martes, 20 de junio de 2017

Acaba de aparecer: ROSTRO Y DRAMA DE FALANGE ESPAÑOLA



ENTREVISTA CON EL AUTOR

¿Queda algo por descubrir en la historia de Falange Española?

No tanto por descubrir, como por interpretar. Realmente, desde los años 90, prácticamente es difícil que aparezcan nuevos datos sobre la historia de Falange y si aparecen, indudablemente, se trata de elementos poco relevantes. Últimamente, ha aparecido algún libro nuevamente hagiográfico sobre Falange, pero nada nuevo, en definitiva. El trabajo que nosotros hemos realizado ha consistido en reordenar todas las piezas del puzle y establecer una teoría nueva sobre el origen y el papel de Falange Española durante la Segunda República.

Así pues, Rostro y drama de Falange Española ¿no es una reiteración de los lugares ya conocidos sobre la historia de este movimiento?


En absoluto. Desde que en 2013 iniciamos la reconstrucción de la historia del nacional-sindicalismo español, lo hicimos al percibir la ausencia de una interpretación histórica sobre el movimiento ¡especialmente por parte de los propios falangistas! Lo que los propios falangistas consideran como “su historia” no deja de ser una colección de datos encadenados y descontextualizados que terminan siendo “hagiografía” y no “historia”. El término “hagiografía” procede de ἅγιος (santo) y γραφή (escrito). Obviamente, las hagiografías son extremadamente favorables al biografiado, habitualmente fantasiosas, siempre retóricas y carecen por completo de espíritu crítico. En esta línea, sin excepción, los autores falangistas han compuesto este tipo de obras para consumo interno, pero insuficientes para entender la historia de Falange. Por ejemplo, habitualmente estas hagiografías dicen: “José Antonio se lanzó en política en defensa de la obra de su padre”… pero se evita decir que no lo hizo desde una plataforma neutral, sino desde la vicesecretaría de la Unión Monárquica Nacional (cuando existían otros partidos desde los que hubiera podido defender la obra de la dictadura o que lo hizo en los tribunales defendiendo a algunos ministros de su padre. Se dice, por ejemplo, “Falange se fundó el 29 de octubre de 1933”, pero se elude decir que pocos días después, el 19 de noviembre, tuvieron lugar las elecciones generales en las que José Antonio se presentaba por Cádiz en la lista de “Acción Ciudadana y Agraria – Frente de Derechas” y que, por tanto, el mitin fundacional, formaba parte de la campaña electoral… Se dice que Falange se presentó independiente sin hacer causa común con la derecha, pero se olvida decir que, antes, José Antonio en persona había negociado la integración de los candidatos falangistas en las listas de la derecha o que en las elecciones de Cuenca en mayo siguiente, el propio José Antonio figuró en la candidatura junto a dirigentes de la derecha (CEDA) y de la extrema-derecha (Renovación Española)… Dado que las hagiografías escritas por falangistas, no aclaran estas contradicciones, ni los muchos misterios de la breve historia falangista entre el 29 de octubre de 1933 y el 18 de julio de 1936, nos dedicamos a tratar de elucidar todos estos aspectos a despecho de los criterios de muchos amigos y sin saber exactamente a dónde iríamos a parar. Ahora esa excursión por la historia ha terminado y estas son nuestras conclusiones.

Sin embargo, la primera historia crítica de Falange fue escrita en 1935 por Ramiro Ledesma, ¿Fascismo en España?…

Es cierto, pero con un par de salvedades: Ledesma tiende, sobre todo, a defender, sobre todo, su postura y, en segundo lugar, no cuenta todo lo que sabe. Algunos episodios importantes los pasa de soslayo: su propia posición ante el ingreso de Calvo Sotelo, ocultar de dónde llegaron los fondos para todas sus publicaciones así como algunos aspectos de la “unificación” con Falange (cómo a instancias de quién se realizó) y luego, posteriormente, dar una versión inasumible de la ruptura con José Antonio (el cual en su proceso acusó a los alfonsinos de “quitarle las perras y organizar la escisión de Ledesma”) y un largo etcétera de lagunas históricas deliberadas. Dato importante: Ledesma nunca ataca a los alfonsinos e incluso demuestra cierta admiración por el tradicionalismo carlista. Solamente siente una hostilidad manifiesta hacia Albiñaba. No, definitivamente, nos equivocaríamos si considerásemos ¿Fascismo en España? como una “obra crítica”, es, como máximo un testimonio, necesario pero deliberadamente (y voluntariamente) incompleto sobre aquellos años.

¿Cuáles son las preocupaciones que has reflejado en esta obra obra?

Cuatro fundamentalmente: la primera de todas tiene que ver con la sociología del partido. ¿De dónde procedían los falangistas de aquellos años? Respuesta: mayoritariamente de las clases medias. No existen censos ni estadísticas, pero existe una historia que nos muestra inequívocamente que el SEU era la parte más “vivaz” (digámoslo así) y activa de Falange Española… y el SEU estaba compuesto en 1936 por 10.000 estudiantes que, además estaban presentes en la Primera Línea. En aquella época, estamos en los años 30, quienes tenían acceso a la universidad eran, mayoritariamente, los hijos de las clases medias. Si en el curso 1934-35, Falange ya tenía prácticamente el control de la mayor parte de universidades eso se debía a que lo esencial de su militancia pertenecía a ese grupo social. Este dato es fundamental porque permite entender mejor cuáles eran las necesidades, planteamientos, objetivos y preocupación de este grupo social y cómo Falange intentó encarnar sus intereses… aunque sólo lo consiguió en las aulas.

¿Y los obreros…?

Dejando aparte, la famosa “movilización de parados” (de la que tenemos datos a través de Ledesma, su inductor, el cual no explica que solamente se produjo después de que José Antonio firmara con Sáinz Rodríguez la segunda edición de los “Pactos de El Escorial”, en el que se establecía que parte de la ayuda alfonsina iría a parar a la formación de unos sindicatos falangistas), la verdad es que la historia de los sindicatos falangistas antes de la guerra es muy limitada. Sólo funcionó un sindicato falangista: el SEU, y no era obrero. No vale la pena engañarse, como lo han hecho con mucha frecuencia, personajes entrañables como Ceferino Maeztú: antes de la guerra apenas existieron “obreros falangistas”. Mejor reconocerlo de partida, antes que otros te lo recuerden de manera no tan amigable. Incluso puede afirmarse que lo poco que existió de las CONS estaba formado por dependientes, taxistas y “oficios varios”, pero no hay ni un solo dato de un sindicato falangista creado en alguna gran empresa industrial de la época. Cuando Agustín Aznar y sus estudiantes paramilitarizados asaltan el SEPU lo hacen es más por “los tradicionales amores entre estudiantes y modistillas” (David Jato emplea esta frase) que por un objetivo sindical… Seamos tajantes: por mucho que los falangistas se esfuercen en encontrar obreros en Falange, estos eran una ínfima minoría. Incluso los 20.000 que se acercaron a CONS cuando la “movilización de parados”, no lo hicieron por ideales patrióticos y sociales sino por la simple oferta de que el sindicato les daría un empleo. Incluso la misma práctica sindical de las CONS era atípica e incluso, diría yo, que estrafalaria: era muy aventurero pensar que enviando a los parados de las CONS a obras en las que no eran necesarios obreros y nadie los había pedido, conseguirían encontrar trabajo… Ledesma reconoce que unas semanas después solamente quedaban 2.000 afiliados a CONS y, sin duda, la mayoría no eran obreros, sino que ejercían oficios. El “drama” –tal es uno de los conceptos que aparecen en el título de la obra– es que, ya desde entonces apareció un “nacional-sindicalismo” sin “sindicalistas”…

El análisis sociológico de Falange es, pues, una de las preocupaciones de la obra ¿qué otro tema has considerado en esta obra?

El segundo aspecto del “drama” falangista, es el relativo a la cuestión religiosa. Me he preocupado por realizar una génesis del catolicismo español desde finales del XIX hasta la República. Era necesario para entender los términos del problema: España estaba dividida en dos, ya se sabe, pero esa división tenía que ver, sobre todo, con la cuestión religiosa. La divisoria en aquel país hemipléjico venía dada por la separación entre “clericales” y “anticlericales”: o se estaba en un lado de la trinchera o se estaba en otro. Obviamente existían moderados que evitaban pronunciarse o, simplemente, indiferentistas religiosos a los que el tema no les interesaba: pero eran una minoría en un país fuertemente radicalizado a favor o contra el clero. En la obra doy datos abundantes sobre el “catolicismo social” y los “sindicatos libres”, pero el problema era que en 1933, cuando se funda Falange, a un lado está la España clerical, terrateniente, adinerada, de derechas, conservadora y burguesa, monárquica, y al otro lado la España rural y proletaria, atea, de izquierdas y a un paso de la pobreza. Falange, en el momento que nace, tiene varios aristócratas en su dirección, cuenta con un grupo de intelectuales conocidos por sus artículos en ABC e Informaciones (el diario de Juan March), con un activísimo grupo estudiantil procedente de las clases medias, aliado en las aulas con los católicos-tradicionalistas de la AET y con la Federación de Estudiantes Católicos… estaba, por todo ello, encuadrado visiblemente y de manera objetiva, lo quisieran o no, dijera lo que dijeran, en una de esas dos Españas. Además, el partido se declaró católico…

Y eso ¿no suponía interpretar el sentimiento mayoritario del pueblo español en la época?

Sí, claro. Pero existía un problema: Falange no contó nunca ni con el apoyo del clero, ni de la jerarquía, ni siquiera las orientaciones que llegaban del Vaticano le favorecían. No contó, a diferencia del carlismo, con el apoyo del clero montañés y rural de algunas zonas del país. Tampoco contó con el apoyo del clero diocesano que siempre apoyó –y es bueno recordarlo– a la CEDA. Por otra parte, el catolicismo se convirtió en una fuente de problemas: José Antonio lo entendía de una forma (bastante rigurosa en su práctica personal, pero muy abierto y tolerante en su relación con otros), pero los hubo que lo entendieron de una manera integrista y encontraron en el programa de Falange poco catolicismo para sus aspiraciones (Francisco Moreno, marqués de la Eliseda, por ejemplo). La propia CEDA atacó a Falange diciendo que no era “suficientemente católica”. En fin, hubo de todo como en botica, pero su adscripción al catolicismo determinó que Falange fuera encuadrada mecánicamente y en su tiempo en una de las dos Españas y no precisamente en la anticlerical. No hubo una “tercera España”.

Por lo que veo, el tercer tema son los intelectuales de Falange, Hay un capítulo de más de 100 páginas dedicados a ellos, ¿qué has encontrado?

Como se sabe, en Falange han abundado exaltaciones a la poesía y a la literatura. Los falangistas han alardeado de sus intelectuales con legítimo orgullo. Algunos han llegado a decir, en la estela de José Antonio, que Falange era la “poesía que promete” y en la transición, en una de las más exaltadas consignas de la Auténtica fue aquello de que “ellos tienen el poder, nosotros tenemos la poesía…”. Pero, era evidente que si se trataba de componer un fresco sobre el “rostro” de la Falange histórica, había que recurrir a pasar revista a sus intelectuales. Y entonces vino la gran sorpresa… En primer lugar, hay que constatar que se trató de un grupo multiforme que nunca formó ni una escuela, ni siquiera estaban particularmente predispuestos para la poesía. No fue sino hasta la posguerra en donde pudo hablarse de una “generación falangista” de poetas. El círculo que se ha dado en llamar “la corte literaria de José Antonio”, una verdadera camarilla próxima al fundador, sin relación con la Primera Línea -segunda sorpresa- e incluso mal vista por ésta, creó las consignas y la estética del partido en los primeros meses (especialmente a través de Sánchez Mazas), pero luego, con la llegada de los jonsistas, su papel decayó y ya nunca más volvió a influir directamente. Tercera sorpresa: las famosas tertulias en las que participaba todo este grupo, no tenían nada que ver con la realidad orgánica del partido, no solamente en ellas apenas se hablaba de política (se hablaba de gastronomía, de rarezas, viajes y todos los datos que han llegado hasta nosotros permiten situar las discusiones como simplemente “snobs”) y José Antonio apenas aparecía, salvo en las llamadas “cenas de Carlomagno” (de riguroso smoking). Cuarta sorpresa: todos los miembros de la “corte literaria” (salvo Santa Marina por su lejanía y Ridruejo por su juventud) eran colaboradores habituales de Acción Española, la revista monárquica maurrasiana española dirigida por Ramiro de Maeztu. No solamente colaboraban con Acción Española sino que, además, globalmente, aportaron entre un 25 y un 30% de sus contenidos. Hace falta repasar, como hemos hecho, la totalidad de la colección de Acción Española para advertir y cuantificar la presencia de intelectuales falangistas en esta publicación, recalcamos, antes y después de fundarse el partido (lo que se extiende también a algunos conspicuos jonsistas como el propio Ledesma, su amigo Emiliano Aguado y el colaborador de todas sus empresas, Juan Aparicio). Más aún, -quinta sorpresa- todos, absolutamente todos los miembros de la “corte literaria” (salvo, una vez más Ridruejo y Santa Marina) eran colaboradores habituales, cronistas y enviados especiales, de diarios de la derecha monárquica alfonsina, especialmente de ABC, Informaciones y otros varios. No se limitaban a ganarse el sueldo, sino que, incluso, Eugenio Montes y el propio Sánchez-Mazas escribieron encendidos elogios a la monarquía y a la derecha europea, insisto, una vez más para que quede claro: ¡lo hicieron antes y después de fundarse Falange, mientras eran militantes de la misma y hasta el 18 de julio de 1936! Todos los intelectuales (con la nueva excepción de Santa Marina), explicaron después de la guerra que habían ingresado en Falange por amistad con José Antonio, más que por identidad con los ideales la Falange. Alguno de ellos, como el Conde de Foxá, dos años después de terminar la guerra civil, se permitían ironizar ante Curzio Malaparte, sobre la clase obrera, el diablo y la religión, como éste dejó constancia en Kaput… demostrando que su “compromiso falangista” había sido débil: desapareció al desaparecer José Antonio.

¿Tocas en algún lugar el tema del antisemitismo?

No, desde luego en esta obra. En Ramiro Ledesma a contraluz si me encargué de desmentir la falacia que hacía él un conspicuo antisemita. Lo mismo cabe decir de José Antonio, quien, a diferencia de Redondo que sí lo era, no mostró gran interés en la cuestión. Ahora bien, es rigurosamente cierto que Ernesto Giménez Caballero, una pieza importante porque fue el primer español en considerarse “fascista”, el primer intelectual que figuró en torno a José Antonio (antes que Sánchez Mazas) y trajo el mensaje del fascismo a España, no solamente no era antisemita, sino que pertenecía a la corriente del llamado “neo-sefarditismo”, hoy olvidada, pero a la que se adscribieron personajes como Miguel Primo de Rivera, Francisco Franco o, incluso, Blas Piñar. Básicamente explicaba que los judíos sefarditas son reconducibles al catolicismo, mientras que los askenazíes no lo son. Giménez Caballero, vecino de juventud de Juan March, el financiero sefardita mallorquín, empezó a colaborar pronto con Ignacio Bauer, el banquero judío presidente de la Comunidad Judía española, del que recibió fondos para viajar por todo el mundo recogiendo datos sobre el sefarditismo y que compró La Gaceta Literaria. March, por su parte (con cuyo secretario, Ledesma contacto para buscar subvención, por cierto, antes de la “unificación”, sin duda a instancias de Giménez Caballero), financió el PEPE (Partido Económico de la Patronal Española) a finales de 1935 con el que éste se presentó a las elecciones dentro de la coalición de derechas. En cuanto a Samuel Ros, otro miembro de la “corte literaria”, simplemente era judío y, aparentemente, a la luz de sus escritos, sionista y estaba orgulloso de serlo. No se sabe de ningún falangista que se lo reprochara. No, en Falange, al menos hasta el 18 de julio de 1936 no hay más antisemitismo que el que agitó Onésimo Redondo.

¿Por qué detienes tu análisis el 18 de julio de 1936?

En realidad, lo hago el 20 de noviembre de 1936. Lo que ocurre en Falange en el verano de 1936 y hasta marzo del 37, está dominado por la guerra civil. Después de esa época Falange ya no existe como tal, lo que existe es el “Movimiento Nacional de FET y de las JONS”, otra cosa muy diferente.

Así pues, muerto el fascismo en 1945 y fusilado José Antonio, el partido se evaporó…

El Decreto de unificación de 19 de abril de 1937 acabó, ciertamente con Falange. Pero aunque no se hubiera producido estaba claro que, al declinar los fascismos, Falange debía de haber seguido una trayectoria parecida a la de partidos con similar orientación que habían nacido en Iberoamérica: transformarse, adaptarse y renunciar a algunas de sus características que coincidían más específicamente con la ideología vencida. Porque, lo que nadie, absolutamente nadie a estar alturas puede desmentir es que Falange fuera la “versión española del fenómeno universal de los fascismos”. Esto es importante y es lo que muchos falangistas se niegan a reconocer (de ahí la debilidad de sus análisis). Pero si se niega esto, ya no es posible reconstruir la historia de Falange Española y examinarla con serenidad. En ese caso, se sitúa al partido en un limbo doctrinal que, desde luego, no es admitido en absoluto por la historiografía contemporánea. Y con razón. A partir de 1945 tuvo lugar el drama final de Falange: su creciente inadecuación al tiempo nuevo producto de que nadie quiso o pudo realizar la tarea de adaptación.

¿A qué te refieres cuando hablas de “inadecuación”?

Falange, siguió presentándose década tras década como un movimiento “sindicalista”, pero nunca tuvo grandes masas obreras en sus filas, tan solo elementos aislados con vocación obrerista, pequeños grupos que nunca estuvieron en condiciones de actuar como un sindicato y que siempre fueron minoritarios y escasamente representativos: CTS, CONS, UNT, etc. De repente, un buen día, resultó que el sindicalismo, el clásico y el “vertical”, ya no estaban en condiciones de actuar contra el capitalismo globalizado. El sindicalismo aparece como herramienta de una forma de capitalismo, el industrial, pero no puede casi nada contra el capitalismo multinacional que siguió, ni absolutamente nada contra el capitalismo financiero y neoliberal de nuestro tiempo. Una cosa es que los falangistas de los años 30, 50, 70, 90 y actualmente, tengan una “vocación social” y otra muy distintas que el sindicalismo al que aludan sea el instrumento más adecuado para luchar contra la actual forma del capitalismo muy diferente al que conocieron los fundadores. Y en este sentido están tan desfasados como pueda estarlo UGT o CCOO. Luego estaba la “cuestión nacional”. La definición de España como “unidad de destino” no sirve hoy de gran cosa si no se explica, acto seguido, cuál ese “destino” y qué “misión” justifica a España como Nación. El año 1945 no solamente marcó el fin de los fascismos, sino también el declive de los Estados-Nación que, a partir de ese momento, debían aliarse y confluir en bloques para afrontar el desafío de las dos superpotencias imperialistas. La definición joseantoniana hoy -es triste constatarlo, pero es así- es de imposible aplicación porque el marco del Estado-Nación ya ha quedado muy atrás en el devenir histórico. Finalmente, la cuestión del “estilo falangista”, otro de los puntos fuertes de la doctrina nacional-sindicalista, tiene otros matices: tal estilo está hecho al 50% de valores militares y valores católicos. Pero hoy, la Iglesia se ha hundido, “España ha dejado de ser católica” (y lo digo sin satisfacción, constatando un hecho), el Vaticano es una sombra de lo que fue, los valores católicos han dejado paso a un vago humanismo universalista y los valores militares están al margen de la corrección política, arrojados al foso de lo incomprendido y arcaizante. Con esto no queremos decir que el “estilo falangista” no sea justo e incluso necesario en nuestro tiempo, lo que queremos decir es que resulta incomprensible para las nuevas generaciones. Si a esto añadimos que la única familia política a la que puede adscribirse Falange, fue vencida en 1945, se entenderá que permanezcamos muy escépticos respecto a la actualidad de su doctrina y a las posibilidades que pueda tener hoy (hoy o en 1975) el seguir considerando a Falange Española como opción política con posibilidades de hacerse un hueco. En el último capítulo de nuestra obra desarrollamos precisamente este tema.

¿La conclusión a la que has llegado?

Debo de confesar que no es ni la que yo pensaba inicialmente que llegaría, ni siquiera la que me hubiera gustado llegar. Tengo un reproche que realizar. Durante un tiempo, en los años 70 y, en la práctica hasta 1976, milité en el Círculo José Antonio de Barcelona, creía en el mensaje de Falange y, aun hoy, buena parte de mis amistades son o han sido falangistas. Debo de reprochar el que nadie me explicara en los años 70 qué había sido realmente Falange Española y porqué su mensaje ya no podía ser recogido nunca más, ni resultaba políticamente operativo desde 1945. En lugar de eso, me vi sumergió en una serie de conceptos y consideraciones erróneos (que José Antonio era antimonárquico… no lo era como ya he demostrado suficientemente para quien esté dispuesto a entenderlo, que si no era “fascista”, y no había estado en Montreux, que si Falange quería la plusvalía para el trabajador, idea que aparece en apenas cuatro lugares en las Obras Completas, pero en ningún documento oficial del partido, ni en ningún discurso de José Antonio), de datos históricos incompletos, descontextualizados, asimilando datos y más datos hagiográficos, leyendo colecciones de anécdotas, y luego manifiestos de grupos que eran capaces de sostener las más peregrinas ideas en los años 60 y 70 sobre una “falange de izquierdas” (que nunca podía basarse ni en el pensamiento de José Antonio ni en el ejemplo de la Falange histórica), sobre una ortodoxia equidistante entre “derechas e izquierdas” (que nunca existió en la falange histórica, la cual estuvo siempre más cerca de la derecha que de la izquierda), he visto como de una pequeña frase perdida en un rincón de las Obras Completas aparecía una consigna, cómo se llegaban a falsificar frases de José Antonio (como esa frivolidad de que “antes que al abrazo derechista preferimos la baja de la izquierda”…), intentos mantener el pie mitos imposibles de sostenerse a poco que se rascara superficialmente (el “obrerismo” nacional-sindicalista, los contactos con Pestaña, con Prieto, que no son sino minucias puntuales e irrelevantes comparados con las relaciones sostenidas que el propio José Antonio mantuvo hasta poco antes de su fusilamiento con exponentes del alfonsinismo)… todo esto, durante años, hizo que, personalmente, mantuviera la fe en la doctrina nacional-sindicalista y en sus posibilidades. Soy, pues, uno de los miles y miles de jóvenes que en algún momento de la vida de España en la segunda mitad del siglo XX, creímos en el nacional-sindicalismo y buscamos inspiración en las Obras de José Antonio y de Ledesma. En lugar de eso, deberíamos haber partido de una idea exacta de lo que fue la historia de la Falange: si lo hubiéramos hecho, habríamos sabido también que su periplo finalizó en 1945 y, en realidad, que entre 1939 y 1942, a pesar de estar en el poder no era más que una de las partes de la coalición que había ganado la guerra civil. Me hubiera gustado que alguien me mostrara entonces, en 1973, lo que había sido la aventura de aquel grupo juvenil, su verdadero rostro y los rasgos históricos de su portentosa aventura. Recuerdo cuando Valdés Larrañaga entonces ministro secretario general del Movimiendo dijo en el curso de un mitin de los Círculos José Antonio en Toledo, el año 1974: “paseando con José Antonio por el Manzanares, me comentó la conveniencia de restaurar la monarquía en España”, provocando una verdadera revuelta en el público. Yo fui de los que abandonamos la sala, airados. Hoy, sin embargo, debo reconocer que mi actitud es diferente y que esta frase confirma una línea de tendencia que ya observé en 2013: ¡no hay ni una sola frase antimonárquica en las Obras Completas de José Antonio por mucho que desde los años 40 los falangistas se consideren profundamente antimonárquicos! Me hubiera gustado también haber tenido conciencia clara de porqué había fracasado Falange Española, esto es de su tragedia. Y lo único que pude conocer fueron hagiografías, anecdotarios y, lo más interesante, tener relación con camaradas excepcionales que habían vivido aquella época desde su militancia y sus riesgos y que fueron ejemplo para mí y justifican suficientemente mi paso por aquellos círculos. Todos ellos han muerto: Luis de Caralt, Joaquín Encuentra, Luys Santa Marina, José María Poblador y otros muchos de esa misma generación… pertenecieron a la Falange histórica y ellos mismos murieron sin tener en su poder todas las claves de su propia historia de juventud. Este trabajo es, especialmente, un tributo para todos ellos.

¿Vas a escribir algo más sobre Falange?

No desde luego, salvo refutaciones que puedan elaborarse a lo que ya he escrito. Creo que la materia está agotada desde todos los puntos de vista. Como máximo me tocaría elaborar una síntesis de pocas páginas, sistematizando el recorrido realizado con criterios universitarios y científicos. No es precisamente, lo que me pide el cuerpo. Hay otros temas que me interesan y considero que sobre éste ya he planteado una tesis unificado y objetiva, expuesta en cinco libros y dos cuadernos, con un total de 2.200 páginas que deberían resumirse en no más de 300.

Finalmente, ¿puedes resumir tu tesis?

La resumo en 27 argumentos que han quedado suficientemente demostrados en las cinco obras y los dos folletos que he escrito sobre Falange Española. Estos argumentos nos dicen que hay una historia hagiográfica que ofrece datos interesantes sobre el partido, pero que es necesario contextualizar en su tiempo (la Segunda República) y en su espacio político (objeto del volumen anterior: Falange Española en su espacio político), éste no era, desde luego el de la extrema-derecha (carlistas, albiñanistas, alfonsinos), ni el de la derecha autoritaria (CEDA y JAP), ni el de Acción Española (alfonsinos maurrasianos); era un espacio diferente… pero contiguo. Me pides que resuma mi tesis. La puedo formular así: “Falange Española fue un movimiento juvenil formado por entusiastas que querían adaptar a España la experiencia de los fascismos. A falta de medios propios, salieron al ruedo político tutelados por la extrema-derecha alfonsina, de la que casi pueden ser considerados como una disidencia y de cuyo dispositivo estratégico, inicialmente, formaron parte, sin lograr zafarse nunca completamente de él. Lo tardío de su proceso de maduración, el hecho de que todos los cuadros iniciales procedieran de la extrema-derecha alfonsina, su juventud e inexperiencia, la pérdida de muchos de sus líderes, la propia guerra civil, supusieron lastres insuperables que llevaron a la extinción del partido en el decreto de unificación de 1937”... Sí, ya sé que puede chirriar a los que siempre han oído otra historia de Falange Española, que resultará increíble para los que creyeron que José Antonio y sus primeros falangistas fueron “antimonárquicos”, que él mismo fue un líder popular… en realidad, reconozco que para mí ha resultado una desilusión el comprobar de manera irrefutable y en todos los ámbitos, la proximidad de Falange al alfonsinismo de la época o el constatar que, poco antes de su detención el fundador del partido seguía manteniendo las costumbres y hábitos propios de la clase social en la que había nacido y que lo inhabilitaban para ser un líder popular: fue un líder de jóvenes y de estudiantes, que es muy diferente. Sólo el tiempo hubiera dicho si se habría convertido en un líder popular. Cuando murió, lo cierto es que no lo era. La mitificación posterior a 1937  convirtió su figura en titánica. Ridruejo, con la aquiescencia de Franco, fue el verdadero creador del “mito de José Antonio” que todavía hoy sigue vigente entre falangistas, incluso entre aquella Falange de izquierdas que se declaró antifranquista en la transición. Y este es el problema: el José Antonio real, como el Ledesma real, como la historia real de Falange Española en 1933-36 tienen una dimensión y unos tonos incompatibles con la idealización, responden perfectamente a una época y a un país, fueron el fruto de aquel tiempo: de los años 30 y de la República Española, de la embestida de los fascismos y de la fascistización de la juventud europea. Si se toman de otra manera, si se pretende alargar su sombra hasta nuestros días se cometerá un error y lo que es peor, quien salga a la calle provisto con esos ideales, simplemente, perderá el tiempo o se verá condenado en alguna acción aventurera a algunos años de cárcel (como ya ha sucedido recientemente). Esto es lo que ha ocurrió, a fin de cuentas, a las distintas tendencias falangistas desde los años 50. Nosotros les explicamos el porqué de esos fracasos: simplemente, tomaron el mito por realidad. La actitud con la que hemos construido y trabajado esta tesis puede ser entendida utilizando aquella frase atribuida a Aristóteles: “Amicus Plato sed magis amica veritas”, amigo de Platón, pero más amigo de la verdad… Porque la Verdad siempre es más importante que la fidelidad a una causa.  

SUMARIO DE LA OBRA:
Introducción.............................................................................   9
Capítulo I
Falange era Primera Línea

(…y la Primera Línea era el SEU)........................................ 13
La Federación Universitaria Escolar.................................... 14
Sobre las cenizas de la FUE, el SEU...................................... 21
El irresistible ascenso del SEU............................................... 37
El SEU y la contrarrevolución en la Universidad................ 50
Primera Línea y SEU.............................................................. 56
Antes y después del atentado contra Jiménez de Asúa........ 79
Conclusiones y recapitulación............................................... 90

Capítulo II
Falange: católicos sin el apoyo de la Iglesia....................... 97
El catolicismo español desde 1898 hasta la 1931.................. 97
Los bandazos vaticanos........................................................ 113
Catolicismo y Segunda República: con la CEDA.............. 118
El catolicismo y los fundadores del nacional-sindicalismo 130
Hostilidad persistente: de la postguerra a la transición..... 160
El tiempo del Nacional-catolicismo .................................. 188
Conclusión: las mutaciones del catolicismo español......... 198

Capítulo III
Los intelectuales en la Falange histórica.......................... 201
Dos escritores y la guerra de Marruecos............................. 207
La iniciativa de la Gaceta Literaria y el fascismo............... 212
La Escuela Romana del Pirineo y Ramón de Basterra....... 225
La colaboración falangista en Acción Española.................. 232
La Corte Literaria y sus miembros...................................... 259
El censo de la corte literaria................................................. 262
     1. Giménez Caballero y Rafael Sánchez Mazas.............. 271
     2. Eugenio Montes y José María Alfaro......................... 280
     3. Pedro Mourlane Michelena y Dionisio Ridruejo..... 287
     4. Agustín de Foxá y Luys Santa Marina....................... 293
     5. Jacinto Miquelarena y Samuel Ros............................ 304
Los locales y los debates....................................................... 311
El trabajo político de la Corte Literaria.............................. 324
Conclusiones......................................................................... 347

Capítulo IV
¿Vigencia del pensamiento joseantoniano?.................... 353
1. La “cuestión fascista”........................................................ 353
2. El sindicalismo................................................................. 358
3. Nacionalismo y patriotismo en el siglo XXI.................. 383
4. Ética y estilo falangista..................................................... 398
Conclusiones finales.................................................. 413

Características de la obra:
Tamaño: 15x23 cm.
Páginas: 440
Impreso en papel ahuesado de 80 grs.
Portada: cuatricomía plastificada con solapa en cartulina de 250 grs.
Precio de Venta al Público: 23,00 euros (+4,00 euros de gastos de envío)

Pedidos: eminves@gmail.com

OBRAS COMPLEMENTARIAS A
"ROSTRO Y DRAMA DE FALANGE ESPAÑOLA"
EN EMINVES