Querido Diario:
El mar ruge en la costa. Cielo encapotado y gris. Día otoñal
donde los haya. Voy marcando rayas en la libreta descontando los días que me
quedan en España. Y, sin embargo, este es un país encantador. El problema es
que las élites políticas lo han echado a perder. ¿Desde cuándo? No sabría
decir, pero lo que sí sé es que finales de los 80 hay algo enfermizo en España
y la degradación del país se nota cada vez más. Los que tenemos que viajar al
extranjero con bastante frecuencia por motivos de trabajo y residir durante
largos períodos en otras latitudes, podemos afirmar con conocimiento de causa,
que la degradación de la sociedad española, de las costumbres, de la educación,
de la cultura e incluso de la propia vida, son muy superiores a las de
cualquier otro país. Hace un año hablando en Canadá con un francés y un
quebecois, llegamos a la conclusión de que en todos los países del mundo
existen los mismos problemas (corrupción, inseguridad, inmigración masiva y
crisis económica) pero en algunos están mucho más acusados que en otros. Y
puedo asegurar que en España es donde más se percibe. Ahora se entiende mejor
aquello de que “amamos a España porque no
nos gusta”. No podía ser de otra manera: mal asunto si estuviéramos “orgullosos”
de ser españoles en este momento histórico. Abochornados deberíamos estar, más bien, ante
la deriva que hace décadas ha tomado nuestro país. Lo que ya no está tan claro
es si vale la pena realizar esfuerzos para que algo cambie en este país o,
simplemente, hay que darlo por perdido y a otra cosa… Es la ventaja que tiene
los que en la estela de Evola pensamos que “la
patria está allí donde se combate por la idea”.