Info|krisis.- Que el PSOE será el partido más votado en Andalucía es algo de lo que
nadie duda. Que las cosas no pintan bien para el PP es otra convicción
generalizada. Y lo mismo cabría decir de IU. Así mismo, nadie duda de que en el
próximo parlamento andaluz estarán presentes Podemos y quizás Ciudadanos. Ni
Partido Andalucista, ni seguramente UPD obtendrían escaño. La pregunta que se va a negar a
contestar Susana Díaz es con quién iniciará contactos en la misma noche
electoral para poder formar gobierno. Porque los pactos serán necesarios, pero
pesarán en el futuro de todos los que participen.
No ha sido una buena idea la que
tuvo Susana Díaz con adelantar las elecciones autonómicas despachando sin
miramientos a los que hasta hacía poco habían sido sus socios de gobierno.
Izquierda Unida ha sido la víctima del oportunismo de la Díaz que no ha dudado
en sacrificarlos sin otra explicación más que la de que ambos proyectos
“diferían”, ni molestarse en explicar los extremos de tal divergencia. Lo
cierto es que, a partir de este momento y durante varias semanas, Susana Díaz
va a estar en el candelero de la actualidad, un protagonismo que no puede desvincularse
de sus aspiraciones, reales o supuestas, a encabezar una futura candidatura
socialista para el gobierno de la nación.
Lo que parece claro es que IU se
verá extraordinariamente mermada en las urnas, en primer lugar por el desgaste
de colaborar con los socialistas andaluces desde 2012. Querían su cuota de
poder. Llevaban “hambre atrasada”. Dos años de presencia en el gobierno andaluz
les han quitado la virginidad y hecho cómplices de un gobierno socialista que
se prolonga desde el estreno mismo del Estatuto de Andalucía y que todos, tanto
en Andalucía como en el resto del Estado, tienen como corrupto en grado
extremo, tanto como puede tenerlo la juez Alaya.
En 1984, un parado que se manifestaba
a favor de Juan Guerra durante los primeros escándalos de corrupción que
estallaban en Andalucía, preguntado por un periodista por los motivos que le
hacían estar allí, resumió la situación: “Es
que estoy contra la derecha que le quiere quitar el cortijo al señorito Guerra”.
Para un sector de la sociedad andaluza (mayoritario entre los votantes), los
socialistas son corruptos, pero son “sus corruptos”… Así lo han sido desde
aquella ya lejana época. El aroma de corruptelas ha ido acompañando a los distintos
gobiernos andaluces. Hasta llegar a 2015.
Pero en los últimos meses han
tenido lugar algunas modificaciones en este terreno: cada semana que pasa son
más los imputados en el escándalo de los EREs y en el de las subvenciones a los
cursos de parados. Una cosa es la existencia de corrupción y que esta sea
generalizada, otra muy diferente encontrar a un juez que quiera jugarse el
puesto y algo más que el puesto procesando a alguien más que a roba-gallinas.
De ahí que hoy, resulte absolutamente imposible cerrar todas las fugas de votos
que se han ido abriendo en los caladeros del PSOE: las clases medias
ciudadanas, salvo las que se benefician directamente de la presencia de los
socialistas en el poder, grupos funcionariales, asesores de todo tipo, amigos de
amigos, familiares, han empezado a abandonar la lista socialista demasiado
“sucia” como para seguir apoyándola, incluso con la nariz tapada. Por otra
parte, los jóvenes, unos por moda y otros por repugnancia hacia el socialismo y
la derecha, han descubierto la marca
Podemos.
Ahí, a Podemos, se han sumado también –como en toda España– los “segundas
filas” de IU, cansados de no tocar poder y de subordinarse a una dirección de
su partido que, a partir de ahora, y tras dos años de gobierno con los
socialistas, ha perdido su aire de virginidad.
Luego está el pintoresco alcalde
de Marinaleda, Gordillo, y sus mariachis, residuos de otro tiempo, de otro
siglo, verdaderas espantajos tercermundistas que solamente en la Andalucía profunda
pueden tener algo de “tirón” y que, acaso por percibir en su tosca rusticidad
más futuro en Podemos que en IU, o
acaso por creer que Podemos
aumentaría la cuantía de los subsidios, han chaqueteado sin excesivos
refinamientos.
El caso es que, sea como fuere,
IU está –tanto en Andalucía como en el resto de España– tocada y hundida y, en
cualquier caso, lo más posible es que ni siquiera obtenga los diputados
suficientes como para compensar los que le faltan al PSOE para alcanzar la
mayoría absoluta.
Susana ¿hará perder la virginidad a Podemos
y Ciudadanos?
Los medios de la derecha,
previendo un “frente popular” de baratillo, han alardeado de que Podemos podría ser el socio
privilegiado del socialismo andaluz. Difícilmente. Quizás si esa situación se
hubiera dado en Cataluña en donde el socialismo se ha visto implicado en menos casos
de corrupción, una combinación Podemos-Socialistas, podría ser viable. Pero no
en Andalucía en donde los niveles de caracterización del PSOE-A como “partido
de los corruptos” exceden lo que podría soportar Podemos a nivel de Estado. En efecto, si después de un año de
predicar contra “la casta”, Podemos
en Andalucía se alía con el sector regional más maloliente y zafio de esa misma
casta, ni que decir tiene que su credibilidad en el resto del Estado quedaría
comprometida.
Lo mismo cabría decir de una
posible combinación del PSOE-A con Ciudadanos,
formación que puede alardear de una virginidad en materia de corrupción que
otros hace décadas han perdido. Las “franquicias” de Podemos y de Ciudadanos
en Andalucía no están en condiciones de firmar un pacto con los socialistas,
que repercutiría de manera extremadamente negativa para ambos en los resultados
que obtendrían sus formaciones en todo el Estado y que podrían comprometer
incluso los que se auguran para el mes de mayo en las municipales y
autonómicas.
Así pues, subsiste la pregunta de
¿con quién pactarán los socialistas? Aunque quizás valdría más formular la
pregunta en otros términos ¿Cuál sería la opción menos gravosa para Susana
Díaz? ¿Cuál le podría propulsar a la política nacional?
La gran disyuntiva no es “derecha-izquierda” sino
“visceralidad-racionalidad”
La falta de imaginación y la
deshonestidad de la clase política, así como la falta de exigencia del
electorado, hace que desde las primeras elecciones democráticas, la respuesta
habitual de todos los partidos –la indicada en el Manual del Político
Convencional– sea siempre la misma: “Esperamos
obtener mayoría absoluta”, “Queda mucha campaña por delante”, “Veremos los resultados”,
etc, todo ello para eludir una respuesta clara y diáfana. Así pues, no va a
haber en el curso de la campaña electoral ningún dato sobre los pactos que se
van a ver obligados a abordar. Lo único que se puede hacer es especular y hacer
un ejercicio de racionalidad (aun cuando la racionalidad no sea el adorno
habitual de la casta de los corruptos).
La racionalidad (y los sondeos
que emanan de ella) dice que el electorado va a castigar especialmente a dos
opciones: PSOE y PP. La historia recuerda que ambos partidos han sido durante
estos años los “constructores” del Estado en cuyo frontispicio figura la
constitución de 1978. Esa constitución se basaba en un sistema electoral que
conducía hacia el bipartidismo imperfecto y que aseguraba, mediante la ley d’Hont,
que ambos partidos de centro-derecha y de centro-izquierda se irían alternando
en el gobierno de la nación. La racionalidad dice que la incapacidad de ambos
partidos para superar los efectos de la crisis económica iniciada en 2007-8, ha
puesto fin a esta situación. La ley d’Hont (como el sistema electoral francés a
dos vueltas) deja de funcionar eficazmente para la función que lo justifica
(mantener la alternancia entre PP y PSOE) cuando sectores cada vez mayores del
electorado se muestran descontentos con la política de estos partidos, cuando
han aparecido generaciones nuevas de electores poco comprometidos con esas
siglas, y cuando otras formaciones de nuevo cuño han aparecido en el horizonte.
El régimen político español se
encuentra ya en ese punto de no retorno en el que las viejas opciones nunca más
volverán a obtener mayoría absoluta para seguir gobernando. Nada será cómo
antes. Los “buenos viejos tiempos” en los que PP o PSOE obtenían mayoría
absoluta pertenecen al pasado. Es posible que, durante algún tiempo, sigan
siendo partidos mayoritarios (ya hemos dicho que la erosión entre ambos es
asimétrica: el centro-izquierda se está descomponiendo a mayor velocidad que el
centro-derecha), pero ya nunca gobernarán en solitario. Así pues, tanto en
Andalucía como en el resto de España, entramos en un nuevo ciclo político
marcado por la formación de coaliciones multipartidistas que garanticen la
gobernabilidad de los distintos niveles administrativos.
Llegados a este punto es cuando
la racionalidad interfiere con la visceralidad. Es evidente que si el PP y el
PSOE quieren salvar los muebles, si no quieren ver en pocos años, sentados en
el banquillo de los acusados a la inmensa mayoría de sus cuadros, si quieren
contener lo que se les viene encima (la “virginidad” de los Podemos y de los Ciudadanos)
van a tener que aproximarse uno al otro: sus intereses son los mismos
(sobrevivir y seguir ocupando el poder ya que, sin poder, se evaporan), sus
mentalidades no difieren (el poder concebido como medio de enriquecimiento de
una élite dirigente y de sus entornos), sus proyectos políticos están sometidos
al “pensamiento único” y a lo “políticamente correcto”, ambos aceptan sin
rechistar la globalización, la inmigración masiva, la deslocalización
empresarial, las reducciones salariales para ganar competitividad, el silencio
subvencionado de los sindicatos, las ayudas a la banca, la lentitud de la
justicia ante los casos de corrupción y los indultos a sus corruptos
encarcelados. Sus diferencias de programa salen a la luz solamente en períodos
electorales, pero nunca, óigase bien, nunca, en la gestión de gobierno. Son los
socios ideales.
En su contra está el hecho de que
no es fácil salvar 38 años de rivalidades, rencores, odios sarracenos, y golpes
bajos. Esto es lo que llamamos “visceralidad”, todo lo demás que hemos
enumerado es “racionalidad”.
Así pues, ante la imposibilidad
de otros pactos en Andalucía que alterarían profundamente el panorama electoral
en todo el Estado (dada la proximidad de un ciclo electoral trepidante a lo
largo de todo el año), la racionalidad indica que la única carta a disposición
de Susana Díaz (y que optará si desea hacer el tránsito a la política nacional)
es de la pactar con lo que quede del PP andaluz, formar un gobierno de
coalición en la esperanza de tener una legislatura “tranquila” mientras pasan las tormentas primaverales que suponen Podemos y Ciudadanos. Y, entre tanto, utilizar ese éxito para saltar a la
política nacional.
El
“sistema”, el “régimen de 1978”, hará todo lo posible por sobrevivir y la
supervivencia para sus dos columnas mayoritarias solamente puede venir de una
aproximación entre ambas. A Susana Díaz solamente le queda ahora decidir si
optar por el camino de la “racionalidad” (pacto PP-PSOE) o de la visceralidad
(gobernar en minoría con pactos ocasionales en materias de importancia con la
izquierda). Lo primero daría cuatro años de estabilidad a la política andaluza.
Es la posibilidad que Arriola intenta transmitir a la dirección del PP (y por
la que se ha firmado un pacto antiterrorista con el PSOE como socio único),
meditada en esas noches en las que su mujer, Celia Villalobos, acaricia
solamente la superficie de su tablet en la enésima partida de Candy Crush.
La Gross Koalición ¿empezará en Andalucía
con una coalición azí de enorme?
© E.
Milà – infokrisis – ernestomila@yahoo.es
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