La campaña electoral en Cataluña -porque en Cataluña hay campaña electoral a pesar de que ni siquiera el catalán de a pie, esté interesado por ella- es extraña, anómala y, según los porcentajes de abstención, corre el riesgo de no servir absolutamente para nada. Por el momento, el principal quebradero de cabeza de la Junta Electoral es que uno de cada cuatro miembros, esto es, un 25%, de los elegidos para estar en las mesas electoral, se ha excusado: aprovechando el virus, dicen que no quieren estar en las masas. Tiene razón: a fin de cuentas, si el virus sirve para justificarlo todo, ¿por qué no va a servir para objetores de conciencia electorales? Pero esto no es lo más raro en estas elecciones.
Raro es, por ejemplo, que, hasta hoy lunes, uno no pudiera salir oficialmente del término municipal por aquello del “confinamiento perimetral municipal”, salvo para ir a algún mitin electoral. Hoy lunes, existe “solo”, un “confinamiento perimetral comarcal”, pero, ciertamente, el tráfico y los viajeros en transportes públicos que se han paseado de una comarca a otra, desde navidades, no han disminuido. Lo que, traducido, quiere decir, que las órdenes de la Generalitat, ya no las cumple nadie.
Raro es que, una semana antes de las elecciones de hayan ampliado las absurdas “franjas horarias” en baretos y restaurantes, una horita (como si el virus fuera como la hora en Canarias).
Raro es que el candidato del PSC sea un individuo al que pesan sobre su espalda entre 60 y 90.000 muertos por Covid.
Raro es, además, que algunas encuestas lo den como ganador.
Raro es que el candidato del PP, primer partido de la oposición, sea un completo desconocido, con menos carisma que un salmón de piscifactoría.
Raro es que ERC figure también entre los ganadores virtuales, a pesar de ser el partido que implícitamente ha reconocido el fracaso de aquel “procés” en el que tanto y tan bien estuvo comprometido.
Raro es, sin ir más lejos, que otro partido que va subiendo en intención de voto -o, al menos, eso dicen- JxCat, sea el esponsorizado por el “capitán Fracaso”, “Napoleón del procés” y “exiliado”, siga diciendo que todo aquello fue un “éxito” y que “votamos a ganamos”, aludiendo al auto-referéndum de 2017.
Raro es que el PDcat, descendiente directo de CDC tenga valor para presentarse.
Y raro es que la CUP lo haya aludiendo a un “ciclo nuevo”.
Raro es también que la campaña de Ciudadanos tenga como rostro a Inés Arrimadas que se encuentra en Madrid haciendo carrera política y, finalmente,
Más raro aún es que, el partido considerado como “xenófobo y racista”, Vox, presente a un candidato de origen guineano como cabeza de lista.
No hay
ambiente electoral en Cataluña. Las fotos de los políticos que cuelgan en las
calles, solo merecen ironías por parte de los supuestos votantes. Nadie tiene
esperanza en que salga algo serio e importante de estas elecciones. Esa indiferencia se ha puesto de
manifiesto en que, automáticamente, sin que exista mano negra, ni conspiración
alguna, un 25% de los llamados a estar presentes en las mesas electorales, a
modo de sumos sacerdotes de la democracia, se haya negado con la excusa del
virus.
¿Votará el
50% del electorado? Más del 50% puede ser considerado un exitazo, menos, “algo generado
por el Covid”, por que el Covid lo explica todo y su contrario.
Y luego está
la violencia. Algunos medios de comunicación y tertulianos se creen con derecho
de distribuir patentes de democracia y de negárselas a otros. Si existe
violencia estos días en Cataluña se debe a ellos y a nada más que a ellos: a
TV3, a sus tertulianos y a sus satélites.
Reconozco que
si, a última hora no tengo nada mejor que hacer y hace buen día, votaré a Vox. Sin
fe, sin respeto, claro, pero también, sin interés ni ganas. Si lo hago será
porque siempre opto por apoyar a los que se sitúan en el punto de mira de los “ultraprogres”,
“ultraindepes”, “ultrademócratas” y “ultragiliflautas” que han
determinado que Vox no tiene derecho a los derechos que ellos sí se arrogan.
Lo sucedido en
Vic, en Salt, y en otros lugares de Cataluña indica:
- el nivel de la “democracia catalana” cuya conselleria de interior opta por permitir que se produzcan altercados, filmarlos, para luego ir, casa por casa, deteniendo a los delincuentes; lo han hecho siempre así, no es una novedad, pero también indica el grado de “eficiencia” de la consellería.
- el nivel de violencia y negación de los derechos básicos que emana de TV3 y de los medios de comunicación de la gencat, que disminuyen cuanto más aumenta su orientación españolista, estatalista y, en última instancia “constitucionalista”. Y es que, desde Macià, la “autonomía” es algo que los independentistas juzgan que solamente ellos tienen derecho a administrar, interpretar y gestionar.
En estas
elecciones lo que está en juego es muy poca cosa:
- el reconocimiento, gane quien gane, de que el “procés” es cosa del pasado y que la fantasía independentista ya ha quedado muy atrás; ahora, incluso los más independentistas, solamente aspiran a catalanizar al MENA de turno y convertirlo en probo “enxaneta” en la colla castellera de su pueblo.
- el reconocimiento de que el PSC seguirá intentado estar en el “centro” del cuadro político de Cataluña, tratando de contentar a los estatalistas y de hacer buenas migas con los independentistas de ERC que ahora ocupan un espacio parecido al que tuvo CiU durante más de 30 años. Es decir, el PSC quiere hacer lo que siempre ha hecho en 40 años: mariposear.
- la convergencia de los “radicales balarrasas” de la CUP, con los “radicales finolis” de JuntsxCat, que aparecerán unidos en el fracaso, mirándose mal unos a otros, pero reconociendo que solamente aproximándose pueden mantener a flote lo que queda del cayuco indepe.
- medir las distancias que seguirán separando a las tres opciones de la derecha estatalista: Cs, PP y Vox. Veremos lo que queda de Cs tras el recuento y veremos si se produce el temido “sorpasso” de Vox al PP, que implicaría el trasvase de una parte sensible del PP a esta otra opción y una renovación total del PP en Cataluña, que todavía no termina de funcionar como partido con cuadros suficientemente cualificados e imbricados en la política regional. Los resultados de las elecciones catalanas pueden repercutir en el ámbito estatal en la derecha.
Nada de todo
esto es sustancial para el electorado catalán. Absolutamente nada. Afecta,
sobre todo, a las cúpulas de los partidos y a las relaciones de poder, al
reparto de cargos: no afecta en nada al ciudadano de a pie. Seguramente, lo que saldrá de estas elecciones
será un gobierno de coalición -sociatas, esquerrosos y comuneros- que durará
tanto tiempo como se prolongue la emergencia sanitaria, para después romperse,
cuando alguna de las partes intuya que puede convocar nuevas elecciones y
ganarlas en solitario.
El Covid es una
excusa para justificar que no habrá mítines de masas. En realidad, las
elecciones catalanas no interesan ni siquiera a los electores catalanes. La
prueba es ese 25% de llamados a las mesas electorales que han dicho nones. O la
pobreza de los envíos de propaganda electoral, o el nivel increíblemente bajo
de los eslóganes. O, finalmente, la pobreza de la “democracia catalana” que,
por primera vez en la historia, utiliza los medios públicos para estimular la
violencia contra una opción política.
Cada elector
debería plantearse, no a quien vota, sino si vale la pena votar. Por una vez,
igual sería mejor quedarse en casa -con la coña del Covid nadie se lo
reprochará- total, para lo que va a servir.
Y si lo que
se quiere es exteriorizar el voto de protesta, ahí está Vox, por que todo lo
demás es un dejá vu, aburrido, obsceno, triste y sombrío.