ADDENDA ET CORRIGENDA al Dossier sobre el soberanismo catalán publicado el 06.01.2016: En un intento in extremis de salvar el “proceso
soberanista”, las CUP accedieron a apoyar a Junts
pel SI a cambio de que Artur Mas se esfumara. La creciente desesperación de las fuerzas políticas
nacionalistas, especialmente después de que se percibiera un visible cambio en
las posiciones del electorado catalán a partir de los resultados de las
elecciones del 20-D, han sido determinantes en este acuerdo.
Así pues, no habrá nuevas elecciones autonómicas en marzo de
2016, sino una prolongación de la ya larga agonía del “proceso soberanista”.
Resulta evidente que en el momento en que el Estado (y los “poderes fácticos”,
no lo olvidemos, judicatura, fuerzas armadas y patronal) den el cerrojazo definitivo
y sin paliativos al proceso, el frágil acuerdo se romperá en mil pedazos y
Carles Puigdemunt, junto a Carme Forcadell serán quienes más puntos tendrán
para victimizarse e inmolarse en el altar de los sueños locos del soberanismo.
Sería difícil encontrar un solo
piropo dirigido a Carles Puigdemunt. En el momento en que el nombre de este
ilustre segundón del nacionalismo sonó para sustituir a Artur Mas, las redes
sociales pasaron a rebosar en improperios y descalificaciones, difusión de
fragmentos de decenas de declaraciones suyas que daban la justa medida del
personaje. Éste tiene dos rasgos que lo hacen compatible solamente con un
reducido sector de la opinión pública catalana: en primer lugar, se trata de un individuo con un
alto grado de radicalización nacionalista sin precedentes en la historia de la
Generalitat (a excepción de la “cabeza hueca” de Francesc Macià –el calificativo
no es nuestro sino de Gaetano Salvemini, coetáneo suyo y prestigioso
historiador italiano). En segundo lugar, su falta de rodaje político y su consideración de que la
única política que debe seguirse en Cataluña es el independentismo, a despecho
de cualquier consideración de oportunidad, correlación de fuerzas políticas,
realidad social y lingüística de Cataluña, son paralelos a la mediocridad de su
historial político y a, lo que podríamos llamar, “rastros de oportunismo
y corruptelas”. Así pues, no
cabe esperar mucho de este Puigdemunt que promete merecer el título de “el
breve”.
Es lo mejor a lo que ha podido
recurrir el independentismo. Un segunda fila, de pocos vuelos, un chico de
provincias, de pocas luces. Era inevitable que apareciera un tipo así en la
política catalana. Cuando se produjeron las “bullangas” de mediados del siglo
XIX en Barcelona, proliferaron individuos de esa calaña.
Las “bullangas” fueron disturbios cívicos de
mucha intensidad y corta duración que se generaron en España a mediados del
siglo XIX, especialmente en las grandes ciudades. El diccionario de la Real
Academia no lo reconoce como disturbio popular (o populachero) sino que apenas
dice que es un “bullicio y jaleo producido por la gente”. Sinónimos de
“bullanga” son jaleo, follón, tumulto, vocerío, bulla, tropel, desorden,
gresca, bullicio, pendencia, confusión, escandalera, trifulca y jarana… Sirva
todo esto para decir que la bullanga es, sobre todo, un estallido de cólera que
nada tiene que ver con la diversión y mucho, en cambio, con la violencia. La
España de mediados del XIX fue el paraíso de las “bullangas”, no hay ningún
otro país del mundo en el que se hayan producido disturbios similares.
Hubo una “bullanga” que tiene paralelismos notables con la
actual situación catalana: la de 1842. Se originó en el lugar conocido
como Els tres tombs (hoy Mercado de Sant Antoni, esquina calle Hospital) en
donde estaba situada una de las puertas de acceso a la ciudad. Un grupo de
excursionistas había marchado a Sans en donde el vino resultaba mucho más
barato que en el interior de la ciudad amurallada. Al tratar de cruzar la
puerta, los excursionistas fueron detenidos por los militares que a la vista de
la cantidad de vino que llevaban les exigieron pagar el “derecho de puertas” a
lo que estos se negaron. Intervino la “Milicia Nacional” a favor de los
excursionistas y estalló el motín. Antes había corrido el rumor de que el gobierno Espartero se
disponía a firmar un decreto librecambista que rebajaría los aranceles a
manufacturas textiles británicas (que, por cierto, hubiera ido muy mal
para la patronal del textil catalán, pero muy bien para el consumidor español).
Inicialmente se creó un gobierno de notables en la ciudad, pero al no poder
controlar la situación, éste fue sucedido por otros gobiernos, cada uno de
ellos de perfil más y más bajo, hasta que finalmente, mientras los notables
intentaban abandonar la ciudad a la vista del inminente bombardeo que se venía
encima, el último comité “ciudadano” les disparó al cruzar las puertas de la
ciudad. Siguió el bombardeo de Espartero y Van Hallen desde la fortaleza de
Montjuich (casi 1000 balas de cañón sobre el recinto amurallado de la ciudad).
Gente huyendo por el puerto, el cónsul francés Fernando de Lesseps intentando
sacar partido de la situación y… un nuevo argumento para el victimismo catalán.
Los acuerdos de Espartero con los británicos no fueron producto de la
rumorología. Así fue la “bullanga” de 1842 que se cerró con el bombardeo de la
ciudad el 3 de diciembre. Varios cientos de detenidos y 100 fusilados.
Hasta aquí la historia. Si sustituimos
el “España nos roba” por el rumor sobre los acuerdos Espartero-Inglaterra, si
sustituimos a “los notables” por CDC y la lenta caída del perfil de los comités
ciudadanos posteriores al inicio de los incidentes en 1842, en donde,
finalmente, la escoria de la ciudad, buhoneros, vendedores y charlatanes
ambulantes, clochards, terminaron copando el comité de gobierno, si sustituimos
la fuga de notables por la huida de empresas que se ha ido registrando desde el
inicio del “proceso soberanista”, nos encontraremos con que lo que ya fue un episodio situado a medio
camino entre el drama (las 1014 bombas caídas sobre la ciudad que destruyeron
424 inmuebles) y la comedia (un gobierno cívico que cada vez es ocupado por
gentes más y más zafias, ignorante y con proyectos más utópicos y fuera de la
realidad), es sustituido en el siglo XXI por un “proceso soberanista” que se
inicia con la menos que loable intención de que las cúpulas históricas de CiU
pasen por el banquillo de los acusados y por lujosas celdas y, pasa de
capitanes piradas de notable experiencia y mano izquierda, como el clan Pujol,
a “pilotos” que apenas saben navegar (Artur Mas, las “tietas”, Oriol
Junqueras), para caer finalmente en manos de un grumete que, presumiblemente,
ni siquiera sabe nadar (Puigdemunt). A veces la historia, desprovista de su
dimensión dramática, ya es un sainete, pero, en su segunda edición, termina
convirtiéndose en pura irrisión.
Los independentistas catalanes
deberían meditar sobre lo que ocurrió en Barcelona en 1842 y sacar algunas
consecuencias.
La elección de Puigdemunt terminará decepcionando a
todos: a los nacionalistas de CDC porque no evitará lo inevitable (que sus
cúpulas históricas terminen con sus huesos en la cárcel), a ERC porque de nuevo
Junqueras, tras intentar tardíamente postularse como sustituto de Mas, ha sido subsumido
en el basurero de la historiaa por un ilustre don nadie miembro de un partido
en vías de extinción, a las CUP porque, a fin de cuentas, han hecho causa común
con la carne de presidio nacionalista, han caído en momentos de increíble
humorismo (como aquel empate votos, inenarrable y digerible solamente por
aquellos habituados a comulgar con ruegas de molino) y han abierto el camino a que
sigan gobernando “los de siempre” pero con un perfil aún más bajo.
Es indudable incluso que lo que está ocurriendo en
Cataluña tendrá repercusiones en el resto del Estado, justo en el
momento en que el PSOE se debate en su Némesis histórica: o ceder a una “gran
coalición” (el grumete Sánchez aspira solamente a llegar al congreso de marzo)
o bien componer un “gobierno Mister Potato” con Podemos (y sus franquicias) y
Ciudadanos. Si hasta ahora, los barones han tenido cuidado porque no salieran a
la superficie lo escindido de las dos posturas, a partir de ahora va a ser muy
difícil seguir ocultando lo fracturado que está el partido ante las dos
posiciones. Susana Díaz está por la “gran coalición” y la garantía de apoyar la
unidad del Estado. Pedro Sánchez se muestra a favor de un gobierno de
izquierdas con derechos de autodeterminación para 17 autonomías y la garantía
del caos en tiempo récord. Es evidente que la irrupción en el ruedo del
muletilla Puigdemunt jugará a favor de Susana Díaz (o ella o el caos). Veremos
lo que resiste Sánchez antes de dar su brazo a torcer.
Seamos claros: con una “gran coalición” en el
gobierno del Estado, Puigdemunt tiene todos los números para acabar en la
cárcel Modelo a poco que se mueva en dirección secesionista. Si, por el
contrario, el PSOE consigue formar el “gobierno Mister Potato”, la agonía
soberanista se prolongará unos años más ante las presiones de la Unión Europea,
de los centros plutocráticos y de un sector creciente del electorado catalán.
El hecho de que haya sido un segundón de pocos vuelos el
que presida la Generalitat confirma la impresión que teníamos: el “proceso
soberanista” está acabado. Terminará siendo una lucha de “últimos
mohicanos” parapetados en la trinchera del victimismo. El presidente al que nadie eligió, está ahí para
sacar adelante un “proceso soberanista” que nunca ha tenido mayoría absoluta,
ni mucho menos consenso social y que siempre ha olvidado que las naciones y los
Estados no se forman porque en un momento dado, un día determinado, el 51% de
los electores hayan votado si a la independencia sobre un 49%, sino que es un
proceso histórico mucho más complejo que hacer una simple fotografía del electorado
en un momento dado.
A Cataluña le queda mucho por
pasar y mucho más al pueblo catalán. No sirve de mucho recordar que es el
pueblo catalán el que ha votado, porque su voto no es más que el resultado de
cuatro años de difusión de la obsesión soberanista por parte de los medios de
comunicación de la Generalitat. No es que menos de la mitad de los catalanes se
hayan decantado por el soberanismo, es que la Generalitat ha utilizado cientos
de millones para realizar el formidable lavado de cerebro colectivo que ha
supuesto el “proceso soberanista” ¡¡¡y ni aún así han logrado convencer al 51%
de los catalanes!!!
Puigdemunt y mucho más el pueblo catalán deberían de
estar preocupados porque la paz étnico-social en Cataluña es muy frágil. Puede
romperse en cualquier momento. Cataluña, repetimos el leit.motiv del artículo que precede, no
es más que EL ESLABÓN MÁS
DÉBIL DEL ESTADO ESPAÑOL, pero no con riesgo de desgajarse y dar lugar a un
microestado independiente, sino por ser la zona del Estado más próxima al caos.
El proceso soberanista ya era un paso adelante al caos. La elección de Puigdemunt
es un nuevo paso al frente, cuando el suelo ya falta bajo los pies de la
sociedad catalana.
© Ernesto Milà –
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