: porque los intereses económicos de la alta burguesía catalana
seguían unidos a los del Estado Español. En ese contexto, el nacionalismo no
hacía otra cosa que asegurarse de que Cataluña iría aumentando el “factor
diferencial” mediante la gestión nacionalista de la Generalitat, la
falsificación de la historia y las ultrasubvenciones a cualquier cosa que
tuviera un remoto aroma catalán. La alta burguesía catalana quería blindar
Cataluña ante la penetración “española”, pero al mismo tiempo quería seguir
beneficiándose del Estado Español.
Solamente cuando la
globalización ha desplazado los intereses de la alta burguesía catalana de la
producción industrial a los negocios inmobiliarios y a la inversión
especulativa, el momento en el que su suerte ha dejado de estar ligada al
Estado Español. De aquí la fractura entre la alta burguesía catalana
especulativa y que ha dejado de invertir en Cataluña y la patronal catalana,
todavía dedicada a la producción industrial ligada al territorio catalán y que
ve, horrorizada, como pueden cortarse los puentes con su principal cliente
(España) y con su principal área de expansión (la UE).
El
independentismo ha quedado, pues, en manos
de fuerzas sociales marginales que nunca hasta ahora han tenido gran cosa que
ver con el nacionalismo catalán: burócratas de la Generalitat ansiosos por
manejar cada vez más presupuesto, políticos de poca imaginación que solamente
pueden sobrevivir a los 10 años de inmovilización de la política catalana
(desde el “nou Estatut” de Maragall, los años de Montilla y el trienio luctuoso
de Mas) responsables del empeoramiento de las condiciones de vida en Cataluña
(el aumento del paro, la desertización industrial, el aumento de la inmigración
masiva procedente de países islámicos, etc) y para los que el único argumento
en su defensa es “España nos roba” y “la culpa es de Madrid”, fuerzas
marginales durante la transición y la democracia reforzados por la crisis
económica iniciada en 2008 (como ERC), grupos de borrokas (CUP) y timoratos rojiverdes (ICV–EUA).
En la medida en la
que la alta burguesía catalana (las 300 familias) ya no controla el
nacionalismo catalán, otros están aprovechando los 34 años de catalanización forzada
de aquella región.
Podemos en Cataluña
Una de las zonas
del Estado en donde, aparentemente, Podemos
debería tener menos influencia, en Cataluña, a la vista de que la “versión
oficial” dada por los medios de comunicación locales sugiere que la población
tiene como único interés el referéndum de autodeterminación y el derecho a
decidir, es donde esta formación está ascendiendo con más velocidad.
El porqué de este
ascenso es fácilmente de interpretar. Podemos
alude al “derecho de autodeterminación”… pero no enfatiza la cuestión. Podemos es, ante todo, un partido de
protesta que extrae su fuerza de los abusos de la globalización y del rastro de
damnificados por ese modelo económico (jóvenes, clases medias, parados,
profesionales hastiados). Si bien el “derecho a decidir” les interesa y lo
asumen, no tienen el mismo interés en la “construcción nacional de Cataluña”,
algo en lo que insisten particularmente nacionalistas e independentistas.
Evitan pronunciarse sobre la cuestión, relegándola en su discurso a un plano
completamente secundario. De ahí su crecimiento.
Ese planteamiento de Podemos ha ido erosionando las bases
electorales del PSC hasta convertirlo en el despojo del que se ha hecho cago el
“osito de peluche”, pero tiene la virtud de atraer también a un electorado
joven que hasta hace poco dudaba si votar a C’s, a ICV, o, incluso a ERC,
formaciones que además de sus rasgos característicos eran percibidas sobre todo
como “formaciones de protesta”. Ahora, este título recae exclusivamente en Podemos.
De Cataluña a España
Tal es el esquema
de lo que está ocurriendo en Cataluña. Allí se está poniendo de manifiesto la
quiebra definitiva del bipartidismo: ni CiU, ni PSC conseguirán nunca más
remontar la pérdida de intención de voto que están experimentando estos últimos
meses. El “voto útil” ya no existe en Cataluña. Simplemente se ha evaporado.
Los juicios por corrupción que vendrán y los cadáveres escondidos debajo de las
alfombras harán el resto. Ambos son “formaciones a la desbandada”.
En Cataluña no está
ocurriendo nada diferente a lo que está ocurriendo en el resto del Estado.
Quizás el Cataluña el proceso de desmoronamiento de los dos partidos
vertebrales del sistema sea más visible, pero no es diferente a lo que ocurre
ni a lo que ocurrirá en el resto de España. Hará falta esperar solamente a las
próximas elecciones municipales para percibir que, en el momento en el que el
PP pierda la mayoría absoluta en algunas comunidades autónomas (en especial
Madrid y Valencia) y se evaporen cientos de concejales perdiendo el control de
ayuntamientos importantes, el PP también entrará en una crisis que no logrará
disimular ni el descenso (coyuntural) de las cifras del paro, ni el
triunfalismo (insensato) por políticas económicas que no resuelven nada, ni las
clamorosos (e increíbles) anuncios de falsas rebajas fiscales, lograrán
disimular. El verano de 2015 será esencial para percibir el declive del PP (que
en Cataluña ha sido siempre una fuerza marginal, pero a partir de ahora ya es
casi extraparlamentaria) y la forma en la que el partido se irá evaporando.
El PP es hoy
víctima de la estrategia implantada por Fraga en la ponencia constitucional: “sin enemigos a mi derecha”. Mientras un
PSOE empequeñecido puede auparse en otras fuerzas políticas de izquierdas para
formar coaliciones que gobernarán en la Generalitat de Valencia y,
probablemente, incluso, en la Comunidad de Madrid, el PP no tiene nadie con
quien poder pactar, ni a su derecha (Vox
sigue siendo minúsculo y su fuerza de atracción es muy pequeña y C’s, hoy por
hoy, tampoco arrastra grandes intenciones de voto).
El enigma actual de
la política española es cuál será la salud del PP cuando se convoquen las próximas
elecciones generales. Intuimos que no será muy buena y que esas elecciones
sancionarán el final el bipartidismo tal como se ha concebido en España desde
1978.
© Ernesto Milà – infokrisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com –
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