Info-krisis.- El confidencial.es (seguramente
el diario digital más creíble y serio que surca el mundo digital español en
este momento) a primera hora destacaba en portada una noticia inquietante: “El
Estado se gasta en el primer semestre el doble de lo que ingresa”. Una vez
leída la noticia se percibe que el titular es irreprochable: el Estado ha
ingresado 44.879 millones y ha contraído obligaciones por 97.967 millones, algo
más del doble. De esta cantidad el pago de intereses es ya de 12.239 millones.
Si tenemos en cuenta que en ese mismo período se han gastado 9.953 millones en
el pago a los empleados públicos, quizás empecemos a percibir que las medidas adoptadas
por el gobierno (reducción de salarios de la función pública y eliminación de
la paga extra) no van a servir para gran cosa. Lo esencial del pago de la deuda
hoy lo constituye el propio pago de la deuda y de los intereses que genera.
Quienes hayan trabajado en alguna
empresa o hayan tenido algún negocio saben perfectamente que cuando se produce
una situación de ese tipo, la empresa está condenada a la quiebra. Por mucha
ayuda que reciba, por nuevos créditos que contraiga, hay un momento en el que,
incluso con unos intereses bajos, resulta imposible pagar las deudas.
Especialmente si los ingresos van bajando. Y esto es lo que le está ocurriendo
al Estado Español: los ingresos tributarios están cayendo un 1,4%,
especialmente la recaudación del IVA que ha descendido 525 millones. El aumento
de los impuestos sobre el tabaco y el petróleo han devengado apenas 45 millones
y solamente se ha recaudado más en IRPF y en el Impuesto de Sociedades (1.503 y
940 millones respectivamente)… pero a todas luces insuficiente, no solo para
pagar la deuda, sino para pagar los intereses que se van acumulando y, lo que
es peor, completamente imposible para generar empleo. Una vez más, son las
rentas derivadas del trabajo (el IRPF) las que se llevan la peor parte. Para
colmo, las perspectivas para el final de este año con sombrías y para el año
que viene se reiterará el desastre del 20112 (¿quién dijo que en el 2013
vendría la recuperación?). Se da por seguro que acabaremos el año con 1,7%
menos de PIB y que el año que viene descenderá un 1,1%... pero son estimaciones
que, en cualquier caso, de ser ciertas supondrán la pérdida de 300.000 empleos
más y un 25,2% de paro.
Pero hay algo peor: la sensación
de que el país se está parando. Este verano será para muchos el más triste de
su vida. Los niños han dejado de ir a colonias, las familias no pueden ir de
veraneo sino les invita algún familiar, el turismo ha descendido un 10% con
todo lo que ello implica para un país al que la única “industria” que le queda
en pie es la turística. Todos permanecemos con el corazón ahíto a la espera de
la subida inevitable del impuesto sobre el alcohol que encarecerá la caña, el
último placer que le queda a la ciudadanía… El país destila tristeza y
desesperanza. A esto se une que Zapatero desde 2007 hasta 2011 solamente fue
diestro en una cosa: suscitar esperanzas. Rajoy, ni eso. No es raro: se ha
visto obligado a aplicar medidas (bajo presión de “los mercados” y de la UE)
como antes lo hizo, tarde y mal, Zapatero.
Las exigencias apuntan ante todo
a pagar la deuda. Luego ya veremos, pero primero se paga la deuda. No hay
después, esa es la triste realidad…
Y no hay después porque un país
acogotado por el pago de la deuda jamás de los jamases dispondrá de liquidez
para generar empleo, ni siquiera para plantearse en qué sectores económicos
podría generarlo. Porque la triste realidad –lo venimos diciendo desde hace
cuatro años- el gran problema de España es que no existe modelo económico de
sustitución al modelo frustrado creado por la locura de José María Aznar y su cuadrinomio
ladrillazo-salarios bajos-crédito fácil-inmigración masiva… Durante años hemos
repetido esta realidad: no hay futuro porque no hay modelo económico y lo que
es peor, porque en una economía globalizada en la que la UE situó a España en
la periferia como “país de servicios”, el margen de maniobra de nuestro país es
excepcionalmente limitado en todos los terrenos, incluso en el de la
planificación de un nuevo modelo económico. Por otra parte, la globalización
impide que se pueda planificar un modelo a corto plazo por el simple hecho de
que… no existe.
Así pues, cuando se nos anuncian “brotes
verdes”, “recuperación del PIB” para dentro de X años, “cifras macroeconómicas
esperanzadoras” (¿para cuándo?) y creación de puestos de trabajo cuando el PIB
supere el 2,4%, nosotros contestamos: MENTIRA, no habrá nada de todo esto
porque, simplemente, nadie explica en función de qué actividades la economía
podría invertir su trayectoria: crecer en lugar de menguar. Así pues, mientras
persistan las actuales circunstancias (obsesión por el pago de la deuda,
aplicación de medidas liberales para salir de la crisis, aceptar la
globalización y mantener sin reformas estructurales la UE y la economía mundial
en sus actuales configuraciones), no habrá ni un solo “brote verde”, y
cualquier recuperación del PIB será coyuntural y no resolverá ningún problema
ni a corto, ni a medio, ni a largo plazo. Dicho de otra manera: mientras
persistan las actuales circunstancias, abandonad toda esperanza. Este país se
irá extinguiendo como se extinguen los velones y como se extingue el día. Solo
que no podremos transferir la llama a otro cirio, ni a la noche seguirá un día
renovado. Las leyes de la economía liberal y el sentido común indican que así
será. Y ningún economista liberal podrá convencernos de lo contrario mientras
no nos diga explícitamente en qué sectores se podría basar una recuperación
económica. Como máximo si este país sobreviviera al pago de la deuda –que no
sobrevivirá porque la deuda es de tal calibre que el agujero resulta demasiado
profundo para poder cubrirlo incluso para evitar que vaya creciendo más y más-
no sobrevivirá a la imposibilidad de hacerse un hueco en la economía mundial
globalizada. Y con la clase política que tenemos, portento de mediocridad y de
falta de estatura, pensar en que algún día nos recuperaremos es pensar en imposibles
metafísicos o, como se dice en Cataluña “somniar
truitas”…
Estamos como estamos, lo hemos
dicho en varias ocasiones, por errores garrafales de los últimos cuatro
presidentes de gobierno: dos del PP y dos del PSOE. Estamos como estamos porque
la “banda de los cuatro” (PP+PSOE+PNV+CiU) han constituido una partidocracia
tan inamovible como ineficiente que ha generado redes clientelares por las que
se esfuma nuestro presupuesto, unido a su incapacidad para prever, su
electoralismo a ultranza (y poco importa que sea pan para hoy y hambre para
mañana) y que precisa especialmente de “instituciones-florero” (autonomías,
diputaciones, senado, monarquía) para poderse lucrar alegando el estandarte de
la legalidad constitucional. Y esa partidocracia ni se irá, ni los medios de
comunicación (amamantados por la “banda de los cuatro”) jalearán ninguna opción
ajena a este club de miserables.
Puestas así las cosas este país
se enfrente con pocas posibilidades:
1) Languidecer
mediante una clase política que eternamente nos diga que el pago de la deuda es
esencial, que encubrirá su incapacidad para elaborar un modelo económico y que
callará en los foros internacionales y no levantará la voz ante el sinsentido
de la globalización.
2) Perecer
de muerte súbita en el momento en el que la Unión Europea intervenga la
economía española (lo que debería ocurrir como máximo en octubre) y acometa
medidas drásticas que ningún gobierno español se atrevería a acometer
(disolución de las diputaciones provinciales, reducción de los presupuestos de
educación y sanidad, reducción de los presupuestos autonómicos, despidos
masivos de funcionarios, reducción de pensiones y venta de los últimos bocados del
sector público todavía en manos de la administración.
3) Promover
un “gran acuerdo nacional” entre los partidos, los medios de comunicación y los
sectores sociales, promoviendo una política de creación de empleo (y, por
tanto, de elaboración de un nuevo modelo económico) antes que de sacrificarlo todo
al pago de la deuda, y
4) Dictadura
Nacional, un gobierno de técnicos y expertos, apoyados por las Fuerzas Armadas
y por sectores anti-partido del país que se hayan convencido de que el modelo
político establecido en 1978 será legal, pero no es legítimo (la legitimidad se
adquiere por la eficacia de la gestión, no por el origen).
Vaya por delante que somos
particularmente pesimistas respecto al futuro de este país. Tenemos muy poco
margen de maniobra y un pueblo fundamentalmente apático, obtuso en relación al
diagnostico de sus propias carencias y frívolo que no reacciona ni siquiera
cuando se está deslizando por un barranco, con un bajo nivel educativo y en el
que la “banda de los cuatro” han bastardizado a los medios de comunicación, al
sistema educativo, a la capacidad de razonamiento y a los impulsos primarios de
la población. Con un pueblo así hay que descartar las soluciones 3 y 4. Así
pues lo que tenemos ante la vista es una agonía lenta (1) o bien una muerte
súbita (2). Y más bien nos inclinamos por esta segunda opción.
Estamos ante una crisis nacional
de duración incalculable. En 2008, cuando Zapatero terminó reconociendo que
estábamos en recesión, se pensaba que la crisis duraría entre dos y tres años,
acabados los cuales, “volvería a lucir la primavera”. Y fue por eso por lo que
ZP adoptó las peores medidas que podía adoptar y que están en el origen del
agujero negro del déficit: los planes E y E2010 que mantuvieron las comisiones
a los amigos de los concejales de urbanismo a costa de sembrar España de obras
inútiles, rotondas y poco más; el plan de ayuda a la banca, el Plan VIVE y poco
mas: en total casi medio billón de euros, a los que se sumaría otro medio
billón en los años siguientes cuando los ingresos se iban en pago de intereses,
pago de subsidios a parados, mantenimiento de 5.000.000 de inmigrantes
completamente improductivos (1.500.000 más trabajando por las franjas
salariales más bajas y 500.000 jubilados europeos en zonas de sol, los únicos
que aportaban mediante su nivel de consumo una fuente de ingresos notable) y
con unos niveles de irresponsabilidad (gastos absurdos en función del 0’7% de
ayuda al desarrollo) o simplemente de corrupción. Con medidas como estas era
evidente que la deuda iría en aumento y que llegaría un momento en el que –como
ocurre en las empresas o en las familias que gastan más de lo que ingresas y
viven un cierto tiempo del crédito- la deuda de convertiría en impagable. Ese momento
ya ha llegado.
Y hace falta que comprendamos la
gravedad de la situación: tenemos una clase política incapaz, sin otra idea
nada más que sobrevivir, sin iniciativas, con una calidad ínfima (¿Es diferente
Soraya de Viviana Aído? ¿hay diferencia entre Leyre Pajín y Ana Mato?), incapaces
de chistar a los “señores del dinero” en los foros internacionales, pobres
invitados en las reuniones de Bildelberg, donde apenas balbucean un “hola”, un “adiós”
y, sobre todo el “gracias amo”, mediocres que se saben invulnerables mientras
sigan amamantando a tertulianos y periodistas de cámara. Con este ganado
dirigiendo a la manada y sin pastor posible, estamos abocados a la ruina total
del país. En realidad ahora solamente queda que los enviados de la UE cuando se
produzca la intervención, certifiquen la defunción de España como país. La
lápida sepulcral dirá: “España. País que pereció por incapacidad de su clase
política y por apatía de su población. Descanse en paz”.
Es inevitable que nos sintamos
contagiados por el pesimismo generalizado. La diferencia es que en estos
momentos intentamos mantener la objetividad –obligación de quienes se sienten
en pie entre las ruinas como nos enseñó Evola- y esa objetividad nos dice que
no hay salida. Muchas cosas deberían cambiar para que hubiera algo parecido a
una salida y lo primero de todo sería arrojar el humanismo ingenuo por el WC:
aquí en este país se han producido negligencias y responsabilidades y quienes
han sido los responsables DEBEN PAGAR. Y es falso que en democracia se pagan
las responsabilidades políticas en las elecciones. Este país solamente podría
revivir si se instalara un patíbulo en cada esquina, si en las picotas
instaladas en las plazas públicas se exhibieran a los políticos que hasta ahora
nos han llevado por donde nos han llevado y si en los paredones la sangre de
los corruptos los hubiera tachonado. Dado que nuestro nivel de civilización nos
impide incluso pedir “responsabilidades políticas” a los responsables
políticos, no insistimos en la necesidad de CASTIGOS EJEMPLARES.
Sabemos que los responsables de
lo que está ocurriendo son PP y PSOE y, sin embargo, aun hoy, estas siglas
malditas siguen ostentando el favor electoral de la población, de esa misma
población que agoniza gracias a la gestión de esos mismos partidos a los que
entrega su voto… ¿Se puede ser optimista cuando un comportamiento absurdo como
éste se prolonga durante tres décadas? En absoluto: lo que falla es el sustrato
antropológico del país. El “macizo de la raza” (ver la serie de artículos que
consagramos a este tema) sigue siendo la apatía, la irresponsabilidad, la falta
de cultura, el desinterés de los españoles por su propio destino. Con un pueblo
así ser “patriota” es ser otra ensoñación más, una cobertura al hecho de que lo
que está pasando pasa porque este país no es un país maduro ni siquiera para
verse a sí mismo como agonizando y, por tanto, en ser incapaz de levantarse y
pelear por su futuro.
Sí, este artículo es de pura
protesta por lo que ocurre cada día, por la falta de perspectivas y por la
somnolencia del pueblo español. ¿Para qué preocuparnos por ser constructivos?
Para construir algo hace falta una voluntad colectiva y eso es algo de lo que
España carece en absoluto desde hace siglos, acaso desde el término de la
Reconquista. Así pues, permítasenos expresar en voz alta nuestra amargura. No
hay nada que hacer, decir otra cosa sería engañarse.
Para colmo, en un país frívolo y
con una autoestima oscilante que depende de los éxitos deportivos mucho más que
de la calificación de las agencias de ratting, el hecho de que cuando concluye
el cuarto día de Olimpiadas, España no haya obtenido ninguna medalla e incluso
el equipo de fútbol haya sido eliminado, es algo que contribuye a aumentar esa
sensación de tristeza, frustración y abatimiento que se respira en el ambiente,
acaso mucho más que la noticia de que gastamos el doble de lo que ingresamos.
Lo dicho, este país no tiene
remedio.
© Ernesto Milá – Ernesto.mila.rodri@gmail.com