Info|krisis.- En sus intervenciones
públicas, los dirigentes de Podemos suelen atacar a la “casta”
como generadora de corrupción, algo en lo que no Podemos por menos que estar de acuerdo. Por
supuesto, Podemos incluye también a
la Corona entre esta “casta”, algo que tampoco vamos a discutir. Pero lo
sorprendente es que Podemos eluda
hablar de dos sectores en los que la corrupción está cómodamente anidada y que,
como mínimo, comparten territorios comunes con la “casta”: Sindicatos y ONGs.
Vale la pena analizar este frente.
Sorprende que en el programa de Podemos la palabra “sindicato” no
aparezca ni en una sola ocasión. Otro tanto ocurre con la palabra ONG. Y es
raro, porque se supone que Podemos es
una formación de izquierdas y que entre las componentes de este sector, los
sindicatos y las ONGs tienen un papel importante. La omisión no es “inocente”,
sino deliberada: tantos los sindicatos como la mayoría de ONGs figurante entre
los sectores más corruptos del país. Mencionar la corrupción implica
necesariamente mencionar a las ONGs y a los sindicatos, y todavía más si
tenemos en cuenta que unos practican la “estafa humanitaria” y otros la “estafa
social”.
La “estafa
humanitaria”. Concepto y definición.
Se entiende por “estafa” aquel engaño en el que
el sujeto activo del delito (el estafador) se hace entregar vienen
patrimoniales por medio del engaño, haciendo creer en la existencia de algo que
en realidad no existe. Por ejemplo: se entregan 20 euros para “apadrinar a un
niño del Tercer Mundo”, niño que, en realidad, no existe. Como máximo las
varias ONGs que practican esta estafa, construyen una escuela, muy de tanto en
tanto, malamente equipada para justificar el que “hacen algo”, mientras que los
estafados creen que sus 20 euros van a parar a la manutención de un niño…
Se entiende por “estafa humanitaria” jugar con
los sentimientos solidarios y humanitarios de la población, para obtener
ingentes cantidades de fondos de los que solamente una mínima parte (casi nunca
mas del 25%) se utilizan para el fin social declarado, yendo a parar el resto a
gastos de promoción de la ONG, pago de salarios, compra de materiales
fungibles, muebles e inmuebles, comisiones, dietas, etc. Se apela a la
solidaridad simplemente para estafar.
La “estafa humanitaria” ha alcanzado niveles
estratosféricos desde el momento en el que la izquierda humanista y
universalista se empeñó, a finales de los años 90, en alcanzar el 0’7% del
presupuesto del Estado para ayuda humanitaria… Durante el período zapaterista
se rozó esta cantidad, una parte importante de la cual fue a parar a las más
inverosímiles ONGs, empezando por el Movimiento Contra la Intolerancia y
terminando por ONGs de ayudas a minusválidos, a parados, etc. Contrariamente a
lo que se tiene tendencia a pensar y a lo que está legislado, las ONGs no son
sometidas a ninguna fiscalización sobre el destino del dinero que se les entrega.
Nunca. Si esto es así es porque, en el mero hecho de entregar un subsidio a una
ONG, responsables de la entidad que lo transmite ya han pactado su comisión. El
que no se pueda demostrar (o mejor, que no se quiera demostrar) no implica que
no sea un secreto a voces. A partir de ahí, se entiende perfectamente la
opacidad que sigue. El Estado puede alardear de que hace una “gran labor
humanitaria” y las ONGs receptoras de los fondos públicos pueden sobrevivir
durante un año más y sus propietarios enriquecerse mediante la consabida
“estafa humanitaria”.
La “estafa social”, o
porqué los sindicatos se convierten en mansos corderitos
La “estafa social” es igualmente cínica y
dramática. Se hace creer que los sindicatos representan a alguien en lugar de a
burocracias sindicales que los dirigen, unas burocracias con pocas ganas de
trabajar, mucho interés en huir de los tajos y de los horarios laborales.
Luego, pomposamente, se eleva a estos sindicatos vacíos de trabajadores al
rango de “agentes sociales” y se les atribuye la representatividad de TODOS LOS
TRABAJADORES, cuando en realidad solamente representan los intereses de su
burocracia y de los que la mantienen.
Probablemente en España el cobro de cuotas
sindicales esté por debajo del 5%. Los sindicatos viven solamente de subsidios
directos (a las propias organizaciones sindicales en concepto de la presunta
función social que realizan) e indirectos (como la realización de cursillos de
formación profesional). No es raro que, finalmente, esas burocracias sindicales
acomodaticias y domesticadas, sean la voz de su amo y si el amo dice que hay
que ampliar los plazos de cotización a la SS, imponer nuevas condiciones de
contratación, restar derechos sociales, etc, bastará con una propina a los
sindicatos para que sus líderes terminen “negociando” y firmando todo lo que se
les ponga bajo las narices. La “apariencia democrática” del proceso y los
“derechos de los trabajadores” quedan así asegurados.
De hecho, los sindicatos figuran en España como
las entidades más desprestigiadas y corruptas y lo sucedido en la UGT andaluza
no es sino la punta del iceberg, el caso más flagrante de “estafa social”
habido hasta la fecha.
¿Sólo la “casta” es
corrupta?
Sin embargo, Podemos elude hablar de ambos tipos de estafa y, en general, da la
sensación de que, en esos frentes ni hay corrupción ni se la espera. ¿Qué
ocurre? ¿Por qué ese afán en denunciar a la “casta” y salvar a los sindicatos y
a las ONGs? Es simple, porque así como la frontera entre la “casta” y Podemos es nítida, existe una frontera
nebulosa y ambigua entre Podemos y
los sindicatos o las ONGs. De hecho, muchos miembros de Podemos están afiliados a Comisiones Obreras y a UGT y otros
trabajan en y con ONGs.
Así pues, su campaña contra la “corrupción” y
contra la “casta”, evita el tocar a los sectores en los que, en cierta medida,
participan “los amigos”. El hecho de que en el programa de este partido no se
mencionen ni a unos ni a otros es significativo de la ambigüedad en la que se
mueven.
En el momento actual llama la atención como es
posible que ningún partido, ni siquiera
Podemos, haya pedido la DISOLUCIÓN DE LA UGT-Andalucía y la SUSPENSIÓN DE
LA AUTONOMÍA ANDALUZA a la vista de la corrupción generalizada y de la
imposibilidad de realizar un cambio por vía electoral en aquella comunidad
dadas las redes extremas de clientelismo que hacen que el “régimen andaluz”
tenga ya casi 40 años a lo largo de los cuales la corrupción inicial (el Caso
Guerra se inició allí, precisamente) se haya ido extendiendo capilarmente hasta
imposibilitar cualquier cambio político.
La “casta” no puede reducirse solamente a la
“clase política”; hacerlo significa no percibir lo que ha ocurrido en España en
los años de la “democracia”. La corrupción, anidada en la totalidad de niveles
y estructuras del régimen, desde la corona hasta los ayuntamientos, desde las
ONGs hasta los sindicatos, desde las comunidades autónomas hasta el parlamento
y desde el Senado hasta las comunidades de vecinos… se ha convertido en el
rasgo más distintivo de este período histórico. Cuando se habla de “lucha
contra la corrupción” se está hablando de lucha contra un sistema global de
intereses que ha penetrado en todos los sectores e instituciones de la vida
pública y de la sociedad. La “casta” es solamente una de las estructuras
corruptas… pero, desde luego, no la única. Hayan robado lo que hayan robado
todos los Urdangarín que se mueven en las esferas de poder, probablemente sea
muy similar a los botines obtenidos por otros mediante las “estafas
humanitarias” y las “estafas sociales” a las que hemos aludido.
Podemos, y este es el fondo de la cuestión,
no quiere darse zarpazos a sí misma. No quiere amputarse simpatías de unos
sindicatos que saben que el ciclo de lo que hasta ahora ha sido la izquierda
tradicional (PSOE, PCE, IU) se está acabando y que pronto tendrán que tratar
con otra “casta”. Podemos prefiere contar con la neutralidad de los sindicatos y,
por tanto, mejor olvidar sus cadáveres escondidos en la sala de fotocopias o el
olor a podrido que emana desde sus despachos. Y lo mismo cabe decir en relación
a las ONGs.
Tener el valor de
enfrentarse a la corrupción como totalidad
¡PERO ESTO NO ES COMBATIR A LA CORRUPCIÓN! La
corrupción no puede dividirse en especialidades, algunas de las cuales, mejor
eludir (las de las ONGs y las de los sindicatos) por aquello de que son
“fuerzas de izquierda progresista”) y otras a las que hay que atacar de manera
inmisericorde (la protagonizada por la “casta” y la “monarquía”). De persistir
en esta actitud Podemos, cabría pensar
que su ataque a la “casta” está solamente motivado porque es el obstáculo que
le impide el acceso al poder. Dispuesto a abrirse paso a codazos, Podemos debe de combatir la corrupción
de los partidos que le taponan… pero pasa completamente de largo, a las ONGs y
a los sindicatos. Y, por eso, es lícito dudar de la firmeza de su voluntad real
de combatir a la corrupción, A LA TOTALIDAD DE LA CORRUPCIÓN.
Esto es, ya de por sí, preocupante… la nueva
alternativa que ha esperanzado a un sector del electorado y que se presenta
como signo de renovación, mantiene en su programa una peligrosa zona de
silencio en torno a la “estafa humanitaria” y a la “estafa social”.
Es evidente que este aspecto no puede ser
resaltado por la derecha en su ofensiva contra Podemos. La derecha solamente desearía que nadie hablara de
corrupción y, en este caso, la derecha que está gestionando el poder debería
explicar cómo es que sigue donando fondos cuantiosísimos a las ONGs y a los
sindicatos y estos fondos están COMPLETAMENTE FUERA DE CONTROL Y DE FISCALIZACION
POR PARTE DEL ESTADO.
La corrupción no es un fenómeno que afecte
solamente a una parte del Estado: afecta a la totalidad del Estado y, lo que es
peor, a la sociedad. Tiene gracia que un fiscal anticorrupción forme parte de Podemos. Habría que preguntarle: ¿Qué hizo usted contra la “estafa
humanitaria” y contra la “estafa social”? Esas dos modalidades de estafa existen y
forman parte del proceso de corrupción generalizada que difícilmente puede
combatirse por los medios convencionales ofrecidos por la justicia democrática
hasta ahora. Tampoco Podemos propone
medios especiales para combatir a la corrupción. Ni medidas ejemplarizantes.
Sin embargo, está claro que el delito de
corrupción es más grave que un simple delito cometido por un particular contra
otro particular: es un delito contra la sociedad y, por tanto, en su luchan
deben de emplearse medios de singular dureza tanto en las penas de prisión,
como en la confiscación de bienes, subordinándose cualquier beneficio penitenciario
a la restitución de la totalidad del capital robado con los intereses
correspondientes.
Los delitos de “estafa humanitaria” y de
“estafa social” deben ser incluidos en el código penal como agravantes de los
casos de corrupción, al utilizarse excusas que afectan a situaciones
dramáticas, emotivas o sentimentales para poder realizar el delito. Y, por
supuesto, la disolución de las organizaciones implicadas en estos casos con la
consiguiente confiscación de bienes se impone en estos tipos de estafa.
Nos gustaría que Podemos hablara algo de todo esto, pero está presa, no solamente
por los lazos de algunos de sus dirigentes con sindicatos y ONGs, sino
especialmente por esa mentalidad “progre”, de carácter humanista y
universalista que se niega a ver en el propio bando la progresión de la
corrupción. Eso es lo que impide a Podemos
ir mas allá de las posiciones de la izquierda clásica, una izquierda que en
su versión socialista, comunista o ecosocialista, ya está suficientemente
desgastada.
En Podemos
hay otra forma organizativa, otros rostros, pero sigue existiendo esa misma
mentalidad “progre”, cargada de tópicos situados por encima de la objetividad y
del rigor del análisis. Ya hemos aludido a la posición de Podemos en relación a la inmigración (no de los factores esenciales
de la globalización a la hora de reconfigurar el mercado laboral en Europa),
ahora podemos añadir también su silencio ante la “estafa humanitaria” y la
“estafa social”, silencios elocuentes que configuran a Podemos como un nuevo look
para envolver las ideas “progres” de siempre. Pero nada que vaya mucho más
allá.
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