Info|krisis.- “Al perro viejo todo se le antojan pulgas” dice el viejo refrán
español. Obviamente, el “perro viejo” es la constitución y el Estado surgido en
1978. Cada día, en efecto, se acumulan síntomas de su obsolescencia. Algunos
dramáticos, otros grotescos. No es lo mismo el problema secesionista que la
abdicación de Juan Carlos; ni la corrupción que el referéndum canario sobre las
prospecciones petrolíferas. Parece que tenga poco que ver la crisis de todos
los partidos que han sido algo en los últimos 38 años, con la
desindustrialización del país, los ocho millones de inmigrantes con el
hundimiento de la natalidad, la crisis de la enseñanza y de la sanidad con un
cuarto de la población próximo al umbral de la pobreza, los indultos a
políticos con los desahucios a infelices. Y sin embargo todo esto, no son más
que síntomas cada vez más agudos y preocupantes de la crisis generalizada del
Estado, del hundimiento de un régimen. Como la irrupción del último freaky que terminará haciéndose habitual en los reality
shows y que será tomado en serio por
periodistas y opinión pública: el “pequeño Nicolás”.
Hay que reconocer aplomo y
precocidad al “pequeño Nicolás” que desde los quince años ya era paseado por su
madre por los aledaños del poder y presentado como “genio”. En realidad, algo
de eso debe tener para concebir un proyecto de promoción personal desde la más
tierna infancia. Es pronto para valorar la figura del “pequeño Nicolás”, pero,
así en principio, no parece nada más que una mezcla de mitómano, arribista,
oportunista y egomaníaco acompañado por la sombra de la estafa.