05|10|2015 - Querido Diario:
Lo peor de nuestro momento histórico
no es que se haya perdido por completo la idea de “Orden”, sino que ni siquiera
este concepto es comprensible para la mayor parte de la población. Nos hemos
olvidado de lo que supone una situación de “normalidad”. Vivimos tiempos confusos
y convulsos como nunca antes. Y sin embargo estaba estudiando los años del
Estado Novo en Portugal (el salazarismo, el régimen autoritario de más larga
duración) y ya entonces era evidente que fueron los “cambios” en la sociedad
portuguesa de los años 50 y 60, los que se lo llevaron por delante. Recordé que
sólo unos días antes había estudiado la aparición del pangermanismo en el siglo
XIX… y todos los historiadores coinciden en que fue una reacción ante la
situación de inseguridad de un tiempo plagado de cambios en la estructura
social y económica de los países de lengua germánica. Sí, en todas las épocas
han existido cambios que han alterado la vida de las sociedades; la diferencia
es que ahora, tales cambios se parecen desde hace lustros al trazado de una curva
asindótica: de esas que tienen un largo recorrido por el eje de abcisas con un
lento ascenso en el eje de ordenadas… hasta que se produce un aumento brusco de
la cota de este eje y la curva se dispara hacia el infinito, aproximándose más
y más a él. Eso mismo está ocurriendo en nuestro momento de civilización: nos
aproximamos, a velocidad siempre creciente, hacia estadios superiores de caos e
inestabilidad. Como para preocuparse. Y a todo esto: ¿qué entendemos por Orden?
Unos valores fijos en una sociedad que permiten tener un punto de referencia
estable capaz de integrar y digerir cualquier cambio sin que aumenten los
desequilibrios interiores de un sistema (e incluso de rechazar aquello cambios
considerados como “negativos”). Al no existir hoy tal referencia, resulta
imposible vivir cualquier otra situación que no sea la de inestabilidad en
cualquier terreno que nos fijemos: economía, sociedad, gestión del gobierno,
costumbres… No soplan buenos tiempos para la Tradición, esto es para lo estable
transmitido de padres a hijos. Y, sin embargo, si hay futuro (si es que lo hay),
éste no podrá ser más que una síntesis de tradición y revolución, es decir, la
instauración de una nueva idea de Orden. Desconfiad de todo aquel que no os
proponga un paradigma de Orden que traiga estabilidad a la sociedad. O es un
progre, o simplemente no advierte la necesidad del Orden; es decir, o es un
progre, o es un imbécil, o ambas cosas.