Info|krisis.- En el momento de escribir estas líneas, distintos miembros del “gang
Pujol” (incluidos tres hijos y sus
padres) se encuentran reclamados por distintos juzgados… Ni siquiera ellos son
conscientes de lo que ha ocurrido en apenas diez días. A partir de ahora pueden
optar por utilizar sus caudales para impulsar el proceso independentistas o,
simplemente, irse de España. Siempre les quedará el Rosellón y la Alta Cerdaña
que en un tiempo fueron catalanes, pero lo que está claro es que a partir de
ahora, si deciden andar sin escolta por las calles de Cataluña corren riesgo de
que, sobre nacionalistas e independentistas, les escupan a la cara. El traumatisno
que ha sufrido bruscamente el nacionalismo catalán hace imposible que las cosas
sigan como hasta ahora en esa autonomía. Pero la cuestión es si este escándalo
tendrá repercusiones fuera de Cataluña.
La estrategia Rajoy para desactivar el proceso soberanista
Lo que se les viene encima a los
Pujol reviste caracteres apocalípticos. El odio soterrado y el miedo cerval que
durante treinta y tantos años habían estado contenidos a la vista de la
“intocabilidad” del clan, ha saltado por los aires. Cientos de empresarios
extorsionados durante décadas se unen al coro de mujeres despechadas del clan
(¿Cuándo “Patty”, la ex amante de Pujol, que ya debe ser una cincuentona
retirada el oficio, tardará en
decidir que Tele 5 puede aportarle
más alegrías que su ex amante?), a los amigos traicionados y a los
colaboradores de CDC que se sienten palanganeros pobremente recompensados… Parece
difícil que, aun renunciando al proceso independentista, los Pujol logren
salvar su prestigio e incluso lo esencial de su patrimonio. Nadie llorará por
los Pujol en los meses que vendrán.
Sin duda, los más decepcionados
no son sus adversarios políticos, sino los nacionalistas catalanes y los
independentistas. Por fin se reconoce que ocupar el puesto de “president de la
generalitat” no implica una santificación automática. Hasta ahora, Companys,
mitificado por su fusilamiento, mucho más que por sus méritos, se había
convertido en un “incuestionable”; tratar de encontrarle algún defecto
equivalía a suscitar el odio, el encono y la histeria de los nacionalistas. A
partir de ahora, no sólo ha caído el mito Pujol, sino que se ha abierto la veda
al redimensionamiento de los Companys o de los Maciá…
Un proceso soberanista que pierde fuelle
Pero lo que, visiblemente, se ha
visto deshinchado en estos días, ha sido el proceso independentista: del “Espanya ens roba”, al “Pujol ens roba” no hay tanta distancia
y un escándalo en primera página de los medios digitales no puede capearse así
como así. El independentismo ha perdido ya dos bazas…
En la “semana del fuego” de Sans,
cuando los manifestantes musulmanes y okupas
de Can Víes lograron vencer, no solamente a los Mossos d’Esquadra, sino al Ayuntamiento de Barcelona, se evidenció
que una Cataluña independiente que solamente contara con sus propias fuerzas de
seguridad, era incapaz de garantizar el orden público. Fue el primer toque de
atención al proceso independentista: “si
queréis andar solos, los musulmanes y los radicales de izquierda, se os comen”.
Los incidentes de Can Vies y la derrota de las instituciones catalanas para
resolver se hicieron patentes, constituyeron el primer gran obstáculo que
encontró el proceso independentista en su tramo final.
Pero el segundo escándalo –el
escándalo de los Pujol– se ha convertido en demoledor. Quienes predicaban
“ética” eran no sólo tan corruptos como los altos cargos del gobierno andaluz y
de la UGT implicados en el escándalo de los EREs y de los cursos para parados,
sino que además sacaban todos sus caudales fuera de España (y, por tanto, de
Cataluña) para invertirlos en cualquier paraíso fiscal. No es por casualidad
que las investigaciones policiales se hayan centrado en Andorra y Suiza… cuando
el grueso de los caudales “blanqueados” está ya en el Caribe. Nunca, como se
sabe, hay que acorralar completamente a las ratas o estas se defenderán de
manera excepcionalmente violentas… dejarles vías de salida para conservar parte
de las exacciones realizadas estas décadas, es una táctica habitual en estos
casos; es una forma de decir al implicado: “si
sigues en tus posiciones soberanistas, perderás aún más”.
La cuestión es si Cataluña y,
especialmente, el nacionalismo va a poder soportar por mucho tiempo la verdad
que tiene ante la vista: ha estado gobernada durante más de treinta años por simples
salteadores de caminos. Los argumentos históricos utilizados por nos
regionalistas moderados (a lo Cambó, para el que Cataluña era “la parte seria del Estado” y, por
tanto, podía reivindicar gobernar a España) o por los nacionalistas radicales (“Andalucía es una merienda de negros, tierra
de vagos y corruptos, por tanto hay que separarse de todo esto”), han
saltado por los aires. Sin duda, Cataluña y Andalucía son las zonas del Estado
más parecidas en estos momentos: con idénticas tasas de paro juvenil, con
idénticas tasas de inmigración masiva, con idénticas tasas de corrupción, con
una administración autonómica excesivamente pesada, con tres décadas de
gobiernos inmovibles, corruptos y corruptores.
Así pues, Rajoy puede darse por
satisfecho. Controla los “tempos”: el escándalo saltó dos días antes de su
encuentro con Artur Mas. Cuando llegó a Madrid, el presidente catalán, estaba
completamente descolocado. Nunca pensó que el PP se decidiría a lanzar el
argumento de las corruptelas. Pensaba en una simple negociación: “yo te doy tanto y tú me aparcas lo del
referendo”, y se encontró con que Rajoy le había segado la hierba bajo los
pies. Es incluso posible que el próximo en caer sea Artur Mas, porque desvelar
el caso Pujol implica que también quedarán en evidencia los tres años de
gestión de Mas, y los siete años de tripartito en los que ERC no saldrá
precisamente bien librada. Esto, en realidad, sólo ha hecho que empezar. Y Mas
lo sabe perfectamente. De ahora hasta el 9 de Noviembre, las noticias sobre la
corrupción en Cataluña van a restar protagonismo a un referéndum que cada día
que pasa pierde fuelle.
Desactivar el soberanismo a través de la corrupción ¿es la vía más
adecuada?
¿Todos son ventajas para Rajoy?
En absoluto. Es significativo que el presidente del gobierno haya tenido que
recurrir a un espinoso tema como éste para cortar el proceso independentista.
Porque, a fin de cuentas, Rajoy está echando piedras, no sobre su propio tejado
sino sobre los techos de los cuatro “chalets”
en los que viven los grandes beneficiarios del régimen de 1978. En efecto,
destruir a CiU equivale a destruir los equilibrios de fuerzas que han estado
vigentes en España durante 36 años.
Lo que Rajoy no recuerda es que
el destino de las fueras políticas que crearon el régimen de 1978 es solidario:
o sobreviven todos o se desintegran todos. Esto es, al menos, lo que ha
ocurrido en las casi cuatro décadas que este régimen ha logrado sobrevivir: el
centro–derecha ha sobrevivido mucho más por su oposición al centro–izquierda
que por sus méritos propios, mientras, los nacionalistas catalanes y vascos han
podido mantener una situación cómoda en sus autonomías simplemente porque ni PP
ni PSOE se atrevían a poner coto a sus exigencias a sabiendas de que antes o
después tendrían que recurrir a ellos para poder gobernar. Si cae uno, el
sistema se desequilibra, el “bipartidismo imperfecto” se evapora y se produce
una caída en cadena de todas las partes.
Los datos que han ido apareciendo
estos últimos días son significativos: el PSOE no logra salir de su crisis, las
encuestas le son cada vez más desfavorables, mientras que Podemos le está visiblemente arrebatando el protagonismo en la
izquierda, superando ampliamente a los profesionales de la “memoria histórica”
de IU y a otros grupos menores (Equo)
completamente desbaratados. Los nacionalistas de CiU, por su parte, ya han
perdido la hegemonía en Cataluña y están por detrás de ERC. En el País Vasco,
el PNV se preparara para una situación similar ante los radicales abertzales.
El ciudadano, bruscamente, parece haber entendido que hay más opciones que las
que han formado parte durante tanto tiempo de la “banda de los cuatro”. El PP
empezará a entender las dimensiones de la crisis de las fuerzas políticas que
dieron lugar al régimen de 1978, en las próximas elecciones locales y
autonómicas para las que apenas faltan diez meses. Perderá la mayoría absoluta
en varias autonomías y a partir de ahí le será imposible encontrar socios para
apuntalar gobiernos en minoría.
Un ciclo termina y otro pugna por
comenzar. Pujol forma parte del “viejo orden” y su caída no será en solitario.
El desplome de su prestigio y el fin de la impunidad para su gang son solamente una parte de la
crisis del sistema político nacido en 1978. Pero a esta crisis se le avecina
algo todavía peor: así como en 1976, tras la muerte de Franco, existían fuerzas
políticas, económicas y mediáticas coherentes, que pugnaban por crear un marco
político nuevo, nada de todo esto existe en la actualidad. Podemos sirve como –el Movimento
Cinque Stelle en Italia– refugio del voto de protesta, pero no para
construir un gobierno coherente y, por lo demás, durante un tiempo tendrá que
gobernar en algunas autonomías junto a restos en putrefacción del PSOE, de IU y
de grupos nacionalistas de izquierdas.
Por otra parte, la distribución
de las fuerzas económicas y mediáticas es complemente diferente a la de 1978: el carácter del capitalismo actual
no se parece en nada al de hace treinta y seis años, vivimos en la época de la
mundialización, el “capitalismo nacional” carece ya de fuerza. En cuanto a los
grupos mediáticos, bastante tienen con preocuparse por sobrevivir en un sector
en completa mutación. Por no haber, ni siquiera hay “poderes fácticos” (fuerzas
armadas, magistratura, fuerzas de orden, funcionariado) que puedan aportar algo
de sentido común en momentos extremos, ni se ve de qué grupos sociales podría
partir una regeneración del sistema político español: desde los tiempos de
Felipe González, la sociedad civil española está literalmente machada y en
estado gaseoso. Las clases medias carecen de identidad y están a la defensiva
ante el martillo de Hacienda que lleva décadas apuntando contra ellas.
Entonces ¿qué tenemos ante la
vista? Inestabilidad, sólo inestabilidad y nada más que inestabilidad.
Coaliciones que nunca terminarán la legislatura porque las tensiones entre sus
miembros son, de partida, insuperables, opciones políticas en principio
ilusionantes que pronto evidencian su impreparación para gobernar, incapacidad
para resolver los grandes problemas del país (vertebración del Estado,
abandonar el papel periférico al que la UE nos ha confinado, regeneración del
Estado, poder fuerte, perjuicios generados por una economía globalizada, inmigración
masiva y emigración no menos masiva de jóvenes al extranjero, quiebra del
sistema educativo, ausencia completa de valores, agresividad creciente en las
sociedades, etc, etc)...
El hundimiento del gang Pujol no ha sido para Rajoy más que
una táctica para desmovilizar el proceso soberanista (bonita manera de defender
la unidad de la Patria, denunciando como delincuente a alguien que debería
haber estado en prisión desde el Caso Banca Catalana…). Pero, globalmente, él
mismo Rajoy ha salido derrotado: con CiU podía negociar unos euracos de más o de menos y un lustro o
dos más de impunidad, con ERC, en cambio, cualquier negociación es pérdida de
tiempo. Una vez más, lejos de resolverse un problema, lo que se ha prolongado
es su vigencia.
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