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sábado, 13 de enero de 2024

¿TIENE FUTURO UNA EXTREMA-DERECHA EN ESPAÑA? (1 de 3)

Vayamos por partes: los medios de comunicación, cuando hablan de “extrema-derecha”, desde hace años, aluden, en primer lugar, a Vox. No es del todo cierto: Vox sería un partido “populista” como hay en todos los países europeos, disponiendo de una cuota de votos variable, pero notable. Le cuadraría también el nombre de “derecha nacional”. Esto puede dar lugar a confusiones interesadas. Siempre, quienes atacan a Vox procuran situarlo del lado de los distintos grupúsculos de “extrema-derecha”. Vale la pena, pues, establecer fronteras y, de paso, confirmar el estado actual de la “extrema-derecha” española tras las movilizaciones ante la cueva de Ferraz.

“POPULISMO” Y “EXTREMA-DERECHA”

¿En qué se diferencia la “derecha nacional” y/o el “populismo” de la extrema-derecha clásica?

1. En primer lugar en que los “populistas” tienen vocación parlamentaria. Existen en la medida en que tienen diputados y representantes electos en las instituciones, mientras que la extrema-derecha clásica tiende a ocupar espacios extraparlamentarios y, aunque se presente ocasionalmente a las elecciones, el no obtener cargos electos es algo que no le preocupa excesivamente.

2. En segundo lugar, los partidos “populistas” tienden a admitir e incluir en sus filas, incluso en sus puestos dirigentes, a liberales clásicos. El ataque al liberalismo, en cambio, figura entre los hábitos de la extrema-derecha. Esto se traduce en la importancia que dan al Estado en cada uno de sus programas: la extrema-derecha sigue considerando que la revalorización del Estado es fundamental, mientras que el “populismo” tiende a creer que es mucho más importante asegurar la libertad de comercio, si bien no existe una posición unánime en torno al papel del Estado, la planificación, o los límites de la libertad de comercio.

3. En tercer lugar, el “militantismo” es mucho más fuerte y patente en los grupos de extrema-derecha, mientras que entre los “populistas” resulta mucho más relajado y, frecuentemente, reducido solamente a espacios electorales.

4. Entre los grupos “populistas”, una derrota electoral puede suponer su final, mientras que los grupos de extrema-derecha tienen ciclos: nacen, crecen, llaman la atención unos meses o años y suelen entrar en crisis, sin llegar a desaparecer del todo, se transforman, se fusionan siempre en situaciones de crisis (o para enmascararla) o resisten por tiempo indefinido, incluso tras haber reconocido implícitamente la posibilidad de prosperar.

5. Existen solamente dos formas de “populismo” (la primera, aquella en la que los conceptos liberales de derechas están más presentes y la segunda, aquella que ignora los planteamientos económicos y se centra en “antiizquierdismo”, “derecho a la vida” y defensa a ultranza de los valores conservadores). En cambio, la extrema-derecha, a pesar de que, en la actualidad, tiene tendencia a no profundizar en las filosofías políticas -fundamentalmente a causa de la falta de doctrinarios y estrategas- acepta cuatro orientaciones que pueden definirse así, de mayor a menor importancia: 1) los identitarios (Hacer Nación) que fundamentalmente traducen en España las orientaciones de grupos que tienen su origen en Francia, 2) los “históricos”, fundamentalmente en torno a siglas falangistas que siguen conservando los rasgos del movimiento originario de los años 30 en todas sus características (FE-JONS, La Falange y, en cierto sentido, España 2000), 3) Grupos implantados localmente en forma de círculos culturales y dedicados habitualmente a realizar charlas en sus locales (Alfonso I, Cruor, Empel, Casal Romeu, etc) y 4) Un batiburrillo de grupos que oscilan entre la derecha católica, planteamientos que hace 30 años eran novedosos y hoy ya no lo son (Democracia Nacional) y la búsqueda problemática de una “izquierda nacional” imaginaria (Movimiento Pueblo). Así pues, como puede verse, los planteamientos de la extrema-derecha son muchos y muy distintos.

LA AUSENCIA DE UN “PROGRAMA COMÚN” DE LAS DERECHAS

Estas cinco diferencias entre “populismo” y “extrema-derecha” marcan dos espacios bien diferenciados y con fronteras externas (entre Vox y el magma de extrema-derecha) e internas (entre los distintos grupos de extrema-derecha y en el interior mismo de Vox). No vamos a referirnos a Vox (al que le recomendaríamos, simplemente, que se apresurase a pactar, incluso para las elecciones gallegas y, no digamos para las catalanas europeas y catalanas de este año, un PROGRAMA COMÚN DE LAS DERECHAS), pero sí a analizar el estado de ánimo y las posibilidades de los grupos de extrema-derecha, tal como están actualmente configurados. (ver artículo: LAS CULPAS DE LA DERECHA)

Vale la pena recordar que si hoy gobierna en España un cabeza hueca como Carles Puigdemont, no es gracias a Pedro Sánchez (gran perdedor de las elecciones de julio de 2023 y que pudo levantar la cabeza a costa de vender a plazos el Estado Español), sino a que las derechas (PP y VOX) se presentaron desunidas a las elecciones pensando el PP que obtendría la mayoría absoluta y VOX que esa mayoría sería relativa y Feijóo se vería obligado a contar con ellos.

El resultado fue: 1) catastrófico para la derecha que el día después de conocer los resultados electorales se encontró sin estrategia y confundida, con la iniciativa perdida, a pesar de que el PP había ganado en las urnas, 2) Desde entonces, PP y VOX han tendido a aumentar sus diferencias y han menudeado los ataques y reproches mutuos hasta el punto de que hay que descartar el que se presenten en común en las elecciones autonómicas de la región catalana (a pesar de que la mayoría de los electores de una y otra formación política desearían que fuera entonces cuando se estrenara un “programa común de la derecha”.

LOS PROBLEMAS HISTÓRICOS DE LA EXTREMA-DERECHA EN ESPAÑA

no son todos los problemas de la extrema-derecha, pero, en cualquier caso, son los más significativos

1. IGNORAR EL LENGUAJE POLÍTICO CONVENCIONAL: CONFUNDIR DOCTRINA Y PROGRAMA

Desde mucho antes de la transición, incluso desde el período histórico, una característica de la extrema-derecha española ha sido carecer de estrategia (plan general de acción para la conquista de un objetivo político). A estos se ha añadido que, incluso en los textos clásicos de Falange Española nunca estaba claro dónde terminaba el “programa” (una serie de posiciones políticas que pueden cambiar en función de las necesidades políticas de un país) y empezaba la “doctrina” (los valores que defiende un movimiento político y que son inamovibles).

Ni en los “27 puntos”, ni en “Los puntos fundamentales de FE” están claras estas diferenciaciones, ni la importancia que hay que atribuir a cada cosa (el punto 27, por ejemplo, nació del rechazo de FE-JONS a los manejos de Renovación Española entre agosto de 1934 y la primavera del 35 que habían conducido al partido a sucesivas crisis tras su negativa a integrarse en el Bloque Nacional; y, sin embargo, algo que fue puramente puntual, se ha perpetuado en el imaginario colectivo falangista, a pesar de que el propio José Antonio trató de pactar con la CEDA para las elecciones de 1936, participó en una candidatura unitaria de las derechas en la provincia de Cuenca -en la que él mismo se presentaba- y terminó reconciliándose con Renovación Española en la primavera del 36). Ni hoy, ni hace 40, ni hace 60 años, tenía sentido aferrarse a ese punto 27 que formaba parte de un “programa político” y no era, en absoluto, una “cuestión ideológica”.

Pues bien, esta confusión entre “programa” y “doctrina”, persiste hoy y redunda negativamente en el reclutamiento de nuevos militantes que no tienen una idea exacta -y, por tanto, no la pueden transmitir- ni de lo que propone su sigla, ni de cuál es el pensamiento de su partido.

2. AUSENCIA DE UNA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA

En cuanto a la estrategia, simplemente se ha ignorado su importancia. Falange Española solamente tuvo una estrategia a partir de la unificación con las JONS (Ledesma defendía la idea de que era necesario “construir un partido amplio”, tal como puede deducirse de su ¿Fascismo en España? Luego, cuando decidió apearse de FE-JONS le fue imposible reconstruir una estrategia, mientras que José Antonio, a partir de la reunión de la Junta Nacional en el Parador de Gredos (verano del 35) optó por la estrategia insurreccional. Luego, en la postguerra, ningún grupo falangista disidente del Movimiento estuvo en condiciones de definir una línea estratégica que fue más allá de “la unidad”. Los grupos falangistas llegaron muy debilitados a la transición, permanecieron a la sombra de Fuerza Nueva y, cuando este partido se eclipsó, ellos también iniciaron la ruta de la irrelevancia creciente. Todos los intentos de elaborar una línea estratégica en los años 70 se redujeron a “destellos” en momentos muy escasos y en torno a los dos “Frentes de la Juventud” y tenían como eje el golpismo, con la contrapartida de que eso suponía subordinar la actividad política al “buen” (o “mal”) hacer de los sectores golpistas del ejército. Cuando la hipótesis golpista se hizo insostenible (a partir de febrero de 1981), ya no hubo ningún sector en condiciones de reconstruir una estrategia política y todo, tanto antes como después de esa fecha, se redujo a mero “tacticismo”.

La extrema-derecha multiplicó en la transición el uso de “tácticas” (cientos de mítines, decenas de manifestaciones, millones de carteles y de panfletos, etc), pero si estas tácticas no se encuadran al servicio de una “estrategia” se produce un fenómeno de dispersión de la acción política: siempre tienden a orientarse en direcciones opuestas y a contrarrestarse entre sí. Solo la elección de una estrategia garantiza que todas las tácticas apuntarán a la misma dirección.

Ya durante la transición fue evidente que cada sector de la extrema-derecha iba a su aire y que ni siquiera existía un foro de reflexión y de toma de decisiones. Cada grupo actuaba independientemente de todos los demás, eran frecuentes los “robos” de militantes. Existía entre 1977 y 1980 una “moral de victoria” y la sensación de que se “estaba avanzando”. Sin embargo, se trataba de victorias pírricas, tal como se demostró el 23-F y más tarde en las elecciones que dieron la victoria a los socialistas en septiembre de 1982. Desde entonces, la extrema-derecha no ha levantado cabeza.

3. LA FALTA DE LIDERAZGO SOLIDOS

En la extrema-derecha -como en cualquier otro sector político-, los liderazgos o son sólidos o el movimiento se estanca. Hace falta definir lo que se entiende por un “liderazgo sólido”: es aquel que aúna cinco condiciones:

1) el líder “sabe” dónde ir y el camino que hay que seguir, esto es: tiene un proyecto político.  

2) el líder confirma su liderazgo gracias al avance del movimiento. Se entiende por “avance” la ganancia de “peso político”.

3) el líder, sabe dotarse de un grupo de cuadros dirigentes con capacidad para asumir tareas de responsabilidad en el movimiento. Estos cuadros están formados a nivel doctrinal, estratégico y táctico.

4) el líder demuestra su liderazgo, no solamente rodeándose de militantes “competentes”, sino que, además, sabe obtener fondos que supongan carburante para la acción militante..

5) el líder, a través de documentos políticos, demuestra lucidez y capacidad política, conocimiento doctrinal y sentido de la oportunidad. Entiende además su tiempo y las necesidades del movimiento político, así como la fisonomía que debe darle.

Esto ha estado casi completamente ausente en la extrema-derecha española desde la transición y, por tanto, ha generado una crisis general en este ámbito político. Al carecer de liderazgos sólidos (en alguna ocasión, el liderazgo de algunos grupos ha sido casi un chiste) era imposible que estos movimientos políticos avanzasen. Sus militantes solían atribuir su falta de éxito a la ausencia de recursos económicos: pero, aunque estos, como por milagro, hubieran existido, la falta de liderazgo, unido a la falta de línea estratégica, hubiera condenado a la esterilidad política la acción realizada. De hecho, Fuerza Nueva “quemó” decenas de millones en actividad política, compra de locales y esfuerzo de propaganda con los resultados que todos conocemos.

4. LOS PACTOS DE LA TRANSICIÓN

A los errores y a las taras que la extrema-derecha española ha tenido siempre, tanto en el período histórico como en el franquismo y que fueron heredados por los partidos ultras durante la transición, se añadió, a partir de 1975, otro elemento que contribuyó a taponar su crecimiento. En efecto, uno de los motores del a transición política fue Manuel Fraga Iribarne que, desde el principio sostuvo dos postulados: el futuro de Alianza Popular (hoy PP) dependía de que no tuviera “enemigos a la derecha” y que para que la transición contribuyera a unir en un proyecto común a todas las fuerzas políticas de aquel momento, era preciso que existiera un “malo” al que todos se opusieran. Lo primera era una aplicación práctica de la idea Cánovas a principios del siglo XX y lo segundo equivalía a criminalizar de partida cualquier partido o grupo que, de alguna manera, se sintiera solidario con el “régimen anterior”.

Fue así como desde el principio de la transición, los distintos grupos de prensa que contribuyeron a promoverla (Grupo PRISA, Cadena 16 y Cadena Z) dedicaron un elevado porcentaje de sus columnas a lanzar “revelaciones” (en la mayoría de los casos, falsas y calumniosas y siempre exageradas) que multiplicaban por mil el “peligro fascista”, incluso en los momentos en los que ETA asesinaba a una persona a la semana como promedio.

El resultado fue que, a la propia incapacidad de la extrema-derecha para configurarse como movimiento político capaz de operar en un marco democrático, se unió un cinturón de seguridad y una oleada de exageraciones y prejuicios que contribuyó a aislarla hasta que, poco a poco, se fue extinguiendo a lo largo de los años 80.

A pesar de que hasta los primeros años del nuevo milenio, las distintas siglas de extrema-derecha trataban de presentar listas electorales en distintas elecciones (existía la presunción de que si se lograba un éxito en las elecciones europeas, este redundaría en los distintos procesos electorales), los descalabros electorales fueron cada vez mayores y en la primera década del siglo XXI, sus resultados -en torno al 0,05%- estaban próximos al “error técnico”, mucho más que al producto de las campañas electorales.


¿TIENE FUTURO UNA EXTREMA-DERECHA EN ESPAÑA? (1 de 3)

Populismo y “extrema-derecha” - La ausencia de un “programa común de las derechas” - Los problemas históricos de la extrema-derecha en España

¿TIENE FUTURO UNA EXTREMA-DERECHA EN ESPAÑA? (2 de 3)

La situación al comienzo de la segunda legislatura de Pedro Sánchez - Otra ocasión perdida

¿TIENE FUTURO UNA EXTREMA-DERECHA EN ESPAÑA? (3 de 3)

Documento al Pueblo Español - ¿Y entonces?








miércoles, 31 de octubre de 2018

365 QUEJÍOS (184) – BOLSONARO, TRUMP, ORBAN… VOX (Y TANTI QUANTI)


¿Qué ha pasado en Brasil? Muy sencillo: que en aquel país gobierna un hipercapitalismo financiero, burocrático y globalizado que había entregado, en 2003, la gestión de los asuntos cotidianos al muy sumiso Partido del Trabajo (especie de PSOE a ritmo de samba). Este partido destinaba millones y millones para “ayuda a los pobres, desarrollo del tercer mundo, eliminación de la pobreza, igualdades de género, mantenimiento del patrimonio de la Amazonia…”, cantidades que, por algún motivo, siempre terminaban en las cuentas cifradas de la clase política en Suiza o en cualquier otro paraíso fiscal. Y el pueblo brasileño se ha hartado de comer frijoles con arroz, presentado como un “menú goumet”, como si bastara para dignificarlo el condimento de la multiculturalidad, las ideologías de género y demás productos cultivados de la granja UNESCO. Contra esto es contra lo que han votado los brasileños en estas elecciones. No me quejo, claro está, de que Bolsonaro haya llegado al poder. Me podría quejar de lo que haya tardado el pueblo brasileño en darse cuenta de que alguien podía estar en la guerrilla a finales de los 60, pasar por víctima de la dictadura, y despertar en los noventa como cleptómano de izquierda parlamentaria (ser revolucionario en el pasado, no descarta ser chorizo en el presente). Pero no me quejo de esto, sino de cómo se ha tomado la izquierda española esta victoria.

Nuestra izquierda empieza a tener sensación de soledad. El hecho de que lo que se creía era el Podemos a la italiana, el Movimiento Cinque Stelle, haya terminado pactando con la Lega un gobierno que, en estos momentos, va por un camino muy aceptable, ha terminado de descomponer a la izquierda española que todavía no se había repuesto de la victoria de Trump o del hecho de que la “extrema-derecha” gobierne ya en parte de la Mitteleuropa y, en cualquier caso, esté presente de manera creciente, siempre por encima del 15% en todos los países de la zona. O que en los Países Nórdicos se produzca una situación análoga. Por no hablar del susto que los colocó al borde del colapso nervioso al conocer el resultado electoral de Marine Le Pen.

La izquierda prefiere seguir clamando por los derechos de los “refugiados”, por las hambrunas africanas o por las ideologías de género, su última distracción. Es verdad que una parte de la izquierda europea empieza a desandar lo andado y a preguntarse si no habrá sido muy optimista sobre la capacidad de integración de los inmigrantes o con haber permitido (y llamado) a millones de inmigrantes, cuando otros empiezan a preguntarse seriamente el por qué la clase obrera europea, simplemente, les ha vuelto las espaldas. Pero aquí, en España, la izquierda sigue como si nada, incluso sin darse cuenta de que Podemos no es un partido, sino un mosaico con tantas tendencias, familias, “colectivos” y subpartidos como dirigentes tiene, ingobernable, y que el PSOE, abandonado el marxismo, caída la socialdemocracia, es una confederación de grupos regionales de intereses, guiado por feministas y feministos,  que agradecen al dios de las estadísticas (Tezanos) sus artes culinarias para darle en los sondeos de voto lo que su gestión no le da. Claro está, que también tienen algo que ver en la permanencia del PSOE el hecho de que Ciudadanos, fuera de su actitud decidida en Cataluña, oscile como una veleta al viento o que el “efecto Casado” en el PP haya sido más flojo que el pestillo de un WC gay. Aquí gobierna hoy la izquierda, no por sus propios méritos, sino por los errores de la derecha y por el despiste del centro.


La interpretación que ha dado El País, buque insignia de la izquierda kulta, ha sido que Bolsonaro ha recibido el voto de los privilegiados, de los partidarios de la dictadura y de la extrema-derecha… que, al parecer, sumados, dan el 55,1% sobre el 44,9% del “nazareno”, Fernando Haddad, que le ha tocado cargar con la cruz del recuerdo de Lula y la Dilma Roussef. Para El País y para la izquierda, el Partido del Trabajo ha sido víctima de una persecución judicial injusta, armado desde la CIA que, además, en su infinita maldad y omnipotencia, desencadenó al lumpen contra un partido que, como su nombre indica es “de trabajadores”… Y se quedan tan anchos y les satisface saber que no han caído víctimas de sus estafas sino de una “conspiración”. Quien conoce Brasil sabe que allí no hay tanto “privilegiado”, ni tanto “conspirador” como para llegar al 55,1%, pero también sabe que hace mucho tiempo que el país no andaba muy bien. Brasil no es un país cualquiera.

Desde el punto de vista geopolítico, Brasil tiene cuatro características que le otorgan la condición de “potencia regional”: extensión, recursos naturales, tecnología, población. Su alianza histórica con Chile le otorga salida a los Océanos (condición requerida en geopolítica para ser gran potencia). Así que lo que allí ocurre es importante, no sólo para los brasileños sino para todo el continente americano y, por supuesto, para España. El problema de Brasil es la “multiculturalidad”… que se traduce en las calles porque la samba está omnipresente y porque las conversaciones sobre sexo son las más habituales, tanto como los torneos de fútbol o de vóley-playa… y no caricaturizo. Un país con tanto potencial no puede agotarse en hábitos tan poco lustrosos.

Pero tener el poder soluciona solamente la primera parte del problema: ahora toca gestionarlo. Reconozco que me alegra que Trump haya vencido sobre Hillary, lamento que Macron se impusiera sobre Marine Le Pen, me satisface que la AfD avance y que la CDU-CSU y el SPD, empiecen su descenso a los infiernos; considero a Viktor Orban un gigante político en comparación con las tallas infantil de los demás políticos de la izquierda húngara. Me alegré de la victoria de Salvini y de la pulverización del Partido Demócrata de Remzi, y, no digamos del resultado de los Demócratas Suecos de Jimie Akesson, consolidado como tercer partido del país. Y así sucesivamente. Prefiero, ya que estamos, que sea Vox el que “suba” a que las dos fotocopias de Sánchez, Casado y Ribera, quienes lo hagan.

Sí, ya sé que todas estas opciones tienen puntos oscuros y que no está claro, ni lo que pueden hacer, ni lo que están dispuestos a hacer, ni siquiera a qué velocidad van a hacerlo. A fin de cuentas, en democracia, se parte de la base de que cualquiera que tenga tu voto puede hacer con él lo que le dé la gana (y no lo ha prometido). Sé, por ejemplo, que el cultivo del que se están sembrando más hectáreas en estos momentos en EEUU, es el del cannabis “medicinal”. O que Marine Le Pen cometió tantos errores en campaña que es lícito preguntarse si hubiera sido una buena gobernanta. En cuanto a la AfD, su programa a identificado con claridad extrema los problemas, pero hoy es un amasijo de vectores de los que no está muy claro cuál será el resultado final. Salvini gobierna, pero en coalición con el M5S… así que, en cualquier momento, podría dejar de gobernar. ¿Y Vox? Es todavía “potencia”, en absoluto “acto”.

Lo importante es que todas estas opciones suponen obstáculos, unos mayores, otros menores, a la globalización (en verdadero, único y gran enemigo); ninguna de ellos ha dado de sí todo lo que podía por el breve tiempo que ha transcurrido desde que emergieran como “alternativas”. Les queda a todos por demostrar su “potencial”. Pero ahí están y no son, desde luego, “marcas blancas” de nadie, sino expresiones de la protesta popular, el rechazo a la corrección política, el pensamiento único y al nuevo orden mundial, esto es, a la globalización. Y ya se sabe lo que dice el dicho: “Roma no se hizo en un día, ni Zamora se ganó en una hora”.

Desde la caída del Muro de Berlín, cuando se impuso el unilateralismo norteamericano y el modelo globalizador, íbamos descendiendo peldaño a peldaño por la escalera de la decadencia y lo hacíamos, prácticamente, sin resistencias. Ahora, en un mundo que tiende al multipolarismo (lo cual es, en principio, mejor que el unipolarismo o el bipolarismo que fue propio de la Guerra Fría) en lo geopolítico y al mundialismo en lo cultural (ideología del mestizaje, de la multiculturalidad, ideologías de género, ultrahumanismo, lo que es peor que cualquier forma cultural anterior), el sistema globalizado está cada vez más cuestionado y, en cada país, aparece algún tipo de respuesta en función de sus propias condiciones. Unas están mejor definidas, otras son más ambiguas, unas tienen a gente eficiente, en otras hay solo amateurismo, las hay más audaces y también otras que son timoratas . No hay que olvidar, que los Estados Nacionales siguen existiendo y que, por tanto, cada opción ha de ser medida, en tanto que “nacional”, según la situación de ese país. Pero, en general, sería difícil no reconocer que en todas estas opciones existen elementos que permiten afirman que, en algunos países, al menos, se está conteniendo el rodillo globalizador. Y que quienes los están conteniendo son las estructuras jurídicas de los Estados, sus sistemas electorales, sus parlamentos… El realismo se impone: quizás el sistema democrático -un hombre un voto mitad más uno gobierna, mitad menos uno pierde- sea el más engañoso e injusto para resolver definitivamente la cuestión. Pero, por el momento, está sirviendo para detener pasar al peldaño inmediatamente inferior.

Jair Bolsonaro, parte con el apoyo de una significativa mayoría. Vamos a ver qué reformas introduce y a qué velocidad. ¿Nos afecta? ¡Coño, si nos afecta! ¿O es que ignoráis que Brasil es un país en el que la expansión del castellano (allí, “español”) se está realizando a mayor velocidad? Es Instituto Cervantes de São Paulo, es una referencia cultural en todo el país y en todos los institutos del país la enseñanza del castellano debe de estar presente como “materia optativa”. Lo que ocurra en Brasil, no lo dudéis, repercutirá en todo el subcontinente. Y también en la Península Ibérica. Porque la alternativa para España y Portugal está muy clara: si la Unión Europea fracasa -y está fracasando- siempre nos quedará mirar al otro lado del Atlántico, a las tierras hermanas que colonizaron nuestros antepasados.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Diario de un pobre diablo (14)


BAJA EL SOBERANISMO - ¿PEQUEÑAS OSCILACIONES? - En realidad, es al contrario: todo lo que sube, baja. Y el soberanismo subió demasiado a raíz de la crisis de la deuda y solo le quedaba retroceder. Eso es lo que está haciendo en los dos últimos años, desde que el referéndum del chichinabo que proponía la generalitat se quedó en agua de borrajas. No hay más independentistas que los que habitualmente se expresan solamente en catalán (y esa cifra está entre el 30 y el 35% de la población catalana), sin olvidar que no todos los que lo hacen son soberanistas. Así pues, al final y después de marear la perdiz con las ambigüedades del PSC y de Junts Podem, lo que quedará es un apoyo social de menos del 30-35% para el "proceso"... lo que nos confirma lo que ya sabíamos: que los independentistas carecen de fuerza social para otra cosa que no sea patalear.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Necesidades frente a valores


Info|krisis.- En la derecha aparecen ligeras fisuras, pero nada comparable con las grietas que emergen de la izquierda. Si la izquierda está más en crisis que la derecha ha sido porqué esta sigue teniendo presente para qué clase social trabaja (la alta burguesía y los gestores del neoliberalismo), mientras que la izquierda ha sufrido un proceso de confusión mental (creada en el XIX para satisfacer las aspiraciones políticas del proletariado, de esa intención inicial solamente queda hoy en España la “O” de “obrero” con que se adorna la sigla del partido socialista). Esto nos lleva a establecer un axioma: “para edificar una alternativa política hace falta tener claro desde el principio qué clase social apoyará el mensaje que se pretende transmitir”, axioma que puede enunciarse también de otra manera: “si se quiere progresar en política es preciso dotarse de un mensaje que encarne las necesidades y los problemas de un grupo social concreto”. Si el populismo triunfa en Europa, pero está ausente en España, es precisamente por la incapacidad que se ha demostrado en nuestro país para asumir tal axioma.

¿Populismo? ¿Es asumible la palabra populismo?

Debió ser en el junio de 2001 cuando el partido Democracia Nacional invitó a Martín Beaumont a su universidad de verano para dar una conferencia sobre “populismo”. Yo que asistí a la charlita me llevé la impresión de que eso del “populismo” era “dar la razón al pueblo” y dar por supuesto que “el pueblo” siempre tiene “sanas reacciones”. Lamentablemente las cosas son mucho más complejas en nuestra atribulada época: haría falta recurrir a Ortega y Gasset para advertir que hoy no existe “pueblo” como tal, sino una “masa invertebrada e inorgánica” que es el reflejo previo de la atomización de la sociedad, con el olvido de los aspectos comunitarios y la colocación en el primer plano del repliegue a lo individual.

viernes, 27 de febrero de 2015

Necesidades frente a valores


Info|krisis.- En la derecha aparecen ligeras fisuras, pero nada comparable con las grietas que emergen de la izquierda. Si la izquierda está más en crisis que la derecha ha sido porqué esta sigue teniendo presente para qué clase social trabaja (la alta burguesía y los gestores del neoliberalismo), mientras que la izquierda ha sufrido un proceso de confusión mental (creada en el XIX para satisfacer las aspiraciones políticas del proletariado, de esa intención inicial solamente queda hoy en España la “O” de “obrero” con que se adorna la sigla del partido socialista). Esto nos lleva a establecer un axioma: “para edificar una alternativa política hace falta tener claro desde el principio qué clase social apoyará el mensaje que se pretende transmitir”, axioma que puede enunciarse también de otra manera: “si se quiere progresar en política es preciso dotarse de un mensaje que encarne las necesidades y los problemas de un grupo social concreto”. Si el populismo triunfa en Europa, pero está ausente en España, es precisamente por la incapacidad que se ha demostrado en nuestro país para asumir tal axioma.

¿Populismo? ¿Es asumible la palabra populismo?

Debió ser en el junio de 2001 cuando el partido Democracia Nacional invitó a Martín Beaumont a su universidad de verano para dar una conferencia sobre “populismo”. Yo que asistí a la charlita me llevé la impresión de que eso del “populismo” era “dar la razón al pueblo” y dar por supuesto que “el pueblo” siempre tiene “sanas reacciones”. Lamentablemente las cosas son mucho más complejas en nuestra atribulada época: haría falta recurrir a Ortega y Gasset para advertir que hoy no existe “pueblo” como tal, sino una “masa invertebrada e inorgánica” que es el reflejo previo de la atomización de la sociedad, con el olvido de los aspectos comunitarios y la colocación en el primer plano del repliegue a lo individual.

viernes, 1 de marzo de 2013

Beppe Grillo, ¿antipolítica o antipartido?


Infokrisis.- Cuando uno intenta analizar fenómenos como el Movimento 5 Stelle y a su fundador, Beppe Grillo, debe de ir con cuidado. Las posibilidades de realizar un diagnóstico erróneo sobre algo que en principio no tiene una línea política, ni estrategia, ni estructuras políticas, es enorme. Por otra parte, el fenómeno, como todos los que aparecen en  este momento de declive de las democracias, es contradictorio y cada cual puede creer ver en él aquello que apoya o lo que rechaza.


Supe de Beppe Grillo este verano en Cerdeña cuando uno amigos me citaron como la gran esperanza de la política italiana. Antes de las elecciones generales italianas, a Grillo y a su formación apenas se les daba entre un 13 y un 18% de votos, lo que no era poco y se le atribuía el tercer lugar, por supuesto, tras el “respetable” Mario Monti, el “gestor eficaz”… La inquietud de los analistas se debía a que con esos porcentajes, Grillo podía condicionar la formación de cualquier gobierno de derechas o de izquierdas. Y no se sabía muy bien, qué condiciones pondría. Si tenemos en cuenta que “el dinero es cobarde”, de su resultado dependía el que Italia (y, de rebote España) vieran alterada al alza los puntos diferenciales de su deuda.