Desde el
principio de la democracia, el PSOE se atribuyó la categoría de “único
reformador de la enseñanza” y la derecha pareció aceptarlo. Ignoro si esto
fue otro de los resultados de los opacos “pactos de la transición”, pero el
hecho es que desde 1983 el PSOE es el único responsable de la marcha de la
enseñanza en España (si bien es cierto que, en las comunidades autónomas con
presencia nacionalista, ha sabido entenderse con ellas en materia de educación,
como también lo hizo Aznar). El resultado ha sido la quiebra de la enseñanza
en este país. La prueba es que estamos a la cola en el programa PISA que
mide los resultados académicos en Europa.
La educación
empieza a fallar cuando las necesidades de la población se van divorciando de
las políticas y estrategias pedagógicas del ministerio.
Hoy, en un
mundo competitivo, nuestros jóvenes necesitan acceder a la universidad mejor
preparados que antes. Y ocurre justamente todo lo contrario. Por eso son
necesarias las pruebas de “selectividad”: muchos alumnos no alcanzan el nivel
mínimo requerido para que puedan afrontar unos estudios superiores. Antes, mientras
duró el bachillerato franquista, no existía selectividad, por la sencilla razón
de que los alumnos que superaban el curso preuniversitario estaban preparados
para estudios superiores. ¿Qué diferencia existía con la enseñanza de ahora?
Sencillo: aquella era una enseñanza más exigente que, además, al concluir,
daba la posibilidad al alumno de tener una visión cultural mínima en todas las
materias.
Ahora, en
cambio, la enseñanza “socialista”, no solamente no es exigente, sino que
además ha convertido las escuelas en almacenes de alumnos mientras sus padres
trabajan. Lo peor es que ningún socialista ha sacado conclusiones del
fracaso de la enseñanza en España. No solo eso: los socialistas se creen
obligados a dar más y más pasos al frente, sin rectificar, en la misma
dirección.
Hoy, por
ejemplo, leyendo las noticias en la mañana, veo una que apenas llama la
atención (la pandemia y la destitución de Torra ocupan las portadas). Ningún
medio le ha dado importancia: es una noticia de relleno, a pesar de su gravedad
y de la repercusión que tendrá en el futuro. He elegido el titular de la web de
RTVE, gestionada por una lacaya del PSOE y no por esbirros de la derecha: “Educación
vuelve a retirar el máximo de suspensos para pasar de curso y lo deja en manos
de los profesores” …
Sí, han leído
bien, una de las ministras de cuota del gobierno, Isabel Celáa, ha
aprovechado la pandemia para que le consejo de ministros aprobara un Real
Decreto que permite que un alumno con TODAS LAS ASIGNATURAS SUSPENDIDAS PASE DE
CURSO. Hasta ayer, según lo establecido en la, paradójicamente llamada “Ley
Orgánica para la mejora de la Calidad Educativa”, se fijaba en
tres suspensos en secundaria y dos en bachillerato, los máximos para poder
pasar de curso, lo cual ya era, de por sí, una salvajada que suponía que
alumnos con déficits académicos pasarían de curso, aumentando su ignorancia de
las materia para el año siguiente y acumulando una inconmensurable ignorancia
académica junto a su título de estudios primarios, secundaria o de bachillerato…
A partir de ahora, se abre la posibilidad de pasar de curso a alumnos que no
han aprobado ni una sola asignatura. Eso es igualdad y lo demás son gaitas…
La ministra ha
institucionado el aprobado general, y lo ha hecho de tapadillo aprovechando la
segunda ola del Covid. Claro está que el ministerio se ha descargado de
cualquier responsabilidad en la catástrofe educativa que seguirá de aquí a un
par de años: serán los profesores los que deberán decidir si el alumno pasa
al curso siguiente. Podemos imaginar lo que pasará: habrá padres que amenazarán
a los profesores con darles un guantazo si la criatura no pasa de curso, otros
ofrecerán dinero, habrá profesores que pasarán de curso a alumnos para
quitárselos de encima, etc, etc, etc.
Lo más
sorprendente es que la derecha no parece tener excesivo interés en todo esto
y ni durante los gobiernos de Aznar, ni de Rajoy, ha insistido excesivamente en
reformar una enseñanza que se caía a pedazos. Los intentos de reforma que llevaron
a cabo ambos gobiernos fueron tímidos y sin continuidad. Así que, ya sea por
inoperancia de la derecha o por la irresponsabilidad de la izquierda,
seguiremos en la cola del programa PISA durante décadas.
¿A alguien le
puede extrañar que, al acabar el ciclo de primaria, algunos alumnos pasen
directamente a ser ni-nis, a alimentarse solo de pizza, porro y videojuegos y
que la selectividad se convierta en una guillotina para demasiados alumnos?
Pero, eso sí, nuestros hijos habrán recibido en la escuela clases de
tolerancia, sexualidad, cocina y costura… que ni siquiera habrán aprobado.