Imaginad un
relato de terror en los que el protagonista sueña y tiene una pesadilla, pero
le es imposible despertar y cuando lo hace el mundo encuentra es peor que el
peor de sus sueños, así que sigue pensando que está soñando, pero la pesadilla
se hace todavía más dramática. Y así pasa horas y días, entre sueños terribles.
Un buen día despierta definitivamente, abre la puerta y ve que la pesadilla
sigue ahí está fuera, no en su cerebro en estado REM, sino en su vida, en su
entorno, en las calles. Pues bien, este es el mejor resumen que puede hacerse
de la España post-Covid y si se me apura, de la España de las últimas décadas. Ahora
estamos llegando a ese momento del despertar en el que nos encontraremos una
situación tan deteriorada que preferiríamos seguir sumidos en el peor de los
sueños.
Todo empezó en
la transición cuando se nos prometió que, con las libertades políticas, todo lo
demás vendría por añadidura. Luego resultó que no era así y que, como dijo el
poeta, “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Cada día nos convencemos más
de la oportunidad de este verso de Jorge Manrique que, presumiblemente, será
prohibido por la nueva Ley de Memoria Histórica a causa de sus
implicaciones.
La transición
empezó mal porque se basaba en una mentira: en que el pueblo, los
dirigentes políticos (del poder y de la oposición) y el rey, habían tomado la
decisión irrevocable de marchar hacia la democracia, esto es, hacia el paraíso perdido.
En realidad, el país marchó hacia la democracia por cuatro factores, por orden
de importancia:
- Las ambiciones del capital financiero internacional y de las multinacionales que querían invertir en España (país barato, como hoy lo es Vietnam) y convertir a España en un país neocolonial.
- La necesidad de la economía española de entrar en el mercado común europeo para colocar sus excedentes, cerradas a causa de la exigencia del “club europeo” de disponer de una forma democrática de Estado.
- La necesidad para la OTAN de reforzar la “profundidad” de sus líneas en una fase de endurecimiento de la Guerra Fría que no podía seguir siendo resuelta mediante pactos unilaterales con los EEUU.
- La inviabilidad de una estructura franquista sin Franco, ni un Delfín con carácter suficiente para asumir las riendas del Estado y la falta de convicción de las autoridades franquistas sobre la viabilidad de la “democracia orgánica”.
Estas fuerzas y no
Suárez, ni mucho menos el rey, ni siquiera la presión popular (no hubo “ruptura
democrática” porque la izquierda no tenía fuerza social suficiente para
realizarla y, por lo demás, el único partido con existencia real era el PCE
(que luego Carrillo se encargó de liquidar en los siete años siguientes) hicieron la transición.
Y aquella
mentira trajo todas las demás. La primera de todas lo que ocurrió realmente
el 23-F, luego la opereta siniestra del “síndrome tóxico” que costó la vida a
2.000 personas y dejó a otras 20.000 afectadas liquidándose la cuestión con una
sentencia dictada por las multinacionales del sector químico. Más tarde, ya en
el felipismo, vino la estatización de RUMASA que puede ser llamada “la madre de
todas las corrupciones” que siguieron, luego el escándalo del GAL (y no nos
referimos a la liquidación física de los matarifes de ETA a los que solamente
habrían llorado sus familias, sino al saqueo de fondos públicos que realizaron
todas las partes implicadas) y luego los sucesivos escándalos de financiación
de los partidos políticos. Y así hasta llegar a la negociación con ETA y al
11-M del que, lo esencial, sigue todavía velado para una opinión pública que
sospecha que las cosas no fueron como se contaron. Luego vino la mentira de que
España necesitaba inmigración porque la natalidad bajaba (hubieran bastado
estímulos fiscales para que se produjera lo contrario en lugar de convertir al
país en un mosaico étnico. Y así sucesivamente: todos los que tenéis más de
50 años sois capaces de reconstruir la “memoria histórica” de la democracia que
confirma el mencionado verso del enorme, gigantesco y profundo, Jorge Manrique,
poeta y soldado.
El caso es que, a
fuerza de ir degradándose la situación política y social, ir disminuyendo la
cultura y la educación de un pueblo (ayer en la última página de La
Vanguardia se entrevistaba a un investigador que afirmaba que la generación actual
tiene un coeficiente intelectual más bajo que las anteriores y que los nativos
digitales no fuerzas más que la vista, porque todo lo tienen en pantallas y
monitores), terminamos eligiendo a unos gobernantes que causan irrisión en toda
Europa y que algún político europeo se
negaría incluso a dar la mano, no por su ideología, ni por el Covid, sino por
el riesgo que implica estar cerca de un piojoso.
Un gobierno
que no previó las consecuencias económicas del Covid y lo desacertado de la
medida del confinamiento general -porque de la única economía que entiende y
que le interesa, es trincar para las cuentas propias- ha colocado al país ante
la quiebra y la suspensión de pagos (lo que debería ocurrir cuando el próximo
año haya que renovar letras y pagarés del tesoro y emitir otros miles de
millones nuevas… a ver quién es el inversor de alto riesgo que las compra si la
prima de riesgo no se va elevando. Sabemos lo que ocurrirá: que España
volverá a ver cómo se dispara la prima de riesgo (lo que ya nos puso en 2010 en
grave situación), se congelarán salarios y se subirán impuestos.
Pero ¿se
pueden subir aún mas los impuestos? Si, claro, a los que tienen una nómina que
el gobierno “de izquierdas y progresista” considera unos privilegiados. Para
esta gentuza el trabajo no es un derecho, sino que ha pasado a ser un
privilegio. Son aquellos con nómina los que pagarán el “salario social”,
son ellos los que pagarán los caprichos de las comunidades autónomas, son ellos
los que pagarán el chalé y las propiedades compradas por los miembros del
gobierno y, son ellos, los que mantendrán a la inmigración masiva, subsidiada
como nunca y que sigue llegando más y mejor que en los mejores tiempos del
aznarismo y del zapaterismo…
Lo peor sería
que el gobierno optara por disolver las cortes y convocar nuevas elecciones que
ganaría apoyado por los restos de Ciudadanos y con un PP disminuido y un Vox
agigantado. Porque, en ese caso, tras las promesas electorales y el “todo
marcha bien” y “debemos permanecer unidos”, al cerrarse las urnas, los que
tienen una nómica verán sus ingresos mermados de nuevo y a aguantar la crisis a
sus espaldas, mientras el primer acto de los nuevos diputados -no lo dudéis- será
subirse el sueldo…
La esperanza del
gobierno es que la vacuna llegue en primavera y en Semana Santo esto vuelva a
ser el paraíso de turistas borrachos, gilipollas haciendo el balconing y
estampándose contra un acantilado después de una selfie. Aquí ya no
queda más esperanza que la vacuna y que el turismo vuelva. No hay plan B.
La limosna europea no da más de sí, lo justo para pagar algunos caprichos en
los próximos seis años, pero fuera de las triunfales declaraciones del
ciudadano Sánchez, lo cierto es que el reparto del oro europeo no ascenderá a
más de 6.000 millones de euros anuales que se comerá el “salario social”
aumentando la cantidad de ni-nis y de inmigrantes que viven del cuento.
Por mucho que
mejore el turismo en verano -si es que mejora-, otros países, la Costa Dálmata,
Europa Central, el mismo Portugal, habrán dado muestras de que pueden competir
ventajosamente con España, país que ya hoy aparece en todos los medios
mundiales como el país con una mayor tasa de contagios y que, cuando se sepan
las cifras reales de víctimas, ocupará el primer lugar en muertos por cada
100.000 habitantes.
Y, cómo no podía
ser de otra forma, el país en el que el gobierno “ordena” y las comunidades
autónomas “ejecutan”, pero nadie tiene Autoridad y nadie sabe hacerse respetar
sino por la vía de las multas, aquí, el virus es incontrolable, los
negacionistas son incontrolables, los botellones son incontrolables y la acción
de las administraciones es errática, confusa y destartalada (la nueva ley de
memoria histórica “urgente” es casi un chiste en todo este panorama).
Lo peor no es que el año que viene la quimera de que el turismo aumentaría en España a razón de un 5% anual hasta el 2050 habrá quedado desbaratada. Lo peor es que ningún partido -y ahí incluyo a Vox- NINGUNO es capaz de plantear un modelo económico alternativo al binomio “turismo-construcción”.
Reindustrialización, relocalización, rearme arancelario, renegociación de las cláusulas de adhesión a la UE, ruptura con el modelo de economía globalizada, son las únicas vías para emprender un “nuevo curso”.
De lo contrario volverá a repetirse el escenario actual de aquí a cinco años (el detonante es lo de menos, lo que interesa subrayar es la fragilidad de la economía española), como se ha repetido la crisis generada por otras causas en el período 2008-2013. El gran problema es que la “memoria histórica” registra que los errores del zapaterismo generaron los primeros tres cuartos de billón de euros de déficit y ahora no encaminamos a los tres billones.
Estamos más cerca del
corralito argentino que del sistema fiscal nórdico. Lo que ocurre es que España
se dará cuenta cuando suban el impuesto sobre la cerveza y el coste de una cañita
se duplique.