La actual
situación de España está caracterizada por siete contradicciones insuperables
que han aparecido en el panorama y que no dejan lugar a dudas sobre la gravedad
del momento que estamos viviendo y, lo que es peor, sobre la falta de
perspectivas que tenemos por delante. El viejo refrán castellano dice “Nuevo Rey;
nueva Ley”. Si Felipe VI quiere desvincularse de la herencia que ha recibido de
su padre y de la genética de la rama española de los Borbones (que tocaron
fondo con Fernando VII e Isabel II) debe de asumir este refrán como leit-motiv
de su reinado. Vayamos primero a las siete contradicciones.
LAS SIETE
CONTRADICCIONES PRESENTES
EN UNA SITUACIÓN ENDIABLADA
1)
Contradicción entre la monarquía constitucional y el gobierno (lastrado por
los republicanos de Podemos, pero que depende de su apoyo).
2)
Contradicción entre el Estado Español y las comunidades autónomas que se
definen como “naciones” y que aspiran a un Estado propio (Cataluña y en mucha
menor medida el País Vasco).
3)
Contradicción entre los partidos de centro-derecha y los de centro-izquierda
que tiende a mantener la división histórica entre las “dos Españas”.
4)
Contradicciones entre el poder central (gobernado por un partido) y los
gobiernos autonómicos (gobernados por otros partidos que no son los del
gobierno del Estado).
5)
Contradicción entre los intereses del “eje franco-alemán” de la Unión Europa y
los intereses de la “periferia europea” (en la que se encuentra España).
6)
Contradicción entre la “España que trabaja y paga impuestos” y el binomio
“España subsidiada por el gobierno parásito”.
7)
Contradicción entre los “beneficiarios” de la globalización y del mundialismo y
los “damnificados” por estos movimientos económico-culturales.
Las cuatro
primeras contradicciones nos parecen demasiado evidentes para explicarlas.
La quinta deriva
de la firma de los acuerdos del felipismo con la UE que, por sí mismos,
liquidaron nuestra industria pesada y nos reservaron el puesto de geriátrico de
Europa, zona de ocio con turismo y hostelería y desarrollo de la construcción:
es decir, los sectores con menos “valor añadido”. A esto se unió el que, a los
gobiernos posteriores, desde Aznar a Sánchez, se les ha ido tapando la boca con
la caridad europea que ha bastado incluso para que, ni siquiera el sector
agrícola haya salido beneficiado: se importan cítricos de Israel y del Magreb,
mientras el “suelo” de la huerta valenciana está cubierto de naranjas que nadie
recoge.
La sexta alude
al paso de la “sociedad de los tres tercios” que hemos vivido desde los ochenta
hasta la crisis de 2009-2011 (la formada por tres tercios parecidos en número:
un tercio que vivía bien, trabajaba, cotizaba a la seguridad social; un segundo
tercio que vivía a salto de mata, con períodos prolongados de paro, trabajos
eventuales; y un tercer tercio que vivía en la indigencia, de las subvenciones
y de la caridad pública), ha ido desapareciendo y hoy se vive lo que podríamos
llamar “la sociedad piramidal de tres escalones”: un vértice pequeño formado
por el gobierno, sus altos funcionarios, las élites económicas y las grandes
fortunas que apenas pagan impuestos; una segunda franja más amplia en la que
están todos los que tienen un nómina, mayor o menor, y viven de su trabajo; y
una base, cada vez más amplia, de ni-nis, inmigrantes subsidiados, okupas,
grupos que aspiran a vivir del salario social y cuyas necesidades se reducen a
móvil-internet-fastos-porrito. La contradicción procede de que el grupo
intermedio “financia” a todos los demás gracias a que su nómina permite detraer
automáticamente impuestos.
En la séptima
contradicción incluidos a todos aquellos que viven de la globalización (desde
técnicos, propietarios y accionistas de empresas deslocalizadas, financieras,
inversores de capital-riesgo, etc.), pero también a los que se alimentan del
“mundialismo”, mediante ese régimen de subvenciones milmillonarias que se
vierten sobre asociaciones que defienden ideologías de género, asociaciones que
promueven los valores de la misma mundialización, la multiculturalidad y el
mestizaje: están promoviendo una sociedad “ultra progresista”, que aspira a
derribar cualquier resto de sociedad “tradicional”.
Ninguna de
estas contradicciones son superables mientras siga la actual ordenación del
Estado. Vale más que nos vayamos acostumbrando a que mientras se mantenga
la misma situación, nada cambiará.
El problema
es que las situaciones de crisis nunca posibilitan enderezamientos, ni
“acuerdos nacionales” para planificar y establecer políticas más allá de las
promesas electorales. Cuanto más profunda es una crisis y más contradicciones
aparecen en el interior de un régimen, más se amplían LAS LÍNEAS DE FRACTURA. El
hundimiento, a medio o largo plazo, resulta inevitable.
LA CRISIS DEL
COVID-19 COMO
FACTOR DE EXTERIORIZACIÓN DE TODOS LOS PROBLEMAS
A partir de las
últimas elecciones coincidieron varios elementos para dar lugar a una “tormenta
perfecta”:
- Un vencedor
electoral -Sánchez- con rasgos del psicópata de manual, con un ego
sobredimensionado y patológico, más que cualquier otro presidente, sin
prestigio, autoridad, ni siquiera mayoría parlamentaria, para gobernar.
- Un
“Unidas Podemos”, en crisis, con pérdida de votos, con un electorado
desmovilizado y con pérdida de impulso interior, consciente de que no tendrá
una segunda oportunidad y que si no aportaba los votos parlamentarios que
le faltaban a Sánchez para formar gobierno, difícilmente podrían pagar deudas,
casoplones, asistentas y tren de vida al que se habían habituado los
propietarios de la marca.
- Un
centro-derecha fragmentado, con un Ciudadanos en crisis, un PP en pérdida
de identidad que dudaba en jugar un papel de centro-derecha o de
derecha-derecha, y un Vox que entonces todavía aspiraba a ser un PP(auténtico)
y cuyos votos procedían sobre todo de este sector.
- Un
nacionalismo catalán que seguía teniendo buenos resultados electorales y una
presencia en Madrid superior a sus posibilidades reales en Cataluña y que
seguía victimizándose, continuaba sin renunciar a la fantasía independentista y
condicionaba su apoyo a Sánchez a cambio de unos euracos de nada y un indulto a
los líderes indepes presos y un nuevo referéndum.
- Un
nacionalismo vasco, más consciente tras el fracaso indepe catalán, de que no
soplan vientos favorables en Europa para nuevas nacioncillas de calderilla
y que era mejor preocuparse sólo por seguir manteniendo y mejorando el régimen
autonómico actual, pero con una izquierda abertzale crecida por la necesidad que
Sánchez tiene de sus votos.
El resultado
fue el gobierno PSOE-Podemos… que nacía con la ambición de distraer al personal
con reivindicaciones y leyes sobre temas de “palpitante actualidad”, a
saber: legislar el “no, es no” y las relaciones de alcoba, dar un paso adelante
con la eutanasia, otro más para rectificar la “memoria histórica”, disminuir la
presión sobre las drogas, acelerar la llegada de Menas e inmigrantes y dejar
que pasaran las semanas y los meses con la “mesa de negociación” paritaria
Estado-indepes.cat. Y entonces llegó el Covid-19…
LOS
RESULTADOS DE LA NEFASTA ACTUACIÓN
DEL GOBIERNO ANTE LA PANDEMIA
La sanidad
estaba en manos de Illa, alguien SIN REMOTA IDEA de cuestiones sanitarias.
Hubiera bastado que se aplicase la ley 33/2011, Ley General de Salud Pública.
Y, claro está, que, desde el principio, se formara un grupo de expertos que
realizaran recomendaciones y estudios previos. En lugar de eso, a partir de
enero de 2020, en tertulias de mediodía de TVE1, diversos tertulianos
indocumentados sembraban el pánico en la población. El gobierno, no hacía nada:
quería que las feminitudas pudieran vociferar el 8 de marzo y que el éxito se
rematara en el Día del Orgullo Gay siguiente. Pero una semana después, teníamos
el virus encastrado en el país y circulando de norte a sur a velocidad de
vértigo.
Y hoy vamos
por los 31.000 muertos (o, más bien, entre 50 y 54.000 reales, lo que nos hace
el primer país del mundo en número de muertos por 100.000 habitantes), con
una segunda ola encima, la economía paralizada y sin perspectivas, y un
gobierno:
- que se
niega a una auditoría independiente sobre su gestión durante el Covid-19.
- que está
aislado de la UE a causa de la presencia de Podemos.
- que desde
enero anda perdido, sin hoja de ruta, sin recurrir a expertos.
- que está
más preocupado por su permanencia en el poder que por la salud pública.
- que trata
de aprovechar en beneficio propio la crisis sanitaria, mucho más que de
resolverla.
- que no
volverá a recibir subsidios europeos sin la llegada de los “hombres de negro”.
- que no
confía más que en la difusión de una vacuna para normalizar la situación.
- que carece
por completo de prestigio y autoridad para ser creído o seguido en sus consejos.
- y cuya
gestión en todas, absolutamente en todas las fases de la crisis, ha sido
caótica, amateur y nefasta.
LO QUE
TENEMOS ANTE LA VISTA:
CRISIS ECONÓMICA -> CRISIS SOCIAL -> CRISIS
POLÍTICA
Si alguien duda
de que tenemos por delante el caos a seis meses vista, mejor que vaya a
graduarse la vista. Es mucho más razonable pensar que, con o sin vacuna, esta
crisis no se va a resolver en breve. Es más, se va a reproducir el mismo
esquema que era fácilmente previsible en 2008:
- primero
crisis económica
- después
crisis social
- finalmente,
crisis política.
En breve volveremos
a tener a:
- Seis
millones de parados en el horizonte (calculando buena parte de los acogidos
a los ERTE que no volverán a recuperar jamás su puesto de trabajo), un 25-30%
del pequeño comercio que cerrará para siempre.
- Caos
económico motivado, sí, por el Covid-19, pero también y sobre todo, agravado por
la particular estructura económica de España como “país de servicios”, con
sectores de poco valor añadido como pivotes de la economía, especialmente, el
monocultivo turístico. Sin olvidar que, a pesar de la previsión de la banca
a la hora de conceder hipotecas, el parón general, ocasionará también
convulsiones bancarias (de ahí las fusiones de estos días) y retirada de
capitales procedentes de los fondos de inversión (que habían invertido en
compra de pisos turísticos).
- Caos social
con un sector creciente de la población viviendo de subsidios, con un gobierno
que sigue manteniendo -por principio, por convicción y por interés- la puerta
abierta a la inmigración, a pesar de saber que son los impuestos de las clases
medias, los que van a pagar su estancia en España, con licenciados que escapen
hacia otros horizontes más benévolos, con aumento de las patologías por uso y
consumo de drogas y tranquilizantes, y, para colmo con una “izquierda marciana”
aumentando tensiones con leyes estúpidas, intemperantes, fuera de lugar o,
simplemente, inútiles.
- Caos
político que se traducirá en un aumento de los votos de Vox y en una mayor
polarización del electorado: de un lado las “fuerzas constitucionales” (desde
Podemos al PP) y de otros las “fuerzas populistas”, en una situación
parecida a la que se ha dado en Francia (a un lado los “republicanos
demócratas” y al otro lado Marina Le Pen). Porque, el fracaso de la experiencia
de Podemos taponará durante muchas décadas, el que pueda salir otra repuesta
“de extrema-izquierda” a la crisis. Podemos ha sido la vacuna.
LA MONARQUÍA,
O PROMUEVE LA “NUEVA LEY” O DESAPARECE
Espero que todo
lo anterior haya servido para lanzar una visión bastante realista y poco
esperanzadora ante la situación. Nos estamos jugando, no ya el “futuro de
España”, sino más bien la existencia misma de España. Y no lo digo porque
los independentistas catalanes tengan la más mínima posibilidad de éxito (que
no la tienen), sino porque una España encarrilada hacia el precipicio solamente
tiene como futuro:
- el ser
gobernada por los “hombres de negro” enviados por la UE (la caída de España
precipitaría la de toda la zona Euro y el fin de la moneda única, dadas las
dimensiones de nuestra economía), y
- el resignarnos
a ser un país irrelevante en el que votar solo sirve para elegir los rostros
que aparecerán en los telediarios, pero que no tendrán ni peso ni
responsabilidad en el gobierno efectivo de la nación.
¿Es posible
difundir un programa político alternativo y que, de paso, sea realista
¿en qué sectores podría apoyarse un programa de este tipo? Vamos a intentar
responder a esta cuestión.
1. El “poder”
es importante. La “Autoridad” lo es más.- Hace falta un gobierno que sea
respetado por la población, por TODA la población, no solamente por los que
creen que se van a beneficiar de él. Sánchez hoy carece por completo de
prestigio y autoridad por mucho que salga en televisión. Si la gente lleva
mascarilla por la calle, no se debe a que lo haya prescrito el gobierno, ni
siquiera a la eficacia de esta defensa (o, más bien, falta de ella), sino a
causa de las multas. Tener “autoridad” quiere decir difundir una consigna y que
esta sea seguida por la población; tener, sólo, “poder”, quiere decir que una
consigna se sigue por miedo a la coerción. Por tanto, hace falta un GOBIERNO
QUE EJERZA EL PODER CON AUTORIDAD.
2.- Un
gobierno de salvación nacional.- no una simple coalición para lograr una
cómoda mayoría parlamentaria, algo que ya hemos visto demasiadas veces y en lo
que Sánchez insiste una y otra vez (con el Frankenstein político formado por
indepes.cat, batasunos, podemitas con coleta, moño o gafas, o bien lanzando
cables hacia Cs). El horno, ahora sí que no está para bollos, ni para un parche
más: nuestra sociedad, nuestra nación, están agonizando y basta salir a la
calle para advertirlo. Afrontamos una situación de “máximo riesgo”, como
individuos, como sociedad y como nación. Hace falta un gobierno como el que no
hemos tenido en décadas y lo llamamos un “gobierno de salvación nacional”, no
un simple gobierno de gestión.
LAS TAREAS DE
UN GOBIERNO DE SALVACIÓN NACIONAL
Un gobierno de
salvación nacional, fundamentalmente, debería abordar cuatro tareas:
1.- Afrontar
la lucha contra la pandemia, revisando la gestión del gobierno Sánchez mediante
un “comité independiente de investigación”, formado por técnicos y expertos
en sanidad, nacionales y extranjeros.
2.- Afrontar
una reforma decidida de la economía, planificando y estimulando, el
desarrollo de sectores de mayor valor añadido e iniciando el desenganche de la
economía de servicios (dependiente de la hostelería y construcción)
3.- Renegociación
de los acuerdos con la Unión Europea y denuncia de los firmados por Felipe
González en enero de 1986, asumiendo la defensa y promoción de nuestra
agricultura y de nuestra ganadería.
4.- Cierre
de fronteras con tolerancia cero a la inmigración ilegal, repatriación de
todos los Menas que se encuentren en el Estado Español para reunirlos con sus
familias en los países de origen, repatriación de inmigrantes que hayan
delinquido en nuestro territorio (con pérdida de la ciudadanía española si la
han recibido) y de inmigrantes que, desde su llegada en España, no hayan
cotizado unos mínimos a la seguridad social.
5.- Reforma
de la administración pública estableciendo las titulaciones y las
competencias que deben tener todos aquellos que ocupen un cargo público,
incluido el de presidente de gobierno y ministros, para evitar que por conveniencias
políticas, amiguismo o nepotismo, se nombren altos cargos que lo ignoran todo
sobre el sector que les ha sido encomendado. Disminución de los gastos de
personal de la administración del Estado, de las comunidades autónomas y de los
ayuntamientos.
6.- Devolución
de las competencias de sanidad y educación de las comunidades autónomas a
la administración del Estado.
7.- Juicios
sumarísimos y castigos ejemplares por responsabilidades en casos de corrupción,
malversaciones, mala gestión, de anteriores gobiernos desde el inicio de la
democracia, empezando por los errores criminales cometidos en el tratamiento de
la pandemia.
LAS VIAS PARA
LLEGAR A
UN GOBIERNO DE SALVACIÓN NACIONAL
Es evidente que
este no es un “programa electoral”, ni siquiera un programa que para cumplirlo
baste el tiempo que dura una legislatura. Es un programa para sanar una
enfermedad que se ha vuelto endémica y resolver lo que ya hoy es una CRISIS
NACIONAL. Hay solamente dos vías para poner en práctica un programa necesario
como éste:
a) La vía
“constitucional”, es decir que surgiera del parlamento actualmente elegido,
un acuerdo entre todos los partidos que se confundiera con un “gobierno de
unidad y salvación nacional”. Pero, dada la fragmentación actual del
parlamento, a la vista de las rivalidades, rencillas, desconfianzas y
antecedentes de todos los partidos políticos e, incluso, a causa del bajísimo
nivel cultural y profesional del actual parlamento, no se nos oculta que una
opción así, por adecuada que sea, resulta también inviable.
b) La segunda
opción es la “postconstitucional”, es decir, la formación de un gobierno de
técnicos y expertos, con participación corporativa de sectores profesionales
(jurídicos, sanitarios, defensa, universidades, colegios profesionales) y
apoyada, desde la calle, por la sociedad civil, capaz de recuperar el prestigio
de la tarea de gobierno, la Autoridad necesaria para el ejercicio del gobierno,
lograr nuevos consensos y adoptar medidas mínimas para enderezar la situación y
preparar la base de una nueva constitución.
Se podrá achacar
a Felipe VI falta de iniciativa, los límites de su reinado son los impuestos
por una constitución en la que se mantuvo la figura del Rey simplemente, como
elemento decorativo. Con Juan Carlos I, los gobiernos se habituaron a que el
Rey firmara y callara. Ahora, todo eso ha terminado: la monarquía
juancarlista ha estado ligada íntimamente a la constitución del 78. Nuevo
Rey, nueva Ley. El miedo de algunos monárquicos es que la discusión por
una nueva constitución, desembocara en un referéndum entre monarquía y
república. Y tienen razón: por eso el Rey Felipe VI tiene que entrar en liza
y ya no puede quedar como un simple actor pasivo: TIENE QUE TOMAR LA
INICIATIVA, a la vista de que los partidos nos han conducido a un callejón sin
salida. Felipe VI debe asumir lo que se espera de un Rey:
- que sea el
unificador de la Nación, ante partidos e indepes, ante las brechas sociales
abiertas o que se abrirán.
- que sea la
máxima Autoridad de la Nación, la persona que encarna los valores y la historia
de la Nación, en lugar de ser una figura decorativa y un actor pasivo, el
ejemplo para la Nación.
- que sea el
defensor de la sociedad ante la rapacidad e incapacidad de los partidos
políticos, que no opte por la “neutralidad” ante los errores de los partidos,
sino que estire de las orejas públicamente a políticos incapaces e inútiles,
evidenciados en el fracaso de la gestión pública, y no tenga miedo en dar la
patada a los que lo merezcan.
- que tenga asegurado
el nivel de vida para él y para sus descendientes, a cambio de ser ejemplo de
valores cívicos para la nación,
y velen siempre por el respeto a la ley, la
eficiencia en la tarea de gobierno como un centinela custodia una fortaleza.
No creo que un
“presidente de la República” se viera libre de las luchas entre partidos, ni
mucho menos que haya sido educado desde su infancia para el ejercicio de la más
alta institución o que pueda encarnar los valores de la nación durante cinco
años. No creo, por tanto, ni siquiera en la “república presidencialista”. Creo
que, de la actual crisis solamente puede salirse, aprovechando la ocasión
para plantear una reforma constitucional en profundidad que debe ser
capitaneada y dirigida desde el Palacio de la Zarzuela (o que puede
terminar dirigida contra la monarquía si, como resultado de la crisis política
en la que desembocará la crisis social generada por el hundimiento económico,
Podemos encuentra un caballo de batalla en la lucha por la República)
Si hoy existe
una consigna con fuerza suficiente para enviar al gobierno del petimetre atildado
con aspecto de figurín de rebajas y del impresentable con aspecto de porrero que
cada mañana tarda más tiempo en arreglarse el moño y elegir pendiente en la
oreja que en la higiene diaria, y para evitar que impresentables como estos
vuelvan al poder es:
¡VIVA
EL REY Y MUERA EL MAL GOBIERNO!