Allí donde muere La Conquista
del Estado, allí nacen, precisamente, las JONS. Incluso el nombre del grupo
que incluye el término “ofensiva” parece una traslación de la idea de
“conquista”, incluido en el nombre del fracasado semanario. En los primeros números del semanario ya
había aparecido un entrefilet en el que podía leerse: “Afiliese a las
células políticas de la Conquista del Estado – Afiliese a las células
sindicales de la Conquista del Estado” (1). Luego, en aquel momento lo que Ledesma
pretendía era organizar el embrión de un partido. Parece que los afiliados no
fueron muchos a pesar de que en el manifiesto fundacional afirmaban ser “un
grupo compacto de jóvenes” (2). En números sucesivos, los llamamientos a organizarse se
multiplicarán (3) hasta que en el número 21 aparezca por primera vez y en primera
página la intención de constituir unas “Juntas de Ofensiva Nacional
Sindicalistas”.
Aun no existe la “masa crítica” suficiente para organizar un partido
político digno de tal nombre (aunque sí un grupo juvenil) a causa del alcance
limitado tanto de Ledesma como de La
Conquista del Estado y el impaciente promotor juzga que ya está dispuesto a
lanzar unas siglas políticas y no una mera revista. Voluntarista y optimista
hasta el límite, aunque desenfocado en relación a sus propias posibilidades
reales y a las del proyecto que alumbra en ese número 21, conseguirá a duras
penas ampliar su radio de acción y reclutar a un cierto número de estudiantes y
de jóvenes con los que la primera sigla nacional-sindicalista obtendrá una
mínima estructura que le permitirá aproximarse a Falange Española: pero, no nos
engañemos, no será tanto la extensión militante de las JONS como el prestigio
intelectual con el que ha logrado aureolarse Ledesma en el limitado ámbito del
“fascismo español”, lo que favorecerá esa aproximación, así como, por supuesto,
el hecho de que Ledesma y Primo de Rivera beban prácticamente de las mismas
fuentes financieras: los “amigos vascos”.
De nuevo, Ledesma cree que dispone de un “capital político” superior
al que realmente tiene. Así que el 24 de octubre de 1931 “termina la
Conquista del Estado y el 30 de noviembre se presentan nueve muchachos en el
negociado correspondiente de la Dirección General de Seguridad, en solicitud de
que les aprueben los estatutos de una nueva agrupación política: las Juntas de
Ofensiva Nacional-Sindicalista” (4). El propio Ledesma reconoce que “en la fecha de aprobación de
los estatutos [los afiliados] no llegaban a diez. En la asamblea de
constitución estuvieron presentes nueve camaradas…” (5). Pretendían “salvar a España” pero no estaban en condiciones de
pagar una modestísima oficina de apenas 100 pesetas de alquiler. A las pocas
semanas, los afiliados habían llegado a ser 25, pero apenas estaban en
condiciones de tirar unos pocos miles de panfletos (6).
En este primer período de las JONS el eje del partido estaba más
bien situado en Valladolid que en Madrid. Y lo que era peor: la identidad
ideológica entre ambos grupos era relativa. Ambos, Ledesma y Redondo, eran
conscientes de que lo que les atraía eran los nuevos movimientos fascistas,
pero aquí empezaba y terminaban las coincidencias, amén del común denominador
patriótico y social que realmente sentían, aunque no con las mismas
tonalidades. Las diferencias se perciben cuando en el número 1 de Libertad (el
semanario que publicaba Redondo) un pequeño entrefilet saludaba a su homólogo
madrileño, La Conquista del Estado,
añadiendo esta coletilla: “Nos parece bien el ardor combativo y el anhelo
hispánico de La Conquista del Estado.
Pero echamos de manos la actividad antisemita que ese movimiento precisa para
ser eficaz y certero. No nos cansaremos de repetírselo” (7). A pesar de que, en
realidad, les unía poco, en el número 19 de La
Conquista del Estado se inserta un saludo al grupo vallisoletano: “Nuestro grito hispánico ha encontrado en Valladolid un eco
pulcro. Varios camaradas publican allí, con entusiasmo, un periódico
“Libertad”, que recoge vigorosamente las más finas pulsaciones de la España que
nace… en las páginas de “Libertad” advertimos nuestra misma angustia. Estos
camaradas se debaten contra los mismos enemigos que nosotros… Por último,
enarbolan las mismas frases, los que nos orgullece y llena de optimismo” (8).
La primera reunión entre Ledesma y Redondo tuvo lugar en
octubre de 1931 cuando ya había parecido el que sería último número de La Conquista y Libertad había glosado
con palabras de apoyo los 29.000 votos que Primo de Rivera había obtenido en
las elecciones por la circunscripción de Cádiz. Justo debajo de la esta
noticia, Redondo incluía otro comentario sobre La Conquista, acaso para compensar (9).
El hecho de que Ledesma y Redondo estrecharan lazos, implica
que el primero seguía teniendo prisa por formar un equipo revolucionario,
confiaba en poder ir atrayendo a su órbita a los vallisoletanos, más en la
órbita de los propagandistas católicos (Redondo lo era y había seguido los
cursos impartidos por el entonces periodista Herrera Oria que luego llegaría a
cardenal) (10). De ahí que Redondo viera con mejores ojos los movimientos
que se estaban realizando en el entorno de José Antonio Primo de Rivera que
luego se concretarían en la fundación de Falange Española. Y así puede
entenderse la rapidez con la que Ledesma pasó a constituir las JONS:
comprometer al grupo de Valladolid y lograr que se alineara definitivamente con
él. El hecho de que se reconociera que el Libertad
era una “revista hermana” no implicaba que su redacción compartiera la misma
militancia que los del semanario La
Conquista. Sin embargo, una sigla común y un mando único, si que tendería a
unificar políticamente ambas redacciones. Dicho de otra manera: si en
octubre-noviembre de 1931, Ledesma parece cambiar de estrategia es,
especialmente, para afianzar las relaciones con el “grupo vallisoletano”, el
único con cierta entidad (y tampoco era muy numeroso, en torno a dos decenas de
afiliados) que manifestaba su intención de “hacer algo” en común con él.
En el mes de agosto de 1931, exactamente en la tarde del día
9, Redondo escribe la proclama que anuncia el nacimiento de las Juntas
Castellanas de Actuación Hispánica. El manifiesto es de un radicalismo
inusitado en el que no se evita el recurso a la violencia (11). El propio
Redondo escribió a máquina los estatutos del nuevo grupo que constaban de 16
artículos. El tercero aludía a que el grupo sería regido por un “triunvirato”,
elemento que luego recogió Ledesma en los estatutos de sus JONS. En ese otoño
de 1931 tuvieron lugar varias reuniones entre ambos jóvenes. Fue Redondo quien
se desplazó a Madrid aprovechando las gestiones que debía realizar como letrado
del sindicato remolachero y ambos jóvenes consiguieron empatizar y
compenetrarse (12). Ninguna de las dos partes dio cuenta de que las
negociaciones para la fusión de ambos grupos fueran particularmente duras:
ambos tenían la sensación de que estaban demasiado solos en medio de un
ambiente político cada vez más enrarecido; es posible que se empezaran a dar
cuenta de que para ser “eficaces” (la “eficacia” es una palabra que aparece
repetidamente tanto en los escritos de ambos jóvenes y la sigue en importancia
en Ledesma al término “rigor”) era preciso sumar fuerzas.
Lo esencial de este período es la formación de algunos grupos
locales (Valladolid, Valencia, Zafra) y en la universidad de Madrid. Nada que
espectacular, en cualquier caso. El propio Ledesma reconoce que “Durante
todo el año 1932, la actividad de las JONS fue casi nula. La organización
estaba en absoluto desprovista de medios económicos” (13), pero Tomás
Borrás, el biógrafo de Ledesma se permite incluso corregir al biografiado y
añade: “Roberto Lanzas pinta en ¿Fascismo en España? La situación.
¿De agonía? No. De barbecho” (14). Ni es agonía, ni es barbecho: es lo que dice Ledesma, falta
de medios. Si Borrás es optimista se debe a que 1933 será llamado “el año de
las JONS”. Pero, en parte, si las JONS crecen en 1933, no es tanto por el
esfuerzo propagandístico de JONS (que fue en todo momento muy limitado), sino
por causas exteriores. El 30 de enero de 1933 Hitler ha llegado al poder en
Alemania y desde entonces todas las noticias que llegan de aquel país exaltan
la gestión de Hitler. Y el partido, por limitado que sea, más o menos
organizado, que defiende ideas similares en Espala, es precisamente JONS.
Luego, cuando con medios, aparezca Falange Española, el crecimiento de JONS
quedará clavado en seco.
Lo más contradictorio de este período es que Ramiro Ledesma
parece jugar con varias barajas: se considera “revolucionario” y, por tanto, no
duda en mantener relaciones con las gentes procedentes de la CNT, en ese tiempo
empieza a aludir a la “nacionalización de las masas de la CNT” (15), pero, al mismo
tiempo, mantiene relaciones con Acción
Española, la revista de Ramiro de Maeztu situada a la derecha de la derecha
parlamentaria en donde se han ido a encontrar monárquicos alfonsinos, ex
dirigentes de la dictadura y doctrinarios del nacionalismo, con los “jóvenes
lobos” del naciente fascismo español, Ledesma y José Antonio Primo de Rivera (16). Es difícil
intentar “nacionalizar a las masas de la CNT” y al mismo tiempo tener vínculos
visibles con el sector más derechista del panorama político español de la
época. Se diría, una vez más, que ni Primo de Rivera, ni Ledesma, han meditado
suficientemente sus concepciones estratégicas. En esas circunstancias la fase
de “construcción del partido” (la única que está en condiciones de realizar
Ledesma en ese año) corre el riesgo de estrellarse a causa de la indefinición y
de las brumas que rodean al diseño estratégico.
De hecho, ese ha sido el drama histórico del fascismo mundial
que solamente en muy raras ocasiones ha sido capaz de superar: formado por
gentes procedentes de la derecha y de la izquierda, ideología de síntesis entre
“lo nacional” y “lo social”, con demasiado frecuencia intentará seguir
orientaciones contradictorias y autoexcluyentes: cuando la personalidad de los
líderes y la solidez de su liderazgo es elevada (Hitler, Mussolini, Codreanu,
por ejemplo), la figura del “conductor” representa siempre la síntesis y el
camino elegido en cada momento. No importa que a un lado esté la derecha
alemana intentando salvar lo salvable de la hecatombe del 1 de enero de 1933, y
al otro las “secciones bistec” de las SA intentando hacer la “revolución
social”: es Hitler quien marca el camino con brazo de hierro y se hace justo
aquello que él ordena. Lo mismo le ocurre a Mussolini cuando parece que va a
decepcionar a amplios sectores de su partido pactando con el Vaticano o
tolerando la monarquía de los Saboya: pero es él quien encarna el principio de
liderazgo y es él, por tanto, quien marca el camino. En el “fascismo español”
este liderazgo no está tan claro, al menos en esos primeros pasos. Ledesma, sí,
es indiscutible, pero lo que tiene detrás, por el momento, es apenas un pequeño
grupo de jovenzuelos, imberbes muchos de ellos, pocos tienen opiniones
políticas formadas y en esas circunstancias es fácil imponer el propio criterio.
No hay comparación posible entre las dimensiones de los partidos fascistas
italiano, alemán, húngaro, rumano u holandés, con las minúsculas dimensiones de
las JONS.
Además, esos meses son de una violencia inusitada. El
establecimiento de la República, lejos de calmar los ánimos parece haberlos
exaltado. Los episodios de violencia política se suceden continuamente, sin
contar huelgas generales, conatos insurreccionales, incendios de iglesias y
conventos y todo lo que hoy se considera como causante de “alarma social”. En
esta situación, la existencia de un partido fascista, por minúsculo que sea, es
considerado como otro motivo de alarma y más, si como ocurre con Onésimo
Redondo, su nombre sale a relucir en la conspiración militar de Sanjurjo.
Quienes más motivos tienen para sentirse inquietos son, desde luego, los
católicos: hay una presencia masónica en las bancadas republicanas (se ha
hablado de hasta 200 diputados masones, aunque otras cifras los reducen a 44)
que, muy en su papel, piden y obtienen la disolución de la Compañía de Jesús,
cuando medio centenar de iglesias y conventos madrileños han sido ya pasto de
las llamas. La puntilla es la supresión del crucifijo en las escuelas. A
diferencia de nuestros días en los que España, verdaderamente ha dejado de ser
católica porque los españoles han –hemos- desertado de las iglesias, en
aquellos momentos, el pueblo español mayoritariamente era católico por mucho
que los dirigentes republicanos firmaran decretos anticatólicos. La batería de
medidas hostiles al catolicismo se sucede una tras otra: la ley del divorcio,
la supresión de la asignatura de religión, la prohibición de las prácticas
religiosas en los cuarteles… (17) Y, para colmo, a
mediados de enero de 1932 estalla la huelga general en la cuenca del Llobregat y
prosiguen los disturbios motivados por las aspiraciones independentistas
catalanas, como demostrando que no hay nada nuevo bajo el sol y que por ellos
no pasa el tiempo.
Y en estas circunstancias, el partido, beneficiándose del
clamoroso ascenso al poder del NSDAP en Alemania, consigue avanzar
relativamente. “Silenciosamente se crearon, sin embargo, varios grupos en
provincias a base de antiguos lectores de La Conquista del Estado,
distinguiéndose el de Valencia organizado por Bartolomé Beneyto, y el de Zafra,
formado con gran pujanza, a base de campesinos, por Bernardino Oliva. Y desde
luego el de Valladolid….” (18). Desde entonces,
una constante en el movimiento nacional-sindicalista ha sido el pensar que el
activismo y el militantismo puede ser un sustituto ventajoso de la estrategia. La
actividad incesante, incluso frenética, de un grupo de militantes, aun reducido
a sus mínimas dimensiones, puede determinar el crecimiento de una organización.
Tal parece que en 1932-33 era la opción adoptada por Ledesma como sustituto de
la línea estratégica. Pero hay que hacer algunas consideraciones: el activismo
permite cierto crecimiento, pero sus bases son extremadamente frágiles. Lo
comprobaron los grupos de extrema-derecha durante la transición (19) que desarrollaron
un activismo frenético durante años no superando nunca unas dimensiones mínimas
que, por aquello de las casualidades, se asemejaban bastante a las que
consiguieron las JONS durante 1932: no más de medio millar de activistas.
Al no estar fundamentada sobre una opción estratégica el
crecimiento que proporciona el activismo es siempre limitado. Desarrollar
alguna actividad implica siempre, una forma más o menos limitada de
crecimiento, pero solamente el plan estratégico hace que los resultados del
activismo sean susceptibles de ser capitalizados. Y eso, en las JONS e 1932-33
fue lo que ocurrió.
No estaba claro si las JONS se presentarían o no a futuras
competiciones electorales. En ningún texto del movimiento se plantea ese
debate. Así pues, no existe debate sobre vía electoral o vía insurreccional. El
error en el que cayó Ledesma, especialmente en sus primeros años, fue el mismo
en el que cayeron los grupos de extrema-derecha durante la transición: agitar y
agitarse, antes y por encima de definir estrategias. Pero la estrategia es lo
que permite “capitalizar” la acción política; sin estrategia clara, cada acción
activista se convierte en un “vector” que va en direcciones divergentes en relación
a todos los demás y, por tanto, puede quedar contrarrestado por otras acciones:
eso fue precisamente lo que le pasó a Ledesma, mirando por un lado a la CNT y
por otro colaborando con Acción Española.
Era natural, por otra parte, que un partido que era
esencialmente juvenil no alcanzara a definir una línea estratégica precisa. Era
el tributo que tenía que pagar Ledesma y los suyos a la norma de que ningún
cargo de las JONS podía ser ocupado por “mayores”. Ledesma y los suyos se
dejaron ganar por el clima de violencia de la época y quisieron aportar su
grano de arena al caos que vivía la España de los primeros años de la
República. Varios ejemplos son suficientemente significativos de que las JONS
sin haber teorizado una estrategia de “lucha armada”, estaban realizando
acciones de “guerrilla urbana” antelitteram (20).
- La recepción a Maciá en Madrid. Maciá, el dirigente independentista catalán había ordenado que La Conquista del Estado no se distribuyera en Cataluña. La animadversión era mutua porque desde el primer número hasta el último Ledesma hacía campaña en su revista contra el separatismo, así que cuando, tras las elecciones para las Cortes Constituyentes, llegaron a Madrid los diputados afectos a Maciá y a ERC, Ledesma movilizó a sus escasas huestes. Primero se prepararon para colocar unos cuantos petardos en la estación que debían estallar cuando llegaran los independentistas. Cerca debía estar el grupo de militantes protestando de la manera más ruidosa posible. Se imprimieron unas hojas clandestinas convocando a la protesta, pero el propio encargado de la imprenta vendió la confidencia a la Dirección de Seguridad que intervino los 20.000 panfletos. Los diputados evitaron llegar en el tren oficial y lo hicieron camuflados en trenes regulares (21). Ledesma reconoce que en todo esto apenas participaron “media docena de militantes”. Él, sin embargo, fue encarcelado (22).
- La conferencia en el Ateneo de Madrid celebrada el 2 de abril de 1932 con el título de “Fascismo frente a marxismo”. Las JONS en ese momento apenas podían movilizara 25 jóvenes, así que el salón del Ateneo –lugar habitual de propaganda de izquierdas- estaba completamente lleno de izquierdistas. Para aumentar la provocación, Ledesma vestía camisa negra y corbata roja. Apenas pudo hablar media hora entre constantes interrupciones: se declaró no-monárquico, censuró a la violencia marxista el haber arruinado la democracia y han matado el patriotismo. Definió como antinacional la doctrina de Marx, defendió los valores naciones y repitió la frase de Mussolini “Nada contra el Estado, todo dentro del Estado”. Se produjeron algunos enfrentamientos violentos (23).
- El asalto a las oficinas de los Amigos de Rusia realizado
el 14 de julio de 1933 realizado por tres militantes jonsistas pistola en mano.
Creían que iban a encontrar documentos sobre futuros procesos insurreccionales
comunistas. Ledesma escribe que los tres militantes “se mostraron violentos
para sin efusión innecesaria de sangre”. Resultó detenido un centenar de
personas entre las que figuraba un par de jonsistas que no fueron reconocidos
por los funcionarios de la asociación (24).
Se trata de tres acciones que entran dentro de lo que hoy se
llamaría “terrorismo de baja cota” y que hacen pensar que, en aquel momento,
Ledesma dudaba entre el camino de la acción política o el de la lucha armada o
que, para él, en definitiva, ambos eran un único camino. Tácticamente, ¿se
trató de acciones bien planteadas? En realidad, no. Afortunadamente, las JONS
no prosiguieron por ese camino, si lo hubieran hecho habrían sido completamente
pulverizados por el Ministerio de Gobernación.
En efecto, en el episodio de los petardos preparados para la
llegada de Maciá a Madrid, la noticia de que se habían preparado llegó a la
policía (25). Así pues, a la filtración realizada por el encargado de la
imprenta, hubo otro desde el interior de las filas jonsistas (que en aquellos
momentos apenas podían movilizar… 6 militantes en Madrid).
En cuanto a la acción en la Asociación de Amigos de Rusia,
cabe recordar aquello de que “por la boca muere el pez”; en efecto, escribe
Ledesma: “Sin
que se supiese de fijo qué patrulla jonsista realizó el hecho, aquellas semanas
circuló por el Partido una versión detallada de él, así como de todas sus
incidencias”
(26).
La organización, y el
propio Ledesma, se jactaban de estas pequeñas acciones y procuraban que todos
sus militantes conocieran los particulares del episodio. Esto demuestra que se
trataba de una organización juvenil, inmadura, nada que ver con los
“revolucionarios profesionales” y los “agitadores técnicos” a los que aludía
Malaparte en su Técnica del golpe de
Estado. En cuanto al episodio del Ateneo es evidente que los militantes de
las JONS, incluido Ledesma no eran conscientes de la desproporción de fuerzas
existente y de que el Ateneo era, precisamente, uno de los centro de la
agitación izquierdista en el Madrid de la pre-guerra. Quizás, Ledesma se había
dejado ganar por los relatos procedentes de la literatura próxima al NSDAP
alemán en la que el verbo del führer
conseguía que los miembros del Partido Comunista que habían ido, no tanto a
oírle como a boicotearle, se adhirieran al nacional-socialismo (27).
En realidad, vemos que
las tres acciones constituyeron inmensos errores tácticos, habituales en toda
organización juvenil (errores de este tipo fueron cometidos hasta la saciedad
por los grupos extraparlamentarios de extrema-derecha durante la transición
que, como hemos visto, tenían muchas similitudes con las JONS históricas. Lo interesante
es que estas acciones se plantearan cuando en realidad no existía ningún diseño
de lucha armada (episodio de Maciá y de los amigos de Rusia) y tan solo se
había hipotetizado con la idea de “nacionalizar a las masas obreras de la
CNT”... que, sin embargo, no eran las que frecuentaban el Ateneo de Madrid
(mayoritariamente controlado por comunistas, socialistas y republicanos).
Por otra parte, si de lo
que se trataba era de iniciar “acciones armadas” o lo que las policías modernas
llaman “terrorismo de baja cota”, resultaba evidente que la organización JONS
no estaba todavía suficientemente preparada para afrontar este tipo de
estrategia. De hecho, las guerrillas urbanas y los grupos terroristas de los
años 70-80 (incluida ETA) se cuidaban mucho de que la “fase de luchar armada”
siguiera a la de “agitación y propaganda”, en la que se trataba de crear la
organización política que debería aportar cuadros para la lucha armada. De no
existir esa organización política, la detención de unos pocos miembros de la
organización armada, genera su final, mientras que si, antes la organización
política ha conseguido arraigo, inmediatamente se producen unas detenciones, no
hay problema en derivar a más militantes hacia la lucha armada. No era este,
desde luego, el caso de JONS: estamos hablando de una organización que cuando
llega Maciá apenas puede movilizar 6 militantes en Madrid y apenas 25 para la
conferencia en el Ateneo. Es evidente que no existía “organización” digna de
tal nombre, capaz de aportar cuadros “frescos” cuando se hubieran producido las
primeras detenciones. En su lugar tenemos una organización permeable a sus
enemigos y en la que la circulación de información problemática supone un
alarde de petulancia juvenil, mucho más que de “eficacia” activista.
Tampoco se entiende como
estas actividades que implicaban un entendimiento con la violencia y, por
tanto, despertaban la atención de los servicios de seguridad del Estado, se
podían compaginar con la edición de una revista mensual de tipo doctrinario (que
consiguió duplicar la tirada) y con la de los “semanarios jonsistas” que iban
apareciendo entre 1932 y 1933 (Libertad,
en Valladolid; Revolución, en
Zaragoza; Unidad, en Santiago; Patria Sindicalista, en Valencia) (28). Es cierto que Curzio Malaparte insistía en que la violencia
era una característica del fascismo italiano (29)
e incluso que cualquier intento de moderación del mismo acarreaba problemas
internos (30). Pero cuando Malaparte
comentaba estos episodios, Mussolini y su Estado Mayor tenían a su disposición
200.000 hombres perfectamente pertrechados para la guerra civil. Ledesma, como
hemos visto contaba con entre 6 y 25…
La estrategia de Ledesma
en ese tiempo, seguía sin estar clara. Era, más bien, contradictoria y confusa.
Estaba utilizando elementos tácticos sin ponerlos al servicio de una estrategia
previamente establecida, sino como fines en sí mismos. Lo propio, en
definitiva, de un movimiento juvenil. Sin embargo, también es patente que, poco
a poco, Ledesma va ampliando su cultura política y aproximándose a la
elaboración de un diseño estratégico hacia finales de ese período (1932-1934),
casi dos años. El trabajo intelectual de Ledesma en esos meses es portentoso
porque, por una parte, es el principal autor de artículos para la revista JONS. No se trata, a diferencia de La Conquista del Estado, de una revista
de “agitación” (destinada a captar masas o a interesarlas), sino de
“propaganda” (es decir, destinada a crear cuadros). Ese es el primer acierto de
Ledesma en este período: priorizar en la revista los artículos serenos y
destinados a la formación del cuerpo doctrinal que precisaba (31). A lo largo de ese período debió caer en la cuenta de que:
1) las
acciones armadas de “baja cota” eran peligrosas, el partido todavía no estaba
maduro para abordar nada parecido (32),
2) las
revistas de agitación debían de aparecer allí en donde existían grupos locales
con suficiente dimensión como para impulsarlas,
3) el equipo
debía de estar unido por una cohesión vincular entre sus miembros que derivara
de un alto grado de identidad ideológica y ese nivel sólo lo podía haber dado
una revista teórica en la que se perfilara la doctrina.
A diferencia de La Conquista del Estado en la que de la
decena de colaboradores, la mitad desaparecen pronto para reaparecer en las más
varias opciones políticas, entre los colaboradores de JONS ya se perfila el
“núcleo duro” del nacional-sindicalismo: Ledesma (“desarrolla las consignas”),
Redondo (“que escribe trabajos luminosos sobre el problema histórico de
España”), Juan Aparicio (quien escribe sobre “la valoración del gran Imperio español del
siglo XVI, la figura del César Carlos y los mitos fecundos de ese gran momento
de España”), José María de Areilza (“escribió sobre nacionalsindicalismo
y sobre la unidad nacional”), Francisco Bravo (“coincidía con las JONS
en una aspiración cardinal: la de arrebatar al seudorrevolucionarismo de las
izquierdas la bandera catilinaria, subversiva y liberadora, poniéndola al
servicio del pueblo y de la patria”), Cordero (“particularmente apto
para los problemas internacionales, muy informado”), Montero Díaz (“que
publicó un eficacísimo alegato en pro de la unidad nacional”), Emiliano
Aguado, García Blázquez, Guillén Salaya, Bedoya, etc. (33).
El cuerpo de doctrina, gracias a todas estas aportaciones, adquiere la solidez
necesaria que antes no tenía. Es natural, pues, que la reflexión intelectual
hubiera precedido a la reflexión estratégica, pero el cerebro de Ledesma
trabaja en esos años a velocidad vertiginosa y es capaz de realizar una
autocrítica a medida que va adquiriendo experiencias militantes: descarta unas
y retiene otras como válidas.
No es raro que en el año
1933 las JONS crecieran en la medida de sus posibilidades: nada espectacular,
pero si un crecimiento visible entre los jóvenes y dentro de las aulas
universitarias (34). Existía todavía cierto
desenfoque entre la imagen que el “triunvirato” quería dar del partido y lo que
el partido era en realidad: en efecto, Ledesma seguramente recordaba aquello
que Malaparte había escrito: “La lucha contra la burguesía era mucho más
popular entre los fascistas que la lucha contra el proletariado” (35); los estudiantes no eran más que pequeño burgueses, mientras
consideraba que la fuerza objetivamente revolucionaria era el proletariado… y
apenas había proletarios en las JONS. Así pues, de lo que se trataba era de
captar trabajadores y para ello, el triunvirato dio algunas instrucciones:
“1º Incrustar dentro de los grupos
sindicales de dichas centrales todos los elementos obreros afines a nosotros; 2º Que
estos camaradas se encarguen de la agitación revolucionaria
nacional-sindicalista dentro de esos grupos sindicales, hasta conseguir formar
una gran potencia de oposición nacional-sindicalista que descomponga la unidad
sindical; 3º Una vez desarticulados los cuadros sindicales
marxistas y anarquistas, nos será fácil la constitución de sindicatos
revolucionarios nacionales y anticlasistas; 4º La forma más
fácil y eficaz para conseguir lo que nos proponemos es: que apoyados en la
inmoralidad política y económica y en la traición de que son responsables a
diario los jefes marxistas y anarquistas ante los trabajadores de España, se
les flagele violentamente en reuniones y asambleas sindicales, para que,
poniendo de manifiesto su conducta, se les desprestigie y se les anule para la
acción sindical revolucionaria” (36).
Pero,
a diferencia de la sección estudiantil, las aspiraciones a constituir un
sindicato obrero nunca pudieron concretarse por mucho que Enrique Gutiérrez
Palma intentara dar una visión casi triunfal del panorama sindicalista en
aquella época (37). Al respecto del resultado de las
consignas obreristas del triunvirato, Gutiérrez Palma añade de manera muy
realista: “No sabemos si estas consignas
llegaron a estos lugares que se enviaron, porque el servicio de correos, en
manos de los marxistas, intervenía y boicoteaba la correspondencia
nacional-sindicalista. Creemos que no, porque nada se hizo en este sentido; a
Valladolid sí llegaron porque Onésimo Redondo, que había intervenido en su
elaboración en Madrid, a su regreso las trajo consigo” (38).
Y
explica la ausencia de obreros en JONS: “…
los amigos estudiantes de que antes hablé me dieron a conocer que se estaba
empezando la formación de unos grupos políticos que se iban a llamar Juntas de
Ofensiva Nacional-Sindicalista. Pregunté si entre los que formaban parte había
obreros, y me dijeron que sólo estudiantes, pero que uno de los objetivos
principales era la captación de los núcleos de trabajadores. Aunque dudaba de
la eficacia de aquellos grupos que empezaban por llamarse revolucionarios,
pensé que al menos dentro de los mismos mi labor había de ser más eficaz y más
fácil y posible” (39).
Lo que va del Ledesma de los primeros números de La Conquista del Estado, al Ledesma de
finales de 1933, es el tránsito de lo que podríamos llamar el “espontaneismo
juvenil revolucionario y patriótico”, entusiasmado por Malaparte e influido muy
de cerca por el Gecé, a una obvia moderación en las posiciones y a búsqueda de
una estrategia. El primer síntoma de esta mutación es el artículo que aparece
que aparece comentando los resultados obtenidos por José Antonio Primo de
Rivera en Cádiz durante las elecciones: 29.000 votos avalan su candidatura (40). No hay que olvidar
que el hijo del dictador se había presentado a esta contienda para defender la
memoria de su padre y que Ledesma, unos números atrás, había atacado a la
saciedad a ese período histórico que ya había concluido. Lo que existe, a
partir de ese artículo es lo que podemos llamar una “apertura a la derecha”.
Paralelamente, desaparece casi completamente en los once números de
la revista JONS el verbalismo
empleado en tender cables hacia el sindicalismo. Ledesma en estos once números
solamente cita en dos ocasiones a la CNT y para recordar apenas que hay
elementos no marxistas en sus filas (41) o decir que tanto
la CNT como los nacional-fascistas se opone al PSOE (42). Ya no está presente el interés
demostrado incluso en los últimos números de La Conquista por comentar a toda plana los resultados del congreso
de la CNT (43), cesan los
elogios a la CNT y aumentan los ataques a la FAI el primero de los cuales
aparece en JONS en el documento titulado Manifiesto
de las JONS a todos los trabajadores de España (44).
Sin olvidar que ya en uno de los últimos números de La Conquista, incluso se trataba con
deferencia y cortesía la muerte de Don Jaime, el pretendiente carlista (45) y que en la revista JONS elogió a los tradicionalistas (46) llamándoles a aceptar el tiempo nuevo y especialmente a las
juventudes carlistas con estas palabras: “En la marcha siempre tendremos un saludo que
ofrecer a los tradicionalistas, cuyas juventudes serán necesariamente nuestras,
porque la gravedad de la hora española y su misma exigencia vital de sacrificarse
eficazmente, las conducirá a nosotros, las traerá a nuestra causa «jonsista»,
esgrimiendo nuestras flechas revolucionarias contra los enemigos visibles e
invisibles de la Patria”.
Así pues, algo ha cambiado en Ledesma, algo que quizás pasa desapercibido
para los miembros de su organización: ha ido moderando sus posiciones en apenas
dos años forzado por las circunstancias (sensación de aislamiento, falta de
medios, metabolización de las lecturas previas sobre las experiencias fascistas
y nacionalsocialistas), abandonando las exaltaciones juveniles de los cinco
primeros números de La Conquista
(previos a la proclamación de la República y en donde algunos pensaban que todo
iba a ser posible).
Durante el período de las JONS, Ledesma y su organización van
madurando: hay en ellos todavía mucho de radicalismo juvenil, pero también se
va imponiendo la necesidad de adquirir una estrategia. Y entonces ocurre algo
no previsto…
A finales de enero de 1933, Ledesma está en la cárcel
detenido para cumplir una condena de dos meses a causa de un artículo publicado
dos años antes contra el separatismo catalán. Hitler, en ese momento llega al
poder (47),
pero hay algo más importante que esa buena noticia. Lo cuenta Tomás Borras:
“Ledesma, vestía un desgastado “buzo” de mecánico. Su
buena y valerosa madre iba a verle todos los días con obsequios vulgares, para
el que carece hasta de aire, preciosísimos. Sabía además, que Ramiro era escrupuloso
para la comida, y la madre, a su lado las hijas, cuidaba en lo posible su
alimentación. Una tarde salió la madre del locutorio, serena y, como siempre,
sola. Jamás dio muestras de debilidad, madre de la entereza. Un joven asimismo
acudido a visitar a los presos, se le acercó sumamente afable:
-¿Es usted la madre de Ramiro Ledesma? ¿Va usted a la
estación? El tren tarda en pasar y además es incómodo. ¿Me permite que la lleve
a Madrid en mi coche?
El rostro del joven era de expresión dulce y al tiempo
viril. Su acento cariñoso. La anciana aceptó. Fue en el coche que guiaba el
joven. La dejó en Santa Juliana, 3, abrió la portezuela, apretó su mano al
ayudarla a descender:
- Su hijo tiene un gran talento, señora, vale mucho. A
su disposición. Soy José Antonio Primo de Rivera” (48).
NOTAS
(1) La Conquista del Estado,
nº 1, pág. 5.
(2) La Conquista del Estado,
nº 1, pág. 3.
(3) “Si le interesa luchar eficazmente contra el comunismo, debe
usted afiliarse a las células de La Conquista del Estado” (nº 4), “Recibimos
numerosas simpatías y aplausos. No es suficiente. El que simpatice con nuestras
ideas y nuestras tácticas y no se afilie a nuestras falanges de combate es un
cobarde” (nº 6), “Si le interesa el resurgimiento hispánico, afíliese a
la organización de La Conquista del Estado” (nº 4), etc, etc.
(4) Cfr. Ramiro Ledesma Ramos
(1891-1976), Tomás Borras, Editora Nacional, Madrid 1971, pág. 314.
(5) Cfr. ¿Fascismo en España?
Edición digital, página 30. Ledesma abre el período de las JONS titulando el
parágrafo, no sin cierta autoironía: “Nueve jóvenes quieren salvar a
España”.
(6) “En el mes de mayo de ese año [1931] tuvo [la organización]
incluso que abandonar su domicilio en Madrid, una modestísima oficina de cien
pesetas mensuales. (…) No llegaban a 25 los militantes inscritos y apenas si
podía el Partido tirar unas hojas de propaganda cuyo importe lo satisfacía ese
pequeño grupo, no sin grandes sacrificios, pues todos ellos eran pequeños
funcionarios, estudiantes y obreros”. ¿Fascismo
en España? Edición digital, pág. 31-32.
(7) Libertad, nº 1, junio
de 1931.
(8) La Conquista del Estado,
nº 19, 25 de julio de 1931, pág. 4.
(9) “Terminadas las vacaciones veraniegas, bien explicables, La
Conquista del Estado sale con reforzados bríos al palenque periodístico en el
que este inteligente lealísimo colega “Nacional-sindicalista”, hace grupo
aparte porque sólo él enarbola lentamente la única bandera de la salvación
nacional la lucha marcial contra la traición y la podredumbre marxista. Nos
unimos a los camaradas de La Conquista del Estado, en su acción de fidelidad
hispana y antimarxista. Como verá el lector, honraremos a menudo las columnas
de Libertad coadyuvando a la extensión del frente nacional de salvación por la difusión
del pensamiento Nacional-Sindicalista, demasiado poco conocido” (cfr. Onésimo Redondo, caudillo de Castilla,
Ediciones Libertad, 26 de febrero de 1937, edición digital, pág. 8).
(10) Sobre Herrera Oria puede consultarse El cardenal Herrera Oria: Pensamiento y acción social, José Sánchez
Jiménez, Ediciones Encuentro, Madrid 1986. Así mismo, existen distintas
recensiones de sus obras entre las que destacamos Meditación sobre España:
ideario político-social de Angel Herrera Oria, compilada por José Luis de Simón
Tobalina, Editorial Católica, Madrid 1976.
(11) “El momento histórico, jóvenes paisanos, NOS OBLIGA A TOMAR
LAS ARMAS. Sepamos usarlas en defensa de lo nuestro y no al servicio de los
políticos” (Onésimo Redondo, caudillo
de castilla, op. cit., pág. 7. El redactor de la obra añade a continuación,
a modo de confirmación de que aquellos jóvenes no iban en broma: “A las
afueras del Puente Mayor se compraron vergajos en cumplimiento exacto de
nuestra fe permanente en la violencia”)
(12) “La primera entrevista, el primer encuentro entre estos dos primogénitos
y protomártires de la Revolución Española tuvo lugar en el mes de octubre en
Madrid, hasta donde se desplazó Onésimo para reunirse con Ramiro a la sede de
Eduardo Dato y, al no estar en ese momento, se desplazó hasta la cafetería
Zahara, en el eje central de la Gran Vía Madrileña, por ser un café frecuentado
por los miembros de la redacción y donde tuvo lugar, finalmente, la primera
charla entre ambos. La cordialidad y la compenetración presidió el ambiente.
Juan Aparicio, el Secretario de la redacción que estuvo presente describe asi
el evento “recuerdo mi primera visión de Onésimo en el café Zahara de Madrid en
el que nos reunimos en octubre de 1931 con Ramiro. Onésimo quiso ponerse en
contacto directísimo con los iniciadores del sindicalismo nacional. Al no
hallarnos en la redacción, dejó la cita para la tarde en el café, que en aquel
tiempo tenía un aire entre audaz y exótico, como el mobiliario del despacho de
Ramiro. Onésimo venía con prisa, apresurado y desorbitado siempre, no obstante,
su talante de labriego enjuto de Castilla, a unas gestiones remolacheras,
sirviendo como letrado asesor a un progresivo y emprendedor sindicato…” (web Thule-Italia,
artículo Onésimo Redondo, adelantado del
nacionalsindicalismo (segunda parte)
http://thule-italia.com/wordpress/archives/3089).
(13) Cfr. ¿Fascismo en
España?, op. cit.
(14) Cfr. T. Borrás, op. cit.,
pág. 321.
(15) Las referencias a este proyecto son muchas y se inician ya en
el período de La Conquista, Borrás
alude a ellas en la página 329 (T. Borras, oo.
Cit).
(16) Ledesma publicará, por ejemplo, un denso artículo en el número
24 de Acción Española (correspondiente al 1 de marzo de 1933,) titulado Ideas sobre el Estado, mientras que
Primo de Rivera publicará otro en el número 40, correspondiente a noviembre de
1933 con el título de Una bandera que se
alza.
(17) Tomás Borrás op. cit.,
ofrece un rápido resumen de todas estas convulsiones en págs. 329-332.
(18) Cfr. ¿Fascismo en
España?, op. cit., pág. 32.
(19) Cfr. Revista de Historia
del Fascismo, nº XIX, El Frente
Nacional de la juventud y el Frente de la Juventud, los extraparlamentarios
durante la transición, Ernesto Milá.
(20) En 1979 se publicó el folleto La guerrilla urbana falangista, Ernesto Milá, sin más indicaciones.
Este folleto fue difundido especialmente entre los militantes del Frente de la
Juventud. La tesis del autor es que los militantes falangistas antes de la
guerra se habían visto obligados a actuar como lo habían hecho las guerrillas
urbanas iberoamericanas en los años 70 y extraía distintos episodios históricos
del nacionalsindicalismo de la pre-guerra, narrados por los protagonistas,
comentándolos y dándoles un significado táctico dentro de la estrategia de
guerrilla urbana. El folleto ha sido reeditado en distintas ocasiones desde
entonces.
(21) “La primera desgracia entre los fascistas españoles, ocurrió
[en Valladolid] el 11 de mayo de 1932, cuando los jonsistas, desafiando la
expresa prohibición, se manifestaron para mostrar su oposición a la autonomía
catalana. Desde Madrid se envió un destacamento de guardias de asalto para
contenerlos que acabó abriendo fuego contra los manifestantes, frente al
ayuntamiento, causando la muerte a un jonsista de dieciséis años” (S. Payne, Ramiro Ledesma Ramos… op. cit., pág. 6).
El dato está extraído de La España de
Ayer, Víctor Fragoso del Toro, Madrid 1973, pág. 168-170.
(22) Cfr. ¿Fascismo en
España?, op. cit., págs. 23-24
(23) Idem, págs. 32-33
(24) Idem, págs. 41-42
(25) “También,
aunque no los descubrieron, pudo enterarse la Policía de que se habían
fabricado petardos -ella suponía que bombas-, presumiendo, en fin, una terrible
organización, dispuesta a la violencia contra los diputados separatistas”,
Ledesma, ¿Fascismo en España? Op. cit.,
pág. 24. Stanley Payne está de acuerdo en la imposibilidad de que las JONS
llevaran adelante una lucha armada incluso de baja cota: “La verdad es que
un número tan escaso de activistas no estaba en condiciones de llevar a cabo
actos de una violencia verdaderamente digna de ese nombre y tan sólo se
limitaron a quemar algún quiosco que vendía literatura izquierdista o a tratar
de interrumpir en algún cine la proyección de una película soviética” (S.
Payne, Ramiro Ledesma Ramos… op. cit.,
pág. 6).
(26) Idem, pág. 42.
(27) En el último número de La Conquista, por ejemplo, en la
primera página figuraba un artículo de Gotfried Feder, el economista del NSDAP
y nacionalsocialista de los primeros tiempos, sobre “la tiranía del interés
del capital”. Y en la página 4 del número 21, se publicaba otro artículo
firmado por Rudolf Bader, sobre el triunfo del NSDAP en Hamburgo, ilustrado con
dos fotos de miembros de las SA. Artículos de este tipo se venían publicando
regularmente desde el primer número de la revista (Crónica de Alemania, Nacionalsocialismo y comunismo, firmado por
José Francisco Pastor) e indican el interés de Ledesma por el nacionalsocialismo.
En la página 3 del número 6 se publicó incluso un artículo firmado por Adolf
Hitler sobre “propaganda y organización
política”. Y no tendríamos dificultades en encontrar otros muchos artículos
del mismo género que nos confirman en que Ledesma estaba al corriente de la
literatura nacionalsocialista que insistía mucho en que sus SA estaban formados
en buena medida por antiguos comunistas ganados para el nuevo ideal.
(28) Cfr. ¿Fascismo en
España?, op. cit., pág. 45
(29) Malaparte hacía escrito: “… el ejército revolucionario de
Mussolini no era el Ejército de Salvacion y los camisas negras no iban armados
de puñales y granadas por pura filantropía, sino para hacer la guerra civil”
(Técnica del golpe de Estado, op. cit., pág. 200) y más adelante añade: “Le
diré que los camisas negras no son sólo violentos, sino despiadados” (pág.
208). Y, por fin: “No hay que olvidar tampoco que el dios de los hombres
armados no puede ser más que el dios de la violencia” (pág. 208)
(30) “… cuando [Mussolini] quiso llegar a una tregua con los
socialistas hubo hasta rebeliones y escisiones en el fascismo, que se declaró
por unanimidad a favor de la continuación de la guerra civil” (pág. 208)
(31) “La
revista mensual JONS cumplía su misión orientadora de un modo magnífico. Su
colección -se publicaron 11 números y duró año y medio, siendo suspendida
gubernativamente dos o tres veces- es hoy la única referencia teórica y la
única fuente donde aparecen explicadas las consignas del jonsismo. Puede
decirse que el movimiento jonsista salió íntegro de la revista. En ella surgieron
tanto el vocabulario como las ideas, los gritos y la bandera que han
sobrevivido a todas las peripecias internas del Partido, y que hoy constituyen
la única sustancia sugestiva, fresca y nueva, incorporada por los grupos
fascistas. A pesar de su carácter
mensual y teórico, cumplió también una misión de agitación, utilizando un
estilo polémico, directo y combativo.”, ¿Fascismo
en España?, op. cit., págs. 47-48. En la presentación del primer número
Ledesma escribió sobre la intencionalidad de la revista: “La
revista será justamente el laboratorio que proporcione al Partido la teoría
revolucionaria que necesita. No hará, pues, un camarada nuestro el gesto más
leve, la acción más sencilla, sin que sirva con rotundidad a una teoría
revolucionaria, a unos perfiles implacables, que constituyen nuestra fe misma
de españoles, nuestro sacrificio, nuestra entrega a la España nuestra”
(pág. 48).
(32) Estas acciones siguieron realizándose a pesar de que, acaso por
pudor, Ledesma no aluda a ellas en su ¿Fascismo
en España? Guillén Salaya cuenta una anécdota que luego recoge Tomás
Borras, en la que un par de jonsistas jóvenes aparecieron en la biblioteca del
Fomento de las Artes (trinchera izquierdista en la época que se empeñaron en
desalojar) con un ejemplar de JONS para que la incluyeran en el catálogo. El
bibliotecario, tal como esperaban, se insolentó con ellos y ante la escandalera
acudieron decenas de jóvenes comunistas y socialistas. Los dos jonsistas se
precipitaron huyendo por las escaleras hasta el portal, en donde les
esperaban un grupo de activistas de las JONS. Termina Salaya el relato: “La
paliza que se llevaron los comunistas fue bastante dura, ejemplar y
aleccionadora. De resultas de esta lección, un comunista, vocal de la Junta
Directiva del “Fomento” ingresó poco después en Falange Española” (Ramiro Ledesma, op. cit., pág. 428). Y sigue
Borrás: “… las JONS disponían de una organización “de infantería”. Ramiro
tuvo la fortuna de hallar un colaborador, para esa disciplina “ofensiva” de
veras, en aquel Ramón Ruiz que con sus dotes de mando y espíritu militar logró
que cien jonsistas, elegidos escrupulosamente, le obedecieran distribuidos en
patrullas de a cinco (…) El ala de pelea de las JONS disputó la supremacía en
la calle a los pistoleros socialeros (…) Por su parte, Ruiz de Alda formó la de
Falange, al nacer ésta al final del año. Las dos se fundieron, llegado el
momento, en la “Primera Línea”, numerosa y bajo mando de militares aguerridos
de FE de las JONS” (idem., pág.
428). “También asaltaron los de
Ramiro la Universidad de Verano de Santander (…) Los jonsistas buscaban al
enemigo en su acotado terreno” (idem.,
pág. 429). Así se produjo el asesinato en Daimiel de José Ruiz de la Hermosa,
apuñalado por socialistas (idem.,
pág. 429).
(33) Los textos colocados entre comillas en el párrafo son las
opiniones que Ledesma da sobre cada colaborador en ¿Fascismo en España?, op. cit., págs. 46-48.
(34) “Con la aparición de las primeras JONS en Madrid, en
Valladolid, Zaragoza y algunas capitales más de España, comenzó la agitación
nacional-revolucionaria en las dos grandes centrales sindicales que entonces
ejercían el control de la casi totalidad de la clase obrera sindicada: UGT y
CNT. Por el Triunvirato Nacional de las JONS, constituido por Ramiro Ledesma
Ramos, Bermúdez Cañete y Onésimo Redondo Ortega, se cursaron, por orden
circular en que había grupos jonsistas, las primeras consignas para llevar a
cabo una labor eficaz de captación y agitación dentro de las centrales
sindicales antes mencionadas”, ¿Fascismo
en España?, op. cit., págs. 48-49.
(35) Cfr. Técnicas del golpe
de Estado, op. cit., pág. 231.
(36) Enrique Gutiérrez Palma, Sindicatos
y agitadores nacional-sindicalistas, 1931-1936. Ediciones Libertad,
Valladolid, 1937. Existe edición digital que es la que hemos consultado.
(37)
“Con la aparición de las primeras JONS en
Madrid, en Valladolid, Zaragoza y algunas capitales más de España, comenzó la
agitación nacional-revolucionaria en las dos grandes centrales sindicales que
entonces ejercían el control de la casi totalidad de la clase obrera sindicada:
UGT y CNT” (E. Gutiérrez Palma, op. cit., pág. 4).
(38) Idem, op. cit., pág.
4.
(39) Idem, op. cit., pág. 5-6.
(40) La Conquista del Estado,
nº 21, 10 - Octubre
– 1931.
(41) JONS, nº 5, 1933, web
http://www.ramiroledesma.com/nrevolucion/jn5a1.html
(42) JONS, nº 3, agosto
1933, web http://www.ramiroledesma.com/nrevolucion/jn5a1.html
(43) Escribe Maximiano García Venero: “Ledesma Ramos escribió que
las JONS equivalían al "abandono de las tácticas de aproximación a los
intentos subversivos de los anarco-sindicalistas. Un afán de crear la propia
doctrina” (cfr. Historia de la unificación (Falange y Requeté 1937), Madrid
1970, edición digital, pág. 9).
(44) JONS, nº 7, diciembre
de 1933, web http://www.ramiroledesma.com/nrevolucion/jn7a2.html
(45) La Conquista…, nº 22,
17 de octubre de 1931.
(46) Cfr. JONS, nº 2,
junio de 1933, recogido en Ramiro Ledesma
Ramos. Escritos políticos. 1933-34. Edición digital, pág. 23.
(47) Cfr. ¿Fascismo en
España?, op. cit., pág. 34.
(48) Cfr. T. Borras, Ramiro
Ledesma, op. cit., pág. 375.
ENLACES DE LA SERIE:
LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (1 de 8) – Objetivos y métodos del fascismo español
LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (4 de 8) – La etapa “nuclear”: La Conquista del Estado