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lunes, 16 de febrero de 2015

En defensa de nuestra identidad (II de II): los toros en nuestra Historia


Infokrisis.- La tesis de esta segunda parte es muy simple: tiende a demostrar que el toreo ha acompañado los mejores momentos en la historia de España y ha encontrado eco en  el corazón de nuestros grandes conductores; mientras, los adversarios del toreo han surgido en los momentos de decadencia y en todo aquello de nuestra historia de lo que se puede prescindir. Podríamos traspasar también esta dicotomía al dominio de la pintura y concluir que nuestros grandes pintores del XIX y del XX (Goya, Picaso, Dalí, entre otros muhos), han representado en sus cuadros y de manera encomiástica al toreo. E incluso hoy, en el mundo de la cultura abundan los favorables a considerar a los toros como algo que “está en la modernidad, pero que no pertenece a la modernidad”. Ayer mismo, el urbanista e intelectual, Luis Racionero, sin duda uno de los más brillantes intelectuales de los últimos 40 años, defendía en las tardes de Onda Cero, esta fiesta con argumentos parecidos a los que utilizábamos en la primera parte de este ensayo. Tal es el recorrido que vamos a realizar.
En la Edad Media, cuando España volvió a ser.
Desde los tiempos en que los patricios romanos combatían contra uros en las arenas del circo, y los iniciados mitriacos se bañaban ritualmente en la sangre del toro, hasta la Alta Edad Media, hay pocas noticias sobre el toreo. Prácticamente desde que Odoacro, rey de los godos hérulos, asaltó Roma y envió las enseñas imperiales a Bizancio en el 476, hasta el siglo, se sabe poco como evolucionaron esos ritos pagamos. Pero, sin duda subsistieron.
De un lado, el mitraismo, especialmente tras la muerte de Juliano Emperador, fue desapareciendo asimilado por el cristianismo (desde el Edicto de Constantino, la Iglesia que había recomendado la deserción de las legiones mientras proclamaron la religión de la paz, al convertirse en nuevo poder, excomulgaron a los desertores y recuperaron la mejor tradición mitraica como religión de los combatientes). ¿Qué ocurrió luego?

En defensa de nuestra identidad (I de II): en defensa de los festejos taurinos


Infokrisis.- No es, sin duda por casualidad que el símbolo de “lo español” sea la silueta del toro de Osborne. Y sin embargo la llamada “fiesta nacional”, está presente también en otros países. Es, pues, algo más que “nacional”. En Portugal, por ejemplo. Y en todo el Mediodía francés. ¿Cómo podría extrañarnos? Hubo un tiempo en que en toda Europa se realizaban rituales similares. Lo que vamos a defender en este artículo es que la fiesta de los toros es una parte esencial de nuestra identidad. Que la fiesta nacional es un rito de origen religioso. Que la fiesta nacional deriva de prácticas rituales de la casta guerrera. Y, finalmente (en un próximo artículo), que en la historia de España, se tiene constancia del toreo desde el siglo XII y que siempre han sido los personajes más conflictivos de nuestra historia –ayer el conde de Aranda, creador de una masonería independiente en España y hoy ZP, ayer Fernando VII y casi todos los borbones y hoy Carod-Rovira- quienes se han opuesto a las corridas de toros. Sirva este artículo, pues, como voz en defensa de la “fiesta”.
Estar en el “mundo moderno” y ser del “mundo moderno”
Practicado el exorcismo ritual, añado: “soy español –mire usted por donde- y me gustan las corridas de toros”. Lo gracioso del caso es que las mejores “faenas” en el sentido alegórico, se las he visto a hacer a camaradas y las faenas taurinas, por paradójico que pueda parecer, las he visto en Nimes de Provenza y una de las más memorables en el festival taurino de mayo del 99 a un torero francés, Stephan Fernández Meca. Y aunque el “Olé” en francés, en toda la Camargue y en Las Landes, suena con otro acento, hay en el Mediodía francés tanta afición como en España, lo que demuestra que, lejos de ser “español” o “andaluz”, es europeo.
De ahí que mi razonamiento sea: en la medida en que un sistema de identidades se basa en tres niveles (la patria, la tierra natal o “patria chica” y Europa), tiene narices que en las tres el noble arte del toreo esté presente. Por que el toreo está presente en Catalunya, en el País Vasco y en cualquier otro lugar de la Península. Su radio de acción abarca hasta el mediodía francés pero hay algo en los toros que fascina en Europa. No lo tenía muy claro hasta que un día, Alain de Benoist en un restaurante taurino en Barcelona, me dio la clave mientras se zampaba una tabla de fiambres: “Las corridas de toros están en el mundo moderno, pero no son del mundo moderno”. Y siguió con su morcón de Ávila… Los intelectuales son así, incluso en comiendo y bebiendo, te aclaran problemas. A partir de aquí era fácil elaborar una línea de comprensión sobre el fenómeno taurino.