ENTREVISTA CON EL AUTOR
¿Queda algo por
descubrir en la historia de Falange Española?
No tanto por descubrir, como por interpretar. Realmente,
desde los años 90, prácticamente es difícil que aparezcan nuevos datos sobre la
historia de Falange y si aparecen, indudablemente, se trata de elementos poco
relevantes. Últimamente, ha aparecido algún libro nuevamente hagiográfico sobre
Falange, pero nada nuevo, en definitiva. El trabajo que nosotros hemos
realizado ha consistido en reordenar todas las piezas del puzle y establecer una teoría nueva sobre el origen y el papel de
Falange Española durante la Segunda República.
Así pues, Rostro y drama de Falange Española ¿no
es una reiteración de los lugares ya conocidos sobre la historia de este
movimiento?
En absoluto. Desde que en 2013 iniciamos la reconstrucción
de la historia del nacional-sindicalismo español, lo hicimos al percibir la
ausencia de una interpretación histórica sobre el movimiento ¡especialmente por
parte de los propios falangistas! Lo que los propios falangistas consideran
como “su historia” no deja de ser una colección de datos encadenados y
descontextualizados que terminan siendo “hagiografía” y no “historia”. El término
“hagiografía” procede de ἅγιος (santo) y
γραφή (escrito). Obviamente, las
hagiografías son extremadamente favorables al biografiado, habitualmente
fantasiosas, siempre retóricas y carecen por completo de espíritu crítico. En
esta línea, sin excepción, los autores falangistas han compuesto este tipo de
obras para consumo interno, pero insuficientes para entender la historia de
Falange. Por ejemplo, habitualmente estas hagiografías dicen: “José Antonio se lanzó en política en
defensa de la obra de su padre”… pero se evita decir que no lo hizo desde
una plataforma neutral, sino desde la vicesecretaría de la Unión Monárquica
Nacional (cuando existían otros partidos desde los que hubiera podido defender la
obra de la dictadura o que lo hizo en los tribunales defendiendo a algunos ministros
de su padre. Se dice, por ejemplo, “Falange
se fundó el 29 de octubre de 1933”, pero se elude decir que pocos días
después, el 19 de noviembre, tuvieron lugar las elecciones generales en las que
José Antonio se presentaba por Cádiz en la lista de “Acción Ciudadana y Agraria
– Frente de Derechas” y que, por tanto, el mitin fundacional, formaba parte de
la campaña electoral… Se dice que Falange se presentó independiente sin hacer
causa común con la derecha, pero se olvida decir que, antes, José Antonio en
persona había negociado la integración de los candidatos falangistas en las
listas de la derecha o que en las elecciones de Cuenca en mayo siguiente, el
propio José Antonio figuró en la candidatura junto a dirigentes de la derecha
(CEDA) y de la extrema-derecha (Renovación Española)… Dado que las hagiografías
escritas por falangistas, no aclaran estas contradicciones, ni los muchos
misterios de la breve historia falangista entre el 29 de octubre de 1933 y el
18 de julio de 1936, nos dedicamos a tratar de elucidar todos estos aspectos a
despecho de los criterios de muchos amigos y sin saber exactamente a dónde
iríamos a parar. Ahora esa excursión por la historia ha terminado y estas son
nuestras conclusiones.
Sin embargo,
la primera historia crítica de Falange fue escrita en 1935 por Ramiro Ledesma, ¿Fascismo en España?…
Es cierto, pero con un par de salvedades: Ledesma tiende,
sobre todo, a defender, sobre todo, su postura y, en segundo lugar, no cuenta
todo lo que sabe. Algunos episodios importantes los pasa de soslayo: su propia
posición ante el ingreso de Calvo Sotelo, ocultar de dónde llegaron los fondos
para todas sus publicaciones así como algunos aspectos de la “unificación” con
Falange (cómo a instancias de quién se realizó) y luego, posteriormente, dar
una versión inasumible de la ruptura con José Antonio (el cual en su proceso
acusó a los alfonsinos de “quitarle las
perras y organizar la escisión de Ledesma”) y un largo etcétera de lagunas
históricas deliberadas. Dato importante: Ledesma nunca ataca a los alfonsinos e
incluso demuestra cierta admiración por el tradicionalismo carlista. Solamente
siente una hostilidad manifiesta hacia Albiñaba. No, definitivamente, nos
equivocaríamos si considerásemos ¿Fascismo
en España? como una “obra crítica”, es, como máximo un testimonio, necesario
pero deliberadamente (y voluntariamente) incompleto sobre aquellos años.
¿Cuáles son las
preocupaciones que has reflejado en esta obra obra?
Cuatro fundamentalmente: la primera de todas tiene que ver
con la sociología del partido. ¿De dónde procedían los falangistas de aquellos
años? Respuesta: mayoritariamente de las clases medias. No existen censos ni
estadísticas, pero existe una historia que nos muestra inequívocamente que el
SEU era la parte más “vivaz” (digámoslo así) y activa de Falange Española… y el
SEU estaba compuesto en 1936 por 10.000 estudiantes que, además estaban
presentes en la Primera Línea. En aquella época, estamos en los años 30,
quienes tenían acceso a la universidad eran, mayoritariamente, los hijos de las
clases medias. Si en el curso 1934-35, Falange ya tenía prácticamente el
control de la mayor parte de universidades eso se debía a que lo esencial de su
militancia pertenecía a ese grupo social. Este dato es fundamental porque
permite entender mejor cuáles eran las necesidades, planteamientos, objetivos y
preocupación de este grupo social y cómo Falange intentó encarnar sus intereses…
aunque sólo lo consiguió en las aulas.
¿Y los obreros…?
Dejando aparte, la famosa “movilización de parados” (de la
que tenemos datos a través de Ledesma, su inductor, el cual no explica que
solamente se produjo después de que José Antonio firmara con Sáinz Rodríguez la
segunda edición de los “Pactos de El Escorial”, en el que se establecía que
parte de la ayuda alfonsina iría a parar a la formación de unos sindicatos
falangistas), la verdad es que la historia de los sindicatos falangistas antes
de la guerra es muy limitada. Sólo funcionó un sindicato falangista: el SEU, y
no era obrero. No vale la pena engañarse, como lo han hecho con mucha
frecuencia, personajes entrañables como Ceferino Maeztú: antes de la guerra
apenas existieron “obreros falangistas”. Mejor reconocerlo de partida, antes
que otros te lo recuerden de manera no tan amigable. Incluso puede afirmarse
que lo poco que existió de las CONS estaba formado por dependientes, taxistas y
“oficios varios”, pero no hay ni un solo dato de un sindicato falangista creado
en alguna gran empresa industrial de la época. Cuando Agustín Aznar y sus
estudiantes paramilitarizados asaltan el SEPU lo hacen es más por “los tradicionales amores entre estudiantes
y modistillas” (David Jato emplea esta frase) que por un objetivo sindical…
Seamos tajantes: por mucho que los falangistas se esfuercen en encontrar
obreros en Falange, estos eran una ínfima minoría. Incluso los 20.000 que se
acercaron a CONS cuando la “movilización de parados”, no lo hicieron por
ideales patrióticos y sociales sino por la simple oferta de que el sindicato
les daría un empleo. Incluso la misma práctica sindical de las CONS era atípica
e incluso, diría yo, que estrafalaria: era muy aventurero pensar que enviando a
los parados de las CONS a obras en las que no eran necesarios obreros y nadie
los había pedido, conseguirían encontrar trabajo… Ledesma reconoce que unas
semanas después solamente quedaban 2.000 afiliados a CONS y, sin duda, la
mayoría no eran obreros, sino que ejercían oficios. El “drama” –tal es uno de
los conceptos que aparecen en el título de la obra– es que, ya desde entonces
apareció un “nacional-sindicalismo” sin “sindicalistas”…
El análisis
sociológico de Falange es, pues, una de las preocupaciones de la obra ¿qué otro
tema has considerado en esta obra?
El segundo aspecto del “drama” falangista, es el relativo a
la cuestión religiosa. Me he preocupado por realizar una génesis del
catolicismo español desde finales del XIX hasta la República. Era necesario
para entender los términos del problema: España estaba dividida en dos, ya se
sabe, pero esa división tenía que ver, sobre todo, con la cuestión religiosa.
La divisoria en aquel país hemipléjico venía dada por la separación entre
“clericales” y “anticlericales”: o se estaba en un lado de la trinchera o se
estaba en otro. Obviamente existían moderados que evitaban pronunciarse o,
simplemente, indiferentistas religiosos a los que el tema no les interesaba:
pero eran una minoría en un país fuertemente radicalizado a favor o contra el
clero. En la obra doy datos abundantes sobre el “catolicismo social” y los
“sindicatos libres”, pero el problema era que en 1933, cuando se funda Falange,
a un lado está la España clerical, terrateniente, adinerada, de derechas,
conservadora y burguesa, monárquica, y al otro lado la España rural y
proletaria, atea, de izquierdas y a un paso de la pobreza. Falange, en el
momento que nace, tiene varios aristócratas en su dirección, cuenta con un
grupo de intelectuales conocidos por sus artículos en ABC e Informaciones (el
diario de Juan March), con un activísimo grupo estudiantil procedente de las
clases medias, aliado en las aulas con los católicos-tradicionalistas de la AET
y con la Federación de Estudiantes Católicos… estaba, por todo ello, encuadrado
visiblemente y de manera objetiva, lo quisieran o no, dijera lo que dijeran, en
una de esas dos Españas. Además, el partido se declaró católico…
Y eso ¿no suponía
interpretar el sentimiento mayoritario del pueblo español en la época?
Sí, claro. Pero existía un problema: Falange no contó nunca
ni con el apoyo del clero, ni de la jerarquía, ni siquiera las orientaciones
que llegaban del Vaticano le favorecían. No contó, a diferencia del carlismo,
con el apoyo del clero montañés y rural de algunas zonas del país. Tampoco
contó con el apoyo del clero diocesano que siempre apoyó –y es bueno recordarlo–
a la CEDA. Por otra parte, el catolicismo se convirtió en una fuente de
problemas: José Antonio lo entendía de una forma (bastante rigurosa en su
práctica personal, pero muy abierto y tolerante en su relación con otros), pero
los hubo que lo entendieron de una manera integrista y encontraron en el programa
de Falange poco catolicismo para sus aspiraciones (Francisco Moreno, marqués de
la Eliseda, por ejemplo). La propia CEDA atacó a Falange diciendo que no era
“suficientemente católica”. En fin, hubo de todo como en botica, pero su
adscripción al catolicismo determinó que Falange fuera encuadrada mecánicamente
y en su tiempo en una de las dos Españas y no precisamente en la anticlerical.
No hubo una “tercera España”.
Por lo que veo, el
tercer tema son los intelectuales de Falange, Hay un capítulo de más de 100
páginas dedicados a ellos, ¿qué has encontrado?
Como se sabe, en Falange han abundado exaltaciones a la
poesía y a la literatura. Los falangistas han alardeado de sus intelectuales
con legítimo orgullo. Algunos han llegado a decir, en la estela de José
Antonio, que Falange era la “poesía que
promete” y en la transición, en una de las más exaltadas consignas de la
Auténtica fue aquello de que “ellos
tienen el poder, nosotros tenemos la poesía…”. Pero, era evidente que si se
trataba de componer un fresco sobre el “rostro” de la Falange histórica, había
que recurrir a pasar revista a sus intelectuales. Y entonces vino la gran
sorpresa… En primer lugar, hay que constatar que se trató de un grupo
multiforme que nunca formó ni una escuela, ni siquiera estaban particularmente
predispuestos para la poesía. No fue sino hasta la posguerra en donde pudo
hablarse de una “generación falangista” de poetas. El círculo que se ha dado en
llamar “la corte literaria de José Antonio”, una verdadera camarilla próxima al
fundador, sin relación con la Primera Línea -segunda sorpresa- e incluso mal
vista por ésta, creó las consignas y la estética del partido en los primeros meses
(especialmente a través de Sánchez Mazas), pero luego, con la llegada de los
jonsistas, su papel decayó y ya nunca más volvió a influir directamente.
Tercera sorpresa: las famosas tertulias en las que participaba todo este grupo,
no tenían nada que ver con la realidad orgánica del partido, no solamente en
ellas apenas se hablaba de política (se hablaba de gastronomía, de rarezas, viajes
y todos los datos que han llegado hasta nosotros permiten situar las
discusiones como simplemente “snobs”) y José Antonio apenas aparecía, salvo en
las llamadas “cenas de Carlomagno” (de riguroso smoking). Cuarta sorpresa: todos los miembros de la “corte
literaria” (salvo Santa Marina por su lejanía y Ridruejo por su juventud) eran
colaboradores habituales de Acción
Española, la revista monárquica maurrasiana española dirigida por Ramiro de
Maeztu. No solamente colaboraban con Acción
Española sino que, además, globalmente, aportaron entre un 25 y un 30% de
sus contenidos. Hace falta repasar, como hemos hecho, la totalidad de la
colección de Acción Española para
advertir y cuantificar la presencia de intelectuales falangistas en esta
publicación, recalcamos, antes y después de fundarse el partido (lo que se
extiende también a algunos conspicuos jonsistas como el propio Ledesma, su
amigo Emiliano Aguado y el colaborador de todas sus empresas, Juan Aparicio).
Más aún, -quinta sorpresa- todos, absolutamente todos los miembros de la “corte
literaria” (salvo, una vez más Ridruejo y Santa Marina) eran colaboradores
habituales, cronistas y enviados especiales, de diarios de la derecha
monárquica alfonsina, especialmente de ABC,
Informaciones y otros varios. No se
limitaban a ganarse el sueldo, sino que, incluso, Eugenio Montes y el propio
Sánchez-Mazas escribieron encendidos elogios a la monarquía y a la derecha
europea, insisto, una vez más para que quede claro: ¡lo hicieron antes y
después de fundarse Falange, mientras eran militantes de la misma y hasta el 18
de julio de 1936! Todos los intelectuales (con la nueva excepción de Santa
Marina), explicaron después de la guerra que habían ingresado en Falange por
amistad con José Antonio, más que por identidad con los ideales la Falange.
Alguno de ellos, como el Conde de Foxá, dos años después de terminar la guerra
civil, se permitían ironizar ante Curzio Malaparte, sobre la clase obrera, el
diablo y la religión, como éste dejó constancia en Kaput… demostrando que su “compromiso falangista” había sido débil:
desapareció al desaparecer José Antonio.
¿Tocas en algún lugar
el tema del antisemitismo?
No, desde luego en esta obra. En Ramiro Ledesma a contraluz si me encargué de desmentir la falacia
que hacía él un conspicuo antisemita. Lo mismo cabe decir de José Antonio,
quien, a diferencia de Redondo que sí lo era, no mostró gran interés en la
cuestión. Ahora bien, es rigurosamente cierto que Ernesto Giménez Caballero,
una pieza importante porque fue el primer español en considerarse “fascista”,
el primer intelectual que figuró en torno a José Antonio (antes que Sánchez
Mazas) y trajo el mensaje del fascismo a España, no solamente no era
antisemita, sino que pertenecía a la corriente del llamado “neo-sefarditismo”,
hoy olvidada, pero a la que se adscribieron personajes como Miguel Primo de
Rivera, Francisco Franco o, incluso, Blas Piñar. Básicamente explicaba que los
judíos sefarditas son reconducibles al catolicismo, mientras que los askenazíes
no lo son. Giménez Caballero, vecino de juventud de Juan March, el financiero
sefardita mallorquín, empezó a colaborar pronto con Ignacio Bauer, el banquero
judío presidente de la Comunidad Judía española, del que recibió fondos para
viajar por todo el mundo recogiendo datos sobre el sefarditismo y que compró La Gaceta Literaria. March, por su parte
(con cuyo secretario, Ledesma contacto para buscar subvención, por cierto,
antes de la “unificación”, sin duda a instancias de Giménez Caballero),
financió el PEPE (Partido Económico de la Patronal Española) a finales de 1935
con el que éste se presentó a las elecciones dentro de la coalición de
derechas. En cuanto a Samuel Ros, otro miembro de la “corte literaria”,
simplemente era judío y, aparentemente, a la luz de sus escritos, sionista y
estaba orgulloso de serlo. No se sabe de ningún falangista que se lo reprochara.
No, en Falange, al menos hasta el 18 de julio de 1936 no hay más antisemitismo
que el que agitó Onésimo Redondo.
¿Por qué detienes tu
análisis el 18 de julio de 1936?
En realidad, lo hago el 20 de noviembre de 1936. Lo que
ocurre en Falange en el verano de 1936 y hasta marzo del 37, está dominado por
la guerra civil. Después de esa época Falange ya no existe como tal, lo que
existe es el “Movimiento Nacional de FET y de las JONS”, otra cosa muy
diferente.
Así pues, muerto el
fascismo en 1945 y fusilado José Antonio, el partido se evaporó…
El Decreto de unificación de 19 de abril de 1937 acabó,
ciertamente con Falange. Pero aunque no se hubiera producido estaba claro que,
al declinar los fascismos, Falange debía de haber seguido una trayectoria parecida
a la de partidos con similar orientación que habían nacido en Iberoamérica:
transformarse, adaptarse y renunciar a algunas de sus características que
coincidían más específicamente con la ideología vencida. Porque, lo que nadie,
absolutamente nadie a estar alturas puede desmentir es que Falange fuera la
“versión española del fenómeno universal de los fascismos”. Esto es importante
y es lo que muchos falangistas se niegan a reconocer (de ahí la debilidad de
sus análisis). Pero si se niega esto, ya no es posible reconstruir la historia
de Falange Española y examinarla con serenidad. En ese caso, se sitúa al
partido en un limbo doctrinal que, desde luego, no es admitido en absoluto por
la historiografía contemporánea. Y con razón. A partir de 1945 tuvo lugar el
drama final de Falange: su creciente inadecuación al tiempo nuevo producto de
que nadie quiso o pudo realizar la tarea de adaptación.
¿A qué te refieres
cuando hablas de “inadecuación”?
Falange, siguió presentándose década tras década como un
movimiento “sindicalista”, pero nunca tuvo grandes masas obreras en sus filas,
tan solo elementos aislados con vocación obrerista, pequeños grupos que nunca
estuvieron en condiciones de actuar como un sindicato y que siempre fueron
minoritarios y escasamente representativos: CTS, CONS, UNT, etc. De repente, un
buen día, resultó que el sindicalismo, el clásico y el “vertical”, ya no estaban
en condiciones de actuar contra el capitalismo globalizado. El sindicalismo
aparece como herramienta de una forma de capitalismo, el industrial, pero no
puede casi nada contra el capitalismo multinacional que siguió, ni
absolutamente nada contra el capitalismo financiero y neoliberal de nuestro
tiempo. Una cosa es que los falangistas de los años 30, 50, 70, 90 y
actualmente, tengan una “vocación social” y otra muy distintas que el
sindicalismo al que aludan sea el instrumento más adecuado para luchar contra la
actual forma del capitalismo muy diferente al que conocieron los fundadores. Y
en este sentido están tan desfasados como pueda estarlo UGT o CCOO. Luego
estaba la “cuestión nacional”. La definición de España como “unidad de destino”
no sirve hoy de gran cosa si no se explica, acto seguido, cuál ese “destino” y
qué “misión” justifica a España como Nación. El año 1945 no solamente marcó el
fin de los fascismos, sino también el declive de los Estados-Nación que, a
partir de ese momento, debían aliarse y confluir en bloques para afrontar el
desafío de las dos superpotencias imperialistas. La definición joseantoniana
hoy -es triste constatarlo, pero es así- es de imposible aplicación porque el
marco del Estado-Nación ya ha quedado muy atrás en el devenir histórico.
Finalmente, la cuestión del “estilo falangista”, otro de los puntos fuertes de
la doctrina nacional-sindicalista, tiene otros matices: tal estilo está hecho al
50% de valores militares y valores católicos. Pero hoy, la Iglesia se ha
hundido, “España ha dejado de ser católica” (y lo digo sin satisfacción,
constatando un hecho), el Vaticano es una sombra de lo que fue, los valores
católicos han dejado paso a un vago humanismo universalista y los valores
militares están al margen de la corrección política, arrojados al foso de lo
incomprendido y arcaizante. Con esto no queremos decir que el “estilo
falangista” no sea justo e incluso necesario en nuestro tiempo, lo que queremos
decir es que resulta incomprensible para las nuevas generaciones. Si a esto
añadimos que la única familia política a la que puede adscribirse Falange, fue
vencida en 1945, se entenderá que permanezcamos muy escépticos respecto a la
actualidad de su doctrina y a las posibilidades que pueda tener hoy (hoy o en
1975) el seguir considerando a Falange Española como opción política con
posibilidades de hacerse un hueco. En el último capítulo de nuestra obra
desarrollamos precisamente este tema.
¿La conclusión a la
que has llegado?
Debo de confesar que no es ni la que yo pensaba inicialmente
que llegaría, ni siquiera la que me hubiera gustado llegar. Tengo un reproche
que realizar. Durante un tiempo, en los años 70 y, en la práctica hasta 1976,
milité en el Círculo José Antonio de Barcelona, creía en el mensaje de Falange
y, aun hoy, buena parte de mis amistades son o han sido falangistas. Debo de
reprochar el que nadie me explicara en los años 70 qué había sido realmente
Falange Española y porqué su mensaje ya no podía ser recogido nunca más, ni
resultaba políticamente operativo desde 1945. En lugar de eso, me vi sumergió
en una serie de conceptos y consideraciones erróneos (que José Antonio era
antimonárquico… no lo era como ya he demostrado suficientemente para quien esté
dispuesto a entenderlo, que si no era “fascista”, y no había estado en
Montreux, que si Falange quería la plusvalía para el trabajador, idea que
aparece en apenas cuatro lugares en las Obras Completas, pero en ningún
documento oficial del partido, ni en ningún discurso de José Antonio), de datos
históricos incompletos, descontextualizados, asimilando datos y más datos
hagiográficos, leyendo colecciones de anécdotas, y luego manifiestos de grupos
que eran capaces de sostener las más peregrinas ideas en los años 60 y 70 sobre
una “falange de izquierdas” (que nunca podía basarse ni en el pensamiento de
José Antonio ni en el ejemplo de la Falange histórica), sobre una ortodoxia
equidistante entre “derechas e izquierdas” (que nunca existió en la falange
histórica, la cual estuvo siempre más cerca de la derecha que de la izquierda),
he visto como de una pequeña frase perdida en un rincón de las Obras Completas aparecía una consigna,
cómo se llegaban a falsificar frases de José Antonio (como esa frivolidad de
que “antes que al abrazo derechista preferimos la baja de la izquierda”…),
intentos mantener el pie mitos imposibles de sostenerse a poco que se rascara
superficialmente (el “obrerismo” nacional-sindicalista, los contactos con
Pestaña, con Prieto, que no son sino minucias puntuales e irrelevantes
comparados con las relaciones sostenidas que el propio José Antonio mantuvo
hasta poco antes de su fusilamiento con exponentes del alfonsinismo)… todo
esto, durante años, hizo que, personalmente, mantuviera la fe en la doctrina
nacional-sindicalista y en sus posibilidades. Soy, pues, uno de los miles y
miles de jóvenes que en algún momento de la vida de España en la segunda mitad
del siglo XX, creímos en el nacional-sindicalismo y buscamos inspiración en las
Obras de José Antonio y de Ledesma. En
lugar de eso, deberíamos haber partido de una idea exacta de lo que fue la
historia de la Falange: si lo hubiéramos hecho, habríamos sabido también que su
periplo finalizó en 1945 y, en realidad, que entre 1939 y 1942, a pesar de
estar en el poder no era más que una de las partes de la coalición que había
ganado la guerra civil. Me hubiera gustado que alguien me mostrara entonces, en
1973, lo que había sido la aventura de aquel grupo juvenil, su verdadero rostro
y los rasgos históricos de su portentosa aventura. Recuerdo cuando Valdés
Larrañaga entonces ministro secretario general del Movimiendo dijo en el curso
de un mitin de los Círculos José Antonio en Toledo, el año 1974: “paseando con José Antonio por el
Manzanares, me comentó la conveniencia de restaurar la monarquía en España”,
provocando una verdadera revuelta en el público. Yo fui de los que abandonamos
la sala, airados. Hoy, sin embargo, debo reconocer que mi actitud es diferente
y que esta frase confirma una línea de tendencia que ya observé en 2013: ¡no
hay ni una sola frase antimonárquica en las Obras
Completas de José Antonio por mucho que desde los años 40 los falangistas
se consideren profundamente antimonárquicos! Me hubiera gustado también haber
tenido conciencia clara de porqué había fracasado Falange Española, esto es de
su tragedia. Y lo único que pude conocer fueron hagiografías, anecdotarios y,
lo más interesante, tener relación con camaradas excepcionales que habían
vivido aquella época desde su militancia y sus riesgos y que fueron ejemplo
para mí y justifican suficientemente mi paso por aquellos círculos. Todos ellos
han muerto: Luis de Caralt, Joaquín Encuentra, Luys Santa Marina, José María
Poblador y otros muchos de esa misma generación… pertenecieron a la Falange histórica y ellos mismos murieron sin
tener en su poder todas las claves de su propia historia de juventud. Este
trabajo es, especialmente, un tributo para todos ellos.
¿Vas a escribir algo
más sobre Falange?
No desde luego, salvo refutaciones que puedan elaborarse a
lo que ya he escrito. Creo que la materia está agotada desde todos los puntos
de vista. Como máximo me tocaría elaborar una síntesis de pocas páginas,
sistematizando el recorrido realizado con criterios universitarios y
científicos. No es precisamente, lo que me pide el cuerpo. Hay otros temas que
me interesan y considero que sobre éste ya he planteado una tesis unificado y
objetiva, expuesta en cinco libros y dos cuadernos, con un total de 2.200
páginas que deberían resumirse en no más de 300.
Finalmente, ¿puedes
resumir tu tesis?
La resumo en 27 argumentos que han quedado suficientemente
demostrados en las cinco obras y los dos folletos que he escrito sobre Falange
Española. Estos argumentos nos dicen que hay una historia hagiográfica que
ofrece datos interesantes sobre el partido, pero que es necesario
contextualizar en su tiempo (la Segunda República) y en su espacio político
(objeto del volumen anterior: Falange
Española en su espacio político), éste no era, desde luego el de la
extrema-derecha (carlistas, albiñanistas, alfonsinos), ni el de la derecha
autoritaria (CEDA y JAP), ni el de Acción Española (alfonsinos maurrasianos); era
un espacio diferente… pero contiguo. Me pides que resuma mi tesis. La puedo
formular así: “Falange Española fue un movimiento
juvenil formado por entusiastas que querían adaptar a España la experiencia de
los fascismos. A falta de medios propios, salieron al ruedo político tutelados
por la extrema-derecha alfonsina, de la que casi pueden ser considerados como
una disidencia y de cuyo dispositivo estratégico, inicialmente, formaron parte,
sin lograr zafarse nunca completamente de él. Lo tardío de su proceso de
maduración, el hecho de que todos los cuadros iniciales procedieran de la extrema-derecha
alfonsina, su juventud e inexperiencia, la pérdida de muchos de sus líderes, la
propia guerra civil, supusieron lastres insuperables que llevaron a la
extinción del partido en el decreto de unificación de 1937”... Sí, ya sé que puede chirriar a los que siempre han
oído otra historia de Falange
Española, que resultará increíble para los que creyeron que José Antonio y sus
primeros falangistas fueron “antimonárquicos”, que él mismo fue un líder
popular… en realidad, reconozco que para mí ha resultado una desilusión el
comprobar de manera irrefutable y en todos los ámbitos, la proximidad de
Falange al alfonsinismo de la época o el constatar que, poco antes de su
detención el fundador del partido seguía manteniendo las costumbres y hábitos
propios de la clase social en la que había nacido y que lo inhabilitaban para
ser un líder popular: fue un líder de jóvenes y de estudiantes, que es muy
diferente. Sólo el tiempo hubiera dicho si se habría convertido en un líder
popular. Cuando murió, lo cierto es que no lo era. La mitificación posterior a
1937 convirtió su figura en titánica.
Ridruejo, con la aquiescencia de Franco, fue el verdadero creador del “mito de
José Antonio” que todavía hoy sigue vigente entre falangistas, incluso entre
aquella Falange de izquierdas que se declaró antifranquista en la transición. Y
este es el problema: el José Antonio real, como el Ledesma real, como la
historia real de Falange Española en 1933-36 tienen una dimensión y unos tonos incompatibles
con la idealización, responden perfectamente a una época y a un país, fueron el
fruto de aquel tiempo: de los años 30 y de la República Española, de la
embestida de los fascismos y de la fascistización de la juventud europea. Si se
toman de otra manera, si se pretende alargar su sombra hasta nuestros días se
cometerá un error y lo que es peor, quien salga a la calle provisto con esos
ideales, simplemente, perderá el tiempo o se verá condenado en alguna acción
aventurera a algunos años de cárcel (como ya ha sucedido recientemente). Esto
es lo que ha ocurrió, a fin de cuentas, a las distintas tendencias falangistas
desde los años 50. Nosotros les explicamos el porqué de esos fracasos: simplemente,
tomaron el mito por realidad. La actitud con la que hemos construido y
trabajado esta tesis puede ser entendida utilizando aquella frase atribuida a
Aristóteles: “Amicus Plato sed magis
amica veritas”, amigo de Platón, pero más amigo de la verdad… Porque la
Verdad siempre es más importante que la fidelidad a una causa.
SUMARIO DE LA OBRA:
Introducción............................................................................. 9
Capítulo I
Falange era Primera Línea
(…y la Primera Línea era el SEU)........................................ 13
La Federación Universitaria Escolar.................................... 14
Sobre las cenizas de la FUE, el SEU...................................... 21
El irresistible ascenso del SEU............................................... 37
El SEU y la contrarrevolución en la
Universidad................ 50
Primera Línea y SEU.............................................................. 56
Antes y después del atentado contra
Jiménez de Asúa........ 79
Conclusiones y recapitulación............................................... 90
Capítulo II
Falange: católicos sin el apoyo de la
Iglesia....................... 97
El catolicismo español desde 1898 hasta la
1931.................. 97
Los bandazos vaticanos........................................................ 113
Catolicismo y Segunda República: con la
CEDA.............. 118
El catolicismo y los fundadores del
nacional-sindicalismo 130
Hostilidad persistente: de la postguerra a
la transición..... 160
El tiempo del Nacional-catolicismo .................................. 188
Conclusión: las mutaciones del catolicismo
español......... 198
Capítulo III
Los intelectuales en la Falange histórica.......................... 201
Dos escritores y la guerra de Marruecos............................. 207
La iniciativa de la Gaceta Literaria
y el fascismo............... 212
La Escuela Romana del Pirineo y Ramón de
Basterra....... 225
La colaboración falangista en Acción
Española.................. 232
La Corte Literaria y sus miembros...................................... 259
El censo de la corte literaria................................................. 262
1. Giménez Caballero y Rafael Sánchez Mazas.............. 271
2. Eugenio Montes y José María Alfaro......................... 280
3. Pedro Mourlane Michelena y Dionisio Ridruejo..... 287
4. Agustín de Foxá y Luys Santa Marina....................... 293
5. Jacinto Miquelarena y Samuel Ros............................ 304
Los locales y los debates....................................................... 311
El trabajo político de la Corte Literaria.............................. 324
Conclusiones......................................................................... 347
Capítulo
IV
¿Vigencia del pensamiento joseantoniano?.................... 353
1. La “cuestión fascista”........................................................ 353
2. El sindicalismo................................................................. 358
3. Nacionalismo y patriotismo en el siglo
XXI.................. 383
4. Ética y estilo falangista..................................................... 398
Conclusiones
finales.................................................. 413
Características de la
obra:
Tamaño: 15x23 cm.
Páginas: 440
Impreso en papel ahuesado de 80 grs.
Portada: cuatricomía plastificada con solapa en cartulina de
250 grs.
Precio de Venta al Público: 23,00 euros (+4,00 euros de
gastos de envío)
Pedidos: eminves@gmail.com
OBRAS COMPLEMENTARIAS A
"ROSTRO Y DRAMA DE FALANGE ESPAÑOLA"
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EN EMINVES