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domingo, 11 de octubre de 2015

Diario de la Desesperanza (XXXI)


Querido Diario:
No tengo la menor duda. Lo más probable es que Alá no exista y que Mahoma, simplemente, cumpliera con su función de legislador tardío, escribiendo un libro para ordenar las vidas de las turbulentas tribus de Arabia, civilizar sus costumbres. Le atribuyó una inspiración divina para que este código fuera respetado y recibido como expresión  de la voluntad divina. Pero no, no creo que Alá exista. Y es bueno no perder esto de vista. Las religiones son conjuntos de creencias para ordenar las vidas de los pueblos. Es bueno que existan y han alumbrado la vida de las poblaciones durante miles de años. No voy a ser yo quien ataque a las religiones y particularmente al cristianismo porque es la religión que ha dado fuerzas para vivir y esperanza para morir a mis padres y a mis antepasados. Sin olvidar que nadie, en ninguna de las distintas ramas del cristianismo, nadie está dispuesto a matar por su fe. Eso, y el hecho del pasado cristiano de Europa, ayudan a que no existan contradicciones entre el cristianismo y la vida política de los Estados Europeos. Pero con el Islam es distinto: hace poco vimos a un jugador de baloncesto reaccionar histéricamente por haber sido tocado por unas gotas de cava en la celebración de una victoria deportiva. Eso no es religión: es superstición. Y así lo tenemos que considerar. Porque lo sorprendente no es la prohibición en sí (todas las religiones tienen tabúes para mantener “despierta” la conciencia de la persona, para ayudarle a recordar el aquí y el ahora), sino el fanatismo y la histeria que generan los tabúes en el Islam. Y eso es lo más triste: no que Alá probablemente no exista –que no existe- sino el fanatismo que genera esta religión, único en el mundo. De ese fanatismo hay que protegerse. Lanzo el tema: ¿la ley de libertad religiosa se aplica a las supersticiones?