La Francia que se sitúa a caballo entre el siglo XIX y el siglo XX estuvo dividida entre “dreyfusards” y “antidreyfusards”. Esta polarización de la sociedad francesa tuvo como origen la figura de un oscuro capitán de artillería: Alfred Dreyfus[1] que daría lugar a un escándalo de proporciones difícilmente igualables, el llamado “caso Dreyfus”. Antisemitas contra Dreyfus y prosemitas con Dreyfus… pero no todos los antidreyfusards eran de derecha tradicional, sino que los había de izquierdas, como veremos, aunque casi todos los “dreyfusards” fueran liberales y progresistas. El caso supuso trasladar el antisemitismo a primer plano de la actualidad política francesa.
Edouard Drumont y otros muchos
antisemitas había esperado que estallara un caso similar para lanzar sus tesis:
haciendo unanimidad en torno al antisemitismo, la sociedad francesa superaría
sus diferencias y recuperaría su coherencia y unidad originarias por encima de
los partidos y de las fracciones; en una Francia marcada por la derrota de
Sedan, la “revancha” y la recuperación de los territorios perdidos ocupaban un
lugar central y estimulaban directamente el nacionalismo. Además, oponiéndose a
“los judíos” se recuperaba la idea de “justicia social” pues no en vano –lo
hemos visto– los judíos estaban identificados con los capitalistas y los
explotadores. Por todo ello, cuando estalló el Caso Dreyfus, Eduard Drumont[2]
pudo escribir: “La verdad es que en ninguna época, en ningún país, la cuestión
judía ya no es una cuestión religiosa, pero siempre y por todas partes es una
cuestión económica y social”[3].
Drumont escribía estas líneas justo cuando se reconstituía la Ligue Antisemitique
de France en 1889. Esta potente organización consideraba que era preciso
“partir a la guerra contra la judería enemiga de los intereses franceses y de
los judaizantes cómplices de las finanzas cosmopolitas” y definía el
antisemitismo como “un terreno políticamente neutro sobre el que puede reconstruirse
la unidad francesa”[4].
¿Qué estaba ocurriendo? El caso Dreyfus había
caldeado los ánimos y polarizado las posiciones. En 1894 el capitán había sido
condenado por haber entregado a los alemanes documentos sobre el sistema de
retroceso de un cañón. La condena a cadena perpetua debía cumplirse en la Isla
del Diablo una colonia penal situada a 11 km de las costas de la Guayana
francesa[5].
El inicio del proceso coincidió con las dos grandes crisis de la Tercera República Francesa: la irrupción fugaz pero intensa del boulangismo (1889) y el escándalo del Canal de Panamá[6] (1892), habían supuesto una erosión del régimen al que se unía la amenaza del terrorismo anarquista que había asesinado al presidente Sadi Carnot. En las elecciones de 1893, los republicanos obtuvieron la mayoría, imponiéndose sobre los radicales de Clemenceau, los socialistas y la derecha monárquica. Entre 1893 y 1895 Francia vivió un período continuado de inestabilidad. En 1896 Jules Méline consiguió estabilizar un gobierno apoyado por la derecha que mantuvo el proteccionismo económico, desactivó el anticlericalismo y generó una legislación social avanzada. Y en este contexto estalló el Caso Dreyfus, cuando aún distaba mucho por disiparse el recuerdo de la derrota de Sedán. El espíritu revanchista llevó a que se fraguara una alianza anti–alemana con Rusia. El ejército por su parte, era fuertemente conservador y en absoluto republicano sino monárquico. Los esfuerzos por hacer de él una fuerza fiel a la república habían causado tensiones. El gobierno impulsó una renovación tecnológica de las fuerzas armadas, en especial de la artillería pesada. Una de las nuevas armas era el cañón de 75 mm. La seguridad interior (el contraespionaje militar) estaba en sus primeros pasos y recibía el nombre de “Sección de Estadística”, cuyo jefe, el teniente coronel Jean Sandherr, alsaciano, era antisemita y trabajaba junto con la “Sección de Asuntos Reservados” del Ministerio de Exteriores dirigida por Maurice Paléologue. A partir de 1890 se creó un clima paranoico de espionaje y contraespionaje. Se creía que los alemanes seguían de cerca las investigaciones armamentistas francesas y se habían producido ya redadas, juicios e incluso una condena. En 1894 el contraespionaje militar detectó una nueva fuga de información sobre fortificaciones en Niza y el Mosa. Al ampliar la investigación se detuvo al capitán Dreyfus.
En 1886 Éduard Drumont vendía 150.000 ejemplares de
su obra La France Juive[7],
fueron
frecuentes los casos de oficiales del ejército que debieron batirse en duelo
contra redactores de La Libre Parole
y la literatura antisemita proliferaba. En 1890 Drumont había fundado la Ligue
Antisemitique y a partir de 1892 lanzó el semanario La Libre Parola de 200.000 ejemplares. Había otras revistas
antisemitas (L’Éclair, Le Petit Journal,
La Patrie, L’Intransigeant, La Croix, todas ellas de carácter católico, al
contrario de la revista de Drumont, laica). En 1895 vivían en el territorio
metropolitano francés en torno a 80.000 judíos (de los que la mitad vivían en
París) y otras 45.000 más en el territorio argelino. Esta comunidad judía tenía
un alto volumen de participación en los negocios y en el mundo de la finanza.
Sobre todo este trasfondo se desarrolló el Caso Dreyfus.
En septiembre de 1894, el contraespionaje francés había
encontrado una carta rota en seis partes, sin firma ni fecha, dirigida al
agregado militar de la Embajada de Alemania, von Schwatkoppen en donde se
aludía a documentos confidenciales que estaban a puntos de ser enviados. El
jefe del contraespionaje, Jean Sandherr informó al ministro de la guerra que
estaba en esos momentos desprestigiado por haberse producido anteriormente
otras filtraciones de material secreto. Por este motivo ordenó una
investigación. Pronto se llegó a la conclusión de que la filtración solamente
podía proceder de un oficial del Estado Mayor, miembro del arma de artillería.
Todo apuntaba al capitán Aldred Dreyfus, artillero y politécnico, miembro de la
comunidad judía, alsaciano y republicano, lo que parecía dar la razón a quienes
clamaban prevención ante los militares procedentes de Alsacia y Lorena,
territorio permanentemente en disputa entre Francia y Alemania y a los
antisemitas que prevenían contra la presencia de judíos (a los que se
consideraba como traidores potenciales en beneficio de Alemania).
Una serie de elementos jugaban, además, contra
Dreyfus: era antipático, prepotente, frío y poco comunicativo, de carácter
extremadamente reservado. Sus compañeros no lo apreciaban en absoluto y al
producirse la instrucción del sumario, todas estas características de su
personalidad fueron cargadas en su contra y tuvieron peso decisivo en su
condena.
El análisis grafológico de la nota rota en seis
trozos fue realizada por el comandante du Paty de Clam quien declaró que
existían “ciertas similitudes” entre ambas caligrafías y que, por tanto,
Dreyfus era el “probable autor” de la misma. Otros expertos, sin embargo, no
compartían esta opinión.
El 13 de octubre de 1894 se produjo la detención de
Dreyfus, pero en el curso del interrogatorio no reconoció su culpabilidad ni
tampoco aceptó suicidarse voluntariamente para salvar su honor. Sucesivos
interrogatorios tampoco dieron resultado a pesar de lo cual Dreyfus siguió
detenido. El día 29 de octubre la revista de Drumont, La Libre Parole, dio la noticia de la detención[8]. El hermano del detenido asumió su
defensa y contrató al grupo de abogados eminentes para demostrar su inocencia.
Realmente, las pruebas contra Dreyfus eran endebles pero los instructores del
consejo de guerra lo interpretaron como un signo de culpabilidad: “Si no
hubiera sido culpable no habría destruido las pruebas”. Por lo demás, los
documentos de cuya fuga se le acusaba –el sistema de retroceso hidráulico de un
cañón– tampoco eran especialmente “material sensible”. De no haber estallado el
escándalo en aquel momento probablemente jamás hubiera pasado de ser una
anécdota.
La Libre Parole, L'Autorité, Le Journal, Le Temps, ante la falta de pruebas objetivas insistieron en
aspectos íntimos de la vida de Dreyfus. Drumont, pero también La Croix, recordaron que ellos ya habían
advertido sobre los riesgos de la presencia de judíos en las fuerzas armadas.
Algunos órganos antisemitas pidieron que el juicio se celebrara a puerta
cerrada para evitar que aumentara la tensión con Alemania.
Finalmente la vista sumarísima se inició el 19 de
diciembre, en efecto, a puerta cerrada. Durante este primer proceso Dreyfus
alegó que era rico, por lo tanto, no precisaba vender secretos militares a
Alemania… no eran, desde luego, la defensa que le iba a acordar más popularidad;
otros testigos de su defensa declararon sobre su inquebrantable patriotismo.
Así pues, no había móvil aparente para el delito. No aparecieron más pruebas,
sino solamente comentarios, testimonios periciales insuficientes y mucha
agitación en la calle, especialmente agitación antisemita.
El 22 de diciembre los siete jueces militares
declararon culpable de Dreyfus por “traición a la patria”. La reforma
constitucional de 1848 había eliminado la pena de muerte con lo que resultó
condenado a perpetuidad. El 5 de enero de 1895 fue degradado. Se publicó
entonces que el condenado al ser llevado de la Escuela Militar para el acto de
la degradación, habría confesado su traición al capitán Lebrun–Renault. El 12
de marzo, llegó con la escolta asignada a la Isla del Diablo con unas
condiciones de detención verdaderamente duras especialmente a partir de que un
diario inglés informara sobre un intento de fuga.
Mathieu Dreyfus, hermano del militar condenado,
inició una campaña para lograr la revisión del proceso inmediatamente conoció
el contenido de la sentencia. La hermana no dudó en recurrir incluso al
espiritismo de moda en la época, para lograr la reapertura del proceso. En
1896, Mathieu consiguió que un periodista de izquierdas, Bernard Lazare,
escribiera el primer folleto en defensa del militar condenado, que sería
publicado en Bélgica. Este folleto contenía informaciones sensibles sobre el
Estado Mayor que era difícil que hubieran salido de Mathieu o del propio autor,
hasta el punto de que el Estado Mayor sospechó que podría haber salido del
propio servicio de contraespionaje. La izquierda radical asumió la defensa de
Dreyfus mientras que la mayoría de la ciudadanía se consideraba antidreyfusard.
Fue en julio de 1896 cuando se interceptó una tarjeta
escrita por el agregado militar alemán, von Schwartzkoppen al comandante
Ferdinand Walsin Esterhazy, oficial francés de origen húngaro. El responsable
del contraespionaje reconoció las similitudes entre la caligrafía de esta nota
y la de la carta rota en seis trozos que había constituido la principal prueba
de cargo contra Dreyfus. La investigación que siguió por parte del
contraespionaje demostró que este oficial estaba vendiendo documentos de escaso
interés a los prusianos. A esto se unía que Esterhazy tenia una personalidad
conflictiva, debía dinero y llevaba un tren de vida superior a sus ingresos.
Entregados los documentos al Estado Mayor la respuesta de éste fue clara: había
que separar el “caso Dreyfus” del “caso Esterhazy”; el primero era “cosa
juzgada”, así que no había posible marcha atrás. Siguió la elaboración de
documentos falsos que intoxicaron el ambiente y aumentaron las dudas a favor y
en contra de Dreyfus o de Esterhazy. Finalmente, el hermano de Dreyfus presentó
una denuncia en el Ministerio de la Guerra contra Esterházy. Cuando eso
ocurría, el movimiento dreyfusard iniciado por Bernard Lazare ya se había
desarrollado e incorporaba al gran novelista Émile Zola. En su estela se
sumaron Anatole France, Paul Burguet y Lévy–Bruhl, León Blum y Jean Jaurés, así
como a los hermanos Clemenceau. Blum incluso intentó que su amigo Maurice
Barrès firmara una petición a favor de la revisión del juicio, a lo que este se
negó.
Aparecieron en Le
Figaro cartas en las que Esterhazy, diez años antes mostraba un odio hacia
Francia y el ejército francés, sin embargo este siguió protegido por el Estado
Mayor y le indujo a que se presentara voluntariamente a juicio para exonerarlo
definitivamente. En este proceso se negó al hermano y a la esposa de Dreyfus el
constituirse como parte civil. Los testigos no reconocieron la escritura de
Esterhazy en la nota intervenida, y una vez caída la prueba principal, resultó
absuelto por unanimidad con apenas tres minutos de deliberación. A la salida
1.500 personas lo vitorearon. Esta absolución hizo que los dreyfusards
cambiaran de estrategia y se volvieran mucho más agresivos; así mismo, en el
otro extremo, los antidreyfusards protagonizaron motines, saqueos antisemitas e
incidentes.
El 13 de enero de 1898 se publicó en el diario L’Aurore, la carta abierta de Émile
Zona, J’accuse, al presidente Faure.
Ese día se vendieron 10 veces más ejemplares del diario de lo que se vendía
habitualmente (30.000 ejemplares). Leído el artículo hoy en día se perciben
muchos errores, así como las filias y las fobias del autor y no puede hablarse
de una pieza literaria objetiva ni mesurada. Aquí estribó su éxito: con
argumentos, a menudo insensatos y radicales, que en absoluto respondían a la
realidad, consiguió desbordar a los dreyfusards moderados que pedían la revisión
del proceso con calma. Para Zola de lo que se trataba era de conseguir una
revisión de los juicios a Dreyfus y a Esterhazy, mediante la presión popular.
En los días que siguieron, esta petición fue firmada por Anatole France, Émile
Duclaux, Deniel Haley, Marcel Proust, Félix Fénéon, Georges Sorel, Claude
Monet, Jules Renard, Durkheim, Monod y otros. Habían irrumpido en la historia
“los intelectuales”. Barrés los atacó en bloque instituyendo lo que luego sería
una característica propia de la derecha y que, como tal, pasaría al fascismo:
el antiintelectualismo. El eje de la polémica era que “los intelectuales”
reflexionaban más allá del interés nacional, mientras que estos afirmaban que
su interés era la defensa de la justicia y de la verdad. Los antidreyfusards
centraban su alegato en la defensa de la “razón superior del Estado”.
Zola resultó procesado por difamación a raíz de la
denuncia presentada por el Ministro de la Guerra. El 23 de febrero de 1898 se
celebró el juicio en medio de un clima social de enfrentamiento entre las dos
fracciones. Con este juicio, el caso Dreyfus exasperó el clima de tensión en la
sociedad francesa. Zola debió ser protegido al término de las audiencias del
proceso contra los antidreyfusards que esperaban para lincharlo. Finalmente fue
condenado a un año de prisión y a 3.000 francos de multa. Victoria jurídica
para los antidreyfusards, pero victoria moral de los dreyfusards. Nunca como en
ese momento existieron dos formas de “ser” y de “sentirse” francés.
En las elecciones de ese año apareció un grupo parlamentario
antisemita. Fue nombrado nuevo ministro de la guerra, Godefroy Cavaignac, quien
creía en la culpabilidad de Dreyfus y consideraba que un nuevo proceso serviría
para desprestigiar definitivamente su causa. Él mismo reinició la investigación
con sus colaboradores más próximos. Luego presentó sus conclusiones ante el
parlamento: la defensa de Dreyfus no había conocido todas las piezas del
dossier por lo que cabía plantearse si era lícito reabrir el caso. Cavaignac,
todavía en ese momento creía en la culpabilidad de Dreyfus, así que envió una
comisión para interrogar a Esterhazy el cual admitió conocer a un comandante
del Estado Mayor, Hubert Henry[9] en connivencia con el cual habría actuado.
El 5 de diciembre de 1894 la tensión iba en
aumento. Paul Déroulède llegó a
declarar: “Si es
necesario hacer la guerra civil, la haremos”. A medida que pasaba el tiempo la
popularidad del caso no remitía y las posiciones estaban cada vez más
polarizadas. El 23 de febrero de 1899, Dérouléde intentó un golpe de Estado
pero no contó con el apoyo del ejército y fracasó. Pareció como si la república
estuviera amenazada desde la derecha nacionalista hasta el punto de que se
nombró a un “gobierno de defensa republicana” formado por Waldeck–Rousseau el
22 de junio del que fueron excluidos los republicanos antidreyfusards. El caso
volvió al tribunal de casación declarando que la revisión era una “petición
admisible y dice que será procedido por ella a una instrucción suplementaria”.
El presidente del tribunal, Louis Loew fue duramente atacado por los
antisemitas. El 9 de febrero de 1899 la sala de lo Penal publicó un informe
reconociendo que Esterhazy había elaborado el documento originario que había
dado origen al caso y que el dossier estaba vacío por completo. Pocos días
después el presidente Waldeck–Rousseau se expresó ante el senado sobre el caso
y denunció que estaba rompiendo a la sociedad francesa y que podría tener
consecuencias insospechadas de no llegarse al fondo de la cuestión mediante una
nueva revisión del proceso. Los nuevos testimonios debilitaron la posición
oficial antidreyfusard. El asunto fue remitido al Consejo de Guerra de Rennes
por orden del Tribunal de Casación. Dreyfus sería nuevamente juzgado. El 5 de
junio de 1899 Dreyfus recibió la notificación de la revisión del primer juicio,
abandonó la Isla del Diablo en dirección a Francia, siendo repatriado de manera
clandestina a Francia. Transferido a la prisión militar de Rennes el 7 de
agosto compadeció ante el Consejo de Guerra.
Sin embargo, la defensa de Dreyfus estuvo mal
planteada. Los dos abogados adoptaron estrategias divergentes: uno a favor de
la absolución sin condiciones con la consiguiente pérdida de prestigio del
Estado Mayor, el otro a favor de una simple absolución. Cuando se abrió el
proceso el 7 de agosto, Rennes estaba en estado de sitio. Esterházy admitió ser
el autor del documento y huyó a Inglaterra, pero su confesión y la de Hubert
Henry fueron consideradas nulas. Los miembros del Estado Mayor sin excepción
declararon contra Dreyfus. Uno de los abogados de Dreyfus, el más agresivo, fue
herido en un atentado y permaneció ausente del juicio durante varios días,
mientras la agitación antisemita se multiplicaba en París produciéndose cientos
de detenciones.
El 9 de septiembre de 1899 el tribunal consideró
nuevamente culpable a Dreyfus “con atenuantes”; la sentencia fue cambiada a 10
años de reclusión y a degradación. Dreyfus se encontraba ante la posibilidad de
solicitar la gracia presidencial (lo que equivalía a reconocerse culpable) o
bien pedir una revisión del juicio. Optó por la primera posibilidad. La opinión
pública reaccionó de manera indiferente, el caso llevaba ya muchos años
dividiendo a la sociedad francesa y la Exposición Universidad de 1900 de París
estaba a punto de inaugurarse. Se trató, verdaderamente, de un “veredicto de
apaciguamiento”. Una ley que amnistiaba cualquier caso conectado con el Caso Dreyfus fue establecida
por el presidente Waldeck–Roudeau el 17 de noviembre de 1899. Se intentó
también relajar la tensión franco–alemana. Los dreyfusards más radicales
(Jaurés, Clemenceau) acusaron al propio Dreyfus de haber aceptado la gracia sin
protestar y de aceptar la ley de amnistía.
La rehabilitación de Dreyfus se inicio en 1900,
cuando el presidente Loubet le indultó y duró hasta 1906 cuando concluyó su
proceso de rehabilitación. Zola muere en 1902 asfixiado por el humo de su
chimenea y durante su funeral, Anatole France leyó un discurso en el que se
mencionó su papel en defensa de Dreyfus. En 1902 venció la izquierda y Jean
Jaurés evocó las irregularidades habidas en el caso. En los años siguientes,
hasta 1905 el tribunal examinó todo el dossier, demuestra que la escritura del
famoso papel roto en seis trozos había sido escrita por Esterházy. El 9 de marzo de 1905, el Fiscal General Baudouin realizó un informe de 800
páginas favorable a la postura de Dreyfus. Más tarde, el 12 de julio de 1906, el Tribunal de Casación anuló la sentencia dictada en Rennes en 1899 y rehabilitó a Dreyfus. A pesar de que la
sentencia fue muy criticada por los antidreyfusards lo cierto es que se trataba
de una sentencia que intentaba superar la división en la que había caído la
sociedad francesa en esos años. El militar fue reintegrado parcialmente en el
ejército. Dreyfus se contentó con la proclamación de su inocencia y renunció a
pedir indemnización al Estado. En 1908, al acompañar los restos de Zola al
Pantheon fue objeto de un atentado recibiendo dos disparos de un periodista de
extrema–derecha que, tras ser juzgado, resultó absuelto.
Durante casi 15 años, el caso Dreyfus excitó a la
opinión pública francesa y polarizó a la sociedad francesa en dos bloques.
Nunca el antisemitismo estuvo tan a flor de piel en la sociedad francesa y
nunca los enfoques antisemitas alcanzaron tan nivel de aceptación popular.
Ciertamente el antisemitismo popular alcanzó en ese período su grado máximo de
difusión, sin embargo, la inflexión final de asunto favorable a la inocencia de
Dreyfus contribuyó a que todo este sector político se contrajera y perdiera
vigor y relevancia. Pero fue, en cualquier caso, en el clima promovido por el
Caso Dreyfus en donde nació el pensamiento de Maurras y su revista Action Française, el pensamiento de
Barrès y de Drumont llegó a ser conocido por amplias masas populares y los
temas antisemitas lograron una amplia implantación en las clases populares
francesas y se convirtieron en un tema político habitual y recurrente.
A lo largo de los años en los que se prolongó el Caso
Dreyfuys el antisemitismo alcanzó una “función de integración y de
movilización, perfectamente comprendida por todas las corrientes de la
oposición a la democracia liberal”[10]. Uno de los mentores de esta corriente el marqués de
Morès, aventurero, empresario, explorador y dirigente político, anunció que la
próxima revolución, la “revolución social necesaria purificadora del cuerpo
nacional se hará contra los judíos cuando la hora haya sonado el día en el que
haya entrado en el cerebro de las masas” la conciencia del enorme poder que
constituye el reencuentro de la organización sindical de los trabajadores con
el movimiento antisemita”[11]. Y, tras comentar este párrafo, Sternhell añade su
tesis: “Para Barrès, Rochefort o Drumont, para los hombres de Action Française,
así como para los Sindicatos Amarillos o los sindicalistas de Terre Libre, el
antisemitismo representa una ideología en la medida en que procura al
movimiento de revuelta contra el orden establecido un contenido popular, una
densidad sociológica y, finalmente, una conceptualización de lo que puede ser
la antisociedad liberal” y en refuerzo de su tesis cita a Henri Vaugeois: “Las
dos pasiones (plebiscitaria y antisemita) se han dan la mano en el país son
ciertamente las únicas fuerzas revolucionarias que el nacionalismo puede oponer
actualmente al parlamentarismo que nos vende al extranjero (…) El nacionalismo
será antisemita, es decir, revolucionario, o no estará completo, íntegro”[12].
Esa opinión pública, a diferencia del tiempo
anterior, no es de derecha, ni ejerce su antisemitismo en función de postulados
religiosos, se trata de un antisemitismo popular y socializante que deriva de
la percepción de que el capitalismo está “manejado” por judíos y que si de lo
que se trata es de hacer valer las reivindicaciones de las masas y la justicia
social antes o después deberá producirse un choque con los judíos en nombre de
los intereses populares. Así como el antisemitismo de derecha es meramente
conversador y de base religiosa, este otro antisemitismo es nacionalista,
propone una revolución nacional y social y proclama el advenimiento de un nuevo
orden en la línea –añade Sternhell– de “la gran tradición de la Francia
republicana”[13].
A lo largo del Caso Dreyfus se demuestra que el
antisemitismo entraña un mensaje político que trasciende con mucho el odio al
judío. El judío es el quintacolumnista (a pesar de que todavía la expresión
tardará cuatro décadas en imponerse en el lenguaje político) del rival
histórico, son los prusianos quienes lo manipulan y lo utilizan como ariete
contra Francia y en esos momentos, el país acaba de experimentar en su piel lo
que representa “la traición judía” que ha llevado a la derrota de Sedán. Por
eso nacionalismo y antisemitismo caminan juntos: porque la exaltación de
Francia no puede darse sin denigración del semita en la óptica de la época. Y,
para colmo, los judíos de Francia son acusados de retorcer la democracia,
hacerla imposible, estimular el fraccionamiento del cuerpo electoral para
permitir que sus capitalistas puedan explotar a los trabajadores franceses.
El Caso Dreyfus demuestra que todas las clases
sociales pueden integrarse y “el antisemitismo tiene capacidad de servir como
plataforma para un movimiento de masa, contra la democracia liberal y la
sociedad burguesa”[14]. A partir de ese momento el nacionalismo aparece
como doctrina del consenso nacional y de la unidad, en otra de las
características que esta corriente transferirá al fenómeno fascista.
[1] Alfred Dreyfus (1859-1935) había nacido en Alsacia, región que abandonó cuando fue incorporada a Alemania tras la guerra franco-prusiana de 1871. Hijo de una rica familia de fabricantes de textil, en 1882 ingresó en la academia militar siendo graduado como oficial de artillería. Capitán en 1889, en 1893 entra en el Estado Mayor y en el Ministerio de la guerra. En 1894 el servicio de contra-espionaje descubre una fuga de secretos militares franceses que habían llegado a los alemanes. Dreyfus aparece como sospechoso a causa de la similitud de su escritura con la encontrada en la carpeta de documentos fugados. Se daba la circunstancia de que, además, Dreyfus era judío, alsaciano (luego alemán), y de carácter antipático y pretencioso. Condenado por traición fue también degradado y condenado a cadena perpetua. El 12 de julio de 1906 se beneficiará un indulto presidencial. Tras su rehabilitación actuará durante la Primera Guerra Mundial como teniente coronel. Murió en París en 1935. El presidente Jacques Chirac ordenó el traslado de sus restos al Pantheon en 2006.
[2] Es interesante leer el punto de vista judío sobre Drumont. Puede
consultarse la obra Juifs et antisemites,
escrito por Bernard Lazare, Editorial
Allia, París 1992págs. 21 a 27.
[3] É. Drumont, La Dernière
Bataille, Nouvelle étude psychologique et sociales, París, Dentu, 1980,
pág. XI-XII.
[4] Cfr. La Droite Revolutionnaire, op. cit., pág. 177-178.
[5] Los datos sobre el caso Dreyfus han sido extraídos de diversas obras publicadas en castellano sobre este tema: El Caso Dreyfus, Pierre Miquel, Fondo de Cultura Económica, México, 1988; Breve historia del espionaje, Juan Carlos Herrera Hermosilla, Editorial Nowtilus, Madrid 2012, pág. 137 y siguientes; Yo Acuso o la Verdad Avanza: El Caso Dreyfus, Émile Zola, El Viejo Topo, Barcelona 1998; L'affaire Dreyfus: Les événements fondateurs, Vincent Duclert, Perrine Simon-Nahum, Ed. Armand Colin,París 2009.
[6] Se trató del escándalo más conocido hasta ese momento de la Tercera República francesa (y seguiría siéndolo hasta el caso Stavisky, cfr. Revista de historia del Fascismo, nº 1, artículo París: ligas fascistas contra la República, págs. 77-85). Se le conoce también como “Escándalo Lesseps”, el ingeniero que diseñó el Canal de Suez y que luego trazaría los planos para el intento fallido de construcción del canal de Panamá. La compañía de Lesseps encontró dificultades de financiación y emitió suscripción pública. Parte de los fondos recaudados se utilizaron para sobornar periodistas y obtener apoyos políticos. Luego, la empresa quebró y todos los inversores perdieron su dinero. Se habían vendido inicialmente 600.000 acciones a 500 francos y los trabajos empezaron en 1882. Pero la obra tenía un coste de 1.200 millones, mucho más caro que la obra de Suez y de mucha más difícil ejecución. Luego se vio que el proyecto originario de Leseps no servía y que era preciso construir un sistema de exclusas que ralentizaría y encarecería la obra, así hacía falta mucho más dinero. Las acciones cayeron en picado y para contrarrestar la realidad los directivos de la Compañía recurrieron a los sobornos de políticos y periodistas. Nada pudo evitar el que la compañía fuera declarada en quiebra en 1888 y se perdieran 1.440 millones de francos con 850.000 afectados. El propio Clemenceau se vio comprometido en la estafa aunque solamente un ministro y parlamentario resultó condenado a cinco años. El responsable aparente de la trama, el barón de Reinach, encargado de finanzas de la compañía, apareció muerto y sus documentos destruidos. En torno a un centenar de políticos estuvieron envueltos en el caso. Las investigaciones terminaron en 1897 siendo absueltos los acusados.
[7] Existe una edición digital en castellano de esta obra que puede leerse en http://uuurgh.net/DRUMfranjui/franciaju.pdf, La Francia Judía, por Eduardo Drumont, Edición Popular traducida de la novena edición francesa por D. Rafael Pijoán, Pbro., Con censura Eclesiástica, J.M.J., Barcelona, Imprenta y Librería de la Inmaculada Concepción, Buensuceso 13, 1889. En la obra L'Espagne contemporaine et la question juive: Les fils renoués de la mémoire et de l’histoire, de Danielle Rozenberg, Presses Universitaires du Mirail, Toulous 2006 (págs. 72 y sigs) se aportan datos sobre la influencia del pensamiento de Drumont en España y las primeras traducciones y ediciones de sus libros.
[8] Resulta curioso constatar como a algo más de 100 años de distancia
algunos medios católicos ven el Caso Dreyfus: justo a la inversa de cómo lo
vieron en aquel momento. En efecto, una parte importante del clero francés era
antisemita y alimentaba sentimientos contra los judíos por motivos religiosos.
Sin embargo, en la actualidad, una obra colectiva escrita de título evocador, Del Desencuentro a la Comprensión:
Israel-Jerusalén-Iglesia Católica, editado por Eusebio
Gil Coria, Carlos Corral Salvador y Eusebio Gil (Universidad Pontificia de
Comillas, Madrid 2001) dicen: “La prensa jugó un papel capital La Libre Parole de Édouard Drumont cuya
divisa era “Francia para los franceses”, se distinguió entre los
antidreyfusards por su violencia antisemita, por el uso pérfido de la mentira y
la calumnia, por su maestría en tergiversar y falsear los hechos, todo arropado
en el manejo calculado y cínico de los mitos del patriotismo”. Y añaden: “La
gran mayoría de la población católica creyó en la culpabilidad de Dreyfus,
incluso si la mayoría del clero se mantuvo al margen…” (pág. 46). En realidad,
si la mayoría de católicos creyeron en la culpabilidad de Dreyfus fue porque la
mayoría del clero católico predicó esa culpabilidad desde los altares. La idea
es rebatida desde muchos ángulos. Véase por ejemplo: El Fenómeno Religioso: Presencia de la Religión y de la
Religiosidad en las sociedades avanzadas, Eduardo Bericat Alastuey,Thomas Luckmann (Centro de Estudios Andaluces,
Sevilla 2007), donde se dice: “[El caso Dreyfus fue] una guerra que llega a su
expresión extrema cuando la Iglesia Católica, junto al ejército y la parte más
nacionalista y conservadora de la opinión pública forman un bloque junto a la
nueva clase media, los intelectuales, los judíos, etc, en el marco de la lucha
política” (pág. 101). Sin olvidar que los medios de prensa católicos más
difundidos figuraron entre los antidreyfusards más virulentos. El estudio
definitivo sobre la cuestión es, sin duda, Les
Chrétiens et l'affaire Dreyfus, de Pierre Pierrar, Les Editions de l’Atelier/Les Editions
Ouvrieres, París 1998. En esta obra, además, se ofrece un panorama completo de
las distintas confesiones religiosas cuando estalló en Caso Dreyfus.
[9] Hubert Henry era hijo de agricultores, ingresó en el ejército como soldado raso en 1865 y participó en la guerra franco-prusiana siendo hecho prisionero en dos ocasiones y evadiéndose en ambas. En 1870 fue ascendido a teniente. Promovido a capitán en 1875, agregado al ministerio en 1879 destinado al contraespionaje militar, frecuentó a Esterházy. En 1893 será adjunto al jefe del contraespionaje. Jean Sandherr, encargado de vigilar la actividad de las autoridades alemanas utilizando a agentes dobles. Una de sus colaboradoras, empleada en la embajada alemana, le confía la carpeta que desencadenará el affaire Dreyfus. Henry lo pone en conocimiento de sus superiores y, al parecer, no reconoce la escritura de su amigo Esterházy. Será él quien atribuya la autoría del documento a Dreyfus entrañando su detención. Después de frustrada su aspiración a ocupar la jefatura del servicio y siendo sustituido por Georges Picard, elabora documentos falsos para acentuar la sensación de que Dreyfus es culpable. Descubierta la maniobra, el 30 de agosto fue encarcelado en Mont Valerien, apareciendo muerto en su celda al día siguiente. Toda la derecha en bloque salió en defensa de “este servidor heroico de los grandes intereses del Estado, este gran hombre de honor”.
[10] La Droite Revolutionnaire, op. cit., pág. 177-178.
[11] Marques de Morés, Rothschild, Ravachol et Cie, pág. 39, citado por Z. Sternhell en La Droite Revolutionnaire, op. cit., pág. 178-179.
[12] Ibidem, pág. 179.
[13] Ibidem, pág. 179.
[14] Ibidem, pág. 180.
Cuando Francia era antisemita