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lunes, 16 de febrero de 2015

En defensa de nuestra identidad (I de II): en defensa de los festejos taurinos


Infokrisis.- No es, sin duda por casualidad que el símbolo de “lo español” sea la silueta del toro de Osborne. Y sin embargo la llamada “fiesta nacional”, está presente también en otros países. Es, pues, algo más que “nacional”. En Portugal, por ejemplo. Y en todo el Mediodía francés. ¿Cómo podría extrañarnos? Hubo un tiempo en que en toda Europa se realizaban rituales similares. Lo que vamos a defender en este artículo es que la fiesta de los toros es una parte esencial de nuestra identidad. Que la fiesta nacional es un rito de origen religioso. Que la fiesta nacional deriva de prácticas rituales de la casta guerrera. Y, finalmente (en un próximo artículo), que en la historia de España, se tiene constancia del toreo desde el siglo XII y que siempre han sido los personajes más conflictivos de nuestra historia –ayer el conde de Aranda, creador de una masonería independiente en España y hoy ZP, ayer Fernando VII y casi todos los borbones y hoy Carod-Rovira- quienes se han opuesto a las corridas de toros. Sirva este artículo, pues, como voz en defensa de la “fiesta”.
Estar en el “mundo moderno” y ser del “mundo moderno”
Practicado el exorcismo ritual, añado: “soy español –mire usted por donde- y me gustan las corridas de toros”. Lo gracioso del caso es que las mejores “faenas” en el sentido alegórico, se las he visto a hacer a camaradas y las faenas taurinas, por paradójico que pueda parecer, las he visto en Nimes de Provenza y una de las más memorables en el festival taurino de mayo del 99 a un torero francés, Stephan Fernández Meca. Y aunque el “Olé” en francés, en toda la Camargue y en Las Landes, suena con otro acento, hay en el Mediodía francés tanta afición como en España, lo que demuestra que, lejos de ser “español” o “andaluz”, es europeo.
De ahí que mi razonamiento sea: en la medida en que un sistema de identidades se basa en tres niveles (la patria, la tierra natal o “patria chica” y Europa), tiene narices que en las tres el noble arte del toreo esté presente. Por que el toreo está presente en Catalunya, en el País Vasco y en cualquier otro lugar de la Península. Su radio de acción abarca hasta el mediodía francés pero hay algo en los toros que fascina en Europa. No lo tenía muy claro hasta que un día, Alain de Benoist en un restaurante taurino en Barcelona, me dio la clave mientras se zampaba una tabla de fiambres: “Las corridas de toros están en el mundo moderno, pero no son del mundo moderno”. Y siguió con su morcón de Ávila… Los intelectuales son así, incluso en comiendo y bebiendo, te aclaran problemas. A partir de aquí era fácil elaborar una línea de comprensión sobre el fenómeno taurino.