martes, 2 de febrero de 2016

El “aliado” de Occidente en Arabia Saudí: Toxicómano, ludópata y depravado


Info|krisis.- La historia de Janan Harb, “esposa secreta” del príncipe de Arabia Saudí, Fahd bin Abdulaziz al Saúd, es estremecedora: acaba de publicar sus memorias en las que describe la realidad de la “realeza” saudí. A partir de estas memorias ya no puede dudarse que el principal exportador del islam wahabita, es también toxicómano, ludópata y depravado.

Janan Harb, es hoy una mujer madura, atractiva y de 68 años. De origen palestino y miembro de la alta sociedad británica, en 1968 conoció al príncipe Fahd bin Abdulaziz al Saúd en el curso de una fiesta. Poco después, se convirtió al islam y pasó a ser la “esposa secreta” de quien sería hasta su muerte en 2005 rey y primer ministro de Arabia Saudí y jefe de los Saúd, la casa real de aquel país. Fahd era uno de los ¡treinta y seis hijos! del fundador de la dinastía, Abdelaziz bin Saúd, padre de reyes. Los cuatro hermanos de Fahd habían gobernado antes que él.  

La historia de Janan Harb se inició en 1968 en el curso de una gran fiesta para palestinos y libaneses organizada en Navidad. Janan apenas tenía veinte años y había huido de la Cisjordania ocupada por las tropas israelíes en 1967. Allí conoció al príncipe e inició con él una relación secreta que se formalizó con un “matrimonio secreto” cuyos dos primeros años fueron propios de las Mil y una Noches. En 1970, cuando la relación trascendió a sus otros hermanos, fue alejada de la familia real. El actual rey Salman bin Abdulaziz al Saúd, hermano de su marido, simplemente, quería deshacerse de ella pensando que era una amenaza por sus orígenes palestinos y cristianos. Al año siguiente sería deportada al Reino Unido.


Su ex marido prometió apoyarla económicamente mientras viviera, pero el hijo que tuvo con una segunda esposa, se negó a cumplir los acuerdos adoptados (que incluían comprarle varios pisos en Londres y pagarle 17 millones de dólares). Janan Harb llevó el caso a los tribunales británicos y venció en 2015 después de 12 años de pleitos y tras ser tratada de prostituta por los abogados y los medios saudíes. A nadie se le escapa que las memorias que acaba de publicar son una venganza a todas estas afrentas. Una venganza que promete hacer mucha “pupa” a la familia real exportadora de wahabismo.

Hoy el conocido Middle East Eye, una web de noticias británicas especializada en la difusión de informaciones sobre Oriente Medio, anuncia que a finales de febrero se publicará el libro de Janan Harb La debilidad del rey Fahd. En estas memorias se escribe al monarca como ludópata incorregible, visitante habitual a los casinos del barrio de Mayfair, en Londres. Describe a su ex marido como consumidor de drogas; según Harb sería este consumo reiterado el que le llevó a la muerte en 2005. Lo pinta como un derrochador sin límites, ignorante del valor del dinero y provisto de una escala de valores que no tiene nada que ver con el rigorismo wahabita ni con la austeridad predicada por los ulemas del islam. Pues bien, esta persona dirigió Arabia Saudí entre 1982 y 2005…

El rey Fahd bin Abdulaziz al Saúd no es un monarca más sempiterno derrochador de petrodólares: fue el más encarnizado exportador de wahabismo (creando problemas internos a países como Marruecos en donde se creó una red de mezquitas paralelas que no reconocía la autoridad de Mohamed VI y multiplicando las ayudas para la implantación del islam en Europa, incluida España en donde Arabia Saudí se convirtió en el máximo valedor económico para la gran mezquita del Albaicín en Granada que pretendía ser el símbolo de la nueva conquista de Al-Ándalus para el islam).

En los años de gobierno del rey Fahd, la alianza estratégica de su país con los EEUU alcanzó sus más altas cotas: Arabia Saudí se convirtió en el portaviones del Pentágono en Oriente Medio, las puertas del país fueron abiertas a los marines para que organizaran desde allí la Operación Tormenta del Desierto en 1991 y posteriormente la Operación Libertad Duradera (invasión de Afganistán en 2001) para terminar, pocos meses antes de su muerte, facilitando l invasión de Irak. Durante ese tiempo, cobró forma Al-Qaeda, impensable sin la participación de los servicios secretos norteamericanos de los que Bin Laden fue durante mucho tiempo funcionario. Sea como fuere, toda esta actividad generó reacciones en el islamismo radical (que consideraba que era intolerable que los “infieles y cruzados” pisaran la “sagrada tierra de Arabia en la que había predicado Mahoma”) que, desde entonces se muestra vivo y operante en todo el mundo.

Harb cuenta como se convirtió al islamismo como exigencia irrenunciable para unirse a su amor en marzo de 1968. Una vez hecho “se sintió prisionera en su palacio de Riad”. Embarazada en varias ocasiones, siempre, las autoridades saudíes le obligaron a abortar. Janan Harb ha explicado a los redactores de Middle East Eye que ni su marido, ni sus cuñados, ni nos funcionarios de palacio querían a “pequeños Arafat” en las cercanías del palacio. Como se sabe, el líder de la resistencia palestina Yasser Arafat era contrario a las intromisiones entre religión y política (muchos palestinos eran cristianos) y se mostraba partidario de un nacionalismo laico que la dinastía de los Saúd aborrecía.

Según ha informado Janan Harb a Middle East Eye se filmará una película sobre su experiencia en Arabia Saudí y el tira y afloja judicial que terminó con la sentencia contraria a la dinastía de los Saúd y la obligación de pagar 12 millones de libras esterlinas y dos apartamentos de lujo en el barrio de Chelsea.

“No es buena gente”, terminó Janan Harb definiendo a la dinastía que gobierna en Arabia Saudí.

© E. Milà – info|krisis – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.