Querido Diario:
No tengo la menor duda. Lo más probable es que Alá no exista
y que Mahoma, simplemente, cumpliera con su función de legislador tardío,
escribiendo un libro para ordenar las vidas de las turbulentas tribus de
Arabia, civilizar sus costumbres. Le atribuyó una inspiración divina para que este
código fuera respetado y recibido como expresión de la voluntad divina. Pero no, no creo que Alá
exista. Y es bueno no perder esto de vista. Las religiones son conjuntos de
creencias para ordenar las vidas de los pueblos. Es bueno que existan y han
alumbrado la vida de las poblaciones durante miles de años. No voy a ser yo
quien ataque a las religiones y particularmente al cristianismo porque es la
religión que ha dado fuerzas para vivir y esperanza para morir a mis padres y a
mis antepasados. Sin olvidar que nadie, en ninguna de las distintas ramas del
cristianismo, nadie está dispuesto a matar por su fe. Eso, y el hecho del
pasado cristiano de Europa, ayudan a que no existan contradicciones entre el
cristianismo y la vida política de los Estados Europeos. Pero con el Islam es
distinto: hace poco vimos a un jugador de baloncesto reaccionar histéricamente
por haber sido tocado por unas gotas de cava en la celebración de una victoria
deportiva. Eso no es religión: es superstición. Y así lo tenemos que considerar.
Porque lo sorprendente no es la prohibición en sí (todas las religiones tienen
tabúes para mantener “despierta” la conciencia de la persona, para ayudarle a
recordar el aquí y el ahora), sino el fanatismo y la histeria que generan los
tabúes en el Islam. Y eso es lo más triste: no que Alá probablemente no exista –que
no existe- sino el fanatismo que genera esta religión, único en el mundo. De
ese fanatismo hay que protegerse. Lanzo el tema: ¿la ley de libertad religiosa se
aplica a las supersticiones?