INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

lunes, 30 de octubre de 2023

EL VERDADERO ESTADO DE LA NACIÓN (y 15): Balance final: España en liquidación por "insuficiencia constitucional"

Si alguien cree que un país puede soportar todas estas tensiones, se equivoca. Son demasiados frentes de crisis abiertos e iniciados muchos de ellas hace décadas, como para pensar que pueden ser superados. Podría pensarse que cada uno de estos problemas, aislados unos de los otros, podrían ser resueltos por algún gobierno que se empeñara en la tarea. 

Pero, aquí y ahora, todos estos problemas se han acumulado en el tiempo: problemas estructurales de carácter político (partidocracia, fallas de la constitución del 78, vertebración del estado, formación de dos bloques de intereses antagónicos separados por una brecha insalvable), hundimiento de principios (corrupción, crisis de la enseñanza, empobrecimiento cultural), problemas internacionales (conflicto ucraniano, presencia en la UE y en la OTAN, Agenda 2030), crisis de identidad (inmigración masiva, multiculturalismo, “diversidad”), crisis de la natalidad, crisis económicas (ausencia de modelo económico, endeudamiento excesivo, gasto público insostenible), etc, etc, etc, coinciden en el mismo momento, se superponen unos a otros, se retroalimentan.

Nuestro país -pero también, toda Europa Occidental- afronta una “tormenta perfecta” en un momento de debilidad política y moral interior. Es muy ingenuo quien piensa que gobiernos que, lejos de resolver, cuando podían estos problemas, y que los han dejado fermentar, no se han preocupado por ellos, o incluso los han generado, en los últimos 40 años, van a estar en condiciones de hacer ahora, en una situación muchísimo más deteriorada, lo que no resolvieron cuando tuvieron ocasión.

Es cierto que las “tormentas perfectas” pueden ser afrontadas por determinados modelos de embarcaciones que han sido diseñadas para eso, de la misma forma que hay sistemas políticos capaces de encarar situaciones como ésta. Pero no, desde luego, el régimen nacido en 1978. El drama que atraviesa España en estos momentos es que, el bloque de la derecha solamente es capaz de estructurar su programa basándose en la “defensa de la constitución” (que ha demostrado su ineficacia creciente), mientras que el bloque de la izquierda articula su discurso en la “profundización de la democracia” (que implica una rectificación de la constitución de 1978, pero no es una dirección razonable, sino avanzando posiciones en dirección a la decadencia, como si los tramos recorridos hacia el precipicio que ya hemos recorrido no fuera suficiente y hubiera que acelerar el paso). 

Ninguna de las dos opciones es aceptable, lógica, ni razonable. La primera supone solamente una ralentización de un proceso degenerativo inevitable que empezó poco después de la aprobación de la constitución (cuando a principios de los 80 se aumentó el volumen del Estado con la generalización de las autonomías). La segundo no es más que una marcha hacia el abismo a paso ligero, como si la inevitable caída supusiera “volar hacia un mundo ideal”. Esa es la única diferencia entre “políticas de derechas” y “políticas de izquierda”.

Pero, los dos grandes bloques políticos están de acuerdo en una sola cosa: que para modificar la constitución es preciso un consenso y una amplia mayoría parlamentaria, que no dispone ninguno de los dos bloques… así pues, salvo reformas constitucionales parciales impuestas desde las instancias internacionales, no existe la más mínima posibilidad de que nuestro sistema político pueda regenerarse desde el interior.  

La lógica impone pensar que los “padres de la constitución” no tuvieron en cuenta ni los resultados que ésta podía tener en su aplicación y desarrollo, ni siquiera fueron capaces de prever que el paso del tiempo generaría condiciones completamente diferentes a las que se daban en 1978. En su infinito narcisismo, pensaron que habían hecho una constitución para “toda la vida”, la vida de la generación de entonces y de las generaciones venideras. Así que decidieron cerrar las puertas a una reforma sin consenso… pero ese consenso es hoy imposible. Incluso, en el caso de que pudiera darse, sería sospechoso dada la catadura moral y las motivaciones de las direcciones de los dos grandes partidos y, por extensión, de la clase política española, producto degenerado de décadas de impunidad, mal gobierno y prácticas corruptas.

No solamente España, sino en todo el mundo, se asiste al mismo proceso: se están formando dos bloques a los que van a parar todas las opciones políticas existentes, el bloque de la derecha conservadora y el bloque de la izquierda progresista. En medio, una gigantesca, profunda y amplia brecha insalvable. Ya no hay centrismos, ni posibilidades de reconstruir consensos por grave que sea la crisis y por mucho que se presente como la única posibilidad de salir del impasse en el que nos encontramos.

En España, los grupos mediáticos que facilitaron la transición democrática, han desaparecido o han diluido su poder. La situación internacional es completamente diferente. Incluso la sociedad ha cambiado radicalmente, se han producido desde entonces la Tercera y la Cuarta Revolución Industrial. Todo ha cambiado… todo, menos la constitución.

Si aceptamos que esta constitución no está a la altura -y es difícil sostener lo contrario si nos asomamos sin prejuicios ni limitaciones a la situación real del país que es lo que hemos hecho en esta serie de posts-, si los dos grandes bloques políticos carecen de líderes que vayan más allá de ser meros productos de marketing y publicidad, ignorando incluso lo que es el “sentido de Estado”, verdaderos jefes de bandas de saqueadores que piensan más en su futuro personal y de su camarilla, que en el de la Nación que deberían dirigir, habituados al engaño, a la falsificación de datos, a las interpretaciones beneficiosas para su lógica y sus intereses, pero alejados de la objetividad y la verdad desnuda, si no hay posibilidades realmente aplicables de reformar la constitución, parece imponerse la idea de abrirse a otras posibilidades que, en condiciones normales, no podrían -ni siquiera, deberían- ser contempladas.


El verdadero Estado de la Nación (0): Abandonar la Unión Europea, una urgencia nacional

El verdadero Estado de la Nación (1): España [in]Defensa

El verdadero Estado de la Nación (2): Un sistema político elogiable en su insignificancia

El verdadero Estado de la Nación (3): Ni matrimonio, ni natalidad: animalismo

El verdadero Estado de la Nación (4): Una nación sin identidad y que ha renunciado a la suya propia

El verdadero Estado de la Nación (5): Sin modelo económico desde hace 15 años

El verdadero Estado de la Nación (6): La catástrofe lingüística de un pueblo

El verdadero Estado de la Nación (7): La inseguridad se ha convertido en el pan nuestro de cada día

El verdadero Estado de la Nación (8): El problema irresoluble de la deuda

El verdadero Estado de la Nación (9): El trabajo, un bien que se extingue

El verdadero Estado de la Nación (10): Las pretensiones del colectivo LGTBIQ+

El verdadero Estado de la Nación (11): Instituciones internacionales olvidables y responsables

El verdadero Estado de la Nación (12): Empobrecimiento cultural y brutalización de un país (y "bono cultural" de propina)

El verdadero Estado de la Nación (13): Los motivos y repercusiones del vuelco étnico, cultural y religioso

El verdadero Estado de la Nacion (14): Las posibilidades de un “rearme moral”

El verdadero Estado de la Nación (15): Balance final: España en liquidación por "insuficiencia constitucional"









sábado, 28 de octubre de 2023

EL VERDADERO ESTADO DE LA NACIÓN (14): Las posibilidades de un “rearme moral”

Habrá quien sostenga que la crisis de Estado que atraviesa España en estos momentos, es circunstancial y que, antes o después, de impondrá la cordura, el sentido común y el sentido del Estado, tanto entre la población como en las cúpulas de los partidos políticas. Alguien podrá pensar que las crisis no son eternas, sino que, “cuando se toca fondo”, siempre el país se recupera y habrá quien recuerda la sentencia de Bismarck sobre España diciendo que desde hace siglos estamos intentando destruirnos pero que nunca lo conseguimos del todo. De todas estas opiniones, incluso la de Bismarck, es errónea. Se refieren a otras experiencias y períodos en la historia de España: pero, de la misma forma que un traje recién estrenado que tiene una pequeña mancha de grasa, no costará mucho quitarla, pero en otro traje, ajado por los años y el uso, manchado por todas partes, resulta imposible restituirle su brillo originario, así mismo, una nación, a partir de cierto nivel de decadencia, resulta completamente irrecuperable. Esta es la situación de España en estos momentos. La sociedad española, aquí y ahora, está enferma. Sufre múltiples enfermedades, pero no existe ningún "especialista" con valor suficiente para diagnosticarlas... porque, precisamente, han sido esos mismos especialistas quienes las han generado.

La sociedad española, en su conjunto, parece incapaz de generar hombres y mujeres dignos de tal nombre. Las parejas ya no producen hijos. Los padres de los pocos que nacen, se encuentran con una escuela que no educa, apenas informa y no forma en absoluto el carácter: y ellos carecen de tiempo para hacerlo. Nadie, por otra parte, les ha informado cómo educar a una nueva generación que, desde muy niños, se han habituado al “chupete electrónico”. Antes, los abuelos educaban a los hijos cuando los padres estaban en el trabajo, pero, ahora, la brecha generacional (unido a otras mutaciones culturales) hace que los “nativos digitales” tengan muy poco que ver con el mundo de los abuelos.


Las concepciones “progresistas”, por fin, han terminado desarmando cualquier posibilidad de recuperación: lo normal, cuando una vía se ha demostrado errónea, sería tratar de rectificar el rumbo y, sobre todo, hacerlo en dirección opuesta a la que ha generado todos los problemas que estamos viviendo en estos momentos. Pero, el progresismo sostiene que es preciso “avanzar”, “profundizar”, entendiendo por esto, ir más adelante en la misma dirección emprendida, entendiendo que, a pesar de que no nos haya llevado al mejor de los mundos, sino todo lo contrario, es precisamente porque no se ha aplicado íntegramente y en todos los campos: así pues, para comprobar si el progresismo conduce a la ruina o a un mundo feliz, es preciso apurarlo hasta el final. Criterio suicida y, sin embargo, generalizado, incluso entre la “derecha progresista”. Signo de los tiempos.



Aumento de los tratamientos contra la ansiedad en España entre 2011 y 2021:
se han multiplicado por ocho en apenas diez años.

Pero los tiempos van en una dirección muy distinta a la que habían previsto los progresistas desde principios de los 90: a nivel internacional, el Nuevo Orden Mundial planificado por los EEUU tras el hundimiento de la URSS y la guerra de Kuwait, ya no existe. Tras un período de “unilateralismo” norteamericano que acompañó al fenómeno económico de la globalización y al fenómeno ideológico-cultural del mundialismo, el conflicto ucraniano ha partido al mundo en dos: “Occidente” (los países de la OTAN) y los BRICS (países disidentes del unilateralismo norteamericano). Los primeros -España entre ellos- son solamente vasallos del Pentágono y del Departamento de Estado norteamericano. Harán lo que se cueza en esos laboratorios estratégicos. Los BRICS, por su parte, a pesar de que tienen distintas orientaciones y principios, intereses diversos, están de acuerdo en algo: el mundo debe ser multipolar. Si bien el interés chino es convertirse en la factoría mundial que fabrica desde un tornillo hasta un satélite interplanetario, uniendo lo peor del capitalismo (el consumismo) a lo peor del comunismo (la masificación) y el de Rusia es preservar su seguridad y su independencia, mientras que las potencias regionales ascendentes -India y Brasil, pero especialmente la primera- aspiran a un papel económico que les reporte fondos suficientes para aumentar el nivel de vida de su población, lo cierto es que todo apunta a que plantearán la batalla económica en un terreno en el que los EEUU no estaban preparados: contra la hegemonía del dólar. Cuando decidan hundir al dólar como moneda de cambio internacional -y lo harán lanzando una divisa común, digital o convencional- EEUU estará abocado a un desplome similar al que sufrió la URSS en el período 1988-2001.

Al multilateralismo puede llegarse mediante el pacto (como desean los conservadores trumpistas en EEUU) o mediante la carrera armamentística (en la que EEUU va perdiendo posiciones diariamente). Así pues, España está en el “bando” que tiene todas las de perder en este conflicto. Las empresas de comunicación, los tertulianos, los líderes empresariales y, por supuesto, una clase política incapaz, son partidarios de permanecer en el “bando progresista” con el que piensan que, finalmente, se llegará a una acuerdo (a fin de cuentas el modelo chino, es un modelo de síntesis entre capitalismo y comunismo, entre derecha e izquierda y el que se adapta mejor al “último hombre”, en la terminología nietzscheana, aquel que es solo masa, peso muerto, sin rostro, sin personalidad, sin carácter, sin criterio y sin saber nada esencial, ni sobre el mundo, ni sobre él mismo, ni sobre su origen, ni sobre su comunidad). 

Los problemas mentales de la sociedad española en 2016 según los datos de asistencia a los centros de asistencia primaria.

Cuanto más ignorancia existe de la propia identidad, más confusión sufre el individuo ante los problemas que le presenta la vida, menos ayuda tiene de sus "grupos naturales de apoyo" y más riesgo tiene de sufrir enfermedades mentales. En consecuencia, menos posibilidades tiene de reaccionar consciente y razonadamente ante las amenazas que le asaltan y los problemas cotidianos que sufre. Este proceso, no afecta solo a los individuos, sino a las sociedades enteras. Este es el gran problema que tiene la sociedad española en este momento y lo que explica el aumento asindótico de personas que sufren actualmente dolencias mentales.

Tal es el resultado de una sociedad cuyos valores se han "ablandado". Una sociedad sin valores o con valores puramente finalistas es una sociedad indefensa ante la realidad y que se derrumba al primer choque con la misma, cuando se comprueba que lo "real" no tiene nada que ver con lo "sugerido" por los medios de comunicación, por el sistema educativo o por lo aceptado en tanto que "moda".

La situación de la salud mental de nuestra infancia solo entre 2017 y 2021. La generación post-milenial promete ser la que necesite, antes que ninguna otra, asistencia mental. Este es el producto del actual ordenamiento de la sociedad y del sistema de valores promovidos por el stablishment.

Para una sociedad así conformadas, las posibilidades de un "rearme moral" son, prácticamente, nulas. Para que existiera un “rearme moral” de la sociedad española, serían precisas muchas circunstancias, ninguna de las cuales se da en el presente:

1º) La primera de todas sería un cambio en las orientaciones y en los programas educativos. Problemas: todas las reformas de la educación que han tenido lugar en los últimos 55 años, han tenido lugar, o bien de la mano de “progresistas de derechas” o, lo más habitual, de “progresistas de izquierdas” (socialistas e independentistas, en concreto). Desde principios de los años 70, las “fábricas de maestros”, las Escuelas Normales, están en manos del progresismo de izquierdas y los criterios educativos proceden de ese ámbito. Una profunda reforma educativa que rompiera con la tendencia que ha destruido el sistema educativo español, no podría aplicarse a corto plazo por falta de profesorado capaz de transmitirla.

2º) En segundo lugar, se trataría de adoptar un “modelo cultural propio”. Para el bloque de la derecha, ese modelo suele venir marcado por las orientaciones nacidas en EEUU e, incluso, son solidarios en muchos casos con el otro bloque de izquierdas en su aceptación del modelo cultural impuesto por la Agenda 2030. Se ha perdido la memoria de nuestras raíces profundas: cultura clásica, cultura tradicional española, sentido de nuestra historia. En este terreno se ha impuesto el eclecticismo (en determinados colegios hasta el 98% del alumnado es de origen extranjero, incluso en algunos se llega al 100%: ¿cómo se va a lograr interesar a un alumno cuyos padres son nigerianos, andinos o magrebíes por la cultura española, por la cultura clásica greco-latina o por la ciencia, la filosofía o el arte, áreas en las que no encontrará representantes en los que pueda identificarse?). Así pues, lo mejor es no insistir mucho en nada que puede suponer un signo de identidad que atente contra la sensibilidad de estos alumnos cuyas raíces etno-culturales no están en Europa, no sea que se sientan discriminados, minusvalorados o inferiores.

3º) En tercer lugar, la ausencia completa de “capacidad crítica” o la reducción unidimensional de la enseñanza progresista que impone al alumno “anteojeras” (como al asno o al caballo de tiro para que solamente vea lo que tiene delante), impide a los jóvenes someter a crítica cualquier cosa que consuman, piensen o vean. El empobrecimiento cultural al que hemos aludido era lo que cabía esperar después de la aparición de jóvenes poco exigentes respecto a lo que consumen. En lugar de “capacidad crítica”, se les han servido “modas”: quien no sigue la moda puede quedar aislado de su propia generación, marginado, fuera de juego. El “look” ha sustituido a la personalidad; la “frivolidad” a la capacidad intelectual, el cultivo del espíritu se ha visto apisonado por la apatía; las redes sociales han asfixiado la comunicación; los fakes se han impuesto a la realidad; los mundos virtuales terminarán siendo más apasionantes que la realidad cotidiana; el salario o la herencia universal, más atractivos que el trabajo, el aprendizaje; la “pastilla azul” de la ignorancia voluntaria, es infinitamente más consumida que la “pastilla roja” de la realidad incómoda.

No se ve en función de qué, ni de la mano de quien, ni los valores que podrían, en las actuales circunstancias, impulsar un “rearme moral” de nuestra sociedad. La Iglesia Católica se encuentra excesivamente deteriorada y confundida como para cumplir ese papel (que había desempeñado frecuentemente en la historia nacional). La Monarquía, que debería ser ejemplo para la Nación, se ha convertido en carne de prensa frívola y ha aceptado el ser una institución simbólica y sin prerrogativas esenciales a cambio de ser “próxima”, “popular”: cuando lo que hace grande a un Rey y a una Dinastía es, precisamente, la distancia, la lejanía, la elevación y el ejemplo. En cuanto a la Aristocracia, simplemente, ha desertado: los hijos de los aristócratas que, hasta los años 30, tuvieron un papel esencial en los sucesivos rearmes morales del país, simplemente, eluden estar en cabeza -e incluso que se conozca su título- de cualquier conato de revitalización de nuestra sociedad. Estos fueron los sectores que, junto con los jóvenes de clase media, han reaccionado históricamente contra los excesos del "progresismo", le han puesto freno y han supuesto "elementos de rectificación". Pero hoy, la clase media, bastante tiene con sus propios problemas, apisonada por un sistema fiscal que le ROBA, literalmente, más del 40% de sus ingresos, sometido a inseguridad laboral, a hipotecas, deudas y presiones de todo tipo, incluso entre los más jóvenes, ya no está en condiciones de rectificar ni siquiera su propia vida...

No existen grupos sociales lo suficientemente amplios y con las ideas claras como para, a partir de ahí, impulsar un proceso de reconstrucción nacional. Siempre existirán individuos aislados que seguirán constituyendo pequeños focos de luz en las tinieblas. Pero su acción se verá limitada, reducida a unos pocos círculos que poco pueden hacer frente a la marea progresista.

Y esta situación no es nueva. Son muchas décadas en las que, no solo hemos “tocado fondo”, sino que nuestra sociedad se va “arrastrando por el fondo”. No hay luces al final del túnel, sino apenas resplandores que verá aquel consciente de que ha caído al fondo de un pozo profundo. 


El verdadero Estado de la Nación (0): Abandonar la Unión Europea, una urgencia nacional

El verdadero Estado de la Nación (1): España [in]Defensa

El verdadero Estado de la Nación (2): Un sistema político elogiable en su insignificancia

El verdadero Estado de la Nación (3): Ni matrimonio, ni natalidad: animalismo

El verdadero Estado de la Nación (4): Una nación sin identidad y que ha renunciado a la suya propia

El verdadero Estado de la Nación (5): Sin modelo económico desde hace 15 años

El verdadero Estado de la Nación (6): La catástrofe lingüística de un pueblo

El verdadero Estado de la Nación (7): La inseguridad se ha convertido en el pan nuestro de cada día

El verdadero Estado de la Nación (8): El problema irresoluble de la deuda

El verdadero Estado de la Nación (9): El trabajo, un bien que se extingue

El verdadero Estado de la Nación (10): Las pretensiones del colectivo LGTBIQ+

El verdadero Estado de la Nación (11): Instituciones internacionales olvidables y responsables

El verdadero Estado de la Nación (12): Empobrecimiento cultural y brutalización de un país (y "bono cultural" de propina)

El verdadero Estado de la Nación (13): Los motivos y repercusiones del vuelco étnico, cultural y religioso

El verdadero Estado de la Nacion (14): Las posibilidades de un “rearme moral”

El verdadero Estado de la Nación (15): Balance final: España en liquidación por "insuficiencia constitucional"








jueves, 26 de octubre de 2023

EL VERDADERO ESTADO DE LA NACIÓN (13): LOS MOTIVOS Y REPERCUSIONES DEL VUELCO ÉTNICO, CULTURAL Y RELIGIOSO

 

Durante los años 90, se puso de moda el eslogan de que la inmigración era necesaria para “pagar las pensiones de los abuelos”, que se acompañó de aquel otro, no menos irracional, que sugería que “ningún ser humano es ilegal” y, en el colmo, del delirio progre apareció el “papeles para todos”. Y, en realidad, papeles se les daba a todos, desde el mismo momento en el que pisaban territorio español. Pero, a fin de cuentas, ahora empezamos a intuir que, no solamente no se están pagando las pensiones de los abuelos, sino que son los abuelos los que tienen que renunciar a pensiones dignas, para pagar la estancia de la inmigración ilegal. Y, en cuanto a lo que “ningún ser es ilegal”, ahora tenemos la seguridad de que la mayor parte de delitos en España son cometidos por personas llegadas de todo el mundo

Desde el momento en el que llegan y piden “asilo”, a partir de ese momento, aunque sean peligrosos yihadistas que ya han pasado por prisiones españolas, se convierte en inexpulsables y subvencionables. Hay que reconocer que, en los años de gobierno socialistas, siempre han ido aumentando los flujos de inmigración ilegal, pero también que fue Aznar quien abrió las puertas a la inmigración (bajo su mandato entraron 3.000.000 de inmigrantes ilegales que se quedaron y solamente durante los dos primeros años de ZP entraron otros 3.000.000. Desde entonces se ha hecho imposible calcular el número de inmigrantes que ha alcanzado nuestro territorio y el número de hijos que han generado.


Ejemplo de cifras falsas: no hay 5.542.932 millones de extranjeros. Hay que contar una cantidad similar ya naturalizados como españoles, pero que siguen ostentando los mismos rasgos identitarios y hábitos ajenos a las costumbres europeas: españoles "con papeles", peso "sin espíritu europeo".

En muchos de los casos se trataba de personas que sufrían problemas de salud o que carecían del mínimo de formación cultural y dominio del idioma para poder trabajar en puesto alguno en nuestro país. Además, las medidas cada vez más amplias y generosas de “reagrupamiento familiar” hicieron que llegaran gentes que no contribuían en nada a la riqueza nacional, pero que pronto se convirtieron en una aspiradora de recursos del Estado. De hecho, el gran problema que nos encontramos un cuarto de siglo después de que se iniciara el fenómeno migratorio en nuestro país es que, está demasiado claro, que la “apertura de puertas” fue una decisión incorrecta que solamente ha generado resultados negativos y que ha desmentido todos y cada uno de los contenidos de aquellos eslóganes con que se “vendió” el tema de la inmigración.

De hecho, hoy, la inmigración supone una losa para nuestra sociedad y nuestra economía y, aun reconociendo que la mayoría de inmigrantes llegados a España, lo han hecho para trabajar, hay que reconocer también estos hechos: 1) que no había trabajo para todos, que su presencia ha restado posibilidad de que nuestros jóvenes realizaran algunos trabajos estacionales, 2) que su presencia ha contribuido a rebajar salarios en las profesiones menos cualificadas, 3) que la casi totalidad de inmigración carecía de formación profesional suficiente para acceder a puestos de trabajo y, finalmente, 4) que los salarios que recibían les eran insuficientes para sobrevivir, tener hijos y formar familias numerosas… Así pues, el Estado, con la excusa de la “igualdad”, empezó a considerar por igual a ciudadanos autóctonos (que, ellos y sus antecedentes en varias generaciones habían contribuido a levantar este país) y a los recién llegados (que no habían contribuido ni con un solo euro al erario público, distribuyen subvenciones de las que siempre, la inmigración resultaba la más favorecida, al tener más hijos y menos ingresos).

Especialmente durante el zapaterismo, empezó a variar el perfil de los recién llegados: los procedentes de África, especialmente, buscaban alternar trabajos no declarados con subsidios y subvenciones. Y este es el perfil actual del inmigrante que está llegando a Europa atraído por el régimen de subvenciones y mucho menos por un inexistente mercado laboral para él (la automatización del campo, dentro de poco, generará el que también se cierren las puertas del sector primario para la mayoría de inmigrantes).

A esto se ha añadido algo que, cuando se inició el fenómeno de la inmigración en España, ya había quedado suficientemente claro en Europa: que la mayoría de inmigrantes no se integran en el estilo de vida europeo y que generan problemas de convivencia en los barrios, hasta el punto de, literalmente, vaciarlos, desde el momento en que su presencia se convierte en significativa. Y vaciarlos, implica, también: degradarlos. Esto ha pasado -está pasando- en países con gobiernos y orígenes tan diversos como Francia y Bélgica, Alemania y Suecia. Presencia de bandas étnicas, absoluta insolidaridad e incomprensión hacia los valores europeos, automarginación, fracaso escolar, sensación de que ni mediante estudios ni mediante el trabajo se podrá acceder a los escaparates de consumo europeos o a las mujeres europeas, wokismo y cultura de la justificación, la delincuencia -especialmente el comercio de drogas- como forma de vida, unido a sistemas judiciales garantistas, a condenas siempre suaves y a establecimientos penitenciarios que permiten vivir mejor que en los arrabales de Marruecos o Marrakesch, han generado el que además de las subvenciones, los subsidios y las ayudas directas, el gasto del estado en tres áreas se haya disparado: seguridad, prisiones y justicia.

Obviamente, desde el principio, los gobiernos españoles adoptaron la misma norma de los gobiernos europeos de la época: prohibir la realización de estadísticas que reflejaran cifras étnicas, prohibición de publicar los nombres de los beneficiarios de las subvenciones, opacidad completa sobre el número de inmigrantes reales, sobre los resultados en la escuela, sobre la delincuencia, sobre el origen étnico de los residentes en las cárceles, incluso, sobre el origen de los “agresores sexuales” y de las “manadas”…

Pero absolutamente todos los funcionarios que trabajan tanto en la seguridad (pública y privada), como en las prisiones, como en la judicatura, saben perfectamente que un grupo de población que, oficialmente, no es mayor que el 14% concentra un porcentaje entre 5 y 6 veces mayor al que se correspondería estadísticamente y protagoniza la mayoría de detenciones y actuaciones de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. ¿Datos? Simplemente se ocultan, se disfrazan, se distorsionan, se prohíben o las empresas periodísticas juzgan que es mejor no publicarlos, porque se trata de “materia sensible”. Tocarlo, implica hacerse acreedor de visitas de inspectores de hacienda, de acelerar el cobro de deudas a la seguridad social o, simplemente, hacer peligrar cualquier tipo de subvenciones de las que dependen los medios de comunicación.

Pero lo cierto es que, la inmigración, además de suponer una losa para nuestro erario público y el principal elemento distorsionador de estadísticas sobre “violencia machista”, “asesinatos sexistas”, delincuencia, prisiones, saturación de los juzgados, etc, etc, etc, ha terminado por convertirse en un elemento falsificador del mapa político español.

La velocidad y profundidad con la que el gobierno de Pedro Sánchez ha abordado la naturalización de inmigrantes ha dejado muy claro que, a medida que la izquierda pierde base obrera, se nutre de cuatro tipos de electores que ya hemos mencionado: funcionarios nombrados a dedo, okupas ansiosos de mantener su estatus indefinidamente, profesionales progresistas surgidos de la universidad, miembros de chiringuitos y ONGs que viven de subsidios públicos y, finalmente, de antiguos inmigrantes naturalizados y subsidiados… Por si esto fuera poco, Sánchez concedió derecho a voto a nietos de exiliados republicanos que jamás han pisado España, ni hablan castellano, ni tienen el más mínimo interés por nada de lo que pueda ocurrir aquí, y a descendientes de sefarditas expulsados hace quinientos añosA lo que hay que unir las “naturalizaciones” aceleradas de inmigrantes que ni siquiera tienen facilidad para comunicarse en castellano, ni, por supuesto, están familiarizados con los valores culturales, políticos y sociales europeos.

Inicialmente, daba la sensación de que la apertura de puertas a la inmigración era solamente por materia económica (cuantos más inmigrantes entren más subirá el PIB, porque se generará mayor movimiento económico; eso fue lo que dio a ZP, en sus primeros años, elevadas cifras de PIB). Pero, a partir de la crisis de 2008-2011 ya no podía pensarse que los nuevos inmigrantes llegaran atraídos un mercado laboral que, literalmente, había estallado, alcanzando los 6.000.000 de parados. Era imposible que ningún inmigrante llamara a sus familiares a venir a España para “trabajar”, en un momento en el que España estaba en vanguardia del paro en la UE. Fue entonces cuando cambió el perfil de la inmigración y la voluntad de los que siguieron manteniendo las puertas abiertas. A partir de ese momento, especialmente para los partidos del “bloque de izquierdas” ya estaba claro algo que algunos trotskistas franceses habían entendido a principios de los años 70: que, con una clase obrera cada vez más aburguesada, más distante de los partidos y sindicatos de izquierdas, había que buscar un “grupo social” de sustitución. Y lo encontraron en la inmigración. Pero lo único que une a estos “nuevos españoles” con el bloque de izquierdas, no son, en absoluto sus ideas (de hecho los sectores procedentes del Magreb o de África negra son más conservadores que los más ultraconservadores europeos) en materia política o social, sino la posibilidad de que sigan recibiendo sus subsidios en la misma cuantía, puedan seguir trayendo a amigos y familiares, igualmente acogidos a la tutela del Estado y sigan existiendo las mismas leyes garantistas para  actividades ilegales o para okupas.

Y luego está, por supuesto, el diseño de las élites mundialistas (aquellos que creen en el “mestizaje”, la “cultura de fusión”, la “multiculturalidad”, sin enterarse de que allí en donde se ha ensayado ha resultado un estrepitoso fracaso) y globalizadoras (que precisan de un mercado mundial en el que el esfuerzo fiscal se traslada de los grandes consorcios a la clase media). Esto último es uno de los signos de nuestro tiempo: los salarios de la clase media están pagando en la actualidad entre el 37 y el 40% de sus ingresos en impuestos. En otras palabras: un profesional que ha tardado entre 5 y 9 años en obtener una formación técnica superior, con capacidad para pensar, conocer y reflexionar, está retenido en su oficina hasta más allá del término de su jornada laboral, sometido, además del estrés, a una presión fiscal insoportable, sin poder contar ni con el tiempo, ni con el espacio para poder dedicarse a reflexionar y a proponer medidas para resolver todos estos problemas que estamos enumerando.

El núcleo duro de la globalización ha emprendido una guerra abierta contra las “clases medias” en base a dos estrategias: la primera es someterla a una presión fiscal cada vez más asfixiante. Esta presión hace que siempre esté con riesgo de asfixia, de perder todo lo que tiene de producirse una pequeña recesión o al quedar en paro unos meses.


¿Por qué la UE no hace ABSOLUTAMENTE NADA ante la inmigración ilegal y masiva? Respuesta: con mayoría socialista, lo que trata es de incorporar a los censos población subvencionada susceptible de compensar la pérdida de votos de trabajadores. ¿Cómo? Mediante el "voto comprado" con subsidios y subvenciones a despecho del gasto insoportable del Estado.

Pero, por otra parte, la presencia de la inmigración en la sociedad hace imposible cualquier tipo de protesta unitaria: la sociedad está fracturada en “grupos”, como un tablero de ajedrez en el que cada casilla fuera de un tono completamente diferente al de las demás. El jornalero gambiano es despreciado por el jornalero marroquí, el marroquí odia al argelino y el argelino odia a cualquier grupo étnico andino, y a la inversa, y, para colmo, las instituciones autonómicas hacen que el catalanoparlante vea en el castellanoparlante como a un enemigo. Ninguno de estos grupos se siente solidario con los vecinos autóctonos de su barrio. Los sindicatos carecen de fuerza y ni siquiera existirían de no ser por el régimen de jugosas subvenciones directas e indirectas. El asociacionismo está muerto en nuestro país desde que fue desincentivado en tiempos de Felipe González y sigue sin recuperarse. No existe el “pueblo español”: existen multitud de grupos y subgrupos, ninguno de los cuales se siente solidario del de al lado; cada uno de estos grupos, en sí mismo, carece de fuerza para conseguir movilizaciones, protestas generalizadas. Así mismo, las posibilidades de modificar la constitución (mediante el 75% de los votos) resultan absolutamente imposibles, como imposibles son las posibilidades de llegar a acuerdos entre grupos distintos.

A esto se une el factor religioso. Durante los primeros años de la globalización se creía que la llegada de católicos procedentes de Iberoamérica iba a volver a llenar nuestras iglesias. En realidad, ha servido para que se multiplicara el negocio de las confesiones evangélicas, las “nuevas religiones”, las religiones afrocaribeñas y, por supuesto, ante todo y sobre todo, el islam que considera que “Al Andalus” es toda España, incluso hasta Poitiers. Quizás la muestra más dramática de colusión entre independentismo y terrorismo islámico fue la manifestación de protesta por los asesinatos islamistas en Las Ramblas en agosto de 2017, cuando los organizadores estaban más preocupados por mostrar las buenas relaciones entre el “Islam catalá” y los “buenos catalanes”, que en condenar los asesinatos. Había que defender, por todos los medios, cuando seguían creyendo en la viabilidad del referéndum ilegal convocado por la gencat, la existencia de un “Islam catalá” defendida por Carod Rovira y ERC desde principios del milenio, ignorando que el “catalán” carece del más mínimo interés para un musulmán que se expresa en árabe, la “lengua sagrada de Alá en la que se redactó El Corán”, y que para el Islam la “umma” es la “comunidad de los creyentes”, la única que interesa y que está muy por encima de los “Estados nacionales” o de las “autonomías regionales”.

Así se manipulan estadísticas: no es que haya 23.200 inmigrantes más de origen marroquí en España, sino que solamente en el primer trimestre de 2023 han ENTRADO 23.200 marroquíes. En 27 meses, han entrado 850.000 inmigrantes "registrados". La opacidad de las cifras oficiales hace que cualquier estadística sea susceptible de ser malinterpretada o simplemente errónea.

Todo esto es lo que ha traído la inmigración. Y el problema no se va a detener aquí. En primer lugar, porque diariamente siguen llegando a las costas europeas miles de inmigrantes (en el momento de escribir estas líneas acaban de llegar solo en un día 7.000 africanos a Lampedusa, pero también ha aumentado el flujo a Canarias, entre 1.000 y 3.000 al día). Las autoridades europeas, ni las de ningún país de Europa Occidental, mediterránea o nórdica, reaccionan con la prontitud, la precisión y la radicalidad que exige lo que puede calificarse de “invasión parasitaria” cuyos efectos ya hoy son deletéreos: vuelco antropológico, étnico y cultural, de las zonas afectadas, negativa reiterada a integrarse, deseo de seguir manteniendo el parasitismo de una comunidad que se reproduce a una velocidad mayor a la de los autóctonos…

La pregunta que cabe formularse ahora es esta: ¿estamos ante una situación que tenga perspectivas de mejorar en los próximos años? ¿Cuántas veces se nos ha dicho que la “reforma de las leyes de inmigración” va a garantizar “regularidad de flujos”, etc, etc? ¿Cuándo alguna de estas leyes ha mejorado la situación? ¿No os dais cuenta de que ahora, no solo España, sino toda Europa Occidental está peor que nunca y que caminos a paso acelerado hacia una guerra civil que va a ser étnica, social y religiosa? ¿Verdaderamente creéis que la Unión Europea está dispuesta a hacer algo más que crear una comisión para “estudiar el problema”?

La triste realidad es que, en este terreno, las cosas se han precipitado en apenas 25 años y no porque no hayan existido avisos de lo que estaba ocurriendo y de lo que iba a ocurrir. ¿Os imagináis ahora que algún gobierno reduzca subsidios a la inmigración? ¿o que expulse a los inmigrantes que han cometido algún delito? ¿o que quite la nacionalidad a delincuentes multirreincidentes que acaban de recibirla? ¿o ponga coto a las abusivas “reagrupaciones familiares” o, simplemente, algo tan sencillo como autorizar estadísticas que permitan reconocer los orígenes de los problemas y habilitar campañas para conjurarlos? ¿Creéis que el PP va a hacer algo parecido, cuando no lo ha hecho en el momento en el que ha podido, tanto con Aznar como con Rajoy? ¿Creéis que el bloque de las izquierdas va a autoamputarse una parte de su intención de voto?

Pues bien, abstraeros y tratar de ver en lo que va camino de convertirse esta España multicultural en apenas 20 años: con millones de puestos de trabajo perdidos por la irrupción de nuevas tecnologías, con una clase media que no es que estará asfixiada, sino que será extorsionada para seguir pagando “los subsidios a los inmigrantes”, so pena de que aumente la delincuencia, la inseguridad ciudadana. Sería paradójico -de no ser por lo ridículo- el haber traído millones de inmigrantes “para pagar las pensiones de los abuelos” y que sean, como era de prever desde el principio, que esos millones de inmigrantes los que pongan en peligro las “pensiones” y, además, tengan a su servicio a la clase media para seguir financiando su estancia y el ritmo de vida de las clases políticas parasitarias

Si tenemos en cuenta que el Ministerio de Trabajo (con la coletilla significativa "...y de Inmigración") va retrasando la edad de jubilación llegamos a la conclusión de que no son los inmigrantes los que llegan para “pagar las pensiones de los abuelos”, sino los abuelos que van a tener que seguir trabajando para pagar los subsidios a la inmigración y evitar una revuelta étnica y social… ¡Felicitaciones a los últimos gobiernos de España!


El verdadero Estado de la Nación (0): Abandonar la Unión Europea, una urgencia nacional

El verdadero Estado de la Nación (1): España [in]Defensa

El verdadero Estado de la Nación (2): Un sistema político elogiable en su insignificancia

El verdadero Estado de la Nación (3): Ni matrimonio, ni natalidad: animalismo

El verdadero Estado de la Nación (4): Una nación sin identidad y que ha renunciado a la suya propia

El verdadero Estado de la Nación (5): Sin modelo económico desde hace 15 años

El verdadero Estado de la Nación (6): La catástrofe lingüística de un pueblo

El verdadero Estado de la Nación (7): La inseguridad se ha convertido en el pan nuestro de cada día

El verdadero Estado de la Nación (8): El problema irresoluble de la deuda

El verdadero Estado de la Nación (9): El trabajo, un bien que se extingue

El verdadero Estado de la Nación (10): Las pretensiones del colectivo LGTBIQ+

El verdadero Estado de la Nación (11): Instituciones internacionales olvidables y responsables

El verdadero Estado de la Nación (12): Empobrecimiento cultural y brutalización de un país (y "bono cultural" de propina)

El verdadero Estado de la Nación (13): Los motivos y repercusiones del vuelco étnico, cultural y religioso

El verdadero Estado de la Nacion (14): Las posibilidades de un “rearme moral”

El verdadero Estado de la Nación (15): Balance final: España en liquidación por "insuficiencia constitucional"









miércoles, 25 de octubre de 2023

EL VERDADERO ESTADO DE LA NACIÓN (12): EMPOBRECIMIENTO Y BRUTALIZACIÓN DE UN PAÍS (Y "BONO CULTURAL" DE PROPINA)

Mirad la producción cultural española de estos momentos y el estado de la “cultura pop”, en definitiva, el nivel cultural y educativo de nuestro pueblo y compararlo solamente con la existente apenas hace treinta o cuarenta años. Para innegable que culturalmente, España y los españoles han entrado en un proceso de decadencia (e, incluso, de brutalización cultural).

Los problemas en este terreno se acumulan. Lo primero que cabe destacar es que la “industria cultural” que opera en España, no es “española”. En 1945 Europa perdió una guerra y las consecuencias fueron la ocupación militar del continente: a un lado por el “guante suave” norteamericano y al otro por el “guante rudo” soviético. Ambos impusieron en sus áreas de dominio, sus propios modelos culturales. España, aislada inicialmente, a partir de los años 50, entró en la órbita cultural norteamericana. Setenta años después, todavía se perciben las consecuencias de aquel conflicto, reforzados por nuevas tecnologías de la comunicación.

Lo esencial de la cultura que se divulga en España en estos momentos, especialmente a través del “entertaintment”, procede de los EEUU. Y más concretamente, de los laboratorios ideológicos de Hollywood. Si en Hollywood, un grupo de productoras, adoptar un “código cultural”, ese código, inmediatamente, debe aplicarse en toda el área occidental, so pena de ostracismo de quien no lo siga. Un caso reciente es significativo: en la película The Promised Land, presentada en el Festival de Cine de Venecia, la trama se desarrolla en Jutlandia en 1775. La película de excelente calidad no podrá competir en los Oscars, ¿motivo? ¡No aparece ningún actor de color! Pero es que, en la Dinamarca de 1775, por mucho que algunas series elaboradas en el mundo anglosajón hayan mostrado a järls negros en la baja Edad Media, lo cierto es que no había población de color: por tanto en The Promised Land, que aspira a ser una película histórica, todos los actores son nórdicos. Algo intolerable para los códigos de Hollywood que deben aplicarse rigurosamente en el mundo del entertaintment.


Y lo cierto es que se aplican: hoy en España, llama la atención que 3 de cada 5 anuncios, muestren a subsaharianos como actores tanto vendiendo una pasta dentífrica como un vehículo, un electrodoméstico o un fondo de inversión. De hecho, en la actualidad, los subsaharianos son los más contratados por las agencias de publicidad... siempre y cuando tengan aspecto sofisticado. Es una de los elementos más característicos de la actual “cultura woke”, impuesta desde EEUU. La idea general es que hay que compensar a las razas de color por la esclavitud, la colonización y la marginación… ¿Tienen por qué pagar los bisnietos y tataranietos por los pecados, reales o supuestos, cometidos por los padres?

La cultura woke solamente puede imponerse allí donde reinan páramos culturales. Para aceptar que en Dinamarca del siglo XVII había negros, o, como hemos visto en otras series que la corte de la Princesa Española, hija de los Reyes Católicos, estaba formada por magrebíes y subsaharianos o que Zeus y Aquiles eran negros en otra serie sobre Troya, es preciso ser un analfabeto estructural. Algo que es perfectamente factible dado el estado de decadencia de la enseñanza en España.

¿Música? Frank Zappa, poco antes de morir, denunció el hecho de que en los años 60 y 70 se publicaban infinidad de discos. El público elegía a unos y desechaba a otros. El resultado era que la calidad media era aceptable. Sin embargo, a partir de los años 90, aparecieron gurús que indicaban a las productoras qué había que lanzar al mercado y cómo había que hacerlo. El resultado ha sido que la calidad ha caído en picado: hoy tenemos a cantantes que no son capaces ni siquiera de modular y articular su voz, figuras que lo desconocen todo de la música y que ni siquiera les interesa aprender, simplemente, siguen la moda para poder entrar en los circuitos comerciales. ¿Qué cantan? Rap, hip-hop, reggaetón y música electrónica. ¿Los rasgos? Salvo la última, se trata de ritmos de origen negro-africano, con una gama tonal muy baja, letras agresivas, casi siempre irreverentes, destilando odio social, y en algunas ocasiones verdaderos llamamientos a la violencia, bailables, machaconas, reiterativas.

Esa música urbana es la que dominan la escena musical a pesar de su ínfima calidad. De eso se alimentan, en primer lugar, bandas étnicas, luego, un público más amplio en países occidentales sin la más mínima educación musical y que tararearían el sonido de una sierra mecánica si se pusiera de moda. Todos los movimientos violentos que han aparecidos en los suburbios de los países occidentales tienen que ver, directa o indirectamente, con Rap, hip-hop y reggaetón. Y esto, por supuesto, también ha penetrado en España, en donde contamos con “figuras” desde los años 90. El problema no es que cada generación tenga una música que le es propia, el problema es que nunca como ahora la música pop ha sido tan absolutamente zafia y violenta en sus letras, machacona en sus ritmos, ni nunca el público al que ha ido dirigida ha sido tan fácilmente influenciable por modas llegadas del otro extremo del Atlántico.

Se ha perdido el sentido mismo de la palabra “cultura” (cultivo) y, de la misma forma que existe una comida basura (que forma parte también la cultura y por la que soplan también vientos llegados de otras latitudes, desde la hamburguesa McPerro hasta las pizzas, pasando por el kebab y desembocando en cualquier cosa salvo en la cocina mediterránea, generando legiones de individuos con sobrepeso y, por eso mismo, con el organismo propenso a determinadas enfermedades derivadas de la obesidad), existe también una “cultura basura” formada por entertaintment-basura, música basura, influencers basura, etc, etc, etc. Lo que existe en España en estos momentos y de lo que se nutre nuestra juventud es de subproductos de ínfima calidad que, en sí mismos, son pura basura.

La escuela ha renunciado a proporcionar a los jóvenes capacidad crítica sobre lo que consumen. Cuando el gobierno socialista en su enésimo intento de comprar votos, ha subsidiado con 400 euros el consumo de ocio por parte de los jóvenes, ni siquiera se ha preocupado por establecer unos mínimos de calidad: cuando más bajo, cuando más simplón, cuando más abotargante, cuanto más alienante sea, mejor empleado estará. El resultado no ha podido ser más pobre y, por supuesto, no se han publicado estadísticas para describir en qué se han gastado esos 400 euros. Apostamos que en videojuegos y en “festivales musicales” de los géneros que antes hemos comentado.


El problema es que la caída en picado del nivel cultural del país -y no solo de la juventud- es continuo e imparable. El Estado se ha limitado a convertir los medios de comunicación de titularidad pública en altavoces del gobierno de turno, cuando deberían ser instrumentos de formación cultural de las masas. Hace muchas décadas que desapareció el teatro de las televisiones, hace tiempo que se ha renunciado a emitir ciclos de cinematografía, los espacios culturales en los que se alude a elementos clásicos, históricos o críticos sobre nuestra cultura, están por completo ausentes, los espacios dedicados a la música clásica están relegados a horas de nula audiencia. En cambio, concursos en los que parte de los asistentes confirma su mínimo nivel cultural, espacios de frivolidades, frecuentemente deleznables, aparición de gurús culturales excéntricos, acompañan a la publicidad institucional y a la promoción de los gobernantes del momento. Para eso sirven nuestros medios de comunicación públicos.

En cuanto a las escuelas, dan por sentado que su función es agotar el plan de estudios, saturado de asignaturas de puro adoctrinamiento o bien de asignaturas que deberían enseñarse en casa o, simplemente, que los propios alumnos asimilan en conversaciones con sus hermanos mayores o con otros compañeros; eso y rebajar el listón al mínimo posible para no “frustrar” a los que quedan atrás, aprobados generalizados, y, por supuesto, evitar “asignaturas conflictivas” que pudieran suscitar resquemores en alumnos procedentes de la inmigración no europea.

Resulta paradójico que España, que figura entre los países europeos con un horario lectivo más amplio, figura en el último o en el antepenúltimo puesto en el programa PISA sobre eficiencia educativa. No hace falta ampliar estudios, constituir comisiones, es evidente el motivo: los adolescentes no rinden en la escuela porque pasan horas y horas, incluso entre las que deberían dedicar al sueño, en cualquiera de las redes sociales (Tik-tok, especialmente), llegando a la escuela somnolientos y deseosos de seguir atrapados a la terminal digital.

Por supuesto, los cambios de costumbres, la introducción de las nuevas tecnologías en nuestras vidas cotidianas, han operado un empobrecimiento cultural de todas las generaciones. El problema no es que no se lean libros convencionales, el problema es que tampoco se leen libros en formato electrónico: las nuevas tecnologías no son utilizadas para reforzar la propia formación cultural, sino para consultar continuamente chats, redes sociales, y, por supuesto, consumo gratuito de pornografía (el 37% de Internet es pornografía y el 20% de consultas a los motores de búsqueda tiene que ver con esta materia). En España, las cifras que se han filtrado son, literalmente, aterradoras: el 30% de los adultos se consideran “adictos” a la pornografía, los niños empiezan a consumir porno a partir de los 8 años y a los 14 esta tendencia ya se ha generalizado. Los pocos portales porno que han publicado cifras de consultas, han reconocido 3.000.000 de visitas/hora diarias.

¿Qué hace el Estado ante estos datos? Nada. Y eso, a pesar de que la pornografía está prohibida en 34 países y 28 países han prohibido la pornografía en Internet, entre otros Japón, Cuba, Filipinas, India, Marruecos, Venezuela, etc. Cuando más pornografía consume una sociedad, más débil es su estructura y su cohesión interna.

En España y, en realidad, en toda Europa Occidental, se está produciendo un fenómeno de polarización cultural: cada vez hay menos gente que lee, pero ese grupo, cada vez, lee más. Es una minoría, pero es el que está manteniendo la llama de la cultura. Por el contrario, una mayoría, ni siquiera tiene un libro en su casa, jamás ha leído un libro y lo considera algo inútil, tanto en formato convencional como digital. Incluso, licenciados universitarios, desconocen todo lo que hay fuera de sus especializaciones.

Los poderes públicos consideran que es mucho más importante transmitir a las jóvenes generaciones valores “finalistas” y la trilogía propulsada por la Agenda 2030 (igualdad – inclusión – diversidad) que todo lo que pueda reforzar la identidad nacional y las formas culturales anteriores a la “postmodernidad”. Olvidan que la cultura forma parte del patrimonio de una nación que una generación hereda y debería transmitir a sus descendientes. Olvidan que, tanto la cultura española como la cultura clásica, forman nuestros rasgos de identidad y que desconocernos, ignorarlos o, simplemente, masacrarlos, constituye un crimen y supone el formar analfabetos estructurales, generaciones sin raíces y, por tanto, con muy difícil capacidad para sobrevivir. Primero, se permitió que a los “colonizadores culturales” anglosajones que apisonaran a las culturas europeas; en una segunda fase, la propia cultura anglosajona ha quedado superada por productos llegados de esas mismas latitudes, pero sometidos a la dictadura de la corrección política, al wokismo, a la ideología de la cancelación y de la disculpa: es más, la han impuesto.

No hay ni un solo elemento que permita pensar que, en los próximos años, gobierne quien gobierne, esto va a cambiar. Todo induce a pensar que irá a peor. Y lo peor es que, más allá de los actuales niveles de degeneración cultural, ya no hay otra “nueva frontera”: lo único que existe es el terreno para la brutalidad y el salvajismo como expresiones, no tanto de la cultura, sino como extremos límites del proceso de aculturización emprendido hace décadas. Y muchas cosas deberían de cambiar para rectificar ese rumbo.

¿Acaso creéis que, a estas alturas, los partidos del bloque de las izquierdas o el PP van a tratar de hacer algo para rectificar estas tendencias? ¿Creéis que los centros mundiales de exportación de “basura cultural” (con Hollywood a la cabeza) van a dejar de hacerlo por una brusca iluminación que les imponga regresar al sentido común? ¿Creéis que algún gobierno en España pondrá coto a la pornografía y a la “cultura basura”? Sabéis perfectamente que eso es absolutamente imposible y que lo que se ha hecho en otros países, aquí resulta altamente improbable. Si aceptáis este razonamiento, estáis obligados a reconocer la situación en la que nos encontramos actualmente y el fatal destino que nos espera: banalidad y frivolidad en el mejor de los casos (etapa actual) y salvajismo y brutalidad en el peor (la próxima etapa).


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