lunes, 24 de febrero de 2025

EL 23-f ALEMÁN: LA “GRAN COALICIÓN” YA NO SERÁ “GROSS KOALITION”

El resultado de las elecciones alemanas, lejos de solucionar los problemas de aquel país, lo suma a la larga lista de países europeos con problemas de estabilidad y gobernabilidad. Dicho en otras palabras: la coalición de gobierno que salga, una vez más, no se corresponderá con los deseos de buena parte del electorado. Esta situación afecta, precisamente, a las dos “locomotoras europeas” (Francia y Alemania) y está repercutiendo en toda Europa. Esta situación nace de la política del “cinturón sanitario”, ordenada por el Foro de Davos, por los Soros y demás representantes del “dinero viejo”, a una clase política, gastada, sin ideas, sin doctrinas, ni objetivos salvo su propia supervivencia. Cuando los tertulianos y los dirigentes de los partidos aluden a la “gran coalición” que se formará en Alemania, es lícito sonreír: el SPD ya no es el segundo partido, es el tercero (en caída en picado) y la línea política que aceptará, para participar en el gobierno, es “continuista” en relación al anterior tripartito: no cambiar nada en materia de energía, ni en materia de inmigración. En otras palabras, la inestabilidad y el estancamiento económico están escritos en el futuro alemán.


EL CAMINO A LAS ELECCIONES DE 2025

En 2021, el flamante SPD obtuvo 206 diputados y 11.955.434 votos. No era una victoria rotunda: la CDU/CSU había obtenido 197 diputados (apenas 9 menos) y 725.000 votos menos. Entonces si que una “gran coalición” hubiera sido la “Gross Koalition”, no ahora. Pero, Olaf Scholz cometió el error de elegir mal los aliados: los Verdes que habían registrado una de sus fugaces subidas electorales y los Liberales que habían mejorado ligeramente. En esa ocasión, la AfD descendió ligeramente y Die Linke se desplomó. La coalición prometió resolver los grandes problemas del país…

Pero la economía alemana se detuvo en los años siguientes, los atentados islamistas se convirtieron en una triste y trágica cotidianeidad, el conflicto ucraniano y las sanciones obligadamente impuestas a Rusia, los problemas energéticos y, sobre todo, el negro futuro, entrañaron el final de aquella coalición que se rompió -como suele ocurrir- por la pieza más débil -el FPÖ- temeroso de desaparecer políticamente (como así ha ocurrido). Era previsible: a los Verdes solamente les interesaba la “política verde” y esto implicaba: Agenda 2030, más energías alternativas, liquidación de la energía nuclear, “welcome refugies”, aumento del gasto público y poco más… que eran, algo más radicalizadas, propuestas idénticas a las del SPD.

Para la población, era evidente, que esta política no funcionaba. Y lo que era peor para los partidos del stablishment: en algunas encuestas, la AfD aparecía, en la primera mitad de 2024, como el partido con mayor intención de voto. En apenas tres años, la popularidad del gobierno había caído del 52% al 33%. Al tratarse el problema del aumento del gasto público en noviembre de 2024, las posiciones de la coalición gubernamental eran irreconciliables. Los liberales rompieron la baraja proponiendo reducir el gasto público, especialmente en materia climática y en políticas sociales. 

A esto se sumó la derrota de los partidos de la coalición en las elecciones europeas y en todas las elecciones regionales que se convocaron. El partido menos afectado en estas elecciones regionales había sido el FPÖ que creía, verdaderamente, poder sustituir a la AfD como “partido de protesta”… olvidando que hasta ese día era “partido de gobierno”. La destitución del ministro de finanzas, Lindner (presidente del FPÖ), fue la excusa para que este partido rompiera la coalición, obligando a Scholz a convocar nuevas elecciones al no superar la moción de confianza…

LOS DIEZ MILLONES DE VOTOS DE AfD ANTIINMIGRACIÓN,
SON, EN REALIDAD, MÁS

Casi podría decir que la socialdemocracia alemana ha vuelto a sus orígenes, obteniendo el peor resultado en 140 años… Esto no es poco: no debemos olvidar que existe la Internacional Socialista, porque existe el SPD y que esta estructura internacional se formó en torno a tres puntales: el socialismo francés (la SFIO, hoy PSF, en crisis profunda), el laborismo británico (Starmer es el político peor valorado del Reino Unido) y el pilar alemán (a partir del 23-F sumido en la irrelevancia). Después del Congreso de Bad Godesberg, con la renuncia al marxismo y la aceptación del capitalismo, esa doctrina impregnaría a todo el socialismo mundial. Esta idea suponía equilibrar logros sociales con crecimiento capitalista. Y esto “funcionó” para el electorado hasta la gran crisis económica de 2007-2011 cuando la socialdemocracia europea, puestos a salvar a la clase trabajadora o a la banca, allí donde gobernaba (en España, con ZP, sin ir más lejos) optó por el “salvataje” de la banca… Ahí empezó el principio del fin de la Internacional Socialista…

Caída la “ideología de Bad Godesberg”, la socialdemocracia optó por el “pensamiento excéntrico” o la “izquierda marciana”: identificar su ideario con las nuevas ideas irradiadas por el Foro de Davos, por las organizaciones internacionales de la ONU y sus agencias, problemas climáticos, energías verdes, estudios de género, inmigracionismo, sintetizados luego en la Agenda 2030. La socialdemocracia abandonó sus orígenes para convertirse en un híbrido extraño y anómalo cuyo electorado estaba formado por profesionales progresistas, inmigrantes nacionalizados, okupas, minorías sexuales, especies en vías de presunta o real extinción y poco más. Las clases trabajadoras buscaron otras listas electorales que defendieran sus intereses. Y se orientaron, en toda Europa, hacia el “nacional-populismo”.

En Alemania, desde finales de los años 60, se había conseguido evitar que el NPD superase la barrera del 5% de los votos -necesaria para entrar en el parlamento federal-; esta norma, unido a la actividad de la Oficina de Protección de la Constitución, OPC (que infiltraba miembros provocadores y sometía a una estricta vigilancia a los partidos de “extrema-derecha”), consiguió que las distintas formaciones de tipo “nacional-popular” que se había ido sucediendo desde 1948, (SRP, DRP, NPD, Republikaner, etc) tras un período de ascenso, finalmente, vieran entorpecidas y detenidas sus perspectivas de crecimiento. Hasta que apareció Alternativa por Alemania (AfD).

En realidad, los partidos de “extrema-derecha” que hemos mencionado antes podían calificarse como “neo-fascistas”, o bien contaban con antiguos miembros del NSDAP. Esto era suficiente para que fueran excluidos de la vida política alemana. Sin embargo, con la AfD estamos hablando de otro tipo de partido. Esta formación, no acepta, por ejemplo, a miembros que hayan tenido militancia en el pasado en formaciones de extrema-derecha… para evitar las trabas puestas por la OPC

La cuestión es que, en las elecciones del 23-F la AfD ha experimentado un tirón que le ha llevado a convertirse en la segunda fuerza política del país, con 10.327.148 votos, 151 diputados (68 más que en las anteriores elecciones), aumentando su cuota electoral en un 114’7%... con dos millones de votos mas que la socialdemocracia y tres millones y medio de votos menos que los democristianos.

Lo sorprendente de esta formación es que ha logrado el trasvase a su patrimonio electoral de dos millones de votos de la CDU y de algo menos de un millón de votos del SPD. Lo que ha generado esta riada de votos es la pérdida de vitalidad económica y la inmigración masiva -resultado de las políticas erróneas de gobiernos anteriores, especialmente de la Merkel- a lo que hay que sumar el yihadismo en plena ofensiva que, en los últimos meses, prácticamente cada semana realiza algún apuñalamiento o atropellos masivos.

Pero, no nos engañemos: el rechazo a la inmigración es todavía más masivo de lo que parece. Por unos votos ha logrado entrar en el parlamento federal, la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), una formación que ha logrado un 5% de los votos (2.468.670 votos) con un solo diputado, un partido de izquierdas, escindido de Die Linke, antiinmigración. En otras palabras: sumado el potencial antiinmigración de la AfD y de la BSW, prácticamente iguala los resultados de la CDU (sin olvidar que, parte de la rama bávara de la CDU, la CSU, está en posiciones más conservadoras que la AfD…).

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LA “PEQUEÑA GRAN COALICIÓN”

No se puede dudar de que los resultados electorales conducen directamente a una alianza entre la CDU y el SPD. Hará falta esperar a los términos del acuerdo y del programa de gobierno para darse cuenta de lo que dará de sí. Y todo induce a pensar que no tendrá un largo recorrido. Para que pudiera triunfar, debería de revertir las políticas que democristianos y socialdemócratas han aplicado en las últimas décadas. Sería como decir: “lo hemos hecho rematadamente mal durante desde hace treinta años, pero, tranquilos, ahora lo haremos de maravilla”… Y, ciertamente, el electorado podría creer el “relato” construido ad hoc si no fuera porque no hay ningún dato que permita ser optimista.

A esto se une, además, que la disolución de la USAIDS empezará a sentir su influencia en los medios de comunicación occidentales pro-globalistas, que se verán privados de fuentes de ingreso para difundir sus campañas de agitación. Si el futuro gobierno alemán logra prolongar su existencia los cuatro años de la legislatura, nadie sabe cómo podrá revertir la tendencia a un aumento de la deuda pública, a una necesidad de energía que las “renovables” no están en condiciones de ofrecer, o detener al terrorismo yihadista y al deterioro del orden público, sin repatriaciones masivas, expulsiones de islamistas raciales, o cómo se va a financiar la reconstrucción (o la ayuda militar) de Ucrania (¿con bonos? esto es, con más deuda europea…), ni siquiera cuál va a ser la política exterior de la RFA y de la UE.

ALGUNAS CONCLUSIONES

La tendencia del electorado alemán es a un corrimiento hacia la derecha. La CDU crece, pero a costa de perder votos en dirección a AfD (y ganarlos, de antiguos votantes del SPD y del FPÖ). La CDU crece, pero su rama bávara está mucho más próxima a la AfD que al SPD.

Por otra parte, la AfD no es un partido ni “extremista”, ni “neo-nazi”: es el partido que mejor responde y de manera más clara a los problemas de la sociedad alemana en este momento. De hecho, su programa contiene elementos ultraliberales en lo económico, pero también proteccionistas, antiinmigración, y a partir de 2020 se autodefine como “partido social”. Dista mucho de ser un partido unitario, al menos si hacemos caso a sus documentos.

Ahora bien, existe entre las distintas tendencias, un acuerdo: “el islam no pertenece a Alemania” (resolución política de la AfD en 2016), que rectificó la consigna de 2013 (“Política de asilo más generosa y de inmigración más estricta”) y en “Detengan la locura de género”. Los 25.000 afiliados al partido están de acuerdo unánimemente en estas posiciones

El partido mantiene un ala más radicalizada, Der Frügel, dirigida por Björn Höcke y Dubravko Mandic, que ha sido declarada como ”extremista” por la Oficina de Protección de la Constitución (OPC). La propia AfD pidió la disolución de esta tendencia (que tenia entre el 20 y el 40% de apoyo de los afiliados) que, consciente del riesgo que implicaba enfrentarse a la inquisición gubernamental, cambió de nombre… Sobre todo, en los länders de Turingia y Sajonia donde el partido ha obtenido más del 30% de los votos y en el territorio de la antigua República Federal Alemana, en donde este partido es mayoritario. La rama juvenil, del partido, Alternativa Joven es la más radicalizada y, constituye el motor activista de la AfD.

Los “tránsitos” de la AfD en Europa son indicativos de ciertas ambigüedades de su orientación -tributos a su deseo de supervivencia y para esquivar la vigilancia de la OPC- Inicialmente, intentó acomodarse en el parlamento europeo en el grupo de Conservadores y Reformistas Europeos, con la oposición de Markel y Cameron. Cuando algunos diputados de la AfD propusieron que se autorizara la utilización de armas de fuego contra los “refugiados”, se les pidió que abandonaran el grupo. Este partido está en excelentes relaciones, desde 2016 con el FPÖ austríaco, con el que fraguó una “Alianza Azul” ese mismo año.  En 2023, la AfD se integró en el Grupo Identidad y Democracia formado por el FPÖ, la Lega Nord, y el Rassemblement National francés. La situación de las “fuerzas alternativas” en Europa es hoy mucho más diáfana de lo que suele creerse: están a las puertas del poder y este les hace ser especialmente cautos en sus relaciones con otros partidos hermanos.

Cuatro años más y el fracaso de las coaliciones de gobierno en Francia y en Alemania, así como el presumible desastre del laborismo británico o el cambio de rumbo en EEUU, dejan presagiar el hundimiento de las formaciones tradicionales que han constituido las columnas del sistema político europeo desde 1945: el centro-derecha y el centro-izquierda.

La política del “cinturón sanitario” frente a la “extrema-derecha” (en realidad, frente al “populismo euroescéptico”), en realidad, no hace más que prolongar la agonía de los partidos del stablishment que esperan que, por un milagro de la providencia, se pueda revertir la decadencia histórica de Europa, el yihadismo se extinga como una vela, la inmigración y islamización de Europa, brusca e inesperadamente, se integren y la economía fluya como en los mejores años de prosperidad, mientras que la deuda decrece ampliándose el gasto público… ¿tienen sentido estas esperanzas imposibles? Desde luego que no: la cuestión no es saber quién gobernará en Europa en los años 30 del siglo XXI, sino si la situación en ese momento podrá enderezarse y la larga agonía de los partidos de los partidos y de las políticas del stablishment ya nos habrá sumido en una crisis irreversible marcada por la quiebra económica, la islamización y la guerra civil racial, étnica y social.

No hay distintas encrucijadas; sólo hay una: o se está con los partidos del stablishment o se está con la alternativa. Y todo induce a pensar que mientras unos menguan, los otros crecen, Esta es la tendencia en toda Europa y que no dejará de aumentar en lo que, gracias a los partidos del stablishment, se ha convertido en el “islote woke mundial” . Solamente cuando este proceso se haya realizado en Francia y Alemania será posible la reformulación de la UE, y abordar la necesaria reforma de la Unión.

Por el momento, el resultado de las elecciones alemanas, ha sido un paso al frente en esa dirección y la “pequeña gran coalición” el síntoma de la crisis de los partidos del stablishment.